Monografias.com > Derecho
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Resistencias al Copyleft




Enviado por irichc23



Monografía destacada

    1. Wikipedia y el frustrado ocaso de
      las elites
    2. Wikileft y
      Copypedia
    3. Llaneros del Copyleft,
      maquinistas de la moral
    4. Los dos principios de la
      racionalidad en el intercambio
    5. Reblogución, Copyfight:
      Alguien no ha leído a Adorno
    6. Haciendo amigos. Carta a David
      Bravo y su tropa

    1. Wikipedia y el
    frustrado ocaso de las elites.

    En general todas las mini-revoluciones virtuales en
    Internet, que es
    la Sierra Morena del comunismo
    reciclado y de salón, me parecen ridículas, llenas
    de ruido y furia,
    pero faltas de
    seso. La Wikipedia es un ejemplo más.

    La Wikipedia parte de premisas inconfesables, como que
    el saber es detentado por una minoría manipuladora que lo
    utiliza con fines políticos. La solución a ese
    supuesto vicio pasa, según ellos, por extender la facultad
    de manipulación a la mayoría a fin de que se
    autoneutralice.

    Lejos de conseguirlo, convierte sus artículos en
    tribunas de opinión, en conatos mutilados, en inaccesibles
    trincheras, en burda propaganda o
    en plagios insensatos (caso típico: de la versión
    inglesa a la española); y a sus héroes de
    cuño soviético -con derecho a condecoración
    a mano alzada- en "cazadores de vándalos".

    El sueño de la anarquía produce monstruos
    y -se está demostrando- resulta contrario a la ciencia. Un
    concurso de voluntades para el
    conocimiento, condensadas pero inarticuladas, sin estructura
    jerárquica ni estado
    definitivo, sólo puede tender al caos. No cabe corregir
    esas fallas sin transigir con la completa subversión de la
    esencia del proyecto y, en
    fin, acceder a equipararlo con los preexistentes. Cambiarlo todo
    para que nada cambie.

    Una enciclopedia más con la cuestionable novedad
    de ofrecerse a satisfacer el ego de los lectores dándoles
    una cuota ilusoria de participación.

    Es posible que Wikipedia funcione gracias a la multitud
    de individualidades brillantes que la integran, ya que la
    afluencia de colaboradores es masiva; y puede también que
    sepa preservar sus mejores aportaciones con una selección
    ecuánime. Sin embargo, todo ello es gracias a Internet, al
    providencial sentido común y muy a pesar de la propia
    Wikipedia, que lo debilita irremediablemente mediante su
    exacerbación ingenua.

    A veces se pierde el hilo en un mismo artículo
    porque ha sido modificado por cientos de zanganillos
    discrepantes. Es como si pusiéramos a trabajar a diez
    personas en un huerto de cinco metros cuadrados: se
    acabarán molestando y lo harán peor que si fueran
    dos o una sola.

    Al final uno invierte más esfuerzo en pelearse
    para que no le borren o le diluyan algo (pelea que conlleva un
    chalaneo tácito de criterios, una claudicación
    meramente política) que en
    escribir ese algo.

    Y, lo que es más grave, ese proyecto de fusión de
    saberes, con incontables y novedosos mecanismos en su mano, no ha
    logrado el trasvase interdisciplinar, manteniendo los moldes
    tradicionales y las divisiones curriculares. Demasiadas comas
    burguesas. A la vista de los resultados, puestos a optar por "el
    pueblo", yo recomiendo de entrada alternativas menos
    pretenciosas.

    De la simple recopilación de datos de fuentes
    secundarias no surgirá nunca nada grande. El wikipedista
    medio no inquiere ni analiza, sólo copia, opina y
    apelotona. La rapidez e inseguridad
    del sistema no
    incentivan a ir más allá.

    Pues ¿qué?. Aunque se parta del conocimiento
    existente, no hay que olvidar que todo está sujeto a
    interpretación y reordenación, y que
    en eso consiste la utilidad del
    enciclopedismo, que es a la ciencia lo que
    la cartografía a los navegantes. Dado que, si
    bien no se investiga "strictu sensu", sí debería
    hacerse "lato sensu", en una suerte de tarea fundamentadora o
    estructuradora del saber, pareja a la del
    epistemólogo.

    Es desalentador ver cómo los nuevos sabios (con
    una chabacanería y deshonestidad similares a las de los
    nuevos ricos) llegan muy satisfechos a los mismos resultados que
    su competencia,
    aunque no tanto por la vía de la reflexión como por
    la del ensayo-error.
    Irracionalidad procedimental y mediocridad estadística.

    Luego ¿qué tiene de sorprendente que la
    Wikipedia se acerque a los estándares de la Britannica,
    considerando que los que editan en aquélla pueden acceder
    a ésta y a tantas otras?. Ni siquiera nos es lícito
    hablar de retroalimentación; sí de plagio o
    difusa intertextualidad, ya que no se ofrece nada a cambio a la
    fuente de la que se hurta.

    En fin, el nivel alcanzado en tan poco tiempo no es
    en absoluto impresionante. Es un efecto óptico similar al
    de la selección natural, donde no es el azar, sino la
    inteligencia
    de los mejor adaptados la que triunfa e impone el modelo a
    seguir en lo sucesivo. Así, la mayor parte del contenido
    de las mejores entradas de Wikipedia lo redactan escasas
    personas. Se pierde muchísima información baldía y, al final, son
    las elites intelectuales
    y cibersociales las que deciden. Con todo, las deficiencias y el
    plus de arbitraria subjetividad quedan ahí, pírrico
    pendón del orgullo sobornado.

