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Redes de comercialización y promoción de destinos turísticos culturales



     

     

    ABSTRACT

    En este trabajo, se
    pone de manifiesto la necesidad de establecer estrategias
    reticulares para la comercialización y promoción de
    los destinos turísticos culturales, en un mercado cada vez
    más global y volátil. Al mismo tiempo,
    establece las diferencias existentes entre las redes nacionales o
    regionales, y las redes de carácter local, así como las
    tendencias futuras.

     

    Introducción

    La esperanza inicial de este tipo de productos y
    destinos culturales, de carácter minoritario, de poder
    comercializarse a través de Internet, llegando
    directamente al cliente, se ha
    visto malogrado en gran medida por las dificultades
    encontradas.

    El principal problema al que se enfrentan, es el de la
    falta de notoriedad, en un mercado cada vez más saturado y
    en el que se ha multiplicado exponencialmente la presencia en
    Internet de las empresas y
    destinos turísticos, como pone de manifiesto el dato de la
    existencia de 250.000 páginas
    web dedicadas al turismo (Yahoo, 2000),
    así como por la creciente incorporación de nuevos
    destinos turísticos en todo el mundo.

    Por otra parte, el incremento del fraude
    electrónico ha puesto de relieve la
    falta de confianza del consumidor en las
    transacciones electrónicas, a lo que se ha venido a sumar
    la creciente desconfianza en la información ofrecida en Internet,
    especialmente para los destinos y empresas menos conocidos,
    debido a la facilidad de estar presente en la red y a la dificultad de
    identificar con plenas garantías al proveedor de
    información que se oculta detrás de cada página
    web.

    En ese sentido, lo que estamos observando en el proceso de
    comercialización turística es un acortamiento del
    canal de distribución, y el surgimiento de nuevos
    intermediarios, en medio de la incertidumbre impuesta por la
    revolución
    que las tecnologías de la información (TI) han
    traído al sector de comercialización de productos y
    destinos turísticos.

    En ese sentido, las redes de comercialización de
    destinos turísticos están pasando a formar parte de
    una nueva generación de intermediarios turísticos
    basados en la flexibilidad que proporcionan las
    tecnologías de la información.

    Consecuentemente, es en los destinos turísticos
    culturales menos implantados donde se sienten, de manera
    más acentuada, los impactos negativos de la
    desaparición progresiva de empresas medianas en su
    territorio y la ausencia de las grandes, y donde más se
    corre peligro de acabar deslizándose hacia una estructura
    localista que, debido a una tradicional desvertebración de
    las pymes y a su
    incapacidad de articularse, realimente el bucle de la
    pérdida de competitividad, puesto que el sector
    turístico en este tipo de regiones muestra empresas
    de pequeño tamaño y escasa innovación, con una oferta
    turística de baja notoriedad y frecuentemente dispersa en
    el territorio, sin una imagen
    común de "marca".

    En este sentido, la estrategia de
    integración reticular en plataformas
    comunes de promoción, gestión
    y comercialización turística, viene a representar
    un vector de competitividad de primera magnitud para este tipo de
    destinos turísticos culturales fragmentados en regiones
    tangenciales respecto a los grandes flujos
    turísticos.

    La importancia de este tipo de cooperación
    reticular viene determinado por el hecho de que, "en todos los
    intentos con "éxito"
    (de desarrollo),
    el incorporar empresas locales en redes empresariales más
    amplias y, más en general, en circuitos de
    información de alta calidad, ha
    constituido un ingrediente fundamental" (OCDE, 2001;
    49).

     

    Estrategia de redes para la
    comercialización turística

    La actual velocidad de
    las transformaciones sociales, la creciente aceleración de
    la obsolescencia y la innovación
    tecnológica nos han introducido dentro de un marco de
    incertidumbre y riesgo en que el
    entorno marca la pauta sobre sistemas que ya
    no pueden considerarse como cerrados. De esta manera, nos
    encontramos frente a una nueva realidad en que "el ambiente es
    considerado como enormemente complejo y el sistema ha de
    ajustar su propia complejidad con el ambiente
    " (Luhmann, 1971
    ).

