Colectivo Ioé (1)
En este trabajo nos proponemos ofrecer
una panorámica sobre el desarrollo y viabilidad en
España de investigaciones sociales
desarrolladas con un enfoque participativo, es decir, donde la
población–objeto se
convierte, o se pretende que llegue a convertirse en sujeto
activo del proceso de análisis. Tal
orientación ha representado para nosotros el mayor interés desde que iniciamos
nuestra andadura como sociólogos, aunque hemos de reconocer
las limitaciones y dificultades de todo tipo con que nos hemos
encontrado en los intentos de llevarla a la práctica (2). En
una primera parte se presenta el paradigma más implantado
en la investigación social, que
caracterizamos como "elitista y tecnocrático", y se pone en
relación con la forma como se ha implantado la
participación social en nuestro país; pasamos a ofrecer
en la segunda parte algunas líneas de fuga al modelo de investigación anterior y que
representan la multiforme presencia de la investigación
participativa que, aunque periférica y dificultosamente, no
deja de abrirse espacio tanto en el interés de los
investigadores como en el de los demandantes de
investigaciones.
1. EL PARADIGMA DOMINANTE
(ELITISTA Y TECNOCRÁTICO)
Podemos partir de una constatación: tanto la
introducción como el desarrollo metodológico de la
investigación participativa en España son mínimos,
prevaleciendo un enfoque asimétrico o desigual entre los
tres agentes implicados en el proceso de investigación. En
éste el papel dominante corresponde al cliente, los
técnicos adoptan una función meramente
instrumental (3) y los destinatarios se sitúan en una
posición dependiente y pasiva, siendo meros
receptáculos de una trama movida por ajenos intereses. La
figura del cliente está representada
casi siempre por dirigentes de corporaciones importantes:
la administración y las
grandes empresas, en primer lugar; los
partidos, los sindicatos y las O.N.G. de
ámbito estatal, en segundo lugar.
Mediante técnicas cuantitativas y
cualitativas, estas instituciones llevan a cabo
prospecciones sobre los segmentos de población que se
corresponden con su ámbito de influencia: administrados y
votantes, empleados y consumidores, fieles y adeptos,
etc.
INVESTIGADORES | |
POBLACIÓN–OBJETO |
La marginación de los destinatarios
(su apartamiento de los niveles de decisión), lejos de ser
una cuestión casual, "es un síntoma o expresión
–a nivel del quehacer sociológico– de una
sociedad de masas donde los
papeles dirigentes–activos son objeto permanente de
lucha entre minorías activas que tratan de acaparar cada una
de ellas el mayor espacio posible de influencia sobre las
mayorías pasivas o, mejor, dominadas. Esta lógica de
dominación, que ocurre evidentemente a nivel económico,
sucede también a nivel político e ideológico"
(4).
Concretando más el punto anterior, podemos apreciar
que la participación directa de los ciudadanos en las
cuestiones sociales que les afectan está condicionada por la
forma como se ha establecido la democracia en nuestro
país. Desde el punto de vista jurídico, el ordenamiento
político español ha pasado de un
régimen autoritario a otro de corte democrático,
fundado en el principio formal de la igualdad de los ciudadanos y
de su derecho a participar en la organización de la vida
social. Sin embargo, en la práctica esta transformación
se efectuó a través de un proceso consensuado mediante
pactos protagonizados por cúpulas dirigentes de las
distintas fuerzas sociales en detrimento de la transparencia
informativa y de la participación directa de las bases
populares (5). De este modo se ha institucionalizado un modelo de
democracia representativa o delegada que, en su
máxima expresión formal, la constitución de 1978, limita
severamente la participación directa de los
ciudadanos en la vida social. La acaparación de funciones por parte de la
administración, el
elitismo de los partidos, corporaciones y sindicatos mayoritarios
y la primacía de intereses trasnacionales apenas dejan
espacio a la auto–organización e
intervención directa de colectivos sociales (6). Por otra
parte, se ha reforzado el papel mediador y políticamente
neutro, o neutralizado, de los técnicos y profesionales, en
cuyas manos se deja tanto el diagnóstico como el
abordaje de los problemas y desequilibrios que
provoca el sistema social. Pero este
abordaje debe ceñirse a los límites marcados por su
función técnica, sin cuestionar las contradicciones
sociales de fondo.
Generalmente las investigaciones realizadas en el
área de la política social se atienen a
estos parámetros. En lugar de estudiar a los sujetos
sociales con necesidades dentro de un proceso social en el
que éstos se producen y reproducen, se limitan a ofrecer
recuentos y clasificaciones de necesidades abstractas
(definidas 'desde fuera' del contexto), de las que el individuo no es más que
un portador manipulado. Los instrumentos técnicos que se
utilizan en estos casos tampoco son inocentes.
Por un lado, se suele estudiar a la población que
recibe (o podría recibir) determinados servicios ya
existentes, sin analizar el papel de las propias
instituciones de servicios sociales en la configuración de
su demanda. Por otra parte, el
recurso abusivo a la técnica de la encuesta para captar las
necesidades subjetivamente "experimentadas", se dirige a los
individuos como entidades autónomas, separados de su
contexto social, suponiendo que las respuestas a un cuestionario expresan
sus necesidades, ignorando los fenómenos de
alienación social y la generación de necesidades
sociales "desde arriba" (7).
Así, focalizando la atención sobre ciertos
sectores sociales, y no sobre el sistema social, se
oculta el carácter
"políticamente determinado" (8) de muchas necesidades,
presentándolas como demandas de los propios afectados; por
otra parte se excluye del campo de las necesidades problemas y
conflictos difícilmente
regulables por las instituciones en cuestión o incluso que
se presentan como deslegitimadores de su función.
Además, se procede siempre a una
jerarquización de las necesidades que sólo puede
realizarse desde una instancia de poder (oculto, en este caso),
y a su segmentación (en primarias y secundarias, por
ejemplo), lo que acaba justificando la dependencia del necesitado
y la legitimidad de la intervención institucional (
9).
Junto al paradigma dominante, es posible reconocer
también en España diversos desarrollos de
investigación con un enfoque participativo, en especial en
las áreas de la educación de adultos, la
animación sociocultural y el desarrollo comunitario; con
una implantación menor encontramos desarrollo en las
áreas de evaluación de programas y de la
organización empresarial. Se trata de experiencias
minoritarias, poco relacionadas entre sí y con orientaciones
y encuadres institucionales muy variados, como se desprende del
siguiente cuadro de situación aproximativo:
– Desde los años 60, y con más
intensidad en el período crucial de transición a la
democracia, se desarrollaron procesos de investigación
participativa, ligados a programas de acción social,
desarrollo comunitario y
análisis institucional promovidos por diversos movimientos
sociales, organizaciones no gubernamentales
e incluso, en ciertos casos, por la propia administración. Aquí
se inscriben interesantes experiencias del movimiento ciudadano,
sindicatos campesinos, organizaciones católicas
progresistas, etc., casi siempre relacionados con sectores
marginados.
Por iniciativa de estos colectivos ha sido frecuente
entrar en contacto con experiencias de otros países, tanto
de Europa como de América Latina.
– Desde 1980 España forma parte del Grupo Europeo de
Investigación Participante, enrolado a su vez en el Consejo
Internacional de Educación de Adultos, con sede en
Toronto.
En 1985 España organizó el quinto Seminario Internacional de
Investigación Participativa (Barcelona), donde se expusieron
diversas experiencias concretas aplicadas en España y otros
países europeos (10).
– También a comienzos de los años 80 se
retoma, después de 40 años, la experiencia de las
Universidades Populares que se extienden por más de un
centenar de poblaciones, casi siempre con apoyo de la
administración local. En algunos casos se desarrollan cursos
que tienen por objeto el análisis participado de la propia
realidad local.
– En torno a la revista internacional de
educación de adultos "Aulas de Cultura" (Salamanca) se han
desarrollado diversas experiencias de educación rural con un
planteamiento participativo (Santibáñez de Béjar,
Renedo, etc.). Por su parte, las Escuelas Campesinas surgidas en
Barco de Avila en 1978 y posteriormente extendidas por varias
provincias persiguen un "desarrollo integral" basado en la
autogestión de los afectados.
– En varios centros universitarios se han
desarrollado aportaciones teóricas y prácticas
significativas, siendo especialmente importante su papel como
difusores de información y formación
entre el profesorado, los trabajadores sociales y el
voluntariado: Universidad Autónoma de
Barcelona (departamento de Sociología de la
Educación, coordinado por J.M. Quintana), Universidad de
Santiago de Compostela (J.A. Caride), Instituto de Ciencias de la Educación
de la Universidad de Murcia (A. González), Facultad de
Sociología de Madrid (Tomás R.
Villasante), etc. También algunas editoriales se han
especializado en esta dirección (Narcea, Ed.
Popular, Ed. Hacer, Laertes) así como diversos centros
privados de educación de adultos (CLAVES, CODEDAH y CASM en
Madrid, SEPT, APIP y SERGI–GRAMC en Cataluña, etc.).
Pero quizá un caso de especial relieve sea el de la
factoría FAGOR, empresa perteneciente al grupo de
Cooperativas de
Mondragón, donde en 1985 se inició una
investigación participativa en el ámbito empresarial
contando con la aportación de un equipo experto
universitario dirigido por Davyd Greenwood y asesorado por W.
F.
Whyte (11) – Otras aportaciones específicas
se pueden reconocer recientemente en los ámbitos de la
salud y de la evaluación
social (12). En el primer ámbito citado existen propuestas
de interés que ligan la educación para la salud con la
participación comunitaria (María Isabel Serrano) o con
la evaluación cualitativa de programas de salud (Juan
Fernández Sierra y M. A. Santos); así mismo se propone
la evaluación de servicios y programas sociales contando con
los propios actores.
Todas estas iniciativas tienen en común el
interés metodológico por favorecer la
participación de los afectados en los procesos de
investigación y/o reflexión colectiva. Sin embargo,
parten de estrategias y planteamientos
teóricos diversos y, en general, su nivel de instrumentación técnica
está poco desarrollado.
A nivel estratégico las diferencias dependen de la
demanda: quiénes son los sujetos reales de los
procesos de investigación participante y qué fines o
efectos sociales persiguen a través de ellos. En este
sentido, cabe distinguir los programas promovidos desde el
vértice de las instituciones (de enseñanza, política social, etc.), en los que se
invita a participar a los destinatarios, de aquellos otros
promovidos por colectivos y asociaciones de base que, en parte o
del todo, son también los destinatarios de los programas. En
el primer caso, los intereses institucionales generalmente se
suporponen y prevalecen, aún cuando en ocasiones se pierda
el control y se produzcan efectos
perversos no queridos por el promotor; en el segundo caso, es
más probable que se salvaguarden las intenciones de los
afectados, si bien existen en el caso español algunos
mecanismos (como la regulación jurídica del derecho de
asociación o las subvenciones) que tienden a cooptar o hacer
encajar los intereses de la población con la estrategia de las
instituciones.
Estas diferencias a nivel estratégico se traducen
–o disfrazan– recurriendo a aquellas tradiciones
teóricas, elaboradas fuera de España, que avalan
internacionalmente el enfoque particular de cada promotor. En un
polo podemos situar la tradición pragmática no
crítica iniciada con
Dewey en el campo de la educación y por Lewin en el
área de la psicosociología, a quienes se considera
iniciadores de la investigación-acción en Estados Unidos (13). En este caso
la participación no es más que un método para la
resolución de problemas grupales o institucionales que se
define como un proceso continuo de planificación,
acción, evaluación y vuelta a empezar, pero
ceñido a prácticas sociales concretas, sin un
análisis de sus relaciones con el conjunto del sistema
social. impidiendo así las perspectivas de enfoques
alternativos y estudio global.
En el polo contrario encontramos una tradición
críticaimplicativa que propugna la
investigación-acción a partir de un rechazo global del
"status quo" existente en la sociedad (desigualdades, procesos de
exclusión, elitismo político y económico, etc.) y
como una vía, entre otras, de liberación social. Este
enfoque se asocia a la ideología tradicional de
la izquierda, si bien como práctica concreta de
"investigación participante" ha surgido posteriormente a
partir de las insuficiencias y contradicciones del planteamiento
pragmático (14) y en contextos de crisis o quiebra social (América Latina a partir
de los años 60, Mayo del 68 en Francia, movimientos
neomarxistas en Alemania e Italia, etc.).
En España ya existía una tradición de
investigación colectiva, promovida desde el siglo XIX
por las corrientes socialista y anarquista, que fue bastante
aplicada en el campo de la educación (15). Pero estas
corrientes, cuya influencia ha sido reconocida como uno de los
factores impulsores de la investigación-acción en
América Latina (16), fueron abortadas a medida que se
imponía un modelo de educación estatal centralizado,
evolución que se
consumó en las décadas de gobierno franquista, tras la
derrota y represión de los movimientos populares.
Como hemos señalado, coincidiendo con los años
de transición a la democracia surgieron algunas experiencias
participativas protagonizadas por los movimientos sociales
entonces pujantes y con capacidad de arrastre popular (vecinales,
sindicales, políticos, etc.), si bien sobrados de
espontaneísmo y buena voluntad y faltos de los
planteamientos e instrumentos técnicos adecuados.
Posteriormente la institucionalización de los nuevos cauces
"democráticos", tal como hemos expuesto en el apartado
anterior, supuso un freno a la participación directa de la
población, si bien han aparecido también nuevas
condiciones impulsoras:
– Por una parte, la política de
representación y la burocratización profesional de los
trabajadores sociales, sindicalistas, etc. han producido un grado
de atonía o descompromiso social que ha llegado a ser
considerado excesivo por los propios representantes
institucionales, por lo que éstos han comenzado a impulsar
procesos participativos después de haberlos frenado con
anterioridad.
La no participación de la población se juzgaba
como una enfermedad de la nueva democracia, fenómeno
deslegitimador que habría que diagnosticar y abordar con
rapidez (17).
– Por otra parte, las quiebras y contradicciones
del propio sistema social (mantenimiento de la
polarización social, precarización de los sectores
menos cualificados del mercado de trabajo con especial
repercusión en las mujeres y los jóvenes,
marginación de amplias áreas rurales, etc.) siguen
alimentando la emergencia de movimientos y planteamientos
críticos, algunos de los cuales ponen particular
énfasis en procurar la participación directa y
organizada de la población marginal como clave para abordar
sus problemas.
Paralelamente se produce en los años 70 y 80 una
lenta introducción en España de teorías y prácticas
sobre participación existentes en otros países.
Inicialmente el campo más trabajado fue el movimiento
ciudadano (años 70), pasando después el centro de
gravedad a la educación y la política social (años
80). Desde el punto de vista teórico, se recurre tanto a
representantes de la orientación pragmática
(surgidos en los campos de la educación, la
psicosociología y el desarrollo comunitario) como de la
orientación crítica (neomarxistas centroeuropeos
y latinoamericanos), así como todas las corrientes
intermedias (análisis institucional de M. Seguier,
socianálisis de Lourau y Lapassade, intervención
sociológica de Touraine, etc.).
Aunque la penetración en España de estas
tendencias es, por ahora, marginal y sus aplicaciones escasas, el
concepto de
"investigación participante" –con la polisemia ya
descrita– tiene cada vez mayor audiencia (traducciones y
libros propios, simposios de
investigación-acción aplicada a la educación o el
trabajo social, etc.)
(18).
En cuanto a la orientación estratégica,
predomina un enfoque más
pragmático–instrumental–segmentado en las
manifestaciones y publicaciones institucionales, y un enfoque
más crítico en los colectivos de afectados y en un
sector menor de profesionales e investigadores (19). Se trata en
todo caso de un campo de elaboración todavía poco
consolidado y apenas contrastado en la práctica.
En relación a la posibilidad de aplicar la
investigación-acción con una perspectiva crítica
al área de la política social, creemos que puede ser
una alternativa fructífera para los estudios de necesidades
y recursos convencionales. Aunque
tal orientación ha tenido históricamente un desarrollo
complejo y polémico (20), en su formulación ideal,
destacamos las siguientes características:
– El problema a estudiar –las
necesidades– surge de la propia población implicada
que controla el proceso en todas sus etapas.
– Como fin principal, se persigue reforzar las
potencialidades del propio colectivo, tanto en el nivel del
conocimiento (difusión y
aplicación de técnicas de investigación,
análisis colectivo de resultados) como de la acción
(promoción de iniciativas
y autoorganización).
– Si existe intervención de técnicos o
instituciones, éstos son también participantes y
aprendices en el proceso, aportando sus conocimientos
específicos y convirtiéndose también en objeto de
análisis.
Este diseño ideal presupone la
existencia de una cierta organización de la población,
a través de la cual ésta puede plantearse
colectivamente la identificación y resolución de sus
necesidades. Por lo demás, conviene advertir que la
"participación" de la población puede ser manipulada y
revertir en una nueva legitimación del orden
social, por muy diversas razones: al reemplazar el protagonismo
de la población por una participación formal o por una
consulta ritual de decisiones ya tomadas; cuando las asociaciones
de afectados o el voluntariado social se vuelven instrumento de
la política pública o de otros agentes corporativos
que, de ese modo, reducen gastos manteniendo el control
sobre los objetivos de la acción; o
cuando se cae en un activismo ingenuo, reemplazando el
análisis de los conflictos sociales por las puras
intenciones colectivas con el riesgo de caer en un nuevo
ideologismo que disfrace la realidad social.
Este conjunto de dificultades plantea la
imposibilidad de una metodología participativa
válida y eficaz en sí misma, al margen de las practicas
sociales y del problema del poder. La clave es el
protagonismo real de la población.
1) Carlos Pereda, Miguel Angel de Prada y Walter
Actis.
2) Además de varias investigaciones participativas
promovidas por asociaciones de vecinos, hemos aplicado, no
siempre con éxito, diversas
fórmulas participativas de análisis institucional o de
abordaje colectivo de problemas sociales
específicos. A nivel teórico hemos coordinado desde
1983 un seminario sobre investigación-acción en nuestra
sede de Madrid.
3) A veces el promotor se identifica con el profesional,
como ocurre en las investigaciones desarrolladas desde la
universidad.
4) PEREDA, C. y DE PRADA, M.A., "La investigación
sociológica en España: su lugar en una sociedad de
clases", en Documentación Social, Nº 50, 1983,
pág. 256.
5) Ver DEL AGUILA, R. y MONTORO, R., El discurso político de la
transición española, CIS/Siglo XXI, Madrid,
1984.
6) Ver ORTI, A., "Transición postfranquista a la
Monarquía Parlamentaria y
relaciones de clase: del desencanto
programado a la socialtecnocracia transnacional", en
Política y Sociedad, Nº 2, Madrid,
1989.
7) Ver COLECTIVO Ioé, "Las necesidades sociales. Un
debate necesario", en
Documentación Social, Nº 71, Madrid, 1988,
pág. 109–120.
8) Ver O'CONNOR, J., Crisis de acumulación,
Península, Barcelona, 1987.
9) Ver GARCIA ROCA, J., "Metodología de la
intervención social", en Documentación Social,
69, octubre–diciembre 1987, p. 51.
10) QUINTANA, J.M. (Cord.), Investigación
participativa. Educación de adultos, Narcea, Madrid,
1986.
11) Ver GONZALEZ SANTOS, José Luis, "Participatory
Action Research (PAR). A view from FAGOR", en WHYTE, W. F. (ed.),
Participatory Action Research, SAGE, Newbury Park
(California), 1991 (2a. edic.) 12) Ver, SERRANO, Ma. Isabel,
Educación para la Salud y Participación
comunitaria. Una perspectiva metodologíca,
Edcs.
Días de Santos, S.A., Madrid, 1989; FERNANDEZ
SIERRA, Juan y SANTOS GUERRA, Miguel Angel,
Evaluación cualitativa de programas de educación
para la salud. Una experiencia hospitalaria, Edcs. Aljibe,
Archidona, 1992 y AGUILAR, María José y ANDER-EGG,
Ezequiel, Evaluación de servicios y programas
sociales, Siglo XXI de España Edts., Madrid,
1992.
13) Históricamente estas corrientes surgieron en el
contexto de la gran depresión (1929), al
descubrirse que las "relaciones humanas" y la
"participación democrática en la escuela y en la sociedad" eran
métodos más adecuados
–que el taylorismo y el control rígido de la
población– para garantizar la productividad de las empresas y
la integración social de los
individuos. Ver GOYETTE, G. Y LESSARD–HEBERT, M., La
investigación–acción. Funciones, fundamentos e
instrumentación, Laertes, Barcelona, 1988, pág.
17ss.
14) Tanto la política de desarrollo de las
comunidades indígenas propiciado por Gran Bretaña en
sus colonias en los años 40 y 50 como los programas de
desarrollo comunitario puestos en marcha en América Latina
durante los años 60 con apoyo financiero de Estados Unidos
(Alianza para el progreso), fueron desbordados en la
práctica y con frecuencia reorientaron su estrategia en una
línea crítica. Ver BATTEN, T.R., Las comunidades y
su desarrollo, F.C.E., México, 1964; y SANGUINETTI,
Y., "La investigación participativa en los procesos de
desarrollo de América Latina", en Revista de la
Asociación Latinoamericana de Psicología Social, México,
1981.
15) El principal exponente es la "escuela moderna",
teorizada por Francisco FERRER, cuyas ideas fueron aplicadas
tenazmente durante varias décadas por los anarquistas
españoles (La escuela moderna, Tusquets, Barcelona,
1976). Sobre las diferencias en este punto con la
Institución Libre de Enseñanza, de orientación
socialista, ver AA.VV., Historia de la educación en
España, T.III, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1989,
pág. 32ss.
16) ANDER-EGG, citando a Oscar Jara, señala que los
emigrantes socialistas y anarquistas españoles fomentaron
desde comienzos del siglo XX en América Latina la
educación popular (escuelas sindicales, universidades
populares, movimientos culturales, etc.). Ver ANDER-EGG, E.,
"Animación sociocultural, educación permanente y
educación popular", en AA.VV., Una educación para el
desarrollo: la animación socialcultural, Fundación
Banco Exterior, Madrid, 1988,
pág. 51.
17) En este marco diversas instituciones han
desarrollado estudios sobre la participación y el
voluntariado social, ante la alarma que produce el reflujo de la
participación. Hemos recibido cuatro encargos de
investigación en los últimos años sobre esta
temática, provenientes de instituciones públicas y de
O.N.G.
18) Además de textos, autores e instituciones ya
citados, son exponente del creciente interés de esta
perspectiva multiforme de la I–A.P el curso de la U.I.M.P.
sobre Perspectivas metodológicas en la política
social, Valencia, 1992 o el celebrado en Madrid Curso
sobre metodologías de participación. Perspectiva
dialéctica, socioanálisis,
Investigación-acción participativa, C.I.M.S,
Madrid, 1993.
19) Destaca en este sentido la posición de
Jesús Ibañez, recientemente fallecido, catedrático
de Técnicas de Investigación y principal representante
de la llamada escuela cualitativista madrileña. Desde hace
muchos años apunta en sus obras la posibilidad de establecer
una ruptura metodológica en relación a las
técnicas cuantitativas y cualitativas a través de la
perspectiva dialéctica, que ejemplifica en el
socianálisis, la investigación-acción o el
asambleísmo. Sin embargo, ante la crítica de Alfonso
Ortí de que no ha desarrollado ese nivel metodológico,
Ibañez en un reciente artículo replica: "Tienen toda la
razón. No he construído la llamada 'perspectiva
dialéctica', pero aquí aporto materiales para
construirla.
A ver quién se anima". IBAÑEZ, J., Nuevos avances en
la investigación social. La investigación social de
segundo orden, Suplementos de Anthropos, Nº 22,
Barcelona, 1990, pág.
20) Ver entre otros: SIMPOSIO DE CARTAGENA,
Crítica y política en ciencias sociales, 2
Tomos, Guadalupe. Ltda. Bogotá, 1978; DEMO, P.,
Investigación participante. Mito y realidad, Kapelusz,
Buenos Aires, 1985; FALS
BORDA, O., Conocimiento y poder popular, Siglo XXI/Punta
de Lanza, Bogotá, 1985; GONZALEZ A. y otros, La
investigación-acción como metodología en ciencias
sociales, Ed. Cossío, Murcia, 1989; LOPEZ DE CEBALLOS,
P., Un método para la investigación-acción
participativa, Ed. Popular, Madrid, 1987; ANDER-EGG, E.,
La problemática del desarrollo de la comunidad,
Humanitas, Buenos Aires, 1987; KEMMIS S. y McTAGGART R.,
Cómo planificar la
investigación–acción, Laertes, Barcelona,
1992; SALAZAR, Ma. C. (coord), La
investigación-acción participativa. Inicios y
desarrollos, Ed. Popular, O.E.I. y Quinto Centenario, Madrid,
1992.
Colectivo Ioé
(Miguel Ángel de
Prada, Walter Actis y Carlos Pereda)
URL: http://www.nodo50.org/ioe/
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