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La universalidad de la música palaviana




Enviado por Rafael Serrallet



    1. Un músico
      trasnochado
    2. El
      impresionismo
    3. El sinfonismo
      valenciano
    4. El espíritu
      romántico
    5. El nacionalismo
      musical
    6. El nacionalismo en
      España
    7. La riqueza del folclore en
      España
    8. La música popular
      valenciana
    9. La influencia del folclore en
      Palau
    10. El Canta Valencia
      d’estil
    11. Carácter
      religioso
    12. Conclusión
    13. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    "Una de las características de nuestros
    compositores actuales es, sin duda, su universalidad. Lejos de
    encasillarse en una técnica formulística
    caducada, han seguido el desarrollo
    del arte de su
    siglo y han sentido la necesidad de encontrar una
    técnica nueva que respondiese a su propia sensibilidad,
    tan distinta de la generación pasada. Pero al mismo
    tiempo,
    cuando se haga una revisión y decantación de
    valores, se
    pondrá de manifiesto el contenido de la
    contribución hispana, que ha sabido elegir en tantos
    casos el camino del verdadero arte".

    Con estas palabras describe Francisco José
    León Tello a Manuel Palau y a los músicos de su
    generación. Manuel Palau como compositor ha sido definido
    de muchas maneras: Músico impresionista, sinfonista o de
    raíces populares. Su música ha sido calificada a
    menudo de música trasnochada, aunque nada más lejos
    de la realidad. El compositor valenciano tuvo su mirada puesta en
    los movimientos musicales europeos (francés
    fundamentalmente) y con gran avidez estudiaba toda partitura que
    llegaba a sus manos. Intentó lograr un nuevo lenguaje
    personal y
    particular, con el uso de los procedimientos
    compositivos a los que tuvo acceso.

    Palau vive su presente más actual, un presente
    musical valenciano que poco tenía que ver con el que se
    respiraba en Centro Europa.
    Ningún compositor español, a
    excepción de Robert Gerhard, que se formó en
    Alemania y
    vivió en Inglaterra,
    bebió de la Escuela de Viena
    o de otro movimiento de
    vanguardia no
    tonal. París y el impresionismo
    eran los espejos en el que la gran mayoría se miraban, y
    por ello mismo, y más que le pese a algunos, Palau fue un
    compositor actual y contemporáneo, entendiéndose
    esa contemporaneidad en la Valencia de la primera mitad del siglo
    XX.

    Con estas líneas vamos a intentar realizar una
    pequeña descripción de los estilos musicales que
    más influenciaron al compositor alfarense y
    fundamentalmente, aquellos que más están presentes
    en su concierto para guitarra.

    El Concierto Levantino recibe principalmente,
    influencia de dos movimientos musicales: del Impresionismo,
    así como de la música popular. Como poco a poco
    iremos describiendo en el apartado de análisis, encontramos en el cant
    valencià d’estil
    una fuente
    importantísima de inspiración. Las melodías
    de las albaes valencianas se encuentran agazapadas entre
    las armonías orquestales o camufladas entre los arpegios
    guitarrísticos.

    Todo ello lo analizaremos con mucho más
    detenimiento en el apartado de análisis. El Nacionalismo
    está presente también en la obra, un Nacionalismo
    peculiar, distinto a los de Falla o Albéniz, siempre en
    busca de ese elemento diferenciador, de ese sabor valenciano, o
    levantino (como el título del concierto). Esta corriente
    que intentaba recuperar los valores de
    las músicas tradicionales, se adaptaba perfectamente a sus
    necesidades musicales. La música popular (en cierto modo
    reiterando el punto del nacionalismo), está siempre
    presente en Palau. Usa el valenciano, temas y melodías del
    folclore, que conoce bien (al frente del Instituto de
    Musicología Alfonso el Magnánimo recopiló
    una buena parte de las canciones populares de nuestro
    país), recreándolas o reinventándolas para
    dotarlas de nueva frescura y sobre todo estilizándolas
    para encajarlas dentro de los cánones formales y
    estilísticos que la música clásica requiere.
    Poco a poco, en las líneas sucesivas, iremos intentando
    desgranar todas esas influencias.

    Un
    músico trasnochado

    Según Álvaro Zaldívar explicaba en
    un curso titulado Evolución de la música,
    celebrado en el Conservatorio de Torrent en septiembre de 2003,
    cabe plantearse de nuevo la necesidad de las múltiples
    clasificaciones que se realizan en la Historia de la
    música y si la cantidad de «etiquetas» que
    tan a menudo se usan con los compositores y con sus obras son
    correctas o no. Si por un lado la catalogación de la
    Historia de la
    Música por épocas y estilos nos facilita tareas de
    búsqueda de material y nos posibilita poder situar
    una determinada pieza o autor, en un segmento de la amplia
    Historia, no es menos cierto que los adjetivos son siempre
    relativos y que no siempre pueden encajar para la
    descripción o temporalización de una persona o su
    creación y nos pueden llevar a equívocos y malos
    entendidos.

    Lo que no es menos cierto es que las historias de la
    música más importantes y extendidas, han estado
    escritas por musicólogos y por teóricos
    centroeuropeos, que han tomado como referencia las corrientes
    artísticas que se tenían en Centro Europa,
    menospreciando muchas veces, todo lo que ocurría en el
    resto de los países. Por ello, muchos de los referentes
    que se emplean hoy en día, incluso en el marco de nuestra
    cultura
    mediterránea, están vistos con el prisma del
    historiador y del crítico que tiene como referencias a
    Bach, Haydn, Mozart,
    Beethoven, Brahms, Wagner y que ignora las realidades de nuestros
    Cabanilles, Martín y Soler, Scarlatti, Arriaga,
    Falla…

    Al maestro Palau se le ha querido catalogar de muchas
    maneras: como a un músico impresionista, como
    representante del nuevo sinfonismo nacionalista, como
    pintoresquista… Muchas composiciones de Palau difieren
    estilísticamente entre sí, la evolución lógica
    que un artista va adquiriendo con su madurez, e introduciendo en
    su trabajo, se
    nota también en su obra, inclusive se puede apreciar esa
    evolución en una misma obra, como es el caso del
    Concierto Levantino, revisada después del paso de
    los años.

    Palau fue profeta en su tierra, tuvo
    éxito
    (relativo, recordamos que nunca pudo vivir de la
    composición) entre sus paisanos y su música fue
    bastante interpretada durante su vida. Pero no siempre
    resultó fácil de escuchar en los auditorios
    valencianos, en más de una ocasión el auditorio
    valenciano, poco acostumbrado al politonismo y a algunos otros
    procedimientos que ya funcionaban en Europa desde años
    atrás, no recibió con agrado los nuevos intentos de
    Palau por acercarse a las nuevas técnicas.

    Sin embargo, se ha tildado la producción de Palau como trasnochada y se
    ha afirmado que en sus obras, a pesar de lo que se exponía
    en el párrafo
    anterior, no se observa una evolución. Y la
    afirmación de que Palau ha estado al servicio de un
    estilo obsoleto, ha estado en boca de muchos críticos.
    Como Rosseau definió en su época, a los estilos
    cronológicamente fuera de su tiempo, se trata de estilos
    «muertos». Pero ¿hasta qué punto los
    estilos están pasados de moda cuando se
    siguen practicando?

    En relación a lo que anteriormente
    comentábamos, haciendo un análisis
    estilístico formal, no encontraremos en la música
    de Palau grandes variantes respecto a las obras que podían
    haberse realizado anteriormente. Pero ¿qué es lo
    que está considerando el ilustrado francés para
    calificar un estilo de «muerto»? Sin duda, se trata
    de la vida de los grandes creadores que encarnan la cumbre de un
    estilo o de una corriente, pero no finalizan éstos con
    la muerte de
    sus mayores exponentes, muchos otros artistas seguirán
    trabajando siguiendo unos criterios de creación que nos
    pueden parecer obsoletos, pero que sin duda son los que sirven
    para fijar y determinar estilos.

    Se debería tratar la obra por encima del artista
    y desterrar la idea ejemplarizante de la literatura medieval de
    tratar a los creadores como si de «modelos de
    vidas de santos» se tratara. No se debería llevar
    «a los altares» a los grandes compositores, en
    detrimento de los muchos otros músicos… vamos a decir
    menores, que sin duda realizan grandes aportaciones.

    Manuel Palau no fue ese músico trasnochado, que
    algunos han querido definir, si tenemos en cuenta la realidad
    musical que envolvió al músico de Alfara durante su
    vida y quiénes eran sus modelos musicales. Valencia era
    una ciudad de provincias, recién salida de una guerra y a
    pesar de que el movimiento musical, gracias a las bandas de
    música, siempre ha sido muy importante, era difícil
    tener acceso a las últimas tendencias musicales. Las
    bandas y sociedades
    musicales, han aportado muchísimo al entramado social de
    nuestro país, han constituido sin duda un elemento
    esencial para la difusión de la música, pero en un
    aspecto social muy pronunciado, dejando a veces, los elementos
    culturales y estéticos a un lado. Las agrupaciones
    musicales, servían al pueblo para realizar unas funciones
    públicas, civiles y religiosas, muy arraigadas en el medio
    rural. Así los músicos de banda amenizaban fiestas,
    bailes, ceremonias religiosas, procesiones, desfiles y todo tipo
    de actos, supeditando estas tareas a la creación
    artística y el goce estético.

    Nuestro protagonista fue un compositor que se tuvo que
    ganar la vida de la mejor manera. Nunca abandonó su labor
    como docente, que fue la que le posibilitó tener una
    estabilidad económica. Por ello, y para que su
    creación adquiriese la mayor difusión posible, y
    cómo no, gracias a su facilidad en el arte compositivo,
    creó obras para banda, para coro, para conjuntos
    instrumentales, para orquesta, para instrumentos solistas y
    asimismo, realizó transcripciones y adaptaciones de sus
    propias obras para todo tipo de conjuntos.

    Su acercamiento a la guitarra se debe, probablemente
    primero al deber de tener que escribir alguna obra pensando en
    sus paisanos guitarristas, y probablemente, después del
    éxito de Aranjuez, con miras a dar el salto a
    través de los dedos de Sainz de la Maza o Segovia al
    mercado
    internacional. Pero ninguno de los guitarristas
    «oficiales» atendieron la llamada musical del
    maestro, y fue un novel Yepes, con poco más de veinte
    años quien tuvo el honor y el privilegio de estrenar,
    cómo no, en Madrid, el
    Concierto Levantino.

    Palau fue un músico que conocía bien su
    oficio. Estudió por correspondencia con Koechlin y
    Bertelin, e incluso obtuvo los consejos de Ravel. Sin embargo y a
    pesar de que el Impresionismo musical francés es una de
    sus principales influencias, la música del alfarense es
    una amalgama de estilos y de escuelas que no se quedan en la
    música francesa de principios del
    siglo XX, sino que además se introduce en el estudio de
    otras músicas (la germánica a través
    fundamentalmente de la obra de Wagner), la popular, la
    nacionalista española con Falla, Albéniz,
    Granados… y por supuesto con el intercambio musical e
    intelectual con sus colegas y paisanos: Chavarri, Asèncio,
    etc.

    El impresionismo

    Como tantos otros calificativos que acompañan a
    las épocas de la Historia de la Música, este
    epíteto se produce como adaptación del
    término usado en la pintura en los
    años 1860-70. El término tuvo sus detractores
    (entre los que se encontraba el propio Debussy fue uno de ellos)
    a los que no convenció el calificativo, de cualquier
    manera y para entendernos, definiremos por Impresionismo a la
    tendencia musical que cristalizó en Francia a
    principios del siglo XX. Esta corriente influenció, no
    sólo a músicos franceses, sino también a
    muchos otros artistas españoles entre ellos, a los que
    buscaban en París su meca particular.

    La figura de Claude Debussy emerge como fundamental del
    movimiento y se confiere, sin quererlo, en el padre de la misma;
    todos sus adeptos y alumnos, pasarán así, a formar
    parte de ese denominado Impresionismo musical. Este concepto, como el
    del Impresionismo pictórico, fue sugerido, desarrollado y
    mantenido por los críticos e historiadores. Ningún
    músico, según parece, se declaró
    sistemáticamente como «impresionista», sino
    más bien, fueron los críticos y los escritores
    quienes afianzaron, a base de usarlo, el término. No
    obstante y al respecto cabría discutir mucho, al parecer
    nadie se sentía del todo satisfecho con ese epíteto
    y lo que unos han querido calificar como impresionistas, otros
    musicólogos e historiadores, no han querido verlo
    así. Hemos querido incluir en este capítulo, las
    influencias que Koechlin y Ravel infundieran al compositor de
    Alfara.

    Claude Debussy, como ya anunciábamos, quiso
    desvincularse de ese calificativo de impresionista: "Intento
    hacer algo nuevo, realidades, por así decirlo: eso que los
    imbéciles llaman impresionismo", escribía a Durand
    en una carta en 1908 a
    propósito de sus Images orquestales.

    El caso de Ravel es aún más claro: los
    contornos tan precisos de su música la alejan de toda
    vaguedad «impresionista».

    Apenas hay un intento de disolución de la
    tonalidad como es el caso de Debussy; la obra de Ravel ostenta
    una personal y decidida afirmación de la tonalidad, pero
    ampliada y enriquecida con recursos como la
    modalidad, la construcción de sonoridades a partir de
    superponer dos acordes de tonos distintos, la constante
    aparición de disonancias, que a veces parecen más
    agresivas que en Debussy, no en vano el vasco-francés fue
    llamado en su juventud el
    «enfant terrible». Ravel ha sido conectado por
    algunos al Neoclasicismo,
    y no deja de ser cierto que esta afiliación se revela
    más significativa que la de «impresionista»,
    en el sentido de que informa más de su arte.

    Sabemos que la estética neoclásica tiene
    manifestaciones muy diversas y confusas en nuestro siglo; podemos
    citar a Stravinski, Falla, Bartók, etc. pero coincidiendo
    en todos casos en un gusto por la claridad y la depuración
    técnica, una atención a las formas de hacer
    música de tiempos pasados, pero siempre
    presentándolas con una fuerte carga de modernidad, y en
    definitiva, una singular contención e
    intelectualización de la música que lleva a
    preocuparse por la perfección de los detalles y por
    el trabajo
    bien acabado antes que por mover las emociones con
    grandes efectos. Ravel es un compositor extremadamente concreto y su
    música es precisa, equilibrada, transparente, aunque
    brilla de emoción por todas partes". Pero seguiremos
    refiriéndonos a la música impresionista de Ravel,
    como tantos otros lo han hecho, ello nos facilita el trabajo y la
    catalogación y sobre todo la emparenta con la
    música de Palau.

    Un nuevo naturalismo que hace referencia a una especial
    relación entre la técnica y el objeto en
    cuestión. No se trata de obtener una precisión
    fotográfica, sino de representar los efectos de la
    luz y del
    color. Se evitan
    los contornos definidos, pues la pintura impresionista, debe ser
    representativa pero no «realista».

    Ravel, Rousse, Dukas, Koechlin, Caplet… son
    músicos impresionistas, aunque no lo son más que
    por algún aspecto en particular de su obra o estilo. Sin
    embargo, esos aspectos son fácilmente reconocibles y
    catalogables como impresionistas. Calificar pues a Palau, alumno
    de Koechlin, como músico impresionista, no es
    descabellado, sino en el conjunto de su obra, sí que en
    muchos aspectos de su estilo creativo.

    Una de las características que los componentes de
    esta corriente, suelen tener en común, consiste en buscar
    referencias en la naturaleza.
    Encontrar la realidad cotidiana como fuente de modelos y de
    sensaciones, que se hará el esfuerzo de transcribir y de
    expresar musicalmente (esta referencia normalmente consta ya en
    los títulos: Jardins sous la pluie, Reflets dans
    l’eau, Nuages
    o Printemps, de Claude Debussy;
    Oiseaux tristes o Une barque sur
    l’oceán
    , de Ravel; Baigneuses au soleis o
    En Languedoc, de Déodat de Séverac). En el
    catálogo palaviano, podemos encontrar muchos
    títulos que se enmarcan en los componentes impresionistas
    anteriormente citados. Títulos como Canción de
    Mar, Dos acuarelas, Paisaje balear, Evocación de
    Andalucía, Impresiones Fugaces, Rumores del Genil, Escenes
    i paisatges valencians, Atardecer, Pluja, Velas blancas en el
    mar…
    Las evocaciones de los paisajes valencianos, son
    constantes a lo largo y ancho de su catálogo musical. El
    correr de las aguas en las acequias, las fecunda huertas que
    rodeaban su población natal, el olor del azahar, la luz
    y el sol
    mediterráneos, que, tan a menudo su música refleja.
    Son muchos los referentes «impresionistas»
    encontrados en la música de don Manuel.

    El Impresionismo se asienta en nuestro país, como
    música vanguardista, olvidando todo lo que sucedía
    en Centro Europa. La influencia de autores como Debussy o Ravel,
    que utilizan a España
    como fuente de inspiración, obviamente, facilita ese
    proceso, y
    hace que los compositores nacionales se fijen más en el
    movimiento. Palau, no ajeno a todo ello, se empapará de
    esta filosofía musical.

    Pero la vanguardia impresionista, en nuestro
    país, tenía algunas connotaciones más. Se
    trataba de un elemento que representaba una serie de ideales y
    libertades, mucho más allá de los puros aspectos
    musicales.

    Y como rúbrica del impresionismo palaviano,
    sirvan La obra titulada Homenaje a Debussy y sus estudios
    con Koechlin, o las influencias ravelianas, a través de su
    correspondencia, para acabar de confirmar ese punto.

    Respecto a esa relación epistolar, podemos decir
    que son siete son las cartas
    encontradas en el archivo familiar,
    que el músico parisino, dedicara al de Alfara. El
    compositor valenciano recibe los consejos y observaciones del
    músico francés que estudió con detenimiento
    algunos de los trabajos de Palau.

    Nos aproximamos ahora un poco a la figura de Koechlin,
    fundamental en el desarrollo formativo de nuestro protagonista.
    Era éste, un músico que estaba muy integrado con el
    ambiente
    musical parisino y con lo que hemos decidido denominar
    Impresionismo. Interesadísimo en la promoción de la música de su tiempo,
    fue uno de los fundadores de la Sociedad
    Musical Independiente y una figura importantísima en el
    movimiento musical francés de principios de siglo XX
    .

    Algunos autores no consideran a Koechlin, un compositor
    propiamente impresionista, pues su lenguaje trasciende esa
    evocación natural que parece requerir el músico
    impresionista. Koechlin era un hombre de gran
    conocimiento
    no sólo de la música, también de otras
    parcelas del saber, fotografía, literatura, cine, astronomía, matemáticas… inquietudes, que
    compartía en parte por Palau, que también se
    sentía interesado por otros campos de la ciencia y
    el
    conocimiento.

    Así, las influencias francesas en la
    música de Palau y en su concierto para guitarra, sean o no
    llamadas impresionistas, serán muchas y muy evidentes. Lo
    apropiado o no del término quedará en un segundo
    plano, lo que realmente nos importa es el fondo, atender a las
    fuentes que
    forman el estilo musical del compositor alfarense.

    El sinfonismo valenciano

    Algunos autores enmarcan a Manuel Palau dentro de lo que
    se denominó el sinfonismo valenciano. El movimiento
    sinfónico en la capital del
    Turia comienza a darse a principios del siglo pasado, y
    cómo no, cuenta con Manuel Palau como uno de sus
    referentes fundamentales. Con el precedente de Serrano, los
    músicos de la primera mitad del siglo XX comienzan a
    explotar el género
    sinfónico. José Luis García del Busto, en
    uno de sus artículos, incluye a Palau entre los
    compositores valencianos de ese nuevo sinfonismo valenciano.
    Tacha García del Busto porque no se aprecia una
    evolución importante en su música,
    acusándole de asumir "ciertos procedimientos formales
    convencionales" adaptados a las incitaciones
    regionalistas.

    El movimiento sinfonista, nace en Valencia, gracias
    entre otros, a la presencia del maestro Andrés Goñi
    (1863-1906) de origen catalán, pero con su residencia en
    la capital del Turia. Con él comienzan los conciertos
    sinfónicos en la ciudad cap i casal. El maestro
    Goñi ganó por oposición la cátedra de
    violín del Conservatorio de Valencia y formó luego
    una orquesta, a base de profesores y alumnos de aquel centro.
    Andrés Goñi dio a conocer en Valencia
    sinfonías de Mozart, Beethoven, Mendelsohn, Schumann y
    obras de compositores de la época, como Svendesen, Grieg,
    Saint-Saëns, así como fragmentos orquestales
    wagnerianos. Goñi abandonó la ciudad para ocupar
    una cátedra de violín en el Conservatorio de Lisboa
    y dirigir la orquesta sinfónica de la capital
    lusitana.

    En la Memoria de
    la Sociedad de Conciertos, presentada en el año 1881, se
    describía con crudo realismo la
    situación de los colectivos de instrumentistas. Vale la
    pena extraer algunas frases: "Valencia no contaba ni quizá
    cuenta hoy con el número suficiente de profesores para
    formar una numerosa orquesta encargada de la interpretación de las grandes creaciones
    musicales. (…) Con respecto a la idoneidad de los profesores
    hay que reconocer que es muy limitado el número de los que
    viven a expensas de la música.

    La mayoría de ellos tienen ésta como un
    recurso complementario, pues su principal medio de subsistencia
    es otro arte, profesión u oficio. Así que la
    asistencia de todos los profesores a los ensayos, por
    ejemplo, es punto menos que imposible".

    En aquella Memoria se
    detallaban los conciertos ofrecidos por la Orquesta de la
    Sociedad de Conciertos a lo largo de sus tres primeros
    años de existencia. En 1879 hubo cuatro conciertos, con
    cuarenta y cuatro ensayos; en 1880, seis conciertos y cincuenta y
    tres ensayos; en 1881, cuatro conciertos y cincuenta ensayos. Un
    dato particularmente dramático nos lo suministra el
    Secretario de la Sociedad, José Estellés, cuando
    concluye su reseña estadística con esta observación:

    "Un profesor
    emplea cuatro horas de ensayo en
    desentrañar la música clásica o en
    ejecutarla ante el publico para ganar un real y cincuenta y
    tres céntimos, menos, mucho menos, que un murguista de
    bateos o el ciego que se para en una esquina a cantar coplas y
    romances acompañándose con una mala
    guitarra".

    En marzo de 1903 el Círculo de Bellas Artes
    de Valencia organizó unos conciertos de orquesta de
    cuerda, que fueron encomendados al novel maestro Eduardo
    López-Chavarri Marco. La agrupación estaba
    integrada por músicos profesionales, pero también
    por socios «amateurs» de probable valía, como
    el médico Oliete o el financiero Roberto Cuñat, y
    contaba con excelentes violinistas. El repertorio interpretado
    iba desde el clasicismo a las obras de vanguardia, la
    mayoría de las cuales se ofrecían en primera
    audición en España. Esta agrupación se
    convertiría en la Orquesta Valenciana de Cámara,
    siempre con el apoyo del Círculo de Bellas Artes, y
    sería dirigida a lo largo de tres lustros por
    López-Chavarri.

    En 1909 se celebra en Valencia la Exposición
    Regional y dado que debido a la muerte de
    Vallas, su orquesta había dejado de funcionar, para los
    actos musicales programados se tuvo que recurrir a contratar a
    una orquesta extranjera, la alemana Ton Künstler dirigida
    por el maestro Lassalle que fue reemplazada, al año
    siguiente, por la Sinfónica de Madrid, que era dirigida
    por Fernández Arbós.

    En 1916 se formó la Orquesta Sinfónica de
    Valencia que fue dirigida por Arturo Saco del Valle y en cuyo
    podio se presentaría en el mismo 1916, apadrinado
    artísticamente por López Chavarri, el joven maestro
    José Manuel Izquierdo.

    A pesar de todo, el sinfonismo en Valencia fue muy
    limitado. La profesora Oller afirma en una de sus conferencias:
    "que Manuel Palau, músico totalmente compenetrado con
    todas las actuales tendencias de la música, conocedor como
    pocos de todas las novedades aparecidas en el campo de la
    armonía, por su constante contacto con las obras de los
    mejores compositores contemporáneos, y por sus extensos
    conocimientos bibliográficos".

    Sin embargo, el compositor de Alfara, tendrá una
    atención limitada a las nuevas tendencias y no será
    por falta de interés o
    de capacidad, sino por la falta de medios.
    Valencia, una ciudad periférica de provincias, apenas
    recibe concertistas internacionales y los programas
    sinfónicos que se podían escuchar en la ciudad,
    eran limitados y estaban totalmente al margen de algunos
    movimientos fundamentales en la Historia de la Música,
    como el que acontece en Viena. La música que se escucha en
    nuestra ciudad es, fundamentalmente, la que interpretan en la
    Sociedad de Conciertos los músicos locales, con
    repertorios clasicistas o románticos, sin dar oportunidad
    de escuchar, no ya los compositores de la época que
    triunfaban en el mundo, sino que los cercanos franceses, con
    quienes se formaron muchos de nuestros paisanos (Palau, Rodrigo,
    Asèncio…) tampoco tenían cabida, pese a
    desarrollarse su trabajo en las primeras décadas del siglo
    XX.

    Por todo ello, no sólo Palau, también el
    resto de compositores valencianos están faltos de
    perspectiva. Pero para la práctica totalidad de los
    músicos valencianos, Palau era un músico moderno.
    Las técnicas compositivas por él empleadas, eran
    punteras en Valencia y para nada era considerado obsoleto desde
    la perspectiva local.

    Pero las "armonías punzantes" a las que se
    refiere Oller en sus ecritos, no son tales. Sus modernismos son
    acordes utilizados ya cincuenta años antes, aunque
    probablemente no sólo María Teresa Oller,
    descubría modernidad en la obra palaviana, para la
    mayoría de los oyentes y músicos de la
    época, sus composiciones eran novedosas
    armónicamente. ¿Cómo no iban a serlo si el
    sinfonismo estaba naciendo en aquellos años en la ciudad?
    Un público poco experimentado unos instrumentistas poco
    habituados a un repertorio que era nuevo, dieron unas condiciones
    poco aptas para una persona como Palau, que sin duda era
    consciente de que su arte, no siempre obtenía la
    importancia y repercusión merecidas.

    María Teresa Oller, quien profesaba un
    grandísimo respeto y
    cariño por el compositor de Alfara nos decía:
    "Manuel Palau fue una mente extraordinaria, una persona fuera de
    lo común". Pero si podemos destacar una cualidad,
    ésta fue su amor por la
    música, el motor de su vida.
    Primero se apartó de una carrera profesional, que con toda
    seguridad le
    hubiera retribuido un mayor interés crematístico,
    pero por encima de todo estaba la música. Y su amor a la
    música le llevó incluso a hacer cosas, por las que
    se le acusó de ser una persona desleal. Así en el
    año 1937, pudo dirigir la Orquesta Sinfónica de
    Valencia con motivo del II Congreso Internacional de escritores,
    organizado por la Alianza de Intelectuales
    Antifascistas para la defensa de la Cultura, y un par de
    años más tarde, una vez había concluido la
    guerra civil, no dudó en ponerse al frente de la
    recién creada Orquesta de Falange Española
    Tradicionalista y de las JONS. No se trataba de chaqueterismos,
    como de una concepción profesional de su trabajo. Palau
    era músico por encima de todo y cuando se sentaba a
    componer, cuando se subía al podium o cuando
    impartía clase desde la
    tarima, se dirigía a los músicos,
    independientemente de su condición política.

    Palau tuvo pocas posibilidades de realizar todos sus
    sueños musicales. Ni siquiera pudo ver estrenada su
    ópera Maror. Por ello escribió tanto para
    los grupos
    instrumentales que seguro
    podían tocar su música: bandas y conjuntos de
    viento, que tan numerosos abundan en nuestro país. Y por
    ello no tiene problema en realizar transcripciones de sus obras a
    toda suerte de formaciones.

    El espíritu romántico

    En todo el catálogo de Palau, está latente
    el espíritu romántico pero con una diversidad
    expresiva muy acusada en función de
    las características rítmicas y sonoras de cada
    pieza. La melodía de Palau, continúa siendo la
    parte vital de la composición, material temático
    que utiliza, cada vez más sometido a una
    exploración mucho mayor, con tratamientos armónicos
    y tonales más complicados, inspirándose en el
    folclore de su tierra, con las influencias académicas de
    los parisinos, pero con una firma propia que hace que su
    música suene siempre a Palau.

    Este espíritu romántico, también en
    formas, como la del poema sinfónico, que comenzara a
    imponer Salvador Giner y que Palau, continuaría más
    tarde con obras como Poemas de juventud, hacen que la
    música del alfarense se enriquezca, también
    armónicamente. No olvidemos que el Nacionalismo se
    fraguó fuera del área de influencia que
    constituían países como Italia, Francia y
    Alemania,  y las obras musicales que surgen de este estilo
    musical  parten de unos presupuestos
    melódicos, rítmicos y armónicos totalmente
    diferentes a los del gran Romanticismo, es
    decir, perduran las ideas pero cambian las formas.

    Las razones básicas de estos movimientos
    musicales de carácter nacionalista habrá que
    buscarlas en lo puramente artístico dentro de la ideología que el Romanticismo había
    formulado, de modo que el nacionalismo no será  sino
    un caso particular del Romanticismo aplicado a determinados
    países. Realmente el Romanticismo había prestado
    atención a las leyendas
    populares, al folclore e incluso a la melodía de
    carácter popular; y si esto se había producido en
    los países que llevaban el liderazgo
    musical, nada se oponía a que esta ideología fuera
    practicada con más fuerza en
    países donde, además, podía constituirse en
    un fiel reflejo de aspiraciones políticas
    de tipo nacionalista. Es por esto por lo que en algunos
    países con afán de primacía se utilizara la
    música como caldo de cultivo para pasar a manifestaciones
    más pragmáticas que las meramente musicales y
    artísticas.

    Y si los motivos esgrimidos, aún no convencen a
    los puristas más acérrimos, que no aceptan el
    Nacionalismo musical como una manifestación más del
    Romanticismo por el hecho de surgir de países al margen de
    los que ejercían influencia musical en el ámbito
    europeo, aún podría añadir que Chopin fue el
    primer compositor «nacionalista» polaco, que Brahms y
    Liszt fueron los pioneros en la utilización de la
    música húngara y que, Musorgski, aún siendo
    nacionalista, tiene un espíritu y una inspiración
    totalmente romántica.

    Cada vez que tratamos una corriente musical, encontramos
    las influencias musicales en el Concierto Levantino. Y es
    que en muchos aspectos, y probablemente de manera involuntaria,
    Palau pretende construir un trabajo fundamental en su
    producción, que sea recordado especialmente. No en vano,
    fue la única pieza que la ONE grabara del valenciano. La
    melodía presenta una gran variedad  como variadas son
    las músicas populares de nuestra tierra, y el ritmo,
    empobrecido como realidad formal durante el Romanticismo,
    adquiere ahora una importancia inusitada al constituir, junto a
    la melodía, la base sobre la que descansa la música
    folclórica.

    También la armonía de Palau, elaborada y
    meditada en toda su obra, igual que la estructura
    formal son fruto de un concienzudo trabajo de asimilación
    de sus conocimientos teóricos, puestos en práctica
    junto a su bagaje artístico popular.

    El nacionalismo musical

    Así leía en un artículo publicado
    en El País:

    "Parlant-ne, Iborra m’acaba de fer un resum
    telefònic de la seua
    opinió sobre el personatge, opinió ben
    fonamentada: estilitzà les fonts del folclore
    valencià, no amb un criteri arqueològic,
    sinó des d’una óptica semblant al nacionalisme musical
    d’un Smetana o d’un Dvořak".

    El término Nacionalismo, tan de moda en el
    panorama político actual tiene, al menos musicalmente, una
    importancia destacada hacia finales del siglo XIX y principios
    del XX. También la música de Palau ha sido definida
    con este epíteto, o para ser exactos, con otro
    calificativo, políticamente más correcto, el de
    regionalista. Parece conveniente que realicemos una
    definición general de lo que entendemos por
    «nacionalismo» en música. El término,
    que aparece por primera vez en la segunda mitad del siglo XIX, ha
    sido utilizado para designar un tipo de música en cuya
    base está orgánicamente presente el folclore de una
    región o país. Pero el empleo de
    materiales
    musicales procedentes de lo popular ha sido una práctica
    compositiva muy anterior al siglo XIX. Ya en la Edad Media
    encontramos copiosos ejemplos de cómo el arte de Juglares
    y Ministriles incidió en la evolución del Canto
    Gregoriano; valerse de materiales sonoros populares para la
    escritura de
    sus obras fue una práctica recurrente de compositores como
    Monteverdi, Haydn o Brahms entre otros; se tomaba la
    melodía o el aire popular y se
    reprocesaba según los recursos técnicos y
    estéticos del compositor en cuestión.

    Como Salvador Seguí nos cuenta en su monografía, también Manuel Palau
    "terminada su formación académica en el
    Conservatorio de Música de Valencia… escribe una larga
    serie de obras, principalmente orquestales y escénicas, en
    las que la influencia directa del elemento folklórico es
    bien evidente, configurando una etapa creativa, la inicial en su
    apertura al mundo de la composición, de claro signo
    «nacionalista»".

    Podemos entender que existen dos líneas
    diferentes del Nacionalismo musical. La primera se
    desarrolla  en la segunda mitad del siglo XIX con
    características de corte romántico. Destacaron en
    esta etapa, entre otros, los compositores rusos para los que la
    música romántica del primer Nacionalismo no
    sólo era una afirmación de la música
    nacional sino también un ataque a determinadas autocracias
    políticas pues, especialmente en Rusia,
    aún bien entrado el siglo, la esclavitud
    permanecía vigente y los efectos de la Revolución
    Francesa apenas habían llegado. La segunda se da en el
    siglo XX y supone una renovación del lenguaje musical
    gracias a la extracción de elementos renovadores
    inherentes a la música nacional.

    Es el caso de Falla en España y Bartók en
    Hungría. El Nacionalismo permite a estos
    países  librarse de una colonización
    artística operante durante muchos años y que se
    manifestó sobre todo en el entorno operístico. Y
    esto porque la ópera no tenía unas reglas formales
    tan fijas como la música sinfónica o de
    cámara, que dependían mucho en su estructura de una
    serie de elementos con base italianizante y germánica.
    Además, la ópera se prestaba a poner en escena una
    serie de temas o leyendas de carácter nacional no
    sólo por la música sino también por su
    contenido literario. Por último, la ópera era en la
    segunda mitad del siglo XIX un espectáculo que
    atraía  a gran número de espectadores y
    podía constituirse  en un vehículo de
    rápida difusión de ideas y manifestaciones
    ideológicas favorables a una u otra determinada
    tendencia.

    Hablar de Nacionalismo y música significa hablar
    del folclore en la música culta. Su uso como material
    melódico o armónico básico para desarrollar
    posteriormente una música clásica inspirada
    precisamente en las raíces populares. El Nacionalismo es
    una manera maquillada para referirse a todas aquellas
    músicas periféricas que no son catalogables dentro
    de los estándares centroeuropeos, que monopoliza la
    propiedad de
    la música, siendo las únicas líneas a seguir
    en el campo de la música las que marcan los centros
    germánicos, aunque también París se
    constituye en un eje, no lo olvidemos.

    En la segunda mitad del siglo XIX se da un
    fenómeno nuevo en el panorama musical europeo consistente
    en la incorporación de generaciones musicales
    pertenecientes a países que hasta entonces habían
    estado generalmente al margen de la evolución musical, no
    tanto porque no se haya cultivado en ellos la música como
    por haberla importado en detrimento de la producción
    propia. Se trata de países que habían vivido bajo
    el imperio de la música italiana, como por ejemplo
    España, o bajo la influencia globalizadora de Francia,
    como por ejemplo Rusia.

    Son habitualmente naciones de la periferia de
    Europa,  lugares en los que empiezan a triunfar las ideas
    nacionalistas que llevarán a lo largo de esta época
    el intento de sacudirse la dominación de otros
    países, singularmente del imperio austriaco, o de afirmar
    la voluntad popular  frente a regímenes de
    supervivencia medieval, como es el caso de la Rusia
    zarista.

    El predominio de la música italiana, alemana y
    francesa especialmente durante el Romanticismo impulsaba la
    creación de música similar en otros países,
    es decir, los compositores imitaban, por así decirlo, la
    forma de componer italiana, alemana y/o francesa. Sin embargo,
    impulsados quizás por las propias ideas románticas
    comienzan a buscar dentro de sus propias culturas fuentes
    musicales para desarrollar. Este fenómeno se dio
    especialmente en Rusia, Hungría, Escandinavia, Estados Unidos y
    España, aunque no es menos cierto que podemos encontrar
    ejemplos de ellos en otros muchos países, y podemos, como
    es el caso claro de nuestro país, acotar aún
    más esa división en las diferentes regiones del
    Estado y encontrar música andalucista, música
    valenciana, música vasca…

    Resulta muy curioso sin embargo, que dentro de la
    Historia de la música «sólo»
    califiquemos de «nacionalismos» todas aquellas
    músicas que se encuentran fuera del marco alemán o
    francés. Un par de ejemplos nos ayudarán a aclarar
    esta idea.

    Stravinski, que escribe ballets ambientados en
    Rusia, con ballets rusos, coreógrafos
    rusos… pero que trabaja en París no es un músico
    nacionalista, mientras que Manuel de Falla, cuando trabaja con
    esos mismos ballets, sí que es calificado de
    nacionalista porque su música resulta exótica para
    los teóricos centroeuropeos que marcan las pautas de la
    Historia.

    Richard Wagner, exponente de un nuevo concepto de
    creación musical. Sus óperas, escritas en
    alemán, sobre temas de la mitología germánica (La
    tetralogía), sobre historias de caballeros alemanes
    (Tanhäuser, Lohengrin), sobre Los Maestros
    cantores de Nüremberg
    … Con textos cantados en
    alemán, ambientados en Alemania… no es un músico
    nacionalista.

    Para otros musicólogos, en cambio, fue
    precisamente el resurgir de la música en alemán, la
    ascensión de la música italiana -sobre todo de la
    ópera-, y la francesa, lo que se podría considerar
    como un primer nacionalismo, colocando así a Wagner entre
    los precursores de este tipo de creación musical. De hecho
    para muchos Richard Wagner sería el primer nacionalista. Y
    es que parece fácil ligar Nacionalismo e idioma.
    Así, una de las metas de la música nacionalista
    será la creación de óperas en la propia
    lengua, que
    además estarán basadas en temas populares. Wagner
    en este caso rompe la unión típica hasta entonces,
    pues con Wagner la ópera se canta en alemán
    sistemáticamente, aunque ya Mozart, muchos años
    antes ya había escrito ópera en alemán con
    Die Zauberflöte.

    Con todo, quizás nosotros debamos centrarnos no
    en una música que si bien tienen caracteres especiales
    extiende su influencia más allá de las fronteras de
    su propio territorio, como los casos de la música alemana,
    italiana y francesa que ya hemos mencionado, y nos dediquemos a
    las escuelas que surgen como reacción a estas.

    El nacionalismo en
    España

    El nacionalismo español se desarrolló algo
    más tarde que en otros países. Los principales
    representantes fueron Isaac Albéniz, Felipe Pedrell,
    Enrique Granados y, ya en el siglo XX, Manuel de Falla quien
    convirtió la música española en un
    fenómeno universal.

    En la obra de Albéniz destacan las composiciones
    basadas en la música popular de cada una de las regiones
    de su país; así encontramos la Suite
    española
    o la suite orquestal Catalonia (1899).
    Pedrell (1841-1922) desarrolló una importante labor de
    investigación sobre la música
    española, que dio como resultado el Cancionero popular
    español
    (en cuatro volúmenes, 1919). Granados
    destacó como compositor de música para piano; su
    obra maestra es la suite Goyescas (dos volúmenes,
    1912 y 1914) inspirada en los grabados del pintor español
    Francisco de Goya.

    Por último, Manuel de Falla se encuentra a medio
    camino entre el nacionalismo decimonónico y las nuevas
    tendencias que comenzaron a desarrollarse en el siglo XX. Entre
    su variada producción destacan obras tan populares como
    Noches en los jardines de España (1909-1915), cuyo
    primer movimiento está inspirado en los jardines del
    Generalife en la Alhambra de Granada, y El amor brujo
    (1915) con su célebre Danza del fuego.

    Los Falla, Albéniz, Granados o Turina, recogen
    unas veces con mayor intencionalidad y otras con menor, el
    folclore español en su producción, pero hay muchos
    otros músicos, menos conocidos que también hacen
    suyos los temas populares y los introducen en sus composiciones,
    estilizándolos y haciéndolos pasar del plano
    popular al culto.

    Es esta la época en que se dio un resurgimiento
    del género español lírico por antonomasia:
    la zarzuela. Ésta recobra fuerza y se establece como una
    nueva seña de identidad a
    todo un pueblo que si bien daba la espalda a la música
    clásica, aceptó sin un ápice de duda el
    género chico de la mano de Bretón,
    Chapí, Chueca…. También Palau se hace eco de esa
    corriente y compone Amor torna, o con los denominados
    Paisatges valencians, que no dejan de ser zarzuelas de
    temática valenciana y en nuestra lengua vernácula,
    como Beniflors, (1918), A vora mar (1922),
    etc..

    Podemos hacer, sin embargo, dentro de esa amplia
    catalogación una división más ajustada
    haciendo una primera división del Nacionalismo
    español y refiriéndonos al término de
    andalucismo. El catalán Isaac Albéniz (curioso que
    su música «nacionalista» sea tan andalucista)
    sigue los pasos de lo que ya iniciara Manuel García,
    también afincado en París. Pero si es cierto que en
    Iberia o en la Suite Española encontramos un
    claro sabor sureño, no es menos cierto que escuchando
    Merlín, podemos hallar a un músico de corte
    wagneriano.

    Podríamos asimismo nombrar otro andalucismo,
    más delicado, una corriente muy popular que se
    denominó el alhambrismo y que tuvo entre sus seguidores a
    músicos como Tárrega, etc.

    Otra tendencia peculiar de nuestro país, que nace
    dentro de ese gran nacionalismo español, es la
    podríamos denominar de «rústica». Sirva
    como ejemplo el de la «Ópera española»
    (así la denominó el propio don Tomás) de
    La Dolores, en contraposición a un nacionalismo
    regeracionista como el de Granados y sus Goyescas,
    inspirado en un Madrid casticista de majos y majas.

    Pero no se queda la cosa en la influencia de las
    músicas populares nacionales. Qué decir sino, de un
    Sarasate, que encuentra inspiración en melodías
    escocesas, jotas aragonesas, músicas rumanas… Entendamos
    pues por escuelas nacionales, la corriente musical que se
    proyecta hacia la universalidad, que contribuye al
    enriquecimiento espiritual de otras naciones, y que a la vez se
    enriquece de ellas. Manuel de Falla no aceptaba "un nacionalismo
    estrecho", como lo dice en sus Escritos sobre música y
    músicos
    sino que abogaba por un concepto musical mucho
    más amplio y universal. También coincide con su
    opinión, aunque no referido a la música, Miguel de
    Unamuno quien afirmaba:

    "Muchas veces hemos dicho y repetido que un poeta es
    tanto más universal cuanto más de su tiempo y de
    su pueblo es, si tiene profundidad de comprensión,
    estética de expresión".

    La
    riqueza del folclore en España

    Cuando nos referimos a música popular son muchas
    las melodías de raíz folclórica que caben en
    ese calificativo. Poner etiquetas a la música, como a
    cualquier otra cosa, no es recomendable, pero a veces se hace
    imprescindible. Podríamos hacer una clasificación
    de la música de raíces populares en cuatro grandes
    grupos. De un lado la música tradicional, de otro la
    popular, la nacionalista y cabría añadir un cuarto
    grupo al que
    denominaremos música pintoresquista.

    El nacionalismo, a pesar de ser una idea de la
    ilustración, se expande de manera más
    importante en el romanticismo. El nacionalismo busca el origen,
    como una exigencia para saber quién se es. Hay que buscar
    la música del pueblo para encontrar sus raíces,
    pero a veces hallamos que es el propio nacionalismo el peor
    enemigo de la música popular. Y para muestra, la
    campaña que Bartók tuvo que sufrir en su contra,
    por estudiar la música del pueblo rumano (el conflicto
    fronterizo entre Rumanía y Hungría aún
    perdura hoy en día). Los medios de
    comunicación le tacharon de ser desleal a su
    «patria» y estudiar la música del poco amigo
    país vecino.

    La palabra folklore,
    deviene de los términos Folk (pueblo) y lore (tesoro,
    riqueza), es decir cuando nos referimos a ella lo hacemos en
    definitiva a la riqueza cultural ancestral, guardada por el
    pueblo, el tesoro del pueblo. La evolución del tiempo ha
    modificado el significado de algunos términos y la
    música popular ya no sólo es aquella nacida de las
    costumbres y tradiciones ancestrales, sino que es también
    la música de las masas, aquella que hoy en día es
    conocida por la «populación», entendiendo por
    este término, la masa como unidad: Beatles, OT, que tienen
    además de musicales, unos criterios comerciales
    claros.

    Parece que la música folclórica
    está lejos de las etiquetas comerciales. En cuanto a la
    definición de música comercial cabe realizar una
    pequeña puntualización. ¿Acaso no es
    música comercial la que se realizó por los
    músicos cortesanos a los que antes hacíamos
    mención, asalariados de nobles, capillas o reyes?
    ¿Acaso no lo es la ópera cuyos divos cantantes
    cobran en ocasiones cantidades muy elevadas?

    La música tradicional sería pues aquella
    que no tiene autor reconocido, que es de transmisión oral
    y cuyos temas principales son las manifestaciones de la tierra o el
    ciclo de la vida. La música que acompaña a las
    estaciones, a los solsticios, a la trilla, la siembra, la siega,
    a los nacimientos, bautizos, bodas, funerales,
    fiestas…

    Pocos lugares en el mundo tienen la riqueza y la
    variedad cultural que el medio millón de kilómetros
    cuadrados que conforman nuestro Estado ofrece en todos los sentidos. La
    diversidad de paisajes y de climas que la península posee
    es sin duda una de las causas. La verde Asturias poco tiene que
    ver con los desiertos de Almería y los vergeles de la
    ribera valenciana nada se parecen a las nieves perpetuas de los
    Pirineos, o a la fría y dura meseta castellana.

    Toda esta diversidad se ofrece también en las
    lenguas habladas, en la cultura popular y cómo no en la
    música. Considero que España es un país muy
    musical. A pesar de que con los efectos de la
    globalización muchas de nuestras costumbres y
    tradiciones musicales están siendo absorbidas por las
    radio
    fórmulas con listas de éxitos y con las
    desafortunadamente tan de moda «operaciones
    triunfo», aún se puede encontrar uno de vez en
    cuando sorpresas muy agradables.

    En el campo de la música culta, nos podemos
    encontrar con figuras, tan importantes y reconocidas en el
    ámbito universal como Tomás Luis de Victoria,
    Martín y Soler, Cabanilles, Juan Bautista Comes, Manuel de
    Falla, Albéniz… y otras, a veces un poco más
    olvidadas, aunque no por ello menos importantes como han sido
    Gerhard, los vihuelistas del XVI, Martín y
    Soler…

    La música popular española ha sido fuente
    de inspiración para muchos de estos compositores y
    también otros músicos extranjeros que visitaron
    nuestro país, o incluso que sin hacerlo, se sintieron
    atraídos por nuestra música. Unas veces se dejaban
    llevar por el tópico andalucista que tan fácil
    resulta y otras profundizando mucho más en la propia
    esencia de la cultura popular española, pero en la
    mayoría de los casos con verdaderas obras de arte
    musicales que han logrado reflejar la belleza de las
    músicas de nuestros antepasados.

    Como Bartók, Manuel Palau utiliza el folclore
    como fuente de inspiración. Toma esta inspiración
    del mismo modo que lo hiciera el húngaro, pero con una
    referencia más próxima estilísticamente
    hablando, pues uno de sus modelos compositivos los
    encontró el valenciano en Maurice Ravel, compositor de
    ascendencia española.

    Pero si bien la proximidad geográfica
    facilitó el contacto de Ravel con España a
    través de los testimonios de la madre, de su amistad con
    Ricardo Viñes y de los viajes por
    nuestro país, el capítulo
    «español» en la obra del músico, no
    deja de ser uno más entre los muchos que expresaron su
    gusto por el exotismo. Ravel también recreó el
    folclore griego, el húngaro; también
    escribió jazz sinfónico, como en el
    Concierto en Sol. Son las innumerables máscaras con
    las que revistió su música para que ésta
    fuera siempre distinta, sin dejar de exhalar su aliento
    inconfundible. No en vano podríamos incluir a Ravel, junto
    con Falla, Debussy, y desde luego Bartók, en esa corriente
    de «folclore imaginario», que en su día quiso
    representar una tercera vía entre la Segunda Escuela de
    Viena y los devaneos neoclásicos de Stravinski.

    El primer precedente en España del denominado
    nacionalismo fue sin duda Felipe Pedrell en pleno siglo XIX. En
    efecto, fue éste músico catalán del que
    aún hoy siguen planteándose cuestiones o dudas, el
    enlace más directo entre nuestros grandes polifonistas de
    los siglos XVI y XVII y los albores del siglo XIX, momento en que
    se pone de moda el estudio del folclore.

    Pero, ¿qué ocurre entonces?. No siempre es
    bien realizado dicho estudio, es decir, muy probablemente, cae en
    manos de aficionados o profesionales poco cualificados.
    Así que advertimos como tarea nada fácil el trabajo
    compilatorio de canciones y danzas populares como fuente de ese
    "incipiente nacionalismo" que asomaba a la vida musical de
    principios del XIX.

    En este sentido recordamos las duras palabras con las
    que Pedrell enjuicia la dejadez o falta de profesionalidad de los
    músicos en general:

    "Pero en este despertamiento repentino de folclore
    (hay que decir la verdad aunque sea dolorosa)los
    músicos, lo que se llaman los músicos
    profesionales, fuera de contadísimas excepciones, no
    figuran para nada, absolutamente para nada. No tengo la
    pretensión temeraria de hacer investigaciones
    respecto a esa dejadez culpable. Además que sólo
    hay una: la de la incultura artística, y ésta
    hace innecesaria toda otra investigación".

    No desprovisto de cierta razón, Pedrell propicia
    un análisis de la música popular española
    con gran intuición de compositor.

    El compositor alicantino Óscar Esplá, deja
    bien claro otro dato, la aportación fonética del
    lenguaje propio de cada país. Esta particularidad lingüística, impregna plenamente la
    producción del compositor que convive con las emociones de
    cada región. Por ello y precisamente preconizando estos
    valores folclóricos, se sitúa Felipe Pedrell en la
    grandeza y en la excelencia de la creación de una
    verdadera escuela de raíz española.

    El arte de Manuel Palau pretende ser un arte popular. Al
    contrario que Ortega cita en su ensayo La
    deshumanización del arte
    , Palau pretende hacer un arte
    popular, un trabajo con dignidad,
    serio, intelectual y al que tenga acceso una gran
    mayoría.

    La escuela de Viena, a la que antes hacíamos
    mención, y sin duda la corriente musical más
    importante del siglo XX, procura una nueva técnica
    compositiva que se constituye como una única
    solución posible al devenir compositivo de la historia de
    la música occidental. El dodecafonismo, o para ser
    más correctos y no enfadar a Schoenberg que odiaba ese
    término, el serialismo dodecafónico, se constituye,
    según ellos, en un dogma monodireccional e ineludible para
    todo el que no quisiera quedar trasnochado o fuera de su
    tiempo.

    La música en Valencia sin embargo está
    lejos de seguir esos derroteros. Nuestro referente
    dodecafónico más próximo, y el más
    importante de los que suceden en nuestro país, es el de
    Robert Gerhard, que además abandona, tras el inicio de la
    guerra civil su Cataluña natal, para instalarse en el
    Reino Unido, donde además, por su calidad y
    prestigio y dado su nombre (escrito igual en catalán que
    en inglés)
    y su apellido de origen suizo, pasa a englosar rápidamente
    el listado de compositores británicos.

    Manuel Palau que se forma musicalmente con
    músicos franceses no sigue para nada la corriente
    dodecafónica, que ignora del mismo modo que muchos otros
    músicos harían.

    Sin duda el gran problema existente entre los escritores
    de la Historia de la música, es que en muchas ocasiones se
    valora la técnica compositiva, olvidando los valores
    expresivos y artísticos de la propia obra. Y ese juicio, o
    prejuicio, un
    tanto injusto es el que Manuel Palau ha tenido que sufrir
    multitud de ocasiones en muchos de sus trabajos.

    En las artes plásticas, especialmente en la
    historia de la pintura, no sucede eso. Un aficionado, puede
    acercarse a una obra aunque no tenga un profundo conocimiento de
    la técnica pictórica empleada. En la música
    es necesario un nivel muy alto de conocimiento, para poder
    valorar en toda su intención una
    composición.

    Kandinsky, ya citado anteriormente, admira de la
    música, fundamentalmente su abstracción. La pintura
    ha de ser explícita y la abstracción formal de
    nuestro arte suscita un gran interés en el pintor de la
    Bauhaus.

    Palau crea un arte abstracto, pero que sin embargo
    está muy cercano al pueblo en todo momento. Como ocurre en
    gran parte de la música no occidental, Palau tiene anexada
    a su música un fuerte componente de la naturaleza. Un
    vínculo que se hace patente en muchas de sus composiciones
    y que recrea la huerta valenciana, la sierra Calderona, su
    entorno habitual natural y también el entorno
    humano.

    Manuel Palau no entiende una vida sin naturaleza, para
    él la vida, está intensamente ligada al mundo
    natural, la vegetación virgen que brota
    espontáneamente en las montañas o la
    producción cultivada por el ser humano en las huertas de
    su localidad natal.

    Según las lecciones de estética de
    Hegel, la
    naturaleza no puede ser sometida a un juicio estético. No
    existe naturaleza bella, pues no hay en contraposición una
    naturaleza «fea». Pero la música, a diferencia
    de las otras artes, no se ha comparado nunca directamente con la
    naturaleza. Ésta ha sido numerosas veces fuente de
    inspiración o incluso se la ha pretendido imitar, aunque
    siempre de un modo alegórico.

    Palau es un compositor del pueblo y para el pueblo. No
    compone sólo para los altos estamentos ni para los
    entendidos. Su amplio repertorio abarca muchos tipos de
    composición que abarcan desde la música de
    cámara hasta la sinfónica, pasando, indudablemente,
    por la música coral,, tan importante en la larga
    tradición polifónica de nuestro
    país.

    La música popular
    valenciana

    A continuación vamos a intentar concretar algunos
    de los aspectos de la música tradicional del País
    Valenciano, que sin duda tanto influenció a Palau en su
    vertiente creadora y en su vida personal. En nuestra
    opinión, el conocimiento de esta música popular, es
    fundamental para el mejor entendimiento de la obra palaviana, que
    bebe de esas fuentes constantemente. La manifestación
    musical de nuestra tierra, podríamos enmarcarla dentro de
    lo que algunos autores han denominado como región
    mediterránea.

    En el mediterráneo, musicalmente hablando, se
    pueden encontrar dos grandes divisiones: la del sur, constituida
    fundamentalmente por los países árabes con su
    afinación atemperada, ritmos libres o internos, cantos
    profusamente ornamentados… y la del norte, que reúne la
    música que se interpreta en los países europeos,
    con sus estructuras
    modales, romanceros, trovadores, polcas, mazurcas, valses,
    etc.

    Sin embargo, existe también una zona central del
    mediterráneo, en la que se unen musicalmente, las dos
    áreas, anteriormente citadas, es pues, un lugar de
    fusión
    de los elementos musicales del norte y del sur del
    mediterráneo. Y en ese punto de intersección se
    encuentra Valencia y su música.

    Vicent Torrent, un gran experto en lo que a materia de
    música popular se refiere, no sólo a nivel
    teórico, sino a nivel práctico como componente del
    mítico grupo de folclore valenciano Al Tall,
    reconoce las influencias de los romanceros en nuestra
    música autóctona y resalta sobre todos la joya
    musical que supone el cant d'estil
    valencià
    .

    La influencia del folclore en Palau

    El musicólogo y pianista Antonio Iglesias,
    hacía una bella referencia, en su monografía
    sobre el músico alicantino Óscar Esplá que a
    continuación cito y que puede ser, intercambiando nombres
    y lugares, perfectamente aplicable al maestro de Alfara:
    "¿no se ha dicho que "así como Falla evocaba los
    jardines de Andalucía, Esplá sugería los
    nidos de águila de la Aitana frente el mar cobalto?" La
    imagen puede
    aclarar, a la perfección, lo que la palabra puede decirnos
    quizás un tanto confusamente".

    Pues la música de Palau no nos traslada ni a los
    magníficos jardines del Generalife, ni a las peñas
    del Aitana frente del mediterráneo, más bien nos
    sugieren la modesta imagen de la huerta norte de Valencia, esa
    tierra tan trabajada por los hombres sencillos, tan
    fértil, preñada de frutales y hortalizas, que nos
    lleva a pasearnos entre los campos labrados, los naranjos, el
    tabaco, el
    hinojo, y andando un poco más, la poco escarpada y no muy
    elevada Sierra Calderona, desde la que en los días claros
    se vislumbra el Penyagolosa, el Espadán y las
    inmediaciones de la Sierra de Barx. La planicie de las huertas,
    la albufera, los arrozales, la ribera del Turia…

    He tenido la suerte de contar para realizar parte de
    este trabajo con la gran ayuda de María Teresa Oller quien
    a pesar de su avanzada edad y su salud no muy estable, me ha
    atendido siempre y en todo momento con una amabilidad y un
    cariño exquisitos. La idea de que se estudie la obra de su
    querido maestro don Manuel, le llenaba de satisfacción y
    siempre ha estado dispuesta a colaborar, en la medida que sus ya
    mermadas condiciones físicas (María Teresa
    está prácticamente ciega) le permiten.

    Rebuscando por sus archivos,
    logramos dar con una conferencia que
    ella pronunció en el Conservatorio de Valencia, en la que
    se aprecia el cariño y afecto que sentía el
    valenciano por su tierra. El alma popular
    de la música de Palau no muestra tan sólo una
    línea estética sino que se convierte en toda una
    premisa ética al
    hacer de su creación artística una herramienta que
    acerca la cultura a todas las gentes. Se reafirma su credo en una
    música de esencia popular, asequible para la
    mayoría, pero que tiene sin embargo una trascendencia y un
    alcance universal. Este propósito, por cierto, no es
    tampoco nuevo ni original, ya figuraba en la declaración
    de intenciones de muchos otros compositores y grupos europeos
    (Bartók, por ejemplo ) La historia de la música, ha
    demostrado, que estas propuestas se han saldado en ocasiones en
    rotundos fracasos, aunque también es cierto que en
    ocasiones el éxito es considerable.

    Vincent D’Indy, el eminente músico
    francés, en el capítulo quinto del Primer Volumen de su
    Curso de Composición Musical, habla de la
    influencia de la música religiosa en el folclore
    popular.

    Palau tiene un inquebrantable amor por el folclore, lo
    domina y las cientos de canciones que recoge en los Cuadernos
    de Música folklórica valenciana
    , publicados por
    el Instituto de Musicología de la Institución
    Alfonso el Magnánimo de la Diputación Provincial de
    Valencia, muchas de las cuales conoce de memoria se convierten en
    fuente infinita de inspiración.

    Para la institución que Palau dirige, trabaja
    María Teresa Oller, en ese trabajo de campo realizado de
    una manera encomiable, como bien ella describe, pueblo a pueblo,
    aldea a aldea, transcribiendo las melodías populares.
    Así pues, en Manuel Palau existía la
    convicción de poder alcanzar una música universal,
    capaz de ser interpretada y entendida por cualquier oyente del
    mundo, pero a través de un lenguaje musical valenciano. El
    interés de Palau por esta música, no queda
    sólo reflejado en las publicaciones de la
    institución que dirigía, también en su
    archivo personal contaba, quizás con visos a ser
    publicados, con una serie de cuadernos que recopilaban fragmentos
    de música popular. Salvador Seguí cita en su
    tesis
    doctoral:

    "Otro ejemplo de materiales folklóricos
    inéditos, igualmente conservados en el archivo del
    compositor custodiado por su hija María, lo constituyen
    un grupo de tres cuadernos de ejemplos musicales distribuidos
    del siguiente modo:

    – Quadern 1er: Espelluc de cants popular. Infancia,
    xicons, joventut, berenà, jovens.

    – Quadern 2º. Espelluc de cants i tocates de
    guitarra. Cant de la dansa, Iotes (jotes) de guitarra,
    Fandangos. Seguirilles.

    – Quadern 3er. Espelluc de tocates de donsaina.
    Tocates de ma per a una Festa de carrer o ermita de comparsa
    Alta".

    Palau utiliza en más de una ocasión,
    explícitamente, el folclore valenciano, como es el caso de
    Dolçainers, uno de los tiempos de su suite
    orquestal titulada Siluetas, de la que el propio autor
    realizara una versión para flauta y piano. Dice
    María Teresa Oller en una de sus conferencias: "En ella y
    sobre un motivo rítmico inspirado en los «tos»
    que tañen los tabaleters valencianos para acompañar
    las clásicas tocates de festa o de cabalgata, se
    desarrolla un tema jovial de acusado sabor valenciano, que en
    ésta versión ha sido destinado a la flauta,
    instrumento que con su timbre dulce, estiliza los agrestes
    acentos de la típica dolçaina, evocadora de
    arcaicas modalidades".

    Sin embargo, la raíz popular de su música,
    puede tener una segunda lectura.
    Profundizando un poco más en su trabajo descubrimos un
    arte que camuflado bajo la sencillez de las melodías del
    pueblo, muestra un artista de unas dimensiones gigantescas, que
    legó grandes obras de arte, que en muchos casos,
    continúan injustamente durmiendo en el recuerdo de
    aquellos que tuvieron la suerte de oírlas un día, y
    en los archivos, llenándose de polvo. Quizás don
    Manuel, es menos popular de lo que se le ha querido ver.
    Podríamos comparar, salvando obviamente las distancias, su
    trabajo con el de García Lorca, cuando el granadino se
    desmarca de la creación de un arte popular, aunque lo
    pueda parecer.

    Pero es obvio que el amor por su
    tierra y por la música de su pueblo, queda latente en su
    trabajo. Sin ser una declaración de intenciones, sí
    que hayamos otros valencianos en los que también su
    valencianía, queda patente en su obra. Es el caso de otro
    genial compositor valenciano: Vicent Asèncio.

    De entre la riqueza del folclore valenciano, se destaca,
    al menos en lo que al Levantino se refiere, la influencia
    de un tipo de música: el cant valencià
    d'estil
    . Se trata de una manifestación de la
    música popular que sigue hoy vigente y que está o
    ha estado presente en l’Horta de Valencia, y según
    afirma el profesor de la UNED don Carlos Pitarch en la inmensa
    mayoría del País Valenciano. Así
    señala, cuál es el área de vigencia de esta
    manifestación popular :

    "incluye numerosas comarcas, desde la Plana de
    Castelló, al Norte, hasta la Marina, al Sur
    –quizá también hasta l'Horta
    d'Alacant–, hallándose entre ambos extremos
    mencionados las de el Camp de Morvedre, el Camp de
    Llíria, parte de La Serrania, l'Horta de
    València, la Hoya de Buñol, la Canal de
    Navarrés, les Riberes del Xúquer, la Valldigna,
    la Costera de Ranes, l'Horta de Xàtiva, la Vall
    d'Albaida, l'Horta de Gandia, el Marquesat de Dénia, les
    Muntanyes d'Alcoi y el Comtat de Cocentaina. Se trata de las
    zonas de regadío valencianas más importantes y de
    las montañas centromeridionales del Reino de Valencia,
    territorio que coincide básicamente con los antiguos
    límites de la Diócesis Valentina.
    (Esta interesante observación sobre la aproximada
    coincidencia con los límites diocesanos la debo al
    folklorista y amigo Fermín Pardo). Tal
    demarcación religiosa de origen bajomedieval parece
    revestir cierta importancia en la configuración
    histórica de algunos aspectos de la cultura tradicional
    valenciana".

    Estamos hablando, como la mayoría de las
    manifestaciones populares, de una tradición oral que
    incluye un repertorio de cantos que se interpretan
    individualmente. Evidentemente, el hecho de que no haya
    constancia escrita ni en registros sonoros
    de estos cantos, hace que estemos planteando una serie de
    teoría
    sobre una música que conocemos hoy, y que sabemos que
    está «contaminada» por las variantes que
    consciente o inconscientemente, cada uno de sus herederos le ha
    infringido. De cualquier manera, forma parte, ello
    también, de la realidad musical popular.

    Estos cantos fueron los mismos que sedujeron al maestro
    Palau como describe él mismo en la conferencia que se cita
    en las primeras páginas de esta tesis. Como
    bien narra don Manuel, estos cantos son usados por los quintos y
    labradores del ámbito rural, pero no sólo por
    ellos, se cantaban también en las ciudades en diferentes
    contextos y con diferentes ocasiones y por algunos artesanos de
    pueblos y ciudades en rondas amorosas, festividades, bailes

    Todos esos cantos influyen en la obra palaviana,
    consciente o inconscientemente. Pero no en todas sus obras
    utiliza los motivos populares de forma identificable, en algunas
    ocasiones, como es el caso del Concierto Levantino, los
    temas:

    "respiran aroma popular, pero no son tomados del
    folclore, sino creados por el compositor ante el doble
    estímulo de la música tradicional popular de
    Levante y de la sugestión sonora de la guitarra". En
    este punto, caben perfectamente las palabras de María
    Teresa Oller: "en Coplas de mi tierrra, que en esta
    ocasión va a ser interpretada por Vicente Perelló
    y Amparo
    Albiñana, no aparece el tema folclórico al pie de
    la letra, pero ésta obra evoca muy vivamente aquellos
    cantos de arada o de trilla, aquellas coplas «del
    u» o del «once» que el autor en sus
    años mozos oyera a sus coterráneos. Aquellos
    «cants de Aurora» o de despedida «dels
    quintos» que en Alfara o en Moncada, en Benifaraig o en
    Carpesa se escuchaban durante cualquier día de fiesta o
    en vísperas de partir los mozos que habían de
    cumplir con sus deberes militares."

    El
    cant valencià d’estil

    Como se comprueba en la cita anterior, la música
    dels quintos, a la que se refería Palau, era cant
    d’estil
    . Existen dos grandes tipos, bien diferenciados,
    el profesor Pitarch hace la siguiente distinción entre el
    cant d'estil propiamente dicho y les albaes, otra
    manifestación musical de las más
    populares:

    "El cant d'estil o cançons abarca un
    conjunto de cantos para ronda o baile, acompañados
    básicamente por instrumentos de cuerda, que musicalmente
    hay que adscribir al complejo de las especies o variedades
    afandangadas, entre las cuales el grupo de los llamados
    fandangos del sur –arraigados en toda la mitad meridional
    de la Península Ibérica, desde el extremo Sur de
    Andalucía hasta tierras de Badajoz, Toledo,
    Ávila, Segovia, la Mancha y desde aquí, por
    tierras valencianas, hasta la Plana de Castelló–
    es el más representativo y conocido."

    Les albaes (albadas) una de las manifestaciones
    de este cant d’estil es la denominación que
    se aplica a un canto exclusivamente valenciano acompañado
    con instrumentos de viento y percusión como la
    dolçaina y el tabalet y que es interpretado
    particularmente en rondas nocturnas.

    Para la ejecución de este tipo de canto, los
    cantantes, precisan de una gran habilidad vocal y un gran
    virtuosismo, pues es este canto:

    "virtuosista de aspecto libre y melismático
    llamada estil, la cual, hallándose sujeta a
    ciertas pautas sancionadas por la tradición, exige del
    intérprete notables aptitudes vocales y una cuidada
    especialización. El cant valencià guarda
    por ello ciertas analogías con otros repertorios
    mediterráneos de tradición oral, también
    de interpretación individual y expresión
    virtuosista, mucho más conocidos y ampliamente
    estudiados y divulgados, como por ejemplo los del cante
    flamenco y la jota aragonesa parada o de estilo".

    Manuel Palau, nacido en la huerta, recibió una
    gran influencia de los cantos populares. Por ello, nos detenemos
    en este punto, con especial atención. El cant
    valenciá d’estil
    se manifiesta en la Huerta de
    Valencia y en las Riberas del Júcar, así como en
    las comarcas inmediatas a éstas hacia el Norte y hacia el
    Sur, como el profesor Pitarch define:

    "se denomina cant del valencià o cant
    valencià
    en la tradición oral a un repertorio
    de cantos de interpretación individual usados
    principalmente por gentes del ámbito rural –los
    labradores valencianos– y por algunos artesanos de
    pueblos y ciudades en contextos tales como rondas amorosas,
    festivas y de quintos y bailes públicos y familiares.
    Este repertorio, que denominamos analíticamente cant
    valencià d'estil
    , està constituido, de una
    parte, por el cant d'estil propiamente dicho y, de otra,
    por les albaes."

    La música de raíces populares, no se
    encuentra en sus mejores momentos. La proliferación de
    músicas eminentemente comerciales, que tratan al
    músico y a la música como meros productos
    mercantilistas del que obtener el máximo beneficio, ha
    eliminado el interés por esas manifestaciones
    minoritarias. Palau sí que es sensible a ellas y pretende
    recuperarla, y la incorpora de manera natural, quizás sin
    ser demasiado consciente de ello, a su obra creativa. Con el
    mismo espíritu de García Lorca cuando
    decía:

    "El grupo de intelectuales y amigos entusiastas 
    que patrocina la idea del Concurso no hace más que dar
    una voz de alerta. ¡Señores, el alma musical del
    pueblo está en gravísimo peligro! ¡El
    tesoro artístico de toda una raza va camino del olvido!
    Puede decirse que cada día que pasa cae una hoja del
    admirable árbol lírico andaluz, los viejos se
    llevan al sepulcro tesoros inapreciables de las pasadas
    generaciones, y la avalancha grosera y estúpida de los
    «couplés» enturbia el delicioso ambiente
    popular de toda España".

    Con ese espíritu Palau incorpora la música
    popular a su obra, pero en muchas ocasiones de una manera
    inconsciente, como muestra del poso que la música
    tradicional y la guitarra, como parte importantísima de
    ésta, dejaron en el subconsciente de su espíritu y
    que quedó de manifiesto en su trabajo.

    Carácter religioso

    Hemos trazado un esbozo de las influencias en la
    música palaviana, intentando hacer una distinción
    entre tipos de música por estilo, época… En estas
    líneas, pretendo acercarme a otros conceptos,
    quizás no desde un punto de vista estrictamente musical.
    De alguna manera, el análisis de una obra, nos facilita su
    comprensión, la perspectiva didáctica nos ayuda a descubrir nuevos
    aspectos. El análisis se sobreimprime, reencuadra a la
    obra y en este caso, la perspectiva a la que me acerco a la
    música de Palau es diferente.

    Para comenzar, haremos referencia a uno de los aspectos
    de la vida del maestro, que vivió en su más
    estricta intimidad, pero que sin duda influenciaron en gran
    manera su vida y su obra. Palau es un hombre de una acentuada
    religiosidad y a menudo ese hecho trasciende a todas sus obras
    aunque no tengan un carácter per se
    religioso.

    Como decía Messiaen "Toda música que se
    aproxima con reverencia al divino, al inefable, puede ser
    considerada música religiosa. La música religiosa
    se descubre en todo y a toda hora." Y a menudo, ese
    carácter trascendental se encuentra en la obra palaviana.
    En la música de Palau siempre está presente el
    carácter popular, las reminiscencias de la música
    del pueblo, pero también, encontramos a menudo ese pasaje
    mágico, místico en el que, al menos, desde mi punto
    de vista, parece acercarse a Dios, desde la sencillez y la
    humildad que le caracterizaron.

    Según cuenta María Teresa Oller en una de
    sus conferencias:

    "Don Manuel era moderno de una manera
    espontánea, natural; porque su modernidad era en
    él algo innato, y porque el mensaje espiritual que nos
    enviaba por medio de su música, era nuevo, con toda la
    extensión de ésta palabra".

    En su obra coral, en la que se apoya del texto, se hace
    más evidente la espiritualidad. Los recursos utilizados
    por don Manuel en este tipo de obras los explica también
    doña María Teresa:

    "El organum es pues uno de los medios
    preferidos por el maestro, para expresar la espiritualidad, el
    sentido religioso y también cuando quiere teñir
    de un ambiente arcaico, alguna frase del texto
    poético".

    La espiritualidad del compositor se hacía latente
    en la mayoría de los aspectos de su vida cotidiana, y por
    supuesto, debía de reflejarse en su vida. Oller nos cuenta
    en uno de sus escritos:

    "Al lado del amor a su pueblo y a la vecina Moncada,
    cuna de su esposa, crecía cada día más y
    más en el espíritu de don Manuel, una profunda
    veneración por San Juan de Ribera y una intensa
    devoción a Jesús Sacramentado. Pero esa fé
    inquebrantable, esa arraigada piedad que regía todos los
    actos de su vida, guardábalas el maestro, ocultas dentro
    de su alma, como un gran tesoro. Jamás Don Manuel Palau,
    alardeó de sus convicciones religiosas, ni
    presumió nunca de sus frecuentes prácticas de
    piedad, aunque todas éstas grandes prendas espirituales
    que le adornaban las ponía en evidencia su ejemplar
    conducta, la
    rectitud de sus intenciones y otros muchos detalles que
    solamente se aprecian en las almas de intensa vida espiritual,
    en las almas que viven para Dios".

    Quizás podamos trazar un paralelismo entre,
    Manuel Palau y Bach, a través de su energía vital y
    espiritual, producto de su
    fe en Cristo. Esta realidad interna y vigorosa que atraviesa,
    ilumina y se refleja en la gigantesca producción del gran
    músico alemán que consagró su arte al
    todopoderoso Dios, con la frase "soli Deo gloria", es
    decir, sólo para la gloria de Dios, en cada partitura
    suya. El valenciano, también en su vida y en su
    música, tenía una religiosidad latente, a veces
    más y a veces menos ostensible, que era fruto de una
    creencia religiosa muy profunda.

    Conclusión

    Antes de concluir, me gustaría realizar una
    pequeña reflexión de uno de los comentarios del
    profesor Pitarch: "pasemos por alto ahora el
    inaceptabilísimo y muy lamentable adjetivo levantino para
    referirse a lo valenciano". El concierto que estamos estudiando,
    Levantino y titulado así por Manuel Palau, por
    encontrarse en la composición, una importantísima
    influencia de la música tradicional valenciana, es uno de
    los muchos ejemplos que encontramos para referirse a la
    música valenciana, con ese otro calificativo de levantino.
    El término levantino, creo que esa en este caso, claro
    exponente de su referencia mediterránea y no
    exclusivamente valenciana. Manuel Palau conocía bien la
    incompatibilidad de levantino = valenciano y no cabe pensar en el
    empleo confundido de un término por otro. Cierto es, que
    el Levante, geográficamente hablando, es mucho más
    amplio que la demarcación territorial de la actual
    Comunidad
    Valenciana y que en él se pueden enmarcar múltiples
    manifestaciones populares de las diferentes regiones culturales
    que existen. Probablemente, al no utilizar directamente
    ningún tema concreto en la realización de las
    melodías del concierto, no supo o no quiso darle otro
    nombre más concreto. De cualquier manera, y al menos en lo
    que se refiere al concierto para guitarra y orquesta de Palau, no
    me parece ni inaceptable ni lamentable este adjetivo, que
    describe, en buena manera, y como en las notas al programa se
    decía, en el día del estreno del concierto en
    Madrid, las melodías de este concierto "respiran aroma
    popular, pero no son tomados del folclore, sino creados por el
    compositor ante el doble estímulo de la música
    popular de Levante y de la sugestión sonora de la
    guitarra". Ese aroma que desprende el espíritu valenciano
    de la obra y del autor.

    Como hemos argumentado, la universalidad de Palau, se
    hace latente a través de su música, música
    sin embargo de raíces profundamente mediterráneas.
    Manuel Palau, alquimista musical, que es capaz de reunir, en
    perfecta amalgama impresionismo, romanticismo, nacionalismo,
    regionalismo… con un catálogo inmenso, lleno de obras
    que abarcan cada uno de los estilos y que a su vez, los encierran
    todos en sí. Una concepción estética ligada
    íntimamente a su personalidad,
    que no se une a ningún movimiento concreto, que no sigue
    ningún código
    preestablecido, sino sigue la inspiración que su saber
    hacer como compositor, y fundamentalmente su corazón
    artístico le dictan.

    BIBLIOGRAFÍA

    ÁLVAREZ, Raquel; CORDERO, Rosa;
    GONZÁLEZ, Luisa: La generación y la II
    República.
    [En línea] http://www.geocities.com/mymg27/dfnestetica.htm.
    10de diciembre de 2003.

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    Rafael Serrallet

    Febrero de 2006

    Doctor en música y guitarrista.

    www.serrallet.com

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