Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El pensamiento latinoamericanista y panamericanista: Una dicotomía irreconciliable



    1. La doctrina Monroe:
      América para los americanos
    2. Pensamiento latinoamericanista
      de bolívar y Marti
    3. Conclusiones
    4. Referencias
      bibliográficas

    INTRODUCCIÓN

    La fundación de los Estados Unidos en
    1776 creó una ambigüedad por su nombre, que desde
    entonces podía referirse a un país o a todo el
    continente. La solución que encontraron los países
    angloparlantes fue obvia: considerar que había dos
    Américas. En español,
    muchos intelectuales
    y políticos prefirieron hablar de "Los Estados Unidos de
    Norteamérica", y continuaron utilizando el sentido
    original de la palabra América
    para designar el continente completo.

    La elección misma de su nombre es un indicio del
    proyecto
    expansivo de Estados Unidos y su "destino manifiesto" de ser
    líder
    de todo el continente, lo que ha sido motivo de fricciones
    políticas hasta el día de
    hoy.

    La idea de la unidad latinoamericana es anterior a la
    propia independencia
    de América
    Latina. Ya en 1797 el patriota venezolano Francisco de
    Miranda concibió un proyecto para la creación de
    una "Gran Unión Americana" sobre la base de los estados
    que surgieran producto de la
    liberación de España.

    Al extinguirse los imperios coloniales de España
    y Portugal en América, se dió una agitada actividad
    diplomática por parte de las grandes potencias de aquella
    época. Aspiraban a apoderarse de territorios y nuevos
    mercados y
    trataban de supeditar a su control a los
    jóvenes Estados Independientes. Entre estas potencias,
    Estados Unidos manifestaba especial atención.

    Este país estaba involucrado en los conflictos
    entre los estados europeos y gozaba de la ventaja de su
    situación geográfica. Al conquistar la
    independencia casi medio siglo antes que sus vecinos de
    América Latina, Estados Unidos, ya a principios del
    siglo XIX, emprendió el camino de desarrollo
    capitalista acelerado. La revolución
    industrial se inició en el nordeste del país.
    Simultáneamente en el sur adquirieron amplia
    expansión las plantaciones basadas en el trabajo de
    los negros esclavos, pero orientadas directamente hacia el
    mercado. Luego de
    consolidar su economía, surgieron
    en el mundo político estadounidense, ideas expansionistas.
    Estas ideas fueron desarrolladas por la nueva generación
    de estadistas norteamericanos de las primeras décadas del
    siglo XIX. El secretario de Estado J.
    Adams fue uno de los primeros en argumentar la idea de la
    "predeterminación del destino". Este planteaba la
    creación de un sistema, cuyo
    centro era Estados Unidos y en él estaría toda
    América del Sur (Cfr. Glinkin, 1984:21 ).

    En los últimos cien años, el
    Panamericanismo ha evolucionado mucho, se ha perfeccionado y
    adaptado a las exigencias de la situación política
    internacional del momento, tanto sus teorías
    como sus postulados ideológicos.

    DESARROLLO

    LA DOCTRINA
    MONROE: AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS

    Cuando los países de América Latina
    acceden a la independencia, la antigua metrópoli,
    España y sus aliados europeos comienzan a desarrollar
    planes con miras a reconquistar los frágiles nuevos
    estados. Es así, que en esa primera etapa, Estados Unidos
    perfila su doctrina Monroe, con el objeto primordial de defender
    la libertad
    americana. Cuando estos países logran consolidarse como
    estados soberanos a mediados del siglo XIX, el país
    norteño propuso el llamado "Panamericanismo", como
    mecanismo para lograr la confraternidad latinoamericana, en
    torno al liderazgo de
    Estados Unidos.

    Así, la Doctrina Monroe y el Panamericanismo
    buscaron, bajo diversas vías, llevar a la práctica
    el propósito estadounidense de hacer de Latinoamérica un subcontinente que
    respondiera a sus propósitos e intereses, lo cual fue
    demostrado por el devenir histórico y las acciones
    concretas que el país norteño llevó a cabo
    en estas dos centurias.

    El 2 de diciembre de 1823, en su mensaje anual al
    Congreso, el presidente James Monroe formuló una serie de
    principios de la política exterior de Estados Unidos, que
    recibieron el nombre de Doctrina Monroe. En esta importante
    declaración se proclamaba que: "el continente americano no
    puede ser en adelante objeto de colonización por parte de
    las potencias europeas…absteniéndose de intervenir en
    los asuntos de Europa, Estados
    Unidos, considerará como acciones hostiles cualesquiera
    intentos de los estados europeos de injerencia política o
    de otra índole en los asuntos de los países del
    continente americano".(Jaich, 1950:440).

    Así, la Doctrina Monroe se convirtió en
    bandera de la política de Estados Unidos en el Hemisferio
    Occidental por muchos decenios.