    Por tanto, si podemos aproximarnos al concepto de
    complejidad como la totalidad de los acontecimientos posibles y
    si aceptamos que el entorno, conducido por la espiral de los
    contradictorios procesos
    globalizadores, no hace más que multiplicar constantemente
    el número de posibilidades, es decir, que se ha vuelto
    enormemente volátil y más complejo, hemos de
    aceptar que los sistemas complejos, determinados como aquellos
    que "tienen una pluralidad de posibilidades que son
    compatibles con su estructura"
    (Luhmann, 1971 ), son los que
    están en condiciones de afrontar los nuevos retos de
    variabilidad con mayores garantías de
    éxito.

    Sin embargo, el elogio de la complejidad como
    instrumento de promoción, gestión y
    comercialización turística en las regiones
    intermedias, no presupone, como hicieron los neoevolucionistas,
    establecer un vector evolutivo a medida que se intensifica la
    complejidad de los mecanismos de comercialización y
    promoción turística, ya que como ha sugerido
    Habermas (1986) "la intensificación de la complejidad
    como orientación y la complejidad sistémica como
    fundamento de valoración del grado de desarrollo resultan
    ser inadecuados",
    sino proponer el modelo que
    mejor se adecua a una situación fragmentada, en vez de
    considerar problemática una situación fragmentada
    que no se adecua a los modelos
    tradicionales de jerarquías estructuradas. Bajo esas
    nuevas premisas, la complejidad de un destino pasa de
    constituirse en un problema que dificulta su gestión, a un
    vector de riqueza, especialmente si sirve para implementar
    políticas favorecedoras de la
    flexibilidad.

    De esta forma, lo que se propone para los destinos
    turísticos culturales de carácter fragmentado es el
    paso en el desarrollo de la complejidad, explicitado en la
    teoría de
    sistemas por Spencer, desde la "incoherent homogeneity" hasta
    la "coherent heterogeneity" mediante redes inclusivas gestionadas
    merced a las TI.

    Es decir, en este entorno complejo y volátil
    dentro de un mercado turístico saturado, el gran reto que
    se presenta es la comercialización de lo "local" dentro de
    la denominada lógica
    glocal, en las regiones que generalmente se encuentran en zonas
    de tangencia respecto a los grandes flujos
    turísticos.

    Para ello, es precisa la articulación reticular
    de las posibilidades de comercialización de las
    pequeñas empresas, realizando un esfuerzo de
    integración de todos los elementos demandados por el
    turista cultural para su comercialización, bien
    directamente, a través de centrales de reservas propias o
    comercio
    electrónico, bien indirectamente, consiguiendo introducir
    la propuesta conjunta dentro de la gama de oferta de las agencias
    de viaje.

    Consecuentemente, la necesidad no surge
    únicamente de la búsqueda de economías de
    escala, como
    ocurre en otros sectores, sino que a ello se añade una de
    las características básicas del producto
    turístico, como es la de no ser un satisfactor por si
    sólo de las necesidades del cliente, lo que obliga a la
    conformación de ofertas conjuntas, mediante el ensamblaje
    realizado tradicionalmente por el canal distribuidor.

    Por tanto, lo que se pretende mediante este tipo de
    estrategias, es realizar de forma auto coordinada, por parte de
    las empresas proveedoras de productos turísticos en un
    destino cultural, el proceso de integración que el
    mayorista hace de los diversos paquetes turísticos,
    consiguiendo así puentear ese escalón del canal
    comercializador, al tiempo que se potencian líneas de
    gestión común que posibiliten estándares de
    calidad homogéneos en el conjunto del destino, sin
    necesidad de homogeneizar las ofertas de las diversas empresas,
    ya que "una pluralidad de componentes verdaderamente divergentes
    sólo pueden guardar coherencia en una red" (Nelly,
    1995)

    En ese sentido, debemos considerar como pionero el trabajo de
    Poon (1993), al relacionar las nuevas oportunidades introducidas
    por las tecnologías de la información, con la
    consideración de que el nuevo turismo que estaba surgiendo
    iba a ser un turismo flexible, por lo que ya proponía una
    "especialización flexible" dentro de las empresas del
    sector turístico.

