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Inmigración a la Argentina: Españoles (hasta 1975) (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

En Santa Fe, en las afueras de Rosario, "Nueva España"
fue colonia hortícola; también hubo colonos
españoles –de regiones diversas- en San Carlos
(Santa Fe), en Urquiza (Entre Ríos) y en otras colonias
agrícolas del resto del país. Españoles
fueron pioneros de Río Gallegos, Comodoro Rivadavia,
Colonia José de San Martín y en la Península
Valdés".

"Los gallegos y los catalanes se radicaron, en general,
en la ciudad. Los meridionales, en Mendoza, Río Negro y
Entre Ríos, dedicándose, principalmente al trabajo
rural en las plantaciones. Los valencianos fueron a Corrientes y
a Misiones. Los asturianos se instalaron en las provincias
andinas, en el noroeste de nuestro país. Los andaluces se
dedicaron, mayormente, a la horticultura. Arana, Aguirre,
Irigoyen, Elortondo, Iraola, Anchorena, Urquiza, Alzaga, Atucha,
Elizalde, Ezcurra, Gorostiaga, Casares, Uribelarrea,
Azcuénaga, Udaondo, Olazábal, Madariaga, Guerrico,
Anasagasti: son todos apellidos españoles de origen vasco,
ligados a la historia del campo
argentino. Los vascos, legendario y antiquísimo pueblo de
Europa, se
dedicaron a nuestro campo con empeño singular, como
ganaderos, tamberos y fruticultores. La figura del vasco tambero
integra nuestra más pura tradición
nacional".

"Canals fue uno de quienes más impulsaron el
progreso de Rosario. Otros españoles contribuyeron al
crecimiento de los viñedos mendocinos y sanjuaninos.
Español era el origen de los fundadores de "La Martona",
creada en 1900 por la familia
Casares. Ocho años después, un grupo de
tamberos de procedencia evidente, fundó otra
compañía láctea: "La Vascongada". Y en ese
mismo año, "La Cantábrica", inició el rumbo
que la llevara a la fabricación de maquinaria
agrícola con la que sembró todo el
país".

"Aquella variedad genial española de que hablaba
Mallea, retoñó en nuestra Patria. A lo largo y a lo
ancho de nuestro campo, hubo peninsulares que se hicieron
argentinos mientras labraban la tierra,
criaban ganado, sembraban frutales o cereal y organizaron su
vínculo fraternal, cultivaron el suelo, sirvieron a la
Patria y agrandaron nuestro patrimonio
espiritual" (1).

Gabriel Báñez, en su novela
Virgen, afirma que la protagonista "Había llegado a
un país de tanos y gallegos y de rusos y turcos, y todo lo
que no entrara en el dos por cuatro de esa conclusión
elemental era una rareza de apellido pero nunca de nacionalidad"
(2).

"A todos los italianos se los incluirá en "la
categoría ‘tano’ –señalan
Alvarez y Pinotti-; del mismo modo que a los españoles se
los llamará unánimemente
gallegos’, a todo aquel que venga del Imperio
Otomano ‘turco’ y actualmente,
bolita’ designa a todo el que venga del
área andina, sea boliviano, peruano, ecuatoriano, o
simplemente jujeño. Este uso de rótulo sirve para
homogeneizar la diversidad apabullante y de paso descalificar el
‘Otro’ " (3).

"La urbe no consigue absorber del todo el aluvión
tumultoso que avanza desde el puerto –afirma Luis Ordaz-, y
si bien el inmigrante se va incorporando al medio que habita e
integra, éste (el medio) se conforma, asimismo, con dicha
participación e incidencia. El inmigrante se adapta o no,
pero, a la vez, impone un nuevo sentido a las cosas y hasta las
nombra y condimenta con vocablos y giros que componen una nueva
jerga de frontera.
Italianos y españoles, particularmente, pero
también ‘turcos’, polacos, ‘rusos’
(judíos
de variadas procedencias), animan una población pintoresca por el enfrentamiento,
habitualmente apacible y sin prejuicios de ninguna índole,
de todas las nacionalidades, razas y credos. Todo esto resalta,
de manera natural, en el ‘sainete porteño’ "
(4).

Aurora Alonso de Rocha destaca que "La voz del pueblo
–voz del cielo- llamó gallegos a todos los
españoles inmigrantes y gringos a los otros extranjeros.
De ese modo dejaba dos mensajes para el futuro: primero, que los
españoles no eran extranjeros comunes; eran, sí,
los ‘otros’, pero los otros del idioma común y
la tradición que ya formaba parte y sustento de lo
criollo, y segundo, que los gallegos habían sido, entre
los españoles, los más en número y los
más conspicuos. ¿Qué nos mueve a hacer el
esfuerzo de reconstruir pueblo por pueblo, grupo por grupo, el
fenómeno inmigratorio? Porque fue el más
significativo del siglo pasado y determinante del presente siglo,
porque vivimos en comunidades migratorias, porque nos reconocemos
en nuestras singularidades nacionales y en la amalgama
irrepetible que somos los argentinos. También porque
buscamos, racionalmente, las raíces que sentimos en el
corazón" (5).

Notas

  1. S/F: Para todos los hombres del mundo que quieran
    habitar suelo argentino
    . Buenos Aires,
    Clarín.
  2. Báñez, Gabriel: Virgen. Buenos
    Aires, Sudamericana, 1998.
  3. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa:
    op.cit.
  4. Ordaz, Luis: "Armando Discépolo o el
    ‘grotesco criollo’ ", en Historia de la Literatura
    Argentina
    . Buenos Aires, CEAL, 1980.
    (Capítulo).
  5. Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
    Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
    1994.

En
testimonios

Andaluces

En "Los Fernández invaden Argentina", José
Luis Entrala Fernández recuerda, entre otros antepasados,
a un maestro inmigrante: Antonio Fernández Osuna
nació el 25 de febrero de 1841 en Encinas Reales (…)
había salido del hogar paterno, para graduarse como
maestro de enseñanza primaria tras unos estudios que
probablemente haría en una Escuela privada
de Maestros de Antequera y revalidaría en la Escuela
Normal de Magisterio de Granada, o en la de Málaga.
Antonio ejerció su profesión en Antequera, pueblo
grande y rico en la provincia de Málaga.

No hemos conseguido, hasta ahora, saber que clase de
actividad desarrolló aunque lo más corriente en
aquellos años era que los maestros impartieran clases en
su propia casa. Seguramente Antonio trabajó así
pero no podemos descartar que fuera profesor en
alguna Escuela antequerana. Lo que sí sabemos es que se
casó, apenas cumplidos los 20 años, con una
sevillana de Gilena conocida por Gracia Hidalgo Cisneros (…)
Gracia y Antonio pusieron casa en la Antequera de 1861
(…)

No hay unanimidad de criterios sobre la economía de los
Fernández Hidalgo pero no podemos ignorar que los sueldos
de los maestros en aquellos años apenas llegaban para ir
alimentando y vistiendo a la creciente prole que llenaba la casa
(…) Seguían viviendo en Antequera hasta que la menor,
Carmen, cumplió los 15 años.

Fue entonces cuando desde Argentina se pidieron maestros
españoles para trabajar "en la campiña" de la
provincia de Santa Fe, con contratos por
tres años y un sueldo de 60 pesos mensuales cuyo valor
adquisitivo no acierto a fijar.

Pero debía ser bastante porque Antonio, que ya
tenía 48 años y cinco hijos en casa (todos menos la
mayor, Pepa, ya casada, y Fernando, fallecido en la infancia) no
dudó en emigrar hacia el Dorado que entonces representaba
la Argentina para los españoles. Antonio, Gracia y sus
cinco hijos se embarcaron en el trasatlántico "Provence"
seguramente en Gibraltar, aunque la travesía se
había originado en Barcelona, y se marcharon para no
volver jamás a la Madre Patria. (…) En Argentina
hacían falta maestros para enseñar en los
pueblos.

La ley de Educación
Común de 1884, mediante la cual el gobierno de
Juárez Celman quiso elevar el nivel de la enseñanza
primaria en el país, había concluido su primera
fase con la construcción de numerosas escuelas en
pequeños núcleos rurales de todo el territorio
argentino. Y entonces surgió un grave problema por la
falta de maestros que las regentaran. Los escasos titulados de
nacionalidad
argentina no querían dejar las grandes
ciudades.

Así que el gobernador de la provincia de Santa
Fe, Manuel Gálvez, cortó por lo sano y
resolvió contratar 60 maestros trayéndolos de
España por razones de "idioma, raza y religión". Para ello
se constituyó en Madrid una
comisión encargada de buscar candidatos que, eso si,
debían superar una larga serie de requisitos tales como
"celo por su trabajo, cumplimiento del deber, cumplimiento de la
Fe Católica y resultados comprobados de eficiencia en la
labor docente". Antonio, cumplía todos los requisitos con
su larga experiencia antequerana, y fue uno de los 60
seleccionados que viajaron entre febrero y junio de 1889.
Concretamente llegó a tierras argentinas el 7 de abril de
1889 para incorporarse a la escuela de San Carlos Centro, pueblo
muy cercano a Santa Fe de la Vera Cruz, capital de la
provincia de su nombre donde tomó posesión el 13 de
abril del mismo año.

