- Conflicto de fondo entre las
potencias - El proyecto
nuclear - La
decisión - La explosión y sus
consecuencias - Tormentas de
fuego - Balance de
victimas - Justificación del
genocidio - Derecho
Internacional - Diplomacia
atómica - Conclusión
- Bibliografía
En Europa a lo largo
de los siglos XVI y XVII principalmente España y
Portugal el mercantilismo
era el sistema en que se
manejaban las naciones el trueque era el modo de intercambio
existente tomando como deposito de valor los
metales
valiosos como el oro y la
plata, cada país trataba de tener la mayor
acumulación de estos metales alentando las exportaciones y
disminuyendo las importaciones
para mantener un superávit en la balanza de
pagos.
Luego la revolución
industrial iniciada en Gran Bretaña a finales del
siglo XVIII, a la cual le sigue Francia y
Alemania a
comienzos del XIX trajo consigo la aparición de
maquinarias que facilitaron la elaboración de productos a
gran escala y en menos
tiempo, los
países se benefician de la posibilidad de comerciar entre
si, el comercio
permite especializarse en lo que mejor hacen o
fabrican.
El cambio
tecnológico propiciado por la Revolución
Industrial trajo consigo un cambio en la correlación de
fuerzas entre las potencias. Que conduce a la rivalidad de los
estados europeos por sus ambiciones imperialistas, el
enfrentamiento económico entre los capitalistas más
avanzados que competían por la conquista de nuevos
mercados donde
obtener materia prima
y colocar sus productos.
El ascenso de las potencias extraeuropeas, Estados Unidos y
Japón,
supuso el paso de un concierto europeo a un concierto
mundial de potencias. Las naciones europeas adoptan medidas
tanto en política interior
como exterior. Se comienza una carera armamentista a nivel
global, por su parte estados unidos para hacer prevalecer su
superioridad desarrolla de manera secreta la bomba
atómica.
Una demostración de poder entre
las potencias que costo la suma de
2.000millones de dólares, y cobro la vida de cerca de
250mil civiles inocentes que tenían un valor descartable
ante la posibilidad de afianzar su posición en Asia, una
demostración de poder cuyo efecto disuasivos se han
prolongado hasta nuestros días.
Conflicto de
fondo entre las potencias
El papel de la riqueza como medio de poder no dejaba de
ser una evidencia para los gobernantes europeos a comienzos de la
Edad Moderna.
El dinero
permitía levantar y mantener ejércitos, financiar
guerras,
sostener complejas burocracias y, en definitiva, costear
ambiciosos programas de
gobierno.
El fomento de la economía nacional y
la defensa de los intereses propios subyacen en todo programa de
política mercantilista. Los Estados intentaban promover el
crecimiento material de sus súbditos como condición
indispensable de su propio poder.
Enriquecer al príncipe consistiría
básicamente en lograr atraer hacia sus arcas la mayor
cantidad posible de oro y de plata. Y dado que la cantidad de
metal precioso existente era finita, la disputa con el resto de
los países por asegurar la posesión de la mayor
parte se hacía inevitable.
El mercantilismo español se
basó más que en una actividad puramente exportadora
en la defensa de los metales preciosos que entraban a
España procedentes de América, atesorándolos en forma de
lingotes básicamente.
El gran salto hacia un futuro comercio mundial se
habría de producir a finales del siglo XV con el avance de
los pueblos ibéricos en la ruta de la India
(Portugal) y de América (primeramente España). Con
las exploraciones y factorías comerciales y zonas de
colonización de ambos países ibéricos, se
inició una fuerte recuperación no sólo del
comercio intraeuropeo, sino que al propio tiempo nació el
verdadero intercambio mundial.
A mediados del siglo XVI se extendió la
penetración comercial europea hasta ambas costas del
Pacífico; los navíos españoles hacían
la ruta del Perú a Europa vía Portobelo
(Panamá), y
los portugueses llegaban hasta las Molucas (actualmente
Indonesia), haciendo entrar en la corriente internacional no
sólo nuevas mercancías (las especias
traídas ahora en grandísima abundancia), sino
sobre todo los metales preciosos, procedentes de la
América española, que causaron lo que los
historiadores llamaron justamente "La revolución de los
precios". Sin
embargo, aun con el control de
extensos territorios (España) o factorías marinas
(Portugal), las dos naciones ibéricas no supieron o no
pudieron convertirse en verdaderas metrópolis comerciales
e industriales.
La Corona portuguesa negociaba fundamentalmente a
través de su "Factor" de Amberes, verdadero imporio
comercial de Europa, desde donde se distribuía la mayor
parte de las plusvalías comerciales.
Por su parte, la Corona Española, no obstante los
intentos de crear un centro comercial de primer rango en
Sevilla,
apenas pudo retener el flujo de metales preciosos al resto de
Europa, fundamentalmente a Flandes e Italia, llegando
sus efectos a Alemania a partir de la entronización de los
Habsburgo en España.
Surgió así en Alemania una primera
generación de banqueros, como los Welser, los Hochstetter
y los Fugger. Las guerras de religión que se
desatan con los intentos de Carlos V
de frenar la expansión del Luteranismo y el poder de
los reyes y príncipes del Sacro Imperio, fueron la causa
(junto con la desgraciada política
económica seguida en España) de esta casi puro
tránsito del oro americano por el suelo
español. Los corsarios ingleses
buscaron nuevos horizontes en las zonas de América que
España no había llegado a ocupar.
