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El corazón herido. Truman Capote y la invención de la tristeza (página 2)




Enviado por José D. Militano



Partes: 1, 2

Quizás una buena forma de empezar esto (y considerando
la admiración mutua que existía entre Truman Capote
y Tenesse Williams) sea hablando de Blanche DuBois, porque su
personaje confronta la vida y el deseo con la aspereza propia de
ambas cosas. Todos en algún punto, sufrimos como ella las
constricciones del deseo y su cualidad devoradora. Y es que el
deseo, en manos de Tenesse Williams, se revela como eso: la llama
que nos reduce a las formas más patéticas,
más humanas. El hombre
desprovisto de todo, desnudado por la fogosa intensidad de la
búsqueda interior, y por fin, la imposible
culminación del deseo. De hecho aspirar es la
palabra que Truman destaca como íntimamente propia en su
auto-entrevista.

La fuerza arrolladora de desear impulsó a una hermosa e
inteligente joven de apetito sexual aventurero y grandes
aspiraciones a separarse de su marido y abandonar un niño
en las manos de otra familia.
También alentó a otro joven (casualmente su hijo) a
bordear los límites de
la ambición y de la soledad, en una búsqueda
desesperada. Se trata de un barranco que cercó la vida de
esta mujer que se
quitó la vida en su departamento, y acorraló a un
hombre hacia una lenta autodestrucción luego de su auge
artístico.

¿Tan estrechos son los pasillos del deseo? ¿Tan
intrincados pueden volverse en quienes se atreven a sentirse
insatisfechos? ¿Es el riesgo de vivir
al filo de las experiencias? Parecería que es un
tranvía que nos dejará a todos en un lugar en el
que no queremos estar, porque no existe sitio más que
genuino que el tranvía mismo.

Muchos personajes de Truman llegan a verse en un lugar donde
no debieran estar, o por lo menos a no sentirlo como propio. Hay
por lo menos dos novelas
maravillosas que reducen la mayoría de los sentimientos a
la búsqueda del hogar y la identidad. En
Otras voces, otros ámbitos, Joel Knox es un
niño desahuciado de la vida familiar. Tras la muerte de
su madre, es enviado a vivir con un padre totalmente desconocido
para él. Poco a poco, se verá inmerso en un lugar
extraño donde nadie parece dispuesto a darle una
explicación.

La fantasía y la realidad se mezclan en el mundo
interno que Joel debe erigir como propio ante la soledad del
desconcierto y la desconfianza (y por qué no del
abandono). Su padre no aparece y solo se ocupan de él una
inanimada madrastra, un exuberante primo del que no entiende la
mitad de las palabras, y una criada negra supersticiosa a cargo
de su abuelo centenario. La realidad entonces se bifurca
delicadamente por los corredores repletos de un sonido similar al
silencio que poco a poco lo sumerge en un sopor del que es
difícil extraer la verdad.

Porque la verdad en esta casa cobra otras dimensiones, y entre
los caminos de la percepción
y los cuartos y sus nuevas voces se mantiene latente una fuerza
que lo empuja constantemente al vacío donde los ojos de su
anhelado padre lo significan todo. Sólo una niña de
brutalidad lo suficientemente terrenal como para contrastar con
aquella atmósfera cubierta
por una campana de cristal
, parece poder salvarlo
de las inminentes garras de aquella especie de extraña
anarquía, que lo atrapa en un lugar donde el pasado abarca
todos los tiempos. Las vivencias de Joel en la casa de su padre
se revelan como el proceso de
búsqueda que lo convertirá en otra persona, aquella
que deja atrás al niño entre el tumulto del
cambio
interior, y un mar de figuras que se estiran y se contraen,
algunas en la omnipresencia de lo ausente.

Por otra parte, Desayuno en Tiffany’s nos regala
una única buscadora en uno de los personajes mas
maravillosos que se crearon. Otra desamparada, otra hija de la
vida mal diseñada, Holly Golightly, viajera, es una
adorable y elegante mujer de diecinueve años (otra
niña en realidad) con aires de sofisticación que
vive al día como call girl pero cuya inocencia que
no se parece a nada encanta a su vecino. Holly es una paleta en
la que se forman los colores
más sorprendentes y cada paso que nos conduce a ella nos
enamora un poco más, del mismo modo que a este vecino
igual de anónimo.

En los estragos de lo que el siglo XX, la añorada fama
y la cantidad de sueños al por mayor logran hacer de la
juventud y el
mundo de lo inmediato, la búsqueda brilla en Holly y sus
ojos de tantos colores como su cabello, mientras a la par
se transparenta un período traumático de su errante
camino (en el verdadero sentido de no saber por donde ir en la
vida). Los artificios de la frivolidad y la profundidad se
vuelven iguales en ella, y su admirador la desea tanto como ella
anhela esas pequeñas cosas que son casi parecidas a
desayunar en Tiffany’s. En Truman Capote la infancia y el
vínculo con las emociones
más puras se confrontan con el quiebre obligatorio de la
inocencia y la frialdad de la realidad de la que no puede
escaparse; dos universos que conviven en Holly tanto como en
él, en el delicado hilo que atraviesa la historia e hilvana lo vulgar
y lo extraordinario estrechando una distancia que en realidad no
existe.

Tanto el deseo y el lugar propio, la búsqueda y el
hallazgo, o la mentira y la
verdad, pueden a veces perder el significado real en el universo de
Truman, así como el voluble valor de lo
genuino y lo artificial.

3. La belleza del
monstruo

Detrás de todos los personajes y del suyo propio,
existe otra protagonista. Una reina de belleza llamada Lillie Mae
que en algún momento de su vida creyó poder ser
feliz, y quizás ese fue el peor de sus errores. A los
dieciséis años era casi oficialmente la
señorita más hermosa de Alabama. Se casó con
un hombre más de diez años mayor que ella, y dio a
luz a un hijo
al que nunca sería capaz de ofrecerle un amor como el que
sentía por sí misma.

Pues bien, esta mujer, que debió dejar último en
su lista de planes el de tener un hijo, y su marido no demasiado
abnegado, hicieron de Truman un niño abandonado. Durante
el resto de su infancia, período que transcurrió en
una casa llena de tías solteras, la imagen de su padre no
fue más que la de un hombre totalmente remoto cuya
irrealidad resultaba para Truman hasta intrigante. La belleza de
su madre, en cambio, fue para él objeto de una
fascinación que lo acompañaría hasta la
muerte. Pero
en esos tiempos la muerte era algo totalmente ajeno, y la
juventud barrió el dolor ante el mundo y sus promesas.
Pero detrás un hombre desamorado y una mujer inundada de
futuro, había un niño sin nada más que
él mismo y la gestación de su precoz talento.

Años más tarde, siendo Truman todavía un
niño, esta mujer y su nuevo y prometedor marido lo
llevaron a vivir con ellos, como alguien que recoge un paquete
guardado por un tiempo en alguna casilla perdida en la
estación de trenes. Pero el alarmante amaneramiento de las
conductas de aquel niño frágil y (dicen muchos)
hermoso como su madre, hizo de él un objeto de desprecio
para ella. El rechazo desplazaba al abandono. Quizás no
era el hijo que una mujer así podía querer para
presentar en sus reuniones sociales.

La belleza de la madre y la admiración de un
niño que se encuentra prácticamente solo ante el
dolor de crecer y no comprender muchas cosas, encuadraron en
Truman un retrato que llevaría consigo por siempre. La
necesidad de sentirse querido lo estigmatizaría más
allá y por sobre todos los caminos que tomase en la vida,
para nunca dejarlo escapar. Como joven ambicioso seguiría
de alguna forma los mismos pasos de su madre, con la diferencia
de que él contaba con un talento que no podía
hacerse esperar. Años más tarde volvería la
mirada sobre la muerte de esa mujer que se quitó la vida
en aquel departamento de Nueva York, el lugar que de alguna
manera había podido conseguir entre las fauces de la gran
ciudad y de los deseos.