    * * *

    2. Wikileft y
    Copypedia.

    Mucho se ha dicho ya al respecto; gran estruendo,
    grandes palabras. Wikipedia es demasiado ruido para tan pocas
    nueces. Nada tiene de revolucionario, salvo que al trabajar
    gratis -tesitura habitual para los leguleyos bisoños- se
    le llame revolución: entonces sí.

    Basta con pensar en el caso probable de que se
    comercialice la Wikipedia en versión papel.
    ¿Quién se lucrará con ello? ¿Los
    esclavos libres que la están dotando de contenidos?
    Indudablemente no. No sólo no les pagan ni les
    pagarán (el conocimiento es poder, pero el
    poder no es dinero), sino
    que encima sacan tajada de su tiempo generosamente cedido y, no
    contentos con ello, piden donaciones para mantener el tinglado.
    "Yo estoy haciendo esto por los niños
    de África, que van a utilizar libros de
    texto y de
    consulta gratuitos", dice Jimmy Wales, el dadivoso fundador del
    invento. E imaginamos que también les pagará el
    ordenador con su sueldo. O con el de Ignacio Escolar, que afirma
    que "En la era digital, el coste de una copia tiende a cero. La
    distribución vale cero". ¿Una
    ONG
    omnipresente? Un fraude como la
    copa de un pino.

    La Enciclopedia ilustrada fue un proyecto cultural
    exitoso con hondo calado político; la Wikipedia "posmo",
    su hermanastra venida a menos, es un proyecto político
    utópico con nulo calado cultural. La repetición del
    drama, pues, es farsa, igual que la repetición del
    conocimiento es plagio u ostentación pedante.

    ¿Conseguirán estos abnegados héroes
    anónimos, como ya casi presumen de haberlo logrado, una
    precisión y una calidad textual
    mayores que la prestigiosa Britannica? Apuesto el meñique
    a que no, a no ser que se restrinja el acceso a la edición, con lo que iba a tocar cambiar la
    palabra "libre" del flamante y demagógico lema del
    producto.
    Pero, si se diera el caso, habría que reconocer que, con
    todas sus miserias y su tortuoso camino de inseguridades y
    mentiras, se ha aportado un factor de utilidad o mejora al
    panorama previamente existente. La pregunta que a
    continuación tendríamos que formularnos es:
    ¿Hasta cuándo? ¿Con qué coherencia
    sistemática? ¿Con qué avales para quien
    consulta en tiempo real y sin revisión
    garantizada?

    Todo el estudio de Nature, con sus ya de por sí
    poco verosímiles y apañadas conclusiones, se basa,
    si no me falla la memoria, en
    la comparación de 42 muestras que se tomaron al azar de
    artículos científicos en sus respectivos apartados
    de la Britannica y la Wikipedia.

    Ahora bien, ¿alguien ha hecho una comparativa del
    peso específico de las distintas ramas de saber en la
    Wikipedia? Me refiero, por supuesto, tanto a la cantidad como a
    la calaña. Seguro que se
    compadecen mal con los eufóricos resultados que acabamos
    de citar.

    Por ejemplo, los temas minoritarios y cuya
    divulgación carece de un mercado editorial
    robusto, como la filosofía, no encuentran especialistas
    fácilmente. Y, en general, todos aquellos que no disponen
    de una autoridad
    institucionalizada como la de las ciencias
    naturales, es decir, humanidades y aledaños, pueden
    sufrir una censura mucho más voraz que los otros, ya que
    son espacios "opinables", "privados", "ideológicos". Lo
    real se impone a lo racional. Otra revolución
    wikipediana.

    ¿No da que pensar que el artículo dedicado
    al "pastafarismo" en la Wikipedia española sea tanto o
    más completo (y probablemente más serio) que el de
    la entrada "Dios"? ¿No es vergonzoso que una teoría
    de la importancia de la Monadología, crucial para entender
    los tiempos ilustrados, el idealismo o la
    inteligencia
    artificial, permaneciera casi inabordada en trazos
    incompetentes hasta que un servidor se
    encargó de ella?

    Pero la Wikipedia es sólo un mojón
    (dése al término el significado que se quiera entre
    los tres posibles) en el psicodélico mundo del copyfight y
    el neoderecho de los amos de la tecnología. Juego de suma
    cero. "Quid pro quo" y exceso por exceso, como se
    verá.

    Estoy de acuerdo en que el mercado no debería
    tener potestad implícita, por razones de interés
    comercial, para confinar al olvido ninguna obra, y menos si esa
    obra es relevante, aunque no sea muy conocida y venda
    poco.

    También concedo que la relativización del
    derecho de
    autor es una forma de cribar la cultura
    basura, no
    menos excremental por resguardarse en la propaganda pagada. Vale.
    Pero se cambian los términos para que todo siga
    inalterado. Ya que, ¿existe acaso alguna diferencia
    palpable entre dejarse llevar por los altavoces de los grandes
    almacenes a
    hacerlo siguiendo la turba enloquecida? ¿Cambia mucho el
    que la moda impuesta
    desde arriba se imponga, tal vez con más fuerza y
    disimulo, desde la víctima misma, desde abajo?

    Como en la Wikipedia, hay en el tema del copyleft quien,
    ávido de fácil notoriedad, se presta a trabajar
    gratis: esta vez no son los articulistas voluntarios, sino los
    publicistas voluntarios, enésimo rol del lacayo
    inconsciente que llevamos dentro.