    Aguilar, plantea que la acción
    del Presidente de Estados Unidos James Monroe estaba dictada por
    los intereses de largo alcance de lograr una posición
    dominante en el Hemisferio Occidental: "lo que Estados Unidos
    buscaba no era fortalecer la independencia de América
    Latina, ni menos mezclarse en la guerra contra
    España: el móvil real de la política de
    Monroe era establecer las bases de la hegemonía de Estados
    Unidos en el continente". De hecho, Monroe declaró a todo
    el Hemisferio Occidental "zona de los intereses vitales y la
    seguridad de
    Estados Unidos". Por ello, su doctrina no tenía carácter defensivo, sino que estaba
    dirigida en esencia contra los países de América
    Latina, así como contra Gran Bretaña y otras
    potencias europeas como rivales de Estados Unidos en la lucha por
    las esferas de influencia en esta región del
    mundo.

    Un factor importante que influyó sobre la
    decisión del presidente Monroe de hacer público su
    mensaje a finales de 1823 fue el próximo Congreso de
    Panamá.
    La posible creación en este congreso, de una sólida
    unión de los jóvenes Estados Independientes de
    América del Sur, hubiera constituído un insuperable
    obstáculo para los planes de dominio

    norteamericano en la región. De ahí que
    Estados Unidos estuviese profundamente interesado en mantener el
    aislamiento de los países vecinos y en el fracaso del
    Congreso de Panamá.

    La proclamación de la doctrina Monroe en el
    momento en que marchaba rápidamente la preparación
    práctica del Congreso de Panamá perseguía el
    objetivo de
    [debilitar] la unidad latinoamericana. Las garantías de
    independencia de los países latinoamericanos que se
    declaraban en ella parecían privar de sentido la futura
    unión de los Estados de América Latina. Con su
    mensaje, el presidente Monroe quería también
    afianzar las posiciones de aquellos dirigentes latinoamericanos
    que como el vicepresidente de Colombia,
    Santander, preferían orientarse a Estados Unidos y en
    virtud de unas u otras causas se mostraban reservados e incluso,
    contrarios a los planes de Bolívar.

    Es significativo, que a pesar de haber recibido
    invitación, Estados Unidos, no participó en el
    Congreso de Panamá. Como se ha mencionado, en vista de su
    actitud hostil
    hacia la causa de la independencia de América Latina,
    Bolívar no pensaba invitar al vecino del Norte a
    participar en el Congreso de Panamá. En una de sus
    cartas a
    Santander, Bolívar subrayaba: "no creo que los (norte)
    americanos deban entrar en el congreso del Istmo…" Sin embargo,
    Santander, en nombre del Gobierno de
    Colombia y a continuación México y
    Centroamérica, enviaron invitaciones a Estados Unidos,
    instándole a enviar sus delegados a Panamá.Una de
    las razones al respecto era poder lograr
    de los Estados Unidos compromisos concretos de apoyo en lugar de
    las difusas promesas contenidas en la Doctrina Monroe.

    Los países del subcontinente comprendieron, con
    el tiempo, las
    verdaderas motivaciones del país norteño, por lo
    cual, frente a las intenciones norteamericanas, jamás
    reconocieron la declaración del presidente Monroe como
    "norma de derecho
    internacional" y menos como "inteligencia
    regional".

    En la Conferencia
    Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación
    Económica y la Paz, alguien se expresó
    así:"Rechazamos la doctrina de Monroe y la política
    de pretendida solidaridad y
    defensa hemisférica que menoscaba nuestra
    soberanía.

    El eslogan popular de la doctrina Monroe,
    "América para los americanos", adquirió entonces un
    sentido de ironía: ¿cuál de las
    Américas para cuáles de los americanos?

    Lázaro Cárdenas, como presidente de
    México declaró en Enero de 1930: "La doctrina
    Monroe nunca fue reconocida ni pudo serlo por México ni
    por las demás naciones de la América Hispana;
    mientras fue sólo la expresión de una
    política unilateral que los Estados Unidos impusieron, con
    el doble propósito de excluir de este continente a los
    países de Europa y de defender sus propios intereses en
    América. Tal doctrina mal interpretada y aplicada
    más allá de su original extensión,
    llegó a convertirse algunas veces en pretexto de
    intervención". (Dallanegra, 2002).

    Estos hechos, ocurridos este siglo, revelan el recelo de
    muchos países latinoamericanos ante la doctrina y su
    verdadera esencia política.

    Asi pues, podemos decir que el Panamericanismo cuenta
    con una declaración pública, oficial y solemne en
    la doctrina de Monroe.

    El término "Panamericanismo" fue utilizado por
    primera vez en el
    periódico norteamericano New York Evening Post, el 7
    de septiembre de 1889 y después adquirió amplia
    difusión. Los apologistas de la doctrina del
    Panamericanismo tratan de darle otra connotación a la
    verdadera esencia y el carácter agresivo de la
    política que ha practicado Estados Unidos, bajo la bandera
    del mismo.

    Con este fin el Panamericanismo se presenta como "obra
    común" de los países latinoamericanos y de Estados
    Unidos. Bemis, (1950:285-286), plantea que el Panamericanismo
    representa la "tendencia, expresada más o menos
    claramente, de las repúblicas del Nuevo Mundo a colaborar
    como buenos vecinos para fomentar la compresión mutua de
    los intereses comunes, así como para la realización
    de éstos".

