El pensamiento latinoamericanista y panamericanista: Una dicotomía irreconciliable
- La doctrina Monroe:
América para los americanos - Pensamiento latinoamericanista
de bolívar y Marti - Conclusiones
- Referencias
bibliográficas
La fundación de los Estados Unidos en
1776 creó una ambigüedad por su nombre, que desde
entonces podía referirse a un país o a todo el
continente. La solución que encontraron los países
angloparlantes fue obvia: considerar que había dos
Américas. En español,
muchos intelectuales
y políticos prefirieron hablar de "Los Estados Unidos de
Norteamérica", y continuaron utilizando el sentido
original de la palabra América
para designar el continente completo.
La elección misma de su nombre es un indicio del
proyecto
expansivo de Estados Unidos y su "destino manifiesto" de ser
líder
de todo el continente, lo que ha sido motivo de fricciones
políticas hasta el día de
hoy.
La idea de la unidad latinoamericana es anterior a la
propia independencia
de América
Latina. Ya en 1797 el patriota venezolano Francisco de
Miranda concibió un proyecto para la creación de
una "Gran Unión Americana" sobre la base de los estados
que surgieran producto de la
liberación de España.
Al extinguirse los imperios coloniales de España
y Portugal en América, se dió una agitada actividad
diplomática por parte de las grandes potencias de aquella
época. Aspiraban a apoderarse de territorios y nuevos
mercados y
trataban de supeditar a su control a los
jóvenes Estados Independientes. Entre estas potencias,
Estados Unidos manifestaba especial atención.
Este país estaba involucrado en los conflictos
entre los estados europeos y gozaba de la ventaja de su
situación geográfica. Al conquistar la
independencia casi medio siglo antes que sus vecinos de
América Latina, Estados Unidos, ya a principios del
siglo XIX, emprendió el camino de desarrollo
capitalista acelerado. La revolución
industrial se inició en el nordeste del país.
Simultáneamente en el sur adquirieron amplia
expansión las plantaciones basadas en el trabajo de
los negros esclavos, pero orientadas directamente hacia el
mercado. Luego de
consolidar su economía, surgieron
en el mundo político estadounidense, ideas expansionistas.
Estas ideas fueron desarrolladas por la nueva generación
de estadistas norteamericanos de las primeras décadas del
siglo XIX. El secretario de Estado J.
Adams fue uno de los primeros en argumentar la idea de la
"predeterminación del destino". Este planteaba la
creación de un sistema, cuyo
centro era Estados Unidos y en él estaría toda
América del Sur (Cfr. Glinkin, 1984:21 ).
En los últimos cien años, el
Panamericanismo ha evolucionado mucho, se ha perfeccionado y
adaptado a las exigencias de la situación política
internacional del momento, tanto sus teorías
como sus postulados ideológicos.
DESARROLLO
LA DOCTRINA
MONROE: AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS
Cuando los países de América Latina
acceden a la independencia, la antigua metrópoli,
España y sus aliados europeos comienzan a desarrollar
planes con miras a reconquistar los frágiles nuevos
estados. Es así, que en esa primera etapa, Estados Unidos
perfila su doctrina Monroe, con el objeto primordial de defender
la libertad
americana. Cuando estos países logran consolidarse como
estados soberanos a mediados del siglo XIX, el país
norteño propuso el llamado "Panamericanismo", como
mecanismo para lograr la confraternidad latinoamericana, en
torno al liderazgo de
Estados Unidos.
Así, la Doctrina Monroe y el Panamericanismo
buscaron, bajo diversas vías, llevar a la práctica
el propósito estadounidense de hacer de Latinoamérica un subcontinente que
respondiera a sus propósitos e intereses, lo cual fue
demostrado por el devenir histórico y las acciones
concretas que el país norteño llevó a cabo
en estas dos centurias.
El 2 de diciembre de 1823, en su mensaje anual al
Congreso, el presidente James Monroe formuló una serie de
principios de la política exterior de Estados Unidos, que
recibieron el nombre de Doctrina Monroe. En esta importante
declaración se proclamaba que: "el continente americano no
puede ser en adelante objeto de colonización por parte de
las potencias europeas…absteniéndose de intervenir en
los asuntos de Europa, Estados
Unidos, considerará como acciones hostiles cualesquiera
intentos de los estados europeos de injerencia política o
de otra índole en los asuntos de los países del
continente americano".(Jaich, 1950:440).