Pero entre el momento del abandono de Truman y el regreso de
su madre, ocurrieron en su vida los años más
fértiles en cuanto a material para su obra, y en este
preciso punto aparece otro personaje realmente inolvidable.

Mi cuento
preferido de Truman, tiene por nombre Un recuerdo
navideño
. Es una fábula anecdótica en la
que el escritor se despliega artísticamente pleno, en un
relato de conmovedora pureza. En mi opinión la
sensibilidad extremadamente fina del autor encuentra su
máxima expresión en este cuento y en otro titulado
Una guitarra de diamantes.

Pero volviendo al primero, hay aquí un período
de su vida que a lo largo de su trabajo como
escritor aparece siempre cubierto por una manta calma y
atemporal, y debajo la ternura e inocencia lejanas a todo que se
vuelven en el cuento la realidad más confiable.

Miss Sook era una mujer mayor de inteligencia
estrecha pero de corazón ilimitado, gracias a quien Truman
pudo decir que su infancia fue feliz. El amor
incondicional (sí que existe) y el singular vínculo
que los unía como cómplices en un abrazo protector
ante cualquier clase de
maldad, sería un pedazo en el recuerdo que Truman
mantendría intocable entre todo el manoseo de experiencias
que fue su vida. Su infancia en la calidez de las costumbres y el
cariño entre quienes se tienen solo el uno al otro, se
convirtió en un lugar al que podría regresar cuando
quisiese, y del que nada sería capaz de privarlo. Nunca
hay dos de
nada, dice Miss Sook en el cuento cuando un hombre
intenta comprarle a un buen precio el
hermoso pino de navidad que
llevaba a rastras, alegando que luego podría regresar al
bosque a buscar uno igual. Este aspecto de la vida de Truman, en
medio de la idiosincrasia sureña y las estructuras
sociales fueron material suficiente para una gran parte de su
obra, entre la que se destaca también una novela
increíble: El arpa de hierba.

-¿Lo oyes? Es el arpa de hierba, que siempre nos
cuenta algo nuevo… Lo sabe todo de la gente de la colina,
de los que vivieron antes aquí. Y cuando nosotros estemos
muertos, también contará nuestra historia
.

En la novela, hay un
niño huérfano amparado por sus tías, una
la mujer
más rica del pueblo, severa y dominante, y la otra su
disminuida hermana Dolly, dulce e ilusa hasta lo irrisorio,
acompañada siempre por una negra delirante cuya
dicción nadie comprende. Luego de una pelea entre las dos
hermanas, Dolly se escapa con la criada y el niño y se
instalan en la casa de un árbol bajo una gran frazada para
esconderse del frío. Se desarrollan entonces los sucesos
más insólitos y de humor casi satírico a los
que dan pie los desesperados intentos de las distintas
personalidades del pueblo para lograr que vuelvan a su vida
normal, todo de la mano de esa poesía tan natural. Tanto
en Un recuerdo navideño como en El arpa de
hierba
, la importancia del refugio y los santuarios
delimitados por la fuerza del cariño son protagonistas, en
medio de tantas historias y personajes entrañables dignos
de atesorar como recuerdos propios.

4. La puerta del
sótano

El precoz talento de Truman lo llevó a conseguir
rápidamente un lugar entre los jóvenes talentosos y
prometedores de la gran ciudad. Su humor sagaz y personalidad
escandalosa en busca de atención lo establecieron entre los altos
círculos como el niño de gracia maliciosa siempre
dispuesto a divertir a un grupo de
personas en alguna fiesta. Tras dejar la asfixiante
atmósfera de las costumbres, podía ahora demostrar
lo que su talento, única valía con que había
contado desde pequeño, sería capaz, luego de
abandonar un hogar en el que nada estuvo nunca predispuesto para
su felicidad.

Los escalafones sociales, el encanto y la
sofisticación, lo hicieron parte ese burdo juego en el
que absolutamente todos son reemplazables. Los límites
nunca tuvieron validez para una persona que no debía nada
a nadie y podía ahora hacer lo que se le antojase, entre
celebridades que su madre ni siquiera soñó
frecuentar.