En 1585, Walter
Raleigh fundó la primera de las que
habían de ser trece colonias
(Virginia). Y con la posesión de varias
Antillas
menores, los ingleses no tardaron en asegurarse las bases
territoriales de lo que posteriormente sería comercio
triangular: envío desde Inglaterra al
golfo de Guinea de géneros
diversos y quincalla para la adquisición de
esclavos; esclavos que se "exportaban" a las
nuevas plantaciones del Caribe y de las trece colonias; desde
allí se embarcaba algodón, azúcar
y tabaco
hacia Europa.
La prohibición de Felipe II
a los "rebeldes" holandeses, autoindependizados en Flandes,
de comerciar en Amberes y Lisboa
(entonces bajo dominio
español) puso en marcha a una nueva potencia
comercial, Holanda, que entró en los establecimientos
portugueses en Oriente. Y el capitalismo
holandés, organizado por primera vez en la
Historia en forma
de sociedades
anónimas (la más famosa de ellas la
"Compañía de las Indias Orientales", creada en
1602), fue el punto de arranque no sólo de un activo
comercio, sino también de la creación de industrias
transformadoras en los Países Bajos, que por entonces
traían en jaque casi simultáneamente a
España y a Inglaterra.
La entrada de Francia en el comercio
internacional fue mucho más tardía y menos
fructuosa. Los franceses fundaron sus primeros establecimientos
americanos en Canadá,
y más concretamente en Quebec. Pero esas colonias no
dieron el fruto esperado, y algo parecido sucedió con las
factorías francesas en la India, que quedaron muy a la
zaga de las que Holanda había montado más hacia el
Este, en las Indias Orientales (actual Indonesia) e incluso en
Japón.
Las consecuencias del oro y la plata americanos sobre la
economía española, condujo al pleno convencimiento
de que la verdadera riqueza radicaba en los bienes
producidos y no en el metal poseído.
El mercantilismo evolucionó, pues, hacia
doctrinas productivitas. El comercio se consideraba la forma
más eficaz de promover la riqueza de la nación.
Favorecer la exportación de mercancías
manufacturadas producidas en el propio país y de impedir
la importación de las producidas en
países extranjeros. Esta política se completaba con
medidas de signo contrario referidas a las materias primas. Por
lo tanto, había que impedir la salida de las materias
primas nacionales y favorecer la importación de las
extranjeras.
El colonialismo, finalmente, representa otra de las
principales características de la política
mercantilista. El comercio ventajoso alcanzaba sus mayores
posibilidades mediante el control efectivo de áreas
coloniales. Las colonias se constituían en proveedoras de
materias primas para la metrópoli, al tiempo que en
mercados para la producción manufacturera de ésta. La
pugna de las potencias por el control de colonias se explica
fundamentalmente por razones de tipo económico-mercantil.
La rivalidad de los países por intereses mercantiles dio
lugar a la aparición de un fenómeno relativamente
nuevo: las guerras económicas.
El mercantilismo tuvo gran
éxito
al estimular el crecimiento de la
industria, pero también provocó
fuertes reacciones en contra de sus postulados. La
utilización de las colonias como proveedoras de
recursos y su exclusión de los
circuitos comerciales dieron lugar, entre
otras razones, a acontecimientos como la
guerra de la independencia
estadounidense, porque los colonos pretendían
obtener con libertad su propio
bienestar económico.
Las naciones se ven impulsadas a dominar a otras para
expandir su economía, adquirir materias primas y mano de
obra, o para dar salida a los excedentes del capital y
producción. La teoría
más notable que vincula el imperialismo
con el capitalismo es
la de Karl Marx. La
expansión europea del siglo XIX es la consecuencia
inevitable de la necesidad de las economías capitalistas
europeas de exportar su excedente de capital. Del mismo modo la
expansión de Estados Unidos basándose en el
imperativo económico.
La Revolución Industrial, iniciada en Gran
Bretaña a finales del siglo XVIII, en Francia a comienzos
del XIX y en Alemania a partir de 1870, provocó un gran
incremento de productos manufacturados, por lo que estos
países se vieron obligados a buscar nuevos mercados en el
exterior. El área en la que se desarrolló
principalmente la política europea de expansión
económica fue África, donde los respectivos
intereses coloniales entraron en conflicto con
cierta frecuencia. La rivalidad económica por el dominio
del territorio africano entre Francia, Alemania y Gran
Bretaña estuvo a punto, desde 1898 hasta 1914, de provocar
una guerra en
Europa en varias ocasiones.
El imperialismo agudizo las tensiones económicas.
Las potencias imperialistas tendieron a establecer
economías cerradas con sus colonias, lo que llevó
primero a una feroz lucha por territorios y, posteriormente,
cuando el reparto estaba prácticamente hecho, a una guerra
de aranceles. El
proteccionismo fue otro elemento que enrareció las
relaciones
internacionales.
El colonialismo exacerbó la lucha entre las
potencias industriales europeas en busca de territorios y
mercados. El imperialismo provocó que los roces entre las
potencias desbordaran el marco europeo y tuvieron lugar en
prácticamente en cualquier parte del globo.
Como consecuencia de estas tensiones, las naciones
adoptaron medidas tanto en política interior como exterior
entre 1871 y 1914 que, a su vez, aumentaron el peligro de un
conflicto; mantuvieron numerosos ejércitos permanentes,
que ampliaban constantemente mediante reclutamientos realizados
en tiempo de paz, y construyeron naves de guerra de mayor
tamaño. Gran Bretaña, influida por el desarrollo de
la Armada alemana, que se inició en 1900, y por el curso
de la Guerra Ruso-japonesa, modernizó su flota bajo la
dirección del almirante sir John Fisher. El
conflicto bélico que tuvo lugar entre Rusia y
Japón había demostrado la eficacia del
armamento naval de largo alcance. Los avances en otras
áreas de la tecnología y organización militar estimularon la
constitución de estados mayores capaces de
elaborar planes de movilización y ataque muy
precisos.