    Asimismo, como ya se ha señalado, el
    Panamericanismo es presentado como heredero de las ideas de la
    solidaridad latinoamericana de Bolívar o bien se maneja la
    idea de que en su desarrollo el panamericanismo pasó por
    dos etapas: la latinoamericana (hasta finales delsiglo XIX) y la
    norteamericana (desde fines del siglo XIX hasta el presente). En
    realidad, la práctica ha demostrado que el Panamericanismo
    no es sino el desarrollo ulterior de la doctrina Monroe y de las
    ideas de la República norteamericana sobre el papel
    dirigente de Estados Unidos en los asuntos del Hemisferio
    Occidental adaptado a las condiciones de la época del
    imperialismo.

    Su principal exponente fue el Secretario de Estado de
    Estados Unidos James Blaine, uno de los líderes del
    Partido Republicano, quien a principios de los años 80 del
    siglo XIX propuso convocar en Washington una conferencia
    internacional de todas las repúblicas americanas. Como
    base de la doctrina del Panamericanismo fue adoptada la tesis sobre la
    "solidaridad continental" y la supuestamente existente "comunidad" de
    intereses de Estados Unidos, y los países
    latinoamericanos, condicionada por los factores
    geográficos,

    el carácter complementario de sus estructuras
    económicas, la existencia de "hermandad espiritual" y de
    una comunidad cultural única en oposición a las
    culturas europeas, oriental y eslava. Además, a Estados
    Unidos, como "líder" se le asigna el papel dirigente en
    los asuntos interamericanos. La posición de Estados Unidos
    como la primera potencia del
    Nuevo Mundo, concede a su gobierno el derecho a hablar en tono
    autoritario al objeto de eliminar las divergencias entre sus
    vecinos con los cuales mantienen las relaciones más
    amistosas. Cfr. (Gallardo, Ob. Cit:46)

    Es preciso recordar que el Panamericanismo, como
    "doctrina" fue propulsado por la diplomacia norteamericana y el
    objeto principal de la misma consistió en fortalecer, una
    vez creada, la
    organización interamericana y ampliar sus facultades.
    Como resultado de la reorganización llevada a cabo, la
    Oficina
    Comercial, convertida en Oficina Internacional de
    Repúblicas Americanas, incorporó a su esfera de
    actividad cuestiones culturales y sociales y comenzó a
    desempeñar funciones
    administrativas y de organización. Su trabajo era
    dirigido por el Consejo Directivo, integrado por los
    representantes diplomáticos de los países de la
    región en Washington y encabezado por el secretario de
    Estado de Estados Unidos.

    Posteriormente la Oficina fue denominada Unión
    Panamericana y convertida en secretariado permanente de la
    organización interamericana. Ya en el comienzo del
    Panamericanismo se revelaban las contradicciones que
    dividían a las Dos Américas. En las celebraciones
    de las Conferencias Panamericanas se habló una sola
    palabra sobre los grandes problemas
    americanos de aquella época; la guerra hispanoamericana,
    la ocupación militar de Cuba, la
    incorporación de Puerto Rico… y
    la retención mano militati de una parte de [Cuba]. No hubo
    una frase de condenación para el despojo sufrido por
    Colombia con el istmo de Panamá". (Brito, 1969:54). No
    obstante, en estas conferencias, gracias a los esfuerzos de las
    diplomacias de una serie de países de América
    Latina, fueron aprobadas varias disposiciones que
    protegían sus intereses. Pero el Gobierno de Estados
    Unidos y los monopolios norteamericanos desestimaban
    demostrativamente las resoluciones que no les
    convenían.

    Blas Piñar, afirma: El panamericanismo
    es,"…rechazable, ya que implica una desviación del
    sentido histórico que desconoce y ahoga la
    personalidad cultural y política de
    Hispanoamérica. Oponemos al panamericanismo opresor un
    latinoamericanismo que libere nuestras fuerzas productivas,
    amplíe nuestras posibilidades de desarrollo, fortalezca la
    solidaridad y la cooperación entre nuestros pueblos y
    contribuya eficazmente a la paz en el hemisferio y en el
    mundo".

    No se trata, de líneas de ocasión ni de
    palabras en el aire. Allí
    está toda la experiencia del proceso
    revolucionario y el contradictorio desenvolvimiento
    histórico de un continente en la compendiosa voz de
    nuestros contemporáneos máximos. En el
    específico contenido de esta cita, Lázaro
    Cárdenas se liga sustancialmente con las cimas de la
    tradición libertaria de este hemisferio y, de particular
    modo, con Simón Bolívar y José Martí.

    La Independencia que liderizan ambas personalidades es
    un movimiento
    dirigido contra el dominio del imperio colonial hispánico.
    Por consecuencia, el golpe principal tiene a España como
    destinataria específica y todos los esfuerzos son
    orientados a destruir su dominio sobre las colonias
    respectivas.