Sin embargo, tras aquel desfile de máscaras del que
resultaría muchos años después su inconclusa
Plegarias atendidas, se pulía en su interior la
avidez del artista que lo convirtió en lo que hoy
significa, escribiendo no sólo sus famosas novelas, sino
también cuentos perfectos en más de un sentido.

Muchos seguramente creyeron que las fronteras
artísticas de Truman ya estaban de sobra establecidas para
la fecha del 14 de de noviembre de 1959. Lo cierto es que ese
día morían asesinados los cuatros miembros de una
familia de acaudalados granjeros en un pueblo de Kansas sin
ninguna razón aparente.

La noticia tuvo cierto impacto en los diarios, aunque el caso
parecía destinado a convertirse en uno más entre
los escalofriantes números de un mundo en el que ya nadie
se pregunta por qué ciertas cosas no tienen
explicación. Truman decidió (quizás sin
saberlo) ir más allá y viajó a Holcomb, el
pequeño pueblo acalambrado por el todavía
estridente sonido de la desgracia. Iba para escribir. Pero esta
vez se aventuraba en un lugar al que no llegaban las voces del
éxito.
Se encontraba ante un sur distinto, más parecido al de
William Faulkner que al de Mark Twain. Quizás no
sabía realmente en qué se estaba metiendo. Lo
cierto es que después de atreverse a curiosear entre las
cavernosidades de la mente, el niño fue atrapado en su
propio juego.

No fue nada fácil para un hombre como Truman conseguir
la entrada al Kansas austero y de rancio conservadorismo de los
’60. Junto a su amiga Nell Harper Lee tuvo que seducir con
perseverancia hasta al mismo detective Alvin Dewey, encargado del
caso, y obsesionado por encontrar a los culpables. Pero el
problema comenzó cuando la captura de los criminales y la
posterior sentencia a la pena capital
extendieron sus planes introduciéndolo en un proyecto que la
mayoría consideraba una apuesta al fracaso. Nadie
podía imaginar qué beneficio podía llegar a
encontrar Truman Capote vagando seis años por la
desértica región de Kansas.

Sin embargo él creyó tener un libro en sus
manos, y sirviéndose de su talento como entrevistador y
seductor innato (demostró que podía lograrlo todo),
fijó su concentración y capacidad a seguir por
dentro la línea que condujo a los dos asesinos a acabar
con la vida de una familia de buenas personas. El artista
cedió el lugar al cronista, mientras se comprometía
cada vez más en la vida de los criminales y la historia de
la familia.

A sangre fría, es un relato crudo, que se
mantiene imperturbable ante cualquier indicio de eje moral que el
lector pueda esperar encontrar. Todo se sucede del mismo modo sin
importar lo impactantes que puedan resultar determinadas imágenes
astutamente planeadas. El tono conserva la distancia propia de un
relato periodístico, con la diferencia que este libro no
es tal cosa. El propio autor lo denominó Non-fiction
novel
, una deslumbrante incursión entre géneros
que concilió sus habilidades para la novela y el periodismo.
Otro logro fue su capacidad para extirpar de la narración
la participación del cronista, descentrando el usual
protagonismo del que se vale el periodismo sobre la base del
testigo y su enfoque.

Sin embargo el libro no pierde un ápice de
verosimilitud, y mantiene vivo ese brutal realismo que
tensa el ánimo del lector en la certeza de que todo lo
narrado es cierto. Mientras tanto, y como si fuera poco, se
dibuja a través de las páginas el retrato
biográfico de una sociedad y la
confrontación con las fisuras de un orden que pretende no
tenerlas.

Pero para lograr todo esto, Truman tuvo que hacer a un lado
cualquier tipo de impedimento interno, y decidirse a abarcar todo
cuanto pudiera. Poco a poco entabló con los delincuentes
un diálogo
que se volvía gradualmente profundo en sus repetidas e
insistentes visitas a la prisión (visitas que probaron su
destreza como periodista, al desarrollar una técnica tan
hábil como para hacer olvidar a los interlocutores que
estaban en realidad siendo burdamente utilizados).

Pero este diálogo cada vez más profundo que
avanzaba voraz dentro de la vida de cada uno de los asesinos
removió en Truman sus propias manchas oscuras,
intensificando un vínculo tan naturalmente enfermo entre
él y el convicto Perry Smith que rayaba en la
identificación.

Otra vez las experiencias de la niñez y sus
caóticas consecuencias hacían mella en el interior
de ambos. Un huracán silencioso que lo envolvió en
los laberintos de la culpa, el miedo, la angustia, la
redención. Un lugar al que tarde o temprano tenía
que bajar detrás de la encandilante luz del éxito y
la atención. Porque en muchos sentidos, él
también pertenecía a ese lugar, y ya había
conseguido despistar demasiado tiempo a su patológica
naturaleza.
Mientras tanto, se debatían en él la
compasión por los asesinos y su ansiedad porque la
ejecución (a la que asistiría) sucediera de una vez
por todas para poder escribir el libro y salir al fin de aquel
ambiente tan
opresivo.

Es como si Perry y yo hubiéramos crecido en la misma
casa, pero yo hubiera salido por el frente, y el por la parte de
atrás.

Aproximadamente seis años después de que
la familia
Clutter fuera brutalmente asesinada, Perry Smith y Dick Hickock
murieron en la horca. Truman partía de regreso a la gran
ciudad con su renovada sed de adulaciones. Lo había
conseguido.

5. Plegarias atendidas

Hay al menos dos ocasiones en que una persona no sacrifica
un amuleto: cuando no tiene nada y cuando lo tiene todo; ambas
son un abismo.

Se oían aplausos y estadísticas que anunciaban un excelente
número de ventas. A
sangre fría
habría logrado su entrada a miles
de hogares norteamericanos, mientras que la crítica
no puso ninguna objeción en aceptar que se trataba de una
obra única. Luego de su resonante regreso al mundo
intelectual que lo recibía siempre con tanto gusto, y
más ahora que volvía con un gran libro bajo el
brazo, decidió organizar una fiesta en blanco y
negro
, y convocar a las personalidades más destacadas
de Estados Unidos.

Sin embargo poco había para celebrar, teniendo en
cuenta que comenzaba hace tiempo en Truman la caída libre
desde el pináculo de su carrera. El silencio se
había expandido en el interior de Truman, sólo era
necesario que tanto ruido se atenuara un poco.

Había cumplido con su deber, había demostrado
que América es la tierra de
los sueños y que lograr era una palabra a la que
cualquier persona podía aspirar. Había forjado su
talento muy temprano donde nadie podía ofrecerle ayuda.
Había conseguido hacerse un lugar en los más altos
círculos del jet set neoyorquino y en la
mismísima Literatura Norteamericana.
Ahora daba una gran fiesta en la que todos podrían brindar
por él y por ellos mismos, por ser quienes eran y estar
donde estaban. ¿Qué querían ahora?
¿No había cumplido las expectativas de todos
aquellos aduladores que fomentaron su extrema sensibilidad a la
crítica? Se había convertido en su propio Gran
Gatsby
, y ahora solo le quedaba hundirse para siempre con lo
que después de Scott Fitzgerald quedaba del sueño
americano.

Con los efectos intermitentes de la droga y el
alcoholismo
comenzó a escribir una escandalosa novela
proustiana de la que sólo se encontraron tres
capítulos después de su muerte. La
publicación de algunos fragmentos de Plegarias
atendidas
le cerraron las puertas de sus amigos y conexiones,
que se veían afectados por las descaradas revelaciones de
la novela.

La voz del libro es un personaje despectivo y mundano que
desnuda la naturaleza grotesca de la alta sociedad y sus
movimientos. Se suceden en el relato interminables apariciones de
increíbles personajes (la mayoría basados en
personas reales) apuntados con el más destructivo cinismo
que muchas veces hasta hace reír.

