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La participación de la mujer alteña en La Cristera



    1. Papel de la mujer en la familia
      alteña
    2. ¡Viva Cristo Rey y Santa
      María de Guadalupe
    3. Mujeres espíritu de la
      cristiada
    4. Mujeres
      madres
    5. Mujeres
      educadoras
    6. Mujeres
      valientes
    7. Mujeres
      monjas
    8. Asociaciones
      religiosas
    9. Congregación
      Mariana
    10. Brigadas femeninas de santa
      Juana de Arco
    11. Mujeres
      mensajeras
    12. Mujeres
      ejemplares
    13. Mujeres
      sentimentales
    14. Mujeres
      intercesoras
    15. Conclusión
    16. Bibliografía

    Introducción

    El presente trabajo
    monográfico es una recuperación de la antropología femenina presente en la
    guerra
    cristera, esto es, se trata de un reconocimiento del papel
    histórico de la mujer en un
    movimiento
    social que hoy conocemos como la cristiada.

    Este movimiento, como muchos otros, tocó fibras
    íntimas, delicadas, como fue la religión y quienes
    más la sufrieron, es posible, que hayan sido las
    mujeres.

    La mujer ha sido protagonista del movimiento cristero,
    evidentemente religioso pero con reales y verdaderos alcances
    políticos, sociales y económicos. Vista desde
    cualquier perspectiva su importancia es histórica, social
    y antropológica.

    En el presente trabajo la mujer es reconocida como
    formadora del hogar, por ser ella el punto de unión de
    la familia
    alteña; es reconocida también como guía,
    motivación
    y espíritu de la cristiada, por ser ella el impulso que
    alienta a sus seres queridos a defender la fe.

    Insoslayable resulta también la educación e
    instrucción religiosa que enseñaba y
    transmitía a los suyos, así como su carácter valiente, heroico que la hizo
    pasar de ser la mujer piadosa y devota a ser la heroína,
    mensajera y ejemplo para todos de que la fe no es sólo un
    compromiso interno o para vivirse en casa; sino una
    convicción que exige ser vivida fuera de casa, donde no es
    reconocida y donde pretende ser evitada.

    Aunque el título del presente trabajo es "La
    participación de la mujer alteña en la cristiada",
    se han tomado también ejemplos, testimonios, comentarios
    de los diferentes autores consultados sobre mujeres que no
    propiamente son alteñas, por considerarlos como
    significativos para poder entender
    el papel que la mujer alteña desempeñó en
    este tiempo ya que
    aun cuando la mujer alteña tiene características
    culturales – regionales – propias con las cuales se
    diferencia de las demás mujeres de la región, en el
    fondo su participación es similar a la de otra mujer de
    cualquier estado del
    país. Metodológicamente hemos pretendido entonces,
    basarnos en los casos más citados por los autores con la
    finalidad de dar más fundamento al presente
    trabajo.

    Una de las pretensiones cualitativas de quien hoy
    escribe esto, es primero, reconocer la participación
    protagónica de la mujer, sea como actora directa o
    indirecta en la cristiada. Después será la
    invitación a seguirle apostando en los tiempos de bonanza
    o de crisis a la
    guía espiritual y al sustento material que la mujer aporta
    a la sociedad en la
    cual se desenvuelve.

    Realizar este trabajo, más allá de la
    riqueza de conocimientos adquiridos y del rigor
    metodológico seguido, ha despertado en mí
    sentimientos muy humanos como la ternura, compasión,
    alegría, angustia, dolor de las mujeres de los cristeros;
    quizá sea que siendo mujer y madre nadie más que
    nosotras comprendemos los hervores de esos caldos.

    El papel de la
    mujer

    en la familia
    alteña

    Para poder entender las características y
    cualidades de la mujer alteña de 1920 a 1930, es
    importante primero entender la estructura
    familiar alteña de estos años.

    La unidad primaria y célula
    básica de toda organización social es la familia.
    Entendida ésta, en la zona de los altos, como padre,
    madre, hijas y/o hijos; aunque, en ocasiones, también se
    integra por algún familiar cercano por alguna razón
    especial, como indigencia, enfermedad, etc.

    Así pues, la familia es nuclear en
    términos generales, aunque, tal como menciona Díaz,
    no dejan de encontrarse rancherías con estructura de
    familia extensa, donde todos son parientes de todos, con una
    procedencia varonil común.

    El tipo de habitación es neolocal, donde el hijo
    casado se aparta de los padres, pero se queda a vivir cerca de la
    casa de los mismos.

    La división del trabajo es de acuerdo al sexo y la
    edad. A la esposa y a las hijas les corresponde todo lo
    relacionado con el cuidado de la casa y algunas labores manuales
    (costura, bordado, tejido de palma, etc.); al hombre y
    demás varones, el trabajo del
    campo o algún oficio para los tiempos en que no haya
    trabajo estrictamente agrícola (carpinteros, albañiles, ordeñadores,
    etc.).

    Las mujeres alteñas, en tiempos de la
    "Cristiada", comienzan su diaria labor a las 6:00 a.m.,
    según sostiene la investigación de Díaz y
    Rodríguez. A esa hora, alimentan a los animalitos como
    son: gallinas, puercos, guajolotes, pollos, perros
    Después viene la molienda de maíz, que
    deberá ser abundante, pues como se casan pronto las y los
    jóvenes arandenses (antes de los 20 años de edad),
    tendrán muchos hijos. El promedio es de ocho
    hijos.

    Una vez que las tortillas y el almuerzo han concluido,
    sigue el aseo de la casa, el trabajo de costura y después
    nuevamente el trabajo de cocina, luego el de costura, o lavar la
    ropa, la cena, el rosario y el descanso.

    A todo esto se debe incluir las compras en el
    mercado, los
    actos piadosos como la misa, visitas al Santísimo, y la
    atención a las hijas y los
    hijos.

    Como los esposos siempre están ocupados en los
    trabajos del campo o han tenido qué emigrar a los Estados Unidos,
    es decir, fuera de la casa, la vida de la familia gira
    principalmente alrededor de la mujer que asume su papel de esposa
    y madre, es decir, es el factor de unidad del hogar.