En el Archivo General
de la provincia de Santa Fe (página 202 del "Registro Oficial
de la Provincia de Santa Fe") se guarda el "decreto sobre varios
nombramientos escolares" con la cita expresa de Antonio Fernandez
Osuna como "profesor de la graduada de varones de San Carlos
Centro". Está firmado, por el gobernador Gálvez y
por Juan M. Caffarata, el 7 de junio de 1889 pero con efectos
retroactivos desde el anterior 13 de abril. Esto significa que
Antonio comenzó a trabajar y a generar sus 60 pesos
mensuales de sueldo seis días después de su llegada
a tierras de América. (…) El Colegio Rural de San
Carlos Centro se abrió el 23 de septiembre de 1873 y
Antonio Fernández Osuna fue contratado como maestro
titular 16 años más tarde. (…) Cuando se
cumplieron los tres años del contrato Antonio
decidió volar por su cuenta y se trasladó a la
cercana Santa Fe donde para ganarse la vida impartiendo clases
particulares a la flor y nata de la sociedad
local. Se instaló con la familia en una
casa de la santafesina calle Buenos Aires, entre la 25 de Mayo y
San Martín (…) Antonio Fernández Osuna y su
familia vivieron en Santa Fe desde abril de 1892 y una fecha
indeterminada de 1894.

Tampoco sabemos cómo le fueron las cosas con las
clases particulares pero lo más probable es que la
situación no estuviera muy desahogada porque Antonio
optó por un nuevo traslado, esta vez a Buenos Aires. No
sabemos cómo pero consiguió un empleo en el
Ministerio de Economía, en calidad de
inspector de Rentas Internas (algo así como lo que en
España se llama inspector de Hacienda). (…) tanto
Antonio como la mayor parte de sus hijos, mejoraron en todos
los sentidos,
gracias a la decisión de emigrar. Hay documentación que nos permite fijar a la
familia en el año 1894 viviendo desahogadamente en Buenos
Aires, en la calle Pasco número 24. Todos menos
Concepción, que se había quedado con su
Bartolomé Martina, procreando hijos en San Carlos Centro.
De la vida y la muerte del
inspector Antonio poco o nada sabemos.

Solamente conocemos dos datos. Que en
1922 seguía en Buenos Aires con sus 81 años
cumplidos en una buena casa de dos plantas en la
calle Belgrano, y que tuvo la mala suerte de caerse al subir a un
tranvía justo el día que había ganado 12.000
pesos en la lotería y corría alborozado a su casa
para anunciar la buena nueva a su mujer Gracia.
Dicen que entre la caída y la edad Antonio falleció
dejando su nueva Patria argentina sembrada de hijos y nietos. No
sabemos la fecha exacta pero debió ser en el año
1923".

Manuel de Falla nació en Cádiz en 1876.
Fue "pianista y compositor. Protagonista del nacionalismo
musical español, obtuvo el Primer Premio de Piano en 1899.
(…) Incursionó en el mundo de la zarzuela y
estrenó Los amores de la Inés (1902). En
1904 comenzó a trabajar con el escritor Carlos
Fernández Shaw en la ópera La vida breve,
que le valió el premio de la Academia de Bellas Artes
(1905). En 1907 viajó a París, donde se
vinculó con Paul Dukas, Claude Debussy y su compatriota
Isaac Albéniz. Los cuatro conformaron una tertulia que
alentó el tránsito del romanticismo al
impresionismo
musical. Establecido en Francia,
comienza a trabajar en Siete canciones populares
españolas
(1912). La Primera Guerra
Mundial lo obligó, en 1914, a retornar a
España.

Allí compuso la música para ballet
El amor brujo
(1915), El retablo de Maese Pedro (1922) y muchas otras
piezas. Su último trabajo fue La Atlántida,
que quedó inconcluso y fue finalizado por un
discípulo suyo después de su muerte. En
1939, al terminar la Guerra Civil
Española, se radicó en la Argentina, donde se
convirtió en un referente para numerosos músicos
argentinos, como Alberto Ginastera, interesado en plasmar una
música clásica de raíz nacional" (1).
Falleció en Córdoba en 1946.

En un artículo, Claudio Ratier recuerda una
anécdota relacionada con los últimos días de
vida del músico (2); en otro, se conmemoran los sesenta
años de su llegada (3).

El editor Antonio Zamora nació en
Andalucía en 1896; falleció en Buenos Aires en
1976. Escribe Roberto Romero que Zamora "Cincuenta años de
actividad editorial -hasta un libro por
día en la época de mayor producción literaria- estuvieron matizados
con cárcel y exilio, un signo distintivo de quienes
emprendieron la única lucha posible sin las armas: la de las
ideas. Tan intensa como su producción editorial fue su
vida sentimental, con tres matrimonios y cinco hijos. Antonio
Zamora falleció en Buenos Aires el 5 de septiembre de 1976
a los 80 años. En el sepelio, Elías Castelnuovo, su
gran amigo durante seis décadas, se despedía con
estas palabras del editor y militante socialista:
"…pasarán muchos hombres, se harán muchas obras,
pero lo que hizo Antonio Zamora a favor de la cultura del
país, eso no pasará jamás’ "
(4).

Francisco Ayala nació en Granada en 1906. "Desde
muy joven se destacó como novelista y cuentista. En 1939
se exilió a Argentina, donde fundó la revista
Realidad. Después pasó a México,
Puerto Rico y
E:E:U:U. Fue profesor de sociología en varias universidades. En sus
obras, Ayala plasma su experiencia e ideología personales, cierto tono
irónico y escéptico y una fluida narración"
(5). En la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, en
abril de 1992, Su Majestad el Rey de España expresó
lo siguiente: "Nunca consideró el exilio Francisco Ayala
como un destino cultural. Para él, la creación
desarrollada en aquellos tiempos pertenece a la integridad de la
cultura española, y posee con la que se siguió
haciendo dentro de nuestras fronteras el rasgo unificador del uso
común del idioma castellano. Ayala
ha puesto así el acento en una cultura no diferenciada,
sino enriquecida por los hechos históricos"
(6).

Rafael Alberti nació en Puerto de Santa
María, Cádiz, en 1902; falleció en su tierra
en 1999.

Perla Rotzait relata que, en la Argentina, "la vida no
era fácil económicamente para los Alberti.
María Teresa no podía trabajar en la radio,
la
televisión, el teatro ni el
cine, por
‘roja’, a pesar de su amistad con Delia
Garcés, quien había interpretado una
película con un guión escrito por María
Teresa. Pese a todas esas prohibiciones, trataba de ganarse la
vida con su ingenio y capacidad. En esos momentos
difíciles, Luis Peralta Ramos le rogaba –así
es la amistad- que le vendiera algún ícono u otro
objeto que ellos habían traído de algún
viaje" (7).

De esta época es La arboleda perdida,
autobiografía de Alberti, en la que escribe: "Y ahora,
esta afiebrada tarde del 18 de noviembre de 1954, en mi cercado
jardinillo de la calle Las Heras, bajo dos florecientes estrellas
federales, el mareante aroma de un magnolio vecino, cuatro pobres
rosales, martirizados por las hormigas, y el apretado verde de
una enamorada del muro, doy comienzo a este segundo libro de mis
memorias". Y
luego, en julio de 1959: "no sé, pero hay algo en mi
país que ya tambalea, y entre nosotros, los desterrados
españoles, circulan vientos que nos cantan la
canción del retorno" (8).

Manuel García Ferré nació en
Almería en 1929. "Llegó a nuestro país a los
17 años, dejando atrás los sinsabores de la Guerra
Civil en su España natal. En Buenos Aires combinó
sus estudios de arquitectura con
la creación publicitaria, hasta que, en 1952, logró
su primer éxito:
Pi-pío, personaje adoptado por la revista
Billiken. Desde entonces se dedicó de lleno a los
dibujos
animados. En 1959 formó su propia empresa de publicidad, con
la que realizó más de 800 comerciales, entre ellos
Los gatitos de lanas San Andrés, ganador del primer
Martín
Fierro otorgado a una animación. (…)

En 1964, García Ferré creó uno de
sus más relevantes éxitos: la revista
Anteojito. Dirigida al público infantil, se
pobló de personajes de singular genialidad, como
Calculín y Petete. Fue el inicio de una
labor editorial dedicada a los niños,
que incluyó la publicación de clásicos de la
literatura hispanoamericana y gran cantidad de material
didáctico. Dejó de publicarse en enero de 2002. La
labor cinematográfica de García Ferré se
inició en 1973 (…)En 1999 se estrenó
Manuelita, una recreación
del personaje de María Elena Walsh. Pantriste es,
hasta ahora, el último personaje de García
Ferré y principal protagonista de su película
Corazón, las aventuras de Pantriste (2000), donde
reaparecen muchas de sus primeras creaciones" (9).