Por último, en un capítulo sensacional en mi
opinión, aparece en escena un famoso restaurante de
celebridades, y una conversación de cuya maraña de
sensacionales chismes surge una historia de vulgar: la de un
hombre que decide cortejar a la horrible esposa del gobernador y
satisfacer una morbosidad totalmente ajena al placer sexual, algo
que no pasa desapercibido ante la mujer que cede a las propuestas
del extraño. Plegarias atendidas constituyó
una especie de mensaje lleno de despecho que esperaba terminar de
una vez de cerrar ese círculo autodestructivo en el que
decidió abrazarse más que nunca a su soledad, hasta
morir sin haber cumplido los sesenta años, producto de
sus adicciones.

Antes de irse, sin embargo, Truman dejó a
disposición de sus lectores dos piezas más de su
delicioso estilo: una recopilación de textos y entrevistas
conservadas a lo largo de los años llamada
Música para camaleones, y lo que sería su
último cuento: Una Navidad.

Música para camaleones es uno de los libros
más deleitables que leí. Con su habitual
irreverencia da un paseo por las escenas más terribles y
divertida, entre las que se encuentra, entre otras cosas, la vida
misma, sobre ese dejo de tristeza siempre presente. Lo que yo
personalmente más disfruté de la
recopilación fueron las entrevistas a dos niños
solitarios y encantadores, que no pudieron sobrellevar el riesgo
de sobresalir: Marilyn y él.

Su último cuento Una navidad, es otra
anécdota maravillosamente narrada como sólo
él sabe hacerlo, que recuerda una navidad que su padre
decidió pasar con él en la ciudad. Entre las
distantes líneas de la memoria, se
descubre un paisaje lleno de proyectos
inconclusos y deseos vacíos. Recuerdos de personas que
tuvieron toda la intención de ser felices. Lo cierto es
que una vez más Truman volvía para reencontrarse
con ese pedazo de alma que llevaba tan lastimado.

El cuento termina con una postal que él envía a
su padre en agradecimiento del regalo de Navidad, y quizás
fuera la única forma en que se despidió de su padre
y del mundo.

Y, al día siguiente, lo hice. Fui con Sook a la
oficina de
correos y compré una postal de un penique. Hoy,
todavía existe esa postal. Fue encontrada en la caja de
caudales de mi padre cuando murió, el año pasado.
Esto es lo que le había escrito: Hola papá espero
que estés bien como yo y estoy aprendiendo a pedalear muy
rápido en mi avión estaré pronto en el cielo
así que mantén los ojos abiertos y sí te
quiero Buddy.

A veces tengo la sensación de que antes de morir las
personas ven una imagen de su infancia perdida en un lugar remoto
de la memoria. A veces
también pienso que eso pudo sucederle a Truman: una imagen
que barrió en él absolutamente todo,
regresándolo otra vez a ese lugar que buscó con
tanto fervor.

En Desayuno en Tiffany’s, después de la
partida de Holly, su enamorado intenta encontrar el gato que ella
había soltado entre la lluvia de Nueva York antes de irse
(una de los episodios que más disfruté en mi vida).
A veces creía verlo, pero nunca era él. Hasta que
un día apareció.

Me pregunté cuál sería su nombre,
porque seguro que ahora
ya lo tenía, seguro que había llegado a un sitio
que podía considerar como su casa. Y, sea lo que sea,
tanto si se trata de una choza africana como de cualquier otra
cosa, confío en que Holly también la haya
encontrado.

Yo también espero que Truman lo haya conseguido.

Bibliografía

Truman Capote: Desayuno en Tiffany's

                      
A sangre fría

                      
Otras voces, otros ámbitos

                      
El arpa de hierba

                      
Plegarias atendidas

                      
Música
para camaleones

                      
Cuentos completos.

F. Scott Fitzgerald: El gran Gatsby

Tenesse Williams: Un tranvía llamado deseo

 

 

José D. Militano

Estudios: En este momento cursando 2do año polimodal en
Economía y Gestión de las Organizaciones.

Diploma Superior en Teoría,
Solfeo y Piano.

6to año de Idioma en la Cultural Inglesa (en este
momento cursando FCE).

Partes: 1, 2
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