Así, la Doctrina Monroe se convirtió en
bandera de la política de Estados Unidos en el Hemisferio
Occidental por muchos decenios.
Aguilar, plantea que la acción
del Presidente de Estados Unidos James Monroe estaba dictada por
los intereses de largo alcance de lograr una posición
dominante en el Hemisferio Occidental: "lo que Estados Unidos
buscaba no era fortalecer la independencia de América
Latina, ni menos mezclarse en la guerra contra
España: el móvil real de la política de
Monroe era establecer las bases de la hegemonía de Estados
Unidos en el continente". De hecho, Monroe declaró a todo
el Hemisferio Occidental "zona de los intereses vitales y la
seguridad de
Estados Unidos". Por ello, su doctrina no tenía carácter defensivo, sino que estaba
dirigida en esencia contra los países de América
Latina, así como contra Gran Bretaña y otras
potencias europeas como rivales de Estados Unidos en la lucha por
las esferas de influencia en esta región del
mundo.
Un factor importante que influyó sobre la
decisión del presidente Monroe de hacer público su
mensaje a finales de 1823 fue el próximo Congreso de
Panamá.
La posible creación en este congreso, de una sólida
unión de los jóvenes Estados Independientes de
América del Sur, hubiera constituído un insuperable
obstáculo para los planes de dominio
norteamericano en la región. De ahí que
Estados Unidos estuviese profundamente interesado en mantener el
aislamiento de los países vecinos y en el fracaso del
Congreso de Panamá.
La proclamación de la doctrina Monroe en el
momento en que marchaba rápidamente la preparación
práctica del Congreso de Panamá perseguía el
objetivo de
[debilitar] la unidad latinoamericana. Las garantías de
independencia de los países latinoamericanos que se
declaraban en ella parecían privar de sentido la futura
unión de los Estados de América Latina. Con su
mensaje, el presidente Monroe quería también
afianzar las posiciones de aquellos dirigentes latinoamericanos
que como el vicepresidente de Colombia,
Santander, preferían orientarse a Estados Unidos y en
virtud de unas u otras causas se mostraban reservados e incluso,
contrarios a los planes de Bolívar.
Es significativo, que a pesar de haber recibido
invitación, Estados Unidos, no participó en el
Congreso de Panamá. Como se ha mencionado, en vista de su
actitud hostil
hacia la causa de la independencia de América Latina,
Bolívar no pensaba invitar al vecino del Norte a
participar en el Congreso de Panamá. En una de sus
cartas a
Santander, Bolívar subrayaba: "no creo que los (norte)
americanos deban entrar en el congreso del Istmo…" Sin embargo,
Santander, en nombre del Gobierno de
Colombia y a continuación México y
Centroamérica, enviaron invitaciones a Estados Unidos,
instándole a enviar sus delegados a Panamá.Una de
las razones al respecto era poder lograr
de los Estados Unidos compromisos concretos de apoyo en lugar de
las difusas promesas contenidas en la Doctrina Monroe.
Los países del subcontinente comprendieron, con
el tiempo, las
verdaderas motivaciones del país norteño, por lo
cual, frente a las intenciones norteamericanas, jamás
reconocieron la declaración del presidente Monroe como
"norma de derecho
internacional" y menos como "inteligencia
regional".
En la Conferencia
Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación
Económica y la Paz, alguien se expresó
así:"Rechazamos la doctrina de Monroe y la política
de pretendida solidaridad y
defensa hemisférica que menoscaba nuestra
soberanía.
El eslogan popular de la doctrina Monroe,
"América para los americanos", adquirió entonces un
sentido de ironía: ¿cuál de las
Américas para cuáles de los americanos?
Lázaro Cárdenas, como presidente de
México declaró en Enero de 1930: "La doctrina
Monroe nunca fue reconocida ni pudo serlo por México ni
por las demás naciones de la América Hispana;
mientras fue sólo la expresión de una
política unilateral que los Estados Unidos impusieron, con
el doble propósito de excluir de este continente a los
países de Europa y de defender sus propios intereses en
América. Tal doctrina mal interpretada y aplicada
más allá de su original extensión,
llegó a convertirse algunas veces en pretexto de
intervención". (Dallanegra, 2002).
Estos hechos, ocurridos este siglo, revelan el recelo de
muchos países latinoamericanos ante la doctrina y su
verdadera esencia política.
Asi pues, podemos decir que el Panamericanismo cuenta
con una declaración pública, oficial y solemne en
la doctrina de Monroe.
El término "Panamericanismo" fue utilizado por
primera vez en el
periódico norteamericano New York Evening Post, el 7
de septiembre de 1889 y después adquirió amplia
difusión. Los apologistas de la doctrina del
Panamericanismo tratan de darle otra connotación a la
verdadera esencia y el carácter agresivo de la
política que ha practicado Estados Unidos, bajo la bandera
del mismo.
Con este fin el Panamericanismo se presenta como "obra
común" de los países latinoamericanos y de Estados
Unidos. Bemis, (1950:285-286), plantea que el Panamericanismo
representa la "tendencia, expresada más o menos
claramente, de las repúblicas del Nuevo Mundo a colaborar
como buenos vecinos para fomentar la compresión mutua de
los intereses comunes, así como para la realización
de éstos".
Asimismo, como ya se ha señalado, el
Panamericanismo es presentado como heredero de las ideas de la
solidaridad latinoamericana de Bolívar o bien se maneja la
idea de que en su desarrollo el panamericanismo pasó por
dos etapas: la latinoamericana (hasta finales delsiglo XIX) y la
norteamericana (desde fines del siglo XIX hasta el presente). En
realidad, la práctica ha demostrado que el Panamericanismo
no es sino el desarrollo ulterior de la doctrina Monroe y de las
ideas de la República norteamericana sobre el papel
dirigente de Estados Unidos en los asuntos del Hemisferio
Occidental adaptado a las condiciones de la época del
imperialismo.
Su principal exponente fue el Secretario de Estado de
Estados Unidos James Blaine, uno de los líderes del
Partido Republicano, quien a principios de los años 80 del
siglo XIX propuso convocar en Washington una conferencia
internacional de todas las repúblicas americanas. Como
base de la doctrina del Panamericanismo fue adoptada la tesis sobre la
"solidaridad continental" y la supuestamente existente "comunidad" de
intereses de Estados Unidos, y los países
latinoamericanos, condicionada por los factores
geográficos,
el carácter complementario de sus estructuras
económicas, la existencia de "hermandad espiritual" y de
una comunidad cultural única en oposición a las
culturas europeas, oriental y eslava. Además, a Estados
Unidos, como "líder" se le asigna el papel dirigente en
los asuntos interamericanos. La posición de Estados Unidos
como la primera potencia del
Nuevo Mundo, concede a su gobierno el derecho a hablar en tono
autoritario al objeto de eliminar las divergencias entre sus
vecinos con los cuales mantienen las relaciones más
amistosas. Cfr. (Gallardo, Ob. Cit:46)
Es preciso recordar que el Panamericanismo, como
"doctrina" fue propulsado por la diplomacia norteamericana y el
objeto principal de la misma consistió en fortalecer, una
vez creada, la
organización interamericana y ampliar sus facultades.
Como resultado de la reorganización llevada a cabo, la
Oficina
Comercial, convertida en Oficina Internacional de
Repúblicas Americanas, incorporó a su esfera de
actividad cuestiones culturales y sociales y comenzó a
desempeñar funciones
administrativas y de organización. Su trabajo era
dirigido por el Consejo Directivo, integrado por los
representantes diplomáticos de los países de la
región en Washington y encabezado por el secretario de
Estado de Estados Unidos.
Posteriormente la Oficina fue denominada Unión
Panamericana y convertida en secretariado permanente de la
organización interamericana. Ya en el comienzo del
Panamericanismo se revelaban las contradicciones que
dividían a las Dos Américas. En las celebraciones
de las Conferencias Panamericanas se habló una sola
palabra sobre los grandes problemas
americanos de aquella época; la guerra hispanoamericana,
la ocupación militar de Cuba, la
incorporación de Puerto Rico… y
la retención mano militati de una parte de [Cuba]. No hubo
una frase de condenación para el despojo sufrido por
Colombia con el istmo de Panamá". (Brito, 1969:54). No
obstante, en estas conferencias, gracias a los esfuerzos de las
diplomacias de una serie de países de América
Latina, fueron aprobadas varias disposiciones que
protegían sus intereses. Pero el Gobierno de Estados
Unidos y los monopolios norteamericanos desestimaban
demostrativamente las resoluciones que no les
convenían.
Blas Piñar, afirma: El panamericanismo
es,"…rechazable, ya que implica una desviación del
sentido histórico que desconoce y ahoga la
personalidad cultural y política de
Hispanoamérica. Oponemos al panamericanismo opresor un
latinoamericanismo que libere nuestras fuerzas productivas,
amplíe nuestras posibilidades de desarrollo, fortalezca la
solidaridad y la cooperación entre nuestros pueblos y
contribuya eficazmente a la paz en el hemisferio y en el
mundo".
No se trata, de líneas de ocasión ni de
palabras en el aire. Allí
está toda la experiencia del proceso
revolucionario y el contradictorio desenvolvimiento
histórico de un continente en la compendiosa voz de
nuestros contemporáneos máximos. En el
específico contenido de esta cita, Lázaro
Cárdenas se liga sustancialmente con las cimas de la
tradición libertaria de este hemisferio y, de particular
modo, con Simón Bolívar y José Martí.
La Independencia que liderizan ambas personalidades es
un movimiento
dirigido contra el dominio del imperio colonial hispánico.
Por consecuencia, el golpe principal tiene a España como
destinataria específica y todos los esfuerzos son
orientados a destruir su dominio sobre las colonias
respectivas.
PENSAMIENTO
LATINOAMERICANISTA DE BOLÍVAR Y MARTI
Fué Simón Bolívar el primero de
nuestros proceres en comprender la importancia de la unidad
americana frente a la amenaza de Estados Unidos y en el lejano
1814 propugnó la unión de toda la América
Meridional bajo un cuerpo de naciones.
En 1818 decía: "una sola debe ser la patria de
todos los americanos, ya que todos hemos tenido una perfecta
unidad".
Bolivar trabajó con denuedo por la integración del continente; mas, sus
aspiraciones no cuajaron. El Congreso de Panamá, en 1826,
fué su mayor realización; aunque no pocos autores
han tratado de magnificarlo, el propio Bolívar se
encargó de hacer su sereno y objetivo balance, expresando
con desencanto y pesimismo: "El Congreso de Panamá,
institución que debiera ser admirable si tuviera mas
eficacia, no
es otra cosa que aquel loco griego que pretendía dirigir
desde una roca los buques que navegaban. Su poder será una
sombra y sus decretos meros consejos(…)Veo al congreso del
istmo como una representación teatral".
No corrían tiempos favorables para la unidad
latinoamericana. La situación de los países del sur
del Rio Bravo no se presentaba propicia para los proyectos
bolivarianos. Las nuevas repúblicas habian nacido
penosamente de la independencia.
Los propósitos de unidad e integración
latinoamericana fracasaron a causa de diversos factores. Las
condiciones que impidieron el éxito
del Congreso de Panamá se agudizaron tras el efimero
período liberal, dejando un continente sometido a
estructuras económicas y políticas arcaicas que
servían de freno a su desarrollo. Asimismo la
penetración capitalista inglesa, primero y la
norteamericana, despues, junto a la política de fomentar
la división entre las repúblicas latinoamericanas
practicada por Inglaterrra y los estados Unidos, fueron factores
de considerable peso en el aislamiento de los países de
América Latina.
A pesar de todo, los esfuerzos unitarios tuvieron gran
importancia política porque mantuvieron vivo el ideal de
unidad latinoamericana, fiel a las aspiraciones de Bolívar
y Marti –quien, en su tiempo, continuó y
desarrolló el ideario bolivariano, imprimiendole un
acabado contenido antimperialista- y en contraposición a
otras formas de asociación hemisférica preconizadas
por los Estados Unidos.
Bolívar, en el centro de la tormenta, no
podía hacer cosa distinta a la de descalificar
rotundamente el dominio hispánico, tanto desde el punto de
vista de la realidad histórica como en la perspectiva de
la lucha. Por eso es explicable la frecuente adjetivación
combativa: en la Carta de
Jamaica habla de España como "desnaturalizada madrastra",
"vieja serpiente", "nación
avarienta", afirmaciones todas ellas respaldadas en decidores
cuadros analíticos (S. Bolívar: Obras Completas, 1,
160, 162 y 165). Es interesante advertir la distinción que
hacía Bolívar, incluso en los momentos más
tensos de la contienda, entre los españoles
monárquicos e imperiales y aquellos de una actitud no
contraria o favorable a la Independencia.
Como confirmaciones de esa posición,
compúlsese el llamamiento a los españoles europeos
de los castillos de Guayana, donde se les insta a la fraternidad
y a adoptar nuestra patria (S.B., O.C., III, 643). En igual
sentido habla el decreto de amnistía dirigido a los
habitantes de la República y a los que todavía
seguían al partido español (1818)(S.B.,O.C., III,
661). Aunque parezca paradójico, incluso el famoso Decreto
de la Guerra a Muerte
contiene mucho de ese humanístico espíritu.
Bolívar prestó muy vigilante atención a las
conexiones internacionales. En la Carta de Jamaica,
ya antes mencionada, se refiere a Europa en general y le reclama
su indiferencia y endurecimiento, su divorcio de la
libertad y la justicia y, al
mismo tiempo, señala que el viejo continente debía
haber colaborado con la independencia por claras causas de
equilibrio
mundial e intercambio mercantil (S.B., O.C., I, 162).
Diez años después, la negativa
reiteración de experiencias le hace decir, en carta a
Santander, "lo cierto es que los europeos están empleando
todo género de
intrigas contra nosotros", para luego afirmar más
directamente, "toda la Europa está contra nosotros"
.
En cuanto a Bolívar y Europa, vale decir que el
gran venezolano seguía cuidadosamente los acontecimientos
de ese continente y manejó de modo bien certero la
red de
correlaciones entre unos y otros países. Es conocido por
ejemplo, el tanto empeño que puso en ganarse la alianza
británica, pero sin descuidar nunca, segun carta de 1825,
que "los ingleses y los norteamericanos son unos aliados
eventuales, y muy egoístas" o, como alertaba en otra
misiva del mismo año, "los españoles, para
nosotros, ya no son peligrosos, en tanto que los ingleses lo son
mucho, porque son omnipotentes; y, por lo mismo, terribles" .
Todavía en relación a Europa, es sobresaliente la
vigilancia incansable que Bolívar asumió frente a
la Santa Alianza.
Una de las más groseras falsificaciones de la
historia
propalada por la propaganda
imperialista de Estados Unidos consiste en transformar a
Bolívar en precursor y agente de la "unidad"
hemisférica. Franklin Roosevelt lo presenta como
"anunciador" de ésta y Carter nos cuenta sobre "el
sueño de Bolívar de unificar nuestro hemisferio".
La verificación de esta tesis plantea la divisoria y
deslinde de los dos componentes básicos que ella implica:
América Latina y Estados Unidos.
Empecemos, pues, por examinar la posición de
Bolívar al respecto. Una de sus magnas excelencias
intelectuales y políticas radica en haber iniciado
válidos enfoques sobre la identidad de
la América Hispánica. Ya en la Carta de Jamaica
sostenía una postura clave: "nosotros somos un
pequeño género humano; poseemos un mundo aparte"
(S.B.; O.C., I, 164), lo cual reafirmó con oportunidad del
Congreso de Angostura (S.B., O.C., III, 676-677). De igual modo
abundan en la obra de Bolívar caracterizaciones
económicas, sociales, políticas,
demográficas, geográficas y culturales que
constituyen toda una individualización de las naciones
antes colonias españolas. Tal aspecto de la identidad de
América Latina unifica a Bolívar y Martí.
Este, en "los Códigos Nuevos", por ejemplo, nos
conceptúa como "un pueblo extraño, no
español… no indígena,… un pueblo
mestizo
en la forma" (J.M., O.C., VII 98). Tal identidad es muy
importante porque lógicamente conduce a un requerimiento e
indica: "Ya que tiene un origen, una lengua, unas
costumbres y una religión,
debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que
confederase los diferentes estados que hayan de formarse" (S.B.,
O.C., I, 172). Allí mismo se anuncia lo que será
después el Congreso de Panamá y se postula
claramente una unidad sin inclusión norteamericana. De
otra manera expone Bolívar su idea: "la opresión
está reunida en masa bajo un solo estandarte, y si la
libertad se dispersa no puede haber combate" . Es decir; unidad
para el combate y la construcción de las nuevas
repúblicas. Esa concepción unitaria de nuestros
países fue permanente y sistemáticamente sostenida.
Ya en el discurso ante
la Sociedad
Patriótica de Caracas, el 4 de julio de 1811,
Bolívar va mucho más allá de las fronteras
de su patria:
"pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad
suramericana: vacilar es perdernos" (S.B., O.C., III, 535). Lo
mismo ocurre con el documento relativo a la conducta de
Monteverde, del 2 de noviembre de 1812, que tiene como
destinatarios "a los americanos" (Ib., 536). Nuevamente, al
dirigirse al Congreso de Nueva Granada, dos años
después, señala: "la identidad de la causa de
Venezuela con
la que defiende toda América" (Ib., 540). Y así
hasta el final.
Esa unidad es también una de las grandes
inquietudes y aspiraciones de Martí. Lo dice
expresivamente: "'Es la hora del recuento, y de la marcha unida,
y hemos de andar en cuadro apretado como la plata en las
raíces de los Andes" (J.M., O.C., VI, 15).
Es suficiente la sola lectura de El
Presidio Político en Cuba y La República
Española ante la Revolución
Cubana para darse cuenta del parentesco histórico de
los planteamientos martianos y aquellos enfoques bolivarianos. En
la última obra nombrada, Martí presenta a Cuba como
un "pueblo vejado, agarrotado, oprimido, esquilmado" por
España (J.M., O.C., I, 90). También el héroe
cubano supo distinguir sabiamente entre los españoles. En
el Manifiesto de Montecristi expresa: " guerra no es contra el
español que, en el seguro de sus
hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen podrá
gozar respetado y aún amado, de la libertad que
sólo arrollará a los que le salgan, imprevisores,
al camino" (J.M., O.C., IV, 94).
Otros aspectos de los dos grandes hombres conllevan a la
unidad latinoamericana: el enérgico rechazo de la desigualdad
social, la condena decidida contra la esclavitud, el
enfoque del papel religioso en la Independencia, la lucha contra
el aislamiento de nuestros países.
Pero tanto la identidad como la unidad latinoamericanas
constituyen un imperativo de aprehensiones intelectuales y
culturales propias. De trascendencia singular y de dimensiones
libertadoras son las ideas bolivarianas y martianas en esta
esfera. Bolívar mantiene un constante llamado a
profundizar en el
conocimiento de lo nuestro latinoamericano. En carta al
General Daniel O’Leary, refiriéndose al destino de
determinadas medidas legislativas, remite al estudio de variables
propias como la extensión, la población,, la psicología nacional,
la opinión
pública, la ubicación continental, sin excluir
los nexos con otros Estados y hasta las tendencias
anárquicas (S.B. O.C., III, 314-315).
Cuando denuncia el establecimiento de "repúblicas
aéreas" (Ib, 541), es indudable que subyace un reclamo de
adaptación a la realidad por medio de estudios
concretos.
Cuando responde a quienes plantean importar maneras de
Grecia,
Italia, Suiza,
Holanda y Estados Unidos, les recuerda: "la inmensa diferencia
que hay entre los pueblos, los tiempos, y las costumbres de
aquellas repúblicas y las nuestras" (Ib., 542)
Con elegante lenguaje lo
expresa Martí: "Conocer es resolver. Conocer el
país y gobernarlo conforme al conocimiento,
es el único modo de librarlo de tiranías. La
universidad
europea ha de ceder a la universidad americana" (J.M., O.C., VI,
18). En el héroe cubano ese conocer se asocia a la
necesidad del conocimiento recíproco entre los
países latinoamericanos y a la inacabada lucha
emancipadora: "Los pueblos que no se conocen han de darse prisa
para conocerse, como quienes van a pelear juntos" (Ib., 15). En
lo que se refiere a Bolívar todas estas ideas se
sintetizan en la aspiración de formar, con las naciones
antes españolas, "la más grande nación
del mundo", tal como lo dice en la Carta de Jamaica (S.B. O.C.,
I, 169), tal como lo define emocionalmente al fin del Discurso de
Angostura, tal como lo intenta en el Congreso de Panamá.
En Martí se expresa en el reclamo de la Segunda
Independencia para Nuestra América (J.M., O.C., VI
46).
Bolívar, en el Discurso de Angostura, indica la
inconveniencia de aplicar sus instituciones
a realidades como las nuestras, pues, según dice, no son
asimilables "la situación y naturaleza de
los Estados tan distintos como el Inglés
Americano y Americano Español". Al señalar la
necesidad de partir de nuestras propias características,
recomienda: "He aquí el Código
que debíamos consultar, y no el de Washington!." (S.B.,
O.C., III, 680).
El haber logrado sintetizar tan brillantemente, ya en
1819, la existencia y el concepto de las
dos Américas y la profundidad de sus diferencias, es una
muestra de
notable penetración intelectual en su realidad
contemporánea y en las perspectivas del porvenir
continental. Pero no se crea que es sólo la obra de la
inteligencia. Se trata también del reflejo de la
práctica histórica vivida.
El pensamiento de Martí es rico en cuanto a las
diferencias con Estados Unidos. Con motivo del Congreso
Internacional de Washington, de 1889, que inicia los congresos
panamericanos, el cubano universal nos habla de "las dos
nacionalidades de América" (J.M., O.C., VI 48-49).
Más adelante se refiere a "las dos Américas" y a la
del Norte en comparación con la nuestra, como "un pueblo
de intereses distintos, composición híbrida y
problemas pavorosos…, un pueblo agresivo, de otra
composición y fin", (Ib., 53) lo cual reitera luego cuando
alude al "continente ocupado" por dos pueblos de naturaleza y
objetos distintos", en cuyo seno se distingue "un pueblo criado
en la esperanza de la dominación continental" (Ib., 63).
Una sustancial comunidad liberadora se manifiesta en esta
solidaria comprensión de América por parte de
Bolívar y Martí.
Bolívar vivió en la época del
capitalismo de
libre cambio. No
obstante ello, pudo anticipar, con certeza admirable rasgos
distintivos de la conducta imperialista; Martí
vivió en la época del imperialismo y lo
conoció directamente. Una de las más firmes
muestras de su genio político consiste en haber captado
con especial profundidad la naturaleza del
fenómeno.
Calificó a Estados Unidos como "el peligro mayor
de nuestra América" (S.B., O.C., VI, 22). En otra parte
nos advierte sobre: "leyes tan
precisas como esta otra: los pueblos de América son
más libres y prósperos a medida que más se
apartan de los Estados Unidos" (Ib., 26-27). La serie de
crónicas que Martí escribe en oportunidad de la
Conferencia Internacional Americana (1889) figura en la
antología mundial de los más conceptuales y
combativos escritos antimperialistas. Con singular
maestría analítica, amplísima y pertinente
información e inmenso dominio de las
perspectivas continentales, Martí va desmontando las
piezas imperiales de la tramposería panamericana de los
Estados Unidos. Con carga de punzantes dardos arroja sobre la
Conferencia la denominación de "el convite". Con gracia
sarcástica presenta los "zalameos de la Casa Blanca" y la
transformación de la conferencia en una especie de gran
vitrina para la comercialización de las mercaderías
norteamericanas.
Al referirse a una minoría de los delegados
latinoamericanos que pudieran esperar algo positivo de la
Conferencia, les dispara una flecha de sabiduría
política: "creen que los Estados Unidos son un gigante de
azúcar". Podría decirse que con
motivo de esta conferencia, Martí ofreció a los
pueblos del continente una impugnación magistral contra el
imperialismo norteamericano. Lo llamó "águila
ladrona" de "apetitos gigantescos". En otra parte habla de "los
Estados Unidos, pletóricos y desdeñosos" y de un
"pueblo rapaz de raíz creado en la esperanza y certidumbre
de la posesión del continente"
Las crónicas de Martí sobre esta primera
Conferencia Panamericana contienen definiciones de una expresa y
absoluta precisión sobre las contradicciones y nexos
conflictivos entre las dos Américas.
Nuestro héroe nacional cuenta con numerosos
escritos que podrían ilustar su pensamiento
latinoamericanista: Nuestra América, como ensayo–
resumen de la teoría
sociofilósofica de Martí, en torno a la identidad
latinoamericana, constituye un programa rector
del quehacer, de nuestros pueblos, y al mismo tiempo instrumento
desmistificador de conciencia y
conceptos y prejuicios obsoletos.
De modo elocuente muestra la necesidad de partir de
nuestra realidad, de conocerla y asumirla como creación
nuestra y base del porvenir, pues "ni el libro europeo,
ni el libro yanki, daban la clave del enigma hispanoamericano…
Los jóvenes de América entienden que se imita
demasiado y que la salvación está en crear. Crear
es la palabra de pase de esta generación".
En Martí, crear, cultivar "la semilla de la
América nueva deviene imperativo ineludible del
espíritu americano, pues "el tigre espera detrás de
cada árbol, acurrucado en cada esquina". Es hora ya porque
el tiempo apremia, y no es posible dejar de ser, que "lo que
queda de aldea en América despierte…" Estos tiempos no
son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con
las armas de
almohada…. las armas del juicio, que vencen a las otras.
Trincheras de ideas valen más que trincheras de
piedra".
El propio ensayo "Nuestra América", resulta
trincheras de ideas en tanto síntesis
teórica que fundamenta el lugar de Hispanoamérica
en el continente. Es una teoría crítica, que recorriendo la historia y
afincada en nuestra cultura
presenta un proyecto de afirmación y rescate de la
identidad de nuestros pueblos. Proyecto que nace de toda una
experiencia rica vivida por Martí en América Latina
y en los Estados Unidos.
En este sentido, el artículo Nuestra
América, compendia y sintetiza una historia, una cultura,
una política, que insertadas en una teoría
filosófica social de la revelación de nuestro ser
esencial, expresa también un momento cumbre de
radicalización del teórico-ideólogo que le
dio realización concreta. En "Nuestra América",
latinoamericanismo, antirracismo y antimperialismo se funden
indisolublemente y dan coherencia y organicidad conceptual a la
teoría sociofilosófica más avanzada de su
tiempo latinoamericano. Su trascendencia y contemporaneidad
dimana de su propia función:
ser autoconciencia del ser esencial de los pueblos de nuestra
América, en tanto lógica
dimanante de su realidad concreta en sus múltiples
mediaciones, determinaciones y condicionamientos.
Bien conocida es su carta a Manuel Mercado, escrita poco
antes de morir. Allí confiesa: "Ya estoy todos los
días en peligro de dar mi vida por mí país y
por mi deber de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que
se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con
esa fuerza
más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice
hasta hoy, y haré, es para eso" (J.M., O.C., IV, 167). En
la misma carta habla expresa y textualmente contra "los
imperialistas" (Ib., 168).
Paralelamente a la adecuación general de la
política exterior de los Estados Unidos, ha evolucionado
tambien el panamericanismo.
El panamericanismo, como instrumento al fin, ha
reflejado y encauzado las distintas variantes adoptadas por la
política norteamericana hacia la región: de Mc
Kinley a Truman; de Teodoro Roosevelt a Eisenhower; de Wilson a
Reagan; de Hoover a Clinton hasta Bush. Su esencia ha sido y es
la misma de la Doctrina Monroe: América para los
norteamericanos.
A la luz de este
cúmulo de actitudes e
ideas, resulta más que evidente el rotundo rechazo de
Bolívar y Martí a toda tesis
panamericana.
Así mismo, la historia posterior a sus vidas
físicas confirma plenamente las previsiones que formularon
sobre el comportamiento
expansionistas y opresor de los Estados Unidos hacia las naciones
de América Latina.
Podría pensarse que el analizado
latinoamericanismo de nuestros dos grandes hombres se agota en
las fronteras latinas del Hemisferio Occidental. Pero la verdad
es que el internacionalismo de ambos libertadores tienen
dimensiones planetarias y se identifica con la batalla de todos
los pueblos contra la opresión mundial. No es sino ese el
sentido de la tesis sobre "el equilibrio del universo", que
tanto el uno como el otro esgrimieron en sus luchas libertadoras
y en sus previsiones de futuros combates.
En los momentos actuales, cuando el escepticismo
histórico cunde y pulula en la arena internacional, cuando
no faltan los intentos de negar la historia, los valores,
la cultura, la tradición, la razón, los proyectos
de emancipación social y el progreso, la racionalidad se
impone como necesidad de preservar no sólo la identidad
nacional, sino también la identidad latinoamericana.
En tales condiciones, el paradigma
martiano y bolivariano adquieren más que nunca
contemporaneidad y vigencia social.
Cuba, en su incansable bregar por las sendas
independentistas, ha hecho del pensamiento bolivariano parte
inseparable de sus luchas. Bolivarianas han sido las mas
lúcidas y trascendentes figuras de nuestra historia,
bolivarianas nuestras más revolucionarias doctrinas,
nuestras más encarnizadas batallas y nuestro, el
más grande bolivariano de todos los que ha conocido
nuestra América: José
Martí.
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______________Obras Completas. La Habana Ed. Lex, 1950,
II, 999 p.Página 10
Autor:
Ing. Idalmys Cruz Domínguez
Categoría: Historia
Pinar del Río, Cuba, Febrero 2006