    "Ella tiene un papel muy importante puesto que en
    sus manos está no solamente el cuidado y la alimentación de los
    hijos, sino toda la educación y formación de ellos. Y
    esa es la imagen que un
    alteño quiere para la mujer que sea su esposa;
    según sus propias expresiones, una mujer debe ser
    virtuosa para dar ejemplo y enseñar a sus hijos a rezar;
    económica, a fin de que pueda administrar los bienes
    escasos para el hogar; modista, para vestir a los hijos, y
    buena cocinera para alimentar a los miembros del
    hogar".

    Aparte de esto, debemos considerar la educación
    formal que será casi siempre llevada a cabo por mujeres.
    Además, son ellas, quienes al frente del hogar,
    enseñarán a sus hijos la religión. En las
    comunidades rurales, las mujeres asumirán los roles de
    catequistas, capellanas y sacristanas. Son ellas quienes presiden
    los rezos en casa, quienes cuidadosamente se preocupan por sus
    hijos, que cumplan con las obligaciones
    de misa, sacramentos, confesión, etc. Son ellas quienes
    motivan a sus esposos a formar parte de la adoración
    nocturna y a sus hijos a integrar también el grupo de los
    pequeños adoradores o "Tarcisios". Son confidentes con voz
    y voto en las decisiones importantes de los hijos como son,
    matrimonio,
    viaje a Estados Unidos, y en este caso: la lucha
    armada.

    La formación que la madre da en el hogar es
    comúnmente respaldada y respetada por el padre de
    familia.

    ¡Viva Cristo Rey
    y

    Santa María de Guadalupe!

    Uno de los gritos armados quizá más
    conocidos por quienes vivimos en la zona de los altos o para
    quienes conocen acerca de la cristera, es el de
    "¡¿Quién vive?! ¡Viva Cristo Rey y
    Santa María de Guadalupe!".

    Utilizado como una contraseña o clave para
    reconocerse entre los cristeros o incluso para demostrar la
    gallardía o el temple del carácter, muchos
    personajes de la cristiada, antes de morir fusilados o ahorcados
    dejaban desgañitar por última vez su garganta con
    este grito que más que salirles del pecho, les
    salía del alma.

    Nos preguntamos ¿Qué significa ¡Viva
    Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!? Tal parece que no
    se trata de un simple panfleto o slogan, ni tampoco se trata de
    una jaculatoria o una oración. Se trata del reconocimiento
    de que la lucha no es por motivos humanos, sino por motivos
    divinos. Es además un sentimiento arraigado en las
    familias mexicanas, en este caso en las alteñas: No es una
    lucha sólo por Cristo, sino por Cristo vivo y si para
    vivir debo morir, es preciso hacerlo. Es además una lucha
    por Cristo que es Rey y está por encima de cualquier poder
    humano, por muy poderoso que sea.

    Segundo, es una lucha porque Santa María de
    Guadalupe viva también, en las mismas circunstancias de
    Cristo, donde no importa si el precio del
    rescate que es vida de la religión, es la muerte para
    los fieles cristianos. Además, significa entender que no
    se trata de una lucha por un hijo (Cristo) y una madre (Santa
    María de Guadalupe), sino que es una lucha por una familia
    y para los alteños uno de los sentimientos más
    arraigados es el de la familia, donde están todos juntos
    reunidos en el regazo de una madre (Más que en el del
    padre).

    Así pues, es una lucha impulsada por las mujeres,
    a ejemplo de María que impulsó a Cristo a cumplir
    con su misión;
    pero también es una lucha por una mujer, nuestra Madre
    Santa María de Guadalupe y por nuestro hermano Cristo
    Rey.

    Decir ¡Viva Cristo Rey y Santa María de
    Guadalupe! Pasa de ser un lema o una señal de
    identificación y se convierte en la expresión de
    los nobles sentimientos de los alteños, que ante el
    valor que
    significa para ellos la mujer, sobre todo la madre, no dudan en
    dar la vida, como no dudan tampoco en quitarla.

    Al realizar un análisis de algunos de los roles asumidos
    por las mujeres alteñas, tanto históricamente como
    coyunturalmente en los años veinte de este siglo,
    encontramos que efectivamente, las mujeres desempeñan un
    papel primordial, protagónico en un mundo, en ocasiones,
    demasiado masculino. Ante este análisis, la
    valoración entonces es que no se entiende la lucha
    cristera si no es considerando a la mujer como impulsora,
    alentadora o artífice de un movimiento social que salvando
    su fe, salvaba su familia.

    Mujeres

    espíritu de la Cristiada

    Así como la virgen
    María soportó ver morir a su hijo en cruz,
    guardando el sufrimiento en su corazón y
    convirtiéndolo en una serena paz exterior; de la misma
    manera, las mujeres alteñas soportaron el peso que
    significaba ver a sus seres queridos (hijas, hijos, hermanas,
    hermanos…) formar parte de las filas de los cristeros con la
    clara certeza de saber que le entregaban un familiar a Dios
    más que a la causa revolucionaria.

    Fueron ellas, las mujeres, llámense madres,
    esposas, hijas, novias, etc.; quienes ejercieron la verdadera
    presión
    sociopsicológica en los hombres a fin de convencerlos de
    "tomar las armas por Cristo
    Rey y la virgen Santa María de Guadalupe". Apelaban a que
    "lanzarse a la guerra" era un signo de hombría: "Todos los
    hombres a tomar Atotonilco y sólo las mujeres se
    quedarán en casa".

    Para Juan Rulfo,
    "si no se entiende a la mujer no se puede entender la Cristiada",
    pues fueron ellas las primeras en participar en la defensa de la
    fe, desde sus circunstancias cotidianas, en los años 1925
    y 1926.

    En agosto de 1926, eran las más decididas a
    montar la guardia en las iglesias, y en todas partes los hombres
    se limitaban a desempeñar tímidamente un papel
    secundario, no enfrentándose al gobierno y a sus
    soldados más que para defender a sus compañeras.

    La Cristiada no hubiera podido mantenerse sin la ayuda
    constante de las espías, de las aprovisionadoras, de las
    organizadoras, sobre las que recaía todo el peso de la
    logística y de la propaganda.

    Ya no es dolor lo que sienten las mujeres cuando ven
    partir a "los cristeros"., ahora es alegría y
    satisfacción de saber que sus papás, esposos,
    hijos, novios, etc., están en la lucha o de saber que ya
    han muerto por Cristo Rey y nuestra Madre Santa María de
    Guadalupe.

