Colectivo Ioé1
- Presentación
- 1. Una visión de
conjunto de los inmigrantes extranjeros en
España - 2. Mujeres inmigrantes en
las estadísticas laborales - 3. Resultados de
investigación sobre mujeres inmigrantes del Tercer mundo
en la economía mercantil
El presente artículo pretende presentar una
panorámica general de la presencia de las mujeres
inmigrantes en el mercado de trabajo español y transmitir algunos
resultados del trabajo realizado por Colectivo Ioé para el
IMSERSO sobre la inserción laboral de mujeres inmigrantes
procedentes del tercer mundo en España2. Nuestro
objetivo es animar a los
posibles lectores de estas páginas a abrirse a las
perspectivas que ofrece esta temática y a continuar
reflexionando sobre la misma.
En primer lugar, se describe el contexto de la presencia
de mujeres inmigrantes en España, cualquiera sea su
condición de edad y vinculación con el trabajo. Por ello
comenzaremos analizando las características del conjunto de
residentes extranjeros, comparando a grandes rasgos la
situación de hombres y mujeres. Por otro lado, aunque la
investigación realizada
se refiere a la situación de las inmigrantes de procedencia
extracomunitaria, a nuestro entender es preciso también
ofrecer un panorama de la presencia de todas las mujeres
extranjeras en la sociedad española,
particularmente en el mundo laboral. En la segunda parte,
destacaremos algunos resultados de la investigación
realizada en seis sectores de actividad en los que se
desempeñan más de cuatro de cada cinco mujeres
inmigrantes procedentes del tercer mundo en
España.
1. Una visión de
conjunto de los inmigrantes extranjeros en
España.
Hasta la fecha han existido serias dificultades para
analizar la situación de la inmigración extranjera en
España desde la perspectiva de género a partir de fuentes estadísticas oficiales.
Sólo dos de las existentes estarían en condiciones de
reflejar la situación del conjunto de dichas mujeres:
la Estadística de Residentes Extranjeros, elaborada
por la Comisaría General de Documentación del
Ministerio del Interior, y los Censos de Población,
realizados por el Instituto Nacional de Estadística. Ambas
fuentes tienen, sin embargo, lagunas de importancia tal como
hemos señalado en diversos lugares.
? Evolución
reciente
El conjunto de los residentes extranjeros, hombres y
mujeres de todas las nacionalidades, 2 ha experimentado un
importante crecimiento durante el cuarto de siglo pasado, que se
ha acelerado de forma importante en el último quinquenio:
entre 1975 y 1985 se registró un incremento moderado, con
una media anual del 2,2%; entre 1985 y 1991, período
comprendido entre la aprobación de la primera "Ley de Extranjería" y la
regularización de 1991, el crecimiento medio de la población extranjera fue
de un 7% anual; desde 1992 el número de extranjeros crece
más aceleradamente, superando el 10% anual. Además, a
partir de 1992 se incrementa más rápidamente el
número de residentes "tercer mundo" (214% en el período
1992?2000) que el de los países del "primer mundo" (60%).
Como resultado de esta evolución de los flujos migratorios, los
residentes originarios de países del "sur" pasaron de
representar el 44,7% del total en 1992, al 52,9% en 1997 hasta
alcanzar el 61,6% en 2000.
En cuanto a la población femenina, entre 1992 y
2000 su crecimiento ha sido del 124%, pasando de 181.882 a
477.165; mientras tanto los residentes de sexo masculino experimentaron
un incremento algo mayor (ver Tabla 1). Si nos centramos en el
período 1992?2000, el de mayor crecimiento de población
extranjera en los últimos veinticinco años, se nutre
crecientemente de flujos procedentes de países del llamado
"tercer mundo"; estos tienen una importante componente femenina,
que procede especialmente de países africanos y
latinoamericanos.
Una perspectiva cercana a la dinámica actual la
obtenemos analizando la evolución registrada entre 1997 y
2000: los mayores porcentajes de crecimiento corresponden a las
mujeres ecuatorianas, seguidas por rumanas, colombianas,
búlgaras y argelinas; más atrás ? duplicando la
media de incremento del conjunto de mujeres residentes? aparecen
chinas, marroquíes, cubanas, rusas y gambianas. Comparando
los subperíodos 1992?97 y 1997? 2000 se constata que durante
este último quinquenio las tasas de incremento anual son
mayores en el caso de rumanas, búlgaras, mejicanas,
colombianas, ecuatorianas, brasileñas y ecuatoguineanas; en
cambio, ha disminuido el ritmo
de entradas de mujeres dominicanas, peruanas, marroquíes y
cubanas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que algunos
colectivos se establecieron en número importante antes de
1992, y continuaron llegando con posterioridad, aunque a menor
ritmo que el de las nacionalidades anteriormente mencionadas.
Debido a ello, el número total de mujeres residentes
indica que la primera nacionalidad es Marruecos,
pero a continuación aparecen otras tres que pertenecen a la
Unión Europea: Gran
Bretaña, Alemania, y Francia; les siguen las
oriundas de República Dominicana y Portugal. Como resultado
de estos flujos, en la situación actual entre las seis
principales nacionalidades cuatro corresponden a países
comunitarios, que reúnen al 26% del total de mujeres
extranjeras con permiso de residencia en España.
3 Incluyendo a los tres grupos que aparecen a
continuación (italianas, holandesas y belgas) suman un
tercio del total. No obstante su importancia numérica,
sólo los flujos procedentes de Finlandia e Italia han crecido por encima de
la media en el período 1992?2000. Por tanto, aunque la
entrada de mujeres procedentes de países de la Unión
Europea continúa produciéndose, su ritmo de incremento
es menor que el de las no comunitarias. De continuar esta
tendencia, en los próximos años nos encontraremos con
un volumen mayor de mujeres de
origen comunitario, pero su importancia relativa irá
disminuyendo respecto a la del resto de las extranjeras. No
obstante, en el corto plazo, seguirán siendo un porcentaje
muy importante de las mujeres de nacionalidad no
española.
? Principales nacionalidades y composición
por sexo
La comparación con los residentes de sexo masculino
permite conocer en qué medida los flujos migratorios
femeninos están "acompañados" por varones del mismo
origen, y detectar el predominio de sexo en cada una de las
nacionalidades radicadas en España. Como hemos
señalado, las principales nacionalidades entre las mujeres
son Marruecos, seguida por tres países comunitarios: Reino
Unido, Alemania y Francia, les siguen República Dominicana,
Portugal, Ecuador, Colombia, Perú, China, Cuba y Filipinas. En cambio,
en el caso de los varones existe un claro predominio de los
originarios de Marruecos pero a continuación aparecen cinco
nacionalidades de la UE (Reino Unido, Alemania, Portugal, Francia
e Italia), seguidas por China, Ecuador, Argelia, Perú y
Senegal.
Más allá de la importancia cuantitativa de las
distintas nacionalidades, a la hora de analizar la situación
de la inmigración femenina tienen especial importancia las
proporciones entre hombres y mujeres de la misma procedencia. Es
obvio que la situación no es la misma cuando las mujeres son
una minoría respecto a los varones de su mismo origen que
cuando estos son un grupo reducido: en cada uno de
estos casos las relaciones de género, las estrategias de vida cotidiana, de
reproducción familiar y
de inserción laboral adquieren características
diversas. En el conjunto de los residentes las mujeres
representan el 48%, pero algunos colectivos superan largamente
dicho porcentaje. Los casos más destacados de predominio
femenino son los de República Dominicana, Colombia y
Brasil (más del 70%),
seguidos por Guinea Ecuatorial, Ecuador, Méjico, Perú,
Filipinas, Cuba y Rusia (por encima del 60%).
Otras nacionalidades con mayoría femenina (más del 55%
y el 64%) son Venezuela y Suecia. En la
situación contraria, con predominio claro de hombres,
destacan los casos de Senegal, Pakistán y Argelia (alrededor
del 80%), Nigeria (76%), Gambia, Marruecos e Italia (en torno al 65%).
Por tanto, si analizamos las diez nacionalidades
más numerosas de mujeres residentes, observamos que existen
situaciones muy diversas en función de la relación
entre sexos.
Por ejemplo, la principal colonia de mujeres procede de
Marruecos, pero este grupo representa poco más de la tercera
parte de la inmigración marroquí. En cambio,
británicas, alemanas y francesas son mayoría, aunque
exigua, respecto a los hombres de su misma nacionalidad, mientras
que las portuguesas son minoritarias. Dominicanas, peruanas y
filipinas configuran una emigración de amplia mayoría
femenina mientras que chinas e italianas llegan en menor
proporción que los varones del mismo país.
El conjunto de las mujeres extranjeras con permiso de
residencia a finales de 2000 supone el 2% de la población
femenina que vive en España, tomando como referencia las
cifras totales del Padrón de 1998. Esta media es superada en
doce provincias, la más destacada es 4 Baleares, Girona y
Melilla donde algo más de 5 de cada cien mujeres son de
nacionalidad no española. Le siguen Las Palmas, Málaga
y Tenerife (más del 4%), Alicante, Madrid y Almería (algo
más del 3%), Barcelona, Tarragona y Ceuta (2% o más).
Por tanto, la mayor incidencia demográfica de las mujeres
inmigradas se produce en las provincias insulares y en algunas de
la costa mediterránea. Precisamente, en varias de estas
zonas es donde se aprecia una fuerte implantación de mujeres
del "primer mundo": en Alicante y Baleares el 80% de las
extranjeras procede de dichos países, en Tenerife y
Málaga el 73% y en Las Palmas el 64%. En cambio, en las
demás provincias mencionadas predominan las mujeres del
"tercer mundo", levemente como en Tarragona y Almería (53%)
o de forma más notoria como en Madrid, Barcelona (algo
más del 70%) y Melilla (el 95%).
Si observamos la incidencia que tienen las inmigrantes
del primer y tercer mundo respecto a la población femenina
de cada una de las provincias españolas, las primeras tienen
especial significación en Baleares (4,5 de cada cien mujeres
es de un país más rico que España), Málaga,
Tenerife, Alicante y Las Palmas. En cambio, las extranjeras
procedentes de los países de la periferia del sistema económico mundial
tienen mayor incidencia sobre la población femenina en
Melilla, Gerona, Madrid, Ceuta, Almería, Barcelona y Las
Palmas.
? Régimen jurídico de
residencia
En el contexto de la adhesión de España a la
U.E, la administración
española ha desarrollado dos regímenes diferenciados
para la tramitación de permisos de residencia.
Por un lado el Régimen General, marcado por
criterios restrictivos inspirados en el convenio de Schengen. Por
otro, el Régimen Comunitario, que exime de la necesidad de
contar con permiso de trabajo, que se aplica a todos los
ciudadanos de países de la Unión Europea o del Espacio
Económico Europeo (Noruega, Islandia y Liechtenstein) pero
también a los familiares directos de estos o de ciudadanos
españoles. Por tanto, todas las residentes originarias de
países la U.E. o del E.E.E. tienen acceso directo a este
régimen.
Pero, además, lo tienen aquellas mujeres
procedentes de "países terceros" que tienen vínculos
familiares directos (cónyuges, hijas, madres) con personas
que ostentan la "ciudadanía europea". Esta
circunstancia otorga importancia tanto a los llamados matrimonios
mixtos (en nuestro caso, entre europeos y no europeas)
como a la posibilidad que tienen los inmigrantes de terceros
países que adoptan la nacionalidad española para
reunificarse con familiares directos a través de esta
vía.
Por tanto, es importante conocer cuáles son las
mujeres de nacionalidad no comunitaria que cuentan con permisos
expedidos bajo el Régimen Comunitario, puesto que éstas
gozan de mayor estabilidad jurídica que sus connacionales
adscritas al Régimen General. Los datos correspondientes a finales
de 2000 muestran que las más beneficiadas son algunas
nacionalidades latinoamericanas. Los mayores porcentajes de
mujeres con permisos del Régimen Comunitario se registran
entre las cubanas y venezolanas (en torno al 70%), seguidas por
las brasileñas, argentinas, mejicanas, uruguayas y
estadounidenses. Por el contrario, son escasas las mujeres
africanas (gambianas, senegalesas, caboverdianas,
marroquíes, argelinas), asiáticas (chinas, filipinas) o
europeas del Este (rumanas, polacas, búlgaras) que acceden a
dicho estatus, al igual que algunas latinoamericanas de más
reciente inmigración (ecuatorianas, peruanas). Estas
diferencias son un indicador relativo del grado de
implantación de las distintas redes migratorias en la sociedad
española, pues puede suponerse que a mayor arraigo existen
más posibilidades de entablar vínculos familiares con
autóctonos u otros europeos, o bien de acceder a la
nacionalidad española.
5 Tales vínculos tienen relación con la
antigüedad de los flujos migratorios pero no de forma
directa, pues parece evidente que los factores culturales y la
política inmigratoria juegan
aquí un papel importante. Los grupos que, por propia
iniciativa o por rechazo de los autóctonos, mantienen pautas
de relación principalmente "endogámicas" y/o encuentran
mayores dificultades para obtener la nacionalidad española
se ven abocados al Régimen General, sea cual sea su
antigüedad como residentes en España.
La comparación entre residentes de ambos sexos
muestra que las mujeres
tienen más facilidad que los varones para acceder al
Régimen Comunitario. Por nacionalidades, las mayores
diferencias se observan entre los inmigrantes llegados de Cuba,
Brasil y Rusia. Pero también existen excepciones, en las que
son los hombres los que tienen más acceso al Régimen
Comunitario: se trata de los nacionales de República
Dominicana y Filipinas. A falta de datos más precisos no
cabe una explicación única de estas diferencias. Como
hipótesis, puede
suponerse que las mujeres del primer grupo, pertenecientes a
colectivos no demasiado numerosos y de reciente implantación
en el país, desarrollan estrategias matrimoniales con
varones españoles; cuando la relación se formaliza
mediante el matrimonio, la mujer pasa al Régimen
Comunitario. Aunque en el segundo grupo también se registra
dicha estrategia, una parte
significativa de las mujeres ha accedido ya a la nacionalidad
española; este segmento, por un lado, desaparece de la
estadística de residentes y, por otro, desarrolla un
importante proceso de reagrupación
familiar, mediante el que buena parte de sus hijos, maridos o
padres llegan a España en tanto familiares de ciudadanas
españolas. Estas y otras hipótesis sólo podrán
contrastarse cuando se disponga de datos suficientes referidos a
los matrimonios entre mujeres inmigrantes y españoles, y
cuando se conozcan las cifras de nacionalizaciones en
función del sexo de los extranjeros.
2. Mujeres inmigrantes en las
estadísticas laborales.
? Evolución de la inmigración laboral
femenina
Después de un período de investigación
inicial, empieza a estar claro que las estadísticas
oficiales, hasta ahora disponibles, no permiten un conocimiento suficientemente
matizado y preciso de la actividad laboral de los extranjeros
afincados en España. La Estadística de Permisos de
Trabajo ha sido hasta ahora la fuente más utilizada y
fiable, aunque referida sólo a los extranjeros adscritos al
Régimen General. Según ésta, el número total
de mujeres no comunitarias con permiso de trabajo se
incrementó desde 40.112 en 1992 a 69.756 en 1998; este
crecimiento absoluto supuso además que las mujeres pasaran
de representar el 29% del total de extranjeros, en 1992, con
permiso laboral a suponer un 37% seis años más tarde.
Así pues, la emigración laboral femenina ?al menos
la no comunitaria que goza de estatus jurídico regular? ha
crecido más que la masculina durante el último
lustro. Por tanto, desde el punto de vista de las tendencias
migratorias, parece obvia la importancia de la inmigración
laboral femenina.
La misma fuente nos indica que la composición
nacional de la inmigración laboral femenina es variada y,
además, está cambiando de forma importante. En
cuanto a su número, existen tres grupos principales de
mujeres con permiso de trabajo: marroquíes, dominicanas y
peruanas (con más de 10.000 efectivos cada uno); siguen
otras cuatro nacionalidades (filipinas, ecuatorianas, chinas y
colombianas) que reúnen entre tres y cinco mil mujeres.
Sólo otros cinco países aportan más de mil mujeres
y una cifra similar supera las quinientas trabajadoras. Respecto
a las tendencias, se observa que durante el período
1992?1998 se ha producido un crecimiento muy importante de las
trabajadoras ecuatorianas, rumanas, cubanas y búlgaras,
aunque todas ellas partían de niveles muy bajos. En cuanto a
las nacionalidades más numerosas los principales incrementos
corresponden a peruanas, dominicanas y chinas. También
crecieron por encima de la media colombianas y polacas. En
cambio, se observa una disminución de las trabajadoras
argentinas, estadounidenses, chilenas y caboverdianas, en parte
debido al efecto estadístico de desaparición de las que
acceden a la nacionalidad española.
Según estos datos parece claro que los principales
flujos laborales de inmigración femenina proceden
actualmente de algunos países latinoamericanos (Perú,
República Dominicana, Ecuador, Colombia), acompañadas
por marroquíes, chinas y polacas. Sin embargo, la
estadística de permisos de trabajo ofrece una imagen distorsionada de la
inserción laboral de las mujeres extranjeras. Por
definición esta fuente sólo incluye a las mujeres
residentes incluidas en el Régimen General; por tanto, deja
de lado a todas las extranjeras procedentes de países del
Espacio Económico Europeo y a un segmento importante de las
no?comunitarias que, según vimos, gozan del Régimen
comunitario. En suma, el régimen administrativo recorta
el universo de mujeres que
necesitan un permiso de trabajo para desarrollar su actividad
económica en España. Utilizando los datos de mujeres
residentes con 16 o más años (es decir, las que
están en edad laboral) se observa que sólo 120.000
pertenecen al Régimen General; de ellas, casi 70.000 poseen
permiso de trabajo, lo que equivale a una tasa de actividad de
57,5%. Sin embargo, otras 180.000 (el 60% del total) pertenecen
al Régimen Comunitario y, por tanto, no necesitan permiso de
trabajo. En otras palabras: la mayoría de mujeres en edad
laboral puede estar trabajando en situación regular pero
queda fuera del control de las estadísticas
del Ministerio de Trabajo.
Para paliar estas deficiencias se hace necesario
recurrir a otras fuentes de
información.
Una de las posibilidades es utilizar la Encuesta de Migraciones de la
EPA que pretenden incluir a toda la mano de obra extranjera,
incluyendo a la que procede de países comunitarios.
Lamentablemente, como reconoce el propio organismo responsable
hasta la fecha la EPA no cubre suficientemente sus objetivos respecto a esta
población, por lo que no resulta útil para nuestros
propósitos. Otra fuente estadística de carácter oficial procede
del sistema de Seguridad Social, y da cuenta
de las personas extranjeras que están de alta por motivos
laborales en alguno de sus regímenes (General, de
Autónomos, de Empleados de Hogar, Agrario, del Mar y de la
Minería del Carbón).
Debido a su reciente disponibilidad los datos están aún
sujetos depuraciones y no se pueden establecer tendencias
temporales; además, el alta en la Seguridad Social no siempre
refleja la actividad económica real de la trabajadora (es
posible cotizar en un Régimen y estar trabajando
irregularmente en otro o incluso no tener empleo) y, obviamente, no se
refleja la actividad de quienes están empleadas en la
economía sumergida. Teniendo
en cuenta tales salvedades se trata de una fuente que ofrece un
panorama más completo de la realidad laboral de los
extranjeros que otras.
? Relación con la actividad
económica
Los datos de alta en la seguridad social se refieren a
las mujeres extranjeras de todas las 7 nacionalidades e
indican que sólo 34,2 de cada cien mujeres estarían
ocupadas; sin embargo, falta información respecto a las
desocupadas y a las ocupadas en la economía irregular, que
deben sumarse para completar la tasa de actividad A efectos
comparativos interesa señalar que la tasa de actividad de
las mujeres en España es, según la Encuesta de
Población Activa del primer trimestre de 1999, de 37,9% por
lo que el conjunto de las extranjeras tendría menos
vinculación con la actividad económica que las
españolas; si, además, se tiene en cuenta que el
índice de actividad de las mujeres en nuestro país
está por debajo de la media europea, los datos
cuestionarían la importancia de la inmigración femenina
de carácter laboral.
Sin embargo, existen diferencias notabilísimas en
función de la nacionalidad de las inmigrantes.
En ciertos colectivos se detecta una tasa de
actividad elevada: se trata de las mujeres procedentes de
Ecuador, Filipinas, Rumania, Irlanda, Perú, Bulgaria,
Polonia (50% o más), República Dominicana, Rusia,
China, Colombia y Austria (entre 40% y 48%). Todas estas
nacionalidades superan la media de actividad de la población
femenina del país detectada por la EPA. Otras tres se
sitúan por debajo de esa cifra pero por encima de la tasa
media del conjunto de las extranjeras: se trata de las mujeres
procedentes de Italia, Francia y Alemania. En el extremo opuesto,
con tasas de actividad bajas (por debajo del 25%) aparecen
las procedentes de Venezuela, Estados Unidos, Argelia,
Finlandia o Argentina.
Otra circunstancia destacable es que los dos colectivos
con más mujeres con alta en la Seguridad Social, Gran
Bretaña y Marruecos, presentan tasas de actividad que apenas
superan el 30%.
Por tanto, existe una diversidad importante en cuanto a
la "propensión laboral" de las mujeres extranjeras
residentes en España. Tales diferencias no se explican
totalmente en función del país de procedencia de las
inmigrantes: si bien los índices más elevados
corresponden a mujeres no comunitarias (latinoamericanas, del
este europeo, asiáticas) entre ellas encontramos a
ciudadanas de la Unión Europea (de países periféricos como Irlanda
pero también de alguno más desarrollado que
España, como Austria).
Análogamente, en el grupo con tasas de actividad
bajas aparecen mujeres de países "ricos" pero también
muchos de los que son catalogados como emisores de migrantes
económicos.
No existe un factor único que explique estos
comportamientos, puesto que inciden situaciones como el estatus
socioeconómico de origen, la antigüedad del
asentamiento en España, la estructura de edad de cada
grupo (las menores de edad y las mayores de 65 años
están fuera de la edad laboral legal), la situación
familiar (casadas o no; con o sin hijos; nivel de renta del grupo
familiar, etc.) y los modelos culturales dominantes
en cada grupo (papel de la mujer en relación al mundo
doméstico y al mercado de trabajo).
La utilización de las altas laborales en Seguridad
Social nos permite conocer la existencia de más de 43.000
mujeres procedentes de países del Espacio Económico
Europeo que actualmente tienen un empleo en España. Esta
cifra es realmente modesta en comparación con el conjunto
del empleo femenino en el país (más de cinco millones),
pero representa más del 60% del total de permisos de trabajo
para mujeres en vigencia a finales de 1998 y supera el 40% del
total de altas laborales de extranjeras en la Seguridad Social;
este colectivo de trabajadoras suma más mujeres que todas
las latinoamericanas y africanas afiliadas. Por tanto, la
importancia de este volumen de empleo a la hora de analizar la
presencia laboral de las mujeres extranjeras en España
resulta indudable. Puesto que esta falta de visibilidad no puede
atribuirse a una ausencia del mercado de trabajo3, la
explicación puede encontrarse en el terreno ideológico
(las "europeas blancas" no son percibidas como inmigrantes ni
como trabajadoras, sino como turistas, residentes ricas o
ejecutivas de transnacionales) y en el
político?administrativo (mayor facilidad para obtener
permisos de residencia y trabajo; "ocultamiento" de las
trabajadoras comunitarias en las estadísticas laborales
desde 1992, etc.). Además, esta ocultación tiende a
abonar imágenes tópicas que
extienden una imagen distorsionada de los flujos migratorios de
índole económica: los datos no corroboran que las
buscadoras de empleo sean masas famélicas de mujeres del
"tercer mundo".
? Desempleo, subempleo y
economía irregular
Por otra parte, en el caso de mujeres no?comunitarias,
las discrepancias entre este registro y el stock de permisos
de trabajo indican que no todas las poseedoras de un permiso
cuentan con un empleo. Esto parece obvio en el caso de las
desempleadas, que tienen derecho a conservar su permiso
laboral al menos hasta el final de su vigencia, o por el tiempo excedente durante el
cual perciban una prestación por desempleo.
Lamentablemente, hasta la fecha no es posible conocer
con precisión y detalle el número, evolución y
características del desempleo de los extranjeros, puesto que
la cobertura de la EPA al respecto es muy deficiente y que el
Instituto Nacional de Empleo no publica datos sobre los
demandantes en función de su nacionalidad. Contamos
sólo con referencias parciales, como la facilitada por
Antonio Izquierdo: a comienzos de 1994 el 21% de los solicitantes
(unas 5.600) eran mujeres, sus demandas casi nunca se orientaban
al servicio doméstico (518
demandas) sino al sector de hostelería y el de servicios a
empresas4. Puede suponerse, pues, que no se trata
siempre de mujeres desempleadas sino de trabajadoras que quieren
abandonar su actual empleo (en el servicio doméstico) para
pasar a actividades más "normalizadas" en lo laboral. El
antiguo Observatorio Permanente de la Inmigración
publicó cifras de demandantes de empleo facilitadas por el
INEM: a finales de marzo de 2000 había 56.757 extranjeros
demandantes de empleo, de los cuales 26.170 eran
mujeres5.
Según esto, en seis años el volumen de
inmigrantes que buscan un empleo a través del INEM se ha
multiplicado por diez; aunque no todas ellas estén
desempleadas la cifra es un indicador de la importancia del
fenómeno del paro y del subempleo de las
trabajadoras extranjeras.
9 Otra parte de las discrepancias entre ambas fuentes se
debe a la existencia de inmigrantes que poseen permiso de trabajo
y están empleadas pero no han sido dadas de alta en la
seguridad social. En este caso estamos ante empleos sumergidos
o irregulares, situación que puede desencadenar diversos
grados de precariedad de las trabajadoras, que se ven privadas de
las prestaciones contributivas, ya
sea por omisión propia (las autónomas) o por parte del
empleador (en el caso de las asalariadas). Existen colectivos
nacionales particularmente afectados por estas discrepancias. En
primer lugar destaca el caso de las mujeres ecuatorianas: el 49%
de las poseedoras de permiso de trabajo no está dado de
alta.
Lo mismo ocurre con algo más del 30% de las
ecuatoguineanas y caboverdianas, y con más del 20% de las
dominicanas, peruanas, chinas y marroquíes6. A
falta de ulteriores indagaciones estos datos ponen de manifiesto
la "distancia" existente entre la autorización
administrativa para trabajar (supuestamente basada en ofertas
firmes de empleo) y la realidad laboral.
Comunidades autónomas de
inserción
La distribución de las
trabajadoras extranjeras en el territorio español no es
homogénea.
Casi la tercera parte (30,6%) está empleada en la
comunidad de Madrid, que
duplica a Barcelona, segunda provincia en orden de importancia
(14,6%); siguen luego Baleares, Tenerife, Las Palmas, Málaga
(en torno al 6%) y Alicante (5%). Son, como cabía esperar,
las provincias donde es mayor el número de mujeres
residentes; sin embargo, el porcentaje de trabajadoras en
Málaga y Alicante es menor al de residentes, debido
probablemente a que las extranjeras que viven en estas provincias
son ?en mayor medida que las radicadas en otros lugares? personas
mayores ya retiradas de la actividad laboral.
La distribución de las principales nacionalidades
entre las comunidades autónomas más importantes indica
que los grupos que más se concentran en Madrid son los
procedentes de Ecuador y Polonia, seguidos por los de Perú,
República Dominicana y Filipinas. Las nacionalidades que
destinan más efectivos a las provincias catalanas son
peruanas y filipinas, además de francesas, chinas y
dominicanas. A las provincias andaluzas llega una quinta parte de
las trabajadoras de Marruecos y el Reino Unido. En Canarias
trabaja un tercio de las suecas y la cuarta parte de las
británicas, italianas, belgas y cubanas. En Baleares residen
especialmente las alemanas, suecas, holandesas, inglesas y
belgas. En la Comunidad Valenciana destacan belgas y holandesas,
además de chinas, británicas y francesas.
Los discursos xenófobos
más demagógicos sugieren que expulsando a la mano de
obra inmigrante se reduciría el desempleo, al ocupar
personas autóctonas las vacantes que se producirían.
Además de las negativas implicaciones éticas y
humanitarias de tal propuesta, se parte del supuesto de que no
existe segmentación laboral y
que todos los puestos de trabajo serían inmediatamente
ocupados, afirmación que no resiste el análisis al menos en el
caso de las ocupaciones más precarias y socialmente
desvalorizadas. Pero, incluso si tales supuestos se cumplieran,
la importancia del trabajo de las extranjeras respecto al
desempleo femenino de las españolas es limitado. Por cada
cien mujeres desempleadas en España hay menos de siete
extranjeras ocupadas (6,7%). Sin embargo, esta proporción se
eleva sustancialmente en los territorios insulares, Baleares
(34%), Tenerife y Las Palmas (algo más del 20%), y más
moderadamente en Madrid, Gerona y Melilla (más del 15%). Es
importante recordar que en Baleares y Canarias, donde mayor es la
incidencia de la mano de obra extranjera, más del 75% de las
inmigrantes proceden de países del Espacio Económico
Europeo.
? Principales ocupaciones de las mujeres en la
economía formal
Según la estadística de alta en la Seguridad
Social, las cinco ocupaciones más destacadas dan trabajo al
81% de las mujeres procedentes del tercer mundo. Como se puede
ver en la Tabla 2, estas cinco ocupaciones sólo proporcionan
trabajo al 33% de los hombres inmigrantes del "tercer mundo", al
67% de las mujeres originarias del "primer mundo" y al 52% del
total de mujeres que trabajan en España. Esto supone, ya de
entrada, una triple especialización de las mujeres
procedentes del tercer mundo: en cuanto mujeres se
contraponen a los hombres ?sean inmigrantes o autóctonos?;
en cuanto inmigrantes a los ciudadanos españoles o
autóctonos; y en cuanto originarias del tercer mundo
a las que proceden de países desarrollados.
De los cinco segmentos escogidos, destaca especialmente
el trabajo en el servicio doméstico que da empleo a
algo más de la mitad de las mujeres no comunitarias que
cotizan a la Seguridad Social, siendo claramente para la
mayoría de ellas la "puerta de entrada" en el mercado de
trabajo español. Esta circunstancia justifica la necesidad
de estudiar de manera pormenorizada el funcionamiento de esta
rama laboral a fin de conocer luego el papel que en el mismo
están jugando las mujeres inmigrantes del tercer mundo, pero
también los hombres del mismo origen cuyo peso (14,3%) en
relación al conjunto de los varones ocupados en el sector es
más importante que el representado por las mujeres (10,4%)
en relación al total de su propio sexo.
Los otros cuatro segmentos ocupacionales dan empleo al
28% de las mujeres del tercer mundo.
En el caso de las empresas de limpieza y
hostelería, destaca de nuevo la mayor especialización
en ellas de los varones, cuyo peso en el correspondiente segmento
de género es casi tres veces mayor en limpiezas (8,8 frente
a 3,5% por parte de las mujeres) y casi doble en hostelería
(2,5 frente a 1,6%). No obstante, no hay que olvidar que si bien
en el conjunto de España el servicio doméstico, las
limpiezas y la hostelería son ocupaciones claramente
feminizadas (dan trabajo al 18,4% de las mujeres y sólo al
6,7% de los hombres), tal diferencia se acentúa en el caso
de los inmigrantes del tercer mundo de ambos sexos. A la
especialización por género se añade la
discriminación por procedencia étnica/nacional,
si bien esta última debe matizarse en el sentido de que
incide de manera negativa en los procedentes del tercer
mundo y de manera positiva en los del Primero.
De las cinco ocupaciones señaladas, las tres que
tienen mayor importancia en los correspondientes mercados laborales pertenecen al
sector servicios: empleadas de hogar, limpiadoras y personal de hostelería (que
suponen el 10,4, 1,7 y 1,6%, respectivamente, del conjunto de la
población femenina ocupada en España en esas
ramas)7. A continuación aparecen dos
categorías trasversales de trabajadoras ?presentes en todas
las ramas laborales?: las ocupadas "por cuenta
propia"8 y las empleadas de tipo administrativo; estas
dos 1 ocupaciones tienen mayor estatus profesional y la presencia
en ellas de mujeres inmigrantes del tercer mundo, aunque no
despreciable, tiene poco peso en los correspondientes segmentos
ocupacionales (0,5% en cada caso, muy por debajo del 1,3% de
media). Se comprueba, por tanto, una sobreespecialización
de las inmigrantes del tercer mundo en tres ramas de servicios
poco cualificadas desde el punto de vista profesional; en
ellas se sitúa el 68% del colectivo (es decir, casi cuatro
veces más que las mujeres ocupadas en general, que son el
18% en esas tres ramas). Por su parte, la proporción de
mujeres extranjeras del primer mundo que se ocupa en tales
oficios es menor incluso que la de trabajadoras españolas.
En cambio, estas mujeres procedentes de países desarrollados
están altamente especializadas en las dos ocupaciones
cualificadas de nuestra selección (trabajos por
cuenta propia y oficinas), hasta el punto de que más de la
mitad se concentra en ellas (por sólo un 13% de las
procedentes del tercer mundo y un 33% del total de mujeres
ocupadas en España).
3. Resultados de
investigación sobre mujeres inmigrantes del Tercer mundo en
la economía mercantil
El principal foco de interés del estudio
realizado ha sido conocer la situación laboral de las
mujeres inmigrantes procedentes del tercer mundo en el
ámbito mercantil?remunerado pero no hay que olvidar que
existen otros ámbitos (como los del intercambio
recíproco y redistributivo) en los que también se
producen intercambios económicos. Para ello, hemos llevado a
cabo exploraciones monográficas de los principales mercados
de trabajo en los que se desempeñan remuneradamente las
mujeres inmigrantes procedentes del tercer 13 mundo en
España. A continuación ofrecemos algunos resultados de
dicho trabajo9; en particular, destacamos dos
aspectos: primero, algunos apuntes sobre segmentos de
trabajadoras que no suelen ser tomados en consideración en
las investigaciones (nacionalizadas ,
irregulares y mercados marginados); y segundo, los resultados
obtenidos en el tema de las relaciones laborales.
Terminamos con unas breves reflexiones o ?claves? de
comprensión de la inserción laboral de las mujeres
inmigrantes en España.
1. Visibilizar los sectores
opacos de trabajadoras inmigrantes.
? Las nacionalizadas y las
irregulares
Una aproximación realista a la situación
laboral de las mujeres procedentes de países del tercer
mundo debe tener en cuenta, además de las que están
dadas de alta, al menos otros dos tipos de trabajadoras no
incluidas en las clasificaciones oficiales: las
nacionalizadas (que figuran como españolas a efectos
administrativos) y las irregulares. En el primer caso, se
trata de mujeres inmigrantes que han obtenido ?normalmente
después de varios años de residencia? el reconocimiento
de la nacionalidad española; en el segundo, de aquellas que
por diversas razones (no tener permiso de residencia o trabajo,
oposición del empleador a darle de alta, desinterés de
la empleada, etc.) no cotizan como trabajadoras a la Seguridad
Social. En las encuestas aplicadas por
nosotros, estos dos segmentos representan proporciones más o
menos importantes dependiendo de cada ocupación, tal como se
ofrece en la Tabla 3.
Las mujeres procedentes de países del tercer mundo
que están dadas de alta como extranjeras en la Seguridad
Social en las cinco ocupaciones seleccionadas (55.857 cotizantes)
son menos de la mitad de las que realmente trabajan en esos
mercados, según nuestras estimaciones (112.743). Las ya
nacionalizadas representan el 22% del colectivo y las
irregulares el 29%. La proporción de nacionalizadas aumenta
en las ocupaciones de alto estatus (cuenta propia y oficinas) y
se reduce en los servicios menos cualificados (especialmente en
limpiezas y servicio doméstico). En cuanto a las
irregulares, las tasas más altas se dan en las
empleadas de hogar (32,5%) y en las ocupadas por cuenta propia
(28,7%), en este caso debido a la frecuencia de "ayudas
familiares" que no cotizan a la Seguridad Social porque se
consideran cubiertas por algún pariente próximo
(cónyuge, padre, etc.).
Debido a la inclusión de las nuevas categorías
?nacionalizadas e irregulares? el peso global de las inmigrantes
del tercer mundo en los cinco segmentos seleccionados es del 4%,
siendo mayor en servicio doméstico (20,6%), bastante menor
en las otras ramas de servicios (2,9% y 2,8% en limpiezas y
hostelería) y muy inferior en las ocupaciones de mayor
estatus (1,2% en oficinas y 1,3% en cuenta propia). Estas
proporciones se invierte en el caso de las mujeres inmigrantes
del primer mundo, apenas presentes en el servicio doméstico
y en empresas de limpiezas. En conjunto, las mujeres de origen
extranjero que trabajan en España en los cinco sectores
estudiados (sin considerar las nacionalizadas e irregulares
procedentes del primer mundo), superan los 145.000 efectivos,
representando el 5,3% de la ocupación femenina en esos
sectores. En el Gráfico 1 se representa la importancia que
tienen las trabajadoras inmigrantes en cada uno de los cinco
segmentos estudiados. Las franjas de colores reflejan la
proporción de trabajadoras nacionalizadas, regulares
(cotizantes como extranjeras) e irregulares; una cuarta franja
representa el peso de las mujeres inmigrantes regulares del
primer mundo en los cinco segmentos 15 seleccionados (en este
caso sólo las cotizantes a la Seguridad Social como
extranjeras).
? Mercados marginales, buscadoras de empleo y
trabajos no mercantilizados.
El caso de los servicios sexuales
Además de las ocupaciones registradas en las
estadísticas oficiales existen otras que se caracterizan por
su marginalidad, cuando no ilicitud,
que carecen de protección social o jurídica, aunque que
no están exentas de la posibilidad de procurar "éxito
económico".
Dichas actividades, por muy importantes que sean, no
suelen recibir la atención necesaria,
incluso por parte de los investigadores. También es
necesario tener en cuenta a aquellas mujeres que se encuentran en
situación de desempleo en el ámbito mercantil y que, a
consecuencia de ello, no aparecen como trabajadoras en las
estadísticas y estimaciones de población ocupada. Por
último, más allá del empleo remunerado, tampoco se
deben olvidar las diversas formas de trabajo no mediadas por
dinero, entre las que destacan
las tareas domésticas y de cuidados, ejercidas
fundamentalmente por mujeres.
Entre las ocupaciones marginales por excelencia se
sitúan los servicios sexuales, en sus diversas
modalidades, que también han sido objeto de atención en
el estudio. La asociación mujer inmigrante/prostitución es un
binomio cargado de estigmas ideológicos y morales que hasta
la fecha han dificultado un abordaje sereno y profundo de su
magnitud e implicaciones. El fenómeno se conoce casi
exclusivamente por las consecuencias mediáticas de
actuaciones policiales (especialmente las desarticulaciones de
redes de tráfico de mujeres), que generan reacciones de
escándalo en sectores de la opinión pública y
refuerzan de la estigmatización de las mujeres ocupadas como
sexoservidoras. La consecuencia es un etiquetamiento simplista,
que toma una parte como el todo e impide un 16 conocimiento
contrastado del sector. En otros países existen, sin
embargo, estudios que ponen de manifiesto la importancia
económica de la "industria del sexo" y, en
particular, de la presencia en ella de mujeres y hombres
migrantes. Puesto que nuestro trabajo se centró
principalmente en las diversas formas de inserción
económico?laboral de las inmigrantes no comunitarias,
parecía necesario abordar esta cuestión. Al tratarse de
un ámbito mal conocido, los recursos necesarios para
investigarlo (económicos y temporales) desbordaron las
posibilidades previstas inicialmente; no obstante, ante el
riesgo de caer nuevamente en
la negación o el olvido, preferimos introducir un primer
análisis ?de tipo exploratorio? de este sector laboral,
aún cuando los resultados a los que llegamos no sean
homologables a los de los demás sectores
estudiados.
Otro grupo de mujeres inmigrantes escasamente conocido
que habría que agregar a los recogidos hasta aquí es el
de las desempleadas buscadoras de empleo. La posición
de los segmentos más subordinados en los mercados de trabajo
se caracteriza, entre otros rasgos, por mayores tasas de
desempleo. En el conjunto de la población activa
española se verifica que la tasa de paro femenina supera con
creces la de los varones. En el caso de la inmigración,
hasta la fecha sólo la EPA (que tiene déficits de
cobertura importantes) ofrece cifras de paro de los trabajadores
extranjeros: en 1998 la tasa de desempleo de las mujeres
extranjeras alcanzaba el 25,3%, duplicando la de los hombres
inmigrantes (12,1%10).
Nuestro propósito era acceder a los registros del Instituto Nacional
de Empleo para conocer la evolución y características
de las extranjeras solicitantes de empleo y de las receptoras de
prestaciones sociales, pero las gestiones realizadas fueron
infructuosas. Por tanto, este es un importante capítulo que
necesita ser investigado.
Por último, hacemos un llamamiento para que se
consideren las formas de trabajo no mercantilizadas, entre las
que destacan los servicios domésticos y de cuidados que se
realizan en el seno de los hogares en el marco del intercambio
recíproco, y las actividades sociales y políticas al servicio de la
comunidad que tienen lugar en el marco del intercambio
redistributivo. En los resultados generales de la
investigación que presentamos se abordan estos puntos;
allí remitimos al lector interesado.
En números absolutos las mujeres procedentes del
tercer mundo con empleo remunerado constituyen un colectivo
reducido ?70.000 cotizantes a la Seguridad Social al iniciarse el
año 2000?, aunque con una tendencia al crecimiento, puesto
que dos tercios comenzaron a cotizar en los últimos tres
años. Esa cifra debe ser ampliada incluyendo dos
categorías de trabajadoras no registradas por dicha fuente:
las ya nacionalizadas, que son contabilizadas como españolas
(en torno a 30.000), y las irregulares o no cotizantes (que a
comienzos de 2000 estimábamos en un mínimo de 75.000
personas). Entre las trabajadoras poco visibles los dos segmentos
más importantes son las mujeres que alternan empleos
temporales u ocasionales con etapas de desempleo más o menos
prolongadas11 y las que trabajan en la llamada
"industria del sexo", cuyo volumen es desconocido pero sin duda
importante a la 17 luz de la informaciones
disponibles. Teniendo en cuenta que según la EPA las mujeres
"ocupadas" en España en el segundo trimestre de 2000 eran
5,3 millones, las 175.000 inmigrantes con empleo remunerado
provenientes del tercer mundo representarían en esa fecha el
3,3% del empleo femenino español. Si el referente de la
comparación son las españolas "activas" (6,7 millones)
el peso de las inmigrantes desciende al 2,6%.
Las trabajadoras inmigrantes se sitúan de diversas
maneras en los mercados de trabajo donde están presentes. En
la mayoría de los casos se ofrecen como mano de obra
asalariada, ya sea para empleadores privados o para empresas
jurídicamente establecidas.
En otras ocasiones las propias inmigrantes son
empleadoras o trabajan como autónomas ofreciendo
directamente sus servicios a una variada clientela. En cada caso
el intercambio económico mercantil da lugar a unas
relaciones específicas entre la oferta y la demanda de trabajo, que
resumimos a continuación.
? Singularidad del empleo doméstico: una
relación laboral de carácter
"especial"
La normativa laboral vigente (Real Decreto 1424/1985)
configura el empleo doméstico como un sector "especial" de
trabajadores, a medio camino entre la relación de
servidumbre, que quedó abolida oficialmente en España
en 1889, y la relación laboral formalmente libre,
característica de las sociedades capitalistas. Por
otra parte, la singularidad del servicio doméstico se debe
también a la configuración patriarcal de la sociedad
que afecta discriminatoriamente a los trabajos realizados
habitualmente por las mujeres, por ejemplo considerando el
trabajo doméstico y de reproducción como un
notrabajo.
Desde este punto de vista, la existencia del empleo
doméstico se percibe como una anomalía, por ello no se
entiende por qué han de otorgarse derechos laborales a quien realiza estas
tareas por cuenta ajena (empleados domésticos) cuando no se
reconoce ninguno a quienes lo realizan por cuenta propia ("amas
de casa"). Cuando el Estatuto de los Trabajadores de 1980
pretende justificar la exclusión del servicio doméstico
de su ámbito de actuación, lo hace recurriendo al
derecho a la privacidad de los hogares familiares Estos, a
partir de la tradición liberal, se consideran el espacio
privilegiado para defender la intimidad del individuo frente a la amenaza
potencial de lo público. Por tanto, el hogar no puede ser
"invadido" por la legislación laboral sino que
debe basarse en la "mutua confianza" entre las partes; asimismo,
se imponen severas restricciones a la Inspección de Trabajo,
que "sólo podrá realizarse salvaguardándose los
derechos a la inviolabilidad del domicilio y al debido respeto a la intimidad personal y
familiar". El resultado es una regulación "flexible" del
sector, que otorga un amplio margen de discreción a la parte
patronal, y genera un vínculo asimétrico entre la
oferta y la demanda.
A partir del análisis cualitativo del discurso de las empleadoras,
hemos construido una tipología de los modelos patronales
de gestión del servicio
doméstico. Las empleadoras se enfrentan a la tarea de
gestionar el servicio doméstico desde su particular identidad, como mujeres y como
"responsables" del hogar:
S Las "señoras de la casa" representan la
forma de gestión más tradicional, que podemos
sintetizar como una relación próxima a la servidumbre.
En la práctica las empleadoras tratan de conjugar el
máximo de arbitrariedad por su parte y el máximo de
sumisión de la empleada. La relación señora/criada
se construye desde 18 la asimetría de estatus pero con
connotaciones maternalistas: se busca la sumisión
desde la ficción de familiaridad de la subordinada ("ser
como de la familia"). Para conservar
esta relación se precisa señalar claramente la
diferencia entre las partes: el uniforme, la puerta de servicio,
el cuarto de baño separado, el comer aparte o la
elaboración de informes sobre el comportamiento de las
trabajadoras, son signos de esta
diferenciación. En el caso de las empleadas inmigrantes, las
diferencias culturales se interpretan también en clave de
subordinación: la cultura de origen es
considerada inferior a la "española", lo que legitima el
papel tutelador de la empleadora.
S Las "señoras empresarias" conciben la
gestión del servicio doméstico como una empresa, en la que la
contratación de personal está regida por normas y criterios precisos. En
nuestro análisis hemos calificado esta posición de
"pseudofordista" en la medida que el reconocimiento de los
derechos laborales tiene lugar en un marco autoritario y
asimétrico. Fundamentalmente se trata de evacuar los
elementos personales o afectivos de la relación y
objetivarla a través del salario. Las trabajadoras son
"enemigas pagadas" a las que se compra tiempo y lealtad pero de
las que nunca hay que fiarse ("la sonrisa por delante y la navaja
por detrás"). El intento de desligar lo laboral y lo
personal permite a este tipo de gestión actuar
fríamente, incluso sádicamente, ateniéndose
sólo sin al propio interés: "Les digo el primer
día: éstas son las normas. Lo tengo muy claro: si no
aceptan, ¡que pase la siguiente¡"…
S Las "señoras directivas" introducen un
modelo postfordista de
gestión del hogar. Defienden un modelo de gestión
flexible, que tratan de aplicar al ámbito doméstico.
Insisten en la importancia de la motivación de la
empleada, del entorno favorable, etc., a fin de poder obtener los resultados
esperados. No se trata de cumplir normas rígidas sino de
lograr el mejor acople entre la oferta y la demanda.
La empleadora debe definir con claridad sus prioridades
y hacérselas saber a la empleada, y ésta debe
desarrollar al máximo sus capacidades en el marco de la
competencia individual. Cuando la
trabajadora es inmigrante y no conoce las costumbres
españolas es necesario aceptar un período inicial de
ajuste y formación: "El primer día no puedes
bombardearlas… es cuestión de paciencia, educación y estímulo".
S Las "señoras asalariadas" se sitúan
en una posición ambivalente, de doble vínculo: en
cuanto mujeres asalariadas se encuentran en situación
subordinada; en tanto empleadoras de servicio doméstico en
su propio hogar, de dominación. La consciencia de tal
contradicción genera impotencia en las empleadoras que por
momentos se consideran en una situación sin salida:
"cornudas y apaleadas… ser esclavas y tener esclavas". No
obstante formulan el supuesto de que existen intereses comunes
entre ambas partes, puesto que se trata de mujeres que buscan su
autonomía a través del empleo (la empleadora necesita
ayuda externa para no quedar atrapada por la "doble jornada"; la
empleada necesita un trabajo que le permita sobrevivir). La
identidad de género uniría a ambos polos de la
relación laboral: "Las que vienen del extranjero buscan un
hueco en la sociedad, como nosotras… están sacando el
valor que nosotras sacamos
como mujeres hace décadas". Sin embargo, las diferencias
objetivas (económicas) las separan: el mayor poder
adquisitivo de la empleadora la sitúa en posición de
ser servida. A 19 esto se suma la atribución a las
inmigrantes del carácter de "atrasadas" (mujeres no
modernas, con menos necesidades o que están en una etapa de
desarrollo ya superada por las
empleadoras, etc.) que acaba legitimando un trato desigual. Las
diferencias de clase y culturales ponen
límites precisos a las
coincidencias de género.
La encuesta aplicada a las trabajadoras confirma la
existencia de algunos de los rasgos detectados en la
exploración cualitativa. En especial, se comprueba a
través de diversos indicadores la
asimetría presente en casi todas las formas de
gestión del servicio doméstico. Por ejemplo, ante
la eventualidad de un conflicto serio con la parte
empleadora, debido a la comisión de una clara injusticia,
el 60% de las TSD inmigrantes y autóctonas sólo
tiene una alternativa: "dejar el empleo y buscar otro". Es
decir, se reconocen sin capacidad de negociación para hacer valer
su punto de vista en la resolución del conflicto (ya hemos
aludido a que esta circunstancia, cuando no se cuenta con apoyo
comunitario y se tienen necesidades económicas apremiantes,
lleva a una parte de dichas mujeres a trabajar en la industria
del sexo). El 13% de las inmigrantes ni siquiera se plantea
"dejar el empleo" sino que tiene que "aguantarse porque no hay
otra solución"; otro 21% pediría ayuda a terceros para
mediar en el conflicto. Por su parte, un 20% de las empleadas
autóctonas señala que trataría de resolver el
problema hablando directamente con la parte empleadora; es decir,
se siente en posición de fuerza como para afrontar de
forma abierta el conflicto laboral con la parte
empleadora.
En contraposición sólo aparente con el punto
anterior, el 70% de las inmigrantes y el 60% de las
españolas sostienen que sus empleadores les proporcionan
"apoyo afectivo y comprensión" (entre las filipinas y
dominicanas los porcentajes superan el 80%). Esta actitud, tal como hemos visto,
aparece en varios modelos de gestión del servicio
doméstico (el de la señora de la casa, la directiva y
la asalariada), aunque en ocasiones se trata más de una
táctica que de una convicción. La expresión "son
como de la familia" introduce un supuesto
elemento de unión que en realidad marca la distancia real en
relación al verdadero círculo de los parientes. La
encuesta registra también algunas actitudes minoritarias que se
corresponden con el modelo de gestión de las "señoras
empresarias"; en este caso la rigidez en el trato y la
desconfianza tienen como principales destinatarias a las
inmigrantes: "desconfianza o temor (16% las inmigrantes, 8% las
españolas); "insultos y gritos" (10% / 3%); "desprecio o
discriminación" (8% /
3%), y "maltrato físico" (2% / 0%).
Del mismo modo, los signos de diferenciación con
las empleadas se marcan con mucha más nitidez si éstas
son inmigrantes. Así, el 57% de las trabajadoras
extranjeras del tercer mundo viste uniforme, por sólo el 10%
de las españolas; el 60% utiliza cuarto de baño
diferente y comen aparte (por el 14 y 37%, respectivamente, las
españolas); y el 21% entra y sale de la casa por una puerta
de servicio (4% las españolas). Estas diferencias se deben,
en parte, a que las inmigrantes trabajan en mucha mayor
proporción como internas para familias de alto estatus
económico, que cuentan con las condiciones materiales necesarias para
ello.
Las contradicciones presentes en el modelo de
gestión de las "señoras asalariadas" muestra las
dificultades que existen para construir una relación laboral
no discriminatoria en este sector. El interrogante de fondo es si
el mantenimiento del papel de
"servidor" doméstico
contribuye a configurar, cultural e ideológicamente, una
sociedad de no?iguales, proceso que se encuentra reforzado
actualmente por el origen extranjero ?del tercer 20 mundo? de una
parte importante de la mano de obra ocupada en dichas tareas.
Para encontrar alternativas globales a este problema particular,
sería necesario replantear una articulación equilibrada
y no discriminatoria entre el trabajo recíproco, el
mercantil y el redistributivo, lo que implicaría, entre
otras cosas, compartir todas y todos en mayor medida los diversos
tipos de intercambio, sin desplazar a "otros" los trabajos
costosos o menos valorados que nos corresponden. No obstante,
aunque el peso principal del trabajo doméstico debería
ser soportado por sus directos beneficiarios, en ocasiones
sería preciso recurrir a trabajadores asalariados; en tales
casos habría que establecer una ruptura con la relación
"servidor?servido" y situarla en un plano simétrico como
prestación de servicios a hogares, en condiciones de
igualdad de derechos y deberes
con el resto de los trabajadores.
Para ello, entre otros obstáculos a superar,
habría que cuestionar la privacidad e inviolabilidad del
hogar ?en tanto ámbito de relaciones laborales? a fin de
allanar el camino a un reconocimiento pleno del carácter
laboral y público del empleo doméstico; y
convendría también asegurar la supervisión de la comunidad
autoorganizada ?de los agentes sociales implicados, en especial
los representantes de las trabajadoras?, sin limitarse al control
burocrático del aparato estatal.
Asalariadas en los sectores de limpieza,
hostelería y oficinas
Sobre la base de unas condiciones de trabajo pactadas
con la empresa ?mediante contrato escrito o acuerdo
verbal? se producen a veces conflictos laborales graves
que van más allá de los roces cotidianos en el centro
de trabajo Además, las trabajadoras pueden ser objeto de un
trato discriminatorio en función de su origen nacional o su
pertenencia étnica. Estos problemas son
sintomáticos de la dinámica de los mercados de trabajo
y la forma de abordarlos refleja las posiciones de fuerza de los
agentes implicados.
La mayoría de las trabajadoras (el 89% de las
inmigrantes y el 84% de las españolas) no ha tenido
conflictos graves en sus empresas. Sin embargo, existe una
minoría ?entre el 10 y el 20% según las nacionalidades?
que sí los ha tenido. El tipo de problemas más
habitual, lo mismo para inmigrantes que para españolas, es
haber sufrido condiciones de trabajo injustas, lo que
remite a enfrentamientos con los empleadores por el
incumplimiento de las condiciones pactadas o por un trato
discriminatorio. A continuación, aparece el problema de
los papeles (contratos, etc.), que es el
más frecuente para las inmigrantes en el sector de limpiezas
y para las españolas en hostelería. Otros conflictos
que aparecen esporádicamente en ambos colectivos son el
despido improcedente y el retraso en percibir el
salario.
De las trabajadoras con conflictos, muchas no
consiguieron resolverlos satisfactoriamente, por lo que tuvieron
que "aguantarse" o abandonar el empleo, situación más
frecuente entre las inmigrantes (65%) que entre las
autóctonas (50%). En el caso de las foráneas, alrededor
de un 40% no encontró ningún apoyo para defenderse, lo
que explica en parte su dificultad para resolverlos. A ello hay
que unir la discriminación que
padecen en algunas empresas por el hecho de ser extranjeras; esta
discriminación es más habitual en los sectores de
limpiezas y hostelería que en oficinas (donde tres de cada
cuatro mujeres encuestadas señala que no perciben un trato
discriminatorio). Se da la circunstancia de que las valoraciones
suelen ser mejores en las empresas donde conviven trabajadoras de
distintas nacionalidades que en las de tipo "monoétnico"
(sólo inmigrantes o sólo autóctonas), lo que
indica que en estos casos es mayor el prejuicio que las
prácticas discriminatorias.
El colectivo que se siente más discriminado es el
marroquí, sobre todo en hostelería donde el 56% trabaja
"en la trastienda", es decir, sin contacto directo con el
público (21% las españolas); asimismo la mitad de las
trabajadoras filipinas y en torno a la cuarta parte de las
marroquíes y peruanas se quejan de que no son promocionadas
en el trabajo de acuerdo con sus méritos. En las empresas de
limpiezas la cuarta parte de las inmigrantes señala que sus
jefes o encargados les regañan con frecuencia,
proporción que es del 14% entre las españolas. Sin
embargo, en oficinas se sienten más cuestionadas las
españolas (24%) que las inmigrantes (19%). Sorprende
comprobar que las quejas de los jefes se dirigen más a las
trabajadoras con contratos en regla que a las irregulares, lo que
se puede deber a que éstas se ven obligadas a plegarse
sumisamente a las órdenes que reciben ya que no se
encuentran amparadas por los derechos laborales y se las puede
despedir inmediatamente, es decir, tienen menos poder de
negociación.
La conflictividad laboral es menor en las empresas
pequeñas, sin embargo, la proporción de problemas
resueltos satisfactoriamente es mucho mayor en las grandes ?donde
la presencia sindical es mayor?. Así, en el sector de
oficinas sólo resolvió satisfactoriamente sus
conflictos el 27% de las trabajadoras que estaban en empresas con
menos de 10 empleados (donde ninguna de la afectadas estaba
sindicada), mientras lo consiguió el 49% en las empresas
medianas?grandes (donde estaban afiliadas a sindicatos hasta el 27%). Una
explicación para el hecho de que las españolas
resuelvan sus conflictos en mayor proporción que las
inmigrantes es que aquellas están sindicadas en una
proporción mucho mayor en limpiezas y oficinas (18%, frente
a un 4% las extranjeras); en cambio, en hostelería el grado
de afiliación de las inmigrantes (6%) es más elevado
que el de sus compañeras de trabajo autóctonas
(3%).
? Trabajadoras por cuenta
propia
Las empresarias y las trabajadoras autónomas
presentan problemas laborales de naturaleza diversa que en los
casos anteriores. Por un lado, las dificultades pueden surgir con
sus principales interlocutores, que son las entidades financieras
y los clientes; por otro, aquellas
empresarias que tienen asalariados a su cargo pueden llegar a
tener conflictos con ellos. En general, los resultados de nuestro
trabajo indican que en torno a una tercera parte de las
inmigrantes que trabajan por cuenta propia han tenido problemas
de financiación y de comercialización y que la
quinta parte de quienes tienen asalariados ha tenido problemas
laborales con ellos.
Los problemas de financiación han sido más
frecuentes (47%) para poder ejercer una profesión liberal de
forma independiente, ya sea como abogadas, psicólogas,
artistas, odontólogas, etc. También han tenido
problemas financieros las propietarias de comercios (31%) y un
sector menor en hostelería (23%). En cuanto a
comercialización, han tenido más dificultades las
comerciantes (37%) y las profesionales independientes (32%),
siendo las propietarias de hostelería las menos afectada
(18%). Por último, los conflictos laborales han aparecido
con más frecuencia en el sector comercial (20%) que en la
hostelería (11%).
Para abordar los problemas de sus negocios las trabajadoras
inmigrantes por cuenta propia se valen sobre todo de las redes
informales de amigos o familiares a las que recurrieron en
más de la mitad de los casos. Los siguientes apoyos vinieron
de instituciones de crédito, fundamentalmente
para problemas financieros, y de abogados 22 privados. Sin
embargo, en muy pocos casos recurrieron a organizaciones de empresarios,
cámaras de comercio o colegios
profesionales, pese a tener un elevado índice de
afiliación a estas instituciones.
? Trabajadoras de la industria del
sexo
En contra del tópico esencialista y simplificador
que identifica "la prostitución" como un mero intercambio
sexo?dinero, el sector de la industria del sexo presenta
una amplísima gama de relaciones laborales y de situaciones
mixtas, hasta el punto de que algunas de las categorías
clásicas para estudiar los mercados de trabajo quedan
parcialmente desbordadas y es necesario matizarlas en muchos
sentidos. Así, la persona que trabaja en la calle ?
figura tradicional que suele concitar todas las miradas? puede o
no tener acuerdos u obligaciones con un protector,
con un novio, con un proxeneta o con sus propias
colegas.
La persona que contesta llamadas telefónicas
eróticas puede trabajar en un lugar bajo un jefe o no.
La trabajadora independiente que hace contratos orales con
dueños de clubes puede o no tener deudas o sentir
obligaciones con ellos o con otras personas que les han
facilitado los contactos. Alguien que monta su propio negocio con
un teléfono y un anuncio
puede o no participar en un servicio de acompañantes de la
guía telefónica o de Internet. Bailarinas y modelos, tanto
en clubes como en sitios webs, viven una gama muy diversa de
condiciones laborales. Las trabajadoras pueden montar un negocio
en el que emplean a otras y donde trabajan ellas mismas o
no.
En cuanto al destinatario de los servicios (el
cliente), se puede pensar que la relación clave se
sitúa entre él y la trabajadora. Pero, de igual manera
que sucede en el servicio doméstico, para muchas inmigrantes
su situación de irregularidad ("sin papeles") es
todavía más importante. Según su propio discurso,
es clave para ellas moverse libremente en su trabajo y de trabajo
en trabajo; por eso, cuando se quejan de alguien, suele ser en
primer lugar de la policía, y ello ocurre en todos
los lugares del mundo, ya que esa entidad es la encargada de
reprimir el mercado en el que intentan desempeñar su
trabajo. Por eso, la meta de obtener "los papeles",
como condición para vivir y moverse libremente en Europa, es tan importante para
estas trabajadoras, tanto si quieren quedarse en la industria del
sexo como si no. De modo parecido, esta ocupación se ve
intervenida por otros agentes sociales que pretenden ayudar a
mujeres "marginadas"; sin embargo, cuando tales agentes
quieren "rescatar" o "reinsertar" a dichas trabajadoras aparece
una incoherencia, ya que difícilmente puede haber
reinserción si no hubo previamente "inserción" ?tal
como les ocurre a la mayoría de inmigrantes del tercer
mundo?. La política de control de fronteras y de
restricción de las migraciones procedentes de países
pobres entra en conflicto con una fuerte demanda de servicios
personales de todo tipo (domésticos y de cuidados, afectivos
y sexuales, etc.) que tiene su origen en las sociedades más
desarrolladas. La tendencia de los medios de
comunicación, sin embargo, es no tener en cuenta esta
demanda ?elemento esencial de los flujos? e insistir
obsesivamente en las mafias que violentan, extorsionan y trafican
con "pobres" mujeres, rememorando el pánico moral que recorrió el
viejo mundo a finales del siglo XIX con el tema de la "trata de
blancas".
En los actuales debates sobre la prostitución
está cobrando fuerza la propuesta de reconocerla en todas
sus formas como un trabajo. Desde proyectos de acercamiento a
personas de la calle hasta la Oficina Internacional del
Trabajo, se destaca que reconocer esta ocupación como un
trabajo es la única forma de proteger a sus trabajadores.
Así, 23 dejando a un lado enfoques moralistas que sólo
contribuyen a estigmatizar y sumergir la actividad, los
trabajadores podrían recibir las protecciones normales y
básicas de que gozan los demás trabajadores (Seguridad
Social, derecho de quejarse de abusos, poder trabajar sin que se
pongan "multas" indebidas, control de horarios y días
libres, etc.). A partir de un estatuto normalizado de
trabajadores, estas personas quedarían protegidas del
chantaje policial y de las extorsiones de agentes/proxenetas y
podrían enfrentarse en mejores condiciones a la mucha
violencia, tanto física como mental, que hoy
reciben.
4. Algunas claves para
entender la inserción laboral de las mujeres
migrantes
De entrada, las estadísticas laborales no reflejan
adecuadamente la presencia de las trabajadoras procedentes de
países del tercer mundo. Las cifras de Permisos de Trabajo
se refieren sólo a las no comunitarias que están
adscriptas al Régimen General de extranjería (excluyen
a las irregulares pero también a las de Régimen
Comunitario); las de la Encuesta de Población Activa se
refieren, en principio, tanto a ocupadas como a paradas,
independientemente de su situación administrativa, pero su
cobertura es manifiestamente insuficiente; las altas laborales en
la Seguridad Social no incluyen a las irregulares pero tampoco a
las nacionalizadas ni a las desocupadas. Además, los empleos
retribuidos monetariamente son sólo una parte del trabajo
desplegado por las mujeres, que se manifiesta también en los
intercambios recíproco y redistributivo de bienes y servicios de todo
tipo en las esferas doméstica y comunitaria. Estas formas de
intercambio, lo mismo que la mercantil, no se producen en un
espacio neutro entre individuos libres y autónomos, como
pretende la economía neoclásica, sino que están
previamente condicionadas por las relaciones de poder existentes
entre los grupos sociales, marcados
éstos por determinadas diferencias que les proporcionan
identidad social y les posicionan a unos respecto de los
otros.
En nuestro caso, son las diferencias de género,
nacionalidad y clase las que aparecen como más decisivas
para explicar las modalidades de inserción laboral. Tales
marcas de identidad se
inscriben en unas relaciones de poder asimétricas en las que
las mujeres inmigrantes se sitúan generalmente como el polo
dominado. Así, en cuanto mujeres tienen que sufrir
y/o enfrentarse a la lógica del patriarcado,
presente en sus culturas de origen y en la sociedad
española; en cuanto inmigrantes del tercer mundo
padecen y/o se enfrentan a las barreras jurídicas de la
política de inmigración española y a los
prejuicios ideológicos de la opinión pública con
respecto a las personas de otras nacionalidades; y en cuanto
trabajadoras parten de diversas posiciones
socioeconómicas, que explican una inserción plural en
los mercados de trabajo españoles, si bien prevalece, como
veremos, una ubicación mayoritaria en empleos precarios y
marginales, sobre todo en la etapa inicial de la inmigración
en que el 81% de las mujeres estudiadas se vio obligado a
trabajar "sin papeles"12.
Existen otras diferencias generadoras de
discriminación, como el fenotipo (rasgos étnicos
diferenciados: color de la piel, forma de los ojos, etc.)
y la cultura, entendida ésta en diversos sentidos
(costumbres, religión, etc.; nivel de formación
y cualificación 24 profesional). Cualquiera de estas
diferencias ?y otras que se podrían añadir? no implica
necesariamente confrontación entre polos opuestos (por
ejemplo, entre géneros, diferencias étnicas o religiones); más bien, tales
diferencias pueden ser vividas como complementarias y dar lugar a
formas enriquecedoras de interculturalidad y mestizaje. Conviene
destacar también que las diversas claves interpretativas
(clase, género, nación?estado, cultura y rasgos
étnicos) no actúan en paralelo sino que están
imbricadas unas con otras, dando lugar a posiciones mixtas y
complejas. Por tanto, no existe una lectura simple ni un factor
explicativo unívoco para entender las posiciones de las
inmigrantes en la estructura socioeconómica española
(algunas situaciones se explican por un factor, otras por otro,
etc.).
La confrontación de intereses entre grupos sociales
tiene un carácter dialéctico y presenta siempre
márgenes de elasticidad. En el sondeo
cualitativo que hemos realizado con mujeres inmigrantes, hemos
detectado que la mayoría se sitúa a la defensiva
y tiende a circunscribir el proyecto migratorio en
términos económicos, de rentabilidad y ahorro; en su opinión, la
sociedad española no reconoce sus capacidades, las relega a
trabajos subordinados y les niega una inserción social en
términos de ciudadanía plena. Sin embargo, la
experiencia de otro sector de trabajadoras inmigrantes,
minoritario en la actualidad, supone un notable esfuerzo por
revertir las relaciones de poder entre géneros,
naciones, clases, etnias y culturas, y dar paso a nuevas formas
de intercambio positivo o, al menos, de respeto mutuo entre los
agentes implicados.
*Artículo?ARXIUS.
1. Colectivo Ioé es un equipo de investigación
sociológica especializado en temas de migración lo componen Carlos
Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de Prada. Contactos: C.
Luna, 11, 1º Dcha. 28004 Madrid. Tfn. 91 531 01 23
E?mail: ioe[arroba]nodo50.org
y www.nodo50.org/ioe/
2. COLECTIVO IOE, Mujer, inmigración y
trabajo, IMSERSO, Madrid (en prensa).
3. Aunque una parte de las residentes comunitarias son
ancianas que ya se han retirado de la vida activa, alrededor de
la tercera parte de trabajadoras extranjeras en situación
regular procede de países de la Unión
Europea.
4. Ver IZQUIERDO, A., La inmigración
inesperada, Trotta, Madrid, 1996.
5. OBSERVATORIO PERMANENTE DE LA INMIGRACIÓN,
Indicadores de la inmigración y el asilo en
España, Nº 10, IMSERSO, Madrid, julio
2000.
6. A estas trabajadoras sin Seguridad Social pero con
permiso de trabajo hay que añadir las que no tienen ni una
cosa ni otra, tal como veremos en los cinco principales segmentos
laborales encuestados por nosotros.
7. Utilizamos la EPA en este caso y no las altas de
Seguridad Social, como referente general, ya que dicha fuente
recoge con mayor fidelidad la extensión real del mercado de
trabajo español, incluyendo a muchos irregulares (en
especial en el caso del servicio doméstico).
8. Excluimos de este grupo a las empleadas de hogar que
cotizan "por cuenta propia", a las que clasificamos en el mismo
segmento que las empleadas de hogar por cuenta ajena.
9. El lector interesado puede remitirse al texto completo de la
investigación que verá la luz, posiblemente, al tiempo
que este artículo. Ver, COLECTIVO IOÉ, Mujer
inmigración y trabajo IMSERSO, MINISTERIO DE TRABAJO Y
ASUNTOS SOCIALES, Madrid, 2001.
10. La situación afectaría de forma especial a
las mujeres marroquíes (50,7%) y del resto de África
(41,6%). Sin embargo, en cuanto a la diferencia entre sexos,
habría más paro femenino que masculino entre
marroquíes y europeos no comunitarios; en cambio, el
desempleo masculino sería mayor en los demás
colectivos. Ver INE, EPA. Encuesta de Migraciones 1998,
Madrid, 1999.
11. Sólo en las cinco ocupaciones que han sido
objeto de estudios monográficos hemos detectado 33.000
trabajadoras en situación irregular, a las que habría
que añadir las que en ese momento se encontraban en paro
además de las irregulares y paradas de otras ocupaciones. El
incluir a las desempleadas coyunturales en el cómputo
general de trabajadoras precarias se debe a que, desde una
perspectiva dinámica de los mercados de trabajo, ambos
conjuntos se refieren a las
mismas personas.
12. Si no se indica otra fuente, los datos recogidos en
este capítulo se han obtenido a partir de las cinco
encuestas aplicadas por nosotros a trabajadoras inmigrantes del
tercer mundo, ponderando los resultados en función de su
peso en el mercado de trabajo. Los cinco segmentos estudiados
(muestra agregada de 1.579 casos) representan el 81% del total de
mujeres inmigrantes con alta en la Seguridad Social.
Colectivo Ioe
Equipo de investigación
sociológica ubicado en Madrid y compuesto por Carlos Pereda,
Walter Actis y Miguel Ángel de Prada.
URL: http://www.nodo50.org/ioe/
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