    El copyleft es bueno para gente como yo, que sólo
    quieren ser leídos y no están en la brecha para ir
    tirando. Pero, en general, se está promoviendo una
    concepción lúdica del trabajo,
    contraria al esfuerzo y a la recompensa, igualitarista,
    despersonalizada. Hasta las clases más humildes han podido
    comprarse el libro o el
    CD que les
    gustaba con sus ahorrillos, y ahora preferirán destinar su
    dinero a otras cosas. Con un poco de suerte lo donarán a
    la Wikipedia.

    En fin, bromas aparte, ¿qué especie de
    mano invisible va a hacer que el lucro cesante para un autor se
    convierta en beneficio años a venir? Sólo
    funcionará en unos pocos supuestos. Burdas hipótesis. Ningún patrimonio
    significativo se ha edificado sobre ellas, salvo los pelotazos y
    los premiados en las loterías.

    Se objeta que, además, al impulsarse el uso
    social de una obra en varios medios
    interactivos, se fomenta también su transformación
    enriquecedora.

    Mas si el talento fuera una moneda tan común y
    espontánea, su intercambio estaría falto de
    interés. ¿Por qué no, entonces,
    empobrecedora? ¿Por qué no se habla de la
    saturación de la oferta y del
    desincentivo anejo? O, más crudamente, ¿por
    qué se deja de lado el insuperable techo de la mediocridad
    de las masas? Porque eso sería pecar de elitistas y puede
    que los pobres niños africanos, persuadidos por Wales, nos
    escupieran en mitad de nuestra burguesa cara.

    Todo esto está muy bien (es un decir), pero
    representa sólo y a duras penas una revolución en
    la superestructura: Pseudomarxismo. ¿Cómo?
    Evidente. El que se ocupa de esta clase de
    bienes del
    ámbito del ocio, o es un creador nato, o es que ya dispone
    de tiempo bastante para ello, o puede esperar largamente a que su
    labor se difunda y se popularice, con lo que tiene cubiertas sus
    necesidades materiales
    inmediatas. Al utilizar equipo de su propiedad,
    como ordenadores, grabadoras e impresoras,
    así como servicios
    ajenos (webmasters, dibujantes, etc.), es cabal deducir que tales
    individuos disponen de poder adquisitivo para dotarse de los
    instrumentos de reproducción de los frutos del intelecto.
    Aunque, por lo que parece, no lo tienen o no lo quieren emplear
    para el producto final, tan maquiavélicamente tutelado
    -dicen, y dicen medio bien- por los derechos de
    autor. Pero cuelan mosquitos y tragan camellos. Al divulgador
    y al promotor gratuitos se suma ahora, en alegre coro, el artista
    de balde. Invita el "socialismo".

    Es hipócrita. Los anti-derechos de copia se
    defienden con las llamadas vías alternativas de reembolso
    para el autor. Insisten en que cuanto más se difunda una
    obra más mercado potencial gana: que si uno piratea un
    libro y le gusta, puede regalarlo en formato legal; que si se
    baja música
    de su agrado, puede ir al concierto de ese grupo, que
    acabará forrándose por este procedimiento (al
    margen: ¿gozan los grupos o sus fans
    del don de la ubicuidad?).

    O sea, que los ciberanarquistas se guardan siempre un as
    de legalidad y de
    derecho en la manga. Pero, ¿qué hay del que, aunque
    hace orbitar el producto en red las 24 horas, no tiene
    dinero (o ganas) ni para comprarse ese libro ni para regalarlo?
    ¿O del que no lo tiene (ni ganas) ni para comprar el CD ni
    para ir al concierto, pese a piratearlo? ¡Socialismo de
    pega, a la carta del
    consumidor y para
    pijos desahogados! ¡Disneylandia! "Cuando el material es
    libre no existe pirateo". Muerto el perro, sin duda, se
    acabó la rabia.

    * * *

    3. Llaneros
    del copyleft, maquinistas de la
    moral.

    Terminé por ir al seminario del
    Copyfight, por si me redimen Nacho y su troupe ilusionista.
    Quizá mañana lo logren, esos yuppies. Ha pasado
    enfrente de mí la gran vedette, incorporada a
    última hora, y se ha ido gritando "¡la
    máquina es imparable!". Poco antes otro gurú,
    Cervera, había dicho que el software es una
    cuestión moral.
    También la siesta. Vaguedades como
    puños.

    Con todo, he tomado con diligente respeto algunas
    notas, que para eso se supone que están los seminarios,
    para que germinen. Aunque me haya sentido como un extraterrestre,
    incapaz de empatizar pese a mi buena disposición. En total
    había unas 40-50 personas, contando a los cuatro ponentes,
    entre los que figuraba una tonta del haba de buen ver y torpe
    verbo. Ha habido un momento gracioso cuando el conferenciante que
    oficiaba de maestro de ceremonias, un tal José Luis, se ha
    referido a la muchacha como alguien que escribe "un blog que no
    necesita presentación".

    Sin embargo, el público que "in absentia" la ha
    mentado varias veces lo ha hecho con expresiones tan poco
    halagüeñas como "la chica aquella de antes". Lo que
    me dice mucho de la escasa percepción
    de la realidad y de sus propias posibilidades que tienen estos
    alucinados.

    El asunto del debate
    requiere cierta familiaridad con la problemática y la
    terminología. Sus líneas maestras: la propiedad
    intelectual y la decadencia del actual modelo de copyright,
    las grandes paradojas a las que conduce tras la revolución
    tecnológica de internet (la máquina imparable). Et
    alia.