    PENSAMIENTO
    LATINOAMERICANISTA DE BOLÍVAR Y MARTI

    Fué Simón Bolívar el primero de
    nuestros proceres en comprender la importancia de la unidad
    americana frente a la amenaza de Estados Unidos y en el lejano
    1814 propugnó la unión de toda la América
    Meridional bajo un cuerpo de naciones.

    En 1818 decía: "una sola debe ser la patria de
    todos los americanos, ya que todos hemos tenido una perfecta
    unidad".

    Bolivar trabajó con denuedo por la integración del continente; mas, sus
    aspiraciones no cuajaron. El Congreso de Panamá, en 1826,
    fué su mayor realización; aunque no pocos autores
    han tratado de magnificarlo, el propio Bolívar se
    encargó de hacer su sereno y objetivo balance, expresando
    con desencanto y pesimismo: "El Congreso de Panamá,
    institución que debiera ser admirable si tuviera mas
    eficacia, no
    es otra cosa que aquel loco griego que pretendía dirigir
    desde una roca los buques que navegaban. Su poder será una
    sombra y sus decretos meros consejos(…)Veo al congreso del
    istmo como una representación teatral".

    No corrían tiempos favorables para la unidad
    latinoamericana. La situación de los países del sur
    del Rio Bravo no se presentaba propicia para los proyectos
    bolivarianos. Las nuevas repúblicas habian nacido
    penosamente de la independencia.

    Los propósitos de unidad e integración
    latinoamericana fracasaron a causa de diversos factores. Las
    condiciones que impidieron el éxito
    del Congreso de Panamá se agudizaron tras el efimero
    período liberal, dejando un continente sometido a
    estructuras económicas y políticas arcaicas que
    servían de freno a su desarrollo. Asimismo la
    penetración capitalista inglesa, primero y la
    norteamericana, despues, junto a la política de fomentar
    la división entre las repúblicas latinoamericanas
    practicada por Inglaterrra y los estados Unidos, fueron factores
    de considerable peso en el aislamiento de los países de
    América Latina.

    A pesar de todo, los esfuerzos unitarios tuvieron gran
    importancia política porque mantuvieron vivo el ideal de
    unidad latinoamericana, fiel a las aspiraciones de Bolívar
    y Marti –quien, en su tiempo, continuó y
    desarrolló el ideario bolivariano, imprimiendole un
    acabado contenido antimperialista- y en contraposición a
    otras formas de asociación hemisférica preconizadas
    por los Estados Unidos.

    Bolívar, en el centro de la tormenta, no
    podía hacer cosa distinta a la de descalificar
    rotundamente el dominio hispánico, tanto desde el punto de
    vista de la realidad histórica como en la perspectiva de
    la lucha. Por eso es explicable la frecuente adjetivación
    combativa: en la Carta de
    Jamaica habla de España como "desnaturalizada madrastra",
    "vieja serpiente", "nación
    avarienta", afirmaciones todas ellas respaldadas en decidores
    cuadros analíticos (S. Bolívar: Obras Completas, 1,
    160, 162 y 165). Es interesante advertir la distinción que
    hacía Bolívar, incluso en los momentos más
    tensos de la contienda, entre los españoles
    monárquicos e imperiales y aquellos de una actitud no
    contraria o favorable a la Independencia.

    Como confirmaciones de esa posición,
    compúlsese el llamamiento a los españoles europeos
    de los castillos de Guayana, donde se les insta a la fraternidad
    y a adoptar nuestra patria (S.B., O.C., III, 643). En igual
    sentido habla el decreto de amnistía dirigido a los
    habitantes de la República y a los que todavía
    seguían al partido español (1818)(S.B.,O.C., III,
    661). Aunque parezca paradójico, incluso el famoso Decreto
    de la Guerra a Muerte
    contiene mucho de ese humanístico espíritu.
    Bolívar prestó muy vigilante atención a las
    conexiones internacionales. En la Carta de Jamaica,
    ya antes mencionada, se refiere a Europa en general y le reclama
    su indiferencia y endurecimiento, su divorcio de la
    libertad y la justicia y, al
    mismo tiempo, señala que el viejo continente debía
    haber colaborado con la independencia por claras causas de
    equilibrio
    mundial e intercambio mercantil (S.B., O.C., I, 162).

    Diez años después, la negativa
    reiteración de experiencias le hace decir, en carta a
    Santander, "lo cierto es que los europeos están empleando
    todo género de
    intrigas contra nosotros", para luego afirmar más
    directamente, "toda la Europa está contra nosotros"
    .

    En cuanto a Bolívar y Europa, vale decir que el
    gran venezolano seguía cuidadosamente los acontecimientos
    de ese continente y manejó de modo bien certero la
    red de
    correlaciones entre unos y otros países. Es conocido por
    ejemplo, el tanto empeño que puso en ganarse la alianza
    británica, pero sin descuidar nunca, segun carta de 1825,
    que "los ingleses y los norteamericanos son unos aliados
    eventuales, y muy egoístas" o, como alertaba en otra
    misiva del mismo año, "los españoles, para
    nosotros, ya no son peligrosos, en tanto que los ingleses lo son
    mucho, porque son omnipotentes; y, por lo mismo, terribles" .
    Todavía en relación a Europa, es sobresaliente la
    vigilancia incansable que Bolívar asumió frente a
    la Santa Alianza.