    ¡Cómo no admirar el espíritu de las
    mujeres tan firme que las hacía incluso alejar de
    sí a quienes más quieren: sus hijos! Una madre
    decía al último de sus hijos, cuando el
    último de los caballos que quedaba, relinchaba ante el
    ruido de las
    balas: "hijo, a ese caballo le hace falta un buen
    jinete".

    Ante estas palabras al muchacho sólo le
    quedó responder con presteza a las palabras de la madre.
    Fueron esas palabras de la madre el espíritu que lo
    impulsó a luchar por la defensa de la fe
    familiar.

    Otro caso similar es el de Joaquín de Silva y
    Carrasco, acejotaemero de Tacubaya, ejemplo de hombría y
    desinterés, muerto por su fe en Zamora, Michoacán,
    en septiembre 12 de 1926; quien se presentó ante el
    sacerdote Joaquín Cardoso s.j. a confesarse y a darle a
    conocer su decisión de levantarse en armas en defensa de
    la Iglesia. El
    sacerdote sorprendido, solamente le hace ver el estado en
    el que dejaría a su madre y a sus hermanas. Joaquín
    de Silva le contesta: "¡Ah, padre! ¡Ellas son las que
    más me han alentado en mi proyecto!… No
    tema usted por ellas (la madre, hermanas y la novia), las dejo en
    buenas manos. Las suyas.

    Uno de los casos más conocidos de arrojo
    femenino, además del de la madre "Conchita", es el de
    doña Elvira González de Vargas, quien una vez que
    "El maestro" Anacleto González Flores es descubierto en su
    casa y aprisionado junto con sus tres hijos, se despide de ellos
    con una frase que demuestra el alto grado de convencimiento que
    tenía de tratarse de una causa noble la de luchar por la
    fe y además muestra que el
    compromiso que inspiraba a estos jóvenes acejotaemeros a
    organizar la liga de la Acción
    Católica, tarde que temprano podría culminar con la
    muerte:
    "¡Hijos míos, hasta el cielo!".

    Los hombres en la lucha, no dejan de pensar en sus seres
    queridos, entre ellos, las madres, esposas o novias. Son ellas
    quienes a la distancia pueden ver los sentimientos y sufrimientos
    de los hombres en la lucha, emociones que no
    quieren quedar en el olvido y por eso deben ser conservadas en el
    diario de combate de cada uno de los soldados de
    Cristo.

    Las cartas desde los
    campos de batalla expresan el cariño tan especial hacia
    las mujeres, quienes motivaban la defensa de la fe por la cual se
    encontraban lejos de ellas:

    "…y a ti, madre mía, ¿Qué
    puedo decirte? Sólo que te amo y que el pensamiento
    de abandonarte, dejándote sin recursos es lo
    que me desgarra el alma. Muero tranquilo, eso sí; Dios
    Nuestro Señor me está dando fortaleza; no llores,
    madrecita, reza nada más y confórmate; té
    queda un hijo más bueno que el que se va.
    Adiós…En la otra vida nos uniremos para no separarnos
    ya jamás, y ofrece el sacrificio de tus lágrimas
    por la conversión de tantos hermanos nuestros que
    están ciegos y no quieren ver. Tu hijo que te quiere.
    Juan".

    En una guerra en defensa de la fe, lo más
    prohibido, el motivo por el cual se arriesgaba o entregaba la
    vida, debería de ser celebrado. Los templos y parroquias
    estaban siendo utilizados como cuarteles militares o
    destacamentos policíacos. Sin embargo, para no dejar morir
    la fe, las mujeres se encargaban de mantener vivo el culto a Dios
    en sus casas, donde improvisaban oratorios que suplieran,
    mientras no se restablecían las cosas, a la Iglesia. En
    los oratorios se guardaba el Santísimo Sacramento y se
    celebraba la misa a escondidas.

    No dejan de sorprender las mujeres que no sólo
    animaban o impulsaban a los hombres, sino que ellas mismas
    tomaban las armas, como Agripina Montes "La Coronela" a quien los
    Federales imaginaban a la cabeza de las tropas de la Cierra Gorda
    de Querétaro, quizá no era un caudillo guerrero,
    pero organizó el alzamiento de Manuel Farías, en
    Colón, y lo propagó por toda la región con
    una energía absolutamente militar.

    Mujeres

    Madres

    Desde siempre, las mujeres han tenido que hacerse cargo
    del hogar, a ellas ha correspondido la transformación de
    la casa (construcción física, patrimonio
    aportado por el padre) en hogar. Son ellas quienes dan vida a
    esas cuatro paredes que forman la casa habitación. Su
    espíritu y ternura maternal son un cobijo para las hijas e
    hijos, sea que el padre esté presente como en los casos de
    ausencia del mismo.

    Luis Padilla Gómez, uno de los jóvenes
    más cercanos a Anacleto González Flores, habiendo
    perdido a su padre a muy temprana edad, encontró en su
    madre y sus hermanas un sustento para fortalecer su fe, e incluso
    ingresar al seminario.

    Una oración a María compuesta por Luis,
    expresa el grado de afecto que le tenía a su madre, es
    asimismo reflejo de una educación tierna, solamente
    adquirida junto a ella:

    "María: antes que el mundo fuera, Tú
    ya eras en la mente del Altísimo, pura como la luna,
    Tú en tu concepción sin mancha, vencedora del
    dragón. Tú en tu nacimiento, esperanza del
    Mesías. Tú en el templo, modelo de
    vida oculta. Tú en la encarnación, punto de
    unión entre la humanidad divinizada y el Dios
    humanizado. Tú Belén, primer altar del
    niño Dios. Tú en el calvario, supremo sacerdote
    que ofreces a tu propio Hijo Divino. Tú en el cielo;
    nuestra única esperanza. Tú siempre
    ¡Madre!".

    Es como si, con anticipación, Luis reconociera el
    papel de la madre, como una mujer que ofrece a sus hijos a Dios.
    Ya no se trata de María, que como sumo sacerdote ofrece a
    su propio Hijo por la salvación de los hombres; sino de
    Mercedes Gómez de Padilla, quien como nuevo sacerdote,
    ofrece a sus hijos por la salvación de los nuevos hombres
    llamados cristeros.