    Lo primero que me escama de este zafarrancho, y que
    debería haber hecho saltar las alarmas en todas partes, es
    que los supuestos revolucionarios utópicos y los liberales
    más acérrimos estén de acuerdo en casi cada
    uno de los puntos. Arrojo varias ideas al aire:

    1) Cuando desde estas instancias se dice que la
    propiedad intelectual es libre, en realidad se la está
    subyugando a la propiedad material de bienes de terceros capaces
    de adquirirla, reproducirla e incluso manipularla sin pasar por
    caja. La libertad tiene
    aquí sólo el sentido liberal de libertad de
    circulación, entendida ésta como imperativo frente
    a la libertad de disposición. La industria de
    los productos de
    lujo (y la cultura es una de ellas, posiblemente la más
    lucrativa) sirve, entonces, al cometido de evitar que la
    propiedad se estanque en la calma chicha de ahorros y
    especulaciones.

    2) Hasta ahora no se había ordenado nunca:
    ¡Compra o te expropiamos! Pero hoy ya empieza a escucharse:
    ¡Regala o te expropiamos!. Al mismo tiempo adquiere forma
    el entramado de incentivos,
    virtuales como la red que los parió, destinados a
    disimular el mandato subyacente y a hacerlo amable. Tal regalar
    es un malvender, un arriesgar a fondo perdido. Es la
    contrapartida del impulso ciego del consumidor: la producción ciega y ya sin ganancia, la
    producción por la producción que mantiene vivo al
    monstruo. La máquina imparable de Escolar.

    3) Al margen de las discrepancias profundas,
    observo ya fisuras en la presentación misma del asunto en
    lo que respecta a su vertiente estratégica. Porque, si se
    afirma que no se está en contra del copyright, sino de su
    exclusividad asfixiante frente al más abierto copyleft,
    modalizable y de naturaleza
    contractual, que representaría su alternativa
    simultánea, ¿por qué se justifica la
    piratería con coartadas como el derecho a
    la cultura, esto es, el derecho a consumirla pero no a producirla
    con garantías de rentabilidad?

    4) Ningún derecho es ilimitado. Luego, si
    incluso el copyright tiene límites
    temporales para no arruinar el uso social, aunque sean claramente
    insuficientes, ¿no debería tenerlos también
    el llamado derecho a la cultura, léase a su
    difusión gratuita y universal?

    Entonces me pregunto: ¿Son revocables las
    licencias en copyleft? Es decir, ¿puedo adquirir de nuevo
    los derechos a los que he renunciado? Si no lo son, el sistema no
    resulta menos draconiano que el copyright en la actualidad,
    salvando el detalle de que al otrora vilmente timado se le llama
    hoy alma generosa.
    Y si lo fueran, como no es el caso, ¿no habría que
    considerarlo un copyright para pobres, recomendable en el
    intervalo necesario para venir a mejor fortuna?
    ¿Qué cambia y a quién quieren
    engañar?5) Contra el socialismo de mentirijillas
    que practican los copyleftistas anarcoides y que aplauden los
    liberales, objeto: Toda propiedad privada es un pequeño
    monopolio y es
    siempre, por definición, antisocial. Dado que, si
    sólo puedo hacer lo que los demás me dejan hacer,
    no se me concede un derecho, sino que se constata aquí y
    ahora un estado de hecho que mañana quizá cambie
    independientemente de lo que yo desee o acuerde. Sostener que las
    ideas no pueden ser propiedad privada cuando la propiedad privada
    en sí, su concepto, es una
    idea que goza de mil protecciones resulta de un cinismo
    aterrador. Pero yo lo he visto y lo he escuchado. Con mis ojos,
    con mis oídos. Esta misma tarde.

    6) El conflicto, en
    consecuencia, es el siguiente: Crean los menos, reproducen los
    más. ¿Pueden éstos imponer a aquéllos
    su voluntad "de facto", privándoles de todo derecho o
    reduciéndolo a lo simbólico sólo porque
    están en minoría? En otras palabras: ¿Puede
    el derecho de reproducción sobreponerse al de
    creación? Y éste no es sólo la libertad de
    crear, ya que se incluye también la de vivir de lo creado,
    la de invertir un tiempo de forma seria para que determinada obra
    reúna características competitivas, dignas y
    perdurables.

    7) En mi opinión, el copyleft parte de un
    error de base y es el protegerse de las ansias de lucro ajeno,
    entendido como explotación directa, y dejar desguarnecido,
    en cambio, el flanco de la explotación indirecta y
    negativa que supone el uso gratuito indefinido.

    8) Se argumenta también que mientras que
    el copyright regulaba la escasez cuando la
    había, ahora, en tiempos de abundancia y vacas gordas
    tecnológicas, lo que quiere es, mediante restricciones
    artificiosas, generar las carencias necesaria para mantener los
    privilegios de los que viven de rentas. O sea, antes había
    escasez de medios para difundir las ideas y ahora no la hay,
    debido a que el alcance de internet es potencialmente mundial e
    inmediato.

    Pero cuidado: que las ideas puedan transmitirse con suma
    facilidad no significa que suceda otro tanto a la hora de
    generarlas. Si las ideas no fueran escasas en su génesis,
    si reservamos esa cualidad sólo a los bienes materiales,
    no convertibles en bytes, estamos privilegiando la
    posición en el mercado de los que detentan los recursos
    tangibles en detrimento de los que, en base a su competencia
    personal e
    intelectual, sólo conservan expectativas de derecho. Y
    todo para resguardar al consumidor, "id est", al empresario (y
    su férula contractual). Porque no hay uno sin el otro,
    Cervera dixit.