    Una de las más groseras falsificaciones de la
    historia
    propalada por la propaganda
    imperialista de Estados Unidos consiste en transformar a
    Bolívar en precursor y agente de la "unidad"
    hemisférica. Franklin Roosevelt lo presenta como
    "anunciador" de ésta y Carter nos cuenta sobre "el
    sueño de Bolívar de unificar nuestro hemisferio".
    La verificación de esta tesis plantea la divisoria y
    deslinde de los dos componentes básicos que ella implica:
    América Latina y Estados Unidos.

    Empecemos, pues, por examinar la posición de
    Bolívar al respecto. Una de sus magnas excelencias
    intelectuales y políticas radica en haber iniciado
    válidos enfoques sobre la identidad de
    la América Hispánica. Ya en la Carta de Jamaica
    sostenía una postura clave: "nosotros somos un
    pequeño género humano; poseemos un mundo aparte"
    (S.B.; O.C., I, 164), lo cual reafirmó con oportunidad del
    Congreso de Angostura (S.B., O.C., III, 676-677). De igual modo
    abundan en la obra de Bolívar caracterizaciones
    económicas, sociales, políticas,
    demográficas, geográficas y culturales que
    constituyen toda una individualización de las naciones
    antes colonias españolas. Tal aspecto de la identidad de
    América Latina unifica a Bolívar y Martí.
    Este, en "los Códigos Nuevos", por ejemplo, nos
    conceptúa como "un pueblo extraño, no
    español… no indígena,… un pueblo
    mestizo

    en la forma" (J.M., O.C., VII 98). Tal identidad es muy
    importante porque lógicamente conduce a un requerimiento e
    indica: "Ya que tiene un origen, una lengua, unas
    costumbres y una religión,
    debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que
    confederase los diferentes estados que hayan de formarse" (S.B.,
    O.C., I, 172). Allí mismo se anuncia lo que será
    después el Congreso de Panamá y se postula
    claramente una unidad sin inclusión norteamericana. De
    otra manera expone Bolívar su idea: "la opresión
    está reunida en masa bajo un solo estandarte, y si la
    libertad se dispersa no puede haber combate" . Es decir; unidad
    para el combate y la construcción de las nuevas
    repúblicas. Esa concepción unitaria de nuestros
    países fue permanente y sistemáticamente sostenida.
    Ya en el discurso ante
    la Sociedad
    Patriótica de Caracas, el 4 de julio de 1811,
    Bolívar va mucho más allá de las fronteras
    de su patria:

    "pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad
    suramericana: vacilar es perdernos" (S.B., O.C., III, 535). Lo
    mismo ocurre con el documento relativo a la conducta de
    Monteverde, del 2 de noviembre de 1812, que tiene como
    destinatarios "a los americanos" (Ib., 536). Nuevamente, al
    dirigirse al Congreso de Nueva Granada, dos años
    después, señala: "la identidad de la causa de
    Venezuela con
    la que defiende toda América" (Ib., 540). Y así
    hasta el final.

    Esa unidad es también una de las grandes
    inquietudes y aspiraciones de Martí. Lo dice
    expresivamente: "'Es la hora del recuento, y de la marcha unida,
    y hemos de andar en cuadro apretado como la plata en las
    raíces de los Andes" (J.M., O.C., VI, 15).

    Es suficiente la sola lectura de El
    Presidio Político en Cuba y La República
    Española ante la Revolución
    Cubana para darse cuenta del parentesco histórico de
    los planteamientos martianos y aquellos enfoques bolivarianos. En
    la última obra nombrada, Martí presenta a Cuba como
    un "pueblo vejado, agarrotado, oprimido, esquilmado" por
    España (J.M., O.C., I, 90). También el héroe
    cubano supo distinguir sabiamente entre los españoles. En
    el Manifiesto de Montecristi expresa: " guerra no es contra el
    español que, en el seguro de sus
    hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen podrá
    gozar respetado y aún amado, de la libertad que
    sólo arrollará a los que le salgan, imprevisores,
    al camino" (J.M., O.C., IV, 94).

    Otros aspectos de los dos grandes hombres conllevan a la
    unidad latinoamericana: el enérgico rechazo de la desigualdad
    social, la condena decidida contra la esclavitud, el
    enfoque del papel religioso en la Independencia, la lucha contra
    el aislamiento de nuestros países.