De forma paralela al proceso
armamentístico, los estados europeos establecieron
alianzas con otras potencias para no quedar aisladas en el caso
de que estallara una guerra. Esta actitud
generó un fenómeno que, en sí mismo,
incrementó enormemente las posibilidades de un conflicto
generalizado: el alineamiento de las grandes potencias europeas
en dos alianzas militares hostiles, la Triple Alianza, formada
por Alemania, Austria-Hungría e Italia, y la Triple
Entente, integrada por Gran Bretaña, Francia y Rusia. Los
propios cambios que se produjeron en el seno de estas
asociaciones contribuyeron a crear una atmósfera de crisis.
El 19 de octubre de 1929 los indicadores de
cotizaciones de la Bolsa de Valores
de Nueva York cayeron como una avalancha, creando pánico
en el mundo de las finanzas. El
año de 1929 está marcado en el calendario de la
historia como el inicio de la crisis económica que
sumió en la pobreza y la
desesperación a millones de personas.
Esta crisis repercutió en Europa y el resto del
mundo. Estados Unidos ya no estaba en condiciones de seguir
haciendo inversiones en
el extranjero y el colapso se extendió rápidamente.
La consecuencia inmediata fue la miseria de millones de personas,
y el resultado último, que esta gente desesperada fue
presa fácil de doctrinas totalitarias que les
prometían recuperación material y empleo a corto
plazo.
El gobierno nacional socialista alemán, impulsado
por las presiones de quienes lo sostenían
económicamente, emprendió una política de
reivindicaciones territoriales, aluciendo la necesidad de
"Espacio Vital" para la expansión de sus
industrias.
Por otra parte, las potencias occidentales en su deseo
de aislar a Rusia que encarnaba el peligro de expansión
del comunismo, apoyaban
complacientemente a los alemanes. Una serie de acuerdos
diplomáticos y exigencias territoriales preparo el
conflicto.
Japón, modernizado a partir de la Era Meiji,
potenció desde finales del siglo XIX su desarrollo
económico y militar, logrando una posición
principal y poco a poco hegemónica en Extremo
Oriente.
Por otro lado, las dificultades económicas
objetivas de Japón eran evidentes: superpoblado,
debía importar el 90% de su petróleo y el 85% de su hierro, sin
que ni siquiera pudiera autoabastecerse de alimentos. Muy
por debajo de las posibilidades industriales de sus rivales y, en
especial, de los Estados
Unidos, en caso de conflicto estaba obligado a
obtener una victoria rápida.
Como en el caso de Italia, la guerra de los dirigentes
japoneses respondió a una estrategia propia
que no fue concertada en absoluto con Alemania. A diferencia de
ésta, no pretendía una indefinida expansión,
sino que quería limitar su área de influencia tan
sólo al Extremo Oriente.
Fueron las derrotas de los aliados las que llevaron a
Japón a elegir una nueva vía de expansión
diferente de China. La
Indochina francesa, la Indonesia holandesa y las posesiones
británicas del Extremo Oriente satisfacían de un
modo mucho más completo su búsqueda de recursos
naturales como el caucho y
petróleo.
Para Japón, las potencias occidentales eran, en efecto, el
enemigo por excelencia y no sólo por motivos
estratégicos sino también por un cierto
antioccidentalismo
muy enraizado en sus núcleos dirigentes. De
ahí que Japón ingresara en el pacto tripartito en
septiembre de 1940, de modo que creó con ello una comunidad de
intereses con Alemania e Italia.
El siguiente paso fue suscribir un acuerdo de
no-agresión con Moscú, en abril de 1941. Hitler se
limitó a esperar de Japón que mantuviera ocupados a
los norteamericanos ante la eventualidad de un conflicto con
ellos.
La presión
japonesa consiguió que los franceses aceptaran la
ocupación del Sur de Indochina en julio de 1941, mientras
que los holandeses en Indonesia se mostraban mucho más
remisos a las presiones japonesas. Fueron los Estados Unidos
quienes cerraron de manera decidida el paso a Japón. Los
norteamericanos conocían la escritura
cifrada japonesa, por lo que podían percibir la duplicidad
de aquellos con los que negociaban, consistía en comprar
petróleo norteamericano para aprovisionarse contra los
propios Estados Unidos. Al final, en agosto, se decreto un
embargo de las exportaciones a Japón y decide caducar el
acuerdo del envío de armas.
El expansionismo militar de Japón en el sur de
Asia oriental y el control de los recursos del sur
de Asia, no podía desarrollarse sin destruir la principal
amenaza que podía tener aún en el Pacífico:
la fuerza naval
de los EEUU en Hawai.
Repitiendo la estrategia que había seguido frente
a los rusos, Japón decide bombardear por sorpresa Pearl
Harbor el 7 de diciembre de 1941. Destruyendo casi la totalidad
de la base. EE.UU. le declara la guerra a Japón, pero
sigue neutral en Europa. Hitler convencido que luego de la
derrota estadounidense es imposible perder su guerra y le declara
la guerra a EE.UU. Italia siguió su ejemplo. EE.UU ahora
ingresa a la guerra
mundial.
El proyecto
nuclear
Estados Unidos supo en 1939 que la Alemania de Hitler,
preparándose para una guerra total, había
descubierto la fisión nuclear. Oppenheimer y otros
expertos supusieron que los experimentadores alemanes
tratarían de producir una reacción en cadena
controlada que haría posible una bomba infinitamente
más destructiva que cualquier otro explosivo convencional.
Los científicos alertaron al presidente Roosevelt luego de
conseguir el apoyo del renombrado genio científico
Albert
Einstein, quien era exiliado del régimen
nazi.