    9) Estamos de acuerdo en que lo que no es
    tradición es plagio, pero éste no es el tema. Que
    lo que escribo o lo que compongo sea original o no es lo de
    menos. No tiene por qué serlo y es suficiente con que
    resulte novedoso en algún grado significativo, que aporte
    utilidad con respecto a lo que le precede, que le añada
    valor. Es
    creación, por cierto, lo que no es natural, lo que tiene
    fines humanos y una determinada plasmación en un lenguaje. Mas,
    insisto, no es el tema.

    Aquí lo que está en juego es si
    consideramos a la inteligencia como un capital o como
    un servicio. Para
    mí es un capital sin duda. Un capital es el conjunto de
    bienes en cuya naturaleza está el generar rendimientos con
    carácter regular para el que lo ostenta en
    el todo o en la parte; mientras que un servicio los genera
    normalmente de una sola vez al que lo presta; entiéndase:
    al que se deshace de él o de sus condiciones de
    posibilidad (tiempo, recursos, etc.). Pero nadie se deshace de su
    inteligencia. Ésta es, pues, por naturaleza, un capital,
    pero por convención del más fuerte, o sea, de
    aquellos en disposición de hacerlo rendible, recibe el
    tratamiento de servicio, cobrándose con plusvalía y
    manteniendo al creador en precario.

    10) Hoy se ha escuchado: "La industria cultural
    no quiere venderte sus productos, sino alquilártelos".
    Respondo: la función
    del capital no es venderse ni alquilarse, sino rendir sin
    consumirse. Repárese en que cuando nos venden un producto
    nos están vendiendo sólo su hechura material, lo
    que consumimos de él, no su forma o concepción. Lo
    último depende de la inteligencia, que es capital. Y no
    puede pretenderse la plena disposición, ni tampoco la
    fragmentaria, sobre un capital ajeno que no nos ha sido
    transmitido.

    11) Escuché, además: "Necesitamos
    filtros", filtros para cribar la sobreabundancia de
    información. Y luego: "Deberíamos pagar a esos
    filtros en lugar de perseguirlos". Pero, digo yo, ¿no son
    tales "filtros" los mediadores de los que se quería
    prescindir para hacer el producto más barato? ¡Y
    ahora hay que pagarles! Se entrevé la nueva burocracia, los
    nuevos intereses creados.

    12) El único progreso tolerable, bajo mi
    punto de vista, sería lograr el reconocimiento de la
    inteligencia como capital mediante su redefinición
    vinculante en una ley del Estado.
    ¿En qué casos? Cuando esa inteligencia, como
    creatividad,
    constituyera parte esencial del producto final vendido,
    verbigracia, en toda obra o exhibición
    artística.

    13) Finalmente, aclarar qur no soy partidario de
    una aplicación extensiva del copyright. Basta con que
    quien usa una vez de algo de mi creación lo pague una vez,
    siempre que no se lucre con ello en ulteriores ocasiones. El
    copyright actual es abusivo porque no se pone límites
    claros y, cómo no, desemboca en un absurdo.
    ¡Qué digo! En dos absurdos: el copyright (este
    copyright) y el copyleft.

    Como conclusión, quisiera comentar la frase
    siguiente, que se ha esgrimido como un fetiche y no es más
    que una perogrullada: "La cultura no existe sin espectador".
    Estoy de acuerdo, pero luego se añade la paparrucha: "La
    cultura no es unilateral", como dando a entender que el
    espectador también es artista en un mismo e indisoluble
    proceso.

    A esta falacia se la contesta así: Si todos somos
    artistas, no hay cultura, puesto que se ha convenido que para que
    ésta se dé se requiere un espectador. Y si todos
    somos espectadores, evidentemente tampoco la hay, porque no hay
    nada que ver. Ahora bien, si somos ambas cosas, es una obviedad
    postular que la cultura necesita al espectador, ya que es
    imposible sustraerse a él.

    Copyfight, Elástico, saltimbanquis, melenudos,
    rojeras todos. Y yo a dos velas, pero encendidas todavía,
    huyendo de la toxicidad discursiva que reinaba en el ambiente. Otra
    broncínea máxima: "la cultura es un verbo, no un
    sustantivo". Cultura verbosa e insustancial, he
    pensado.

    * * *

    4. Los dos principios de la
    racionalidad en el intercambio.

    David Bravo, un colega, argumenta así en su blog
    para justificar la piratería:

    "¿Qué harías si no fuera tan
    fácil conseguir agua?
    Probablemente comprartela mineral en botella y desde el punto de
    vista de Fontvella para ellos es como si les robaras cada vez que
    abres el grifo.

    ¿Qué harías si no pudieras
    grabar la película que echan hoy en Telecinco en tu viejo
    video casero?
    La verdad, no lo se. Igual la compro. Igual no. Pero no creo que
    haya que argumentar imaginando mundos que no son en los que
    vivimos. Hoy en día se puede grabar, la técnica lo
    ha hecho posible y el negocio de la música se revoluciona
    con ello.

    Cuando apareció el magnetófono los
    dueños de los teatros donde se exhibía la
    música en directo podían decir "pero
    ¿qué harías si el magnetofono no existiera?
    Probablemente vendrías a escuchar la música a mi
    teatro en lugar
    de escucharla desde tu casa". No lo sabemos y lo mejor es
    olvidarse de las estadísticas de cuantos irían al
    teatro y cuantos no. Lo que si sabemos con certeza es que el
    magnetófono existe y sobre esa realidad hay que
    discutir".

    Esto es quedarse con el personal y, aunque sea propio de
    abogados en su práctica diaria, deontológicamente
    no es correcto. No puede compararse un intercambio de bienes y/o
    servicios con una mera apropiación, aunque no se cause un
    menoscabo real en el patrimonio de algún tercero. Pues en
    un caso se está canjeando una propiedad o utilidad por
    otra (el agua
    corriente, el vídeo y el magnetófono por dinero),
    que es la función del comercio
    entendido como cooperación social. Con lo que, si se deja
    de comprar un producto para pasarse a su equivalente, tal
    función se mantiene.

    Ahora bien, en el supuesto de la adquisición sin
    contrapartidas, uno -el consumidor- se aprovecha y los que han
    posibilitado de manera imprescindible que este artefacto
    esté en el tráfico se van, por decirlo así,
    de vacío. Cabe agregar que aunque sean muchos los
    beneficiados y sólo unos pocos los explotados por la
    gorronería, el principio cooperativo se rompe, se niega de
    raíz. Por la misma razón, aunque todos
    fuéramos ladrones, seríamos todos
    antisociales.

    Imaginemos por un momento que, por arte de
    birlibirloque, nos fuese dado prescindir universalmente del
    principio de la escasez. La posibilidad de copiar, pongamos por
    caso, coches y de enajenar la copia sin desprendernos del que ya
    tenemos hundiría irremediablemente la industria del
    automóvil. También la haría superflua, se
    dirá. Pero, ¿qué hay del futuro? Al final
    todos los coches mantendrían los mismos modelos que
    hace cincuenta años; no se iba a permitir el progreso
    tecnológico ni, por ende, la mejora de la calidad de
    vida del consumidor.

    A propósito de todo esto, piénsese que las
    meras ideas, sin soporte material o virtual, no pueden venderse
    como producto, ya que no son consumibles y no respetan el
    principio de la escasez. Sí pueden, en cambio,
    capitalizarse, como ya se ha explicado.

    Pero el copyleft rechaza "a priori" todas las
    posibilidades: tanto la venta de la idea
    transformada en artículo como su capitalización
    previa, alegando que es un bien no capitalizable, social, de
    todos (luego, cuando estoy refutando a David Bravo, ¿se
    refuta David Bravo a sí mismo, ya que compartimos el bien
    social que acabo de generar en forma de letras?). En resumen: el
    copyleft propone el invierno de las ideas.

    * * *

    5.
    Reblogución, copyfight: Alguien no ha leído a
    Adorno.

    ¿Qué es la industria cultural para
    nuestros rebeldes? La industria lucrativa, regida por los
    imperativos del mercado. La industria de los empleadores y
    mediadores parasitando la industriosidad de los proletarios. Los
    nuevos subversivos no quieren tratos con esta cosa.

    Ellos lideran la nueva oleada tecnológica que
    posibilitará que los profesionales independientes decidan
    cómo rentabilizar su trabajo. La tecnología -dicen-
    con su enorme radio de
    difusión, nos hará más cultos, mientras que
    la cultura, exenta ya de trabas físicas, comerciales y
    políticas, aumentará nuestro nivel
    de ahorro al
    tiempo que multiplicará nuestra capacidad de lucro, con lo
    que, en definitiva, nos convertirá en más ricos.
    ¿Fin de la historia? En este punto el
    lector percibe que se le ha hurtado algo en el razonamiento.
    Veamos de qué se trata.

    Internet rompe el monopolio del negocio editorial y
    discográfico de productoras y distribuidoras. No las
    elimina, sino que se suma a ellas en competencia. Permanece el
    predominio. Se opera, pues, una reconversión industrial
    propiciada por una diversificación de la oferta. Sin
    embargo, el esfuerzo del individuo
    sigue sujeto al gravamen conjunto de la abundancia (el
    número casi ilimitado de competidores) y de la escasez
    (los destinatarios, forzosamente reducidos).

    Hasta aquí todo se mantiene igual tras la
    revolución de los pijamas. Por otro lado, el mismo auge
    consolida el monopolio de las telecomunicaciones, beneficiando
    básicamente a los 'mass media' junto con los sectores
    empresariales que los rodean.

    Con la interactividad cibernáutica la pescadilla
    de la información se muerde la cola y el consumidor de la
    crónica pasa a ser también su difusor subsidiario,
    su efecto onda, su repetidor estadísticamente inofensivo.
    A pesar de todo, los creadores capaces de llegar a la multitud
    continúan siendo los menos. Mejor todavía:
    proporcionalmente han sido menguados a la mínima
    expresión al inflacionarse artificialmente su censo y
    mezclárselos con los opinadores, mandatarios
    tácitos de cadenas televisivas y periódicos.
    Así, las tradicionales correas transmisoras de la cultura
    (entendida como "visión del mundo") se ven parcialmente
    relegadas, pero es sólo la apariencia falaz de su hondo
    fortalecimiento. Las fuentes del disenso quedan definitivamente
    absorbidas por los imperios de la
    comunicación, que dictan sus "memes" a los siempre
    dispuestos memos escribientes, en abrumadora
    mayoría.

    La profusión insensible del detalle de la que
    hablaba Adorno. Luego no está tan claro que el renovado
    panorama nos hará más cultos, ni más libres,
    y apunta más bien hacia lo contrario. En la sociedad de la
    información, la informática no es más que un
    régimen de disciplina.

    Ignacio Escolar se atreve a hablar en términos
    peyorativos de la industria cultural oponiéndola a lo que
    él hace en la red. El gacetillero es consciente de que su
    esparcimiento bloguístico no es más que la
    reducción a consignas de su trabajo intoxicador en
    Telecinco, éste todavía sometido a ciertas reglas
    de prudencia profesional. Aquí Nacho refleja las noticias;
    allí éstas lo reflejan a él, con la preciada
    imparcialidad como excusa para la radicalización del
    sesgo. Ha extendido su trabajo al ocio y ha canalizado el ocio de
    los demás, sus lectores y partidarios, en una estrategia de
    retroalimentación que aumenta exponencialmente su
    popularidad y sus rentas por propaganda. Pero, con todo, asegura
    que no forma parte de la industria cultural, que nada tiene que
    ver con ella.