    Pero tanto la identidad como la unidad latinoamericanas
    constituyen un imperativo de aprehensiones intelectuales y
    culturales propias. De trascendencia singular y de dimensiones
    libertadoras son las ideas bolivarianas y martianas en esta
    esfera. Bolívar mantiene un constante llamado a
    profundizar en el
    conocimiento de lo nuestro latinoamericano. En carta al
    General Daniel O’Leary, refiriéndose al destino de
    determinadas medidas legislativas, remite al estudio de variables
    propias como la extensión, la población,, la psicología nacional,
    la opinión
    pública, la ubicación continental, sin excluir
    los nexos con otros Estados y hasta las tendencias
    anárquicas (S.B. O.C., III, 314-315).

    Cuando denuncia el establecimiento de "repúblicas
    aéreas" (Ib, 541), es indudable que subyace un reclamo de
    adaptación a la realidad por medio de estudios
    concretos.

    Cuando responde a quienes plantean importar maneras de
    Grecia,
    Italia, Suiza,
    Holanda y Estados Unidos, les recuerda: "la inmensa diferencia
    que hay entre los pueblos, los tiempos, y las costumbres de
    aquellas repúblicas y las nuestras" (Ib., 542)

    Con elegante lenguaje lo
    expresa Martí: "Conocer es resolver. Conocer el
    país y gobernarlo conforme al conocimiento,
    es el único modo de librarlo de tiranías. La
    universidad
    europea ha de ceder a la universidad americana" (J.M., O.C., VI,
    18). En el héroe cubano ese conocer se asocia a la
    necesidad del conocimiento recíproco entre los
    países latinoamericanos y a la inacabada lucha
    emancipadora: "Los pueblos que no se conocen han de darse prisa
    para conocerse, como quienes van a pelear juntos" (Ib., 15). En
    lo que se refiere a Bolívar todas estas ideas se
    sintetizan en la aspiración de formar, con las naciones
    antes españolas, "la más grande nación
    del mundo", tal como lo dice en la Carta de Jamaica (S.B. O.C.,
    I, 169), tal como lo define emocionalmente al fin del Discurso de
    Angostura, tal como lo intenta en el Congreso de Panamá.
    En Martí se expresa en el reclamo de la Segunda
    Independencia para Nuestra América (J.M., O.C., VI
    46).

    Bolívar, en el Discurso de Angostura, indica la
    inconveniencia de aplicar sus instituciones
    a realidades como las nuestras, pues, según dice, no son
    asimilables "la situación y naturaleza de
    los Estados tan distintos como el Inglés
    Americano y Americano Español". Al señalar la
    necesidad de partir de nuestras propias características,
    recomienda: "He aquí el Código
    que debíamos consultar, y no el de Washington!." (S.B.,
    O.C., III, 680).

    El haber logrado sintetizar tan brillantemente, ya en
    1819, la existencia y el concepto de las
    dos Américas y la profundidad de sus diferencias, es una
    muestra de
    notable penetración intelectual en su realidad
    contemporánea y en las perspectivas del porvenir
    continental. Pero no se crea que es sólo la obra de la
    inteligencia. Se trata también del reflejo de la
    práctica histórica vivida.

    El pensamiento de Martí es rico en cuanto a las
    diferencias con Estados Unidos. Con motivo del Congreso
    Internacional de Washington, de 1889, que inicia los congresos
    panamericanos, el cubano universal nos habla de "las dos
    nacionalidades de América" (J.M., O.C., VI 48-49).
    Más adelante se refiere a "las dos Américas" y a la
    del Norte en comparación con la nuestra, como "un pueblo
    de intereses distintos, composición híbrida y
    problemas pavorosos…, un pueblo agresivo, de otra
    composición y fin", (Ib., 53) lo cual reitera luego cuando
    alude al "continente ocupado" por dos pueblos de naturaleza y
    objetos distintos", en cuyo seno se distingue "un pueblo criado
    en la esperanza de la dominación continental" (Ib., 63).
    Una sustancial comunidad liberadora se manifiesta en esta
    solidaria comprensión de América por parte de
    Bolívar y Martí.

    Bolívar vivió en la época del
    capitalismo de
    libre cambio. No
    obstante ello, pudo anticipar, con certeza admirable rasgos
    distintivos de la conducta imperialista; Martí
    vivió en la época del imperialismo y lo
    conoció directamente. Una de las más firmes
    muestras de su genio político consiste en haber captado
    con especial profundidad la naturaleza del
    fenómeno.

    Calificó a Estados Unidos como "el peligro mayor
    de nuestra América" (S.B., O.C., VI, 22). En otra parte
    nos advierte sobre: "leyes tan
    precisas como esta otra: los pueblos de América son
    más libres y prósperos a medida que más se
    apartan de los Estados Unidos" (Ib., 26-27). La serie de
    crónicas que Martí escribe en oportunidad de la
    Conferencia Internacional Americana (1889) figura en la
    antología mundial de los más conceptuales y
    combativos escritos antimperialistas. Con singular
    maestría analítica, amplísima y pertinente
    información e inmenso dominio de las
    perspectivas continentales, Martí va desmontando las
    piezas imperiales de la tramposería panamericana de los
    Estados Unidos. Con carga de punzantes dardos arroja sobre la
    Conferencia la denominación de "el convite". Con gracia
    sarcástica presenta los "zalameos de la Casa Blanca" y la
    transformación de la conferencia en una especie de gran
    vitrina para la comercialización de las mercaderías
    norteamericanas.

    Al referirse a una minoría de los delegados
    latinoamericanos que pudieran esperar algo positivo de la
    Conferencia, les dispara una flecha de sabiduría
    política: "creen que los Estados Unidos son un gigante de
    azúcar". Podría decirse que con
    motivo de esta conferencia, Martí ofreció a los
    pueblos del continente una impugnación magistral contra el
    imperialismo norteamericano. Lo llamó "águila
    ladrona" de "apetitos gigantescos". En otra parte habla de "los
    Estados Unidos, pletóricos y desdeñosos" y de un
    "pueblo rapaz de raíz creado en la esperanza y certidumbre
    de la posesión del continente"

    Las crónicas de Martí sobre esta primera
    Conferencia Panamericana contienen definiciones de una expresa y
    absoluta precisión sobre las contradicciones y nexos
    conflictivos entre las dos Américas.

    Nuestro héroe nacional cuenta con numerosos
    escritos que podrían ilustar su pensamiento
    latinoamericanista: Nuestra América, como ensayo
    resumen de la teoría
    sociofilósofica de Martí, en torno a la identidad
    latinoamericana, constituye un programa rector
    del quehacer, de nuestros pueblos, y al mismo tiempo instrumento
    desmistificador de conciencia y
    conceptos y prejuicios obsoletos.

    De modo elocuente muestra la necesidad de partir de
    nuestra realidad, de conocerla y asumirla como creación
    nuestra y base del porvenir, pues "ni el libro europeo,
    ni el libro yanki, daban la clave del enigma hispanoamericano…
    Los jóvenes de América entienden que se imita
    demasiado y que la salvación está en crear. Crear
    es la palabra de pase de esta generación".

    En Martí, crear, cultivar "la semilla de la
    América nueva deviene imperativo ineludible del
    espíritu americano, pues "el tigre espera detrás de
    cada árbol, acurrucado en cada esquina". Es hora ya porque
    el tiempo apremia, y no es posible dejar de ser, que "lo que
    queda de aldea en América despierte…" Estos tiempos no
    son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con
    las armas de
    almohada…. las armas del juicio, que vencen a las otras.
    Trincheras de ideas valen más que trincheras de
    piedra".

    El propio ensayo "Nuestra América", resulta
    trincheras de ideas en tanto síntesis
    teórica que fundamenta el lugar de Hispanoamérica
    en el continente. Es una teoría crítica, que recorriendo la historia y
    afincada en nuestra cultura
    presenta un proyecto de afirmación y rescate de la
    identidad de nuestros pueblos. Proyecto que nace de toda una
    experiencia rica vivida por Martí en América Latina
    y en los Estados Unidos.

    En este sentido, el artículo Nuestra
    América, compendia y sintetiza una historia, una cultura,
    una política, que insertadas en una teoría
    filosófica social de la revelación de nuestro ser
    esencial, expresa también un momento cumbre de
    radicalización del teórico-ideólogo que le
    dio realización concreta. En "Nuestra América",
    latinoamericanismo, antirracismo y antimperialismo se funden
    indisolublemente y dan coherencia y organicidad conceptual a la
    teoría sociofilosófica más avanzada de su
    tiempo latinoamericano. Su trascendencia y contemporaneidad
    dimana de su propia función:
    ser autoconciencia del ser esencial de los pueblos de nuestra
    América, en tanto lógica
    dimanante de su realidad concreta en sus múltiples
    mediaciones, determinaciones y condicionamientos.

    Bien conocida es su carta a Manuel Mercado, escrita poco
    antes de morir. Allí confiesa: "Ya estoy todos los
    días en peligro de dar mi vida por mí país y
    por mi deber de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que
    se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con
    esa fuerza
    más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice
    hasta hoy, y haré, es para eso" (J.M., O.C., IV, 167). En
    la misma carta habla expresa y textualmente contra "los
    imperialistas" (Ib., 168).

    CONCLUSIONES

    Paralelamente a la adecuación general de la
    política exterior de los Estados Unidos, ha evolucionado
    tambien el panamericanismo.

    El panamericanismo, como instrumento al fin, ha
    reflejado y encauzado las distintas variantes adoptadas por la
    política norteamericana hacia la región: de Mc
    Kinley a Truman; de Teodoro Roosevelt a Eisenhower; de Wilson a
    Reagan; de Hoover a Clinton hasta Bush. Su esencia ha sido y es
    la misma de la Doctrina Monroe: América para los
    norteamericanos.

    A la luz de este
    cúmulo de actitudes e
    ideas, resulta más que evidente el rotundo rechazo de
    Bolívar y Martí a toda tesis
    panamericana.

    Así mismo, la historia posterior a sus vidas
    físicas confirma plenamente las previsiones que formularon
    sobre el comportamiento
    expansionistas y opresor de los Estados Unidos hacia las naciones
    de América Latina.