El 2 de agosto de 1939, Albert Einstein dirige una
carta al
presidente de EEUU Roosevelt reclamando su atención sobre las investigaciones
realizadas por los científicos E. Fermi y L. Szilard por
las que el uranio podría convertirse en una nueva e
importante fuente de energía susceptible de
utilización militar. Calcula que con él se
podría construir una bomba de 2.000 megatones y recomienda
la fabricación de uranio e iniciar un programa de investigación sobre el uso militar de la
energía atómica.
El 3 de septiembre Francia y el Reino Unido declaran la
guerra a Alemania en respuesta a la invasión alemana de
Polonia producida dos días antes, el 1 de
septiembre.
El 7 de diciembre de 1941 Japón bombardea la base
naval estadounidense de Pearl Harbor sin que medie
declaración de guerra. El bombardeo produce 2.000
víctimas mortales. Estados Unidos entra en la Segunda Guerra
Mundial y el programa atómico adquiere la
máxima prioridad. Gran Bretaña y Canadá se
suman.
El programa se mantendrá en el más alto
secreto bajo el nombre de Proyecto Manhattan. Miles de
científicos e ingenieros, con un presupuesto
superior a los 2.000 millones de dólares se desplazan a
Nuevo México,
Los Álamos. Durante más de dos años
trabajarán, bajo la dirección científica de
Robert Oppenheimer, en dos proyectos de
bomba atómica: una basada en el uranio y otra en el
plutonio.
El 15 de agosto de 1944 se produce la apertura de un
segundo frente en el sur de Francia, en Provenza, con la
operación Anvil Dragoon. Alemania intenta una
contraofensiva desesperada en la Batalla de las Ardenas en
diciembre, donde pierde sus últimas reservas militares.
Los aliados avanzan hacia Berlín.
El 7 de mayo de 1945 Alemania se rinde. En Europa la
guerra ha terminado, sólo queda abierto el frente del
Pacífico.
La noche del 15 de julio, Robert Oppenheimer,
accionó el mecanismo que detonó la primera bomba
atómica. La prueba, bautizada con el nombre de "Trinity",
detonó una de las tres bombas nucleares
que el proyecto Manhattan había logrado desarrollar. Se
eligió el paraje conocido por "Jornada del Muerto", una
zona desértica a 80 kilómetros de
Alamogordo.
El cielo se iluminó para segundos después
oscurecerse por el polvo radioactivo. Una enorme nube en forma de
hongo ascendió, las montañas del fondo se
empequeñecieron, la onda expansiva fue registrada a 400
kilómetros de distancia, sesenta años
después, en la zona, los niveles radioactivos aun son muy
superiores a lo normal, pueden encontrase rocas color verdoso,
restos de la explosión, con altos niveles de radiación.
El proyecto Manhattan había culminado con
éxito.
El 12 de abril de 1945 muere F. D. Roosevelt, impulsor
del Proyecto Manhattan, y le sucede en el cargo de presidente de
los Estados Unidos, el hasta entonces vicepresidente Harry S.
Truman. Desconocedor del proyecto, es informado de todos sus
pormenores, en tres meses Estados Unidos podría disponer
de una bomba capaz por sí sola de destruir toda una
ciudad. Él será en que deba tomar la última
decisión.
En noviembre de 1944 habían comenzado los
bombardeos sobre Japón. Durante varios meses, la 20ª
Air Force compuesta por 500 bombarderos B-190., descargó
más de 4.000 toneladas de bombas sobre Japón. A
finales de febrero de 1945 las defensas aéreas japonesas
habían sido prácticamente anuladas y los
principales objetivos de
interés
militar, alcanzados.
El 10 de marzo de 1945 Tokio, la capital de
Japón, es bombardeada. El bombardeo de Tokio marca el cambio
de estrategia en los bombardeos sobre Japón. Inutilizados
los principales complejos militares cambia la categoría
del objetivo. El
valor estratégico ya no se asigna a determinadas
fábricas, puertos o nudos de comunicaciones; ahora serán ciudades y
zonas más o menos extensas las que, determinando su valor
estratégico, serán fijadas como objetivo. Tokio y
otras muchas ciudades se consideraron de importante valor
estratégico.
Las bombas rompedoras usadas hasta entonces se
sustituyen por bombas incendiarias de Napalm (inútiles
contra edificios sólidos, pero de efectos más
extendidos y especialmente mortíferos).
En la primavera del 1945 los servicios de
inteligencia
estadounidense habían descifrado las claves usadas por los
japoneses y las interceptaciones le llegaban puntualmente al
presidente Truman. Por ellas pudo conocer los diversos intentos
de Japón para conseguir una rendición
negociada.
El 4 de julio Churchill comunica a Truman la
aprobación de Gran Bretaña para el uso de la bomba.
El objetivo sería una ciudad que dispusiera de
instalaciones útiles para la guerra. También,
serían ciudades que no hubiesen sufrido los bombardeos a
los que estaba siendo sometido Japón para una
óptima valoración de los efectos de la
bomba.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, Hiroshima era una ciudad de importancia militar
considerable. En las afueras de la ciudad se encontraban los
cuarteles del Segundo Ejército, los cuales
defendían el sur de Japón. Allí funcionaba
un centro de comunicación, punto de almacenamiento
militar y área de ensamblaje de tropas. En las afueras
también había algunas plantas
industriales y el puerto. Irónicamente todo ello no fue
tocado por la explosión, que sólo destruyó
el centro de la ciudad (donde había una inmensa
mayoría de civiles).
Para la designación de los blancos, se tomaron
los siguientes criterios (Groves) Nunca bombardeado
convencionalmente, de relevancia para el esfuerzo bélico
japonés, gran densidad
poblacional. Estaba en la lista de blancos atómicos:
Kioto, Nigata, Kokura, Nagasaki e Hiroshima.
El 26 de julio de 1945, el presidente norteamericano
Harry Truman lanzó una proclama al pueblo japonés,
conocida luego como la Declaración de Potsdam, pidiendo la
rendición incondicional del Japón sopena de sufrir
una devastadora destrucción aunque sin hacer referencia a
la bomba atómica. Según la proclama, Japón
sería desposeído de sus conquistas y su soberanía quedaría reducida a las
islas niponas. Además los dirigentes militares del
Japón serían procesados y condenados
restableciéndose la libertad de
expresión, de cultos y de pensamientos.
El Japón quedaba sujeto a
pagar indemnizaciones, sus ejércitos serían
desmantelados y el país tendría que soportar la
ocupación aliada. El 29 de julio el premier japonés
Suzuki rechazó la propuesta de Truman. El 3 de agosto,
Truman dio la orden de arrojar las bombas atómicas en
Hiroshima, Kokura, Niigata o Nagasaki.
La
explosión y sus consecuencias
El 6 de agosto despegaba rumbo a Hiroshima la primera
formación de bombarderos B-29.Uno de ellos, el Enola Gay,
piloteado por el coronel Paúl Tibbets, llevaba la bomba
atómica; otros dos aviones lo acompañaban en
calidad de
observadores.
Súbitamente apareció sobre el cielo de
Hiroshima el resplandor de una luz blanquecina
rosada, acompañado de una trepidación monstruosa
que fue seguida inmediatamente por un viento abrasador que
barría cuanto hallaba a su paso. Las personas quedaban
calcinadas por una ola de calor
abrasador. Muchas personas murieron en el acto, otras
yacían retorciéndose en el suelo, clamando en su
agonía por el intolerable dolor de sus
quemaduras.
Pasados los minutos masas de gente quemada totalmente
pero viva con jirones de piel colgando,
mutilados por los escombros, algunos quemados parcialmente
sólo por el lado expuesto a la explosión. Caminaban
sedientos y se tiraban al río, donde muchos se ahogaron en
masa. Los incendios se
sucedían uno tras otro.
Media hora más tarde empezó a suceder un
efecto extraño: empezó a llover una lluvia de color
negro. Esta lluvia traía el carboncillo condensado de todo
material orgánico quemado (entre ellos las víctimas
humanas), y del material radiactivo de la bola de humo que se
había levantado. Esta lluvia causó muchas
víctimas días después por anemia,
espasmos y convulsiones de origen hasta entonces
misterioso.
El caos, el desconcierto y la ruina fue total. El
paisaje calcinado adquirió un tono gris uniforme, como si
el color se hubiera extinguido, el pasto se volvió rojo
grisáceo, el 92% de las edificaciones sólidas de
Hiroshima fue arrasado.
En ese momento, el operador de control de la
compañía de transmisión japonesa en Tokio
notó que la estación de Hiroshima quedó
fuera del aire.
Intentó utilizar otra línea telefónica para
restablecer su programa, pero falló
también.
El absoluto silencio proveniente de la zona
confundió a los hombres del cuartel; Algo había
sucedido, sabían que ningún ataque enemigo a gran
escala podría haber ocurrido, y sabían que en aquel
entonces no existían depósitos de explosivos de
gran tamaño en Hiroshima.
Un avión pronto llegó a la ciudad, la cual
bordearon sin poder creer lo que veían: todo lo que
quedaba de la gran ciudad era una cicatriz sobre la tierra,
aún ardiendo, y cubierta por espesas nubes de humo.
Aterrizaron al sur de la ciudad y el oficial después de
informar de lo visto a Tokio comenzó a organizar medidas
de ayuda.
En esa época no se sabía que no se debe
acercarse a la zona de una explosión nuclear, ya que
la radiación continúa
durante varios días o meses, generando
cánceres de distintos tipos. Los miles
de médicos, soldados y enfermeros voluntarios que llegaron
a Hiroshima en los siguientes días, murieron todos de
cáncer en los siguientes años.
A la medianoche las primeras noticias de la
causa del desastre en llegar a Tokio provinieron de la
Casa
Blanca.
Mientras el ejercito japonés trataba de ocultar
el bombardeo a sus ciudadanos, el presidente Truman se
dirigió a su población a través de la
televisión: "Hace poco
tiempo un avión americano ha lanzado una bomba sobre
Hiroshima inutilizándola para el enemigo. Los japoneses
comenzaron la guerra por el aire en Pearl Harbor, han sido
correspondidos sobradamente. Pero este no es el final, con esta
bomba hemos añadido una dimensión nueva y
revolucionaria a la destrucción. Si no aceptan nuestras
condiciones pueden esperar una lluvia de fuego que
sembrará más ruinas que todas
las hasta ahora vistas sobre la tierra."
El alto mando japonés dio por hecho que los
Estados Unidos sólo tenían una bomba atómica
y, ya que el daño
estaba hecho, se mantuvieron en armas. Sin embargo, esta actitud
de los japoneses fue prevista por los estadounidenses y, para
demostrar que tenían más bombas y de mayor fuerza
destructiva, arrojaron una segunda bomba.
El 9 de agosto, el espectáculo de la
aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki,
situada en una de las islas menores de Japón llamada
Kyushu. El bombardero B-29, "Bock’s
Car", lanzó sobre esa ciudad
industrial a fat boy, una bomba de plutonio, con la capacidad de
liberar el doble de energía que la bomba de
Urano.
Los efectos fueron menos devastadores por la topografía del terreno pero 73.000 personas
perdieron la vida y 60.000 resultaron heridas. El ministro de
guerra japonés Korechika Anami comunicó
inmediatamente que el Japón seguiría peleando hasta
perder a su último hombre. Por
esas horas dramáticas, los oficiales del Ejército y
la Armada se enfrentaban al pesimismo del emperador Hirohito que
se mostraba dispuesto a firmar la rendición
incondicional.
Un intento de golpe de estado
causó la muerte de
soldados leales al emperador y de algunos oficiales
rebeldes.
Recién el 15 de agosto, casi una semana
después de Nagasaki, el pueblo japonés escuchaba
por primera vez la voz de su emperador que había tenido
que descender de su condición divina para convencer a su
pueblo de que debía rendirse. Sin pronunciar la palabra
"rendición" dijo que la guerra había
terminado.
Los japoneses se rindieron incondicionalmente ante las
fuerzas aliadas. Con ello, la Segunda Guerra Mundial, que
empezó en 1939, se dio por concluida.
Las bombas nucleares devastaron Hiroshima y Nagasaki.
Sin embargo, los efectos del bombardeo sobre cada ciudad no
fueron iguales: la situación geográfica de cada
lugar influyó sobre el grado de destrucción. En
Hiroshima, emplazada sobre un valle, las olas de fuego y
radiación se expandieron más rápidamente y a
mayor distancia que en Nagasaki, cuya orografía
montañosa contuvo la expansión de la
destrucción.
En esta zona no permaneció en pie ni una sola
edificación y se quemaron además las estructuras de
acero de los
edificios de concreto. Las
ondas expansivas
de la explosión hicieron estallar vidrios de ventadas
situadas incluso a 8 kilómetros del lugar de la
explosión. Los árboles
fueron arrancados desde la raíz y quemados por el calor.
En algunas superficies, como los muros de algunos edificios,
quedaron plasmadas las "sombras" de carbón de las personas
que fueron desintegradas repentinamente por la
explosión.
El fuego se apoderó de las ciudades,
especialmente de Hiroshima, donde se formó una "tormenta
de fuego" con vientos de hasta 60 kilómetros por hora.
Había incendios por todos lados. Miles de personas y
animales
murieron quemados, o bien sufrieron graves quemaduras e incluso
heridas por los fragmentos de vidrio y otros
materiales que
salieron disparados por la explosión. Las tejas de barro
de las casas se derritieron y la gran mayoría de las
residencias de madera
ardieron en llamas. Los sistemas
telefónicos y eléctricos quedaron
prácticamente arruinados. Se calcula que en Hiroshima
desaparecieron cerca de 20 mil edificios y casas, y en Nagasaki
quedó destruida el 40% de la ciudad.
Según los testimonios de quienes presenciaron la
devastación, los sobrevivientes de la explosión
parecían fantasmas que
deambulaban entre cenizas y humo. Fantasmas ciegos, que lo
último que vieron fue el resplandor nuclear. La gran
mayoría de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki
estuvieron expuestos a la lluvia radioactiva y las consecuencias
de esta exposición
sobre sus cuerpos no fueron perceptibles de inmediato, en muchos
casos pasaron días, meses y hasta años antes de que
es manifestaran los síntomas del daño. El efecto
psicológico inmediato a la destrucción fue la
parálisis. La población entró en una especie
de inacción.
Los daños fueron inenarrables, pero la verdadera
tragedia fue la pérdida de vidas humanas. Hiroshima, con
una población de 350 mil habitantes, perdió
instantáneamente a 70 mil y en los siguientes cinco
años murieron 70 mil más a causa de la
radiación. En Nagasaki, donde había 270 mil
habitantes, murieron más de 70 mil antes de que terminara
el año y miles más durante los siguientes
años. Se calcula que en total murieron cerca de 250 mil
personas.
La bomba no se hizo detonar directamente sobre los
cuarteles del Segundo Ejército (Castillo de Hiroshima),
donde la densidad poblacional era incluso mayor que en el centro
(pero exclusivamente de adultos, y militares).
Ese día de verano amaneció minutos
después de las 5 de la mañana. Estados Unidos
podría haber tirado la bomba a las 6.00 h, lo que les
daría una perfecta visibilidad, pero esperaron a que el
centro de la ciudad se llenara de entre 100.000 y 150.000 civiles
adultos (que desde las 7.00 o 7.30 h empezaban sus trabajos).
Además a las 7.30 h poco más de 100.000 niños y
niñas entraron en las numerosas escuelas (también
en el centro de la ciudad).
Se calcula que cada ciudadano japonés muerto por
el bombardeo atómico costó inicialmente a los
Estados Unidos entre 5.000 a 8.000 dólares, esta cifra aun
sigue decreciendo.
Al día siguiente, en las principales ciudades
estadounidenses festejaron por todo lo alto el lanzamiento de la
bomba atómica sobre Hiroshima. Los medios de
comunicación exclamaban: Damos gracias a Dios por
haberle dado a América la bomba atómica, porque
¿quién sabe como la hubiera usado otra nación?
Las encuestas
demostraron que más del 80% de los estadounidenses estaban
de acuerdo con los lanzamientos de las bombas atómicas. La
versión oficial fue que aquellas bombas habían
posibilitado el fin de la guerra y ahorrado muchas vidas
japonesas y americanas. Entonces nada se sabía de los
intentos de Japón para rendirse, ni de posturas cercanas
al gobierno estadounidense que, conociendo las consecuencias de
la bomba, recomendaban invitar a una delegación japonesa
para presenciar la prueba y así apreciaran sus efectos o
lanzarla sobre una zona de Japón deshabitada.
Tanto Truman como el aparato militar y gubernamental
alegaron que el uso de la bomba atómica ayudó a
salvar miles de vidas, mismas que se hubieran perdido si la
guerra hubiera continuado durante más tiempo.
Otro argumento fue que los alemanes estaban
desarrollando una bomba atómica que hubiera sido usada
contra los aliados, si éstos no se hubieran adelantado a
usarla en contra de Japón. También dijeron que las
bombas atacaron exclusivamente blancos militares, dado que
Nagasaki era una ciudad industrial donde había una acerera
y una fábrica de torpedos.
La memoria de Pearl
Harbor sirvió de justificación. El 7 de diciembre
de 1941 los japoneses habían tomado por sorpresa a los
estadounidenses, atacando el puerto de Pearl Harbor. Ese
día se hundieron 19 barcos y murieron cerca de 2 mil 400
soldados y marineros. Sin embargo, el saldo de muerte entre
los japoneses fue de 240 mil personas, 100 veces el daño
causado en Pearl Harbor.
Se dice que los japoneses no se hubieran rendido nunca.
Y que probablemente hubieran muerto millones de civiles si
Estados Unidos hubiera tenido que invadir Japón por
medios
convencionales.
Para apoyar este argumento, señalan que el
gobierno japonés sólo accedió a rendirse
después de que se hizo estallar una segunda bomba nuclear,
aun más letal, en Nagasaki. Eso les hizo creer a los
japoneses que habría una lluvia de bombas nucleares sobre
todas sus poblaciones civiles, (se dice que Estados Unidos no
tenía una tercera bomba nuclear lista luego de Nagasaki,
debido a la dificultad en preparar el material radiactivo, pero
había una tercera ya en curso, solo faltaba el suficiente
material fisionable).
Por otro lado, la increíble suma de
US$2.000.000.000 de dólares gastados en el proyecto no se
habría justificado si no se hubiese hecho volar una ciudad
japonesa.
Casi de inmediato después del término de
la Segunda Guerra Mundial, y persistiendo hasta el día de
hoy, se han cuestionado los bombardeos atómicos sobre las
ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
Estados Unidos violó la convención de La
Haya, que fueron los tratados
estipulados en 1899, 1907 y 1923 (la ley sobre la
guerra aérea), que en su acápite 23 trata sobre
normas de
bombardeos a objetivos militares y que prohíbe
expresamente el bombardeo de ciudades con civiles, aunque haya
objetivos militares incluidos en su perímetro.
En el artículo XXIII de la ley de 1899 puede
leerse: Los derechos de los
contendientes para dañar al enemigo no pueden ser
ilimitados.
Artículo XXV de la misma ley: Está
prohibido el ataque o bombardeo de ciudades y aldeas
indefensas.
Estos artículos se reiteran en la revisión
de 1907.
En 1927 en artículo XXII: Queda prohibido el
bombardeo aéreo con motivo de aterrorizar a la
población civil, así como la destrucción de
sus propiedades y la agresión a los no
combatientes.
Artículo XXIV 1.- El bombardeo
aéreo es legítimo solamente cuando está
dirigido a un objetivo militar, es decir, objeto del cual su
destrucción o inutilización constituiría una
ventaja en la contienda.
2.- Tal bombardeo es legítimo solamente cuando
está dirigido exclusivamente en los objetivos siguientes:
fuerzas militares, construcciones militares; establecimientos
militares o depósitos; fábricas y centros
importantes que se acredite trabajan para el ejercito fabricando
armas, munición o suministros militares; líneas de
la
comunicación o transporte
usados con propósitos militares.
3.- Se prohíbe el bombardeo de ciudades,
pueblos, aldeas, viviendas o edificios no inmediatamente
próximos a las operaciones
militares terrestres. En los casos donde los objetivos
especificados en el párrafo
2 estén situados de modo que sea imposible diferenciar a
la población civil de la instalación militar, el
avión debe abstenerse de bombardear.
4- En las inmediaciones de las operaciones militares
terrestres, el bombardeo de ciudades, pueblos, aldeas, viviendas
o edificios con la condición legítima de que
allí se concentran efectivos militares, se
efectuará teniendo respeto al
peligro que representa para la población
civil.
En aquel tiempo, los bombardeos sobre Hiroshima y
Nagasaki ya tenían la consideración de
crímenes contra la humanidad. La consideración de
si acortaron o no la contienda es irrelevante: los contendientes
en una guerra no tiene derechos ilimitados y las vidas de la
población civil es un bien que hay que preservar por
encima de cualquier consideración.
Tampoco valen los atenuantes, porque en los
crímenes contra la humanidad no existen los atenuantes.
Hoy, todos los esfuerzos de la comunidad internacional van
encaminados a que actos parecidos no se repitan.
Después de invertir 2 mil millones de
dólares en este proyecto, la primera prueba de la bomba
tuvo lugar con éxito el 16 de julio de 1945 en el desierto
cercano a Álamo Gordo, en Nuevo México. En esa
fecha empezó la era nuclear.
La tarea de construir la bomba atómica fue tan
complicada y requirió tanto tiempo y dinero, que
las dos bombas utilizadas contra Japón eran las dos
únicas que había en el mundo en esa época.
Pero el día que estalló la bomba en Hiroshima se
inició formalmente la competencia en la
carrera armamentista. Rápidamente se desarrolló la
tecnología bélica nuclear en otras partes del
mundo, lo cual dio lugar a nivel de política internacional
a la llamada "diplomacia atómica".
La primera potencia en demostrar que ya contaba con un
arma nuclear fue la Unión Soviética, en 1949.
Durante las siguientes décadas, la idea de que una
conflagración mundial podía llevar al inminente
exterminio de la humanidad si se producía un
enfrentamiento nuclear determinó el equilibrio de
fuerzas en el mundo.
La Guerra
Fría, el periodo que se inició al
término de la Segunda Guerra Mundial, implicó un
estado de
tensión y rivalidad entre las dos superpotencias, la
Unión Soviética y Estados Unidos, y de manera
indirecta entre sus aliados, ya que puso en muchas ocasiones al
mundo al borde de un enfrentamiento nuclear. En el momento
álgido de la Guerra Fría, durante la década
de los sesentas, Estados Unidos tenía 70 mil cabezas y
bombas nucleares, más de 6 mil armas y 5 mil bombarderos
estratégicos.
La desolación causada por las dos bombas
detonadas en Japón, es menor si se compara con el poder
destructor de las tecnologías bélicas actuales,
además de que ahora hay suficientes bombas para hacer
desaparecer al planeta.
Del 1945 a la fecha ha habido varios intentos para
conseguir la erradicación de armas nucleares pero hasta la
fecha no hay un acuerdo de desarme que haya sido suscrito por
todas las potencias nucleares. En 1996 se elaboró un
Tratado que prohibía las pruebas
nucleares, fue firmado por casi todas las naciones, excepto por
India y Pakistán. Hay quienes piensan que un desarme
nuclear generalizado es imposible, por razones de "seguridad
nacional" y estrategia política de cada
país.
El gobierno estadounidense lanzó las bombas
atómicas a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki para
reafirmarse como los únicos que tenían en sus manos
las bombas atómicas de esta manera demostraba a las otras
naciones quien estaba llamado a tener la supremacía
militar. Las ciudades escogidas para realizar este crimen eran
ciudades densamente pobladas que a penas habían sufrido
los daños de los bombardeos, de tal manera que le
demostraran al mundo el exterminio que eran capaces de
infligir.
Está demostrado que era innecesario el
lanzamiento de las bombas atómicas sobre las ciudades
japonesas militarmente no constituían una pieza clave que
aceleraría la rendición, el Japón
militarista estaba derrotado, solo era cuestión de
tiempo.
Los móviles, por supuesto, fueron
políticos económicos. Se buscaba la
rendición total del Japón antes de que la
Unión Soviética entrara de lleno a la guerra en
Asia, y el país socialista fortaleciera su posición
sobre esta zona cosa que iba en contra de los intereses del
gobierno estadounidense en dominar y expandir su economía,
adquirir materias primas y mano de obra, o para dar salida a los
excedentes de producción en el Extremo Oriente
.
Estados Unidos sabía que si usaba la bomba
atómica no sólo incidiría determinantemente
sobre la guerra, con el resultado a su favor; sino que la
posesión de un arma con la capacidad de exterminio de una
bomba nuclear lo colocaba a la cabeza de las naciones del mundo.
El uso de la bomba fue una demostración de poder tan
efectiva, que sus efectos disuasivos se han prolongan hasta
nuestros días.
La destrucción de la primera bomba atómica
fue espantosa. Causó 140 mil víctimas
mortales y muchas más en los años siguientes, ya
que dos generaciones fueron afectadas por radiaciones que
produjeron mutaciones genéticas, microcefalia, leucemia y
varios tipos de cáncer. Comparando a Hiroshima y Nagasaki
con los horrores del nazismo
durante la Segunda Guerra
Mundial; la diferencia es que los perpetradores
nazis fueron juzgados y ahorcados, mientras que nadie ha sido
llevado a juicio en Estados Unidos por ese gran crimen de
guerra, y mucho menos condenado. Por el
contrario, los pilotos que lanzaron la bomba atómica
fueron muy condecorados.
Terminada La Segunda Guerra Mundial se desató una
carrera armamentista que no ha conocido límites,
siempre encabezada por los Estados Unidos. Con el pretexto del
mundo bipolar, se han desarrollado, bombas de Hidrógeno mas potentes 50 veces que las
lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, de neutrones, cohetes con
ojivas nucleares, proyecto de guerra desde el cosmos, armas
químicas como el agente naranja y otras probadas en la
guerra de Viet Nam, así nuevas variantes de NAPALM
considerada un arma prohibida.
Las guerras más recientes les han servido para
seguir probando, y así vemos nuevas modalidades de armas
convencionales con uranio empobrecido.
En la actualidad los gastos de
defensa de Estados Unidos ascienden al 40,8 % del total de los
gastos de defensa
del mundo entero. Es decir, casi la mitad. La suma es
escalofriante: 359 mil millones de dólares, suficientes
para que el hambre en el mundo se acabe. Un país dedicado
a la guerra, a la producción de
armas, a la investigación
científica dirigida a fortalecer el aparato
militar. Mercaderes de la guerra y de la
muerte.
El 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos fue victima
del terrorismo, y
si esas imágenes
de las Torres Gemelas son terribles, más impactantes han
sido las percibidas en el estudio acerca del holocausto
atómico de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki,
acto de terrorismo de estado, programado de manera fría y
paciente por el gobierno norteamericano.
Hoy en un mundo unipolar, la justificación
encontrada para seguir el armamentismo es la guerra contra el
terrorismo, que a su vez es la fachada en ensayos, ya
sea en el Golfo Pérsico, Afganistán o Irak para
poder seguir con su carrera por la expansión del
imperio.
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761564630/Mercantilismo.html –
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http://www.nnc.cubaweb.cu/batomica.htm
MARTIN B. JENNIFER
UNIVERSIDAD DE CARABOBO
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA
EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
ASIGNATURA: HISTORIA MUNDIAL
NAGUNAGUA, MARZO DE 2006.