A criterio de Ignacio Gutiérrez Zaldívar,
"La tradición marinista en el Arte de los
Argentinos tiene tres nombres que son hitos fundamentales:
Eduardo De Martino, marino y pintor italiano, Justo Lynch y Oscar
Vaz. Tres generaciones sucesivas que se transmitieron una a otra
sus conocimientos y que esgrimieron con orgullo su
vinculación de maestro a alumno. Hijo de inmigrantes
andaluces, Oscar Vaz nació en Barracas el 10 de octubre de
1909. Recorrió los muelles desde niño,
acompañando a su padre en su tarea de despachante de
aduana, y
así comenzó su amor por el Riachuelo"
(10).

El dibujante Quino nació en Mendoza en 1932. Es
"nieto de una comunista militante e hijo de republicanos
exiliados". Acerca de sus mayores, expresó: "Mi abuela era
una militante que vendía los bonos del
partido. Mi padre no quería que lo hiciera. Y se armaban
unas trifulcas terribles en mi casa. Cuando era niño,
escuchaba radios de Moscú y de Pekín. Pero
también admiraba a Bing Crosby y estaba enamorado de
Mirtha Legrand. Yo tenía diez años. (…)
Nací en Mendoza en una familia andaluza, en un barrio
donde el panadero era español, el verdulero, italiano, el
otro comerciante, libanés.

A los primeros argentinos los conocí en la
escuela. Todos mis parientes eran españoles. Desde chico
tuve una visión muy amplia. Quizás por eso a
Mafalda la quieren tanto en tantas culturas distintas. (…)
Honestamente me siento más cerca de un campesino del
Mediterráneo que de un indio del Altiplano. Yo sé
que decir esto no cae bien, pero es la verdad. Quisiera estar
más atado a las raíces del lugar donde nací"
(11).

En otra entrevista,
dijo: "Yo me lo pasaba jugando, matando cucarachas y hormigas y
sin ningún contacto con la Mendoza de afuera. Así
fue que llegué a la escuela primaria hablando en anadaluz,
con conflictos
expresivos y de comunicación. Supongo que eso me hizo
elegir el dibujo como
medio de expresarme" (12).

En 2005 recibió el título de Caballero de
la Orden de Isabel la Católica y fue declarado ciudadano
ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

Ana María Bovo menciona a su familia de allende
el mar como una influencia decisiva en su carrera. Recuerda a su
abuelo Francisco, andaluz de Almería, como "un
extraordinario conversador, que me enseñó a decir
con gracia y humor; pero al mismo tiempo a saber
escuchar; comprender que las cosas tienen un tiempo y que en un
diálogo
hay que saber respetar el tiempo del otro". Se refiere asimismo a
una tía: "En Andalucía, conocí a una prima
de mi madre, mi tía Ana María (igual que yo), otra
narradora fabulosa, casi iletrada; había ido a la escuela
sólo durante tres semanas. Muy querida, la gente del
pueblo decía de ella que era graciosita como ninguna, fina
como los corales, que los mayores llegaban hasta su reja en busca
de consuelo y oraciones, y los chicos, de coplas y
chascarrillos".

Esta experiencia fue también muy importante para
ella: "Me maravilló poder unir el
mundo de la literatura de la memoria de
aquellos que dicen bonito, aunque no sepan leer, con el mundo que
yo había aprendido con estudio y lecturas"
(13).

En El tango en su etapa
de música prohibida
, escribe Juan Sebastián
Tallón: "En los años 5, 6, 7 y 8, ‘El
vico’,
que transitaba de los veinticinco a los veintiocho de su edad,
vivía en la pieza número 15 de El Sarandí,
conventillo situado en la calle epónima, entre Constitución y Cochabamba. Su
profesión consistía en la explotación de su
mujer, ‘La Moreira’, y en la pesca y
tráfico comercial, al contado, de pupilas nuevas. El era
de ascendencia italiana meridional (albaneses); ella, hija de
andaluces gitanos" (14).

Una andaluza se presenta en casa de Horacio
Quiroga. Escriben Ezequiel Adamovsky y Gustavo Bombini:
"Bastó con ver su aspecto, para que la andaluza que se
había acercado a la casa de Vicente López, en busca
de empleo, huyera despavorida. Al abrirse la puerta, había
visto a un hombre descalzo, vestido con un overol manchado de
grasa, con abundante barba y cabellera negras, ojos celestes e
inquietantes, muy flaco y de baja estatura. Contra lo que la
andaluza y nosotros mismos pudiéramos pensar, contra la
imagen
habitual del ‘escritor prestigioso’, quien
apareció allí era Horacio Quiroga" (15).

"Huérfano de padre y madre, Alberto
Rodríguez Gallego y González de Mendoza
–léase Alberto de Mendoza- fue criado en
España. Su abuela lo recibió en Huelva a los cinco
años: doña Isidra era una mujer severa, y
trató de encarrilar a su nieto, ya de purrete proclive al
callejeo.

Lo primero que hizo fue anotarlo en la escuela de los
escolapios, famosos por su mano dura. No resultó o
resultó a medias, cuenta el actor. Le iba bien en
literatura, pero las ciencias
exactas eran para él un tormento. ‘Me mandé
mil cagadas en el colegio, pero lo peor fue una vez que mi abuela
me agarró in fraganti –relata
nostalgioso-.

Resulta que yo tenía muy malas notas en álgebra y
una tarde mi abuela me obligó a estudiar la materia.
Pasaban las horas y yo, con el libro abierto. Ella iba y
venía, y yo seguía concentrado. Le dio por
desconfiar: me agarró distraido y con el bastón
tiró el libro. Cuando se cayó, vio que tenía
escondida una revista pornográfica, encima una de monjas y
curas… Me pegó una cachetada tan grande que me puse a
llorar. Me dijo: No llore, quedan muchos años para
llorar
. Tenía razón… Era una gran mujer que
murió durante la Guerra Civil. La tengo siempre presente,
en la cabeza y en la mesita de luz. Cuando me
acuesto, o cuando me subo a un avión, digo: Abuela,
protegéme
. Y lo hace" (16).

La decisión de una inmigrante fue fundamental en
la historia de los Prebble argentinos. Cuenta Carlos Prebble: "Mi
tatarabuelo Charles Prebble vino a la Argentina en el siglo XIX
para trabajar en el ferrocarril. Le fue tan bien, que cuando
volvió a Escocia hizo edificar una mansión a la que
llamó ‘Temperley’, en homenaje al barrio en el
que había vivido. Su hijo Edwin vino años
después a trabajar él también en los
ferrocarriles. Se casó con una andaluza, y tuvo tres
hijos. Edwin murió joven. Entonces, Charles Prebble
ofreció a su nuera costear el viaje de ella y los tres
hijos del matrimonio, para
que los niños se educaran en la tierra de su padre, a
expensas del abuelo. Ella no aceptó, y así fue como
los Prebble se quedaron en la nueva tierra".

Horacio Spinetto se refiere a un español
paragüero y sus descendientes: "En Talcahuano al 900
funciona la paragüería "Al Ambar". Horacio Ricci
trabaja con exquisitez, ya sea cambiando empuñaduras o
reparando las telas. El sabe que su negocio forma parte de la
historia de la ciudad, y que además el es uno de los
últimos paragüeros de Buenos Aires, situación
que lo enorgullece, pese a que el oficio dejó de ser
lucrativo hace rato. Horacio es la tercera generación al
frente del local.

En una nota publicada en la revista "Caras y Caretas"
del 4 de noviembre de 1933, Félix Lima, su autor, al
referirse a don Ildefonso Rodríguez Campos lo distingue
como "el bastonero mayor de Buenos Aires". Ildefonso había
llegado desde su Cádiz natal, en 1890, el año de la
Revolución
Radical, traía consigo un torno a pedal. Al
poco tiempo abrió "Al Ambar" en un local de Uruguay 770.
Por aquí pasaron personajes de la talla de Hipólito
Yrigoyen, Elpidio González, Benito Villanueva, Marcelo
T. de Alvear y Carlos Saavedra Lamas, entre muchos otros. El
negocio se mudó primero al 744 y luego al 361 de la misma
calle Uruguay. "Todos señores muy de llevar
bastón", decía Estela Rodríguez de Ricci,
hija de Ildefonso y madre de Horacio. La especialidad de
Ildefonso era el ámbar, ya fuera en puños de
bastón, boquillas, pipas cuyas cazoletas representaban
cabezas de viejos marinos, sirenas y leones a la manera de
mascarones de proa.

Con el tiempo el rubro principal fue el de los bastones,
que se producían artesanalmente, ya fueran de java, amouret,
lapacho, palo santo, virapitá, laurel, guindo,
coligüe y ébano, a veces con puño de carey o
marfil. El
Príncipe de Gales se llevó, admirado por su
calidad, tres bastones con puño de madera forrado
en cuero de
chancho. Poco después se sumaría el rubro de los
paraguas y las sombrillas, que terminaron siendo los
protagonistas. En 1946 "Al Ambar" se mudó al local
anterior, de Talcahuano al 1000. Entre la clientela destacamos a
Ignacio Corsini, Angelina Pagano, Santiago Gómez Cou,
Niní Marshall, Arturo García Buhr, Zully Moreno y
Delia Garcés. Los 110 años de vida de "Al Ambar"
forman parte de la memoria
porteña, mientras espera cumplir muchos más"
(17).

Notas

  1. Varios autores: Enciclopedia visual de la
    Argentina
    . Buenos Aires, Clarín, 2002.
  2. Ratier, Claudio: "Una prueba de inmortalidad", en
    La Nación Revista, 16 de abril de
    2000.
  3. S/F: "Un amor desembrujado", en La Prensa,
    Buenos Aires, 10 de octubre de 1999.
  4. Romero, Roberto D.: "Cultura sexual y física" "De eso
    sí se habla". Publicado en: Historia de Revistas
    Argentinas
    . Tomo III. AAER en www.learevistas.com.
  5. S/F: Enciclopedia Clarín. Buenos Aires,
    Visor, 1999.
  6. Rey Juan Carlos de España "Palabras de SM El
    Rey", en www.terra.cultura.es. Premios Cervantes.
  7. Barón Supervielle, Odile: "Alberti en Buenos
    Aires", en La Nación, Buenos Aires, 8 de
    diciembre de 2002.
  8. Alberti, Rafael: La arboleda perdida.
    Barcelona, Bruguera, 1980.
  9. Varios autores: Enciclopedia visual de la
    Argentina
    . Buenos Aires, Clarín,
    2002.
  10. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Oscar
    Vaz (1909-1987)
    . Catálogo de la muestra
    efectuada en Zurbarán en diciembre de 2005.
  11. Reinoso, Susana: "Quino: ‘ Los adultos
    están arruinando a los chicos’ ", en La
    Nación
    , Buenos Aires, 7 de diciembre de
    2003.
  12. Amato, Alberto: "Justo a él le tocó ser
    Quino". Fotos EFE, en
    Clarín Viva, Buenos Aires, 27 de junio de
    2004.
  13. Aubele, Luis: "A boca de jarro. Ana María
    Bovo. ‘El poder de los sin poder’ ", en La
    Nación
    , Buenos Aires, 29 de diciembre de
    2002.
  14. Tallón, Juan Sebastián: El tango en
    su etapa de música prohibida,
    citado en Páez,
    Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL,
    1970.
  15. Adamovsky, Ezequiel y Bombini, Gustavo: Para noche
    de insomnio. Textos de Horacio Quiroga
    . Buenos Aires,
    Libros del
    Quirquincho, 1991.
  16. Heller, Diego: "Pobre mi nona querida", en
    Clarín Viva, 5 de junio de 2005. Fotos: Alejandra
    López.
  17. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y
    el Rescate – El Paragüero y el Bastonero", en
    www.dgpatrimonio.buienosaires.
    gov.ar.

Asturianos

Pedro Fernández, asturiano de diecinueve
años embarcado ilegalmente en La Coruña hacia la
Argentina en 1899, escribe en su diario: "dieron a cada viajero
un plato de loza y un tarrito también de la misma materia,
juntamente con un tenedor y una cuchara. Cada uno iba a buscar su
comida en el plato, la cual era bastante buena consistiendo en
carne de buey y de cerdo, patatas, garbanzos, arroz, habas,
bacalao y algunas otras sustancias alimenticias bien
condimentadas por un viejo y divertido cocinero español;
¡y que apretones llevábamos cuando íbamos a
buscarla! con dos horas de anticipación ya la mayor parte
de nosotros provistos del servicio de
mesa que nos habían dado rodeábamos la cocina
cuando apenas había principiado a hervir la comida y antes
de principiar a repartirla cada uno empujaba a los demás
para llegar primero al caldero que contenía el rancho;
¡cuántos con el apuro se quemaban las manos
viéndose por este motivo a tirar con plato y
comida!

Los que como a mí no les gustaba el pan
comíamos el primer plato a toda prisa no haciendo caso
aunque la comida de tan caliente como estaba llevase consigo
pedazos de piel del
paladar o de la garganta pues nada se sentía con tal que
llegásemos al reenganche, como allí se decía
cuando se volvía por otro plato de comida" (1).

Narciso Ibañez Menta se radicó en la
Argentina entre 1931 y 1963. José Martínez
Suárez manifestó acerca del asturiano: "El fue un
maestro de actores y nuestra amistad nació cuando los dos
trabajábamos para los estudios Lumiton. Pero sólo
en 1976 pude tener el gusto y la honra de dirigirlo. Fue en la
película ‘Los muchachos de antes no usaban
arsénico’, una producción que me
brindó enormes satisfacciones y en cuyo rodaje
comprobé el talento, la exigencia profesional y la calidez
que poseía Narciso. Nuestra fraternal amistad
prosiguió a través de cartas y llamadas
telefónicas. Sin duda, con Ibáñez Menta se
fue un grande, una figura insustituible de la pantalla del teatro
y la televisión" (2).

Por evadir el reclutamiento
vinieron los tres hermanos asturianos Fernández Montes,
enviados por su madre, quien quedó en España con
sus otros hijos. Nicanor Fernández Montes, nacido en
Loredo, "llegó a Buenos Aires en el Capolonio, un barco ya
casi legendario, que también fue tema de un tango". Su
hija, Angela, cuenta que viajó en barco a la Patagonia,
luego de un tiempo en el Hotel de Inmigrantes: "en una travesía
marcada por olas de veinte metros… (…) Su primer destino fue
Río Gallegos, donde no había ni veinte casas, y de
ahí lo mandaron de puestero a una estancia. (…) En la
Patagonia no había nada de lo que él sabía
hacer, de modo que tuvo que improvisar, como todos los
integrantes de una sociedad pionera. (…) Una vez, llegó
a estar catorce meses solo en un puesto… catorce meses….
Desayunaba, comía, merendaba y cenaba cordero… no
había otra cosa; lo notable es que le gustaba".

"Yo viajé a España –cuenta Pepe
Fernández Balado, hijo del inmigrante y hermano de Angela-
porque sentía que tenía que recuperar algo que se
me escapaba, que se me había escapado en la infancia.
(…) yo nací en el ’46 y en el ’50 y tantos,
había un horario en el que la radio no se
podía tocar: la hora de la audición
española… y yo reconozco todas las canciones de esa
época, como si fuera un español más. Es
más, cuando viví en España, con un
español, hacíamos competencias,
él empezaba un pasodoble, yo lo seguía y
así… y él no podía creer que yo me hubiera
criado en Argentina…" (3).

Fueron asturianos los padres de Niní Marshall.
Escribe Jorge Göttling: "El humor es siempre una salida
honorable. Lo supo desde siempre, acaso lo intuyó aquella
Marina Esther Traverso, nacida en Caballito hace justo un siglo,
sexta hija de un matrimonio asturiano de primera inmigración.

Por fatalismo y por elección, fue una chica de
barrio. Tertulias de canto y baile son coro y escenario de sus
primeros enmascaramientos: deforma las voces, acuchilla al
diccionario,
le da valor barriero a cada expresión. Con
castañuelas y panderetas se sube al palco del Centro
Asturiano. Tiene 12 años" (4).

Fue asturiana la madre de los actores Jorge y
Aída Luz, acerca de quien dice el hijo: "Mamá fue
muy cobijadora con nosotros. Papá nos quería pero
no era de hacernos caricias, nada. Entonces vos te vas adonde
el sol
más caliente".

Cuando Jorge Luz fue a conocer a su abuela asturiana, la
anciana le dijo: "Nin… –que quiere decir nene-. Nin,
nenu, nenín, que guapín eres al hablar… me dices
de vos, como a los reyes". Volvieron décadas
después: "Mamá se vino de Asturias cuando
tenía doce años.

Cuando ella tenía cincuenta y pico la
llevé a Asturias a ver a su mamá. Mi abuela. Ella
tenía una cocina muy grande y nos quedábamos a la
noche, en plena montaña, con la cocina encendida. Estaba
todo el campo verde, lleno de almendras, nueces, guindas. La
despedida fue fea. Cuando íbamos camino al aeropuerto, de
vuelta a Buenos Aires, mamá venía llorando, y le
dije: ‘Mamá, la viste, no le pidas más a la
vida’. A los cinco meses de llegar acá, murió
mi abuela" (5).

"Otra gran escritora judía de Rosario es
Angélica Gorodischer –afirma Alberto José
Miyara. La autora de Trafalgar tiene un apellido
eminentemente judío, y judío es asimismo el humor
que campea en su obra. Empero, la maestra de la ciencia
ficción argentina llega al judaísmo por
portación de marido –el original propietario del
apellido-, proviniendo ella de una familia asturiana y
rígidamente católica, por cierto" (6).

Un famoso café
porteño fue comprado por un asturiano. En "El café
Izmir", Carlos Szwarcer relata: "El Café Izmir, conocido
por la intelectualidad argentina a partir de la
publicación de la novela
Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal en 1948, era ya
famoso en los años ’30 como centro inevitable de
reunión de las oleadas inmigratorias y verdadera
institución en el barrio.

El local del lzmir fue construido a fines de 1932 sobre
la base de tres habitaciones de un inquilinato de la calle
Gurruchaga 432-436; su primer dueño habría sido
Jaim Danón, quien le daría ese nombre en recuerdo
de lzmir, su ciudad natal. En 1940, Rafael Alboger se hace cargo
del fondo de comercio y
comienza su larga trayectoria de veinticinco años
detrás de su mostrador. (…) En noviembre de 1969, el
asturiano Jesús Rodríguez se hizo cargo del fondo
de comercio y los años setenta serían testigos de
la lenta desaparición de los viejos "turcos".
"…Alboger tenía imán… mientras vivió
el café estuvo a full…"
aseguran con añoranza
sus viejos clientes. El
"espíritu oriental" ya no existía, y los
habitués, a excepción de un pequeño grupo,
eran otros: los empleados y albañiles de la zona. Los motivos de tal
metamorfosis fueron varios: el cambio de dueño, de estilo,
de sociedad, etc. (…) El lugar de reunión e
inspiración, y parte del alma y de la
cultura porteña, cerró definitivamente sus
persianas el 9 de octubre de 2000.

El lzmir figura entre los 39 cafés citados en el
libro Los cafés de Buenos Aires, publicado por la
Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares y
Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos
Aires y entre los 21 citados como ‘emblemas
porteños
’ en La Guía Total de Buenos
Aires,
de Diciembre 2000" (7).

Carlos Salatino y Beatriz Sevilla son "una pareja
dedicada al arte, el diseño
y la producción artesanal de objetos decorativos". Ellos
no pintaron inmigrantes, sino un barco, en homenaje al que trajo
a los fundadores de una cadena gastronómica, en uno de
cuyos restaurantes porteños los artistas realizaron el
mural al que nos referimos.

Sobre esta obra expresó Salatino: "El mural que
usted vio en FAME tiene una relación indirecta con el tema
de la inmigración. Los fundadores de esa empresa son
inmigrantes españoles y el nombre que eligieron para
denominar su primer establecimiento gastronómico en
gallego significa "hambre", un hambre que España,
caída en una profunda decadencia, carente de recursos,
atrasada industrialmente, debilitada por guerras
internas y perdidas sus últimas colonias, conoció
en una escala aún
mayor que la que aqueja a nuestro país hoy. Los fundadores
de FAME llegaron con la oleada de inmigrantes españoles
que buscaron aquí lo que sus países les negaban.
Cuando nos tocó realizar el mural, tuvimos en cuenta estos
factores pero no fuimos en absoluto literales. El puerto pudo ser
cualquier puerto, obviamente también el de Buenos Aires,
el barco se llama Virgen de Covadonga porque los fundadores de
FAME son, como buenos asturianos, devotos de esa Virgen. Tal vez
ellos al mirar el mural hayan recordado el barco que los trajo a
esta tierra, aunque se llamara de otro modo y, ciertamente, si
ellos no hubieran llegado, como tantos otros, a este país,
FAME -que hoy ya es una cadena de cuatro grandes
establecimientos- no existiría, y el mural tampoco"
(8).

Horacio Spinetto recuerda un dicho de un español:
"Como decía Cándido Ramos un viejo colchonero
asturiano: ‘En nuestra actividad no es cuestión de
quedarse dormido’ " (9).

Notas

  1. Méndez Muslera, Luciano: "Salida del
    emigrante", en "Asturias en la emigración", en
    www.telepolis.com/indianos.
  2. Martínez, Adolfo C. "El caballero del miedo",
    en La Nación, Buenos Aires, 16 de mayo de
    2004.
  3. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
    empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del
    Plata, 26 de noviembre de 2000.
  4. Göttling, Jorge: "Biografías de Buenos Aires", en
    Clarín, Buenos Aires, 4 de agosto de
    2003.
  5. Guerriero, Leila: en La Nación Revista.
  6. Miyara, Alberto José: "Escritores
    judíos de Rosario: apuntes para el estudio de una
    literatura", en Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen A.
    (comp.): Recreando la cultura judeoargentina / 2 Literatura
    y artes plásticas
    . Buenos Aires, Editorial
    Milá, 2004.
  7. Szwarcer, Carlos: "El café Izmir", en
    SEFARaires, N° 14 y 15.
  8. Salatino, Carlos: e-mail enviado a M. G.
    R.
  9. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y
    el Rescate – El Colchonero", en www.dgpatrimonio.buienosaires.gov.ar.

Baleares

Alvaro Abós escribió sobre Juan
Torrendell, acerca de quien afirma: "Uno de los más
singulares libreros y editores de Buenos Aires fue el
mallorquín Juan Torrendell, cuyo sello Tor publicaba
libros que no siempre respetaban su integridad (Torrendell
solía tijeretear los originales para adaptarlos a los
pliegos disponibles) pero que, a veinte o treinta centavos el
tomo, llevaron autores clásicos y modernos a millones de
lectores.

Acosado por una de las tantas ‘crisis’,
Torrendell tuvo una idea extrema: en su local de Florida, bajo
una gran balanza, colocó carteles que ofrecían:
‘Un kilo de libros a 1 peso, dos kilos por 1,50’. El
escándalo fue memorable y a él contribuyó la
airada protesta de la Academia Argentina de Letras para la cual
la idea del mallorquín resultaba herética. En su
erudita investigación Libreros, editores e
impresores de Buenos Aires
(1974), Domingo Buonocuore
transcribe la solicitada aparecida en varios diarios el 6 de
junio de 1934: la Academia pedía ‘al público
lector’ que no aceptara el sistema de libros
por peso ya que ‘equipara la producción intelectual
con una vil mercancía’. Pero la librería
estaba colmada a toda hora" (1).

En "El equipo de traductores de don Juan", Fernando
Sorrentino escribe: "Lecturas seleccionadas y completas a
precios que
por su calidad son insignificantes. Estos volúmenes
lujosamente presentados, con 250 y 300 páginas, impresos
en papel de calidad superior y llamativas portadas en colores. Pedirlos
en todas las buenas librerías de
América.

El primer párrafo
se encuentra en la contratapa de El fantasma de la
Ópera
(Buenos Aires, Tor, 1944), de Gaston Leroux; el
segundo, en la de El hombre invisible (Buenos Aires, Tor,
1948), de Herbert George Wells. De que los precios eran
insignificantes, no cabe duda alguna; pero nadie se
atreverá ni siquiera a insinuar que los volúmenes
estaban lujosamente presentados e impresos en papel de calidad
superior. La Editorial Tor, que perduró
—según creo— hasta más o menos 1950,
tuvo un catálogo extenso y heterogéneo. De los
muchos libros que —por su bajo precio
compré en mi adolescencia,
sólo conservo algunas reliquias: conocí a Pedro
Antonio de Alarcón por El capitán Veneno, y
a Benito Pérez Galdós por Misericordia.
Manuel Gálvez publicó en Tor sus polémicas
biografías Vida de don Juan Manuel de Rosas,
Vida de Sarmiento y Vida de Hipólito
Yrigoyen
. También apareció con ese sello la
primera edición
(1935) de la borgeana Historia universal de la infamia.
Las novelas rosas de M. Delly
eran vecinas de los libros críticos y filosóficos
de Giovanni Papini. Y hasta un juvenil Bioy Casares editó,
en 1933, con el seudónimo de Martín
Sacastrú, su segundo libro: Diecisiete disparos contra
lo porvenir
" (2).

Notas

  1. Abós, Alvaro: "Pasión por los libros",
    en La Nación, Buenos Aires, 4 de enero de
    2004.
  2. Sorrentino, Fernando: "El trujamán: El equipo
    de traductores de don Juan" Centro Virtual Cervantes ©
    Instituto Cervantes (España), 14 de enero de
    2004.

Cántabros

Eduardo González Lanuza nació en Santander
en 1900; falleció en Buenos Aires en 1984. Recuerda los
esfuerzos de su maestra por borrarle la pronunciación
española: "En su bondadosa preocupación por su
alumno me creó, sin sospecharlo, un serio problema, a sus
oídos habituados a las dulzuras del decir criollo debieron
molestarle las crudezas de mis acentos hispánicos, acaso
el entusiasmo patriótico de aquellos años
fervorosos del centenario, le inspiraron la urgencia de adaptarme
de inmediato a lo argentino".

Así sucedió: "Ello fue que un cierto
día decidió dedicarse durante los recreos a luchar
con aquella, su suavidad, tan eficaz en mí, contra una
erizada prosodia santanderina, tajante de jotas, capaces de
degollar a quien las pronunciara, restallante bajo el doble
látigo de las elles, resbaladiza de zetas y ce, para
reemplazarla por la tierna indecisión de la ce argentina,
vacilante entre la ce y la ese, limar el filo despiadado de las
jotas y hacerme deslizar por las blanduras del
yeísmo".

El alumno aprendió rápidamente:
"Dócil a su reclamo, que además facilitaría
mi trato con los compañeros al eludir las pullas que mi
primitiva pronunciación provocaba, adelanté
raudamente en el proceso de
desintegración de la prosodia ibérica". Mas a los
padres no les satisfizo este avance del niño:
""¡Pero ay de mí! En mi casa, mis padres opinaban de
otra manera y las desacostumbradas inflexiones recién
adquiridas por mi voz, eran consideradas pecado mortal,
clarísimo índice de que a convertirme en un
descastado. De ahí mi temprana condición de
bilingüe que me hizo acomodar a modismos distintos,
según que tuviera que hablar en casa o en la escuela"
(1).

En la provincia de Buenos Aires vive Francisco Sainz,
"Hombre solo, siempre. De recién cumplidos 85 y costumbres
rudas como el campo. Hijo de un español de Santander, el
primero de la familia en meter la mano en esas tierras, hace cien
años. La casa está en lo alto del terreno y todo
alrededor es horizonte limpio. Un patrimonio de cuatro mil
hectáreas compradas de a pedacitos, en las
entrañas de Buratovich" (2).

Notas

  1. González Lanuza, Eduardo: citado en "Bajaron
    de los barcos. Historia de la inmigración en Argentina",
    por Colegio Schönthal, www.monografias.com.
  2. Piotto, Alba (texto) y
    Digilio, Rubén (fotos): "Campo de batalla", en
    Clarín Viva, Buenos Aires, 21 de marzo de
    2004.

Castellanos

Tania nació en Toledo en 1898; falleció en
Buenos Aires en 1999. En 1998, apareció esta noticia:
"Entre risas y lágrimas, Tania fue homenajeada por su
trayectoria artística, y declarada Personalidad
Emérita de la Cultura Argentina. Sentada en el escritorio
de su compañero de toda la vida, Enrique Santos
Discépolo, la actriz y cantante recibió la
distinción de manos de la secretaria de Cultura, Beatriz
Gutiérrez Walker. (…) " ‘Yo, que fui a tantas
fiestas, que recorrí tantos países y que
recibí tantos premios, incluso el del Rey de
España, nunca estuve tan emocionada como ahora’,
dijo Tania con la voz entrecortada (1).

Una inmigrante nacida en Mataluenga del Bierzo,
León, inspira a Niní Marshall: "su primer
público es la gallega Francisca, la empleada
doméstica, a la que ella inmortalizaría como
‘Cándida’ " (2).

María Teresa León nació en
Logroño en 1904; falleció en Madrid en 1988. En
1963, escribe la nota titulada "Soñemos con el viaje", en
la que expresa: "A lo lejos nos está esperando el
itinerario previsto o tal vez la emoción de ver de nuevo
la aldea que se dejó al venir o la visita a los parientes
de los abuelos, que deben estar en tal lugar…, o las ciudades
madres de civilizaciones ilustres o los museos donde se almacena
el ingenio humano o las formas diferentes de la vida de los
hombres en este mondo cane, que a veces se dulcifica en
las fiestas".

Ella también parte: "A punto de tomar el
avión escribí hoy, amigas mías. Es mi
pañuelo en el aire. Dicen que
los argentinos son viajadores. Claro. Yo sé que
todas las sensaciones de liberación me están
aguardando pero, como cualquier abuela al ir a tomar la
diligencia o el tren, yo siento palpitar mi alma. Gracias por
ello. Debe ser vuestra amistad que me despide. Hasta pronto.
Antes de que suspire estaré al otro lado del mar"
(3).

Leonor Manso destaca la importancia que tuvo para ella
el viajar a Segovia, tierra de su padre, "que se había ido
de allí a los once años y sólo había
vuelto de visita a fines de los 60". En Carbonero El Mayor, a
unos cien kilómetros de Madrid, encuentra a sus
tíos y recorre todo el pueblo "lleno de Mansos". Sobre
esta experiencia afirma en 2000: "Me fui viendo y reconociendo en
cada uno de ellos. También empecé a sentir cada vez
más fiebre: era un
golpe fuerte verme puesta frente a mis orígenes de una
manera brutal" (4).

Alfredo Alcón recuerda a sus abuelos castellanos:
"soy hijo único de madre viuda. Mi papá
murió cuando yo tenía tres años. (…) Mi
madre salió a trabajar y me criaron mis abuelos. (…) Mi
abuelo trabajaba en el hipódromo y mi abuela trabajaba en
casa. Eran unos castellanos de una nobleza y una vitalidad… Son
de las personas que más he querido en mi vida".

La abuela tuvo que ver con el despertar de la
vocación del nieto: "una vez mi abuela me llevó al
cine y descubrí que esos seres que estaban allí no
eran sólo luces y sombras, porque Bette Davis en la
película estaba resfriada y se sonaba la nariz. Ahí
descubrí que eran personas. Y empezó a inisnuarse
la idea de que por ahí podía andar mi
vocación, gracias al estornudo de Bette Davis"
(5).

La periodista Telma Luzzani recuerda su viaje a El
Cardedal: "El pueblo de mi abuelo es un pueblo fantasma. Se llama
El Cardedal y para llegar desde Avila, hay que subir 80
kilómetros de un campo espiralado y pedregoso hasta el
tope de la Sierra de Gredos, a 1300 metros de altura. Arriba, el
aire es más intenso, la vegetación más sobria y la piedra
más soberana.

La imponente austeridad de la meseta castellana, me
emocionó. ‘Este es el paisaje que mi abuelo vio cada
día hasta los 14 años’, pensé. Era
1990. Mi viaje inaugural a Europa. ‘Soy la nieta de Alberto
Sánchez, hijo de Estanislaa. ¿Cuál era la
casa de mi abuelo?’, pregunté a un grupo de viejitos
que charlaba al sol. Me contaron que ya nadie vive en El
Cardedal; que ellos morirían de tristeza si no vuelven al
pueblo y por eso sus hijos los llevan los fines de semana.
‘Yo conocí a tu abuelo’, dijo entonces el
más viejito. ‘Un día de 1912, 57 hombres se
fueron para América. Yo tenía 5 años y todo
el pueblo los siguió hasta la ladera entre lágrimas
y buenos deseos. Entre ellos estaban mi padre y tu abuelo. Ese
día comenzó la agonía del pueblo’. Le
agarré las manos y pude ver las imágenes
de su memoria: vi al hombre adolescente que era mi abuelo
partiendo para siempre" (6).

Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo
Manolito, personajes de Mafalda: "Al cabo de dos semanas
de publicar en ‘El Mundo’ advierte que necesita
más personajes para enriquecer la tira, y el 29 de marzo
de 1965 aparece Manolito –Manuel Goreiro- inspirado en el
padre de Julián Delgado, propietario en Buenos Aires de
una panadería situada en Cochabamba y Defensa, en el
histórico barrio de San Telmo" (7).

En "La vida es un dibujo Cómo les fue de grandes
a los verdaderos Felipe, Guille y Manolito", Andrea
Rodríguez relata la historia del inmigrante español
que inspiró el personaje: "Sólo tres de los
personajes de Mafalda estuvieron inspirados en la vida real.
Guille es hoy flautista de la Orquesta Sinfónica de Chile.
Felipe adhirió a la revolución
cubana y es funcionario del gobierno de Fidel. Manolito
vendió la panadería poco antes de morir. Su hijo es
uno de los 82 periodistas desaparecidos durante la dictadura. Por
primera vez hablan los verdaderos personajes que Quino
inmortalizó en la tira más célebre que dio
la Argentina. A Manolito, lo cuentan sus familiares"
(8).

Eduardo Mues recuerda: "Mi abuelo Domingo
González emigró de Soto en Cameros a Santa Fe
(Argentina) hacia 1883. Yo llegué en 1998. Soto en
Cameros, provincia de La Rioja, Castilla La Vieja, es un pueblo
edificado principalmente sobre la ladera de una montaña,
donde hoy viven solamente unas 50 personas. Llegamos una
fría mañana de diciembre y luego de golpear varias
puertas se nos apareció el primo Eduardo, caminando con su
bastón y con todo su afecto. La recepción de
Eduardo y Soledad fue extraordinaria. Compartimos siete horas de
charla continua aprendiendo historias y tradiciones. La despedida
fue más emotiva aún que la llegada y mis
pensamientos estuvieron siempre con mi abuelo, a quien no
conocí" (9).

Ana Drago Pérez viaja a Logroño, tierra de
sus mayores. Así recuerda ese viaje: "Como en un
sueño, me encontré parada en la puerta de la casa
donde había nacido mi madre. Luego recorrí los 18
kilómetros que separaban Logroño de Ventosa con
dolor, emoción, alegría y tristeza al mismo tiempo,
pensando que ninguno de mis parientes había podido volver
a su tierra. Mi corazón latía con fuerza cuando
caminaba por la ladea, los campos y los viñedos por los
que alguna vez caminaron ellos. Lloré, recé,
reí y fui feliz. Había encontrado mis
raíces" (10).

Horacio Fernández viaja, desengañado de la
Argentina, a la tierra de la que vinieron sus padres: "Horacio
vive ahora en el lugar que siempre conoció a través
de relatos. Todo está igual a como le fue contado. Pero
todo, también, es diferente. Por empezar, la barba ya
fijó su color de nube y
el pasaje no tiene fecha de regreso. Igual que hace setenta y dos
años, cuando Felipa y Antonio desembarcaban en Puerto
Nuevo con un par de bolsos y un papel con la dirección de unos paisanos –porque en
España amenazaba el hambre-, el hijo, ahora, llegaba a
Barajas –porque en la Argentina se come tierra- con un
bolso y una anotación: ‘Carretera Pandorado 7,
Sopeña de Carneros, Astorga’ " (11).

Araceli Vázquez Málaga nació en
Barco de Avila, Castilla la Vieja, en 1908; se nacionalizó
argentina veinte años después. Una discípula
la recuerda: " ‘comencé a concurrir al taller de la
española Araceli Vázquez Málaga, donde
aprendí los rudimentos del arte. Se suponía que la
pintura era
algo más tolerable que la danza para una
chica, pero claro, tomada como un pasatiempo, no como para
dedicarle la vida, no como una profesión. Sin embargo,
hace 45 años que soy artista plástica’,
comenta Estela Pereda, que acaba de inaugurar la
instalación Memoria desde adentro, un repaso visual
sobre su obra que ocupa casi la totalidad del Museo
Sívori, frente al lago de Palermo" (12).

Notas

  1. S/F: "Distinción cultural a la gran
    compañera de Discépolo. Tania, Personalidad
    Emérita", en Clarín, 11 de octubre de
    1998.
  2. Göttling, Jorge: "Biografías de Buenos
    Aires", en Clarín, Buenos Aires, 4 de agosto de
    2003.
  3. León, María Teresa: "Soñemos con
    el viaje", en Mucho Gusto, N° 203. Buenos Aires,
    septiembre de 1963.
  4. Ini, Luis: "Mi mejor cumpleaños", en La
    Nación Revista
    , 16 de abril de 2000.
  5. Ventura, Any: "Alfredo Alcón. A cara limpia",
    en La Nación Revista, Buenos Aires, 20 de marzo
    de 2005. Fotos: Mauro Rizzi.
  6. Luzzani, Telma: "El éxodo", en "El Mirador",
    Buenos Aires, Clarín, 17 de octubre de
    1999.
  7. Walger, Sylvina: "Explicación", en Quino:
    Mafalda Inédita. Buenos Aires, Ediciones de la
    Flor, 1988.
  8. Rodríguez, Andrea: "La vida es un dibujo
    Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille
    y Manolito". Veintidós, Año 2, N° 71;
    Buenos Aires, 18 de noviembre de 1999.
  9. Mues, Eduardo: en "Tendencias. La vuelta al origen",
    Buenos Aires, Clarín, 17 de octubre de
    1999.
  10. Drago Pérez, Ana: "Los pasos perdidos", en
    "Confesiones de lectores con memoria", Buenos Aires,
    Clarín, 27 de septiembre de 1998.
  11. Palomar, Jorge: "Diario del exilio", en La
    Nación Revista
    , 15 de septiembre de 2002.

  12. Aubele, Luis: "A boca de jarro. Estela Pereda
    ‘Me llegó la hora de la danza’ ", en La
    Nación
    , Buenos Aires, 20 de junio de
    2004.

Partes: 1, , 3, 4, 5, 6

Catalanes

En la "Historia y vida de Fray
Salvador Solá (Pedro Solá Vilalta)", se afirma:
"Fray Salvador Solá nació en Ripoll, España, el
4 de enero de 1911; su verdadero nombre es Pedro Solá
Vilalta, pero al ingresar a la orden de San Francisco
cambió su nombre por el que se lo conoció. (…)
‘Ciudadano Ilustre’ de Río Cuarto, y una de
las figuras más preclaras del franciscanismo en el
último medio siglo, ha ingresado con la fuerza de sus
obras, en el capítulo de la historia Regional que cierra
con el propio siglo que le tocó vivir, una de las
páginas más edificantes por el propio testimonio de
vida que desde la sencillez, la humildad, la alegría en el
servicio, la
fe que le hizo mover y de su entrega. Si bien Fray Solá
será siempre recordado por esta obra magnífica del
templo, es cierto que mostró una personalidad
que le hizo ganar la admiración de cuantos le trataron y
conocieron. Dotes espirituales que le consagraron como
legítimo " Ciudadano Ilustre ", reconocimiento que le
fuera otorgado por el Honorable Concejo Deliberante el 27 de
setiembre de 1995, por Ordenanza 816 / 94 ; también " por
su ejemplo de honradez y sacrificio " fue distinguido el 22 de
octubre de 1997 con el premio a la Excelencia, por el Instituto
Argentino de la Excelencia. Junto a estos públicos
reconocimientos, está el de la gente. Que le recuerda
enhebrando sus rosarios con cuentas de las
propias plantas que
él mismo cultivaba, su espíritu alegre y servicial,
su fidelidad a la iglesia y al
espíritu franciscano de pobreza y
humildad, al entero servicio de los demás" (1).

En "Los sueños de un profeta", Tomás Eloy
Martínez evoca al editor López Llausás: "Una
tarde de domingo conocí en la casa de Victoria Ocampo al
primer editor profesional de mi vida. Yo suponía entonces
que los editores debían parecerse a Victoria y hacer un
poco de todo: escribir, traducir, publicar revistas y pasear por
Buenos Aires a
los grandes personajes de ultramar. Como buen provinciano de
veinte años, vivía yo en un mundo de ideas fijas,
donde las personas y las cosas debían parecerse a lo que
me habían dicho que eran. (…) El editor me habló,
en cambio, de una
profesión que era tan azarosa como un juego de
dados. Se llamaba Antonio López Llausás. Me
contó que era catalán (ya lo advertía su
acento, puntuado por elles rotundas) y que los fragores de la
Guerra Civil
Española lo habían expulsado a Francia, de
donde lo rescataron Victoria Ocampo y Oliverio Girondo para que
fuera gerente
general de la empresa que
acababan de fundar: Sudamericana.

La nueva editorial se abriría como un afluente de
Sur, el sello de Victoria. ‘Un editor no debe dejarse
conmover por el éxito
ni por el fracaso -me dijo aquella tarde-. Tiene que publicar
sólo los libros en los
que cree. Si no lo hace, más vale que se ocupe de otra
cosa’ "(2).

Tomás Eloy Martínez se refiere asimismo a
Paco Porrúa, quien regresó a su tierra: Sigue
relatando su diálogo
con López Llausás: "Le pregunté cómo
hacía para no quedar mal con los escritores que aspiraban
a su patrocinio y me contestó lo que les decía a
todos: "Nunca publico nada sin la aprobación de mi lector
desconocido". Cuando la gente quería saber quién
era, López Llausás cambiaba de tema. Durante mucho
tiempo
creí que el lector desconocido era un ardid, hasta que
averigüé que se trataba de una persona de carne
y hueso. Se llamaba Francisco Porrúa, y tenía tal
vocación de anonimato que hizo falta el inmenso
éxito de la literatura
latinoamericana en los años 60, del que es uno de los
responsables, para sacarlo de la cueva. (…) Porrúa era
reservado hasta la mudez y lúcido hasta la
extenuación. De los cientos de lectores que he conocido,
pocos -o ninguno- tienen su olfato y su perspicacia. Llegó
a la editorial en 1955 de la mano de Jorge López Llovet,
hijo de don Antonio y subdirector de Sudamericana en aquellos
años. A Jorge le había interesado el buen criterio
con que Porrúa manejaba su pequeña editorial,
Minotauro, y lo invitó a ser su asesor" (3).

Margarita Xirgu nació en Barcelona en 1888;
falleció en Uruguay en
1969. Alejandro Cruz (4) transcribe testimonios al
respecto:

"El crítico teatral Joaquín Linares
escribía en su columna de la revista El
Hogar
: "Buenos Aires adquiere -por un azar trágico- la
categoría de metrópoli dramática del mundo
hispanoparlante. ( … ) Debemos considerar al teatro español
como una actividad intelectual argentina".

"En 1944 y 45, -ocurrieron en Buenos Aires dos hechos de
gran importancia: los estrenos mundiales de El adefesio,
de Rafael Alberti, y de La casa de Bernarda Alba, de
Federico
García Lorca. Ambos espectáculos fueron
montados en el teatro Avenida, por la compañía de
Margarita Xirgu. Cincuenta años después, los
protagonistas de estos hechos han alcanzado la alta
categoría de figuras legendarias del teatro. Ambos
estrenos, hechos representativos de la relación entre
España y Argentina, y el Teatro Avenida como puente, se
constituyen en un recuerdo querido de los teatristas de mi
generación", señalaba el director Francisco Javier
en una revista española".

"Las perspectivas no siempre son las mismas, en la
opinión de Neil Drago: "Desde un punto de vista
estético no puede decirse que estas
compañías aportaran gran cosa a la escena nacional.
Ni siquiera contando, como fue el caso, con la directa
vinculación de los escritores dramáticos que les
acompañaban en el duro trance del exilio. ( … ) Lo malo
es que las novedades se agotaron bien pronto y la actriz catalana
(Margarita Xirgu), como todos, tuvo que recurrir a las
reposiciones y las traducciones de textos
extranjeros".

Antonio Cunil Cabanellas, autor y director teatral,
nació en Barcelona en 1894, y falleció en Buenos
Aires en 1969. En un trabajo
titulado "Por el éter en la década del 30. El
80° aniversario de la radio en
Buenos Aires", Edgardo J. Rocca señala que el
catalán se contó entre las "figuras de relieve" que
se expresaron por LS 8 Radio Stentor
(5).

Alfredo Alcón manifestó en un reportaje:
"Ingresé al Conservatorio porque a Antonio Cunil
Cabanellas le parecí lindo. (…) Teníamos clases
de danza,
había que ponerse una malla y una camisa blanca y yo era
un inútil. En esa materia
tenía dos de promedio. Vino Cunil Cabanellas a los
últimos exámenes para evaluar lo que se
había estudiado en clase.
Pasé yo y ocurrió lo de siempre, todos
riéndose, y él dijo con ese tono suyo: ‘Nunca
será bailarín, pero lo parece, y al fin y al cabo
parecer es el trabajo del
actor’. Me puso un ocho. (…) Gracias a Cunil di un examen
y entré en la radio. Vivía con un sueldito.
Transmitía el Mercado de
Hacienda: eso de ‘entraron tantas vacas, tantos
toros’. Tenía que decir cuántos toros
habían ‘servido’ a la vaca y me daba
vergüenza, me parecía medio pornográfico.
José Cibríán, que estaba en Canal 7, me
mandaba papeles para televisión, pero yo me quería quedar
con mi sueldito" (6).

El actor Arturo Puig relata la historia de un
antepasado: "A fines del siglo XIX, 1870, mi bisabuelo trajo de
Barcelona e instaló en Buenos Aires la primera casa de
utilería que hubo en el país. Con esa
utilería se representaron y se filmaron buena parte de las
grandes producciones que se enumeran en las historias del
espectáculo argentino. Se filmaba en estudios donde todo
se recreaba, desde salones de España del Siglo de Oro hasta
cafetines del puerto. En la utilería podía
encontrarse casi cualquier cosa, por extravagante que fuera, y lo
que no existía se inventaba" (7).

Ana María Campoy nació en Bogotá,
Colombia, en
1925. La actriz manifiesta sentirse "absolutamente argentina":
"Nací en Colombia en una gira de mis padres, que
también eran artistas; me crié en Barcelona y vivo
en la Argentina desde hace 53 años. Vale decir que mis
raíces son españolas, el embrión es
colombiano y el árbol es argentino. Y acá
terminaré. Esa es mi idea" (8).

En Cataluña se pasaba necesidad. Campoy dijo en
un reportaje: "¿Tú puedes entender comerte un plato
de aceite de
oliva, con cuchara? No lo podrías entender. Pero te lo
comes, porque no hay otra cosa. Entonces, tienes, al otro
día, una descompostura intestinal brutal, pero esa noche
dormiste porque has llenado el estómago con algo, y el
aceite de oliva es un alimento". El hambre desconoce lazos:
"Nosotros, que éramos unidos y nos amábamos, cuando
llegaba el racionamiento del pan, cada uno agarraba su pedazo y
lo escondía. Y lo escondía! Porque no nos
fiábamos ni de nuestro padre" (9).

"En España vivíamos en San Gervasio, a
pocos kilómetros de Barcelona –cuenta Remey Nuez
Fontanals-. Y yo recuerdo que cuando empezó la guerra, mi
papá nos fue a buscar al colegio en bicicleta y ya estaban
todos los guardias civiles muertos… yo tenía nueve
años. Mi padre falleció en esos días, de
apendicitis. Así que mamá se quedó sola con
los cuatro hijos. Yo, la mayor y mi hermana menor con nueve
meses. Me acuerdo de que para poder vivir,
mi mamá hacía estraperlo, contrabando de
comida. Iba a los pueblos, compraba comida y la traía en
el cuerpo, puesta. (…) en un viaje, en el que traía
arroz en unos tubos escondidos en unos corsets, los guardias se
dieron cuenta, y entonces mi madre se tajeó todo el
corset, porque si la comida no era para nosotros, no se la iba a
quedar nadie…Con mi hermana aprendimos y hacíamos
estraperlo de carne, en las valijas del colegio… esa carne se
vendía y podíamos subsistir".

Remey llegó a Buenos Aires en 1947, a los veinte
años. Recuerda el terrible viaje que debió
soportar: "Viajamos en la bodega del barco Cabo de Nueva
Esperanza. Los hombres por un lado y las mujeres por otro, en un
lugar como un pozo, en el que para respirar, había
sólo un tubo de lona que subía a la cubierta.
Veintitrés días así… durmiendo en literas,
en catres, como los judíos
en los campos de concentración…". Sus primeros tiempos
en la Argentina fueron muy difíciles. Lo recuerda
más de cincuenta años después: "Llegamos a
Buenos Aires y como mi marido no había hecho el servicio
militar, lo llevaron preso, así que me quedé hasta
que todo se arregló, sola. Después fregamos
pisos… hicimos de todo. Vivíamos en un cuarto de
pensión, con dos cajones de manzana y una tabla para
comer; el colchón era de estopa, imagínate… Yo
cocinaba con carbón y hervía los ravioles en una
pava… pero más que nada comíamos hígado"
(10).

La actriz y directora Patricia Palmer, hija de un
catalán y una porteña, manifiesta: "En mi casa me
inculcaron valores que
por un lado me salvan, pero que también me trajeron
problemas: fui
educada en una burbuja donde la honestidad y el
honor eran la regla general, y la vida me fue enseñando
duramente que eso tiene más que ver con la utopía
que con la realidad" (11).

Horacio Spinetto se refiere a diferentes oficios que
desempeñaron los catalanes.

Hubo vitralistas: "Antonio José Estruch, tercera
generación de una familia catalana,
pionera en nuestro medio, que entre tantas otras obras
realizó los vitraux del "Café
Tortoni", de la Capilla del Colegio San José, del
Instituto Tierra Santa, del "Claridge Hotel", y del Hogar Nuestra Señora de
Jesús, en Paraguay 1368, y
que continúa brindando sus conocimientos desde su local de
la calle Solís al 200; Vilella y Thomas que realizaron los
vitraux del Casal de Cataluña porteño, que
representa a San Jorge y el dragón; Manuel
González, en Catamarca 1158, que aprendió las
técnicas del maestro Enrique Helovuri en un
viejo taller de Billinghurt y Cangallo; Enrique Lumi, ya su padre
en 1912 había fundado el taller donde fabricaban y
restauraban vitraux; Carlos Scharf; Carlos Herzberg; Angel
Pastore; Roberto Grau; Roberto J. Soler; Juan Heguiabehere;
Sabina Aba; Marcela Carro; E. Fino, quien por la década
del 40 realizó tres pequeños vitrales en el
baño de caballeros de la confitería "Las Violetas;
Daniel Ortolá que restauró recientemente los
magníficos vitraux de la afortunadamente reabierta, y ya
citada, "Las Violetas", y Félix Bunge, con taller en
Santiago del Estero 924, y más de 20 años de
minuciosa investigación y trabajo de excelente
factura,
reciclando innumerable cantidad de piezas en edificios
públicos y privados, son algunos de los especialistas, que
mantienen vivo el oficio del vitral, haciendo sus propios
diseños, ejecutando los realizados por otros artistas, o
bien ocupándose de alguna restauración".

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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