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Trabajo Infantil y Educación



    En el actual mundo de economías globalizadas y
    competitivas, de sociedades
    mediatizadas, y de constantes avances científicos y
    tecnológicos, quienes no cuenten con los elementos
    esenciales para hacerle frente quedarán rezagados, no
    lograrán satisfacer sus necesidades básicas, ni
    alcanzarán una calidad de
    vida digna que les permita, a su vez, ser útiles a la
    sociedad.

    Es por ello que ningún país que desee
    desarrollarse y crecer puede ignorar que invertir en la educación y el
    desarrollo de
    sus niños
    desde la más temprana edad es un imperativo
    socio-económico, que, a largo plazo, dará sus
    frutos al haber formado sujetos capaces de aportar al crecimiento
    productivo y al desarrollo tecnológico, por contar con los
    conocimientos y la creatividad e
    invención adquiridos y/o desarrollados en sus primeros
    años de vida y consolidados luego en la etapa de
    formación.

    Para hacer, hay que saber hacer y quienes no cuentan con
    las herramientas
    de ese saber carecen de las armas necesarias
    para hacerse un lugar en el mundo.

    El presente análisis intenta abordar un tema acuciante
    para nuestra niñez y adolescencia:"El Trabajo
    Infantil que vulnera los derechos de los
    Niños"; en especial, en esta oportunidad, respecto de su
    incidencia en la cuestión educativa, que comprende a la
    franja etárea de niños y niñas de entre
    cinco y catorce años de edad.

    Para ello se comenzará por establecer el
    significado del término "trabajo" y
    contextualizar el tema a través de la opinión de
    algunos especialistas en la materia y las
    normas que
    regulan el trabajo
    infantil desde la Constitución Nacional, los Tratados
    Internacionales, la Constitución de la Provincia de
    Córdoba y la legislación nacional; para precisar
    qué se entiende por trabajo infantil y concluir con su
    incidencia en la educación.

    El término trabajo deviene del verbo latino
    "laborare" el que, entre sus muchas acepciones, significa
    acción
    de trabajar, física o intelectual;
    esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza; penalidades,
    miseria. La traducción al castellano de
    este verbo se realiza a partir del  latín
    "tripaliare", torturar,  que según la
    definición del Diccionario
    Enciclopédico Espasa , significa: acción y efecto
    de trabajar, cosa producida por un agente, cosa producida por el
    entendimiento; entre otras acepciones. Utilizado como
    sinónimo de un sinfín de voces podemos darle un
    sentido u otro. Desde un punto de vista económico,
    político, del derecho y la sociología se considera que, es la
    aplicación de las fuerzas intelectuales
    y físicas del hombre a los
    objetos exteriores para comunicarles utilidad y
    valor, a fin
    de que puedan servir para satisfacer nuestras
    necesidades.

    El trabajo – labor, supone un esfuerzo del hombre,
    una comunicación de éste a las cosas, a
    las que imprime un sello representativo de su personalidad,
    aplicando sobre ellas no solo la fuerza
    física sino la intelectual.- El trabajo es uno de los
    principales factores activos de la
    producción y el hombre no
    puede realizar esta función
    sin el auxilio de agentes internos y externos. Con él se
    mueve o se transforma la materia, pero el hombre no logra dicha
    acción sin fatiga, sin esfuerzo; aún para recoger
    las riquezas espontáneas requiere de un esfuerzo. El
    trabajo es la pena que tiene el hombre para vivir.

    Podemos decir en forma genérica  que "la
    aplicación de las fuerzas intelectuales y físicas
    del hombre a los objetos exteriores para comunicarles utilidad y
    valor, a fin de que puedan servir para satisfacer sus
    necesidades, es trabajo". Quedan inmersas dentro de este concepto las
    actividades que realizan los niños y los adolescentes.-

    En las sociedades modernas el trabajo a más de
    constituir la fuente principal y la única, en la
    mayoría de los casos, de recursos
    económicos tiene una incidencia social ya que "constituye
    el ámbito de socialización por excelencia de las
    personas, el que organiza su cotidianeidad y la de sus hogares, y
    les garantiza un lugar en esta sociedad. Consecuentemente,
    aquellos miembros proveedores
    típicos de ingresos del
    hogar ven lesionadas seriamente sus posibilidades de establecer
    sólidos lazos sociales cuando no están empleados.
    Este mismo hecho es una fuente potencial de disrupción de
    la vida familiar ya que precisamente esos individuos pueden
    sumirse en una fuerte depresión
    al no poder
    continuar asumiendo el papel de proveedores, generando o
    exacerbando conflictos en
    el ámbito del hogar".

    No tener un empleo se
    traduce en un circulo perverso de marginación y
    desventajas en los ámbitos de la educación, el
    trabajo, la salud y la cultura.

    En nuestro país, desde fines de la década
    de los años ochenta, comienza a aumentar el desempleo,
    situación que se sostiene salvo por pequeñas
    fluctuaciones, y en la que factores como la crisis
    económica, la hiperinflación y el impacto de las crisis
    económicas extranjeras – México,
    Sudeste Asiático, Rusia,
    Brasil
    conducen a la creación de puestos de trabajo de baja
    calidad, a un
    proceso de
    reestructuración económica en que se multiplica el
    trabajo clandestino o en negro – y donde las máquinas
    resultan ser mas baratas que los hombres-, a más de la
    modificación de las regulaciones laborales de 1995, que
    abarató los costos de
    despido.

    Es característica de este proceso, la elevada
    inestabilidad laboral que
    recayó especialmente en los jefes de hogar, principales
    proveedores de ingresos de las familias. La desocupación ha sido la principal causa del
    mantenimiento
    de la pobreza y del
    aumento de la intensidad de la misma. La agudización de la
    desigual distribución de los recursos salariales
    entre individuos y hogares, sumada al proceso de devaluación educativa, son parte del
    fenómeno de exclusión
    social.

    Este proceso de exclusión determina el
    desprendimiento de la clase
    trabajadora y la hace viajar del trabajo formal hacia la
    informalidad y la ilegalidad como modo de supervivencia (cirujeo,
    mendicidad, mendicidad infantil, venta de drogas,
    secuestros express, robos, comercio
    ilegal, evasión de contribuciones, ocupación de
    casas, entre otros), agravando aún más los proceso
    de distribución social.

    Es este proceso de exclusión – de pobreza, de
    marginación – el que a su vez actúa como
    factor principal, para que el sector más vulnerable de la
    sociedad, los niños de los hogares de menores recursos,
    abandonen la escuela ante la
    necesidad de trabajar para mantenerse o para ayudar a mantener a
    sus familias.

    En nuestra legislación, a partir de la Carta Magna,
    los tratados y
    convenios internacionales, la Constitución de la Provincia
    de Córdoba y la normativa nacional, podemos ir marcando
    hitos que señalan el rumbo de la interpretación de los derechos reconocidos
    a los habitantes del país y las garantías para que
    los mismos sean efectivizados.

    En todos estos documentos, de
    una u otra forma, se destacan y reafirman constantemente,
    valores como
    la libertad, la
    igualdad, la
    solidaridad, la
    dignidad de la
    persona
    humana.

    Entre los derechos y garantías, y solo a manera
    enunciativa, podemos mencionar la protección integral de
    la familia,
    trabajar, aprender, el derecho a la seguridad
    social, la no discriminación, etc, siendo el Estado
    garante del cumplimiento de los mismos, a través de su
    responsabilidad preventiva y
    subsidiaria.

    En el plano de la educación, tanto la Ley Federal de
    Educación N° 24.195, como la Ley de Educación
    Provincial N° 8113 – Decreto Reglamentario N°
    2590/92, Estructura del
    Sistema
    Educativo N° 8525 – de la Provincia de Córdoba
    establecen y garantizan a toda la población el acceso a la educación
    en todos los ciclos, niveles y regímenes especiales,
    así como el ejercicio efectivo del derecho a aprender,
    mediante la igualdad de oportunidades y posibilidades, haciendo
    hincapié al fijar los fines de la educación, en que
    la misma es para favorecer el desarrollo pleno de la
    personalidad del educando, en forma integral, armoniosa y
    permanente, y para integrarlo como miembro útil de la
    sociedad, con una preparación laboral, técnica y
    profesional que habilite a las personas para su
    incorporación idónea al proceso de
    desarrollo.

    Establecen el principio de gratuidad de la
    educación pública estatal así como la
    obligatoriedad de la misma, fundamentalmente durante el
    período de educación básica general y el de
    asistencialidad, complementándolos con planes
    específicos para el crecimiento armónico de la
    niñez y de la juventud
    mediante la implementación de programas
    asistenciales de salud, alimentación,
    vestido, material de estudio, etc., en especial para aquellas
    familias que se encuentren en situaciones socio económicas
    desfavorables.

    Al tratar la estructura del sistema
    educativo, la ley nacional establece tres etapas: la
    educación inicia, que comprende el jardín de
    infantes para niños de 3 a 5 años, siendo
    sólo obligatorio el de 5 años; la educación
    general básica, obligatoria, de nueve años de
    duración a partir de los 6 años, y la educación
    polimodal de tres años de duración como
    mínimo, haciendo luego referencia a otros regímenes
    especiales.

    Por su parte, la ley de educación para la
    Provincia de Córdoba establece la educación
    básica general y la educación media. La primera
    comprende el jardín de infantes de nivel inicial para
    niños de cinco años, la educación primaria
    completa de seis años y el ciclo básico de la
    educación media, de carácter obligatorio y de tres años
    de duración.

    Este último a su vez constituye la primera etapa
    de la educación media, que se completa con el ciclo
    superior que durará tres años.

    En lo que respecta a los derechos y garantías
    referidos al trabajo, nuestra Carta Magna hace
    referencia a ellos en los arts. 14 y especialmente en el 14 bis,
    en el que se aseguran condiciones dignas y equitativas de labor,
    jornada limitada, descanso y vacaciones pagos, retribución
    justa, salario
    mínimo vital móvil, igual remuneración por
    igual tarea, al igual que en la Constitución de la
    Provincia de Córdoba, en los trece incisos del art.
    23.

    Ahora bien, en lo que hace a la legislación
    laboral referida al trabajo de los niños y
    adolescentes, la misma consiste en: los convenios de la OIT,
    ratificados por la Argentina y por la Ley de Contrato de
    Trabajo 20.744 y sus modificaciones, en la que se establecen,
    entre otras, disposiciones sobre capacidad,aprendizaje y
    orientación profesional, edad mínima de
    admisión al empleo, instrucción obligatoria y
    prohibición de empleo de menores. Se suman a estas
    disposiciones que aún subsisten de la antigua ley de
    trabajo de mujeres y menores, ley 11.317; las del decreto
    14.538/44 de aprendizaje y orientación profesional; y las
    de la ley 25.013, art. 1° del contrato de
    trabajo de aprendizaje; a más de las previsiones
    existentes en los estatutos particulares que rigen las
    actividades especiales y las cláusulas pactadas, en
    relación a ellos, en los convenios colectivos de
    trabajo.

    Los Convenios de la O.I.T., a que hiciéramos
    mención en el párrafo
    anterior, y que hacen referencia al trabajo de menores y a la
    edad mínima de admisión en los empleos, son hasta
    la fecha doce. En el Convenio Número 138 de fecha 26 de
    junio de 1973, ratificado por nuestro país por Ley 24.650,
    luego de hacer referencia a los diez convenios anteriores sobre
    edad mínima de admisión al empleo, en el cuarto
    párrafo de su introducción expresa: "(…) ha llegado
    el momento de adoptar un instrumento general sobre el tema que
    reemplace gradualmente a los actuales instrumentos, aplicables a
    los sectores económicos limitados, con miras a lograr la
    total abolición del trabajo de los niños
    (…)"
    , y establece que los Estados que lo ratifiquen se
    comprometen a seguir una política nacional que
    asegure la abolición efectiva del trabajo de los
    niños y eleve progresivamente la edad mínima de
    admisión al empleo o al trabajo a un nivel que haga
    posible el más completo desarrollo físico y mental
    de los menores;
    a especificar la edad mínima de
    admisión al empleo o al trabajo en su territorio (…); a
    que ninguna persona menor de esa edad deberá ser admitida
    al empleo o trabajo en ocupación alguna; y a que dicha

    edad mínima no deberá ser inferior a la edad en
    que cesa la obligación escolar, o en todo caso, a quince
    años."

    No obstante ello, y según lo previsto en el
    párrafo 4 del mismo artículo, la República
    Argentina, al ratificar el Convenio hizo uso de la opción
    allí prevista que autoriza a los "miembros cuya economía y medios de
    educación estén insuficientemente desarrollados" y
    previa consulta con las organizaciones de
    empleadores y de trabajadores interesadas (…) a especificar
    inicialmente una edad mínima de catorce años". Se
    establece además que la edad mínima de
    admisión a todo tipo de empleo o trabajo que por su
    naturaleza o
    las condiciones en que se realiza pueda resultar peligroso para
    la salud, la seguridad o la
    moralidad de
    los menores no deberá ser inferior a dieciocho
    años; no obstante, es posible autorizar a adolescentes de
    dieciséis años, cuando la legislación
    nacional o la autoridad
    competente, garantice plenamente la salud, la seguridad y la
    moralidad de los adolescentes, y que estos hayan recibido
    instrucción o formación profesional adecuada y
    específica en la rama de la actividad
    correspondiente.

    En la Recomendación Número 146 de la OIT,
    sobre la edad mínima de admisión al empleo,
    adoptada en Ginebra el 6 de junio de 1973 se reconoció que
    la abolición efectiva del trabajo de los niños y la
    elevación progresiva de la edad mínima de
    admisión al empleo constituye sólo un aspecto de la
    protección y progreso de los niños y menores,
    realizándose una serie de recomendaciones a fin de lograr
    alcanzar como edad tope la fijada en el art. 2 del Convenio sobre
    edad mínima de 1973, y proponiendo una serie de medidas
    para atender fundamentalmente a aquellos
    niños/adolescentes que por situación requieran de
    una mayor protección para favorecer a su
    desarrollo.

    Como complemento de este Convenio y de la
    recomendación 146, y ante la necesidad de adoptar nuevos
    instrumentos para la prohibición y la eliminación
    de las peores formas de trabajo infantil, en la octogésima
    séptima reunión de la OIT, se adoptó, con
    fecha diecisiete de junio de 1999, el Convenio Número 182,
    ratificado por nuestro país mediante ley nacional 25.255.
    En el mismo se considera que la eliminación efectiva de
    las peores formas de trabajo infantil requiere una acción
    inmediata y general, que tenga en cuenta la importancia de la
    educación básica gratuita y la necesidad de librar
    de todas esas formas de trabajo a los niños afectados y
    asegurar su rehabilitación y su inserción social al
    mismo tiempo que la
    atención a las necesidades de sus familias.
    Se reconoce que el trabajo infantil se debe en gran parte a la
    pobreza, y que la solución a largo plazo radica en un
    crecimiento
    económico sostenido conducente al progreso social, y
    en especial a la mitigación de la pobreza y a la
    educación universal.

    Cabe recordar que algunas de las peores formas de
    trabajo infantil han sido objeto de otros instrumentos
    internacionales, en particular el Convenio sobre el trabajo
    forzoso, 1930, y la Convención suplementaria de las
    Naciones Unidas
    sobre la abolición de la esclavitud, la
    trata de esclavos y las instituciones
    y prácticas análogas a la esclavitud,
    1956.

    En el Convenio Nº 182 se establece que la
    expresión "las peores formas de trabajo infantil" abarca:
    a) todas las formas de esclavitud o las prácticas
    análogas a la esclavitud, como la venta y el
    tráfico de niños, la servidumbre por deudas y la
    condición de siervo, y el trabajo forzoso u obligatorio,
    incluido el reclutamiento
    forzoso u obligatorio de niños para utilizarlos en
    conflictos armados; b) la utilización, el reclutamiento o
    la oferta de
    niños para la prostitución, la producción de
    pornografía o actuaciones
    pornográficas; c) la utilización, el reclutamiento
    o la oferta de niños para la realización de
    actividades ilícitas, en particular la producción y
    el tráfico de estupefacientes, tal como se definen en los
    tratados internacionales pertinentes, y d) el trabajo que, por su
    naturaleza o por las condiciones en que se lleva a cabo, es
    probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de
    los niños.

    Los estados deberán elaborar y poner en
    práctica programas de acción para eliminar, como
    medida prioritaria, las peores formas de trabajo infantil, y
    adoptar cuantas medidas sean necesarias para garantizar la
    aplicación y el cumplimiento efectivos de las
    disposiciones por las que se dé efecto al Convenio,
    incluidos el establecimiento y la aplicación de sanciones
    penales o, según proceda, de otra
    índole.

    Asimismo, deberán adoptar, teniendo en cuenta la
    importancia de la educación para la eliminación del
    trabajo infantil, medidas efectivas y en un plazo determinado,
    con el fin de: a) impedir la ocupación de niños en
    las peores formas de trabajo infantil; b) prestar la asistencia
    directa necesaria y adecuada para librar a los niños de
    las peores formas de trabajo infantil y asegurar su
    rehabilitación e inserción social; c) asegurar a
    todos los niños que hayan sido librados de las peores
    formas de trabajo infantil el acceso a la enseñanza básica gratuita y, cuando
    sea posible y adecuado, a la formación profesional; d)
    identificar a los niños que están particularmente
    expuestos a riesgos y
    entrar en contacto directo con ellos, y e) tener en cuenta la
    situación particular de las niñas.

    La Recomendación sobre la Prohibición de
    las Peores Formas de Trabajo infantil y la Acción
    inmediata para su eliminación, son directrices a tener en
    cuenta al momento de la elaboración de los programas de
    acción, y para determinar y localizar dónde se
    practican los tipos de trabajos donde los niños se
    encuentran expuestos.

    Luego de esta sintética reseña
    legislativa, corresponde analizar el problema específico a
    tratar. En primer lugar cabe recordar que con la sanción
    de la Ley Nacional 23.849, en Septiembre de 1990, que ratifica la
    Convención Sobre los Derechos del
    Niño en nuestro país, se entiende por
    niño a todo ser humano desde el momento de su
    concepción hasta los dieciocho años de edad, y que
    "en todas las medidas concernientes a los niños que tomen
    las instituciones públicas o privadas de bienestar social
    (…), una consideración primordial a que se
    atenderá será el interés
    superior del niño"
    .

    Su articulado hace especial mención del
    reconocimiento del derecho de todo niño a un nivel de vida
    adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual,
    moral y
    social, y establece que se adoptarán las medidas
    apropiadas para ayudar a los padres y a otras personas
    responsables por el niño a dar efectividad a este derecho
    y, en caso necesario, proporcionarán asistencia material y
    programas de apoyo. Además, se reconoce el derecho que el
    niño tiene a la educación, para que se pueda
    desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental
    y física del niño hasta el máximo de sus
    posibilidades; y su derecho a estar protegido contra la
    explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda
    ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo
    para su salud o para su desarrollo físico, mental,
    espiritual, moral o social.-

    En segundo lugar, y sin entrar a tratar en profundidad
    como definir el trabajo infantil, podemos decir que no hay un
    concepto preciso; en las distintas oportunidades en que se ha
    tratado la cuestión, la noción del mismo
    está determinada por la óptica con la que cada autor ha
    tratado de delimitarla o interpretarla.

    Así, al marco que brinda el Convenio Nº 182
    de la OIT, ya relacionado, se puede agregar la definición
    de trabajo Infantil que propone UNICEF cuando dice del mismo que
    es "cualquier actividad -remunerada o no- que los niños
    realicen, que implique explotación, que dificulte su
    educación, signifique peligro o sea nociva para su
    desarrollo físico, social, moral o
    psicológico".

    Es evidente que no toda participación laboral de
    los niños queda comprendida dentro de estos conceptos ya
    que hay actividades que niñas y niños desarrollan
    en compañía de sus padres y donde se crea un
    espacio para la transmisión de conocimientos 
    así como el desarrollo de habilidades, y no interfieren en
    el desempeño escolar, ni en el desarrollo físico,
    social, moral o psicológico de los mismos.

    La característica principal que las concepciones
    sobre trabajo infantil ponen de relieve es la
    vulnerabilidad que caracteriza a vastos sectores de nuestra
    población, que se encuentran por distintos factores
    económicos, sociales, culturales, en riesgo de
    exclusión social.

    Hay quienes sostienen que el concepto de trabajo es un
    duro eufemismo, porque en realidad se trata de "cartoneo", venta
    domiciliaria de mercancías del más diverso origen y
    carácter, trabajos artesanales y aprendizaje en talleres
    varios. Desde luego, también es un eufemismo lo de
    aprendizaje, que suele ocultar formas brutales de
    explotación del trabajo infantil.

    En "El Trabajo Infantil en la Argentina/01 –
    Primer informe de
    avance. Procesamiento y análisis de los datos aportados
    por ECV/01.SIEMPRO/INDEC", presentado por la Secretaría de
    Seguridad Social del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad
    Social, se concibió el trabajo infantil "como el
    desempeñado por niños y niñas de hasta 14
    años que -en el intento de procurar ingresos para su
    propia subsistencia, o para ayudar a sus familias, o facilitar
    que sus padres salgan a trabajar o buscar trabajo-, se hacen
    cargo de las tareas del hogar, realizan un complejo espectro de
    tareas (según residan en localidades urbanas o rurales),
    mendigan o hasta incurren en actividades que transgreden en mayor
    o menor grado las normas establecidas".

    En base a datos de censos de población y encuestas de
    condiciones de vida, realizadas por organismos oficiales y
    privados, se ha ido estableciendo una curva ascendente a partir
    de la década de los años ochenta, de niños,
    adolescentes y jóvenes que se desempeñan como
    trabajadores asalariados en situaciones de trabajo inadecuadas,
    riesgosas y peligrosas.

    Tan es así, que la Secretaría de Derechos Humanos
    de la Nación
    en cumplimiento del Convenio 182 de la OIT habilitó una
    línea telefónica y una página web
    de consulta, para recabar información y denuncias de sobre
    niños explotados laboral y sexualmente, con el objetivo de
    "identificar, localizar y erradicar en cada lugar del país
    las practicas concretas de trabajo infantil".

    El desempleo y la pobreza que afectan a vastos sectores
    sociales, en la Argentina, son fenómenos que provocan
    numerosas consecuencias negativas a nivel individual, familiar y
    en toda la sociedad. Una de ellas es el fracaso escolar, que se
    manifiesta en el bajo nivel de rendimiento en el aprendizaje,
    elevados niveles de ausentismo y deserción temprana, que
    ha venido incrementándose en los últimos
    años, en forma alarmante, entre los niños,
    adolescentes y jóvenes de las familias de los desocupados
    más pobres, acentuado por la necesidad de una
    incorporación temprana de los hijos a la actividad laboral
    para contribuir al ingreso familiar.

    Diversos estudios han probado, que se ha agudizado
    notablemente la situación de las familias que se
    encontraban en situación de pobreza, ampliándose
    significativamente la proporción de hogares con niveles de
    ingresos insuficientes para cubrir sus necesidades
    básicas. No es extraño, entonces, que se quiebre la
    tendencia declinante que venía registrando la
    inserción laboral desde edades tempranas. De hecho,
    actualmente es muy considerable el número de menores que
    trabajan y/o se encuentran buscando empleo.

    Atrás quedaron los tiempos en que la
    postergación de la edad de ingreso al mercado de
    trabajo se correspondía con la difusión de la
    escolarización y la prolongación del tiempo de
    permanencia de los niños y jóvenes en el sistema
    educativo, a lo que contribuía la accesibilidad a
    distintos niveles del sistema educativo, la situación
    económica de las familias y las propias estrategias
    familiares – en las que jugaban un papel significativo la
    búsqueda de acceso a mejores oportunidades laborales para
    los hijos a través de proveerlos de formación y de
    certificados que los habilitaran en tal sentido – , así
    como las pautas culturales.

    Esta tendencia a la postergación de la edad de
    ingreso a la actividad laboral se ha discontinuado en años
    recientes, en el marco de la crisis, la reestructuración
    económica, la evolución desfavorable del mercado de
    trabajo y la significativa expansión de los hogares en
    situación de pobreza.

    En la Argentina de hoy el plan educativo en
    marcha no está dando los resultados que requiere el
    desarrollo y progreso de nuestro país. El rol de las
    escuelas públicas ha cambiado.

    La educación es una herramienta directa y
    primaria en la conformación de la cultura y la identidad de
    un individuo.
    Esta es la razón por la que el período escolar
    obligatorio se encuentra en la etapa de crecimiento y
    conformación del niño.

    Mariano H. Grandoli, en su trabajo "Desempleo, pobreza,
    fracaso escolar y asignaciones familiares", refiere que en
    diferentes informes
    estadísticos presentados por varias instituciones se
    denuncia el tema del fracaso escolar. Así, por emplificar,
    el informe presentado por Daniel Filmus, por entonces director de
    la Fac. Latinoamericana de Ciencias
    Sociales, en el diario Clarín del jueves 20 de febrero
    1997,p.51, del que surge que según una proyección
    del censo 1991 realizado por el Misterio, no van a la escuela
    alrededor de 455.169 chicos de entre 5 y 14 años (en todo
    el país), pero en el caso de los jóvenes de entre
    15 y 17 esa suma ascendería a 761.167, aproximadamente; o
    bien un documento interno del Ministerio de Economía
    fechado en diciembre de 1996, realizado en base a la encuesta
    permanente de hogares que confecciona el Indec, en el que
    consigna que jóvenes entre 14 y 19 años, que viven
    en hogares con bajos ingresos (…) abandonan sus estudios a fin
    de buscar trabajo.

    Este objetivo solamente logra alcanzarlo una
    minoría, mientras que en el resto de los hogares, de clase
    media-baja hasta los que se encuentran en la cúpula de la
    pirámide socioeconómica, los que desertaron de
    sistema educativo fueron el 28% (Diario Clarín, lunes 24
    de febrero 1997, ps.2/3).

    Por su parte, en el "Informe Argentino sobre Desarrollo
    Humano 1995" (preparado por la Comisión de Ecología y Desarrollo
    Humano del Honorable Senado de la Nación
    y el Programa de las
    Naciones Unidas para el Desarrollo -PNUD-), destaca la
    correlación que se advierte entre los niveles de pobreza y
    dos indicadores
    fundamentales para medir el desarrollo humano en el área
    de la educación – la deserción y la
    repitencia escolar – lo que "hace mas urgente la
    consideración de éstas". También es
    necesario – continúa el informe – "tener en
    cuenta la interdependencia creciente entre los circuitos de
    exclusión educativa y las zonas de marginalidad
    económica social". Señalándose finalmente:
    "En términos generales, la evolución de la
    educación formal lleva a una profundización de la
    brecha social a través de la segmentación y la discriminación", a la vez que se resalta
    que la educación no está cumpliendo con la
    función de otorgar igualdad de oportunidades, sino
    más bien profundizando cierto tipo de diferencias (informe
    citado p.127).

    Es importante señalar que el referido fracaso
    escolar se acentúa, entre los sectores mas postergados,
    cuando se suma – a la pobreza y el desempleo – el analfabetismo
    de los mayores. "Todos los diagnósticos
    –expresó Emilia Ferreiro- coinciden: el
    analfabetismo se concentra en los cinturones de pobreza de las
    grandes ciudades, junto con el hacinamiento, la falta de agua potable,
    el trabajo ocasional y mal pagado (…) en consecuencia, ya lo
    sabemos y ha sido dicho mil veces: analfabetismo y pobreza van
    juntos, no son fenómenos independientes; analfabetismo y
    marginación social van juntos (…). El analfabetismo de
    los padres está relacionado con el fracaso escolar de los
    hijos".

    Otro de los temas a que Grandoli hace referencia, es el
    de la promoción de escolares, que a pesar de sus
    reiteradas inasistencias injustificadas y sus magros logros
    educativos, no satisfacen los objetivos
    mínimos que es dable exigirles para su
    promoción.

    Un estudio realizado en la Universidad de
    Belgrano, por su parte, profundiza este aspecto y establece que
    son diversos los factores que contribuyen a aumentar los
    índices de ausentismo por parte de los
    niños/niñas de menores recursos, con su
    correspondiente posibilidad de repetición y su
    deserción. Algunos de ellos son:

    • La llegada en buenas condiciones: los trabajos y la
      necesidad de atención del hogar estimula el ausentismo
      de los chicos.
    • Cuando existe la necesidad desde los padres para que
      los chicos ayuden en el trabajo y en el cuidado de hermanos
      menores.
    • Factores geográficos y climáticos,
      especialmente en zonas en donde el colegio se encuentra a una
      distancia considerable del hogar y en días de mal tiempo
      es imposible la llegada la escuela.
    • El cansancio de los niños que trabajan o que
      tienen responsabilidades familiares fuertes: cansancio que se
      refleja en las tareas del hogar.
    • La posibilidad de disponer de tiempos diferenciados
      para el trabajo y para la escuela.
    • Factores familiares en cuanto a la baja posibilidad
      de ayuda para los niños por el bajo nivel educativo que
      pudiesen poseer los padres.

    Al respecto, Grandoli continúa diciendo que
    numerosos alumnos llegan a quinto y sexto grado con serias
    dificultades en lecto-escritura, lo
    cual indica a las claras un aprendizaje insuficiente que no se
    compadece con los niveles de escolaridad alcanzados, tales
    falencias provocan al acceder a grados superiores, la
    deserción de numerosos educandos que no pueden afrontar
    mayores exigencias por exceder ellas su deficiente
    preparación y sus escasos conocimientos.

    Según datos suministrados por UNICEF-Telam, uno
    de cada cuatro niños adolescentes argentinos está
    en riesgo de abandonar sus estudios, o ha sido excluido del
    derecho a aprender y asistir a la escuela, dichas cifras
    coinciden con el diagnóstico de Córdoba capital y
    provincia, realizado por el Centro de estudios de
    Población y Desarrollo – CEPyD – para el
    programa Juntos por la Educación.

    En el mismo se consigna que, aunque el 98% de la
    población cordobesa y capitalina mayor de 15 años
    recibió algún grado de instrucción, el 22.4%
    no ha completado el secundario. Según el Censo Nacional de
    Población del 2001, 958.116 escolares (niños y
    adolescentes) tiene dos o mas años de sobreedad. Significa
    que se han atrasado en dos o mas grados o cursos, con respecto a
    la edad prevista y generalmente debido a que se arrastran
    aplazos, materias previas y repeticiones. Según los
    expertos este grupo presenta
    el riesgo de abandonar sus estudios. La región centro,
    liderada por Córdoba, tiene un 22.6% de su
    población de educandos en situación de
    exclusión o riesgo educativo. La suspensión de
    programas nacionales de apoyo a las escuelas pobres, el colapso
    político fiscal en
    varias provincias y el agravamiento de la crisis social, son
    algunos de los puntos que se destacan en los fundamentos del
    documento entregado a la Cámara de Diputados como causa de
    los indicadores más negativos del 2001.

    Sumado a ello, la escuela se ha transformado,
    especialmente en zonas carenciadas y el interior del país,
    en un centro de contención para los niños pobres y
    sus familias, especialmente en torno a los
    comedores escolares públicos.

    Según un informe de la Agencia Télam, el
    actual Ministro de Educación, Daniel Filmus, habría
    señalado que un acuerdo de cooperación suscripto
    con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia-Unicef, permitiría la
    detección temprana de la deserción
    escolar, que llega en algunos lugares del país al 25
    %. Dicho acuerdo permitiría realizar acciones
    conjuntas para promover una "educación de calidad para
    todos los chicos", atendiendo a quienes se encuentran en
    situación más vulnerable, ya que abarcará el
    tema asistencial y procurará que los chicos tengan
    condiciones de alimentación mínimas, como para que
    el maestro pueda trabajar.

    En sus declaraciones recalcó Filmus, "si los
    chicos no tienen capacidad de lectura
    critica, tienen escasísimas posibilidades de integrarse al
    mercado de trabajo y van a ser condenados a perpetuidad a vivir
    de los planes sociales", "un canje de deuda por mayor inversión en material social
    permitiría dar vuelta la situación educativa del
    país, haciendo que esos fondos lleguen a los que
    más lo necesitan". "Este proceso de canje de deuda por
    educación tiene un alto grado de racionalidad: si los
    chicos se educan lo van a devolver en el futuro con su trabajo y
    allí hay inversión; si no se educan habrá
    que compensarlos de por vida y ahí tenemos más
    gasto".

    Las Agencias EFE y AP, en tanto, informan que la CEPAL
    sostiene que los atrasos educativos siguen gravitando en la
    persistencia de las desigualdades y en la exclusión social
    de los jóvenes latinoamericanos, en una suerte de circulo
    vicioso de la pobreza que el organismo llama a romper. Dicho
    organismo menciona, también, el trabajo infantil y
    juvenil, asociado a la pobreza familiar, como otro factor que
    incide en la deserción escolar, fenómeno que
    provoca no sólo costos privados sino también
    sociales. En los países en los que el abandono
    escolar se produce tempranamente, la permanencia en la
    escuela hasta completar la primaria se traduciría en
    ingresos laborales entre un 25 y 60% más altos. Un
    drástico descenso de la deserción escolar, precisa
    el CEPAL, "evita el trabajo infantil, permite acceder a empleos
    mejor remunerados y en consecuencia, salir de la
    pobreza".

    Según datos oficiales de la OIT, 22 de cada 100
    argentinos de entre 5 y 14 años han debido abandonar sus
    estudios y sus juegos para
    realizar trabajos que les permitan aportar a sus hogares
    algún puñado de monedas para afrontar
    requerimientos mínimos de subsistencia. Estas cifras
    indican un grave regresión en relación con el
    pasado inmediato, pues las estadísticas revelan que en 1995 el trabajo
    infantil sólo involucraba a 250 mil chicos, y desde
    entonces no cesó de acrecentarse, en el 2000, había
    trepado de los 482.803 menores. En un primer intento por revertir
    esta penosa situación, el gobierno nacional
    ha suscripto un acuerdo con la
    Organización de las Naciones Unidas para la Infancia
    (UNICEF) que dispondrá un sistema de becas para las
    familias que necesitan del ingreso que aportan sus hijos, con el
    fin de que estos puedan dedicarse a estudiar y abandonar la
    calle, que, por cierto, es la peor de todas las aulas en
    contextos de crisis como el actual. Se espera que la ayuda
    económica a los hogares carecientes afiance la labor que
    realiza la Comisión Nacional para la Erradicación
    del trabajo Infantil (Conaeti), desde el 2000, y se espera que
    dicho organismo se transforme realmente en el eficiente ejecutor
    de una genuina política de Estado al
    respecto.

    Gerónimo Venegas, titular de la Unión
    Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre) dijo,
    durante una conferencia en la
    Exposición Rural de Palermo, que
    según las estadísticas hay 180 mil niños
    sometidos al rigor del trabajo rural en la Argentina, y la
    perspectiva de este flagelo seguirá en aumento de la mano
    de la creciente crisis económica. A pesar de la
    legislación vigente que lo prohíbe expresamente, y
    de los convenios internacionales ratificados por nuestro
    país para evitar la explotación laboral de la
    infancia, hay una enorme cantidad de menores insertados en el
    ámbito del trabajo rural, incluso en la provincia de
    Córdoba.

    Después de la construcción, el trabajo rural es tal vez
    el más duro que pueda realizarse. No solo por el grado de
    prestación física que requiere sino por los riesgos
    que se desprenden del manejo de muchos de los elementos que se
    emplean en el campo moderno: maquinarias y sustancias
    tóxicas que, como los agroquímicos, mal manipuladas
    pueden tener gravísimas consecuencias, que van desde la
    irritación ocular o epidérmica hasta afecciones en
    las vías respiratorias, la perdida de la capacidad de
    concentración y las secuelas de tipo neurológico.
    La prudencia en su empleo está vinculada con un tino que
    no necesariamente está a disposición de la
    infancia. La fuerza física que hace falta para acarrear
    los volúmenes de carga y los pesos que comporta el trabajo
    de campo, también se echan de menos en los
    niños.

    Entre las razones por las que considera que se ha
    reavivado y perdura el trabajo infantil en el campo menciona tres
    factores fundamentales, el primero, la necesidad, determinada por
    la creciente pobreza y las inclemencias de una situación
    socioeconómica que empuja al entorno familiar a buscar el
    centavo de la manera que sea, aunque manteniéndose dentro
    de los límites de
    la sociabilidad, es decir, sin incurrir en el delito. El
    segundo es la existencia de quienes están dispuestos a
    aprovecharse de esa mano de obra a buen mercado y lucran con ella
    y con la diferencia dineraria que hacen a través de la
    explotación ilegal de este trabajo en negro. Indica
    Venegas "la mano de obra infantil es más barata, no solo
    por la exigencia de un trabajo menor sino porque, al ser ilegal,
    no pesan sobre el cargas sociales ni administrativas".

    Hay otro elemento, mas elusivo, que se deriva de la
    vigencia en algunas familias de pautas culturales superadas que
    exaltan la responsabilidad temprana como reaseguro del futuro.
    Este punto de vista no toma en cuenta, por ignorancia, el dato de
    que los niños entregados a este proceso de desgaste
    pierden en forma muy rápida la opción de formarse y
    crecer intelectualmente.

    La deserción escolar determina un estrechamiento
    del horizonte laboral del niño, con la casi segura promesa
    de un destino de pobreza y eventualmente de degradación
    física e intelectual. Urge tomar medidas para poner freno,
    al menos, a la tendencia en alza a explotar el trabajo infantil.
    Ese crecimiento es innegable. En el cinturón verde de
    Córdoba, por ejemplo, parte de la mano de obra inmigrante
    que a partir de la crisis eligió retornar a su
    país, está siendo reemplazada por el trabajo
    infantil, según lo informado por Uatre.

    Según el Instituto para el Desarrollo Social
    de la Argentina (Idesa), uno de cada cuatro niños o
    adolescentes que vive en un hogar con Plan Jefas y Jefes de Hogar
    no estudia. Según un estudio, del total de jóvenes
    urbanos entre los 12 y 18 años, el 63% está
    cursando la secundaria, el 24% todavía cursa la primaria y
    el 13% declara haber abandonado la escuela. De entre los
    jóvenes pobres de este rango de edad, los que cursan la
    secundaria son apenas el 57%, los que todavía están
    en la primaria son el 26% y los que desertaron ascienden al
    17%.

    Pero el dato mas relevante es que entre los
    jóvenes de este rango de edad de hogares que reciben el
    Plan Jefes y Jefas de Hogar, sólo el 46% está en la
    secundaria, el 27% está en la primaria y el 24% ha
    abandonado la escuela, dice el informe. Mas adelante
    continúa " si los jóvenes que viven en hogares que
    reciben la ayuda asistencial, dejan de estudiar, con seguridad
    serán los adultos pobres del mañana que
    reclamarán al Estado mantener el Plan Jefas y Jefes de
    Hogar. Así, el gasto asistencial alimenta un circulo
    vicioso de reproducción intergeneracional de la
    pobreza" (…) "es necesario repensar instrumentos que nacieron
    bajo las emergencias que planteó la crisis. Esto implica
    pasar de una lógica
    puramente asistencialista a otra que tome como eje la
    promoción social y exige atacar los factores estructurales
    asociados a la pobreza, como por ejemplo controlar que los
    jóvenes asistan a la escuela y a controles médicos"
    (…) "una eficaz estrategia de
    promoción social requiere condicionar el pago del subsidio
    a determinados actos como la presencia del beneficiario en el
    centro de trabajo o de capacitación o que sus hijos asistan al
    colegio y a los controles de la salud" (…) "para que esto sea
    posible es necesario modernizar los instrumentos de gestión
    incorporando el concepto de Tarjeta Social, es decir aplicar una
    plataforma administrativa que permita disponer en tiempo real
    información, por ejemplo, sobre la asistencia a centros de
    trabajo, cursos de capacitación, escuela, establecimientos
    sanitarios".

    En la editorial de La Voz del Interior, del
    Sábado 12 de febrero de este año, y bajo el
    título "El vergonzoso emblema de la crisis", dicho
    matutino expresa "a diez años, aproximadamente, de haberse
    declarado la crisis argentina, los indicadores económicos
    a los que se suele apelar para seguir su evolución,
    ostentan una mejoría, producto del
    fuerte ingreso de divisas derivado
    del abandono de la convertibilidad y del boom de la soja. Pero los
    otros indicadores eficientes y, en el fondo, más veraces,
    del estado de las cosas, son mucho menos placenteros.

    La desocupación sigue siendo alta, a poco que se
    sinceren los guarismos que cuentan como trabajadores a quienes
    reciben planes de asistencialismo social, caritativamente
    denominados planes trabajar. Pero la elocuencia de las cifras a
    veces no golpea de inmediato a la vista, y la pobreza de muchos
    hogares sólo suele ser percibida cuando se ingresa a ellos
    o cuando se tiene una visión a vuelo de pájaro de
    las villas de emergencia.

    Hay, sin embargo, un indicador directo y patético
    acerca de cómo se ha degradado el nivel de vida en la
    Argentina. Este no es otro que la imagen de las
    miríadas de chicos que deambulan por las calles en busca
    de la moneda que les consienta el sustento o que puedan allegar a
    sus hogares. Los semáforos de las ciudades grandes y
    medianas suelen ser el punto de cita de los miles de niños
    y adolescentes que mendigan o trabajan en la vía
    pública sin concurrir a la escuela. Limpiavidrios o
    malabaristas aficionados, a veces; simples mendigos, otras, la
    imagen de la niñez librada a su suerte es el retrato del
    abandono en que esta sociedad está dejando a muchos de sus
    miembros más indefensos.

    En la ciudad de Córdoba, la presencia de
    niños mendigos se ha multiplicado varias veces en los dos
    últimos años, al igual que la de adolescentes y
    jóvenes que deambulan por las calles sin un objetivo
    cierto. Las cifras que maneja la Municipalidad indican que
    bordean los 2.500 o quizá hasta los 3.000 los
    niños, adolescentes y jóvenes que desarrollan
    actividades de fortuna en las distintas esquinas de la ciudad. Y
    de ese total, hay al menos unos 150 pequeños que tienen
    entre 4 y 8 años (…). En el Ministerio de la Solidaridad
    de la Provincia se carece de datos y sólo se registran
    unos 390 chicos de la calle que realizan cursos de
    capacitación laboral o reciben asistencia
    psicológica y clases de dibujo y
    pintura.

    La falta de precisiones sobre esta dolorosa realidad
    debe ser enmendada lo antes posible, pues sólo con una
    conciencia exacta
    de los alcances del problema se podría comenzar a atacar
    sus puntos más críticos. En este sentido, la
    suscripción de un convenio entre la Subsecretaría
    de Políticas
    Sociales de la Comuna con la Universidad de Córdoba, para
    que proveer a un censo que esté dotado de rigor
    estadístico, es un paso adelante, que permitirá
    superar la indefinición actual. (…) El ataque al
    problema de la niñez desamparada es parte de una lucha
    total contra la pobreza, que a su vez es inescindible de la
    puesta en marcha de un proyecto de
    país que parece habérsenos perdido en el camino
    (…) Mientras tanto, el establecimiento de estadísticas
    ciertas respecto al tema y el abordaje de políticas
    razonadas y planificadas para proveer de auxilio,
    contención y educación a niños y
    adolescentes en riesgo, pueden ir paliando el problema y
    preparando una recuperación a mayor escala".

    La Argentina posee una extensa tradición en
    materia de acuerdos y solemnes compromisos contraídos con
    organismos internacionales para dar solución a sus graves
    problemas y
    atender legítimas aspiraciones, pero otra tradición
    igualmente extensa, la de creer que basta con firmar documentos
    para dar solucionadas las problemáticas, ha terminado casi
    siempre por hacer estériles las mejores intenciones. Es
    imperioso que no sea éste un eslabón que se agrega
    a esa cadena de esperanzas frustradas.

    El aumento de la deserción escolar es
    incontenible y abre una funesta perspectiva de cara al futuro,
    sobre todo en la actual etapa de la civilización,
    caracterizada por la llamada "explosión de conocimientos".
    De acuerdo con proyecciones de organismos internacionales y
    fundaciones privadas del primer mundo (es decir, de ese mundo
    cada vez más distante de nuestro voluntarioso optimismo)
    durante el nuevo siglo la disponibilidad de materias primas no
    será tan importante como la disponibilidad de materia gris
    activada en el mayor nivel. El
    conocimiento será un factor decisivo para definir la
    independencia
    o sumisión de los pueblos, y esto quizá no es
    advertido claramente por la clase política nacional, que
    sigue accionando y reaccionando con reflejos absolutamente
    desfasados de la realidad contemporánea.

    De la relación de hechos, estadísticas y
    legislaciones formulada precedentemente surge, con crudeza, la
    complejidad de causas, el abismo existente, la urgente necesidad
    de actualizar y hacer cumplir los ordenamientos vigentes y la
    adopción
    de medidas, por parte de los estamentos responsables, para atacar
    la desocupación, la pobreza, el trabajo infantil y el
    fracaso escolar, teniendo en miras avanzar, en solidaridad
    social, hacia respuestas mas equitativas que la hora
    exige.

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    reciben planes Jefas y jefes de Hogar", 09/08/2004

     

    RISSO de VASQUEZ ROQUE, Emilia
    Margarita

     

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