    Recias y frías exteriormente, las madres de los
    cristeros no dejaban de sentir interiormente la ternura y
    compasión de una madre ante la partida de sus hijos.
    Aún cuando sabían que era inminente la
    separación de su lado para tomar el camino de las armas,
    no dejaban de prodigar caricias a sus hijos y de bendecirles,
    besándolos largamente.

    Se trataba de sentimientos encontrados. Por un lado el
    deseo de ver a los hijos enlistarse y responder a una noble
    causa; pero, por otro lado, la angustia y tristeza del
    corazón por el presentimiento de, tal vez, no volver a ver
    a sus hijos.

    Episodios de dolor y sufrimiento para las madres los
    hubo interminables como el del 24 de julio de 1927, muchas
    familias que estaban refugiadas en los barrancos, cayeron en las
    garras de los soldados; en una cueva de las que habitaban las
    familias perseguidas, fueron encontradas varias personas, y las
    mujeres, ante la presencia de sus esposos y de sus hijos fueron
    violadas. Los hombres amarrados y después asesinados. Los
    niños
    en presencia de sus madres -, que llenos de espanto lloraban y se
    abrazaban de sus madres, se les mató estrellándolos
    contra las peñas de la pequeña gruta.

    Otro caso, cerca de Guadalajara donde fue cogido un
    niño de doce años porque andaba repartiendo hojitas
    del boicot contra el gobierno. Le preguntan quién se las
    dio a repartir, el niño no responde palabra. Lo amenazan
    con azotes y con la muerte; pero no cede. Esperan con plan
    diabólico, a que su pobre madre, que lo busca desolada,
    vaya a ver si está en la cárcel. Llega en efecto,
    la infeliz mujer, con alimento para su hijito. Allí,
    delante de ella, azotan cruelmente al valeroso niño. Pero
    la madre, como la de los Macabeos, lo alienta a cumplir con su
    deber – guardar el secreto -, repitiéndole entre
    sollozos: ¡No digas, hijo, no digas! Acometidos de rabia
    infernal los sayones, al verse vencidos por un niño y una
    mujer, quiebran los brazos del héroe de doce
    años…al final, el niño murió.

    Mujeres

    educadoras

    Como resultado de la revolución
    de 1910, una década más tarde, en 1921, con la
    fundación de la Secretaría de Educación
    Pública, comienza el proceso de
    educación masiva de la población.

    Sin embargo, el proyecto estatal de educación
    rural, que pretendía dar seguimiento a los programas de
    educación rural nacional implementados por José
    Vasconcelos, no se llevaron a cabo. Los maestros, en su
    mayoría, no estaban dispuestos a cambiar su residencia a
    las zonas rurales.

    No obstante, aunque la educación del estado u
    oficial no llegó temprano a las zonas rurales, entre las
    cuales se encuentra la zona de los altos, la iniciativa privada
    llevó adelante este camino de educación formal.
    Entre las más importantes se encuentran las escuelas
    parroquiales dirigidas por la Iglesia católica.

    Obviamente quienes llevaban adelante esta tarea
    formativa en las escuelas parroquiales fueron en su
    mayoría mujeres y exseminaristas. Tal vez por ser quienes
    con más facilidad acataran la voluntad del sacerdote o tal
    vez por ser quienes con más claridad veían los
    objetivos de
    una verdadera educación que no fuera
    utilitaria.

    En otros casos, las mismas religiosas llevaban adelante
    sus colegios, como las Siervas de Jesús Sacramentado,
    quienes en Arandas, impartían clases con severas
    restricciones, a escondidas, disfrazadas según lo expresa
    don Alfonso Fonseca: "con esa fuerza
    interior que sólo llega del Supremo".

    Principalmente en la Educación Primaria la mujer
    tuvo un papel muy decisivo, el funcionamiento de las escuelas en
    las aldeas o municipios se limitaba a una maestra y un
    pizarrón bajo los árboles. Para ayudar a la causa las
    escuelas para niñas se dedicaban a enviar cartas a la
    comunidad
    internacional solicitando apoyo a la Defensa de Libertad
    Religiosa, las cartas eran enviadas principalmente al Vaticano,
    España,
    Francia
    Argentina y Alemania.

    Educar para la vida, es educar también para la
    muerte. Quien enseña a bien vivir, enseña a bien
    morir. Esta educación más que conseguirse en las
    aulas de una escuela o el las
    bancas de un templo, se recibe en el hogar, donde las
    catequistas, educadoras, instructoras son las madres. Las puertas
    de la felicidad que cada individuo se
    construye tienen como modelo siempre las puertas que encontraron
    en el corazón de su madre, por eso, cuando un hijo, en
    tiempos de guerra, por defensa de la fe debe morir, los primeros
    recuerdos son los de una madre que así como enseño
    a bien vivir, enseñó, incluso, a bien
    morir:

    "Cotija (Mich.) Febrero, lunes 6 de 1928. Mi
    querida Mamá: Fui hecho prisionero en combate en este
    día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pera
    nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad de
    Dios: yo muero contento, porque muero en la raya al lado de
    nuestro Dios. No te apures por mi muerte, que es lo que me
    mortifica; antes diles a mis dos otros hermanos, que sigan el
    ejemplo, que su hermano el más chico les dejó, y
    tú haz la voluntad de Dios; ten valor y mándame
    la bendición juntamente con la de mi padre.
    Salúdame a todos por última vez y tú
    recibe por último el corazón de tu hijo, que
    tanto te quiere y verte antes de morir deseaba….Nos veremos
    en el cielo… José Sánchez del
    Río."

    Mujeres

    Valientes

    Tal pareciera que hablando de la valentía,
    debiéramos hablar de los hombres, quienes no
    importándoles su vida, se arriesgaban hasta a lo
    inimaginable. Sin embargo, es honesto reconocer que las mujeres
    demostraron su valentía y decisión en los momentos
    en que les fue requerida tal virtud.

    Teóricamente el amor propio
    y la valentía son valores
    masculinos; ahora bien, he aquí que la vergüenza la
    siente con tal violencia la
    mujer en el momento de la crisis religiosa, que suele ser ella
    quien toma la iniciativa de la rebelión.