    El problema del copyleft es que no se plantea, como
    sostiene, a modo de opción personalísima, sino bajo
    la forma de un verdadero movimiento
    organizado con consecuencias a escala global. No
    es más que una mascarada del consumismo de nueva
    generación que pretende devorar justamente lo que dice
    defender: el sujeto.

    El copyleft es un engendro liberal, la última
    vuelta de tuerca al sentido ordinario de las palabras. Si la
    izquierda adolescente lo ha integrado en su discurso es
    por su pobreza de ideas
    congénita, que la obliga a prostituirse y a travestirse
    con asiduidad, esta vez con tintes mesiánicos y
    totalizantes. En la nueva dimensión "libre" de los bits el
    trabajador ha adquirido a la postre una condición
    política que el capitalismo
    primerizo le negaba: ser la marioneta de un ideal, vender
    valores,
    erigirse en pseudoempresario, agente del pan y el circo del
    pueblo. "Expande, obrero, tu trabajo; tu trabajo eres tú.
    Hazte uno con tu labor: lucha, carga, faena, por la dignidad". Por
    pequeño que sea su margen de ganancia, el inútil
    socializado se lo debe todo al sistema en su conjunto, que se
    dirige a él autoritaria y despreciativamente.

    ¿Y qué sucede con el lucro? Como la
    energía, no desaparece. Ni siquiera cambia de manos. Pero,
    por virtud del subterfugio de la gratuidad, sí se blanquea
    en las conciencias de muchos. Rotativos que se regalan como "20
    minutos" convierten al periodista en una nueva clase de agente
    mediador entre el comercial y el gran público.

    La realidad descrita en forma de noticia adquiere la
    categoría de producto anónimo, configurado por la
    reducción de costes -menos personal- y el aumento del
    beneficio ?más anuncios, dinámica diabólica que llena los
    impresos de inevitables rótulos
    espónsor.

    La información es por lo pronto más
    escueta y telegráfica, deviene ella misma un
    artículo de consumo para
    el ajetreado viandante, a quien el régimen de continua
    excepción política que es la democracia
    liberal obliga a estar al día permanentemente. La noticia
    se muestra al cabo
    como envoltorio superfluo y pasajero de la propaganda partidista,
    fusionada con la mercantil, y como plasmación
    sintética del deber del ciudadano, cuya libertad
    desregulada es cada vez más un cheque en
    blanco para los deseos en suspenso del poder
    ejecutivo.

    * * *

    6. Haciendo
    amigos. Carta a David
    Bravo y su tropa.

    Estimados copyfighters,

    Ya he visto el debate en Canal Sur, perdonad que
    estuviera un poco torpe y no lo haya encontrado antes. Aunque
    creo que ambas partes lo han hecho bien, la liderada por David
    Bravo me ha parecido la más convincente. Eso no significa
    que tenga razón, sólo que supo ocultar sus puntos
    débiles y exagerar los fuertes, al tiempo que
    señalaba alguna que otra conocida miseria de la SGAE. Pero
    he percibido demagogia. Demagogia a raudales. Veamos varios
    ejemplos.

    En primer lugar, no podéis pedir una
    reconversión industrial del sector si no permitís
    que entren ingresos para que
    el empresario la lleve a cabo. Les estáis diciendo a
    él y a sus contratados: "Arruinaos y dejadnos paso,
    cuidándoos mucho de llamarnos piratas a los que os ponemos
    en la calle con nuestra tacañería selectiva".
    Realmente es para enfadarse.

    En segundo lugar, habéis afirmado que la
    propaganda, venga de donde venga, beneficia al creador.
    ¿Por qué no estáis a favor entonces de
    legalizar el "top manta"?

    Eso también es propaganda y de la buena.
    ¿Que hay ánimo de lucro? Y qué. Que se
    cambie la ley y se adapte a la realidad, con independencia
    de que se persigan los fines delictivos a los que se dirigen
    muchas veces esos fondos. Porque, veamos, sed un poco
    inteligentes (David Bravo, tú el primero): Si la ley
    considera punible el ánimo de lucro en detrimento de la
    propiedad intelectual, y no así el uso privado, ¿a
    qué se debe si no es a que el que se lucra en este
    mundillo lo hace por regla general a media o a gran escala (nadie
    tira adelante un negocio con dos o tres clientes),
    causando un grave perjuicio o lucro cesante al autor parasitado,
    mientras que el que comparte de forma altruista ha venido siendo
    tradicionalmente alguien ceñido al ámbito familiar?
    Pero eso cambia con internet y la distribución masiva de
    escaso coste. ¿No debería entonces cambiar la ley y
    endurecerse, en lugar de volverse más laxa como vosotros
    estáis pidiendo? Y, en fin, ¿por qué
    defendéis al usuario con ADSL y tarifa
    plana y no al negrito que sale corriendo cuando vienen los
    guardias?

    Sin entrar ya en que lo que alegáis sea justo o
    no, ¿no se supone que vosotros representáis las
    izquierdas sin representación? No sólo no sois
    generosos al barrer para casa, sino que ni siquiera
    resultáis coherentes.

    En tercer lugar, el comercio no se reduce al dinero.
    Farré (buen abogado, pero retórico deficiente) lo
    ha establecido para que no quepan dudas: el intercambio de
    canciones en ficheros mp3, que son
    bienes en especie, es una forma de trueque: "do ut des". Luego,
    si en las redes de pares
    se comercia, hay una suerte de lucro. Ergo, dado que la copia
    privada no reporta utilidad mercantil en sí, sino cuando
    se usa como pago en especie de otra, en este último caso
    hay verdadero lucro, mas no en el primero.

    En cuarto lugar, el libre comercio se
    basa en la legalidad. El resto es mafia y venta de camisetas.
    Mafia es lo que predicáis, no la SGAE.

    En quinto lugar, y esto seguro que los señoritos
    liberales como Enrique Dans lo tienen bien aprendido, las
    empresas
    están en perfecta disposición de embolsarse
    el dinero que
    el consumidor considere oportuno pagar por lo que ofrecen. Al fin
    y al cabo ni hay régimen de monopolio ni hablamos de
    productos de primera necesidad.

    Ahora bien, que el precio sea muy
    elevado tendrá sus causas: en parte será por la
    piratería incontrolada (no incontrolable); en parte -no me
    duele admitirlo- por los intermediarios abusivos. Pero lo que no
    se puede hacer es cuestionar la raíz misma del derecho a
    cobrar por tu trabajo, o disolverla en "formas alternativas de
    reembolso", que está por ver que sean
    eficientes.

    Para Ignacio Escolar, al menos, no lo son. Pues, aunque
    le guste presentarse como músico y tenga una promoción digital envidiable, come de
    Telecinco, intermediario cultural éste -igual que la SGAE-
    que por ahora no regala nada… salvo basura a cambio
    de tu tiempo y capacidad para tragar anuncios. Quizá sea
    el modelo a seguir.

    En sexto lugar, comento a raíz de la
    polémica de las definiciones de "lucro": una cosa es la
    actividad personal y comprometida sin ánimo de lucro, el
    voluntariado por ejemplo, y otra diametralmente distinta una
    entidad sin ánimo de lucro, como las fundaciones, en las
    que no obstante sus miembros sí que cobran un salario, por
    más que no repartan dividendos. Yo no caigo ahora en si
    esa distinción es de primero o de cuarto de carrera, pero
    un abogado que se dice experto en algo y debate en público
    debería tenerla más que memorizada.

    En séptimo lugar, la cultura y el arte que hacen
    los hombres habitan este mundo material y fungible, no el
    etéreo y olímpico de las ideas platónicas.
    Obviando, claro está, que dichas producciones sean de
    dominio
    público, que es lo que estáis intentando con todas
    vuestras fuerzas. Y el único modo de lograrlo es que el
    autor renuncie a sus derechos. Porque -mucha atención a este punto- si realmente hubiera
    un derecho
    natural del consumidor a apropiarse del trabajo ajeno sin
    pagar nada, esa renuncia sería innecesaria. Gran
    descubrimiento.

    El copyleft confiesa con esta manera de proceder
    (insisto, la única que tiene) el derecho natural del autor
    a difundir su trabajo en mayor o menor medida y, en consecuencia,
    en tanto que nadie más se añada a la cadena de
    producción agregándole utilidad, su derecho a
    explotarlo en exclusiva y en el grado que desee, dentro de los
    límites que le señale la sociedad según una
    política de equilibrio de
    intereses.

    En octavo lugar, a diferencia de las salchichas, que
    sí pueden revenderse sin dar ocasión a delito, la
    propiedad intelectual no protege sólo el continente, el
    plástico
    famoso, cederrónico y obsoleto, sino también y
    principalmente el contenido, la creación en abstracto.
    Éste y no otro es el fundamento de que su difusión
    lucrativa aparezca contemplada en el Código
    Penal. En plata: la ley fija que las ideas tienen un precio que
    debe percibir siempre (y subrayo: siempre), salvo renuncia, el
    autor de las mismas.

    En noveno lugar, transijo con que el derecho del autor
    tiene un límite, pero no con que se reduzca a una
    mención honorífica de rentabilidad
    hipotética y a una facultad de veto sobre el lucro de los
    demás (Creative Commons). Es como afirmar que la sociedad
    tiene derecho a que yo le regale mi trabajo, sin perjuicio de que
    un servidor luego reciba por vías misteriosas la oferta de
    su vida. Demasiado cínico. Ni el estalinismo
    planteó eso, excepto para los reos de trabajos
    forzosos.

    En décimo y postrer lugar, todo derecho natural
    -derecho que el copyleft reconoce implícitamente a los
    autores, como se ha demostrado- guarda una proporción con
    aquello que se hace para meritarlo. Pues bien, yo no veo
    proporción alguna entre pasarme cinco años de mi
    vida escribiendo una novela y que,
    casi a modo de favor (así lo pide Escolar para sus
    cancioncitas), mi nombre aparezca en ella a través de sus
    reproducciones piratas, suponiendo que sea exitosa, sin obtener
    compensación segura por el tiempo empleado a la hora de
    crearla. Claro que, si me he estado diez minutos con ella, mi
    talento es más bien penoso y además con la
    satisfacción del ego ya tiro, de acuerdo. Pero eso es
    acabar con la cultura profesional y desterrar las elites
    intelectuales para favorecer las mediáticas y comerciales.
    Que es, al cabo, lo que esperan y ardientemente desean -contando
    con vuestra inestimable colaboración- la Wikipedia y
    demás proyectos
    fraudulentos.

    Id con Dios.

    * * *

    Debates aparecidos en:

    ÁREA: DERECHO / PROPIEDAD
    INTELECTUAL.

     

     

     

    Autor:

    DANIEL VICENTE

    PERFIL: ABOGADO, 26, BARCELONA.
    FECHA: 2006.

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter