NO SIGAS LAS HUELLAS DE LOS ANTIGUOS,
BUSCA LO QUE ELLOS BUSCARON.
MATSUO BASHOO.
Citado por Mario Benedetti en su libro
"Rincón de haikus", de Editorial Seix
Barral.
El logro de objetivos
puede ser una determinación o un simple enunciado. Si
enmarcamos el tema que nos ocupa dentro de nuestras aspiraciones
más amplias, el simple enunciado de un objetivo muy
bien definido y delimitado se transformará en
determinación. Por eso el punto de partida para el
proceso de
desarrollo de
nuestra potencialidad creativa, debe ser el reconocimiento de
nuestro único, verdaderamente nuestro, instrumento de
precisión, nosotros mismos. Debemos conocernos
mejor.
Conocernos mejor, implica tomar conciencia del
marco general y particular que constituye nuestra manera de
pensar y, por lo tanto, de actuar. Esto es imprescindible cuando
nos proponemos lograr cambios más creativos en nuestra
propia personalidad y
en nuestro entorno, por ejemplo.
Conviene recordar que nuestra personalidad y la de cada
uno de los que habitamos este planeta, es el centro, el punto de
intersección, de dos líneas. Una línea
vertical, que es la historia de toda nuestra
familia, en
sus dos ramas, y también la historia de toda la humanidad,
desde que existe. Y una línea horizontal que la cruza y
que es nuestra propia historia personal,
completa, desde la primera infancia, con
todos los acontecimientos que más influyeron en nuestra
formación, incluidos los que, en principio, no recordamos.
Esta es la situación de cada uno de nosotros, los seres
humanos, en cada momento.
Las dos explicaciones.
La tradición cultural de occidente está
profundamente marcada por la explicación bíblica
del origen del
universo y de su desarrollo. Permanece desde hace más
de 50 siglos. Casi todas las estructuras
sociales la mantienen, y está presente, en nosotros, como
base, como sustento, de todo nuestro pensamiento,
seamos religiosos o no.
Como aparente contraposición conocemos, con
mayores o menores datos
técnicos, la teoría
de la Gran Explosión, o Big
Bang.
Ésta se habría generado por una gran
concentración de energía que al explosionar
formó el universo y
originó los movimientos de expansión y de
rotación, que se ven en las galaxias, y se repiten en
nuestro sistema solar, en
nuestro planeta y en nosotros mismos, ya que cada átomo de
nuestro organismo está compuesto por un núcleo con
protones, neutrones y electrones que se mueven en órbitas.
Como el mismo universo.
Esta energía, la que originó la Gran
Explosión, podría ser la misma que menciona la
versión bíblica, con otra forma. Está
intacta en nuestros días, y seguirá
estándolo por mucho tiempo, ya que
la energía no desaparece nunca. Puede transformarse, pero
no desaparecer.
Dicen los científicos que es más que
improbable que el universo tenga fronteras. Y lo dicen por
observaciones directas, hechas con telescopios ultra
sofisticados, lo que les permite afirmar que aquella
concentración de energía fue tan potente que sigue
existiendo tal cual. Que permanece, en distintas formas, en todo
el universo, que sigue evolucionando.
En la explicación bíblica, Dios crea al
universo y a todos los seres que en él habitan. Crea al
hombre y a
la mujer a su
imagen y
semejanza. Tenemos que entender y tener en cuenta, dentro de este
contexto, que para hacer lo que hizo debía tener una gran
energía concentrada en su hacer, o que Él mismo
era, es y será, pura energía. Por eso su
omnipotencia y su omnipresencia.
Podría entenderse que estas dos explicaciones
están hablando de lo mismo, desde distintos puntos de
vista, de una gran concentración de energía en el
origen de todo. Debemos tener en cuenta que si las dos
líneas de pensamiento, predominantes en nuestra
época, dentro de nuestra cultura
occidental, concluyen en una gran concentración de
energía, en el principio, en el origen de los tiempos, nos
importa a todos, porque de esa energía formamos parte, de
ella nos nutrimos y por ella vivimos.
Dice el diccionario de
la Real Academia Española que energía es la
capacidad para realizar un trabajo. Hacer
una tarea de cualquier índole es trabajo. Vivir,
día a día, es un trabajo.
Y aparecemos nosotros.
Con la explicación del origen de la vida
pasa algo similar a lo que sucede con la del origen del universo,
hay dos versiones principales. Está la bíblica, en
la que Dios creó al hombre y a la mujer en el sexto
día: "Creó, pues, Dios al ser humano a imagen
suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los
creó." (Génesis 1-27.)
Y también tenemos la teoría de la evolución de las especies, de la que
sabemos que la vida se originó en nuestro planeta a partir
de organismos unicelulares, acuáticos, y fue
evolucionando, según las necesidades de adaptación
al medio
ambiente. Conviene destacar que cuando se dice que sobreviven
los más fuertes, se sobreentiende que la fuerza de la
que se habla es la habilidad para adaptarse al medio y a los
cambios.
Casi todos los procesos que
se dan en la vida, en el sentido más amplio del concepto, se
repiten en cada uno de nosotros. Hay una relación directa
entre lo que sucede en las grandes dimensiones, la humanidad en
su conjunto, por ejemplo, y lo que sucede en las pequeñas
dimensiones, la vida particular de cualquier persona. Si lo
pensamos con detenimiento, veremos que en la misma
evolución normal de un ser humano, desde antes de nacer,
se repite la historia de toda la existencia de la vida en este
planeta.
Todas las personas son generadas por la unión de
dos células,
una masculina y otra femenina, que, al unirse pierden su forma
original y con la energía que liberan en ese proceso,
constituyen una nueva y única célula,
que se llama zigoto. Esta es la primera forma en la que
existimos, con una sola célula, después, por
división de ésta en dos, comienza el crecimiento,
también por división, de otras células y va
formándose, en un medio líquido, poco a poco, y con
distintas formas, hasta lograr la que tendrá al nacer.
Todo propiciado por la memoria
biológica inconsciente. Puro impulso vital.
Parece que todas las distintas líneas de
pensamiento están de acuerdo en que la energía es
primordial y dirigente. Nos quedemos con la teoría que nos
quedemos, las personas actuales somos como el "último y
más desarrollado modelo" de
nuestra propia evolución.
En la doctrina bíblica, que está
totalmente integrada en nuestra cultura, como una
explicación del origen y del desarrollo de nuestra propia
vida, vemos que, Adán y Eva fueron echados del
paraíso, por lo que conocemos como el pecado original.
Este relato nos señala como descendientes de aquellos que
se dejaron tentar.
Por lo que, si la serpiente tentó a Eva con la
manzana, convendría pensar en los efectos que
producía esa manzana, que era el fruto del árbol
del bien y del mal. O en el poder que
tenía la serpiente, a la que en otras culturas, tanto y
más antiguas que la bíblica, se le atribuye la
fuerza de la vida.
Porque luego de la expulsión y como consecuencia,
se iniciaron como personas, ganándose el pan con el sudor
de su frente, y el parto con
dolor, pero con un elemento muy potente a su disposición,
el mismo poder que parecía tener la manzana, o la
serpiente, el deseo vital, que es la forma que toma la
energía universal en los seres humanos. El deseo, con
todos sus riesgos, como
Adán y Eva.
El deseo como instrumento.
El deseo es la manifestación psíquica de
una necesidad. Aquí vuelven a cruzarse las dos
líneas que definen nuestra individualidad. La vertical,
que indica la necesidad de supervivencia, reproducción y desarrollo de nuestra
especie. Y la horizontal, más sutil, que señala las
necesidades propias de cada uno de nosotros, que se manifiestan
en una necesidad básica, que es la misma en todas las
personas. Es la necesidad de amor. De
querer y ser querido, atendido, cuidado y alimentado. Esto se ve
claramente en los bebes. Después vamos creciendo y
aprendiendo y la necesidad básica va tomando formas
más específicas, el niño ya puede comer solo
y, además, le apetece mostrar su habilidad.
El deseo, entonces, se va abriendo en distintas ramas,
como en un árbol, cada rama se subdivide en dos o en tres
más. Siempre permanecen el tronco y las ramas principales,
otras siguen brotando, y otras se caen. Así como en la
necesidad pasa con el deseo, que es quien debe instrumentar los
medios para
satisfacer dichas necesidades. Tiene una línea principal y
se subdivide, según lo marquen las nuevas necesidades.
Éstas pueden originar nuevos deseos más y
más sofisticados, según los gustos o las
posibilidades, aunque siempre siguen siendo del mismo
tronco.
Lo que sucede con el universo y con la humanidad, que es
el conjunto de todos, sucede también con cada uno de
nosotros, estamos evolucionando, a los tropezones, pero
evolucionamos. Nuestro deseo sigue siendo igual que el de
nuestros antepasados, con una parte consciente y la otra
inconsciente, la que se percibe en los sueños, por
ejemplo. Las dos partes apuntan a lo mismo, a vivir más y
mejor, a mejorar nuestra calidad de
vida. Siguiendo los propios criterios sobre el significado de
calidad de
vida.
Si tiene alguna sugerencia o duda sobre este
capítulo no deje de comunicarse con el autor, en
Es lo más difícil de conseguir. Hay que
seguir un proceso. Si nos hemos decidido a producir un cambio en
nuestra calidad de vida, de acuerdo a nuestros propios criterios
de calidad, veremos que es una propuesta tan abarcadora, tan
amplia, que puede producir vértigo. Este es el primer
hecho que nos sorprende, la confusión, el no saber por
donde empezar. Esto es lo normal, cualquier intento de negarlo, u
omitirlo, nos conduciría a una mayor confusión, o a
dejarlo, a permanecer tal cual. Después de todo,
confusión no es más que desorden.
Cuando la propuesta es muy amplia salen todos los deseos
en tropel, todos juntos, sin orden. Mejorar nuestra propia
calidad de vida puede convocar imágenes
de un coche nuevo, o una lavadora, unas vacaciones, cambiar de
casa, de empleo, hacer
un plan de estudios,
o dejar de estudiar, buscar trabajo, jubilarse, en fin, todo esto
y todas las variantes que abarcan el tópico de salud, amor y dinero.
Entonces hay que poner orden. Y desde dónde, sino desde el
entendimiento de la propia situación nueva.
Nuestra propuesta de cambio nos coloca ante una
situación distinta a todas las anteriores. Al proponernos
un cambio, nos encontramos ante una situación
nueva.
Las situaciones nuevas pueden provocar un conflicto
entre lo deseado y la intranquilidad por lo que podremos
encontrarnos en el camino, además de una cierta
sensación de pérdida por el abandono de la relativa
comodidad actual que tendremos que dejar. Pero queremos producir
un cambio para mejorar nuestra calidad de vida, así que
habrá que pasar a la acción.
Y, necesariamente, lo primero es analizar, a la situación
que queremos crear y a nuestras posibilidades como instrumentos
de producción creativa.
Producir, significa engendrar o procrear, y es evidente
que se procrea o engendra algo nuevo, por lo que nuestra actitud frente
a este proceso tiene que ser casi virginal. La mayoría de
nosotros hemos escuchado, o leído, aquello de "sólo
sé que nada sé". Esta es la actitud más
correcta frente a una nueva situación, de ella no sabemos
nada. Es nueva. Debemos juntar información sobre ella. Para eso contamos
con nuestros sentidos, nuestros sistemas de
percepción.
Revisemos algunos conceptos conocidos.
Nuestra percepción funciona, en principio, con
nuestros cinco sentidos más habituales. Estos sentidos nos
nutren con información, pero esta información es
traducida por nuestro pensamiento más frecuente, el que
todavía no incorporó, porque está en pleno
proceso de producción, la nueva tarea que hemos decidido
emprender. Esto nos puede conducir a dejarnos llevar por la
primera impresión, por la apariencia, por el primer plano
de lo que vemos, oímos, tocamos, gustamos, u
olemos.
Los sentidos físicos pueden ajustarse, las gafas
y los audífonos son un ejemplo. La interpretación de lo que nos informan
nuestros sentidos, es lo que más nos debe importar en el
momento en que decidimos emprender la tarea de mejorar nuestra
calidad de vida. También puede y debe ajustarse. Lo
fundamental es no dejarse aprisionar por lo que "parecen ser", la
gente, los conflictos y
las cosas. Según sean las necesidades, de acuerdo con
nuestro objetivo, es más que conveniente, volver a mirar,
oír, tocar, gustar, u oler. Más de dos veces
mejor.
Esta intencionalidad de verificar lo que se percibe de
una situación determinada, de una persona, o de un objeto,
nos servirá para todo, especialmente para definir con
más precisión lo que nos hemos
propuesto.
Aunque todavía estamos dentro de la
confusión inicial, ya la podemos situar en el tiempo y el
espacio, desde nuestra seguridad en que
el pasado ya pasó, y para el futuro falta mucho, decidimos
que el espacio es "aquí" y el tiempo "ahora". Aquí
y ahora, para elegir la dirección de nuestra próxima etapa.
Esta ubicación es la que nos permitirá poner orden
en la confusión, o caos, inicial.
Dijimos que confusión es desorden y que este
desorden, en la etapa inicial, está producido por la
irrupción de muchísimos deseos
simultáneamente, inducidos por asociaciones con el deseo
principal, el de mejorar nuestra calidad de vida.
Recordemos que el deseo principal nos lo representamos
como un árbol. La forma más común que usamos
es, tronco, una, dos, o varias ramas gruesas, otras ramas
derivadas, y
muchas más ramas menores. Como referencia imprescindible
se debe tener en cuenta a las raíces. La parte que
generalmente no está a la vista.
Las raíces son una parte muy importante. Para
nosotros son una reserva de energía con la que usualmente
no contamos. Como personas, con nuestra propia historia y la de
toda la humanidad, desde que existe, llevamos en nosotros una
fuerza, un impulso evolutivo, que se mantiene idéntico en
todas las generaciones, y que funciona, aparentemente, por su
cuenta.
Aunque no tengamos ganas, igual crecemos y llegamos a
adultos y a viejos. A este impulso evolutivo lo conocemos, es lo
que mucha gente dice, refiriéndose a los niños,
que cada vez "vienen" más inteligentes. Es cierto,
también son más altos. Y nosotros, seguramente,
somos más inteligentes que nuestros padres y más
altos.
Nuestro granito de arena.
Al impulso evolutivo lo conocemos, más de una vez
nos hemos imaginado lo que pudo haber sido el camino de los seres
humanos desde las cavernas hasta aquí. Una parte, la
más cercana a nosotros, nos la pueden haber contado
nuestros padres, o nuestros abuelos. Entonces, si la
evolución, o el progreso, se va desarrollando, incluyendo
nuestra participación, nuestro granito de arena, queda
claro que el impulso evolutivo nos está señalando
una línea, muy amplia, sobre la cual podemos ordenar los
niveles de nuestra tarea.
Esta es una línea en la que las condiciones
generales son favorables, como cuando andamos con el viento a
favor. Nosotros, siguiendo esa línea, podemos comprobar
que el título amplio de nuestro propósito
está, por derecho propio, adjudicado al tronco del
árbol, porque así lo refrendan sus raíces,
porque desde los orígenes, se busca mejorar nuestra
calidad de vida.
Y así sigue el trabajo
individual e íntimo de cada persona con cada rama. A veces
da buen resultado pensar en las hojas y en las flores o frutos de
nuestro deseo, para organizar la estructura de
las ramas principales, para darles nombre también a las
secundarias y a todas las que las sigan.
Si lo del tronco y el título principal
funcionó bien, sigamos con el mismo método
para las ramas, vayamos poniendo cada rama, a las que ya dimos
nombre, en el sitio adecuado, poniendo en orden nuestras
necesidades con nuestras posibilidades actuales.
El árbol es un perfil nuestro, debemos
organizarlo desde el tronco, donde cada rama principal es un
sustento básico para los posibles frutos. Sin olvidar que
estamos trabajando aquí y ahora, no en otro sitio, ni en
otra época de nuestras vidas. Así que debemos
pensar en qué es lo primero que podemos hacer para ir
concretando nuestro objetivo principal. Aquí conviene que
recordemos que todo lleva un proceso. Y que no conviene
apresurarse.
Las ramas principales suelen ser las que coinciden con
las necesidades vitales, con la supervivencia, con los recursos
básicos. Esto sucede en todas las ocupaciones, remuneradas
o no. Si es una ama de casa, atenderá primero a lo
básico, conseguido esto, empezará a ocuparse de
otras cosas. Un médico hará igual y un carpintero,
y así en todas las especialidades existentes. Todas las
ocupaciones implican que primero hay que aprender el oficio, el
que sea, haciéndolo, como aspirante o aprendiz,
después ejercerlo con maestría, más tarde
aún se perfeccionará más.
De acuerdo con nuestro oficio o aficiones, si ya hemos
cubierto nuestras necesidades básicas, elegiremos lo que
consideramos que es el indudable próximo paso a dar, ese
próximo paso se transforma, por ahora, en nuestro objetivo
principal, en el que debemos resolver primero. Si sigue estando
en la misma línea, en la de estar en consonancia con el
impulso evolutivo, dirigiremos toda la fuerza que sostiene a todo
el árbol estructurado por nuestro deseo y al propio
impulso evolutivo a una sola tarea, a la que debemos hacer
primero. Sin perder de vista el objetivo principal, del que ya
nos hemos hecho una imagen muy detallada, que será la
guía para todo nuestro trabajo.
A veces conviene subdividir cada tarea, como un metro,
que está subdividido en centímetros y en
milímetros, sin dejar de ser un metro. Conviene prestarle
atención a todos los detalles, si tenemos
que salir de casa, nos habremos acicalado y vestido. Parece
obvio, pero también hubo que pensarlo, decidirlo, y
hacerlo.
El objetivo elegido puede ser, todavía, un poco
amplio, puede abarcar dos o tres tareas previas, las podemos
subdividir, cada mínima tarea resultante será
nuestro objetivo principal. El orden se organiza desde la primera
tarea necesaria para ponerse en movimiento y,
de paso, aprender con la práctica, para las siguientes.
Terminada la primera, inmediatamente vendrá la segunda,
sin pausa y sin prisa.
Al iniciar la práctica, lo primero es atender y
observar lo más acertadamente posible, al gráfico,
o imagen, que nos hacemos de esta primera situación de
producir un cambio. Atención al interpretar lo que
percibimos, la nuestra es una situación concreta, si se
trata de una entrevista de
trabajo, o un negocio, o un examen, lo que está en
juego es
sólo un examen, o una entrevista, o un negocio, no toda
nuestra personalidad.
Ahora sí, la
concentración.
Por este camino dejamos a la confusión
atrás. Ahora tenemos un objetivo muy concreto,
debemos reunir información sobre él utilizando
todos los sistemas de percepción y atendiendo a nuestras
sensaciones. Al elegir un campo de acción lo delimitamos,
lo acotamos. Lo que significa que toda nuestra capacidad de
atención se concentrará sobre esa parcela, toda la
fuerza que emana de nuestro deseo de conseguir un cambio
más productivo en nuestra calidad de vida la concentramos
sobre esta única zona.
Concentrar, es reunir en un centro o punto lo que estaba
separado. La fuerza, la energía que disponemos, suele
dispersarse en imágenes demasiado amplias, o en la simple
sumatoria de deseos parciales. Si la concentramos sobre un solo
punto, que será el centro de nuestra actividad, nos
permitirá hacer un reconocimiento acertado y objetivado de
la situación que tenemos que resolver.
Esto nos permitirá evaluar las
características generales y particulares de la actividad
que debemos desarrollar, y con esta evaluación
podremos trazarnos planes adecuados, ponerlos en práctica
y cumplirlos.
Contamos con una fuerza doble, la nuestra de siempre,
más la que hemos reconocido como el impulso evolutivo, que
viene de muy lejos, pasa por nosotros y seguirá
después de nosotros. Esto es nuevo, no estaba en nuestra
conciencia cotidiana. Nos entusiasma, pero nos crea
incertidumbre, incluso inquietud.
Si tiene alguna sugerencia o duda sobre este
capítulo, no deje de comunicarse con el autor, en
2. MEMORIA.
Saber que nuestra usual definición de nosotros
mismos es parcial, que no abarca todo lo que somos, porque somos
algo más. Bastante más. Es algo que conmociona
profundamente. No es una novedad, estamos enterados, lo sabemos,
nos lo contaron, lo leímos, o lo escuchamos, pero no
siempre lo tuvimos en cuenta. Resulta más fácil
pensarse como una unidad dependiente exclusivamente de nuestra
voluntad. Pero no es así.
Lo nuestro es una permanente y repetida dualidad. Entre
nuestra conciencia, que es como la parte visible de un iceberg y
todo nuestro sistema
inconsciente, del cual no podemos dar cuenta. Ni de su amplitud,
ni de su calidad, ni de su cantidad. A veces podemos deducir su
enorme importancia por pequeñas muestras accesibles a
nuestro entendimiento usual.
Nuestro organismo, por ejemplo, comenzó a
formarse y se completó, sin que nuestra voluntad tuviera
ningún papel. Cuando movemos un brazo, o una pierna, en
una situación normal, desarrollamos una acción
voluntaria, pero pestañamos, por ejemplo, según las
necesidades de nuestros ojos, sin pensarlo premeditadamente. La
realidad es que primero existimos, mucho más tarde
pensamos, y sentimos y nos emocionamos.
Conocemos la constitución de nuestro organismo por
haberlo estudiado, pero la mayoría de las veces nos
enteramos de la existencia de algún órgano o
glándula cuando no funciona bien, cuando nos duele, o
cuando nos enfermamos. Lo más normal es que los pulmones,
el corazón,
el hígado, y todos los demás órganos,
glándulas, músculos, huesos,
células y sistemas más complejos, funcionen sin que
nuestro pensamiento los determine.
Esto nos indica que el impulso evolutivo funciona en
cada uno de nosotros, con particularidades propias, más
allá de nuestro pensamiento habitual, muchísimo
más allá todavía de lo que comúnmente
llamamos nuestra voluntad.
Ya lo vimos anteriormente, nuestra identidad es
el centro, el punto de cruce, de una línea que representa
la particularidad de nuestra propia historia, con otra
línea, que es la historia del impulso evolutivo, del
desarrollo de la energía vital que comenzó con el
inicio del universo, con la formación de nuestro planeta,
con la aparición de los primeros micro-organismos, hasta
llegar a nosotros. Y se nos manifiesta como la necesidad
básica de nuestra especie que bien puede ser representada
por el precepto bíblico que dice "Creced y
multiplicaos", que es nuestro instinto erótico,
dirigido, en principio, hacia la reproducción de la
especie.
Incorporar esto a nuestra conciencia no es fácil.
Pero es fundamental. Porque al manifestar nuestro deseo de
evolución personal, de mejorar nuestra calidad de vida,
estamos en consonancia con las necesidades de todos nuestros
congéneres. Lo que significa que no estamos solos en
nuestra tarea. A pesar de que la primera apariencia indique lo
contrario, la soledad es una ilusión.
Los opuestos complementarios.
Conviene pensar sobre esto, porque al proponernos un
objetivo muy concreto descubrimos que tenemos más
instrumentos que los que suponíamos. La dualidad que se
forma entre los dos conceptos, ilusoriamente separados, que son:
nosotros como personas, y nosotros como una unidad más del
conjunto de la especie humana, tenemos que unirla en nuestra
conciencia. Somos las dos cosas simultáneamente, por lo
que nuestra fuerza se multiplica.
Y cuando hablamos de nuestra fuerza lo hacemos siempre
refiriéndonos a la nuestra en relación con nuestra
tarea. Tenemos un objetivo amplio y hemos determinado cuál
será nuestro primer paso, después lo encadenaremos
con otros que nos llevarán a conseguir lo que nos hemos
propuesto. Porque el éxito
se va viviendo durante el proceso, con la sucesión natural
de cada una de las tareas que se van logrando.
Nuestra fuerza se multiplica en el momento en que
tomamos conciencia de ella. Porque las personas, al vivir en
sociedad,
transformamos instintos parciales, que pertenecen a etapas muy
primitivas del desarrollo
humano, en impulsos culturales más creativos,
individual y socialmente, y estos mantienen toda su gran
capacidad energética, la misma que tiene el propio
instinto de reproducción. El arte y la ciencia nos
lo señalan en cada una de sus manifestaciones.
Entender esto nos permite tener una idea de toda nuestra
potencialidad, aunque todavía nos falte un poco de
práctica, por eso debemos volver, una y otra vez, a
concentrarnos en el objetivo elegido y seguir juntando
información clara, precisa y real sobre nuestra tarea,
sobre nosotros mismos y sobre la interacción que se da entre nuestra tarea y
nosotros.
Porque el trabajo que estamos haciendo nos va cambiando,
éramos de una manera determinada antes de tomar la
decisión de mejorar nuestra calidad de vida, cambiamos al
tomar la decisión y seguimos cambiando mientras avanzamos
en el camino que elegimos. Ante nosotros, y ante los
demás, si fuera necesario, nos definimos por lo que somos
y por lo que estamos haciendo hoy, aquí y
ahora.
Posiblemente lo más importante que vemos, en este
momento, es la necesidad de incorporar el concepto de dualidad a
nuestra definición de nosotros mismos y de los
demás. Es una cuestión básica, fundamental.
Debemos ampliar nuestro campo de conciencia. Lo que normalmente
conocemos como inconsciente, no consciente, o subconsciente, no
es un simple enunciado teórico, es una realidad, y como
tal debemos incorporarla al definirnos. Por una simple
cuestión práctica, somos así, así
estamos hechos. Y es muy útil, para todo. Especialmente
para la resolución de la tarea que nos hemos
propuesto.
Porque ya hemos visto que debemos volver, una y otra
vez, a la concentración sobre esta tarea y que debemos
juntar el máximo de información posible,
revisándola frecuentemente para asegurarnos que entendemos
bien lo que tenemos que hacer. Y ¿dónde depositamos
los datos que percibimos? En la memoria.
El protagonismo de la memoria.
Nuestra memoria, necesariamente, abarca dos planos.
Nosotros no podemos mantener en el primer plano de la conciencia
todo lo que percibimos. Debemos, inevitablemente, utilizar otros
planos, no conscientes. Ese es el papel de nuestra memoria, que
funciona como un gran archivo. Almacena
todo lo que hemos vivido, pensado o sentido. Todo lo que nuestros
sentidos han percibido. Incluso datos de la realidad que no hemos
pensado conscientemente. Es más, acaudala datos que han
incorporado todos los seres humanos desde el inicio de su vida
como tales. Los nuevos y asombrosos descubrimientos de la
genética lo confirman.
Esto significa que tenemos a nuestra disposición
una infinita cantidad de conocimientos acumulados en nuestra
memoria. Datos precisos, propios y ajenos, aunque, para ser
más exactos, nada de lo que haya pensado, sentido, o
hecho, cualquier ser humano, nos es ajeno. Todos, con distintas
especializaciones, estamos en la misma historia, todos buscamos
adaptación y mejoría. Puede ser que no recordemos,
automáticamente, quién inventó el teléfono, pero lo usamos y lo reconocemos
como un gran avance para el intercambio de información. Y
así, con todo.
De la memoria no desaparece nada, más de uno se
habrá asombrado al recordar nítidamente
algún suceso de su infancia, o algún relato que
pudo hacerle su abuelo, o una escena de una película, o de
una novela. La
información disponible es tan amplia que permanece por
detrás del primer plano de nuestra mente. Pero, al primer
estímulo, surgen los datos que necesitamos.
De esta manera, cuando nos concentramos en nuestra tarea
actual surgen de nuestra memoria todo lo que sabemos que
necesitamos, más una cantidad considerable de situaciones
similares que nos pueden ser muy útiles. O no. Depende de
la interpretación que hayamos hecho de los sucesos o
sensaciones allegadas. Y no sólo de nuestras
interpretaciones, también de las que hayan hecho nuestros
antecesores. Sabemos que algunos tabúes aparentemente
inamovibles dejan de serlo en algún momento. Por eso es
tan importante la verificación de lo que observamos y la
corroboración de todo lo que percibimos.
Para cualquier pregunta, o sugerencia, sobre este
capítulo comuníquese con el autor en
Verificar lo que observamos y corroborar lo que
percibimos. Parece difícil. Solemos tener la mente ocupada
por mil cosas al mismo tiempo. Por lo que necesitamos un espacio
tranquilo y un mínimo de tiempo sólo para nosotros,
para reflexionar. Para volver a pensar en la tarea que nos hemos
fijado, ahora con más elementos a nuestra
disposición.
Ya sabemos que nuestro protagonismo es doble, individual
y colectivo. Sabemos también que nuestro propósito
y la fuerza que lo hará posible, nuestro deseo, se
entroncan con el impulso evolutivo de toda nuestra especie. Ahora
debemos encontrar la utilidad
práctica de este conocimiento.
Esto requiere reflexión, o meditación,
pero no en forma abstracta, amplia, o general, lo que nos ocupa
es nuestra tarea, la que hemos elegido, sobre ella debemos volver
a pensar. En imágenes. Intentando visualizar nuestro
objetivo, el más inmediato. Es la mejor forma.
Conviene tener en cuenta que cualquier otra tarea que
hayamos comenzado en toda nuestra historia nos pareció
difícil en el principio. Siempre se aprenden con mayor
dificultad los primeros pasos, después, cuando ya se tiene
alguna práctica, todo se hace más
fácil.
En este caso, se trata de hacerse una imagen de la tarea
que queremos concretar para revisarla, para ver si le hace falta
algún ajuste. Comenzaremos haciendo un boceto, un esquema
sencillo, después le iremos agregando los
detalles.
Con ese primer boceto en la mente, dejamos que nuestra
memoria comience a buscar imágenes similares, situaciones
que ya hemos vivido, o leído, o visto en alguna
película. Todo está archivado en nuestra memoria, y
se activa cuando la estimulamos con un objetivo
preciso.
Esto es algo que sucede siempre, así funciona
nuestra memoria cuando limitamos nuestra concentración a
un solo propósito, es como buscar en un fichero, en un
sólo apartado, en el que está definido por nuestro
propósito más inmediato. De todas las
imágenes que nos vengan a la mente seleccionaremos los
detalles que nos sirvan, que enriquezcan y amplíen nuestra
imagen inicial.
Es muy posible que nuestro primer objetivo sea resolver
una situación que ya intentamos solucionar anteriormente y
no pudimos hacerlo, por ejemplo una entrevista de trabajo. Si
hacemos un esquema simple de esa situación y delimitamos
voluntariamente nuestro campo de observación sólo a ese esquema y
reflexionamos sobre él, seguramente veremos a la persona
con la que tenemos que entrevistarnos como alguien muy similar a
nosotros mismos. Está haciendo su trabajo dentro de unas
condiciones prefijadas por su objetivo, como persona y como
funcionario o empresario,
por lo tanto, no es un adversario.
La intranquilidad que suele estar presente en ese tipo
de circunstancias, puede reducirse, si entendemos que hay un
punto común entre su necesidad y la nuestra. Ese punto en
común es el que más interesa y se descubre y se
amplía, en la previa reflexión sobre esa
situación que nos sirve de ejemplo, o sobre cualquier otra
situación particular.
Ese punto en común está a la vista, es un
encuentro entre alguien que necesita unos determinados servicios y
alguien que puede suministrárselos. Sin embargo, al hacer
un gráfico mínimo de la situación, una mesa
y dos personas frente a frente, tenemos la impresión de
que se trata de un enfrentamiento.
Si volvemos a mirar, si observamos, veremos sólo
un par de opuestos, como en todas las cosas, como el día y
la noche, como nuestro sistema consciente y nuestro sistema
inconsciente, en realidad son opuestos pero complementarios. En
lo más evidente, en lo que los define, en lo que
están haciendo esas dos personas en esa
entrevista.
Están trabajando y sabemos que cada uno lo hace
lo mejor que puede, con la sana intención de evitar
cualquier alteración negativa de su estado de
ánimo. Saber eso, tenerlo en cuenta y respetarlo, facilita
la tarea de cada uno, crea buen clima y ya
sabemos que uno cosecha de acuerdo a lo que siembra. Como
también sabemos que hay un tiempo para la siembra y otro
para la cosecha.
De lo particular a lo general.
Eso que sabemos, debemos incorporarlo a nuestro sistema
de pensamiento, especialmente cuando lo tenemos concentrado en un
propósito concreto que al realizarse nos acercará
más a nuestro objetivo principal que, en nuestro caso, es
el de mejorar nuestra calidad de vida. Este propósito que
genera una tarea que se convierte en nuestro primer objetivo, es
lo que fortalece nuestra voluntad, que se hace más y
más efectiva cuanto más ampliamos nuestra
comprensión de los sucesos que nos ocupan.
Todo aquello que intentemos repetidas veces será
un aprendizaje,
es posible que alguna vez nos parezca estar situados en el mismo
sitio en el que estábamos antes de empezar. Basta una
mirada hacia atrás para ver que no es cierto. Todo
evoluciona y nosotros somos parte del todo. Nuestra
evolución es en espiral, en la escuela hemos
visto que año tras año se estudiaban matemáticas o lenguaje,
además de otros temas, y no nos parecía lo mismo,
sin embargo partíamos de lo conocido y cada tanto se
agregaba un concepto nuevo, o un proceso distinto.
Eso nos sucede con la experiencia que vamos acumulando,
en cuanto la hacemos consciente nos damos cuenta que tenemos
mayor efectividad, que el supuesto punto igual al del inicio,
está, en realidad, un poco más arriba, en esa
espiral evolutiva, a la que también vemos, con
características casi idénticas, en el universo, que
es nuestra referencia de lo más grande, y en nuestra
organización genética, en la doble
hélice del ADN, que es
nuestra referencia de lo más pequeño.
Este movimiento común de nuestra propia historia
y de toda la historia que hayamos estudiado, que es igual al de
nuestras macros y micros
referencias, nos puede ayudar a pensar en que, posiblemente, la
llave para lograr nuevas formas más creativas y
productivas de pensar y planificar nuestra acción, sea la
de utilizar nuestra capacidad de formar imágenes mentales.
Éstas son representaciones visuales de lo que estamos
planificando, nos conviene incorporarlas como instrumento de
trabajo. La imaginación se traduce en la capacidad de
formar nuevas imágenes, de modificar las anteriores, y ver
nuevos y antiguos proyectos, en
movimiento, y perfectamente definidos.
Busquemos evidencias no
pensadas anteriormente.
De esta manera se nos hará posible buscar
vínculos entre lo más evidente, entre lo que nos es
tan conocido que casi no miramos, o no tenemos en cuenta, el
universo, nuestro planeta, el medio en el que vivimos, nuestro
propio organismo, y nuestro funcionamiento frente a nuestra
tarea. La imaginación, la posibilidad de visualizar,
aplicada a nuestra tarea, es el resultado de una permanente
interrelación entre nuestro deseo y nuestra experiencia,
toda, la propia y la colectiva, la que está en nuestra
memoria. Se alimentan mutuamente. Y crecen.
Esta es la complementación de opuestos que
más nos interesa, la que podemos hacer en nosotros.
Empezamos con la de cuerpo y psiquis, que es el sistema
psíquico y el diccionario la traduce por el alma humana. Y
llegamos a la complementación de lo consciente y lo que
estaba archivado inconscientemente. Entonces comienza a funcionar
la imaginación, en un proceso individual, pero con
características promediables con el conjunto. Entonces
vemos que nos conviene buscar vínculos entre lo más
evidente y nuestro funcionamiento en nuestra tarea.
La naturaleza se
nos ofrece como modelo a seguir, y que mejor ejemplo de la
naturaleza que nosotros mismos. En nuestro organismo tenemos
flora, fauna y minerales. Somos
una complementación de los cuatro reinos.
Además tenemos agua, aire, tierra y
fuego, los cuatro elementos. Si a esto le sumamos el movimiento
constante de todos los elementos que nos constituyen, podemos
vernos y sentirnos como un polo de la relación entre lo
grande y lo pequeño, podemos sentirnos verdaderamente,
"Hechos a imagen y semejanza de Dios".
La creación está hecha, o, más
correctamente, está haciéndose. Y nos sirve como
modelo. Nos conviene tener en cuenta que todo lo que vemos en el
universo, se repite en nuestro organismo y viceversa. Es,
también, el modelo que seguimos en nuestro funcionamiento
profesional y social. Todos sabemos que los planetas se
concentran en sistemas, como el nuestro, el solar, y que las
estrellas lo hacen en constelaciones, y después, o antes,
las galaxias.
También sabemos que en nuestro cuerpo, distintos
órganos confluyen y constituyen distintos aparatos
funcionales, como el circulatorio, el respiratorio, el digestivo,
y todos los demás. Incluso ahora sabemos, por los
adelantos en las investigaciones
de la biología genética, que hasta las
células se especializan en tareas definidas confluyendo y
constituyendo a los distintos órganos.
Es curioso, pero evidente, que nosotros, como personas,
seguimos el mismo modelo. De acuerdo con nuestros gustos,
afinidades y posibilidades, nos vamos especializando en algo.
Alguna gente hace un camino directo hacia su
especialización, otra hace distintas variables.
Algunas cambian sobre la marcha, otras se mantienen, y otras
tienen más de una especialidad. Esa especialización
requiere información, aprendizaje, práctica y
más información.
Entonces se confluye con otros especialistas y se
constituyen asociaciones, se publican periódicos, se hacen
jornadas de trabajo, congresos, etc. El tema interesa a todos y
los aportes de los más avanzados ayudan al conjunto y se
avanza más. O no, pero todo es perfeccionable.
Generación tras generación. Hay momentos de
involución, pero se superan, el impulso vital, el fuego,
lo instintivo y sus sublimaciones, es evolutivo. Desde el
Diluvio, desde el Arca de Noé, hasta acá, seguimos
luchando por comprender, y por poder aplicar, lo mejor posible,
lo que comprendemos.
Entonces miraremos nuestro propio modelo de trabajo una
vez más. Nos concentramos sobre nuestra tarea, la situamos
tal como está ahora con relación a su medio
natural, verificamos esa situación con toda la
información que disponemos. Buscamos más
información, le agregamos el factor dinámico, el
movimiento que vimos en nuestras referencias, cotejamos la imagen
de la situación deseada con la situación actual y
examinamos, en el gráfico que sintetiza las dos
imágenes, posibles nuevos caminos que posibiliten la
confluencia total, o la más similar posible, entre lo
deseado y lo conseguido. Adecuamos, o modificamos nuestros planes
y seguimos.
Si tiene alguna sugerencia o pregunta para hacer sobre
éste capítulo, no deje de comunicarse con el autor,
en:
Para adecuar o modificar nuestros planes, si es que
resulta necesario, debemos tener en cuenta que nuestra propia
evolución mental, emocional y sentimental, se ha dado
dentro de un progreso natural, como organismos vivos muy
complejos, incluidos dentro de un contexto
familiar y social. La interrelación entre nosotros y
nuestro medio ambiente es
total, aunque no siempre la tengamos presente en la superficie de
nuestra conciencia.
Lo que nos interesa en este momento está
condicionado por nuestro sistema de ideas y de valores, pero
este sistema se ha ido formando en nosotros desde nuestra primera
infancia. Lo hemos modificado. Le hemos agregado, o quitado, o
reinterpretado, algunos valores y algunas ideas. Esto se fue
dando en algunas etapas cruciales de nuestro propio
desarrollo.
Es deseable y muy conveniente que lo sigamos haciendo
con cierta periodicidad. Pero no siempre se hace
así.
Un problema que suele surgir, es que algunas personas
llegan a un momento en el que se dicen que ya están
totalmente desarrollados, y no vuelven a revisar sus sistemas de
ideas y valores. Esto significa que es muy probable que algunos
modelos
referenciales que utilizan con toda naturalidad pueden haber
perdido vigencia.
La propia dinámica que llevamos, marcada por
urgencias inmediatistas, nos dificulta, en la mayoría de
las situaciones, la verificación de los datos que
utilizamos como base para el análisis de nosotros mismos frente a
nuestro propósito y a nuestras posibilidades.
Es prácticamente imposible ser iguales a nosotros
mismos a través de toda nuestra historia. Sin embargo,
algunos de los valores,
conceptos y significados, que utilizamos, los hemos incorporado
en etapas anteriores, cargadas de emociones que
tuvieron que ver con el momento en que las fijamos en nuestro
sistema psíquico. El encuentro con una persona con
autoridad, por
ejemplo, puede estar ligado con una sensación
íntima de pequeñez y de desprotección que se
corresponde con una vivencia particular del pasado.
Es indudable que necesitamos observar, contrastar y
diferenciar, lo que nos sucede hoy, en nuestro funcionamiento
cotidiano, en nuestra decisión de cumplir con nuestro
objetivo, con aquella sensación que, aunque nos haya
marcado profundamente, ya no tiene porque afectarnos de la misma
manera, porque estamos en otro momento y en otra
situación, así que ya no se corresponde con nuestra
realidad actual. Simple y sencillamente no nos es útil
para nada.
Organicémonos conscientemente.
La experiencia de vida que hemos ido acumulando
está desorganizada. Nuestros sentimientos, condicionados
por nuestras emociones, han dado significados particulares a cada
una de las experiencias vividas y esto es lo natural, así
sucede casi siempre en todas las personas. Pero lo natural puede
y debe ser modificado. Lo hace así la ciencia, la
técnica y el arte.
Nuestra tarea es la que nos indica la dirección.
Hemos decidido vivir cada situación que se nos presente
como una situación nueva, no importa que sea muy similar a
alguna otra anterior, nuestro grado de atención consciente
es el que nos indica las modificaciones que hay en la realidad
misma y en nosotros, aunque a primera vista parezcan
imperceptibles. Como consecuencia podremos darle significados
nuevos a situaciones aparentemente muy conocidas.
El desarrollo es en espiral ascendente. El entendimiento
de las circunstancias se da en distintos planos, es posible y
necesario traspasar los planos más evidentes para
encontrar una nueva forma de entendimiento de nuestro accionar en
el camino hacia el objetivo deseado. Esto requiere equilibrio y
atrevimiento. Nuestra experiencia, más la experiencia de
nuestros iguales, nos señalan los campos limitados de las
acciones
posibles, pero sabemos que hay más. Cada nuevo
descubrimiento científico, tecnológico o
artístico, nos indica que nuestras posibilidades son tan
amplias como las del propio universo.
Somos, no nos olvidemos, un micro universo. Y de este
concepto, y de la interrelación y semejanza entre lo
más grande y lo más pequeño, proviene el
equilibrio necesario para cumplir con nuestro objetivo. Porque
nuestro objetivo es el centro de toda nuestro accionar.
Observamos, reconocemos, meditamos y trabajamos en función
del logro del objetivo prefijado, que es, a su vez, el que nos da
la pauta de nuestros avances o retrocesos relativos.
Es muy importante tener en cuenta que cada uno de
nosotros, cuando está en plena actividad, trabajando
objetivo tras objetivo para lograr una mejor calidad de vida, es
el instrumento, que debemos perfeccionar, y el campo de
acción en el que opera este instrumento. Lo que es decir
que somos, simultáneamente, los productores y el producto del
proceso en el que estamos. Y somos nosotros los que dirigimos
este proceso y los que lo debemos controlar y organizar. Por lo
que nuestra acción debe mantener un equilibrio permanente
entre nuestro entusiasmo y nuestra prudencia.
Porque a medida que avanzamos descubrimos nuevos
sectores de nosotros mismos que nos son prácticamente
desconocidos, como la capacidad de vernos en acción,
relacionándonos con otras personas, en distintas
situaciones, y, al mismo tiempo, vernos con relación a
nuestro deseo, que se concretó en un propósito y la
coincidencia o desvío de nuestro accionar con
relación a nuestro más actualizado sistema de
valores e ideas.
Esta capacidad nos permite organizar y clasificar
nuestra experiencia de vida, que es toda la información
interna y externa que hemos acumulado y actualizado, para
concentrarla sobre la tarea más inmediata que tenemos que
hacer para continuar el proceso de producción de una mejor
calidad de vida para nosotros y los nuestros.
Utilicemos todos nuestros recursos.
Ya hemos visto como. Disponemos de la energía
vital que se expresa a través del impulso evolutivo y del
instinto reproductivo, con todas sus sublimaciones. Nosotros
percibimos esta energía como una serie de necesidades y
sentimos el deseo de satisfacerlas.
Seleccionamos un objetivo general y trazamos planes
adecuados para marcarnos un camino en varias etapas. Concentramos
toda nuestra energía en cada una de esas etapas, sin
perder de vista el proyecto u
objetivo general. Buscamos en nuestra memoria, consciente e
inconsciente, por asociaciones, toda la información que
necesitamos sobre ese tema específico.
(Lo que no significa que tengamos todos los datos
concretos en el primer plano de nuestra memoria, pero podemos
tener títulos de libros que
podríamos consultar, o direcciones, o nombres de
profesionales con intereses similares a los nuestros. Los datos
siempre tendrán que ser ampliados.)
Luego utilizamos toda la libertad que
da la imaginación, creadora de nuevas asociaciones de
ideas, e inmediatamente nos ponemos a clasificar todo ese
material. Nuestra tarea no será distinta a la que se
realiza en cualquier oficio o profesión, es un proceso de
especialización, de desarrollo de habilidad.
Y la habilidad se desarrolla con la práctica. Y
el modelo de trabajo se perfecciona, porque la teoría se
enriquece con el ejercicio de la práctica que, a su vez,
enriquece a la teoría. Y con este intercambio de
información, corroboración, posibles modificaciones
y ajustes, crece nuestra habilidad. En un campo, en el que
estamos, que es el que hemos elegido.
Las habilidades siempre son parciales, no abarcan a
todas las actividades que hacemos, algunos somos hábiles
en unas cosas y otros en otras, Por eso se van organizando
nuestras especializaciones. Vamos eligiendo sectores de la
realidad, campos de actividad, en los cuales nos sentimos
más cómodos y más creativos.
Esto en el mejor de los casos, porque a veces sucede que
hay personas que no están conformes con lo que hacen. Y
otras que no consiguen hacer nada. Y se sienten aprisionados por
sus circunstancias. Las propias circunstancias pueden
cambiarse.
Hasta ahora hemos visto la estructura básica,
mínima, y generalizada, de un modelo de producción
de cambios. Cambios en nosotros, en nuestras circunstancias y en
nuestra forma de producir, de procrear al producto privilegiado
por nuestro deseo.
Si lo organizamos bien, para lo cual es recomendable
observar el conjunto de esta estructura básica y ver su
funcionamiento, su interrelación y su efectividad, tomando
una cierta distancia de nosotros mismos para poder vernos en
acción, trabajando por un objetivo, como si nos
viéramos en un video. Entonces
podremos revisar al modelo creativo con una nueva mirada, y verlo
como un conjunto complementario e instrumental, que nos es propio
y que nos incluye.
Al principio nos hemos visto confusos, luego hemos
logrado entender que eso es lo normal frente a cualquier
situación nueva, porque la primera mirada ve, pero el
registro de lo
visto, en nuestra mente, es, al principio, confuso. Esto nos
sucede también con las caras, o con los nombres, de
personas que acabamos de conocer, recién fijaremos sus
nombres o sus caras después de verlos dos o tres veces
más. Esto es cotidiano. Con los conceptos y con las
imágenes pasa algo similar.
No nos conformemos con las
apariencias.
La confusión inicial se origina por eso, porque
todo y todos "parecen ser", "se parecen a", son, en principio,
sólo la apariencia más superficial. Hemos
comprobado que tenemos la habilidad suficiente como para ver la
auténtica naturaleza de las situaciones que vivimos,
detrás, o adentro, de las apariencias. Investigando y
verificando. Pudimos ver que contamos con una doble alimentación a
nuestra carga y reserva de energía, sabemos que esas son
las columnas fundamentales de nuestra organización como
personas.
Esto nos permitió definir un objetivo general y,
como consecuencia, delimitamos nuestro campo de atención a
un sector de nuestra realidad. Desde el momento que tomamos
conciencia de toda la disponibilidad de la memoria inconsciente,
propia y genérica, comenzamos a ver de otra manera, con la
mente. Haciendo imágenes. Con la imaginación
podemos crear múltiples combinaciones distintas para
situaciones conocidas y por conocer.
Estamos en el verdadero principio de todo proceso de
producción, clasificamos todo lo visto hasta ahora y
prestamos mucha atención a los movimientos de
acomodamiento, que tendrán que hacer todos los elementos
anteriores, los que teníamos archivados de
antes.
Nuestro razonamiento habitual hará cambios, a su
tiempo, pero mientras tanto, mantendrá los lineamientos
lógicos a los que estamos acostumbrados. Ese razonamiento
habitual, que seguramente estará conmocionado y
expectante, será el que haga las verificaciones de la
dirección de nuestra acción actual, en pos de un
objetivo definido.
Si efectivamente estamos en una dirección
evolutiva propia, que coincide con la dirección y el
momento del impulso evolutivo de toda nuestra especie, podemos
empezar a reconocer que la llegada a nuestra meta es tan
importante, como el camino que hacemos, el modelo integrativo de
todas nuestras facetas, las conocidas ahora y las que
conoceremos. Trabajando con nosotros mismos, adquiriendo
más habilidad con la práctica, aplicando el mismo
método a las situaciones pequeñas y a las grandes,
nuestra calidad de vida va mejorando. Y van llegando los
logros.
Si quiere hacer alguna sugerencia o pregunta sobre este
capítulo, no deje de comunicarse con el autor, en
alberto.costa[arroba]tiscali.es
Después de ejercitarnos en la observación
detallada de los hechos, de clasificarlos y de encontrar todos
los vínculos posibles entre todo lo observado y lo
rememorado, comienza a configurarse una nueva manera de afrontar
las tareas pendientes.
Es muy posible que ya hayamos descubierto que tenemos
120 combinaciones posibles para el uso de nuestros cinco
sentidos. Nuestra mente las capta y las registra a todas, aunque
no siempre somos conscientes de dichas percepciones combinadas,
pero en eso estamos, en un ejercicio permanente para ampliar
nuestro campo de conciencia.
Si estamos concentrados en una tarea que estructura a
nuestro objetivo central, que es la diana de todos nuestros
esfuerzos, la conciencia alerta es nuestro mejor instrumento y
puede desarrollarse más todavía, pero
exclusivamente con la práctica.
Al principio de cualquier tarea hay muchas más
dificultades que después de algún tiempo. El
desarrollo de la percepción también es gradual,
parecido a cuando aprendimos a leer, las letras, las
sílabas, las palabras, las frases y los
párrafos.
Nuestro lenguaje, el que usamos cotidianamente,
también irá ajustándose con pericia y
precisión, día a día, ya que es el reflejo
de nuestro actual grado de conciencia. Y ésta nos indica
que percibimos más cosas que las que nos llegan por
nuestros sentidos físicos y todas sus
combinaciones.
Nuestra mente incorpora, asocia y clasifica, la
información de la realidad externa, asociándola con
la que ya tenemos acumulada en nuestra memoria. De esta mezcla
surgirán varias nuevas formas de
percepción.
Como la intuición, que "es una percepción
interna y fugaz de una idea o una verdad que aparece como
indudable a quien la tiene". Y es así porque al incorporar
el resultado de la observación precisa de hechos
particulares comenzamos a ver la posibilidad de generalizar
conceptos.
Porque la intuición también nos hace
conscientes de los principios
generales, los marcos, que nuestra propia naturaleza nos indica.
Como dar por supuesto que todas las demás personas hacen
similares intentos al nuestro por mejorar y
evolucionar.
Lo que también podemos llegar a ver con claridad
es que cuando tomamos como modelo a la propia naturaleza, a
nosotros mismos, como modelo más idóneo para
seguir, vemos que es nuestra mente la que metaboliza nuestros
sentimientos, nuestros procesos físicos, nuestro instinto
evolutivo, los productos de
nuestras percepciones, los mensajes que nos llegan de nuestro
inconsciente y la que canaliza toda la energía que estos
movimientos producen para concentrarla en nuestra tarea
actual.
Conviene recordar la cantidad de veces que hemos
escuchado o leído que utilizamos sólo el 10 por
ciento de nuestro cerebro. Que no
sea por propia voluntad. Más bien hagamos esfuerzos por
utilizar todo lo que podamos. Ampliando nuestra conciencia,
día a día. Con el sudor de nuestra frente.
Modificando actitudes,
suprimiendo modos de pensamiento cerrados, no
productivos.
El control de
nuestra mente.
La mente, el cerebro, el sistema psíquico,
están en la cabeza. Estar en la cabeza es dirigir el
proceso, y ya sabemos que la única manera de dirigirnos es
aceptarnos como parte de un proceso mucho más amplio, la
vida, y procurar mantenernos en consonancia con
él.
Con expectación, descubriendo las interconexiones
entre nuestro impulso evolutivo y nuestra individualidad, entre
nuestro sistema inconsciente y nuestra conciencia, entre nuestra
parte receptiva, protectora, generosa, y nuestra parte impulsiva,
aguerrida y voluntariosa, entre nuestra individualidad y nuestro
ser social.
En la mente debe estar la intención de conjugar
la permanente presencia de los aparentes opuestos. En equilibrio
exacto. O lo más exacto que nos resulte posible en el
momento actual. Con la práctica llegará la
maestría.
Buscando la forma de aceptar y desarrollar la
intuición como una nueva herramienta de trabajo que
integra todos los elementos que hemos visto hasta ahora, nos
encontramos frente a la evidencia que nos muestra al
sistema psíquico inconsciente como un sistema más
de los que tenemos como personas, tal como el organismo
físico, el sistema emocional, el afectivo y el
espiritual.
De esto se puede deducir que el esquema básico de
su funcionamiento no puede ser muy distinto a cualquiera de los
otros sistemas. Incorpora todo lo que percibe, lo que siente, lo
que piensa, y muchas más cosas, las interpreta, las asocia
y las clasifica. Y a lo que no sirve, lo elimina. Cuando todo
funciona bien, como en los demás sistemas.
Con todo lo que hemos observado, recordado, imaginado y
razonado, podemos afirmar que esto, necesariamente, es
así, que de la misma forma que intercambiamos
información entre nuestro sistema
digestivo, por ejemplo, y nuestro consciente, para evaluar
una posible comida, o un postre, podemos intercambiar
información con nuestro sistema psíquico
inconsciente para inducir una devolución analizada de una
pregunta concreta que nos hayamos hecho. Seguramente es desde
este concepto que se dice y se usa, aquello de "consultarlo con
la almohada".
Porque hasta hace muy poco tiempo pensábamos que
nuestras circunstancias nos tenían cercados, que nuestras
posibilidades no podían superar esas barreras. Ahora
podemos clasificar a estas circunstancias como un aspecto de la
realidad, y sabemos que la realidad tiene muchos aspectos, y
también sabemos que la definición de la realidad no
es la realidad misma. Lo más similar a la realidad es lo
más básico, la esencia. Conviene que nos demos
cuenta que detrás de todos los modelos y marcas de zapatos
está la necesidad de proteger los pies, y algo similar
sucede con cualquier otro producto. Así es con todo,
incluso con los sentimientos. Pueden manifestarse de mil formas
distintas y, en el fondo, estaremos hablando de la presencia, o
ausencia, de amor.
Las interpretaciones prematuras.
Nuestra necesidad de mejorar nuestra calidad de vida
está íntimamente ligada con la necesidad evolutiva
de toda nuestra especie de encontrar una forma de desarrollo que
no repita los actuales disparates que suceden en nuestro
mundo..
Otro aspecto de la realidad en la que estamos trabajando
es la interpretación que hicimos de nuestras
circunstancias, en otro momento, y los conceptos apresurados que
pudimos haber incorporado. Es imprescindible revisarlos y,
posiblemente, cambiarlos, ahora podemos confirmar que somos
exactamente lo que pensamos e interpretamos sobre nosotros mismos
durante toda nuestra vida, antes de tomar la decisión
actual. La de ser el instrumento básico para la
producción de todas las líneas de nuestro detallado
plan para mejorar nuestra calidad de vida.
En este momento nos conviene incorporar la auto
consulta, que se deriva del intercambio reflexivo entre la
limitación de un campo de atención, la
concentración en él, la incorporación de los
recuerdos ilustrativos, la imaginación creativa buscando
vínculos no evidentes y la clasificación correcta
de todo este material. Agregando la posibilidad de acceder a una
comunicación directa con nuestra parte
genérica, inconsciente, que es la que sigue la
dirección del impulso evolutivo, lo que nos la
señala como la dirección más
conveniente.
Este nuevo canal de comunicación es la
intuición. Como a todas nuestras potencialidades, la
iremos incorporando poco a poco y se desarrollará con la
práctica y con la reflexión sobre la
práctica, para posibles ajustes. La intuición
está definida como la facultad de comprender las cosas
instantáneamente, sin razonamiento. Las cosas son las que
nos mantienen ocupados, las que están dentro de nuestro
campo de atención. Las que han sido registradas en nuestra
memoria siguiendo los pasos previos de observar, recordar,
imaginar y clasificar.
Es importante volver a pensar en que nosotros, como
personas, funcionamos como las partes más infinitesimales
de nuestro organismo físico, siguiendo siempre las
características generales del fenómeno vital, tal
como lo han llamado otras personas como nosotros, que se han
especializado en genética y se han destacado.
Este fenómeno vital se caracteriza por su
energía, la que consume y la que genera. Por su
replicación, que es un proceso de conservación y
transmisión de la información a través de
las moléculas hereditarias, el ADN. Por su estabilidad,
lograda porque todos sus componentes y niveles de
organización se encuentran fuertemente integrados. Y por
su autoorganización, que le permite construirse a
sí mismo desde moléculas hasta construir
células, tejidos y
órganos.
Todo esto que sucede en nuestro organismo, a niveles
totalmente inconscientes, dibuja un modelo organizativo y
funcional que se repite en nosotros, individualmente, y en lo
social, por ejemplo en los gobiernos, que así como
nosotros tenemos distintos órganos y glándulas, los
gobiernos tienen ministerios y
subsecretarías. En las instituciones,
en las empresas, en las
asociaciones de cualquier tipo, se repite un modelo
similar.
Según la información histórica que
disponemos estos modelos van cambiando, con distintas
velocidades, según una correlación directa entre
los grandes avances científicos, filosóficos y
artísticos que alteran la forma convencional de pensar
sobre nosotros mismos. Ampliando nuestra información
alteramos modelos de pensamiento que deberán ser
reconocidos, comprendidos e incorporados.
Entonces entendemos las cosas "instantáneamente",
porque vivimos 24 horas por día, estemos durmiendo,
comiendo, o trabajando. Todos los distintos sectores nuestros
funcionan comunicados entre sí, pero autónomamente.
Y todos los procesos iniciados están en marcha,
ocupándose de su energía, de su auto
organización, de su replicación y de su
estabilidad.
Nuestra experiencia real.
Nuestra actividad actual es idéntica al
fenómeno vital, que no se diferencia demasiado del impulso
evolutivo. Así lo viene haciendo desde hace cientos de
millones de años, acumulando experiencia. Casi 8 millones
de años en nuestra propia especie. No es poca experiencia
y está toda en nosotros mismos, cuando conseguimos
oír la voz de la experiencia, intuimos. Esa es la
intuición. La nuestra. La voz de toda nuestra
experiencia.
Con esta posibilidad de incorporar otras formas de
percepción de la realidad tal como es y no sólo
como nos aparece a primera vista, podemos volver a reflexionar
sobre nuestro objetivo general y sobre cada una de las etapas que
nos faltan por hacer, incorporando la experiencia acumulada por
todos nuestros antecesores en nosotros mismos.
Es difícil suponer que no tengamos suficiente
información sobre las distintas variables que podemos
emprender, y si no la tuviéramos sería simplemente
por la existencia de una zona obscura, ininteligible, lo que no
debería producir otro efecto que el de incorporar, como
tarea inmediata, la iluminación de esa zona. Por el mismo
método, concentración, rememoración,
imaginación, clasificación, e
intuición.
Para cualquier consulta o sugerencia que quiera hacer
sobre este capítulo, comuníquese con el autor
en alberto.costa@tiscali.e
El análisis consciente del producto de la
intuición nos ha permitido el acceso a la enseñanza interior, a la del centro, a la
experiencia acumulada en el punto de intersección de la
historia de toda la humanidad con nuestra propia historia. Nos ha
dado la certeza de la presencia de todo el impulso vital en
nuestra propia memoria. A nuestra disposición.
Cuando aprendemos algo de nosotros mismos ya no podemos
volver atrás. No podemos hacer de cuenta que no sabemos
nada de lo que hemos incorporado conscientemente. Inevitablemente
nos encontramos en una situación distinta a la que
estábamos antes. Hemos cambiado, somos distintos, en lo
que más nos interesa actualmente, en la forma de
percibirnos con relación a nuestro objetivo. Y al propio
objetivo también.
Se nos aclara el concepto de ser,
simultáneamente, instrumentos para la producción de
nuestro objetivo y productos de nuestro camino de aprendizaje
para el logro de ese objetivo. Nosotros, desde nuestro
crecimiento como personas creativas, somos el principal objetivo
de todos, el generador de todo proceso, desde su
concepción, su delimitación y su
visualización, hasta su concreción y el gozo
consecuente.
Al conectarnos con nuestras fuerzas inconscientes hemos
logrado percibir una fuente energética inconmensurable. El
inconsciente, en términos generales, seguirá siendo
difícil de entender, pero en situaciones particulares, en
áreas delimitadas por nuestras necesidades actuales, hemos
utilizado una forma de cooperación induciendo a nuestro
inconsciente a que elabore respuestas para preguntas concretas y
hemos verificado su acertada solución.
El verbo inducir significa "instigar, persuadir, mover a
alguien", y también, "extraer, a partir de determinadas
observaciones o experiencias particulares, el principio general
que en ellas está implícito". Sabemos, por lo que
nos han contado, que varios principios, o leyes generales,
de la física,
como la de la gravedad, por ejemplo, fueron confirmadas de la
misma forma que Newton, que lo
hizo al observar la caída de una manzana. Un hecho
particular que, dentro de un contexto y de un sistema de ideas en
actividad, induce un principio general o ley.
Nosotros también estamos trabajando de esta
forma, con la seguridad que nos provee nuestra observación
detallada de los hechos, que el logro de nuestro objetivo
será una experiencia particular que confirmará que
el impulso vital es evolutivo y abarcativo de todos aquellos
intentos por mejorar la calidad de vida de todos y de cada uno de
los seres humanos.
Esto, aunque no es la primera vez que lo vemos, requiere
mucha reflexión. Porque ahora lo estamos asegurando desde
nuestra propia experiencia. Llegamos a esta conclusión
después de haber ejercitado la concentración en un
tema muy particular, la rememoración, la
imaginación, el razonamiento, la clasificación
pertinente de todo lo descubierto y, fundamentalmente, gracias a
un trabajo constante de reflexión y escucha, hemos
conseguido dirigir la búsqueda de nuestra intuición
en una dirección determinada, que nos responde como la voz
de la experiencia total de toda nuestra especie.
Dijo el científico Albert
Einstein, que "la mente intuitiva es un regalo sagrado y la
mente racional una sirviente fiel." Y que, a veces, "honramos a
los sirvientes y olvidamos los regalos".
Nosotros ahora sabemos que si alimentamos correctamente
a nuestro razonamiento con percepciones bien definidas y
verificadas, haciendo uso de toda la memoria colectiva y de la
más libre imaginación creativa, nos beneficiaremos
con la enseñanza interna de la intuición. Y
ésta nos indica el cambio más importante que se da
en nuestros modelos de pensamiento. Para conseguir algo no
tenemos que estar en contra de nada que no sea nuestra propia
ignorancia de algunos aspectos vitales del tema que nos
ocupa.
El cambio entonces es interno y, sin embargo determina
nuestra percepción de lo externo. Es una
constatación de que los obstáculos que podemos
encontrar para el desarrollo de nuestras tareas parciales,
incluso las cotidianas, o para el logro de nuestro objetivo
principal, no son más que eso, obstáculos, que son
"impedimentos, dificultades, o inconvenientes", que los
removeremos y fragmentaremos acercándonos a ellos con el
mismo espíritu que nos acercamos a cualquier otra
tarea.
Con la seguridad en que nuestro conocimiento comienza
por muy poco y se va ampliando en la medida que utilicemos,
atenta y conscientemente alertas, a los cinco principios activos de este
modelo de producción que estamos comenzando a
utilizar.
La energía renovable.
Esta utilización hace necesario que eliminemos
otros modelos que se nos quedan antiguos, y si observamos el
proceso, veremos en la práctica como se desarrolla el
más básico de toda producción.
Un modelo funciona con un determinado monto de
energía y al perder su funcionalidad libera esa
energía que producía y la deja libre, pero como ese
modelo formaba parte de un sistema de ideas más amplio,
que es el que está dirigido hacia nuestro objetivo, la
energía se mantiene dentro de ese sistema para fortalecer
al nuevo modelo que, en este caso, estamos comenzando a
utilizar.
Podemos reflexionar sobre la semejanza que tiene este
proceso en el campo de las ideas y las percepciones, con la
unión de las dos células que se funden en una sola
en el momento de la concepción de un nuevo ser, o de la
semilla que se rompe para germinar, crecer y volver a dar
semillas.
Desde este punto en el que estamos podemos ver que la
mayoría de los obstáculos que suponíamos
entre nosotros y nuestro objetivo, no eran tan grandes como
nuestro desconocimiento sobre ellos.
Ahora sabemos que no hay nada, por enorme que parezca,
que no esté compuesto por pequeñas unidades y
conocer la estructura y el funcionamiento de éstas nos
permite entender el conjunto.
Si pensamos en el lenguaje,
por ejemplo, no podemos dejar de asombrarnos de que La Biblia
esté escrita, en castellano, con
la combinación de 27 letras, como El Quijote, y que esas
combinaciones hacen sílabas y palabras y frases.
Así se forman los textos, combinando, con talento, los 27
elementos básicos, en castellano.
Cualquier situación tiene una textura
determinada. Si la estudiamos detenidamente, paso por paso,
buscando siempre su estructura más elemental, la
entenderemos, y en ese momento nuestros planes serán los
más ajustados y productivos para esa situación en
particular. Y para la siguiente se harán nuevos
planes.
Éstos requerirán adecuados modelos de
pensamiento, lo que no será nada más que una
reactualización de todos los modelos disponibles, su
puesta a punto y, lo más importante, la liberación
de energía disponible en modelos no productivos que no
utilizamos.
Romperlos es imperativo para liberar esa energía
y utilizarla en nuevos modelos. Es lo que hacemos con los
alimentos, los
masticamos hasta romper sus formas originales para, por diversos
procesos, incorporar sus nutrientes y dirigirlos hacia donde son
necesarios.
Nuestra estructura elemental nos indica que la
convivencia con nuestras partes inconscientes existió
siempre y en buena armonía, en la mayoría de los
casos.
Lo que incorporamos ahora es la voluntad de conectarnos
más con toda esa riqueza acumulada en cada uno de nuestros
genes y en nuestra memoria colectiva, de co-elaborar nuestros
objetivos, nuestros planes y nuestros logros. Ese es el cambio
fundamental.
Hemos logrado dar forma a un modelo de creatividad
propia que incorpora, como refuerzo energético, a un canal
de comunicación fluida entre nuestros conocimientos y
experiencias y la experiencia de todos los que nos han precedido.
Y de todo lo que conocemos como naturaleza.
Para cualquier consulta o sugerencia, comuníquese
con el autor en alberto.costa[arroba]tiscali.es
Este capítulo, el verdadero, tendría que
escribirlo cada uno de los que hayan llegado hasta aquí.
El
conocimiento de los logros es individual, existe una ley de
crecimientos desparejos o distintos, que ratifica la
particularidad de cada uno. Como en todo proceso debemos poner en
primer término a nuestro objetivo y, desde él,
podremos evaluarnos y analizar los logros.
Queda muy claro que no hemos buscado, ni encontrado,
ningún elemento extraño a la naturaleza de las
personas. Más bien nos detuvimos en los elementos que
conforman esta naturaleza y descubrimos que el lenguaje cotidiano
y el pensamiento usual que lo acompaña, tienden a restarle
importancia a casi todos los instrumentos y sistemas que las
personas traemos desde nuestro nacimiento y que son el producto
de más de 8 millones de años de evolución de
nuestra especie, en Europa.
Esta tendencia tan negativa y poco enriquecedora
está motivada por la inercia, la propiedad de
los cuerpos, en este caso de los cerebros, de no modificar su
estado de reposo o de movimiento si no es por la acción de
una fuerza.
La fuerza que puede romper la inercia, lo no creativo,
la inmovilidad, o el movimiento sin dirección
predeterminada, es nuestro deseo, dirigido hacia un área
muy bien medida y delimitada, en acción, transformado en
voluntad. Ese es el poder definidor.
Es evidente que nuestra capacidad perceptiva,
memorizante, imaginativa, razonadora e intuitiva, dirigida hacia
un objetivo delimitado correctamente, nos da la pauta de nuestro
verdadero poder. De poder hacer lo que de verdad deseamos
hacer.
Rota la inercia, en cada logro de un objetivo aprendemos
más de nosotros mismos y de nuestras posibilidades, lo que
nos permitirá afrontar el próximo acontecimiento
con mayor eficacia y
más aprendizaje. Un punto de llegada es, al mismo tiempo,
el inicio de un nuevo ciclo de espiral. Indefinidamente. Como la
vida misma.
De nuestra propia experiencia de vida hemos conseguido
los elementos necesarios para recuperar un concepto de nosotros
mismos más amplio y abierto. Un concepto que integra los
dos aspectos principales de todas las personas, lo consciente y
lo inconsciente.
Del inconsciente sabemos que seguirá siendo como
un iceberg, mostrará sólo una pequeña parte.
Pero también sabemos que, con un objetivo limitado,
podemos buscar y encontrar mucho más. Y la mezcla de los
elementos nuevos con todos los ya existentes es la que origina
mejores y más poderosos modelos creativos.
Y esto, que suena tan sencillo, nos coloca en una
situación arquetípica. De pronto, en una imagen,
como en una foto, estamos en la misma posición que
están los diversos símbolos del triunfador, en textos, en
cuadros, en estatuas. Con ese conocimiento de nuestras verdaderas
posibilidades y con el Modelo de Creatividad Personal que ese
conocimiento origina estamos de pie, sobre un carruaje ligero,
tirado por dos caballos briosos.
El carruaje representa al cuerpo, la mente lleva las
riendas que dominan a los caballos, que son los instintos
vitales. Es el símbolo de la victoria. Se da en el momento
en que entendemos que para el éxito solo necesitamos
saber, poder, animarnos y hacer. —
Para cualquier consulta o sugerencia sobre este
capítulo, o sobre todo el ensayo,
comuníquese con el autor, en alberto.costa[arroba]tiscali.es
A Patricia.
A todos los miembros de La
Tribu.
TEXTOS:
ALBERTO COSTA
ILUSTRACIONES:
PATRICIA FRIDMAN
Ó 2003 / 2006
– Alberto Costa