     

    Una transición hacia
    las redes locales

    La oportunidad ofrecida por las tecnologías de la
    información para la coordinación de estrategias compartidas,
    así como la necesidad de lograr economías de escala
    por parte de las pymes turísticas en un mercado que se
    globaliza, han sido estudiadas Miles y Snow (1986), (Poon, 1993),
    Schmid(1994), Darr et al. (1995), Ingram y Baum (1997), Barry y
    Elmes (1997), Sheldon (1997), Wildeman (1998), Buhalis
    (1998).

    Sin embargo, las posibilidades ofrecidas por la sociedad de la
    información, fueron aprovechadas inicialmente para
    implantar redes de comercialización y promoción de
    carácter horizontal, puesto que el hecho de compartir el
    mismo producto facilitaba el proceso de integración en
    plataformas comunes de comercialización y
    promoción.

    Sin embargo, la necesidad creciente de conseguir
    economías de escala en el mercado turístico
    globalizado por parte de los clusters
    turísticos, ha llevado en los últimos años a
    la aparición de redes de promoción y
    comercialización verticales, integradas por las diversas
    empresas de un destino.

    Este tipo de redes han surgido principalmente en
    destinos con una posición consolidada en el mercado
    turístico, lo que ha favorecido su establecimiento, y han
    sido implantadas con la aportación principal de las
    administraciones públicas con competencias en
    turismo, como son los casos destacados de "Austrian Tyrol",
    "Maison de la France" o Singapur, por poner algunos de los
    ejemplos más relevantes.

    En ese sentido, el carácter central que las
    autoridades turísticas están teniendo en la
    creación y desarrollo de estas redes, tiene como
    consecuencia que se estén creando atendiendo a los
    ámbitos territoriales sobre los que tienen competencia,
    siendo básicamente redes nacionales o
    regionales.

    Sin embargo, este hecho fundamental pone de relieve un
    significativo "trade off" entre redes turísticas asociadas
    a geografías amplias, con la consiguiente
    consecución de economías de escala en la
    promoción pero con una escasa cooperación
    interempresarial, o redes turísticas de carácter
    local con una fuerte "coopetición" entre las pymes del
    destino, pero con economías de escala
    limitadas.

    En este sentido, una transición hacia el segundo
    modelo debería desarrollarse en un sector turístico
    como el español,
    de carácter fragmentado y focalizado en la búsqueda
    de la calidad a través de "un cambio radical
    en el sector turístico en su estructura y gestión"
    (PICTE, 2000).

    En ese sentido, si nos atenemos a la realidad del
    panorama industrial, la competitividad basada en las
    economías de aglomeración propiciadas en los
    clusters tiene una larga tradición, el propio Marshall se
    refería a "todas las economías que la
    división del trabajo proporciona a la concentración
    de un número considerable de pequeños negocios de
    una clase
    análoga en la misma localidad
    "

    Sin embargo, dentro del sector turístico, ha sido
    en los últimos años en los que se ha empezado a
    explotar la necesidad de buscar la competitividad en lo que han
    venido a denominarse clusters turísticos, en los
    que las economías de aglomeración en los procesos
    de intercambio, coordinación, formación y
    difusión tecnológica entre las distintas empresas,
    representan un añadido de viabilidad de las
    mismas.

    Es en ese sentido en el que cabe entender la
    conclusión del informe de la OMT
    (2000), cuando remarcaba que la competitividad turística
    se crea en los clusters locales y no a nivel nacional.

    Esta realidad se verá incrementada
    progresivamente, porque es el nivel de cluster el que se
    está viendo reforzado dentro de la denominada
    lógica glocal, puesto que a la creciente globalización de los mercados
    turísticos se le correlaciona una progresiva
    identificación con el ámbito local como entorno
    defensivo de las actitudes
    empresariales.

    Pero al mismo tiempo, es esta sensación de
    agorafobia de las pymes turísticas ante mercados cada vez
    mayores, más complejos y volátiles, la que facilita
    crecientemente la "coopetición" entre las pequeñas
    y medianas empresas de los clusters locales, reduciendo los
    actuales obstáculos a la cooperación por parte de
    un espíritu frecuentemente individualista de sus
    propietarios.

     

    Bibliografía

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    Notas

    [1] – Citado por Almaraz (1996)

    [2] – Citado por Almaraz (1996)

    [3] – Citado en Castells, 2000; 104.

     

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    Miguel Vidal González

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