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Sab, Francisco y Cecilia Valdés como modalidades del discurso novelado sobre la esclavitud en Cuba



Partes: 1, 2

Monografía destacada

    1. Resumen
    2. Sab y Francisco: contexto
      histórico
    3. Sab
    4. Estructura y trama de la
      obra
    5. Valoración de la
      novela
    6. Francisco
    7. Trama de la novela y tratamiento
      de los personajes
    8. Postulados
      éticos
    9. Valoración de la
      obra
    10. El
      costumbrismo en la literatura cubana
    11. Cecilia
      Valdés
    12. Análisis de
      la obra
    13. Trama de
      la novela
    14. Tratamiento de
      los personajes
    15. Influencias y
      valoración de la novela
    16. Conclusiones
    17. Notas y
      citas bibliográficas
    18. Bibliografía

    Yo sé de un pesar
    profundo

    Entre las penas sin
    nombres:

    ¡La esclavitud de los
    hombres

    Es la gran pena del
    mundo!

    José
    Martí

    RESUMEN

    Sab, Francisco y Cecilia
    Valdés
    constituyen modalidades del discurso novelado
    sobre la esclavitud en Cuba. El
    objetivo
    fundamental de la presente investigación es adentrarse en las
    particularidades de cada una de ellas y explicar la trascendencia
    de las mismas en el devenir histórico social y cultural de
    nuestro pueblo. El estudio de estas novelas nos
    permite apreciar los horrores de una institución tan
    antigua como la historia de la humanidad, en
    el contexto de una Cuba colonial en la que empiezan a
    manifestarse los primeros brotes de cubanía.

    Los escritores cubanos de las primeras décadas
    del siglo XIX no fueron inmunes a esta problemática y la
    reflejaron consciente o inconscientemente en sus textos. Se
    resaltan las similitudes y diferencias entre cada una de estas
    obras.

    Palabras claves: Literatura
    Cubana

    Cultura
    Cubana

    Sab

    Francisco

    Cecilia Valdés

    Esclavitud en Cuba

    ABSTRACT

    Sab, Francisco and Cecilia
    Valdés
    constitute modalities of the speech novelized
    on the slavery in Cuba. The fundamental objective of the present
    investigation is to deepen in the particularities of each one of
    them and to show the significance of the same in the historic
    social and cultural development of our people. The study of these
    novels permits us to appreciate the horrors of an institution as
    old as the history of the humanity, in the context of a colonial
    Cuba, in which the first bud of cuban feeling begins to
    manifest.

    The Cuban writers of the first decades of the 19th
    century were not immune to this problematic one and they
    reflected it conscious or unconsciously in their texts. The
    similarities and differences among each one of these works, are
    stressed.

    INTRODUCCIÓN

    LA SOLA mención de la palabra esclavitud
    evoca imágenes
    de brutalidad y opresión. Durante siglos los barcos
    negreros surcaron los océanos con las bodegas repletas de
    seres humanos que viajaban apiñados en condiciones de
    miseria casi inimaginables. La esclavitud tiene una larga y
    desagradable historia. Desde la época de las antiguas
    civilizaciones de Egipto y
    Mesopotamia,
    las naciones poderosas han tiranizado a sus vecinos más
    débiles. Los griegos y los romanos también
    fomentaron tal práctica y la misma perduró tras la
    caída del imperio
    romano.

    La palabra española esclavo se deriva del
    término eslavo, pues los pueblos eslavos
    constituían una parte considerable de la población cautiva de Europa durante la
    Alta Edad Media. No
    obstante, ningún continente ha sufrido tanto los estragos
    de la trata de esclavos como África.

    Se calcula que en el transcurso de unos mil doscientos
    cincuenta años se llevaron unos 18.000.000 de africanos a
    Europa y el Oriente Medio para satisfacer la demanda de
    esclavos a estos lugares. Con la colonización de América
    a partir del siglo XVI, se abrió un nuevo mercado de
    esclavos, y el tráfico de seres humanos a través
    del Atlántico se convirtió de pronto en el negocio
    más lucrativo del mundo. Los historiadores señalan
    que entre 1650 y 1850 se sacó de África a
    más de doce millones de seres humanos.

    En nuestro país al ser exterminada la
    población aborigen debido a los excesos y maltratos de los
    españoles comienzan a ser introducidos los primeros
    africanos a partir de 1513 por decreto real. Desde esa fecha
    hasta la total abolición de la esclavitud en 1886
    múltiples sucesos acontecieron en el escenario
    internacional que afectaron en este aspecto a la isla a medida
    que en la misma se iba conformando el sentimiento de nacionalidad y
    los cubanos tomaban conciencia de los
    males sociales que los aquejaban. Uno de tales hechos fue la
    revolución
    de los esclavos haitianos en 1804 que resultó en el
    establecimiento de un gobierno
    independiente. El momento histórico comprendido entre 1837
    y 1845 ha sido caracterizado en Cuba como de luchas por la
    abolición de la esclavitud. Tacón y O’Donell,
    capitanes generales de la isla por aquellos años,
    reprimieron de forma sangrienta los múltiples alzamientos
    ocurridos.

    La población del país pasaba del
    millón de habitantes, de los cuales el 58 % eran negros y
    mulatos, tanto esclavos como libres. El dramático problema
    de la esclavitud alcanza en estos años su momento
    más crítico. En la literatura es en los poetas
    blancos donde más va a encontrarse reflejada tal
    situación, porque Manzano y Plácido siguieron la
    tradición poética de raíces
    hispánicas y la fuerza de los
    modelos
    arquetípaicos de este tipo de poesía
    les impidió expresar sus propias y dramáticas
    existencias.

    Por otra parte, Delmonte, muy ligado a los intereses de
    Inglaterra,
    tenía en aquellos momentos acerca de la supresión
    de la trata intereses básicamente económicos,
    aunque matizados con un buen barniz de filantropismo iluminista y
    utilizó la literatura como vehículo publicitario
    para esos fines. Estimuló al mulato esclavo Manzano a
    escribir su autobiografía, publicada luego en Inglaterra
    por el abolicionista Madden, y a otros autores como Félix
    Tanco y Anselmo Suárez y Romero, con sus novelas
    Petrona y Rosalía, y Francisco
    respectivamente.

    A este círculo también pertenecía
    Cirilo Villaverde quien posteriormente publicó su novela de
    costumbres Cecilia Valdés, que constituye hasta
    cierto punto la culminación de todo este ciclo de nuestra
    narrativa, a la vez que resulta nuestra más importante
    novela de finales del siglo XIX. Sin conexión con el
    círculo delmontino Gertrudis Gómez de Avellaneda
    publicó en España en
    1841 su novela Sab, que prueba el peso objetivo de la
    temática en aquellos años, más allá
    de las influencias personales. Cabe destacar que todos estos
    escritores van a desarrollar su obra dentro del momento
    romántico de las letras cubanas.

    Por su importancia como modalidades del discurso
    novelado sobre la esclavitud en Cuba a continuación se
    ofrece un breve análisis de las obras Sab,
    Francisco y Cecilia Valdés. El objetivo
    fundamental que persigue la presente investigación es
    adentrarse en las particularidades de cada una de ellas y
    demostrar la trascendencia de las mismas en el devenir
    histórico social y cultural de nuestro pueblo.

    Para ello se ha tenido el cuidado de consultar
    rigurosamente las ediciones más antiguas de tales documentos
    existentes en la Biblioteca
    Provincial "Julio Antonio Mella" de nuestra provincia, así
    como numerosos textos esclarecedores respecto al contexto en que
    fueron escritas. Se incluye, además, información complementaria con el
    propósito de ilustrar la terrible institución que
    representó en sí misma la esclavitud.

    SAB Y
    FRANCISCO: CONTEXTO HISTÓRICO

    En Cuba a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII
    fueron surgiendo lentamente las diferencias entre nativos o
    criollos y peninsulares. Cuando los corsarios y piratas atacaban
    las costas de la isla sembrando el terror entre sus pobladores,
    los criollos tuvieron la necesidad de unirse para hacerles
    frente. De igual modo, se vieron obligados a organizarse a fin de
    llevar a cabo el denominado comercio de rescate o de
    contrabando
    , único modo de poder obtener
    los productos que
    necesitaban y que les era imposible adquirir debido al monopolio
    comercial que España ejercía sobre Cuba a
    través de la Casa de Contratación de
    Sevilla.

    A comienzos del siglo XVIII España
    estableció en la isla el estanco del tabaco, injusta
    medida que obligó a los vegueros a mostrar su unión
    y declararse en rebeldía. A fines de ese mismo siglo,
    cuando los ingleses atacaron y tomaron La Habana, los criollos
    encabezados por Pepe Antonio la defendieron valientemente. Todo
    esto fue creando y fortaleciendo cada día más las
    diferencias entre criollos y peninsulares hasta tal punto que ya
    al finalizar el siglo XVIII éstas eran bien
    definidas.

    Para ese entonces la clase criolla
    rica, hacendados en su mayor parte, sintiéndose capaz de
    gobernar por sí misma, exigía algunas reformas que
    favorecieran sus intereses. No deseaban la independencia,
    porque temían perder sus esclavos; pero aspiraban a que
    fueran suprimidas las trabas que impedían su
    enriquecimiento. La principal figura del reformismo en esta
    época fue Francisco de Arango y Parreño.

    Los reformistas exigían una serie de medidas de
    las que a continuación enumeramos las más
    sobresalientes:

    • El reconocimiento por parte de España del
      derecho de los cubanos a participar en el gobierno colonial de
      la isla.
    • El mantenimiento de la trata y la esclavitud como
      una necesidad para el desarrollo
      de la industria
      azucarera, y por tanto, para el enriquecimiento de los
      hacendados criollos.
    • Lograr la libertad de
      comercio con
      otros países, lo que significaba garantizar el comercio
      con los Estados
      Unidos.

    A principios del
    siglo XIX surge de nuevo el movimiento
    reformista. Nuevas demandas se piden a la metrópoli. Los
    principales líderes de esta etapa fueron: Francisco de
    Frías; conde de Pozos Dulces, pequeño productor
    cafetalero; José Morales Lemus, intelectual habanero y
    Miguel Aldana, rico hacendado.

    Durante 1820 y 1868, la clase dirigente vinculada a la
    producción azucarera se planteó tres
    posibles alternativas a la dependencia colonial: la
    independencia, la incorporación a Estados Unidos y la
    concesión de ciertas reformas por parte de la
    metrópoli. Las distintas experiencias independentistas
    vividas por las repúblicas americanas demostraron a los
    hacendados azucareros que la independencia no podía
    llevarse a cabo de forma pacífica y, además, la
    clase dominante no deseaba que las sublevaciones de los esclavos
    de Haití o de Coro se repitieran en Cuba.

    Ante los rumores que llegaban de España sobre una
    posible abolición de la esclavitud, algunos hacendados e
    intelectuales
    vieron la posibilidad de unirse a los estados sudistas de Estados
    Unidos, que también se mostraban partidarios de mantener
    la esclavitud. De 1850 a 1857 fueron descubiertos varios complots
    para llevar a cabo la anexión, pero la dura
    reacción de la metrópoli y la gran
    acumulación de beneficios obtenidos con el tráfico
    negrero, prohibido por los abolicionistas ingleses, hicieron que
    esta tendencia fuera perdiendo poco a poco
    importancia.

    Los reformistas cubanos, entre los que se podría
    incluir a las clases medias, a los intelectuales y a los sectores
    vinculados al comercio, proponían una mayor
    autonomía administrativa para la isla. Pero en 1837, las
    Cortes Españolas dotaron a Cuba de unas leyes que la
    convertían, de hecho, en una colonia y que defraudaban las
    esperanzas de los reformistas de tener una mayor presencia en las
    cortes, así como de poner en marcha las necesarias
    reformas económicas.

    A nivel económico, Cuba atravesó entre
    1847 y 1867 por varias crisis a causa
    de la caída del precio del
    azúcar
    y la competencia de la
    remolacha azucarera europea. En 1867, los reformistas formularon
    de nuevo reivindicaciones a la monarquía, entre ellas la libertad de
    comercio con Estados Unidos. El gobierno español se
    mostró intransigente, sin tener en cuenta que la estructura
    colonial había entrado en una aguda crisis, que
    había detenido el crecimiento
    económico de años anteriores. Esta crisis
    derivó en la guerra de los
    Diez Años, comenzada a partir de 1868.

    Reformismo con esclavitud fue según Moreno
    Fraginals, la opción política realista de
    la aristocracia azucarera cubana en las primeras décadas
    del siglo XIX. Esa fórmula debía engendrar una
    literatura, que sin embargo, no cristalizó sino en el
    imperativo práctico de difusión y
    fundamentación del primer reformismo como movimiento
    político y económico. La narrativa, especialmente
    la novela, no
    pudo expresar totalmente esa época. La misma
    emergió cronológicamente después del primer
    fracaso reformista.

    La expulsión de los diputados cubanos de las
    Cortes Españolas ocurrió en febrero de 1837 y las
    primeras novelas aparecerán entre 1838 y 1840. No fue un
    grupo disperso
    de obras, sino todo un movimiento orgánico que
    conformó una corriente literaria, que aun cuando no va
    más allá de las tertulias literarias, son vistas en
    una perspectiva histórica, como un buen arranque para una
    literatura por entonces tan incipiente como la cubana.

    Si se piensa que entre 1790 y 1865 entraron en Cuba 467
    288 esclavos africanos, a pesar que ya desde 1820 la trata era un
    comercio ilegal, se comprende que la literatura no marche al lado
    de los imperativos económicos de los productores
    azucareros, porque objetivamente la posición ética que
    la literatura expresa se va por encima de dichos
    imperativos.

    La literatura económica de los principales
    líderes reformistas, Arango y Parreño primero, y
    José A. Saco más tarde, cuestionó de una
    manera tímida pero realista la producción del
    trabajo
    esclavo. Su veredicto final, sin embargo, prescindió de
    molestas valoraciones éticas pues defendieron la
    esclavitud porque ella era, según sus opiniones,
    más que inevitable, necesaria. No obstante, el reformismo
    había sumado la literatura a su cruzada por la
    regeneración y sanidad de las costumbres.

    Es en este marco que desarrollan fundamentalmente su
    obra literaria Gertrudis Gómez de Avellaneda y Anselmo
    Suárez y Romero. Como dos formas de expresión que
    reflejan la problemática de la esclavitud en Cuba el
    estudio de las novelas Sab y Francisco, escritas por estos
    autores respectivamente, permite profundizar en el
    conocimiento y comprensión de esta etapa en nuestro
    país.

    SAB

    De todas las novelas de Gertrudis Gómez de
    Avellaneda, (1), como una de las principales figuras de la
    literatura
    cubana del siglo XIX, Sab es la primera en el tiempo y
    méritos. En ella la autora nos muestra
    excelentes dotes como narradora, pero además nos brinda
    una novela antiesclavista por su contenido. La novela es notable
    por la pintura del
    paisaje, y porque lleva implícita una denuncia a ese
    estigma de la sociedad
    colonial que fue la esclavitud del negro.

    Sab fue escrita para el tiempo en que en
    España terminaba la primera guerra carlista (1834 – 1838).
    Durante esa época La Avellaneda dejaba La Coruña e
    iba a residir en Sevilla. Aquel mismo año Gran
    Bretaña declaró abolida la esclavitud en sus
    colonias y a través de su ministro de relaciones
    exteriores Lord Palmerston, presionaba a España para que
    pusiera término a la introducción de esclavos en Cuba, paso
    preparatorio para la deseada abolición total del
    régimen esclavista.

    Los Estados Unidos atravesaban una aguda crisis
    económica y política, y en el norte del país
    empezaba a manifestarse un vigoroso movimiento contra los
    esclavistas del sur, especialmente en publicaciones como el
    folleto de Lydia M. Francis Child, An Appeal for that Class of
    Americans Called Africans
    (1833) y otras.

    En 1836 John H. Eastburn publicó en Boston la
    primera novela norteamericana contra la esclavitud de los negros,
    y quizá la primera en el mundo, The Slave; or Memoirs
    of Archy Moore
    de Richard Hildreth, aunque el nombre del
    autor no se consignaba. Con estas referencias queda claro el
    hecho de que en occidente el régimen esclavista estaba en
    quiebra y Cuba no
    iba a mantenerlo por mucho tiempo, a pesar de la oposición
    de los esclavistas.

    Los poseedores de esclavos en la isla sentían
    sobre ellos las presiones de tan poderosos países, aparte
    de que las máquinas
    necesarias para modernizar los ingenios de azúcar
    precisaban de obreros inteligentes que pudieran manejarlas. No
    sabemos hasta que punto conocía estos asuntos La
    Avellaneda, sin embargo, cuando escribió su novela no
    obedeció conscientemente a sus principios
    filosóficos, religiosos o económicos
    políticos, sino a los estéticos, que por supuesto
    contienen a los otros aunque de un modo
    elíptico.

    Sab no es una novela de ideas como las de George
    Eliot o las de
    George Sand, las dos escritoras con que ha sido comparada. En
    realidad ninguna de sus obras lo es. La Avellaneda no plantea los
    problemas
    trascendentales del hombre en el
    plano intelectual, sino en situaciones dramáticas o
    novelescas. Con mayor o menor fortuna hace actuar a sus
    personajes, tomar decisiones, expresar sentimientos. Cuando
    más cerca se halla de la intelectualización del
    asunto es cuando hace uso del privilegio épico del
    comentario, cuando se permite, según la moda de su
    época, algún juicio sobre los hechos que relata,
    pero ni siquiera en ellos las ideas que expone están dadas
    en conexión explícita con un sistema
    filosófico determinado.

    Al crear en Sab un esclavo instruido, de espíritu
    refinado, de virtudes supuestamente blancas, asume de hecho la
    posición opuesta a la parte de la sociedad de su tiempo
    que considera como un objeto al esclavo. De ella podría
    decirse lo que se ha dicho de León Tolstoi: que fue
    traidor a su clase. Proviniendo de una familia
    esclavista, educada en un ambiente donde
    lo normal era ver al negro en servidumbre, la cubana pinta un
    esclavo con todas las cualidades de un hombre superior, en
    contraste con un blanco egoísta, calculador y ruin, aunque
    por diversas razones no llevara las ideas a sus conclusiones
    lógicas.

    El postulado cristiano de que todos los hombres son
    hermanos, hijos de Dios, debió inspirarla, reforzado con
    el conocimiento
    de episodios de la vida de George Washington, de la
    revolución burguesa francesa y de las novelas
    románticas a que era tan aficionada. Las vivencias de sus
    años infantiles y de adolescencia,
    reavivadas y teñidas con los colores de la
    imaginación, y modificadas por las ideas adquiridas en sus
    lecturas le permitieron construir el mundo de Sab, aunque
    este distaba mucho de la realidad. Era simplemente un escenario
    ilusorio en una Cuba ilusoria, donde se abría paso una
    verdad cuya sola mención daba coherencia y realidad a la
    fantasía.

    La Avellaneda logró reflejar en su obra de un
    modo más o menos consciente el momento histórico,
    propicio a las ideas de reivindicación de las razas
    oprimidas. Otras obras que tocaron el tema son muy posteriores
    como, El negro Francisco, de Ramón
    Zambrana, escrita con fines propagandísticos de la
    revolución iniciada en Yara en 1868, hallándose el
    autor en Santiago de Chile en 1875; y Romualdo, uno de
    tantos
    , cuya acción
    se sitúa en 1836, pero que fue dada al público en
    1891 por su autor, Francisco Calcagno. Ya con anterioridad
    Félix Tanco Bosmeniel, había publicado su breve
    relato Petrona y Rosalía en 1838 y Anselmo
    Suárez y Romero había redactado Francisco en
    1839 aunque la misma no se editó sino hasta 1880.
    Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde fue concluida
    en 1879 y publicada completa en 1882.

    Sab fue la primera novela antiesclavista que se
    publicó en lengua
    española y cuyo texto
    llegó al público completo antes que cualquiera de
    las otras mencionadas. Se editó once años antes de
    que Harriet Beecher Stowe, en los Estados Unidos publicara La
    Cabaña del Tío Tom,
    (2), y la supera, no
    sólo en la prioridad temporal, sino en condición
    estética. La obra de la norteamericana es
    más alegato que poema, mientras Sab es una
    creación puramente artística. Según Mary
    Cruz ambas son abolicionistas, pero una lo es porque así
    se lo propuso la autora, mientras en la otra el pensamiento
    sociológico aparece como derivación del fondo
    artístico y todo lo absorbe. En cuanto a esto difieren
    otros autores como se verá más adelante.

    El Slave de Richard Hildreth se adelantó
    en cinco años a Sab. Esta obra, ubicada en el
    realismo
    crítico aunque con muchos aspectos románticos,
    aventaja a la cubana en la presentación más
    abarcadora de las miserias del régimen esclavista,
    así como en el cúmulo de argumentos
    filosóficos y jurídicos en su contra. La Avellaneda
    aduce sus razones morales cargadas de emotividad, que cuadran
    mejor a su tratamiento romántico del tema.

    Algunos críticos han señalado en la
    narrativa de La Avellaneda huellas de obras de diversos autores.
    Uno de ellos es Víctor Hugo y su novela Bug –
    Jargal
    , de donde La Avellaneda toma prestadas algunas
    técnicas y elementos como motivo central.
    Otras posibles influencias están en las obras de
    Chateaubriand, Rousseau,
    Goethe, Lamartine, Byron, Walter Scott, y George Sand.

    La publicación y distribución de la novela fue prohibida en
    Cuba por las autoridades coloniales por considerarla una
    subversión de todos los valores
    sociales, morales, y en última instancia,
    económicos y políticos establecidos. Recordemos que
    su trama es la de un negro enamorado de una señorita
    blanca. La novela fue retenida por la Real Aduana de
    Santiago de Cuba.

    Estructura y trama
    de la obra

    En esta novela encontramos descripciones, enumeraciones,
    diálogos, forma epistolar, y monólogos
    dramáticos. Está narrada en tercera persona y el
    ritmo es variado. El tiempo es más lento, o rápido,
    aunque sin grandes fluctuaciones, para avenirse a los episodios
    relatados. Está organizada en 17 fragmentos narrativos que
    son los capítulos: 11 en la primera parte y 6 en la
    segunda, contando la conclusión y el epílogo. Cada
    capítulo lleva al inicio un lema que dispone el
    ánimo del lector para el tono del episodio.

    Los personajes están tratados de
    acuerdo a la visión romántica de la época.
    El encadenamiento de todos los hechos que forman el argumento da
    el significado final a la obra, su mensaje o ideología, que es la repulsa al
    régimen esclavista, aunque esto no haya sido el
    propósito de la autora.

    El ambiente donde se desarrolla la trama tiene lugar en
    la antigua jurisdicción de Puerto Príncipe, a fines
    de la segunda década del siglo XIX. Los escenarios,
    inspirados sin duda en el mundo que conoció la autora en
    su infancia y
    adolescencia, surgen embellecidos por su imaginación y por
    la distancia y el tiempo que la separaban de él en el
    momento de la creación literaria.

    El tema central de la misma es el amor. El
    mulato Sab es esclavo de la familia
    Bellavista. Compañero de juegos en la
    niñez de la bella Carlota de quien se enamora más
    tarde. Carlota está enamorada de Enrique Otway, interesado
    y codicioso de su fortuna. La familia sufre una quiebra
    económica y Sab entrega todo el dinero que
    ha obtenido en un premio de la lotería para que el
    matrimonio
    entre Carlota y Enrique se efectúe. Para entregar ese
    dinero ha
    tenido que cabalgar a gran velocidad,
    como resultado Sab, muere, dejando una carta a Carlota
    donde le cuenta su amor.

    También se desarrollan varios subtemas
    paulatinamente, entre los que se destacan: la esclavitud, la
    raza, lo indígena, lo legendario, las costumbres y la
    naturaleza,
    que vienen a constituir en sí mismos aspectos favoritos de
    la novela romántica en general. La autora usa vocablos,
    formas sintácticas y figuras propias del romanticismo,
    (3), y el vocabulario en general está invadido de
    americanismos y cubanismos.

    Valoración
    de la novela

    En las narraciones y descripciones empleadas por La
    Avellaneda se utiliza la expresión sensorial. Los objetos
    del mundo novelístico nos llegan por su apariencia, por
    sus cualidades físicas. Como parte de su estilo la autora
    relaciona oraciones para desarrollar el pensamiento, para
    describir, comparar, reiterar, argumentar y ejemplificar, tanto
    en lo propiamente narrativo como cuando hace hablar a sus
    personajes.

    En los días de la aparición de la novela
    la crítica
    fue benévola con respecto a ella, no siendo así en
    épocas posteriores. Llegó a ser dura y hostil,
    aunque hoy se advierte un cambio
    favorable de opinión, debido a los estudios más
    objetivos y
    menos apasionados a que ha sido sometida la obra. Es cierto que
    el fin propuesto por la autora era puramente artístico. No
    tenía otra finalidad que no fuese la de entretener sus
    propios ratos de ocio y el ocio de sus lectores, sin embargo,
    esta novela posee una enorme carga de denuncia social, y en
    última instancia política.

    Sus valores
    ideológicos son evidentes y sorprende para su momento de
    creación y publicación como una novela que resulta
    una encendida denuncia contra la esclavitud. Sab, mulato y
    esclavo, es por la educación y los
    sentimientos un ser superior a su antagonista Otway, blanco, rico
    y culto, pero limitado en sus capacidades, egoísta y
    reaccionario. Teresa es por su parte una de las figuras femeninas
    mejor trazadas de la literatura cubana del siglo XIX, y tal vez
    la más revolucionaria.

    Sab es sin lugar a dudas una de las obras
    más importantes de la literatura cubana. Reproducimos a
    continuación algunos de los planteamientos que se han
    hecho respecto a la misma por algunos de nuestros más
    prestigiosos intelectuales.

    En el prólogo de la edición
    de 1920 a cargo de Hugo D. Barbagelata éste
    plantea:

    "Las producciones de la Avellaneda son reposadas,
    serenas, de corte clásico. Habiéndose formado en
    España no pudo sufrir como todos los demás
    autores cubanos de la época, la acción opresora
    de un gobierno que no quería ni debía hacerse
    amar. Sab es una novela cubana, y es también más
    indoamericana que Guatinotzín y que El Cacique de
    Turnequé, otras dos novelas de la autora inspiradas en
    temas de Hispanoamérica. La Avellaneda gustaba de pintar
    seres de excepción aunque de existencia posible. Uno de
    ellos es Sab, a quien hizo nacer cubano, contemporáneo
    suyo. Su libro
    resulta uno de aquellos que ocupan un lugar intermedio entre la
    novela histórica y la de costumbres."
    (4)

    Posteriormente, en 1945 Juan Remos y Rubio en su libro
    Historia de la literatura cubana, tomo II,
    afirma:

    "Sab es una novela de ambiente cubano rica en
    primorosas descripciones, donde no falta el elemento
    folklórico. El mulato esclavo Sab encarna el
    espíritu de la esclavitud injusta y dolorosa, pero no el
    de la protesta contra la misma. No es una novela abolicionista
    como se ha dicho. No cabe pues el paralelo que ha querido
    establecerse con la novela de Enriqueta Beecher Stowe, La
    Cabaña del Tío Tom." (5)

    Por su parte Salvador Bueno en su libro Historia de
    la literatura cubana
    , edición de 1963 ofrece la
    siguiente valoración de la obra:

    "Las novelas de La Avellaneda no tienen el interés
    y la imaginación de sus relatos breves. Entre ellas
    tenemos a Sab, novela que ocurre en la región
    camagüeyana. Es una novela romántica, publicada en
    1841. Difícilmente puede estimarse como novela de
    tesis
    antiesclavista, pues el problema social de la esclavitud
    está fuera de las preocupaciones de la autora.
    Ningún mérito añade esta novela a la fama
    de La Avellaneda. No tenía talento como novelista.
    Algunas descripciones de Sab, las orillas del río
    Tínima, la región y cuevas de Cubitas, etc.,
    poseen interés pintoresco.

    La acción se desarrolla sin
    animación, los personales presentan rasgos
    psicológicos muy endebles. Sab, el mulato esclavo, no
    representa la denuncia a la esclavitud. En realidad a La
    Avellaneda le interesa su personaje como símbolo del
    hombre natural, primitivo, que los escritores de Sant – Pierre
    y Jean Jacobo Rosseau, pusieron de moda. Por lo tanto Sab,
    responde a una concepción romántica, pero sin
    estar enraizado en los problemas
    sociales de la Cuba colonial. Seguramente la escritora
    elaboró dichos relatos con los recuerdos de su
    región nativa, pero no supo infundirles la
    energía y vivacidad propias de su lírica y su
    teatro."

    (6)

    En el prólogo de la novela publicada en 1963 a
    cargo de Mary Cruz aparece el siguiente comentario:

    "Sab pertenece al género
    romántico, pese a lo cual no cae, según observación de Mitjans, en las
    exageraciones de los novelistas que cultivaron ese
    género. Se publicó por primera vez en Madrid en
    1841, pero la corta edición que se hizo fue en su mayor
    parte secuestrada y retirada de la circulación por los
    mismos parientes de la autora a causa de las ideas
    abolicionistas que encierra."
    (7)

    En 1978 en su libro Panorama histórico de la
    literatura cubana
    Max Henríquez Ureña
    planteaba:

    "La Avellaneda cultivó la ficción
    narrativa y dio a la prensa seis
    novelas y nueve relatos, basados casi todos estos
    últimos en tradiciones de diversos países, que
    bautizó con el nombre de leyendas. De
    sus novelas, Sab, (1841), a pesar de ser la primera en el
    tiempo, es acaso la más interesante y digna de aprecio,
    porque como la trama se desarrolla en Cuba, la autora
    está describiendo paisajes y costumbres que
    conocía desde su infancia. En ella revela La Avellaneda
    sus finas dotes de narradora.

    Es la primera novela que se inspira en la
    esclavitud y en la condena y en la repudia. Sab, se
    adelantó en diez años a otra novela que
    alcanzó gran resonancia y tiene por asunto la
    esclavitud: La Cabaña del Tío Tom, publicada en
    1851- 1852, por la escritora estadounidense Harriet Beecher
    Stowe, sin embargo, Sab no es una obra de tesis ni de propaganda.
    La autora pinta las realidades que conoce, y son los hechos
    mismos los que hablan y provocan en el lector las reacciones
    consiguientes. La Cabaña del Tío Tom, es en
    cambio una obra polémica y de propaganda abolicionista,
    el propósito que inspiró a su autora es
    más humanitario que artístico.

    La novela de La Avellaneda es, por su contenido,
    antiesclavista, aunque el propósito que la animó
    a escribirla no fuera el de librar una campaña
    abolicionista, sino el de dar vida, en una narración
    sentimental, a cuadros y escenas basados en los recuerdos de su
    Camagüey natal. Al hacerlo describe con pinceladas
    precisas y enérgicas la vida del esclavo."

    (8)

    El libro Perfil histórico de las letras
    cubanas desde sus orígenes hasta 1898
    , editado en
    1983, refiriéndose a la novela explica:

    "En esta novela el complejo agrícola –
    industrial azucarero en su modalidad del centro de la isla, se
    encuentra presentado bastante objetivamente. La obra
    está estructurada con habilidad y tiene páginas
    nada desdeñables. Se han elogiado sus descripciones de
    los paisajes, particularmente los de las cuevas de Cubitas,
    así como el manejo del lenguaje,
    aunque no está carente del amaneramiento
    romántico.

    El verdadero peso de la novela parece estar en lo
    que resulta un tema básico para la autora: la
    situación de la mujer en
    aquella sociedad, ante la cual sí se revela con fuerza
    La Avellaneda. Por eso pone en labios de uno de sus personajes
    blancos femeninos una declaración de amor al mulato
    esclavo Sab, lo cual constituía un escandaloso
    atrevimiento según los patrones socio – morales del
    momento. Incluso llega a utilizar el tema de la esclavitud para
    hacer valer sus tesis feministas, aunque debemos aclarar que la
    autora estaba muy lejos de querer cavilar el tema de la
    esclavitud en todo su horror. La novela, publicada en
    España no pudo circular en Cuba. Aunque éstos no
    eran los propósitos de la autora, las conclusiones
    finales de la obra tomaron con el tiempo, desde el punto de
    vista socio político, un predominante tema
    subversivo."
    (9)

    FRANCISCO

    Entre 1830 y 1840 la producción narrativa cubana
    se va a dividir en dos ramas, una bajo la influencia
    romántica, idealista, con temas sentimentales y
    exóticos; y otra de carácter realista, destinada a observar y
    reflejar la realidad, las costumbres, el entorno social. Los
    narradores que surgen a fines de dicha década se
    encuentran atraídos por ambas corrientes. Sin embargo, hay
    que considerar que la lección neoclásica, con su
    indudable acento realista, que preconizaba en esos mismos
    años Domingo Delmonte, va dirigida contra aquellos que se
    habían dejado influir por el romanticismo desaforado del
    italiano Veglia. En nuestras letras triunfó la tendencia
    realista con acento preferentemente costumbrista.

    Como escritor de esta etapa, Anselmo Suárez y
    Romero, (10), logra sus mejores narraciones cuando fija su
    atención en los problemas y conflictos de
    Cuba colonial, en las costumbres y tipos propios del país.
    En esto radica el mérito de su novela Francisco que
    presenta la particularidad de ser una novela, no ya del
    reformismo con esclavismo, sino
    del abolicionismo reformista.

    La misma fue escrita en un momento en que los escritores
    se sienten obligados, y más que eso, posibilitados, de
    hacer conciencia sobre una problemática moral que no
    coincide exactamente con los intereses de las jerarquías
    económicas, e incluso con el lugar de clase que a ellos
    puede corresponderles. Es una literatura que asume hasta cierto
    grado el rol de denuncia antiesclavista en un momento en que
    puede pensarse en el blanqueamiento, o virar con horror los ojos
    a la experiencia haitiana, como justificaciones para una toma de
    posición.

    Francisco es vocero de un reformismo que
    incorpora un elemento nuevo en la crítica a la esclavitud
    como institución. Hay ya en ese período una
    corriente de opinión no sólo antitratista, sino
    inclusive abolicionista, que está movida en el mundo
    colonial por el auge del capitalismo
    británico, y a la que no escapa la avanzada
    ideológica del reformismo local. Richard Madden es de
    cierta forma la representación intelectual de una
    intención política y sobre todo, de una corriente
    económica, de la que luego David Turnbull será
    conspirador y ejecutor activo. La presencia de Madden en Cuba
    desde 1836 a 1840 es, como se ha afirmado, la
    justificación de Francisco. Sin embargo, sería muy
    simple aceptar una justificación como causa.

    Francisco es el producto de
    una corriente de opinión que abarca la casi totalidad de
    los escritores en activo. Quizá la presencia y la
    solicitud de Madden resulta importante, porque le hace revestir
    un carácter de literatura por encargo que al tiempo que se
    encamina a la demostración de una realidad sin esconder su
    filiación e intenciones, demuestra que, como encargo,
    resulta una expresión literaria de primera
    categoría para su tiempo hispanoamericano.

    La novela nos muestra un cuadro en extremo real y
    exacto. Ahora bien, si el realismo de la novela está de
    cierta forma afianzado en una óptica
    que sólo la situación particular del autor
    podía darle, al mismo tiempo, el revestimiento que surge
    de la subjetivación política que le imprime el
    autor, escapa en muchas ocasiones a la realidad misma. Es la
    propia condición social y la autoformación de
    Suárez y Romero lo que, a pesar de sus intenciones
    iniciales, muchas veces lo invalida para identificarse totalmente
    con sus personajes esclavos. Lo que podía ser una
    traición a su clase resulta atemperado, y su pretendida
    identificación con los esclavos resulta en gran medida
    arquetípica.

    Trama de la novela y
    tratamiento de los personajes

    La novela trata de los desdichados amores de dos
    jóvenes esclavos, Francisco y Dorotea, a quienes su ama,
    mujer autoritaria, caprichosa y egoísta, niega el
    consiguiente permiso para casarse, alegando para ello una serie
    de razones fútiles. La pasión amorosa de ambos,
    lejos de desaparecer con esa injustificada decisión, crece
    más todavía, y al poco tiempo Dorotea da a luz una
    niña, fruto desgraciado de su unión extralegal con
    Francisco.

    La señora Mendizábal, iracunda y
    mortificada por lo que considera una desobediencia de sus
    siervos, quiere castigar duramente su pecado y envía al
    calesero a un ingenio de su propiedad para
    que allí sufra todos los rigores del régimen de
    trabajo esclavo y destina a Dorotea a las labores propias del
    lavado en una casa de francesas. Ricardo, hijo adorado de la
    señora y hermano de leche de la
    infeliz mulata, enamorado de ésta y constantemente
    rechazado por ella en su innoble pretensión, somete a
    Francisco, con la criminal complicidad del mayoral del ingenio, a
    los suplicios más inhumanos y feroces.

    Pasado un tiempo la señora se conduele de la
    suerte de sus esclavos y desea perdonarlos, consintiendo entonces
    en la boda. Con ese propósito viaja en
    compañía de Dorotea al ingenio. Pero Ricardo,
    sabedor de las buenas intenciones que lleva su madre, quiere
    perder a su odiado rival y lo acusa injusta y despiadadamente
    ante ella. La señora, que idolatra a Ricardo, cree
    ciegamente todas las patrañas urdidas por éste y
    desiste otra vez de otorgar el permiso ansiado. Dorotea insiste
    dolorosamente en su súplica, y el ama, sinceramente
    conmovida, accede al fin casarlos, destinando la pareja
    después de la boda al servicio de
    Ricardo.

    El remedio resulta peor que la pena primitivamente
    impuesta, y Dorotea, creyendo salvar a su pobre amante de una
    muerte segura,
    se entrega con natural repulsa a los impuros anhelos del
    corrompido Ricardo. Se lo confiesa así, ingenuamente a
    Francisco y éste, desesperado, pone fin a su vida
    suicidándose. Finalmente Dorotea, consumida por el pesar
    muere al cabo de algunos años.

    Los esclavos en la novela sufren una mutación en
    la buena conciencia del autor que ha tratado de trasladarlos a su
    propio ambiente, desproveyéndolos de lo que por sí
    mismos pudiera representar, dotándolos de los
    hábitos morales y las conductas sociales de los blancos
    libres. Aquí se demuestra la limitación de
    Suárez y Romero que no es capaz, como Balzac, de salvar su
    ideología, en este caso reformista.

    Tanto Francisco como Dorotea o el taita Pedro son, o han
    sido, esclavos domésticos, cercanos a los conflictos y a
    las reacciones de los amos blancos. Incluso en el caso de Dorotea
    se trata de un personaje que ha de reiterarse en la literatura y
    que es la mulata esclava, que por lo visto resulta más
    atractiva que la negra esclava.

    Los otros esclavos del central, aparecen como un fondo
    inexplorado, como una sucesión de sombras que se mueven
    despersonalizadas y a las que el autor no puede ver sino desde un
    ángulo bien lejano, dando la impresión de que
    sólo el autor puede compenetrarse con Francisco, Dorotea,
    o incluso con el taita Pedro, pero no con los demás
    negros, que son mostrados desde la perspectiva de una ventana o
    un balcón, (algo similar le ocurre a La Avellaneda en su
    novela Sab, donde la autora se muestra incapaz de acercarse a los
    negros esclavos del central).

    Sin proponérselo el autor expone un estado de
    cosas que parece aceptar imparcialmente, las gradaciones de los
    esclavos. Por eso alcanza carácter de tragedia el hecho de
    que Francisco, el héroe bueno, tenga que compartir
    la suerte de los esclavos del barracón. Por su parte,
    él se conduce y actúa a imagen y
    semejanza de un blanco libre pero con el servilismo de un
    esclavo, objeto de uso doméstico, en la presencia de los
    amos.

    Suárez y Romero idealiza a Francisco, lo extrae
    de su contexto social y trata de convertirlo en un estoico
    cristiano, aceptado con tal racionalidad que evidencia un
    anacronismo, y que no escapa siquiera a la percepción
    de sus contemporáneos. González del Valle, copista
    y redactor de Francisco, hizo varias recomendaciones en este
    aspecto a su escritor, así como Domingo Delmonte. Sin
    embargo, a pesar de todo ello, la novela se puede convertir en la
    muestra descollante de una búsqueda que la narrativa
    contribuye a inaugurar en el terreno del pensamiento, porque
    Suárez y Romero es quizá el escritor que más
    en contacto pudo estar con la realidad brutal de la esclavitud,
    siendo a su vez un verdadero paisajista de la vida
    rural.

    Postulados
    éticos

    Suárez y Romero escribió también
    varias descripciones del ingenio y del campo que luego
    recopiló en su Colección de artículos
    publicada en 1859. Estos relatos son una confirmación de
    Francisco y, en algunos casos, tanto temas como
    expresiones se reiteran en éste con una fidelidad
    asombrosa. Suárez y Romero era miembro de una familia que
    económicamente experimentó ciertos reveses y se
    refugió en el ingenio como salida a una situación
    casi trágica en su economía
    doméstica, pero el ambiente y la intención que se
    admiran, tanto en Francisco como en la Colección
    de artículos
    no son en medida alguna los de un amo de
    esclavos, sino de un opuesto a la esclavitud que está
    conectado ideológicamente con las aspiraciones del
    reformismo, pero que va más allá de
    estas.

    Esto se expresa en forma palpable en la
    identificación del autor con los sufrimientos de los
    personajes negros que ha creado, quienes por curiosa
    comparación, resultan mucho más sensibles y
    profundos que los blancos, aun cuando ya se ha señalado,
    reciben en sus meditaciones y reacciones los hábitos
    morales de éstos. En ello quizá radique la
    explicación de que cuando Suárez y Romero trata de
    dibujarnos a un blanco cruel, como en el caso del mayoral, lo
    hace mucho mejor que cuando se propone ser ambiguo como en el
    caso de la señora Mendizábal. De cualquier manera,
    es evidente que el autor trató de poner de manifiesto por
    oposición la situación social derivada de la
    esclavitud, y en tal sentido la novela alcanza sus mejores
    momentos cuando los contrastes son más fuertes.

    Esa tendencia al maniqueísmo llevó a
    Suárez y Romero a discusiones importantes con Delmonte,
    quien pensaba que el autor exageraba en su lenguaje subversivo, y
    sugería no quitar de la novela sus aristas en cuanto a la
    crítica de la esclavitud, sino que pensaba que el
    novelista no debía poner arengas en la boca de sus
    personajes. La resistencia
    religiosa de Francisco y su salida mediante el suicidio son
    propias de la buena conciencia de Suárez y Romero y de los
    ecos del romanticismo que comenzaba a llegar de
    Europa.

    De esta forma el autor convierte a Francisco en un
    héroe, viendo en ello la mejor contribución a la
    defensa de los esclavos, y en tanto trata de humanizarlos lo es,
    pero en tanto trata de evidenciar su misión
    pasiva es, de cierta manera una deformación. Claro que las
    soluciones del
    reformismo son válidas a la literatura del realismo,
    porque aquél es, como corriente política e
    ideológica, una suma de realidades.

    Válido es también que el suicidio sea una
    solución del drama, no sólo del novelista, sino
    incluso de la historia del esclavo mismo. Hay centenares de
    ejemplos de suicidios en toda la historia de la esclavitud en
    Cuba. Otras soluciones hubieran tenido que desgajarse de una
    óptica diferente de la realidad, y si habitual
    llegó a ser para el esclavo desesperado el suicidio, mucho
    más común era su huida al monte. Exactamente los
    primeros años de la primera mitad del siglo XIX son
    pródigos por la enorme cantidad de cimarrones y de
    palenques organizados en forma sorprendente en múltiples
    zonas del país.

    Francisco es además, tanto conceptual como
    formalmente, una novela que tiene toda la ingenuidad de la
    época y la propia del autor, quien tenía
    sólo veinte años cuando la escribió. Sus
    posteriores trabajos, salvo algunas excepciones, están
    cargados de un didactismo que no añade nada formalmente y
    se encuentran exentos de la espontaneidad y la riqueza
    temática de su primera novela. En su contexto
    Francisco resulta una obra descollante. Hay que pensar que
    en esos años estaba de moda la llamada novela corta.
    Significativamente, uno de los autores más jóvenes
    del grupo de Delmonte es de los primeros en lograr una muestra
    tal de coherencia que únicamente es superada más
    tarde por Cecilia Valdés, de la que sólo
    había escrito Cirilo Villaverde su primera parte en esos
    momentos. Pudiera afirmarse que Francisco es el resumen
    del realismo naturalista de la época que está
    influido por las novelas de Balzac.

    La novela cumplió la misión para la que
    fue inicialmente encargada cuando Madden, el comisionado inglés
    después de mil felicitaciones, llevó el original a
    Gran Bretaña. Sin embargo, Suárez y Romero no pudo
    prever en su tiempo que Francisco sería
    además una de las novelas cubanas más
    significativas del siglo XIX. El propio autor afirma:

    "No fue Francisco mi primera producción
    literaria. Emprendí aquella novela excitado por Domingo
    Delmonte, a quien había pedido Mr. R. Madden algunas
    composiciones de escritores cubanos con objeto de saber
    el estado de
    la opinión acerca de la trata y de los esclavos entre
    los jóvenes pensadores de Cuba. Desde el campo
    remitía yo los borradores a José Zacarías
    del Valle para que los corrigiese y copiase, y un traspaso que
    él sacó con el título de El ingenio o las
    delicias del campo, en concepto de
    Delmonte más apropiado que Francisco.

    He intentado algunas veces retocar el fondo y el
    estilo de la novela, mas pronto conocí que, escrita la
    novela por mí hace tantos años, con el candor y
    el desaliño de un joven, lo que surgía de las
    páginas limadas era una nueva obra, y no la misma que
    brotó como un involuntario sollozo de mi alma al
    volver la vista hacia las escenas de la esclavitud. Así
    que he rasgado todas las copias con enmiendas que comenzaba a
    hacer, prefiriendo que se mantenga el trabajo
    primitivo con el color ingenuo,
    imposible de ser imitado en el ocaso de la vida.

    Cuando publiqué mi Colección de
    artículos en 1859, quise incluir en ella fragmentos de
    Francisco, pero el Censor los rechazó apenas hubo
    leído los primeros párrafos, de tal manera
    acabé por comprender que mi novela no podría
    publicarse en Cuba mientras exista entre nosotros la
    esclavitud. Muy distante estoy de figurarme que mi novela puede
    en nada compararse a La Cabaña del Tío Tom, de la
    angloamericana Enriqueta Beecher Stowe; pero debo advertir que
    mis dolores y lamentos por más que infringiesen todas
    las leyes del buen gusto, precedieron algunos años a las
    elocuentes páginas de aquella esclarecida mujer."

    (11)

    No obstante las manifestaciones de Suárez y
    Romero sobre la prioridad de su novela Francisco con
    respecto a La Cabaña del Tío Tom, hubo en
    los Estados Unidos una autora que lo precedió con el mismo
    tema. Apunta este hecho el ensayista cubano José Antonio
    Ramos en su Panorama de la Literatura Norteamericana,
    1600-1935
    :

    "La Cabaña del Tío Tom no es una joya
    literaria. Ni siquiera es un primer libro en la materia,
    porque a Lydia María Child y desde 1883, corresponde ese
    honor del primer alegato abolicionista."
    (12)

    Ambas novelas, Francisco y La Cabaña
    del Tío Tom
    corrieron destinos muy diferentes. La del
    cubano fue siempre rechazada por la censura y no pudo publicarse
    ni siquiera fragmentariamente, hasta 1880, y eso fuera de Cuba,
    en Nueva York. La de la norteamericana no sólo no
    encontró dificultades, sino que su publicación
    sirvió para promover los sentimientos humanitarios dentro
    de la sociedad de su época y para infundir decisivamente
    en la liquidación del sistema esclavista.

    Con la lectura
    pausada de su manuscrito Carlota Valdés
    comenzó Suárez y Romero en la tertulia de Domingo
    Delmonte, su brillante carrera de escritor. Su amigo, confidente,
    consejero y guía espiritual en el difícil camino de
    las letras fue siempre José Zacarías
    González del Valle. La influencia de Domingo Delmonte en
    la orientación literaria de Suárez y Romero, como
    en los demás asiduos concurrentes a la tertulia que
    sostenía en su casa, fue luminosa y trascendente. De
    allí salió, mediante una suscripción que
    inició y encabezó el propio Delmonte, la libertad
    del poeta esclavo Juan Francisco Manzano.

    Las reuniones en casa de Delmonte vinieron a sustituir,
    de cierta manera, a las sesiones de la disuelta Academia Cubana
    de Literatura, y fueron un refugio acogedor, en tiempos de
    oscurantismo y de persecución oficial, para aquellos
    hombres, profundamente preocupados por la situación
    imperante en la colonia. La cuestión esclavista y su
    enorme secuela de injusticias y de crímenes horrendos fue
    tema de conversación en el ateneo delmontino. Imbuidos de
    ideas filantrópicas y liberales, este grupo de
    intelectuales se consagró con entusiasmo a la peligrosa
    tarea de combatir a la degradante y abyecta institución
    secular.

    Propugnaron para ello la reforma total de las costumbres
    como medio adecuado para alcanzar un justo equilibrio
    social. De una de esas conversaciones surgió el
    propósito deliberado de escribir una novela que pusiera al
    descubierto, con todas sus lacras e ignominias, la nefasta
    institución de la esclavitud. Esa novela fue encargada por
    Delmonte a Anselmo Suárez y Romero y llegó a formar
    parte de un álbum de composiciones negreras que
    aquél obsequió al comisionado Richard Madden, para
    que este se formara una idea exacta del estado de opinión
    acerca de la trata y la esclavitud entre los intelectuales
    jóvenes del país.

    La novela comenzó a ser escrita por Suárez
    y Romero en 1838 y fue concluida en 1839. Los borradores de cada
    capítulo, según los iba terminando los
    remitía a González del Valle, quien los copiaba y
    les introducía numerosas correcciones. La obra resulta muy
    útil para comprender los detalles del trabajo esclavo y
    del ambiente rural del ingenio, así como de los elementos
    manufactureros en la producción de azúcar. El hecho
    de que su publicación fuera póstuma (1880), no
    impidió que la novela manuscrita fuera ampliamente
    conocida en los ambientes literarios principalmente de La Habana
    y Matanzas.

    En la misma, la vida del esclavo rural, durante las
    veinticuatro horas del día, y la elaboración del
    azúcar, desde el corte de la caña hasta su
    cristalización en forma de panes, aparecen
    nítidamente expuestas a tal punto que Domingo Delmonte
    sugirió cambiar el título de Francisco por
    el de El ingenio o las delicias del campo, convencido de
    que lo valioso de la misma no estaba precisamente en el personaje
    central de la obra, de rudimentaria e ingenua psicología, sino en
    su vasto cuadro psicológico, que aparece tratado con mano
    maestra.

    Dentro del marco de la novela de costumbres es
    Francisco la primera de tendencia antiesclavista que se
    ensayó en Cuba. Formalmente es una obra de
    transición entre el romanticismo y el realismo pues de
    ambos caracteres participa. El romanticismo parece venirle de
    Saint – Pierre y el realismo de Balzac. A este último
    novelista lo conoció y estudió el autor a
    través de los libros que le
    prestaba Delmonte por conducto de Valle. Por su carácter
    netamente abolicionista la obra no pudo circular impresa en Cuba
    porque a ello se oponía la censura concebida y los
    manuscritos de sus Fragmentos, que según se afirma
    hicieron derramar lágrimas a Luz y Caballero, fueron
    conocidos de unos cuantos. Después de muerto el autor y
    gracias a la tesonera y patriótica gestión
    del doctor Vidal Morales y Morales la novela llegó a
    publicarse en Nueva York en 1880 por Néstor Ponce de
    León. Es también de admirar en la novela la fiel
    descripción de nuestra naturaleza, las
    bellezas del paisaje tropical de Cuba y las típicas
    costumbres del guajiro. En 1859, a instancias de Cirilo
    Villaverde, Suárez y Romero publicó su
    Colección de artículos, preparada
    hacía varios años. Luz y Caballero la
    calificó como "un tesoro para las almas sensibles"
    y la adoptó como texto de la clase superior de lectura, en el
    colegio El Salvador.

    Resulta muy útil hacer un minucioso estudio
    comparativo de la obra de Suárez y Romero con la del
    francés Bernardin de Saint – Pierre. Entre ellos se
    observa un parecido de temas esenciales: ambos son inspirados por
    el trópico, demuestran el mismo propósito
    humanitario hacia el negro, tienen una égloga (Pablo y
    Virginia, Francisco y Dorotea), ambos en fin realizan su obra
    principal y más valiosa cuando interpretan los
    sentimientos que les produce la naturaleza que los
    rodea.

    Hasta el estilo de Suárez y Romero en sus
    páginas más logradas, alcanza a rivalizar con el
    francés por el enriquecimiento de cada frase, gracias a la
    inserción en ella de nombres de objetos raros, de aves
    multicolores, de perfumes fragantes y de todo un conjunto de
    palabras concretas y objetivas que semejan un collar de piedras
    preciosas.

    Valoración de
    la obra

    En su libro Historia de la literatura cubana,
    tomo II, Remos y Rubio plantea que Francisco es la
    "primera novela abolicionista que se produjo en Cuba, motivo
    por el que circuló primero en forma manuscrita. El ingenio
    cubano, con todas sus actividades típicas, es el escenario
    del drama."
    (13)

    Por su parte, Salvador Bueno nos ofrece la siguiente
    valoración:

    "Francisco fue escrita en 1838 por
    instigación de Domingo Delmonte, para ser entregada al
    delegado inglés Richard R. Madden quien
    publicaría un álbum antiesclavista en Londres con
    varios trabajos cubanos. La copia llevada a Londres por Madden
    se extravió. Suárez y Romero escribió un
    prólogo para su obra en Nueva York (1875) y la novela se
    publicó en 1880. En ella se narran los amores de dos
    esclavos, Francisco y Dorotea, impedidos por su ama Doña
    Dolores de Mendizábal y por su hijo Ricardo. El valor de la
    obra no está en su trama sentimental, sino en la
    descripción de la vida del ingenio, las costumbres,
    cantos y ritos africanos. Delmonte quiso agregarle un
    subtítulo irónico: El ingenio o las delicias del
    campo. La novela como denuncia de los maltratos y vejaciones a
    que eran sometidos los esclavos, fue escrita antes de la
    célebre Cabaña del Tío Tom, de la
    escritora estadounidense Harriet Beecher Stowe, aparecida en
    1852."
    (14)

    De igual forma Max Henríquez Ureña
    afirma:

    "Francisco, novela que Suárez y Romero
    comenzó a escribir en 1838 y concluyó al
    año siguiente, era conocida desde entonces por los
    habituales concurrentes a las tertulias de Domingo Delmonte,
    pero no vio la luz hasta 1880, año en que fue impresa en
    Nueva York, después de muerto su autor. A raíz de
    escrita, una copia de esta novela, que por el momento no era
    posible publicar en Cuba, pues fue concebida con el deliberado
    propósito de describir los horrores de la esclavitud,
    fue entregada por Delmonte a mister Richard R. Madden,
    comisionado británico ante el Tribunal Mixto de Arbitraje en
    asuntos de la trata, como documento que podía ser
    útil a la campaña antiesclavista que Inglaterra
    Alentaba.

    Madden estuvo en La Habana durante todo un
    año (1838-1839), y cuando regresó a Inglaterra
    dio a la estampa un volumen (1840)
    con la autobiografía y algunas composiciones
    poéticas del esclavo Juan Francisco Manzano, vertidas al
    inglés, pero no llegó a publicar en igual forma
    la novela de Suárez y Romero.

    El conciso relato de Félix Tanco Bosmeniel,
    Petrona y Rosalía, primer relato antiesclavista escrito
    en Cuba, (el autor lo concluyó meses antes de que Romero
    acabara Francisco), que aunque escrito en 1838
    permaneció inédito hasta que en 1925 lo dio a
    conocer la revista Cuba
    Contemporánea, y la novela Francisco son las primeras
    narraciones con tendencias abolicionistas que se escribieron en
    América, si bien ambas no fueron publicadas sino
    tardíamente, esto es con posterioridad a otras que
    perseguían igual propósito. Las dos se
    anticiparon al Sab de La Avellaneda.

    Francisco, cuyo subtítulo no exento de
    sarcasmo es El ingenio o las delicias del campo, describe con
    colores llamativos las costumbres de la época y las
    torturas a que estaban sometidos los esclavos. Es un cuadro
    sombrío e impresionante. Suárez y Romero,
    además de novelista fue donoso escritor de costumbres,
    crítico literario y pedagogo. Algunos de sus escritos
    fueron reunidos en un volumen (Colección de
    Artículos, 1859), en el cual sobresalen sus cuadros de
    Costumbres del campo, sus juicios sobre obras de José
    Jacinto Milanés, Ramón de Palma, José
    Zacarías González del Valle, y José
    María de Cárdenas, y sus trabajos sobre
    educación, avalados por su experiencia del magisterio,
    que ejerció durante buena parte de su
    vida.

    Menos afortunado estuvo en sus Cuadros de la
    naturaleza cubana, que pecan por exceso del lirismo
    retórico que abundó en la época del
    romanticismo. Otra novela antiesclavista, El negro Francisco,
    de Antonio Zambrana, escrita en 1875, fue inspirada por el
    Francisco de Suárez y Romero. El conflicto se
    basa en el empeño del hijo del amo en lograr los favores
    de una esclava, enamorada a su vez del esclavo Francisco, que
    se ve sometido a los trabajos más duros y
    bárbaros castigos porque goza de la preferencia de
    esta.

    Tanto en una novela como en la otra la esclava cede
    a las presiones del amo para salvar a Francisco del tormento y
    de la muerte, y
    en ambos casos Francisco se suicida al saber que ese sacrificio
    se ha consumado. Zambrana, valiéndose de los mismos
    recursos que
    utilizó Suárez y Romero, hizo una nueva
    creación, no exenta de originalidad en muchos pasajes, a
    pesar del parentesco innegable que hay entre los dos
    relatos."
    (15)

    El libro Perfil histórico de las letras
    cubanas desde sus orígenes hasta 1898
    ,
    argumenta:

    "Suárez y Romero quiso pintar lo
    dramático de una realidad que conocía bien, pero
    sin evadir el punto de vista clasista, pues en definitiva su
    familia dependía económicamente de un ingenio con
    sus correspondientes esclavos. La novela sufrió una
    cuidadosa censura por parte de Delmonte que aquí
    sí manifestó visos reaccionarios. La influencia
    predominante del autor parece ser la de un romanticismo
    idealizante, y como romántico, hay una
    identificación entre el protagonista y el autor,
    sólo que en este caso las contradicciones entre el
    aprendiz de pequeño burgués que era Suárez
    y Romero y el trágico destino de su protagonista, el
    negro esclavo Francisco, eran insolubles. Bien falsa resulta
    así la estoica resignación del negro esclavo. Los
    principales personajes negros son: Francisco, su novia Dorotea
    y el viejo taita Pedro. El resto de los esclavos del central
    están contemplados de una manera distanciada, como fondo
    inexplorado, o sucesión de sombras despersonificadas.
    Sin proponérselo el autor expone las gradaciones de la
    esclavitud. Compenetrado con Francisco, verá más
    trágico su destino al tener que compartir su vida con la
    incivilizada masa agrícola. A través de la
    idealización y el maniqueísmo, se filtran retazos
    de una violenta realidad que aún hoy conserva la viveza
    de su testimonio. Es una de las mejores narraciones cubanas de
    la época."
    (16)

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