    Podría pensarse que el analizado
    latinoamericanismo de nuestros dos grandes hombres se agota en
    las fronteras latinas del Hemisferio Occidental. Pero la verdad
    es que el internacionalismo de ambos libertadores tienen
    dimensiones planetarias y se identifica con la batalla de todos
    los pueblos contra la opresión mundial. No es sino ese el
    sentido de la tesis sobre "el equilibrio del universo", que
    tanto el uno como el otro esgrimieron en sus luchas libertadoras
    y en sus previsiones de futuros combates.

    En los momentos actuales, cuando el escepticismo
    histórico cunde y pulula en la arena internacional, cuando
    no faltan los intentos de negar la historia, los valores,
    la cultura, la tradición, la razón, los proyectos
    de emancipación social y el progreso, la racionalidad se
    impone como necesidad de preservar no sólo la identidad
    nacional, sino también la identidad latinoamericana.
    En tales condiciones, el paradigma
    martiano y bolivariano adquieren más que nunca
    contemporaneidad y vigencia social.

    Cuba, en su incansable bregar por las sendas
    independentistas, ha hecho del pensamiento bolivariano parte
    inseparable de sus luchas. Bolivarianas han sido las mas
    lúcidas y trascendentes figuras de nuestra historia,
    bolivarianas nuestras más revolucionarias doctrinas,
    nuestras más encarnizadas batallas y nuestro, el
    más grande bolivariano de todos los que ha conocido
    nuestra América: José
    Martí.

    REFERENCIAS
    BIBLIOGRÁFICAS:

    • Abadie – Alcardi, O. El Uruguay, los
    Estados Unidos y la Unión Panamericana. Montevideo.
    Ediciones Natera. 1969.

    • Aguilar, A. El Panamericanismo. De la Doctrina
    Monroe a la Doctrina Johnson. Ed. México. Universidad
    Nacional Autónoma de México (UNAM).
    1965.

    • Antisianov, M. Panamericanismo: Doctrina y
    Hechos. Moscú, Ed. Progreso, 1986: 281 p

    • Bemis, F. (1962). Citado por Glinkin (1984). El
    Latinoamericanismo contra el

    Panamericanismo. Moscú, Editorial
    Progreso.

    • Bolívar, S. Obras Completas. (Sin lugar,
    ni fecha, ni pie de imprenta). I,
    990 p. II, 100 1 p., III, 9 12 p.

    • Brito, E. Panamericanismo e Imperialismo. La
    Habana. Ediciones Política Internacional. 1969

    • Dallanegra, Luis (2002, Marzo 10). Doctrina
    Monroe: 1823 [Discusión enlínea]
    [accesado.2006,Febrero20].Disponible:http://www.geocities.com/luisdallanegra/tratados/dmonroe-html

    • Gilderhus, citado por Vargas (2002) "Algunos
    mitos,
    estereotipos, realidades retos de
    Latinoamérica[documentolínea].[accesado.2006,Febrero20]Disponible:http://www.red.org.uy/mercosur/informes/encuentro/Vargas.html

    • Glinkin, A. El Latinoamericanismo contra el
    Panamericanismo(desde Simón Bolívar hasta nuestros
    días), Moscú. Ed. Progreso, 1984; 212 p.

    • Jaich, Ch.. Derecho Internacional. Su
    comprensión y aplicación por los Estados Unidos de
    América. Moscú. Ediciones R.O. (en ruso).
    1950.

    • Kossotk, M. Historia de la Santa Alianza y la
    emancipación de América

    Latina, Buenos Aires. Ed.
    Saturno. 1968 Pag 28

    • Lecinuna, V. Cartas del Libertador (T. XI). New
    York, The Colonial Press c. 1948; 444 p.

    • Martí, J. Obras Completas. La Habana,
    Editorial de Ciencias
    Sociales, 1975; 27 t.

    • Osmañczyk, Edmund. Enciclopedia Mundial de
    Relaciones
    Internacionales y

    Naciones Unidas, México, Fondo de Cultura
    Económica. 1976

    • Piñar, Blas (2002) "Panamericanismo".
    "Abril". Anotaciones de pensamiento y crítico. [documento
    en línea] .[accesado.2006,Febrero20] Disponible:
    http://members.Tripod. Com/n hispanidad/blashi8.htm.

    Ramírez,
    Ezequiel. Monroísmo y Bolivarismo en América
    Latina. Buenos Aires.

    Ediciones Atahualpa. 1957

    • Sepúlveda, Cesar. "Derecho Internacional
    Público", México.Editorial Porrúa,
    16° Edición. 1991

    • Velasco – Ibarra, J. (1984) Citado por
    Ramírez, E. (1957). Monroísmo y Bolivarismo en
    América Latina. Buenos Aires. Ediciones
    Atahualpa.

    ______________Obras Completas. La Habana Ed. Lex, 1950,
    II, 999 p.Página 10

     

     

     

     

    Autor:

    Ing. Idalmys Cruz Domínguez

    Categoría: Historia

    Pinar del Río, Cuba, Febrero 2006

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter