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Mujeres extranjeras en el mercado de trabajo español




Enviado por Colectivo Ioé



Monografía destacada

    Colectivo Ioé1

     

     

    Presentación

    El presente artículo pretende presentar una
    panorámica general de la presencia de las mujeres
    inmigrantes en el mercado de trabajo español y transmitir algunos
    resultados del trabajo realizado por Colectivo Ioé para el
    IMSERSO sobre la inserción laboral de mujeres inmigrantes
    procedentes del tercer mundo en España2. Nuestro
    objetivo es animar a los
    posibles lectores de estas páginas a abrirse a las
    perspectivas que ofrece esta temática y a continuar
    reflexionando sobre la misma.

    En primer lugar, se describe el contexto de la presencia
    de mujeres inmigrantes en España, cualquiera sea su
    condición de edad y vinculación con el trabajo. Por ello
    comenzaremos analizando las características del conjunto de
    residentes extranjeros, comparando a grandes rasgos la
    situación de hombres y mujeres. Por otro lado, aunque la
    investigación realizada
    se refiere a la situación de las inmigrantes de procedencia
    extracomunitaria, a nuestro entender es preciso también
    ofrecer un panorama de la presencia de todas las mujeres
    extranjeras en la sociedad española,
    particularmente en el mundo laboral. En la segunda parte,
    destacaremos algunos resultados de la investigación
    realizada en seis sectores de actividad en los que se
    desempeñan más de cuatro de cada cinco mujeres
    inmigrantes procedentes del tercer mundo en
    España.

     

    1. Una visión de
    conjunto de los inmigrantes extranjeros en
    España.

    Hasta la fecha han existido serias dificultades para
    analizar la situación de la inmigración extranjera en
    España desde la perspectiva de género a partir de fuentes estadísticas oficiales.
    Sólo dos de las existentes estarían en condiciones de
    reflejar la situación del conjunto de dichas mujeres:
    la Estadística de Residentes Extranjeros, elaborada
    por la Comisaría General de Documentación del
    Ministerio del Interior, y los Censos de Población,
    realizados por el Instituto Nacional de Estadística. Ambas
    fuentes tienen, sin embargo, lagunas de importancia tal como
    hemos señalado en diversos lugares.

    ? Evolución
    reciente

    El conjunto de los residentes extranjeros, hombres y
    mujeres de todas las nacionalidades, 2 ha experimentado un
    importante crecimiento durante el cuarto de siglo pasado, que se
    ha acelerado de forma importante en el último quinquenio:
    entre 1975 y 1985 se registró un incremento moderado, con
    una media anual del 2,2%; entre 1985 y 1991, período
    comprendido entre la aprobación de la primera "Ley de Extranjería" y la
    regularización de 1991, el crecimiento medio de la población extranjera fue
    de un 7% anual; desde 1992 el número de extranjeros crece
    más aceleradamente, superando el 10% anual. Además, a
    partir de 1992 se incrementa más rápidamente el
    número de residentes "tercer mundo" (214% en el período
    1992?2000) que el de los países del "primer mundo" (60%).
    Como resultado de esta evolución de los flujos migratorios, los
    residentes originarios de países del "sur" pasaron de
    representar el 44,7% del total en 1992, al 52,9% en 1997 hasta
    alcanzar el 61,6% en 2000.

    En cuanto a la población femenina, entre 1992 y
    2000 su crecimiento ha sido del 124%, pasando de 181.882 a
    477.165; mientras tanto los residentes de sexo masculino experimentaron
    un incremento algo mayor (ver Tabla 1). Si nos centramos en el
    período 1992?2000, el de mayor crecimiento de población
    extranjera en los últimos veinticinco años, se nutre
    crecientemente de flujos procedentes de países del llamado
    "tercer mundo"; estos tienen una importante componente femenina,
    que procede especialmente de países africanos y
    latinoamericanos
    .

     

     

    Una perspectiva cercana a la dinámica actual la
    obtenemos analizando la evolución registrada entre 1997 y
    2000: los mayores porcentajes de crecimiento corresponden a las
    mujeres ecuatorianas, seguidas por rumanas, colombianas,
    búlgaras y argelinas; más atrás ? duplicando la
    media de incremento del conjunto de mujeres residentes? aparecen
    chinas, marroquíes, cubanas, rusas y gambianas. Comparando
    los subperíodos 1992?97 y 1997? 2000 se constata que durante
    este último quinquenio las tasas de incremento anual son
    mayores en el caso de rumanas, búlgaras, mejicanas,
    colombianas, ecuatorianas, brasileñas y ecuatoguineanas; en
    cambio, ha disminuido el ritmo
    de entradas de mujeres dominicanas, peruanas, marroquíes y
    cubanas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que algunos
    colectivos se establecieron en número importante antes de
    1992, y continuaron llegando con posterioridad, aunque a menor
    ritmo que el de las nacionalidades anteriormente mencionadas.
    Debido a ello, el número total de mujeres residentes
    indica que la primera nacionalidad es Marruecos,
    pero a continuación aparecen otras tres que pertenecen a la
    Unión Europea: Gran
    Bretaña, Alemania, y Francia; les siguen las
    oriundas de República Dominicana y Portugal. Como resultado
    de estos flujos, en la situación actual entre las seis
    principales nacionalidades cuatro corresponden a países
    comunitarios, que reúnen al 26% del total de mujeres
    extranjeras con permiso de residencia en España.

    3 Incluyendo a los tres grupos que aparecen a
    continuación (italianas, holandesas y belgas) suman un
    tercio del total. No obstante su importancia numérica,
    sólo los flujos procedentes de Finlandia e Italia han crecido por encima de
    la media en el período 1992?2000. Por tanto, aunque la
    entrada de mujeres procedentes de países de la Unión
    Europea continúa produciéndose, su ritmo de incremento
    es menor que el de las no comunitarias.
    De continuar esta
    tendencia, en los próximos años nos encontraremos con
    un volumen mayor de mujeres de
    origen comunitario, pero su importancia relativa irá
    disminuyendo respecto a la del resto de las extranjeras. No
    obstante, en el corto plazo, seguirán siendo un porcentaje
    muy importante de las mujeres de nacionalidad no
    española.

    ? Principales nacionalidades y composición
    por sexo

    La comparación con los residentes de sexo masculino
    permite conocer en qué medida los flujos migratorios
    femeninos están "acompañados" por varones del mismo
    origen, y detectar el predominio de sexo en cada una de las
    nacionalidades radicadas en España. Como hemos
    señalado, las principales nacionalidades entre las mujeres
    son Marruecos, seguida por tres países comunitarios: Reino
    Unido, Alemania y Francia, les siguen República Dominicana,
    Portugal, Ecuador, Colombia, Perú, China, Cuba y Filipinas. En cambio,
    en el caso de los varones existe un claro predominio de los
    originarios de Marruecos pero a continuación aparecen cinco
    nacionalidades de la UE (Reino Unido, Alemania, Portugal, Francia
    e Italia), seguidas por China, Ecuador, Argelia, Perú y
    Senegal.

    Más allá de la importancia cuantitativa de las
    distintas nacionalidades, a la hora de analizar la situación
    de la inmigración femenina tienen especial importancia las
    proporciones entre hombres y mujeres de la misma procedencia. Es
    obvio que la situación no es la misma cuando las mujeres son
    una minoría respecto a los varones de su mismo origen que
    cuando estos son un grupo reducido: en cada uno de
    estos casos las relaciones de género, las estrategias de vida cotidiana, de
    reproducción familiar y
    de inserción laboral adquieren características
    diversas. En el conjunto de los residentes las mujeres
    representan el 48%, pero algunos colectivos superan largamente
    dicho porcentaje. Los casos más destacados de predominio
    femenino son los de República Dominicana, Colombia y
    Brasil (más del 70%),
    seguidos por Guinea Ecuatorial, Ecuador, Méjico, Perú,
    Filipinas, Cuba y Rusia (por encima del 60%).
    Otras nacionalidades con mayoría femenina (más del 55%
    y el 64%) son Venezuela y Suecia. En la
    situación contraria, con predominio claro de hombres,
    destacan los casos de Senegal, Pakistán y Argelia (alrededor
    del 80%), Nigeria (76%), Gambia, Marruecos e Italia (en torno al 65%).

    Por tanto, si analizamos las diez nacionalidades
    más numerosas de mujeres residentes, observamos que existen
    situaciones muy diversas en función de la relación
    entre sexos.

    Por ejemplo, la principal colonia de mujeres procede de
    Marruecos, pero este grupo representa poco más de la tercera
    parte de la inmigración marroquí. En cambio,
    británicas, alemanas y francesas son mayoría, aunque
    exigua, respecto a los hombres de su misma nacionalidad, mientras
    que las portuguesas son minoritarias. Dominicanas, peruanas y
    filipinas configuran una emigración de amplia mayoría
    femenina mientras que chinas e italianas llegan en menor
    proporción que los varones del mismo país.

    El conjunto de las mujeres extranjeras con permiso de
    residencia a finales de 2000 supone el 2% de la población
    femenina que vive en España, tomando como referencia las
    cifras totales del Padrón de 1998. Esta media es superada en
    doce provincias, la más destacada es 4 Baleares, Girona y
    Melilla donde algo más de 5 de cada cien mujeres son de
    nacionalidad no española. Le siguen Las Palmas, Málaga
    y Tenerife (más del 4%), Alicante, Madrid y Almería (algo
    más del 3%), Barcelona, Tarragona y Ceuta (2% o más).
    Por tanto, la mayor incidencia demográfica de las mujeres
    inmigradas se produce en las provincias insulares y en algunas de
    la costa mediterránea. Precisamente, en varias de estas
    zonas es donde se aprecia una fuerte implantación de mujeres
    del "primer mundo": en Alicante y Baleares el 80% de las
    extranjeras procede de dichos países, en Tenerife y
    Málaga el 73% y en Las Palmas el 64%. En cambio, en las
    demás provincias mencionadas predominan las mujeres del
    "tercer mundo", levemente como en Tarragona y Almería (53%)
    o de forma más notoria como en Madrid, Barcelona (algo
    más del 70%) y Melilla (el 95%).

    Si observamos la incidencia que tienen las inmigrantes
    del primer y tercer mundo respecto a la población femenina
    de cada una de las provincias españolas, las primeras tienen
    especial significación en Baleares (4,5 de cada cien mujeres
    es de un país más rico que España), Málaga,
    Tenerife, Alicante y Las Palmas. En cambio, las extranjeras
    procedentes de los países de la periferia del sistema económico mundial
    tienen mayor incidencia sobre la población femenina en
    Melilla, Gerona, Madrid, Ceuta, Almería, Barcelona y Las
    Palmas.

    ? Régimen jurídico de
    residencia

    En el contexto de la adhesión de España a la
    U.E, la administración
    española ha desarrollado dos regímenes diferenciados
    para la tramitación de permisos de residencia.

    Por un lado el Régimen General, marcado por
    criterios restrictivos inspirados en el convenio de Schengen. Por
    otro, el Régimen Comunitario, que exime de la necesidad de
    contar con permiso de trabajo, que se aplica a todos los
    ciudadanos de países de la Unión Europea o del Espacio
    Económico Europeo (Noruega, Islandia y Liechtenstein) pero
    también a los familiares directos de estos o de ciudadanos
    españoles. Por tanto, todas las residentes originarias de
    países la U.E. o del E.E.E. tienen acceso directo a este
    régimen.

    Pero, además, lo tienen aquellas mujeres
    procedentes de "países terceros" que tienen vínculos
    familiares directos (cónyuges, hijas, madres) con personas
    que ostentan la "ciudadanía europea". Esta
    circunstancia otorga importancia tanto a los llamados matrimonios
    mixtos (en nuestro caso, entre europeos y no europeas)
    como a la posibilidad que tienen los inmigrantes de terceros
    países que adoptan la nacionalidad española para
    reunificarse con familiares directos a través de esta
    vía.

    Por tanto, es importante conocer cuáles son las
    mujeres de nacionalidad no comunitaria que cuentan con permisos
    expedidos bajo el Régimen Comunitario, puesto que éstas
    gozan de mayor estabilidad jurídica que sus connacionales
    adscritas al Régimen General. Los datos correspondientes a finales
    de 2000 muestran que las más beneficiadas son algunas
    nacionalidades latinoamericanas. Los mayores porcentajes de
    mujeres con permisos del Régimen Comunitario se registran
    entre las cubanas y venezolanas (en torno al 70%), seguidas por
    las brasileñas, argentinas, mejicanas, uruguayas y
    estadounidenses. Por el contrario, son escasas las mujeres
    africanas (gambianas, senegalesas, caboverdianas,
    marroquíes, argelinas), asiáticas (chinas, filipinas) o
    europeas del Este (rumanas, polacas, búlgaras) que acceden a
    dicho estatus, al igual que algunas latinoamericanas de más
    reciente inmigración (ecuatorianas, peruanas). Estas
    diferencias son un indicador relativo del grado de
    implantación de las distintas redes migratorias en la sociedad
    española, pues puede suponerse que a mayor arraigo existen
    más posibilidades de entablar vínculos familiares con
    autóctonos u otros europeos, o bien de acceder a la
    nacionalidad española.

    5 Tales vínculos tienen relación con la
    antigüedad de los flujos migratorios pero no de forma
    directa, pues parece evidente que los factores culturales y la
    política inmigratoria juegan
    aquí un papel importante. Los grupos que, por propia
    iniciativa o por rechazo de los autóctonos, mantienen pautas
    de relación principalmente "endogámicas" y/o encuentran
    mayores dificultades para obtener la nacionalidad española
    se ven abocados al Régimen General, sea cual sea su
    antigüedad como residentes en España.

    La comparación entre residentes de ambos sexos
    muestra que las mujeres
    tienen más facilidad que los varones para acceder al
    Régimen Comunitario
    . Por nacionalidades, las mayores
    diferencias se observan entre los inmigrantes llegados de Cuba,
    Brasil y Rusia. Pero también existen excepciones, en las que
    son los hombres los que tienen más acceso al Régimen
    Comunitario: se trata de los nacionales de República
    Dominicana y Filipinas. A falta de datos más precisos no
    cabe una explicación única de estas diferencias. Como
    hipótesis, puede
    suponerse que las mujeres del primer grupo, pertenecientes a
    colectivos no demasiado numerosos y de reciente implantación
    en el país, desarrollan estrategias matrimoniales con
    varones españoles; cuando la relación se formaliza
    mediante el matrimonio, la mujer pasa al Régimen
    Comunitario. Aunque en el segundo grupo también se registra
    dicha estrategia, una parte
    significativa de las mujeres ha accedido ya a la nacionalidad
    española; este segmento, por un lado, desaparece de la
    estadística de residentes y, por otro, desarrolla un
    importante proceso de reagrupación
    familiar, mediante el que buena parte de sus hijos, maridos o
    padres llegan a España en tanto familiares de ciudadanas
    españolas. Estas y otras hipótesis sólo podrán
    contrastarse cuando se disponga de datos suficientes referidos a
    los matrimonios entre mujeres inmigrantes y españoles, y
    cuando se conozcan las cifras de nacionalizaciones en
    función del sexo de los extranjeros.

     

    2. Mujeres inmigrantes en las
    estadísticas laborales.

    ? Evolución de la inmigración laboral
    femenina

    Después de un período de investigación
    inicial, empieza a estar claro que las estadísticas
    oficiales, hasta ahora disponibles, no permiten un conocimiento suficientemente
    matizado y preciso de la actividad laboral de los extranjeros
    afincados en España. La Estadística de Permisos de
    Trabajo ha sido hasta ahora la fuente más utilizada y
    fiable, aunque referida sólo a los extranjeros adscritos al
    Régimen General. Según ésta, el número total
    de mujeres no comunitarias con permiso de trabajo se
    incrementó desde 40.112 en 1992 a 69.756 en 1998; este
    crecimiento absoluto supuso además que las mujeres pasaran
    de representar el 29% del total de extranjeros, en 1992, con
    permiso laboral a suponer un 37% seis años más tarde.
    Así pues, la emigración laboral femenina ?al menos
    la no comunitaria que goza de estatus jurídico regular? ha
    crecido más que la masculina
    durante el último
    lustro. Por tanto, desde el punto de vista de las tendencias
    migratorias, parece obvia la importancia de la inmigración
    laboral femenina.

    La misma fuente nos indica que la composición
    nacional de la inmigración laboral femenina es variada y,
    además, está cambiando de forma importante
    . En
    cuanto a su número, existen tres grupos principales de
    mujeres con permiso de trabajo: marroquíes, dominicanas y
    peruanas (con más de 10.000 efectivos cada uno); siguen
    otras cuatro nacionalidades (filipinas, ecuatorianas, chinas y
    colombianas) que reúnen entre tres y cinco mil mujeres.
    Sólo otros cinco países aportan más de mil mujeres
    y una cifra similar supera las quinientas trabajadoras. Respecto
    a las tendencias, se observa que durante el período
    1992?1998 se ha producido un crecimiento muy importante de las
    trabajadoras ecuatorianas, rumanas, cubanas y búlgaras,
    aunque todas ellas partían de niveles muy bajos. En cuanto a
    las nacionalidades más numerosas los principales incrementos
    corresponden a peruanas, dominicanas y chinas. También
    crecieron por encima de la media colombianas y polacas. En
    cambio, se observa una disminución de las trabajadoras
    argentinas, estadounidenses, chilenas y caboverdianas, en parte
    debido al efecto estadístico de desaparición de las que
    acceden a la nacionalidad española.

    Según estos datos parece claro que los principales
    flujos laborales de inmigración femenina proceden
    actualmente de algunos países latinoamericanos (Perú,
    República Dominicana, Ecuador, Colombia), acompañadas
    por marroquíes, chinas y polacas. Sin embargo, la
    estadística de permisos de trabajo ofrece una imagen distorsionada de la
    inserción laboral de las mujeres extranjeras
    . Por
    definición esta fuente sólo incluye a las mujeres
    residentes incluidas en el Régimen General; por tanto, deja
    de lado a todas las extranjeras procedentes de países del
    Espacio Económico Europeo y a un segmento importante de las
    no?comunitarias que, según vimos, gozan del Régimen
    comunitario. En suma, el régimen administrativo recorta
    el universo de mujeres que
    necesitan un permiso de trabajo para desarrollar su actividad
    económica en España. Utilizando los datos de mujeres
    residentes con 16 o más años (es decir, las que
    están en edad laboral) se observa que sólo 120.000
    pertenecen al Régimen General; de ellas, casi 70.000 poseen
    permiso de trabajo, lo que equivale a una tasa de actividad de
    57,5%. Sin embargo, otras 180.000 (el 60% del total) pertenecen
    al Régimen Comunitario y, por tanto, no necesitan permiso de
    trabajo. En otras palabras: la mayoría de mujeres en edad
    laboral puede estar trabajando en situación regular pero
    queda fuera del control de las estadísticas
    del Ministerio de Trabajo
    .

    Para paliar estas deficiencias se hace necesario
    recurrir a otras fuentes de
    información.

    Una de las posibilidades es utilizar la Encuesta de Migraciones de la
    EPA que pretenden incluir a toda la mano de obra extranjera,
    incluyendo a la que procede de países comunitarios.
    Lamentablemente, como reconoce el propio organismo responsable
    hasta la fecha la EPA no cubre suficientemente sus objetivos respecto a esta
    población, por lo que no resulta útil para nuestros
    propósitos. Otra fuente estadística de carácter oficial procede
    del sistema de Seguridad Social, y da cuenta
    de las personas extranjeras que están de alta por motivos
    laborales en alguno de sus regímenes (General, de
    Autónomos, de Empleados de Hogar, Agrario, del Mar y de la
    Minería del Carbón).
    Debido a su reciente disponibilidad los datos están aún
    sujetos depuraciones y no se pueden establecer tendencias
    temporales; además, el alta en la Seguridad Social no siempre
    refleja la actividad económica real de la trabajadora (es
    posible cotizar en un Régimen y estar trabajando
    irregularmente en otro o incluso no tener empleo) y, obviamente, no se
    refleja la actividad de quienes están empleadas en la
    economía sumergida. Teniendo
    en cuenta tales salvedades se trata de una fuente que ofrece un
    panorama más completo de la realidad laboral de los
    extranjeros que otras.

    ? Relación con la actividad
    económica

    Los datos de alta en la seguridad social se refieren a
    las mujeres extranjeras de todas las 7 nacionalidades e
    indican que sólo 34,2 de cada cien mujeres estarían
    ocupadas; sin embargo, falta información respecto a las
    desocupadas y a las ocupadas en la economía irregular, que
    deben sumarse para completar la tasa de actividad A efectos
    comparativos interesa señalar que la tasa de actividad de
    las mujeres en España es, según la Encuesta de
    Población Activa del primer trimestre de 1999, de 37,9% por
    lo que el conjunto de las extranjeras tendría menos
    vinculación con la actividad económica que las
    españolas
    ; si, además, se tiene en cuenta que el
    índice de actividad de las mujeres en nuestro país
    está por debajo de la media europea, los datos
    cuestionarían la importancia de la inmigración femenina
    de carácter laboral.

    Sin embargo, existen diferencias notabilísimas en
    función de la nacionalidad de las inmigrantes.

    En ciertos colectivos se detecta una tasa de
    actividad elevada
    : se trata de las mujeres procedentes de
    Ecuador, Filipinas, Rumania, Irlanda, Perú, Bulgaria,
    Polonia (50% o más), República Dominicana, Rusia,
    China, Colombia y Austria (entre 40% y 48%). Todas estas
    nacionalidades superan la media de actividad de la población
    femenina del país detectada por la EPA. Otras tres se
    sitúan por debajo de esa cifra pero por encima de la tasa
    media del conjunto de las extranjeras: se trata de las mujeres
    procedentes de Italia, Francia y Alemania. En el extremo opuesto,
    con tasas de actividad bajas (por debajo del 25%) aparecen
    las procedentes de Venezuela, Estados Unidos, Argelia,
    Finlandia o Argentina.

    Otra circunstancia destacable es que los dos colectivos
    con más mujeres con alta en la Seguridad Social, Gran
    Bretaña y Marruecos, presentan tasas de actividad que apenas
    superan el 30%.

    Por tanto, existe una diversidad importante en cuanto a
    la "propensión laboral" de las mujeres extranjeras
    residentes en España. Tales diferencias no se explican
    totalmente en función del país de procedencia de las
    inmigrantes: si bien los índices más elevados
    corresponden a mujeres no comunitarias (latinoamericanas, del
    este europeo, asiáticas) entre ellas encontramos a
    ciudadanas de la Unión Europea (de países periféricos como Irlanda
    pero también de alguno más desarrollado que
    España, como Austria).

    Análogamente, en el grupo con tasas de actividad
    bajas aparecen mujeres de países "ricos" pero también
    muchos de los que son catalogados como emisores de migrantes
    económicos.

    No existe un factor único que explique estos
    comportamientos, puesto que inciden situaciones como el estatus
    socioeconómico de origen, la antigüedad del
    asentamiento en España, la estructura de edad de cada
    grupo (las menores de edad y las mayores de 65 años
    están fuera de la edad laboral legal), la situación
    familiar (casadas o no; con o sin hijos; nivel de renta del grupo
    familiar, etc.) y los modelos culturales dominantes
    en cada grupo (papel de la mujer en relación al mundo
    doméstico y al mercado de trabajo).

    La utilización de las altas laborales en Seguridad
    Social nos permite conocer la existencia de más de 43.000
    mujeres procedentes de países del Espacio Económico
    Europeo que actualmente tienen un empleo en España. Esta
    cifra es realmente modesta en comparación con el conjunto
    del empleo femenino en el país (más de cinco millones),
    pero representa más del 60% del total de permisos de trabajo
    para mujeres en vigencia a finales de 1998 y supera el 40% del
    total de altas laborales de extranjeras en la Seguridad Social;
    este colectivo de trabajadoras suma más mujeres que todas
    las latinoamericanas y africanas afiliadas. Por tanto, la
    importancia de este volumen de empleo a la hora de analizar la
    presencia laboral de las mujeres extranjeras en España
    resulta indudable. Puesto que esta falta de visibilidad no puede
    atribuirse a una ausencia del mercado de trabajo3, la
    explicación puede encontrarse en el terreno ideológico
    (las "europeas blancas" no son percibidas como inmigrantes ni
    como trabajadoras, sino como turistas, residentes ricas o
    ejecutivas de transnacionales) y en el
    político?administrativo (mayor facilidad para obtener
    permisos de residencia y trabajo; "ocultamiento" de las
    trabajadoras comunitarias en las estadísticas laborales
    desde 1992, etc.). Además, esta ocultación tiende a
    abonar imágenes tópicas que
    extienden una imagen distorsionada de los flujos migratorios de
    índole económica: los datos no corroboran que las
    buscadoras de empleo sean masas famélicas de mujeres del
    "tercer mundo".

    ? Desempleo, subempleo y
    economía irregular

    Por otra parte, en el caso de mujeres no?comunitarias,
    las discrepancias entre este registro y el stock de permisos
    de trabajo indican que no todas las poseedoras de un permiso
    cuentan con un empleo. Esto parece obvio en el caso de las
    desempleadas, que tienen derecho a conservar su permiso
    laboral al menos hasta el final de su vigencia, o por el tiempo excedente durante el
    cual perciban una prestación por desempleo.

    Lamentablemente, hasta la fecha no es posible conocer
    con precisión y detalle el número, evolución y
    características del desempleo de los extranjeros, puesto que
    la cobertura de la EPA al respecto es muy deficiente y que el
    Instituto Nacional de Empleo no publica datos sobre los
    demandantes en función de su nacionalidad. Contamos
    sólo con referencias parciales, como la facilitada por
    Antonio Izquierdo: a comienzos de 1994 el 21% de los solicitantes
    (unas 5.600) eran mujeres, sus demandas casi nunca se orientaban
    al servicio doméstico (518
    demandas) sino al sector de hostelería y el de servicios a
    empresas4. Puede suponerse, pues, que no se trata
    siempre de mujeres desempleadas sino de trabajadoras que quieren
    abandonar su actual empleo (en el servicio doméstico) para
    pasar a actividades más "normalizadas" en lo laboral. El
    antiguo Observatorio Permanente de la Inmigración
    publicó cifras de demandantes de empleo facilitadas por el
    INEM: a finales de marzo de 2000 había 56.757 extranjeros
    demandantes de empleo, de los cuales 26.170 eran
    mujeres5.

    Según esto, en seis años el volumen de
    inmigrantes que buscan un empleo a través del INEM se ha
    multiplicado por diez; aunque no todas ellas estén
    desempleadas la cifra es un indicador de la importancia del
    fenómeno del paro y del subempleo de las
    trabajadoras extranjeras.

    9 Otra parte de las discrepancias entre ambas fuentes se
    debe a la existencia de inmigrantes que poseen permiso de trabajo
    y están empleadas pero no han sido dadas de alta en la
    seguridad social. En este caso estamos ante empleos sumergidos
    o irregulares
    , situación que puede desencadenar diversos
    grados de precariedad de las trabajadoras, que se ven privadas de
    las prestaciones contributivas, ya
    sea por omisión propia (las autónomas) o por parte del
    empleador (en el caso de las asalariadas). Existen colectivos
    nacionales particularmente afectados por estas discrepancias. En
    primer lugar destaca el caso de las mujeres ecuatorianas: el 49%
    de las poseedoras de permiso de trabajo no está dado de
    alta.

    Lo mismo ocurre con algo más del 30% de las
    ecuatoguineanas y caboverdianas, y con más del 20% de las
    dominicanas, peruanas, chinas y marroquíes6. A
    falta de ulteriores indagaciones estos datos ponen de manifiesto
    la "distancia" existente entre la autorización
    administrativa para trabajar (supuestamente basada en ofertas
    firmes de empleo) y la realidad laboral.

    Comunidades autónomas de
    inserción

    La distribución de las
    trabajadoras extranjeras en el territorio español no es
    homogénea.

    Casi la tercera parte (30,6%) está empleada en la
    comunidad de Madrid, que
    duplica a Barcelona, segunda provincia en orden de importancia
    (14,6%); siguen luego Baleares, Tenerife, Las Palmas, Málaga
    (en torno al 6%) y Alicante (5%). Son, como cabía esperar,
    las provincias donde es mayor el número de mujeres
    residentes; sin embargo, el porcentaje de trabajadoras en
    Málaga y Alicante es menor al de residentes, debido
    probablemente a que las extranjeras que viven en estas provincias
    son ?en mayor medida que las radicadas en otros lugares? personas
    mayores ya retiradas de la actividad laboral.

    La distribución de las principales nacionalidades
    entre las comunidades autónomas más importantes indica
    que los grupos que más se concentran en Madrid son los
    procedentes de Ecuador y Polonia, seguidos por los de Perú,
    República Dominicana y Filipinas. Las nacionalidades que
    destinan más efectivos a las provincias catalanas son
    peruanas y filipinas, además de francesas, chinas y
    dominicanas. A las provincias andaluzas llega una quinta parte de
    las trabajadoras de Marruecos y el Reino Unido. En Canarias
    trabaja un tercio de las suecas y la cuarta parte de las
    británicas, italianas, belgas y cubanas. En Baleares residen
    especialmente las alemanas, suecas, holandesas, inglesas y
    belgas. En la Comunidad Valenciana destacan belgas y holandesas,
    además de chinas, británicas y francesas.

    Los discursos xenófobos
    más demagógicos sugieren que expulsando a la mano de
    obra inmigrante se reduciría el desempleo, al ocupar
    personas autóctonas las vacantes que se producirían.
    Además de las negativas implicaciones éticas y
    humanitarias de tal propuesta, se parte del supuesto de que no
    existe segmentación laboral y
    que todos los puestos de trabajo serían inmediatamente
    ocupados, afirmación que no resiste el análisis al menos en el
    caso de las ocupaciones más precarias y socialmente
    desvalorizadas. Pero, incluso si tales supuestos se cumplieran,
    la importancia del trabajo de las extranjeras respecto al
    desempleo femenino de las españolas es limitado. Por cada
    cien mujeres desempleadas en España hay menos de siete
    extranjeras ocupadas (6,7%). Sin embargo, esta proporción se
    eleva sustancialmente en los territorios insulares, Baleares
    (34%), Tenerife y Las Palmas (algo más del 20%), y más
    moderadamente en Madrid, Gerona y Melilla (más del 15%). Es
    importante recordar que en Baleares y Canarias, donde mayor es la
    incidencia de la mano de obra extranjera, más del 75% de las
    inmigrantes proceden de países del Espacio Económico
    Europeo.

    ? Principales ocupaciones de las mujeres en la
    economía formal

    Según la estadística de alta en la Seguridad
    Social, las cinco ocupaciones más destacadas dan trabajo al
    81% de las mujeres procedentes del tercer mundo. Como se puede
    ver en la Tabla 2, estas cinco ocupaciones sólo proporcionan
    trabajo al 33% de los hombres inmigrantes del "tercer mundo", al
    67% de las mujeres originarias del "primer mundo" y al 52% del
    total de mujeres que trabajan en España. Esto supone, ya de
    entrada, una triple especialización de las mujeres
    procedentes del tercer mundo: en cuanto mujeres se
    contraponen a los hombres ?sean inmigrantes o autóctonos?;
    en cuanto inmigrantes a los ciudadanos españoles o
    autóctonos; y en cuanto originarias del tercer mundo
    a las que proceden de países desarrollados.

    De los cinco segmentos escogidos, destaca especialmente
    el trabajo en el servicio doméstico que da empleo a
    algo más de la mitad de las mujeres no comunitarias que
    cotizan a la Seguridad Social, siendo claramente para la
    mayoría de ellas la "puerta de entrada" en el mercado de
    trabajo español. Esta circunstancia justifica la necesidad
    de estudiar de manera pormenorizada el funcionamiento de esta
    rama laboral a fin de conocer luego el papel que en el mismo
    están jugando las mujeres inmigrantes del tercer mundo, pero
    también los hombres del mismo origen cuyo peso (14,3%) en
    relación al conjunto de los varones ocupados en el sector es
    más importante que el representado por las mujeres (10,4%)
    en relación al total de su propio sexo.

    Los otros cuatro segmentos ocupacionales dan empleo al
    28% de las mujeres del tercer mundo.

    En el caso de las empresas de limpieza y
    hostelería, destaca de nuevo la mayor especialización
    en ellas de los varones, cuyo peso en el correspondiente segmento
    de género es casi tres veces mayor en limpiezas (8,8 frente
    a 3,5% por parte de las mujeres) y casi doble en hostelería
    (2,5 frente a 1,6%). No obstante, no hay que olvidar que si bien
    en el conjunto de España el servicio doméstico, las
    limpiezas y la hostelería son ocupaciones claramente
    feminizadas (dan trabajo al 18,4% de las mujeres y sólo al
    6,7% de los hombres), tal diferencia se acentúa en el caso
    de los inmigrantes del tercer mundo de ambos sexos. A la
    especialización por género se añade la
    discriminación por procedencia étnica/nacional,
    si bien esta última debe matizarse en el sentido de que
    incide de manera negativa en los procedentes del tercer
    mundo y de manera positiva en los del Primero.

    De las cinco ocupaciones señaladas, las tres que
    tienen mayor importancia en los correspondientes mercados laborales pertenecen al
    sector servicios: empleadas de hogar, limpiadoras y personal de hostelería (que
    suponen el 10,4, 1,7 y 1,6%, respectivamente, del conjunto de la
    población femenina ocupada en España en esas
    ramas)7. A continuación aparecen dos
    categorías trasversales de trabajadoras ?presentes en todas
    las ramas laborales?: las ocupadas "por cuenta
    propia"8 y las empleadas de tipo administrativo; estas
    dos 1 ocupaciones tienen mayor estatus profesional y la presencia
    en ellas de mujeres inmigrantes del tercer mundo, aunque no
    despreciable, tiene poco peso en los correspondientes segmentos
    ocupacionales (0,5% en cada caso, muy por debajo del 1,3% de
    media). Se comprueba, por tanto, una sobreespecialización
    de las inmigrantes del tercer mundo en tres ramas de servicios
    poco cualificadas
    desde el punto de vista profesional; en
    ellas se sitúa el 68% del colectivo (es decir, casi cuatro
    veces más que las mujeres ocupadas en general, que son el
    18% en esas tres ramas). Por su parte, la proporción de
    mujeres extranjeras del primer mundo que se ocupa en tales
    oficios es menor incluso que la de trabajadoras españolas.
    En cambio, estas mujeres procedentes de países desarrollados
    están altamente especializadas en las dos ocupaciones
    cualificadas de nuestra selección (trabajos por
    cuenta propia y oficinas), hasta el punto de que más de la
    mitad se concentra en ellas (por sólo un 13% de las
    procedentes del tercer mundo y un 33% del total de mujeres
    ocupadas en España).

     

     

    3. Resultados de
    investigación sobre mujeres inmigrantes del Tercer mundo en
    la economía mercantil

    El principal foco de interés del estudio
    realizado ha sido conocer la situación laboral de las
    mujeres inmigrantes procedentes del tercer mundo en el
    ámbito mercantil?remunerado pero no hay que olvidar que
    existen otros ámbitos (como los del intercambio
    recíproco y redistributivo) en los que también se
    producen intercambios económicos. Para ello, hemos llevado a
    cabo exploraciones monográficas de los principales mercados
    de trabajo en los que se desempeñan remuneradamente las
    mujeres inmigrantes procedentes del tercer 13 mundo en
    España. A continuación ofrecemos algunos resultados de
    dicho trabajo9; en particular, destacamos dos
    aspectos: primero, algunos apuntes sobre segmentos de
    trabajadoras que no suelen ser tomados en consideración en
    las investigaciones (nacionalizadas ,
    irregulares y mercados marginados); y segundo, los resultados
    obtenidos en el tema de las relaciones laborales.
    Terminamos con unas breves reflexiones o ?claves? de
    comprensión de la inserción laboral de las mujeres
    inmigrantes en España.

     

    1. Visibilizar los sectores
    opacos de trabajadoras inmigrantes.

    ? Las nacionalizadas y las
    irregulares

    Una aproximación realista a la situación
    laboral de las mujeres procedentes de países del tercer
    mundo debe tener en cuenta, además de las que están
    dadas de alta, al menos otros dos tipos de trabajadoras no
    incluidas en las clasificaciones oficiales: las
    nacionalizadas (que figuran como españolas a efectos
    administrativos) y las irregulares. En el primer caso, se
    trata de mujeres inmigrantes que han obtenido ?normalmente
    después de varios años de residencia? el reconocimiento
    de la nacionalidad española; en el segundo, de aquellas que
    por diversas razones (no tener permiso de residencia o trabajo,
    oposición del empleador a darle de alta, desinterés de
    la empleada, etc.) no cotizan como trabajadoras a la Seguridad
    Social. En las encuestas aplicadas por
    nosotros, estos dos segmentos representan proporciones más o
    menos importantes dependiendo de cada ocupación, tal como se
    ofrece en la Tabla 3.

    Las mujeres procedentes de países del tercer mundo
    que están dadas de alta como extranjeras en la Seguridad
    Social en las cinco ocupaciones seleccionadas (55.857 cotizantes)
    son menos de la mitad de las que realmente trabajan en esos
    mercados, según nuestras estimaciones (112.743). Las ya
    nacionalizadas representan el 22% del colectivo y las
    irregulares el 29%. La proporción de nacionalizadas aumenta
    en las ocupaciones de alto estatus (cuenta propia y oficinas) y
    se reduce en los servicios menos cualificados (especialmente en
    limpiezas y servicio doméstico). En cuanto a las
    irregulares, las tasas más altas se dan en las
    empleadas de hogar (32,5%) y en las ocupadas por cuenta propia
    (28,7%), en este caso debido a la frecuencia de "ayudas
    familiares" que no cotizan a la Seguridad Social porque se
    consideran cubiertas por algún pariente próximo
    (cónyuge, padre, etc.).

     

    Debido a la inclusión de las nuevas categorías
    ?nacionalizadas e irregulares? el peso global de las inmigrantes
    del tercer mundo en los cinco segmentos seleccionados es del 4%,
    siendo mayor en servicio doméstico (20,6%), bastante menor
    en las otras ramas de servicios (2,9% y 2,8% en limpiezas y
    hostelería) y muy inferior en las ocupaciones de mayor
    estatus (1,2% en oficinas y 1,3% en cuenta propia). Estas
    proporciones se invierte en el caso de las mujeres inmigrantes
    del primer mundo, apenas presentes en el servicio doméstico
    y en empresas de limpiezas. En conjunto, las mujeres de origen
    extranjero que trabajan en España en los cinco sectores
    estudiados (sin considerar las nacionalizadas e irregulares
    procedentes del primer mundo), superan los 145.000 efectivos,
    representando el 5,3% de la ocupación femenina en esos
    sectores. En el Gráfico 1 se representa la importancia que
    tienen las trabajadoras inmigrantes en cada uno de los cinco
    segmentos estudiados. Las franjas de colores reflejan la
    proporción de trabajadoras nacionalizadas, regulares
    (cotizantes como extranjeras) e irregulares; una cuarta franja
    representa el peso de las mujeres inmigrantes regulares del
    primer mundo en los cinco segmentos 15 seleccionados (en este
    caso sólo las cotizantes a la Seguridad Social como
    extranjeras).

     

     

     

    ? Mercados marginales, buscadoras de empleo y
    trabajos no mercantilizados.
    El caso de los servicios sexuales

    Además de las ocupaciones registradas en las
    estadísticas oficiales existen otras que se caracterizan por
    su marginalidad, cuando no ilicitud,
    que carecen de protección social o jurídica, aunque que
    no están exentas de la posibilidad de procurar "éxito
    económico".

    Dichas actividades, por muy importantes que sean, no
    suelen recibir la atención necesaria,
    incluso por parte de los investigadores. También es
    necesario tener en cuenta a aquellas mujeres que se encuentran en
    situación de desempleo en el ámbito mercantil y que, a
    consecuencia de ello, no aparecen como trabajadoras en las
    estadísticas y estimaciones de población ocupada. Por
    último, más allá del empleo remunerado, tampoco se
    deben olvidar las diversas formas de trabajo no mediadas por
    dinero, entre las que destacan
    las tareas domésticas y de cuidados, ejercidas
    fundamentalmente por mujeres.

    Entre las ocupaciones marginales por excelencia se
    sitúan los servicios sexuales, en sus diversas
    modalidades, que también han sido objeto de atención en
    el estudio. La asociación mujer inmigrante/prostitución es un
    binomio cargado de estigmas ideológicos y morales que hasta
    la fecha han dificultado un abordaje sereno y profundo de su
    magnitud e implicaciones. El fenómeno se conoce casi
    exclusivamente por las consecuencias mediáticas de
    actuaciones policiales (especialmente las desarticulaciones de
    redes de tráfico de mujeres), que generan reacciones de
    escándalo en sectores de la opinión pública y
    refuerzan de la estigmatización de las mujeres ocupadas como
    sexoservidoras. La consecuencia es un etiquetamiento simplista,
    que toma una parte como el todo e impide un 16 conocimiento
    contrastado del sector. En otros países existen, sin
    embargo, estudios que ponen de manifiesto la importancia
    económica de la "industria del sexo" y, en
    particular, de la presencia en ella de mujeres y hombres
    migrantes. Puesto que nuestro trabajo se centró
    principalmente en las diversas formas de inserción
    económico?laboral
    de las inmigrantes no comunitarias,
    parecía necesario abordar esta cuestión. Al tratarse de
    un ámbito mal conocido, los recursos necesarios para
    investigarlo (económicos y temporales) desbordaron las
    posibilidades previstas inicialmente; no obstante, ante el
    riesgo de caer nuevamente en
    la negación o el olvido, preferimos introducir un primer
    análisis ?de tipo exploratorio? de este sector laboral,
    aún cuando los resultados a los que llegamos no sean
    homologables a los de los demás sectores
    estudiados.

    Otro grupo de mujeres inmigrantes escasamente conocido
    que habría que agregar a los recogidos hasta aquí es el
    de las desempleadas buscadoras de empleo. La posición
    de los segmentos más subordinados en los mercados de trabajo
    se caracteriza, entre otros rasgos, por mayores tasas de
    desempleo. En el conjunto de la población activa
    española se verifica que la tasa de paro femenina supera con
    creces la de los varones. En el caso de la inmigración,
    hasta la fecha sólo la EPA (que tiene déficits de
    cobertura importantes) ofrece cifras de paro de los trabajadores
    extranjeros: en 1998 la tasa de desempleo de las mujeres
    extranjeras alcanzaba el 25,3%, duplicando la de los hombres
    inmigrantes (12,1%10).

    Nuestro propósito era acceder a los registros del Instituto Nacional
    de Empleo para conocer la evolución y características
    de las extranjeras solicitantes de empleo y de las receptoras de
    prestaciones sociales, pero las gestiones realizadas fueron
    infructuosas. Por tanto, este es un importante capítulo que
    necesita ser investigado.

    Por último, hacemos un llamamiento para que se
    consideren las formas de trabajo no mercantilizadas, entre las
    que destacan los servicios domésticos y de cuidados que se
    realizan en el seno de los hogares en el marco del intercambio
    recíproco, y las actividades sociales y políticas al servicio de la
    comunidad que tienen lugar en el marco del intercambio
    redistributivo. En los resultados generales de la
    investigación que presentamos se abordan estos puntos;
    allí remitimos al lector interesado.

    En números absolutos las mujeres procedentes del
    tercer mundo con empleo remunerado constituyen un colectivo
    reducido ?70.000 cotizantes a la Seguridad Social al iniciarse el
    año 2000?, aunque con una tendencia al crecimiento, puesto
    que dos tercios comenzaron a cotizar en los últimos tres
    años. Esa cifra debe ser ampliada incluyendo dos
    categorías de trabajadoras no registradas por dicha fuente:
    las ya nacionalizadas, que son contabilizadas como españolas
    (en torno a 30.000), y las irregulares o no cotizantes (que a
    comienzos de 2000 estimábamos en un mínimo de 75.000
    personas). Entre las trabajadoras poco visibles los dos segmentos
    más importantes son las mujeres que alternan empleos
    temporales u ocasionales con etapas de desempleo más o menos
    prolongadas11 y las que trabajan en la llamada
    "industria del sexo", cuyo volumen es desconocido pero sin duda
    importante a la 17 luz de la informaciones
    disponibles. Teniendo en cuenta que según la EPA las mujeres
    "ocupadas" en España en el segundo trimestre de 2000 eran
    5,3 millones, las 175.000 inmigrantes con empleo remunerado
    provenientes del tercer mundo representarían en esa fecha el
    3,3% del empleo femenino español
    . Si el referente de la
    comparación son las españolas "activas" (6,7 millones)
    el peso de las inmigrantes desciende al 2,6%.

     

    2. Relaciones
    laborales

    Las trabajadoras inmigrantes se sitúan de diversas
    maneras en los mercados de trabajo donde están presentes. En
    la mayoría de los casos se ofrecen como mano de obra
    asalariada, ya sea para empleadores privados o para empresas
    jurídicamente establecidas.

    En otras ocasiones las propias inmigrantes son
    empleadoras o trabajan como autónomas ofreciendo
    directamente sus servicios a una variada clientela. En cada caso
    el intercambio económico mercantil da lugar a unas
    relaciones específicas entre la oferta y la demanda de trabajo, que
    resumimos a continuación.

    ? Singularidad del empleo doméstico: una
    relación laboral de carácter
    "especial"

    La normativa laboral vigente (Real Decreto 1424/1985)
    configura el empleo doméstico como un sector "especial" de
    trabajadores, a medio camino entre la relación de
    servidumbre, que quedó abolida oficialmente en España
    en 1889, y la relación laboral formalmente libre,
    característica de las sociedades capitalistas. Por
    otra parte, la singularidad del servicio doméstico se debe
    también a la configuración patriarcal de la sociedad
    que afecta discriminatoriamente a los trabajos realizados
    habitualmente por las mujeres, por ejemplo considerando el
    trabajo doméstico y de reproducción como un
    notrabajo.

    Desde este punto de vista, la existencia del empleo
    doméstico se percibe como una anomalía, por ello no se
    entiende por qué han de otorgarse derechos laborales a quien realiza estas
    tareas por cuenta ajena (empleados domésticos) cuando no se
    reconoce ninguno a quienes lo realizan por cuenta propia ("amas
    de casa"). Cuando el Estatuto de los Trabajadores de 1980
    pretende justificar la exclusión del servicio doméstico
    de su ámbito de actuación, lo hace recurriendo al
    derecho a la privacidad de los hogares familiares Estos, a
    partir de la tradición liberal, se consideran el espacio
    privilegiado para defender la intimidad del individuo frente a la amenaza
    potencial de lo público. Por tanto, el hogar no puede ser
    "invadido" por la legislación laboral sino que
    debe basarse en la "mutua confianza" entre las partes; asimismo,
    se imponen severas restricciones a la Inspección de Trabajo,
    que "sólo podrá realizarse salvaguardándose los
    derechos a la inviolabilidad del domicilio y al debido respeto a la intimidad personal y
    familiar". El resultado es una regulación "flexible" del
    sector, que otorga un amplio margen de discreción a la parte
    patronal, y genera un vínculo asimétrico entre la
    oferta y la demanda.

    A partir del análisis cualitativo del discurso de las empleadoras,
    hemos construido una tipología de los modelos patronales
    de gestión del servicio
    doméstico
    . Las empleadoras se enfrentan a la tarea de
    gestionar el servicio doméstico desde su particular identidad, como mujeres y como
    "responsables" del hogar:

    S Las "señoras de la casa" representan la
    forma de gestión más tradicional, que podemos
    sintetizar como una relación próxima a la servidumbre.
    En la práctica las empleadoras tratan de conjugar el
    máximo de arbitrariedad por su parte y el máximo de
    sumisión de la empleada. La relación señora/criada
    se construye desde 18 la asimetría de estatus pero con
    connotaciones maternalistas: se busca la sumisión
    desde la ficción de familiaridad de la subordinada ("ser
    como de la familia"). Para conservar
    esta relación se precisa señalar claramente la
    diferencia entre las partes: el uniforme, la puerta de servicio,
    el cuarto de baño separado, el comer aparte o la
    elaboración de informes sobre el comportamiento de las
    trabajadoras, son signos de esta
    diferenciación. En el caso de las empleadas inmigrantes, las
    diferencias culturales se interpretan también en clave de
    subordinación: la cultura de origen es
    considerada inferior a la "española", lo que legitima el
    papel tutelador de la empleadora.

    S Las "señoras empresarias" conciben la
    gestión del servicio doméstico como una empresa, en la que la
    contratación de personal está regida por normas y criterios precisos. En
    nuestro análisis hemos calificado esta posición de
    "pseudofordista" en la medida que el reconocimiento de los
    derechos laborales tiene lugar en un marco autoritario y
    asimétrico. Fundamentalmente se trata de evacuar los
    elementos personales o afectivos de la relación y
    objetivarla a través del salario. Las trabajadoras son
    "enemigas pagadas" a las que se compra tiempo y lealtad pero de
    las que nunca hay que fiarse ("la sonrisa por delante y la navaja
    por detrás"). El intento de desligar lo laboral y lo
    personal permite a este tipo de gestión actuar
    fríamente, incluso sádicamente, ateniéndose
    sólo sin al propio interés: "Les digo el primer
    día: éstas son las normas. Lo tengo muy claro: si no
    aceptan, ¡que pase la siguiente¡"…

    S Las "señoras directivas" introducen un
    modelo postfordista de
    gestión del hogar. Defienden un modelo de gestión
    flexible, que tratan de aplicar al ámbito doméstico.
    Insisten en la importancia de la motivación de la
    empleada, del entorno favorable, etc., a fin de poder obtener los resultados
    esperados. No se trata de cumplir normas rígidas sino de
    lograr el mejor acople entre la oferta y la demanda.

    La empleadora debe definir con claridad sus prioridades
    y hacérselas saber a la empleada, y ésta debe
    desarrollar al máximo sus capacidades en el marco de la
    competencia individual. Cuando la
    trabajadora es inmigrante y no conoce las costumbres
    españolas es necesario aceptar un período inicial de
    ajuste y formación: "El primer día no puedes
    bombardearlas… es cuestión de paciencia, educación y estímulo".

    S Las "señoras asalariadas" se sitúan
    en una posición ambivalente, de doble vínculo: en
    cuanto mujeres asalariadas se encuentran en situación
    subordinada; en tanto empleadoras de servicio doméstico en
    su propio hogar, de dominación. La consciencia de tal
    contradicción genera impotencia en las empleadoras que por
    momentos se consideran en una situación sin salida:
    "cornudas y apaleadas… ser esclavas y tener esclavas". No
    obstante formulan el supuesto de que existen intereses comunes
    entre ambas partes, puesto que se trata de mujeres que buscan su
    autonomía a través del empleo (la empleadora necesita
    ayuda externa para no quedar atrapada por la "doble jornada"; la
    empleada necesita un trabajo que le permita sobrevivir). La
    identidad de género uniría a ambos polos de la
    relación laboral: "Las que vienen del extranjero buscan un
    hueco en la sociedad, como nosotras… están sacando el
    valor que nosotras sacamos
    como mujeres hace décadas". Sin embargo, las diferencias
    objetivas (económicas) las separan: el mayor poder
    adquisitivo de la empleadora la sitúa en posición de
    ser servida. A 19 esto se suma la atribución a las
    inmigrantes del carácter de "atrasadas" (mujeres no
    modernas, con menos necesidades o que están en una etapa de
    desarrollo ya superada por las
    empleadoras, etc.) que acaba legitimando un trato desigual. Las
    diferencias de clase y culturales ponen
    límites precisos a las
    coincidencias de género.

    La encuesta aplicada a las trabajadoras confirma la
    existencia de algunos de los rasgos detectados en la
    exploración cualitativa. En especial, se comprueba a
    través de diversos indicadores la
    asimetría presente en casi todas las formas de
    gestión del servicio doméstico
    . Por ejemplo, ante
    la eventualidad de un conflicto serio con la parte
    empleadora, debido a la comisión de una clara injusticia,
    el 60% de las TSD inmigrantes y autóctonas sólo
    tiene una alternativa: "dejar el empleo y buscar otro"
    . Es
    decir, se reconocen sin capacidad de negociación para hacer valer
    su punto de vista en la resolución del conflicto (ya hemos
    aludido a que esta circunstancia, cuando no se cuenta con apoyo
    comunitario y se tienen necesidades económicas apremiantes,
    lleva a una parte de dichas mujeres a trabajar en la industria
    del sexo). El 13% de las inmigrantes ni siquiera se plantea
    "dejar el empleo" sino que tiene que "aguantarse porque no hay
    otra solución"; otro 21% pediría ayuda a terceros para
    mediar en el conflicto. Por su parte, un 20% de las empleadas
    autóctonas señala que trataría de resolver el
    problema hablando directamente con la parte empleadora; es decir,
    se siente en posición de fuerza como para afrontar de
    forma abierta el conflicto laboral con la parte
    empleadora.

    En contraposición sólo aparente con el punto
    anterior, el 70% de las inmigrantes y el 60% de las
    españolas sostienen que sus empleadores les proporcionan
    "apoyo afectivo y comprensión" (entre las filipinas y
    dominicanas los porcentajes superan el 80%). Esta actitud, tal como hemos visto,
    aparece en varios modelos de gestión del servicio
    doméstico (el de la señora de la casa, la directiva y
    la asalariada), aunque en ocasiones se trata más de una
    táctica que de una convicción. La expresión "son
    como de la familia" introduce un supuesto
    elemento de unión que en realidad marca la distancia real en
    relación al verdadero círculo de los parientes. La
    encuesta registra también algunas actitudes minoritarias que se
    corresponden con el modelo de gestión de las "señoras
    empresarias"; en este caso la rigidez en el trato y la
    desconfianza tienen como principales destinatarias a las
    inmigrantes: "desconfianza o temor (16% las inmigrantes, 8% las
    españolas); "insultos y gritos" (10% / 3%); "desprecio o
    discriminación" (8% /
    3%), y "maltrato físico" (2% / 0%).

    Del mismo modo, los signos de diferenciación con
    las empleadas se marcan con mucha más nitidez si éstas
    son inmigrantes
    . Así, el 57% de las trabajadoras
    extranjeras del tercer mundo viste uniforme, por sólo el 10%
    de las españolas; el 60% utiliza cuarto de baño
    diferente y comen aparte (por el 14 y 37%, respectivamente, las
    españolas); y el 21% entra y sale de la casa por una puerta
    de servicio (4% las españolas). Estas diferencias se deben,
    en parte, a que las inmigrantes trabajan en mucha mayor
    proporción como internas para familias de alto estatus
    económico, que cuentan con las condiciones materiales necesarias para
    ello.

    Las contradicciones presentes en el modelo de
    gestión de las "señoras asalariadas" muestra las
    dificultades que existen para construir una relación laboral
    no discriminatoria en este sector. El interrogante de fondo es si
    el mantenimiento del papel de
    "servidor" doméstico
    contribuye a configurar, cultural e ideológicamente, una
    sociedad de no?iguales, proceso que se encuentra reforzado
    actualmente por el origen extranjero ?del tercer 20 mundo? de una
    parte importante de la mano de obra ocupada en dichas tareas.
    Para encontrar alternativas globales a este problema particular,
    sería necesario replantear una articulación equilibrada
    y no discriminatoria entre el trabajo recíproco, el
    mercantil y el redistributivo, lo que implicaría, entre
    otras cosas, compartir todas y todos en mayor medida los diversos
    tipos de intercambio, sin desplazar a "otros" los trabajos
    costosos o menos valorados que nos corresponden. No obstante,
    aunque el peso principal del trabajo doméstico debería
    ser soportado por sus directos beneficiarios, en ocasiones
    sería preciso recurrir a trabajadores asalariados; en tales
    casos habría que establecer una ruptura con la relación
    "servidor?servido" y situarla en un plano simétrico como
    prestación de servicios a hogares, en condiciones de
    igualdad de derechos y deberes
    con el resto de los trabajadores.

    Para ello, entre otros obstáculos a superar,
    habría que cuestionar la privacidad e inviolabilidad del
    hogar ?en tanto ámbito de relaciones laborales? a fin de
    allanar el camino a un reconocimiento pleno del carácter
    laboral y público del empleo doméstico
    ; y
    convendría también asegurar la supervisión de la comunidad
    autoorganizada ?de los agentes sociales implicados, en especial
    los representantes de las trabajadoras?, sin limitarse al control
    burocrático del aparato estatal
    .

    Asalariadas en los sectores de limpieza,
    hostelería y oficinas

    Sobre la base de unas condiciones de trabajo pactadas
    con la empresa ?mediante contrato escrito o acuerdo
    verbal? se producen a veces conflictos laborales graves
    que van más allá de los roces cotidianos en el centro
    de trabajo Además, las trabajadoras pueden ser objeto de un
    trato discriminatorio en función de su origen nacional o su
    pertenencia étnica. Estos problemas son
    sintomáticos de la dinámica de los mercados de trabajo
    y la forma de abordarlos refleja las posiciones de fuerza de los
    agentes implicados.

    La mayoría de las trabajadoras (el 89% de las
    inmigrantes y el 84% de las españolas) no ha tenido
    conflictos graves en sus empresas. Sin embargo, existe una
    minoría ?entre el 10 y el 20% según las nacionalidades?
    que sí los ha tenido. El tipo de problemas más
    habitual, lo mismo para inmigrantes que para españolas, es
    haber sufrido condiciones de trabajo injustas, lo que
    remite a enfrentamientos con los empleadores por el
    incumplimiento de las condiciones pactadas o por un trato
    discriminatorio. A continuación, aparece el problema de
    los papeles (contratos, etc.)
    , que es el
    más frecuente para las inmigrantes en el sector de limpiezas
    y para las españolas en hostelería. Otros conflictos
    que aparecen esporádicamente en ambos colectivos son el
    despido improcedente y el retraso en percibir el
    salario
    .

    De las trabajadoras con conflictos, muchas no
    consiguieron resolverlos satisfactoriamente, por lo que tuvieron
    que "aguantarse" o abandonar el empleo, situación más
    frecuente entre las inmigrantes (65%) que entre las
    autóctonas (50%). En el caso de las foráneas, alrededor
    de un 40% no encontró ningún apoyo para defenderse, lo
    que explica en parte su dificultad para resolverlos. A ello hay
    que unir la discriminación que
    padecen en algunas empresas por el hecho de ser extranjeras; esta
    discriminación es más habitual en los sectores de
    limpiezas y hostelería que en oficinas (donde tres de cada
    cuatro mujeres encuestadas señala que no perciben un trato
    discriminatorio). Se da la circunstancia de que las valoraciones
    suelen ser mejores en las empresas donde conviven trabajadoras de
    distintas nacionalidades que en las de tipo "monoétnico"
    (sólo inmigrantes o sólo autóctonas), lo que
    indica que en estos casos es mayor el prejuicio que las
    prácticas discriminatorias.

    El colectivo que se siente más discriminado es el
    marroquí, sobre todo en hostelería donde el 56% trabaja
    "en la trastienda", es decir, sin contacto directo con el
    público (21% las españolas); asimismo la mitad de las
    trabajadoras filipinas y en torno a la cuarta parte de las
    marroquíes y peruanas se quejan de que no son promocionadas
    en el trabajo de acuerdo con sus méritos. En las empresas de
    limpiezas la cuarta parte de las inmigrantes señala que sus
    jefes o encargados les regañan con frecuencia,
    proporción que es del 14% entre las españolas. Sin
    embargo, en oficinas se sienten más cuestionadas las
    españolas (24%) que las inmigrantes (19%). Sorprende
    comprobar que las quejas de los jefes se dirigen más a las
    trabajadoras con contratos en regla que a las irregulares, lo que
    se puede deber a que éstas se ven obligadas a plegarse
    sumisamente a las órdenes que reciben ya que no se
    encuentran amparadas por los derechos laborales y se las puede
    despedir inmediatamente, es decir, tienen menos poder de
    negociación.

    La conflictividad laboral es menor en las empresas
    pequeñas, sin embargo, la proporción de problemas
    resueltos satisfactoriamente es mucho mayor en las grandes ?donde
    la presencia sindical es mayor?. Así, en el sector de
    oficinas sólo resolvió satisfactoriamente sus
    conflictos el 27% de las trabajadoras que estaban en empresas con
    menos de 10 empleados (donde ninguna de la afectadas estaba
    sindicada), mientras lo consiguió el 49% en las empresas
    medianas?grandes (donde estaban afiliadas a sindicatos hasta el 27%). Una
    explicación para el hecho de que las españolas
    resuelvan sus conflictos en mayor proporción que las
    inmigrantes es que aquellas están sindicadas en una
    proporción mucho mayor en limpiezas y oficinas (18%, frente
    a un 4% las extranjeras); en cambio, en hostelería el grado
    de afiliación de las inmigrantes (6%) es más elevado
    que el de sus compañeras de trabajo autóctonas
    (3%).

    ? Trabajadoras por cuenta
    propia

    Las empresarias y las trabajadoras autónomas
    presentan problemas laborales de naturaleza diversa que en los
    casos anteriores. Por un lado, las dificultades pueden surgir con
    sus principales interlocutores, que son las entidades financieras
    y los clientes; por otro, aquellas
    empresarias que tienen asalariados a su cargo pueden llegar a
    tener conflictos con ellos. En general, los resultados de nuestro
    trabajo indican que en torno a una tercera parte de las
    inmigrantes que trabajan por cuenta propia han tenido problemas
    de financiación y de comercialización y que la
    quinta parte de quienes tienen asalariados ha tenido problemas
    laborales con ellos.

    Los problemas de financiación han sido más
    frecuentes (47%) para poder ejercer una profesión liberal de
    forma independiente, ya sea como abogadas, psicólogas,
    artistas, odontólogas, etc. También han tenido
    problemas financieros las propietarias de comercios (31%) y un
    sector menor en hostelería (23%). En cuanto a
    comercialización, han tenido más dificultades las
    comerciantes (37%) y las profesionales independientes (32%),
    siendo las propietarias de hostelería las menos afectada
    (18%). Por último, los conflictos laborales han aparecido
    con más frecuencia en el sector comercial (20%) que en la
    hostelería (11%).

    Para abordar los problemas de sus negocios las trabajadoras
    inmigrantes por cuenta propia se valen sobre todo de las redes
    informales de amigos o familiares a las que recurrieron en
    más de la mitad de los casos. Los siguientes apoyos vinieron
    de instituciones de crédito, fundamentalmente
    para problemas financieros, y de abogados 22 privados. Sin
    embargo, en muy pocos casos recurrieron a organizaciones de empresarios,
    cámaras de comercio o colegios
    profesionales, pese a tener un elevado índice de
    afiliación a estas instituciones.

    ? Trabajadoras de la industria del
    sexo

    En contra del tópico esencialista y simplificador
    que identifica "la prostitución" como un mero intercambio
    sexo?dinero, el sector de la industria del sexo presenta
    una amplísima gama de relaciones laborales y de situaciones
    mixtas, hasta el punto de que algunas de las categorías
    clásicas para estudiar los mercados de trabajo quedan
    parcialmente desbordadas y es necesario matizarlas en muchos
    sentidos. Así, la persona que trabaja en la calle ?
    figura tradicional que suele concitar todas las miradas? puede o
    no tener acuerdos u obligaciones con un protector,
    con un novio, con un proxeneta o con sus propias
    colegas.

    La persona que contesta llamadas telefónicas
    eróticas
    puede trabajar en un lugar bajo un jefe o no.
    La trabajadora independiente que hace contratos orales con
    dueños de clubes puede o no tener deudas o sentir
    obligaciones con ellos o con otras personas que les han
    facilitado los contactos. Alguien que monta su propio negocio con
    un teléfono y un anuncio
    puede o no participar en un servicio de acompañantes de la
    guía telefónica o de Internet. Bailarinas y modelos, tanto
    en clubes como en sitios webs, viven una gama muy diversa de
    condiciones laborales. Las trabajadoras pueden montar un negocio
    en el que emplean a otras y donde trabajan ellas mismas o
    no.

    En cuanto al destinatario de los servicios (el
    cliente
    ), se puede pensar que la relación clave se
    sitúa entre él y la trabajadora. Pero, de igual manera
    que sucede en el servicio doméstico, para muchas inmigrantes
    su situación de irregularidad ("sin papeles") es
    todavía más importante. Según su propio discurso,
    es clave para ellas moverse libremente en su trabajo y de trabajo
    en trabajo; por eso, cuando se quejan de alguien, suele ser en
    primer lugar de la policía, y ello ocurre en todos
    los lugares del mundo, ya que esa entidad es la encargada de
    reprimir el mercado en el que intentan desempeñar su
    trabajo. Por eso, la meta de obtener "los papeles",
    como condición para vivir y moverse libremente en Europa, es tan importante para
    estas trabajadoras, tanto si quieren quedarse en la industria del
    sexo como si no. De modo parecido, esta ocupación se ve
    intervenida por otros agentes sociales que pretenden ayudar a
    mujeres "marginadas"
    ; sin embargo, cuando tales agentes
    quieren "rescatar" o "reinsertar" a dichas trabajadoras aparece
    una incoherencia, ya que difícilmente puede haber
    reinserción si no hubo previamente "inserción" ?tal
    como les ocurre a la mayoría de inmigrantes del tercer
    mundo?. La política de control de fronteras y de
    restricción de las migraciones procedentes de países
    pobres entra en conflicto con una fuerte demanda de servicios
    personales de todo tipo (domésticos y de cuidados, afectivos
    y sexuales, etc.) que tiene su origen en las sociedades más
    desarrolladas. La tendencia de los medios de
    comunicación, sin embargo, es no tener en cuenta esta
    demanda ?elemento esencial de los flujos? e insistir
    obsesivamente en las mafias que violentan, extorsionan y trafican
    con "pobres" mujeres, rememorando el pánico moral que recorrió el
    viejo mundo a finales del siglo XIX con el tema de la "trata de
    blancas".

    En los actuales debates sobre la prostitución
    está cobrando fuerza la propuesta de reconocerla en todas
    sus formas como un trabajo. Desde proyectos de acercamiento a
    personas de la calle hasta la Oficina Internacional del
    Trabajo, se destaca que reconocer esta ocupación como un
    trabajo es la única forma de proteger a sus trabajadores.
    Así, 23 dejando a un lado enfoques moralistas que sólo
    contribuyen a estigmatizar y sumergir la actividad, los
    trabajadores podrían recibir las protecciones normales y
    básicas de que gozan los demás trabajadores (Seguridad
    Social, derecho de quejarse de abusos, poder trabajar sin que se
    pongan "multas" indebidas, control de horarios y días
    libres, etc.). A partir de un estatuto normalizado de
    trabajadores, estas personas quedarían protegidas del
    chantaje policial y de las extorsiones de agentes/proxenetas y
    podrían enfrentarse en mejores condiciones a la mucha
    violencia, tanto física como mental, que hoy
    reciben.

     

    4. Algunas claves para
    entender la inserción laboral de las mujeres
    migrantes

    De entrada, las estadísticas laborales no reflejan
    adecuadamente la presencia de las trabajadoras procedentes de
    países del tercer mundo. Las cifras de Permisos de Trabajo
    se refieren sólo a las no comunitarias que están
    adscriptas al Régimen General de extranjería (excluyen
    a las irregulares pero también a las de Régimen
    Comunitario); las de la Encuesta de Población Activa se
    refieren, en principio, tanto a ocupadas como a paradas,
    independientemente de su situación administrativa, pero su
    cobertura es manifiestamente insuficiente; las altas laborales en
    la Seguridad Social no incluyen a las irregulares pero tampoco a
    las nacionalizadas ni a las desocupadas. Además, los empleos
    retribuidos monetariamente son sólo una parte del trabajo
    desplegado por las mujeres, que se manifiesta también en los
    intercambios recíproco y redistributivo de bienes y servicios de todo
    tipo en las esferas doméstica y comunitaria. Estas formas de
    intercambio, lo mismo que la mercantil, no se producen en un
    espacio neutro entre individuos libres y autónomos, como
    pretende la economía neoclásica, sino que están
    previamente condicionadas por las relaciones de poder existentes
    entre los grupos sociales, marcados
    éstos por determinadas diferencias que les proporcionan
    identidad social y les posicionan a unos respecto de los
    otros.

    En nuestro caso, son las diferencias de género,
    nacionalidad y clase
    las que aparecen como más decisivas
    para explicar las modalidades de inserción laboral. Tales
    marcas de identidad se
    inscriben en unas relaciones de poder asimétricas en las que
    las mujeres inmigrantes se sitúan generalmente como el polo
    dominado. Así, en cuanto mujeres tienen que sufrir
    y/o enfrentarse a la lógica del patriarcado,
    presente en sus culturas de origen y en la sociedad
    española; en cuanto inmigrantes del tercer mundo
    padecen y/o se enfrentan a las barreras jurídicas de la
    política de inmigración española y a los
    prejuicios ideológicos de la opinión pública con
    respecto a las personas de otras nacionalidades; y en cuanto
    trabajadoras parten de diversas posiciones
    socioeconómicas, que explican una inserción plural en
    los mercados de trabajo españoles, si bien prevalece, como
    veremos, una ubicación mayoritaria en empleos precarios y
    marginales, sobre todo en la etapa inicial de la inmigración
    en que el 81% de las mujeres estudiadas se vio obligado a
    trabajar "sin papeles"12.

    Existen otras diferencias generadoras de
    discriminación, como el fenotipo (rasgos étnicos
    diferenciados: color de la piel, forma de los ojos, etc.)
    y la cultura, entendida ésta en diversos sentidos
    (costumbres, religión, etc.; nivel de formación
    y cualificación 24 profesional). Cualquiera de estas
    diferencias ?y otras que se podrían añadir? no implica
    necesariamente confrontación entre polos opuestos (por
    ejemplo, entre géneros, diferencias étnicas o religiones); más bien, tales
    diferencias pueden ser vividas como complementarias y dar lugar a
    formas enriquecedoras de interculturalidad y mestizaje. Conviene
    destacar también que las diversas claves interpretativas
    (clase, género, nación?estado, cultura y rasgos
    étnicos) no actúan en paralelo sino que están
    imbricadas unas con otras, dando lugar a posiciones mixtas y
    complejas. Por tanto, no existe una lectura simple ni un factor
    explicativo unívoco para entender las posiciones de las
    inmigrantes en la estructura socioeconómica española
    (algunas situaciones se explican por un factor, otras por otro,
    etc.).

    La confrontación de intereses entre grupos sociales
    tiene un carácter dialéctico y presenta siempre
    márgenes de elasticidad. En el sondeo
    cualitativo que hemos realizado con mujeres inmigrantes, hemos
    detectado que la mayoría se sitúa a la defensiva
    y tiende a circunscribir el proyecto migratorio en
    términos económicos, de rentabilidad y ahorro; en su opinión, la
    sociedad española no reconoce sus capacidades, las relega a
    trabajos subordinados y les niega una inserción social en
    términos de ciudadanía plena. Sin embargo, la
    experiencia de otro sector de trabajadoras inmigrantes,
    minoritario en la actualidad, supone un notable esfuerzo por
    revertir las relaciones de poder entre géneros,
    naciones, clases, etnias y culturas, y dar paso a nuevas formas
    de intercambio positivo o, al menos, de respeto mutuo entre los
    agentes implicados.

     

    Notas

    *Artículo?ARXIUS.

    1. Colectivo Ioé es un equipo de investigación
    sociológica especializado en temas de migración lo componen Carlos
    Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de Prada. Contactos: C.
    Luna, 11, 1º Dcha. 28004 Madrid. Tfn. 91 531 01 23
    E?mail: ioe[arroba]nodo50.org
    y www.nodo50.org/ioe/

    2. COLECTIVO IOE, Mujer, inmigración y
    trabajo
    , IMSERSO, Madrid (en prensa).

    3. Aunque una parte de las residentes comunitarias son
    ancianas que ya se han retirado de la vida activa, alrededor de
    la tercera parte de trabajadoras extranjeras en situación
    regular procede de países de la Unión
    Europea.

    4. Ver IZQUIERDO, A., La inmigración
    inesperada
    , Trotta, Madrid, 1996.

    5. OBSERVATORIO PERMANENTE DE LA INMIGRACIÓN,
    Indicadores de la inmigración y el asilo en
    España
    , Nº 10, IMSERSO, Madrid, julio
    2000.

    6. A estas trabajadoras sin Seguridad Social pero con
    permiso de trabajo hay que añadir las que no tienen ni una
    cosa ni otra, tal como veremos en los cinco principales segmentos
    laborales encuestados por nosotros.

    7. Utilizamos la EPA en este caso y no las altas de
    Seguridad Social, como referente general, ya que dicha fuente
    recoge con mayor fidelidad la extensión real del mercado de
    trabajo español, incluyendo a muchos irregulares (en
    especial en el caso del servicio doméstico).

    8. Excluimos de este grupo a las empleadas de hogar que
    cotizan "por cuenta propia", a las que clasificamos en el mismo
    segmento que las empleadas de hogar por cuenta ajena.

    9. El lector interesado puede remitirse al texto completo de la
    investigación que verá la luz, posiblemente, al tiempo
    que este artículo. Ver, COLECTIVO IOÉ, Mujer
    inmigración y trabajo
    IMSERSO, MINISTERIO DE TRABAJO Y
    ASUNTOS SOCIALES, Madrid, 2001.

    10. La situación afectaría de forma especial a
    las mujeres marroquíes (50,7%) y del resto de África
    (41,6%). Sin embargo, en cuanto a la diferencia entre sexos,
    habría más paro femenino que masculino entre
    marroquíes y europeos no comunitarios; en cambio, el
    desempleo masculino sería mayor en los demás
    colectivos. Ver INE, EPA. Encuesta de Migraciones 1998,
    Madrid, 1999.

    11. Sólo en las cinco ocupaciones que han sido
    objeto de estudios monográficos hemos detectado 33.000
    trabajadoras en situación irregular, a las que habría
    que añadir las que en ese momento se encontraban en paro
    además de las irregulares y paradas de otras ocupaciones. El
    incluir a las desempleadas coyunturales en el cómputo
    general de trabajadoras precarias se debe a que, desde una
    perspectiva dinámica de los mercados de trabajo, ambos
    conjuntos se refieren a las
    mismas personas.

    12. Si no se indica otra fuente, los datos recogidos en
    este capítulo se han obtenido a partir de las cinco
    encuestas aplicadas por nosotros a trabajadoras inmigrantes del
    tercer mundo, ponderando los resultados en función de su
    peso en el mercado de trabajo. Los cinco segmentos estudiados
    (muestra agregada de 1.579 casos) representan el 81% del total de
    mujeres inmigrantes con alta en la Seguridad Social.

     

    Colectivo Ioe
    Equipo de investigación
    sociológica ubicado en Madrid y compuesto por Carlos Pereda,
    Walter Actis y Miguel Ángel de Prada.

    URL: http://www.nodo50.org/ioe/
    El contenido
    del presente trabajo está gobernado por la siguiente
    Licencia de Creative Commons: ver

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