    ¿Será que lo que constituye su
    inferioridad en tiempo normal, constituye su superioridad
    permitiéndole la rebelión unánime e
    inmediata?

    Hay el caso, por ejemplo, de una viuda, a quien le
    habían arrancado de su seno a sus dos hijos los soldados.
    No importándole nada y con la angustia que significa ser
    madre y ver cómo pierde a sus hijos en una noche, sin
    motivo alguno, sin ninguna formación de causa, y de una
    manera tan cruel, no vaciló en presentarse ante el mismo
    criminal general Benito García, para echarle en cara su
    infamia…

    Como resultado de su valentía, dos o tres
    días después apareció su cadáver
    colgado de un árbol: había perdido su vida en su
    amoroso intento de salvar la vida de sus hijos.

    Otro caso donde se puede verificar la valentía de
    las mujeres ocurrió el primero de agosto de 1926, afuera
    del Santuario de Guadalupe, en Guadalajara. Ante el intento de
    algunos soldados de entrar en la Iglesia, una mujer, de entre la
    muchedumbre, se acercó a uno de los oficiales y le
    hundió un puñal en la espalda. Ante tal acto, los
    demás soldados permanecieron indecisos, sin saber
    qué hacer, viendo recoger a la valiente mujer la espada y
    la pistola de su víctima, que fue a entregar a los hombres
    que contemplaban aquella escena tras el cancel del templo,
    diciéndoles. "Tengan esto para que se
    defiendan…"

    Es claro que algunas mujeres en ese tiempo, al ver
    amenazada la vida de alguno de los miembros de su familia por las
    ideas espirituales y religiosas que profesan, no les importa
    actuar de esta manera tan poco usual e incluso
    escalofriante.

    Una de las experiencias más dolorosas para una
    madre sin duda es la de ver morir a su hijo, como aquella madre
    del libro de los
    Macabeos en la Biblia que vio morir en un solo día a sus
    siete hijos, y con cada uno de los hijos que le mataban ella
    veía cómo el corazón se le hacía
    pedazos. Sentimiento similar, no menos fuerte, es el de ir a
    recoger los cuerpos de los familiares queridos que se encuentran
    tirados tras un fusilamiento o colgados en un árbol,
    después de haber sido ahorcados. Las mujeres cristeras,
    vivieron en carne propia este dolor, al fin, se trataba de madres
    que habían entregado su vida a Dios, entregando la vida de
    las y los suyos.

    Algunas acciones de
    las mujeres, vistas como provocación por los soldados, las
    llevaron a colgarse sus distintivos y escapularios al cuello en
    señal de valentía. Otras, llevaban comida a los
    sacerdotes que en un tapanco, hecho ex profeso en una capillita
    improvisada, durante la noche ejercían su
    ministerio.

    Comenta Doña Conchita, recordando sus años
    de militancia cristera:

    "Yo era una muchachita de escasos 15 años, y
    me mandaban al Cuartel Colorado. Llegaba sin decir media
    palabra, con un morralito lleno de monedas de oro. En la
    entrada jamás me detuvieron, iba directamente a las
    escaleras donde encontraba a una galleta, Así les
    decían a las mujeres de los Federales, que se arrimaba y
    me daba otro liacho, un trapo amarrado por las cuatro puntas,
    recibía el envoltorio y le daba el mío, y
    salía sin decir palabra. ¿Sería la Virgen
    que me llevaba de su mano? ¿Por qué naiden me
    preguntaba nada? Iba hasta dos o tres veces por semana por un
    paquete; así me eché casi los tres años,
    llevando municiones a los cristeros…Yo llegué a hacer
    aquellos chalecos que se cruzaban en el pecho, como carrilleras
    para poner balas, los chalecos que se usaban bajo la ropa, era
    muy incomodo porque, por el peso, había que estar muy
    tiesa y aparentar ligereza en los movimientos. Había
    verdadero amor a Dios,
    estábamos dispuestas a morir, yo no tenía
    miedo"

    Otras hacen del riesgo su modus
    vivendi:

    "El señor cura de las peñas, usaba
    tremendo mostacho y andaba vestido como rural, algo así
    medio charro, medio civil, para despistar, porque era un
    sacerdote muy conocido, de él recibimos muchas
    instrucciones. Nos íbamos a echar a Zuno, sí,
    íbamos a matar a Guadalupe Zuno. Él era el
    gobernador de Jalisco en los tiempos de la persecución
    religiosa. Primero nos informamos cuál era su ruta;
    todos los días salía y manejaba su propio coche;
    a veces lo acompañaba el jardinero o el chofer, pero
    siempre manejaba él. El día que estaba fijado
    para la ejecución varios cristeros y yo nos apostamos
    junto a la salida, todos armados con unas pistolas 45, listos
    para echárnoslo, eran como las 6 ó 7 de la
    mañana y todavía estaba medio oscuro, vimos un
    individuo que se aproximaba al carro y abría la
    portezuela del lado del conductor. Todos disparamos al mismo
    tiempo y cayó el chango, luego vemos con sorpresa que
    enseguida sale de la casa Zuno. El que nos habíamos
    echado era al chofer que ese día iba a manejar.
    ¡Qué diablo de tipo ese!, se nos peló.
    Subimos al coche e íbamos "a madres", perseguidos por
    los otros. Anduvimos por medio Guadalajara y nos les pelamos,
    y, ¿Qué creen que hicimos?, Nos fuimos al mercado
    a echarnos un buen menudazo y unos refrescos, así
    festejábamos triunfos y fracasos".

    "…Las mujeres fueron indispensables para el movimiento
    cristero. Ellas se encargaban del trabajo improbo de alimentar a
    los machos. No tenían descanso porque pelearan o vagaran
    los machos siempre tenían buen apetito y jamás
    faltó quién preparara alimento para cientos de
    cristeros en los pueblos. Estuvieran en servicio o no,
    o simplemente de paso, las pobres mujeres tenían que estar
    metidas en la cocina para alimentar a los hambreados que
    volvían del campo de batalla".

    Ni qué decir de las mujeres, como Crescenciana
    Cerillos y María González, quienes, no importando
    la persecución tan salvaje, parecida a cacería de
    brujas, tenían el valor de ostentar sobre su pecho la
    cinta azul, y la dulce imagen de María Inmaculada. Como si
    la madre del cielo, diera a las madres de la tierra, con
    su ternura, valor heroico a esa ya desaparecida fragilidad
    femenina.

    Las mujeres que fueron encarceladas, que se encontraban
    en prisión con el objeto de sacarles alguna verdad, para
    dar con sus jefes y dirigentes, mostraron su temple de acero, su
    férrea voluntad, al grado de preferir morir, antes que
    pronunciar palabra.

    Mujeres

    Monjas

    El 27 de octubre de 1927, llegó la soldadesca a
    Ejutla, Jalisco, donde una de las primeras casas que invadieron
    fue el convento de las Religiosas Adoratrices, cuya superiora, la
    Madre María de los Remedios, estaba enferma de gravedad.
    En un momento quedó la casa llena de soldados. Luego, el
    estruendo de los muebles que destrozaban y echaban por puertas y
    ventanas los soldados; los hachazos con que eran derribadas las
    puertas, los gritos incoherentes y groseros de aquellos
    vándalos aztecas, el ruido
    de las espuelas sobre las tarimas y pisos encementados pusieron a
    las religiosas lívidas de repentina y desconcertada
    angustia.

    Como a las 6 de la tarde el bárbaro Izaguirre
    ordenó la expulsión de las religiosas sin
    importarle un comino donde se refugiarían. Salieron
    atribuladas, en pequeños grupos, sin
    techo, sin alimentos, sin
    dinero y hasta
    sin abrigos. Muchas usaron su delantal como chal, cabizbajas
    unas, otras con lo ojos llorosos elevados al cielo, iban a donde
    la Providencia las llevase. Sólo quedó la
    Superiora, postrada en su lecho de dolor, asustada por tal
    atropello, violación y ultraje.

    Entre tanto dos religiosas intentaron salvar el
    copón del Divinísimo Señor Sacramentado,
    llevándolo consigo fuera de la población. Llegadas
    hasta la última casa cuando ya oscurecía. Entonces
    los soldados del reten o tropa de refuerzo que se encontraban
    allí trataron de registrarlas, y cuando descubrieron los
    vasos sagrados, el cáliz y el copón, que levaban
    aquellas fugitivas, se los arrebataron con furia y brutalidad. La
    religiosa que traía el copón, depositó en su
    chal las hostias consagradas y lo entregó vacío.
    ¡Robo sacrílego! Su compañera se
    arrodilló y dijo temblando "Es Dios quien os ha de juzgar.
    Viva Cristo Rey". Aquellos malvados al oír a la humilde
    religiosa que con su ferviente grito ¡Viva Cristo Rey!
    Hacia profesión de su fidelidad a Cristo, se pusieron como
    energúmenos, y furibundos las golpearon en la cara con las
    culatas de sus máuseres. ¿Cómo hacían
    esto con mujeres indefensas e inocentes sin pensar que eran
    vírgenes consagradas a Dios?

    Entre tanto otros de los sayones y esbirros pusieron una
    soga al cuello de la otra religiosa, la que envuelta en un chal y
    que en su pecho protegía las hostias consagradas. Y con un
    puñal la amenazaron para que las soltara. No obstante los
    esfuerzos de las pobres monjitas para consumir las sagradas
    formas, muchas cayeron al suelo en los
    movimientos de la lucha tan desigual. ¡El sacrilegio y la
    horrible profanación estaban consumados! Las religiosas
    huyeron despavoridas, mientras los soldados callistas,
    desprestigio y deshonor del Ejercito Nacional, se diputaban los
    vasos sagrados. Antes se habían robado ya la custodia de
    oro.

    Aun cuando muchos conventos y claustros fueron saqueados
    por los soldados, tal parece que no se registran episodios de
    violaciones o de abusos contra las religiosas, sino más
    bien de golpes o de la muerte. En realidad, el problema no eran
    las religiosas o monjas, sino Cristo. El enemigo era Cristo, no
    ellas; por eso, cuando se oponían a la entrada de los
    soldados, generalmente las monjas estaban en defensa del
    Santísimo Sacramento, motivo por el cual eran lesionadas o
    asesinadas.

    Asociaciones
    religiosas

    En general, el sentimiento religioso está muy
    arraigado en las familias alteñas, dando lugar a diversas
    organizaciones, de acuerdo a los gustos y
    necesidades de cada grupo, llámese familiar, juvenil, para
    adultos, para niños… no obstante, la
    participación más sobresaliente es la de las
    mujeres.

    Algunas de las más importantes son:

    1. Vela Perpetua del Augusto Señor Sacramentado
      (para hombres y mujeres)
    2. Apostolado de la oración y guardia de honor
      del Corazón de Jesús
    3. Cofradía del Divino Rostro
    4. Damas de Nuestra Señora de
      Guadalupe
    5. Conferencias de San Vicente de
      Paúl
    6. Culto del Señor San José
    7. Conferencias de Nuestra Señora del
      Refugio
    8. Órdenes Terceras de San Francisco de la
      Merced
    9. Órdenes Terceras de la Virgen del
      Carmen
    10. Propagación de la Fe.
    11. Unión de Damas Católicas

    Además, expresamente para los tiempos de la
    cristera, se crearon muchas ligas, uniones,
    asociaciones:

    1. ACJM. Asociación Católica de la
      Juventud
      Mexicana
    2. LDLR. Liga Defensora de la Libertad
      Religiosa.
    3. UP. Unión Popular.
    4. BB. Brigadas Femeninas.

    En Arandas, según los datos recogidos
    por don Alfonso, funcionaron particularmente:

    1. Sindicatos obreros
    2. Casas Amiga de la Obrera (Sic)
    3. Asociación de Hijas de María
      Inmaculada
    4. Conferencias de San Vicente de
      Paúl
    5. Tercera Orden de Nuestro Padre Seráfico San
      Francisco de Asís
    6. Asociación de Hijos de San
      José
    7. Liga Católica Social Arandense (Directora de
      las Sociedades
      Obreras y de los Sindicatos
      Rurales y de la Caja Raiffesein)
    8. Unión de Obreros Católicos
    9. Sindicatos Campesinos y
    10. ACJM.

    Congregación mariana

    Mientras los hombres integran la ACJM (Asociación
    Católica de la Juventud Mexicana), las mujeres forman la
    Congregación Mariana como un frente de batalla en los
    tiempos de la lucha cristera. Las dos organizaciones
    tenían como objeto profundizar en los conocimientos de la
    religión a través de conferencias, pláticas,
    etcétera y siempre estaban bajo la dirección de algún sacerdote.
    Además, se dedicaban a cuestiones
    artístico-literarias (Teatro, música,
    etcétera) en veladas especiales.

    Brigadas
    femeninas

    de Santa Juana de Arco

    La mujer mexicana, siendo por tradición
    religiosa, ha sido la maestra que en el hogar ha enseñado
    el catecismo a sus hijos. Es el vivo ejemplo de la permanente
    laboriosidad, un firme apoyo en los ideales patrióticos o
    religiosos del hombre.

    En el conflicto
    religioso, estuvo en las primeras barricadas alentando a los
    luchadores, ayudando generosamente a la causa sin rehuir peligros
    ni escatimar sacrificios. Por eso, cuando se empuñaron las
    armas para defender con ellas su fe y su libertad, la mujer
    mexicana pasó lista de presenta para aprovisionar a las
    fuerzas cristeras.

    El Feminismo
    repentinamente consciente condujo a las Brigadas Femeninas a
    pretender dirigir la guerra, colocando a cada jefe de regimiento
    bajo la protección y el padrinazgo de una
    coronela.

    Gorostieta refrenó este ardor limitando a las
    actividades esenciales de intendencia, finanzas,
    cuidados, propaganda y aprovisionamiento; pero algunos grupos
    femeninos preparaban explosivos, enseñaban algunos hombres
    el arte del sabotaje
    y hasta practicaban la acción directa.

    Entre las asociaciones que se formaron se encuentra la
    Brigada Santa Juana de Arco, fundada el 21 de junio de 1927, 17
    muchachas con la ayuda del seminarista Luis Flores
    González, fundaron en Zapopan, Jalisco, la Primera Brigada
    Santa Juana de Arco, con el fin de apoyar a los combatientes,
    quienes se encontraban faltos de todo. Según la
    tradición las 17 se convirtieron en 17,000. Una
    asociación militarizada, con las siguientes comisiones
    autorizadas por la liga ACJM: finanzas, guerra, provisiones,
    beneficencia, información y sanidad.

    Fueron ellas quienes aprovisionaban de armamento a los
    cristeros. Era una organización destinada a procurar
    dinero, a aprovisionar a los combatientes, suministrarles
    municiones, informes y
    refugios, a curarlos y esconderlos, la BB, organización
    secreta, imponían a sus miembros un juramento de
    obediencia y de secreto. La
    organización se extendió a todo el país.
    Con cargas de pertrechos y municiones con un peso aproximado
    entre 15 y 25 kilos, que ocultaban entre sus ropas oscuras y
    campesinas. En poco tiempo, a las mujeres delgadas, se les
    veía gordas, como si en poco tiempo hubieron aumentado
    demasiado de peso o estuvieran embarazadas.

    Eran mujeres solteras de 15 a 25 años de edad,
    dirigidas por un jefe de no más de 30 años,
    también se organizaron grupos auxiliares en los que
    había mujeres de más edad, mujeres casadas y
    niños.

    De muchas formas tuvieron qué
    ingeniárselas para conseguir el abastecimiento de varios
    frentes en lucha. Como mujeres verdaderamente formadas en la
    disciplina
    militar, se escondían entre los matorrales o las bardas.
    Algunas fueron sorprendidas y encarceladas; sufrieron tormentos y
    martirios inenarrables y otras fueron enviadas al penal de las
    islas Marías.

    Unas mujeres de Guadalajara tomaron como modelo a la
    muchachita de la edad media,
    Juana de Arco, ‘la buena Lorena’, que
    capitaneó la resistencia
    popular contra los ingleses cuando Francia parecía
    perdida. El Vaticano acababa de canonizar a quien representaba la
    unión de la religión y del nacionalismo.

    Al principio el mando lo suministraba la pequeña
    clase media y
    las jóvenes de las escuelas católicas, los grados
    fueron siendo ocupados rápidamente por muchachas de
    pueblo, en una proporción del 90%, que no hacia sino
    reflejar la composición de la tropa.

    Lo más importante era hacer llegar parque a los
    cristeros, la inventiva y la audacia de las militantes y de sus
    amigos fueron tales que llegaron a aprovisionarse en las
    fábricas militares.

    Hubo funcionarios, autoridades pueblerinas y hasta
    militares sin escrúpulos que se olvidaron de sus deberes
    para caer en las redes de esas sirenitas de
    Santa Juana de Arco, proporcionándoles cartuchos
    procedentes de las fábricas de los federales, con lo que
    los cristeros quemaron municiones de 1927, 1928 y 1929, cuando
    aun los federales usaban los de 1925 y 1926.

    Lo esencial salía de la fábrica de
    México,
    gracias a los obreros católicos y a la simpatía o
    la corrupción
    de ciertas autoridades. Almacenadas en numerosos y
    pequeños escondites diseminados por la ciudad, las
    municiones se entregaban a las muchachas que acudían de la
    provincia, con el mayor secreto. Ninguna de ellas conocía
    sus contactos, y siempre eran paseadas por la ciudad, de noche y
    con los ojos vendados. Las entregas se camuflaban bajo la
    apariencia de operaciones
    comerciales, y el mercado de La Merced fue un centro importante
    para estas actividades. Se entregaban las municiones en chalecos
    especiales, que las encargadas de transportarlos se ponían
    debajo del vestido, y que eran a modo de camisas fruncidas para
    hacer multitud de pliegues formando cañones en los que se
    metían los cartuchos. Cada joven podía llevar
    así de 500 a 700, o sea el triple de la dotación de
    un militar en campaña. La carga era pesada y así
    debían tomar el tren a su destino, teniendo que evitar en
    el trayecto los múltiples controles.

    Durante dos años la organización puso en
    movimiento, noche y día, a millares de mujeres que iban y
    venían de las ciudades a los campos de batalla. En los
    últimos tiempos las BB trabajaban a lo grande, enviando
    cajas desde México, por tren, con la complicidad de
    algunos empleados del ferrocarril, y rotuladas como
    mercancía pesada.

    "Don Luis Flores se llamaba un señor de mucho
    ingenio que con mucho y gran trabajo y arriesgando el cuero
    formó con muchachas buenas brigadas y regimientos. Y ya
    bien aconsejadas las mandó para las ciudades, las
    haciendas y los pueblos para que compraran cartuchos con los del
    destacamento y con orden terminante que cuando los obtuvieran en
    canastas o costales o mejor en los chalecos los llevaran ellas
    mismas hasta los campamentos".

    Llamadas también "cooperadoras de los soldados de
    Cristo", o incluso "soldados de Cristo", eran las responsables de
    proveer de armas, de parque, vestidos, ropa, alimentos y otros
    víveres que ellas mismas sabían agenciarse, aun
    comprando el parque y las armas a los mismos federales, que
    forzados por la disciplina militar a combatir a los cristeros, lo
    hacían de mala gana, lo cual, como se comprende, ayudaba
    mucho a los triunfos de éstos, y cuando podían,
    vendían con gusto a las mujeres un armamento, que en sus
    manos estaba destinado a matar mexicanos heroicos.

    Muchas de aquellas mujeres perdieron su joven vida en
    aquella lucha cruenta, otras vivieron prisión y martirio y
    el ultraje de sus cuerpos. Para ellas hay un lugar en la historia y una corona en el
    cielo.

    Mujeres

    mensajeras

    ¿Cómo hacías los cristeros para
    comunicarse? ¿Cómo hacían para transmitir
    sus mensajes, cuando vivían en un torbellino de constante
    espionaje y sospechas? Las mujeres asumían el rol de
    mensajeras, se comprometían con los mensajes que no
    sólo eran palabras o escritos a llevar de un lado a otro,
    sino la vida pendiente de un hilo.

    Anacleto González Flores, reconoció la
    importancia de la nobleza de sentimientos y pureza de
    corazón de las mujeres, de quienes no habría
    sospecha alguna. Por tal motivo fueron ellas quienes
    transmitieron los mensajes más riesgosos, como es el caso
    del inicio de la lucha armada en las cercanías del
    volcán de Colima.

    Recojo aquí uno de los testimonios presentes en
    el libro de Lauro López, narrado por una brigadista
    llamada "Toñita":

    "Con frecuencia llevaba mensajes importantes, de
    mucho riesgo. Íbamos en un forcito, a veces hasta
    Cocula. Lola, mi hermana, era el nexo entre als brigadas y
    Degollado Guizar. Nos habían dado nombramientos, ella
    era generala y yo capitana; estábamos muy bien
    organizadas. Fui a México a recibir instrucciones; en un
    curso me adiestraron para hacer bombas.
    Después me dieron muchas encomiendas. Recorría
    muchos campamentos para enseñar a los cristeros la
    fabricación de bombas, les decía cómo se
    revolvían los líquidos y cómo se
    utilizaban los embudos, probetas y matraces. Todavía
    conservo por ahí algunos recipientes, y también
    líquido para hacer bombas. ¿Riesgos?,
    No, riesgos los de aquellos años. Cuantas veces yo me
    encargaba de llevar algunos de los cristeros a determinados
    lugares. A nosotras las mujeres nos ponían de
    guías cuando había que reincorporar algún
    cristero con un grupo disperso, y también llevar
    mensajes de un grupo a otro. Ahí estábamos para
    defender nuestra causa
    ".

    Mujeres

    ejemplares

    Sobran los testimonios de mujeres valerosas. Antonio
    Rius y Luis Rivero de Val recogen algunos episodios
    significativos, como el caso de una mujer que proveía a
    los cristeros colimenses de comida, medicinas y pertrechos.
    Sorprendida por una emboscada, fue encerrada en la cárcel
    de Colima. Siendo una joven hermosa, provocó los bajos
    instintos de los carceleros que desgarraron sus ropas. Presionada
    por insistentes interrogatorios para saber sobre su
    organización, nombres de sus jefas o jefes, lugares de
    reunión y otros, nunca respondió a los
    interrogatorios. Sólo apretaba fuertemente los labios y
    con su rostro mostraba los sentimientos de indignación, de
    vergüenza y terror que le provocaban sus
    carceleros.

    Las bofetadas, atentados al pudor, azotes, injurias y
    amenazas no faltaron para las mujeres, aunque no se tratara de
    integrantes de las brigadas: "Entonces se las amenazó con
    ahorcarlas, se puso la soga al cuello de Candelaria, (para que
    declarara, los secretos que se habían llevado a la tumba 3
    jóvenes cristeros fusilados afuera de la catedral de
    Colima), y como ella prefiriese primero la muerte antes que ser
    infiel a la causa de Cristo, la víctima, en medio de
    aquellos inhumanos carniceros, fue suspendida en el aire. La idea no
    era matarla, sino darle suplicio."

    Cuando uno piensa en el temple de estas mujeres, en el
    valor y en la energía con la cual actuaban, el asombro se
    hace presente y también se asoma la emoción de
    saber que las mujeres también hemos asumido nuestro
    compromiso ante la fe, los ideales y principios con
    los que hemos vivido y por los que hemos aprendido a ser lo que
    somos.

    Con paciencia y aceptación, uno más de los
    ejemplos es la madre ‘Conchita’, María
    Concepción Acevedo y de la Llata, quien injustamente
    involucrada en el asesinato del general Álvaro
    Obregón, a manos de José de León Toral,
    aceptó sumisamente los 20 años de cárcel a
    los cuales fue condenada (cumplió solamente trece), la
    mayor parte de los cuales transcurrieron en el penal de las Islas
    Marías.

    En nuestra ciudad de Arandas. Una de las mujeres
    ejemplares fue Juana García Pérez, entregada a las
    cosas de Dios de lleno y sin reservas. Fue una catequista
    incansable, y en tiempos de la guerra cristera custodiaba las
    llaves del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús,
    además, tenía licencia ministerial para llevar el
    Santo Viático a los enfermos y heridos; en su casa hizo un
    altar que siempre contó con la presencia de Jesús
    Eucaristía, con lo que Arandas no quedó
    huérfano de él.

    Ejemplos como el de Juana García Pérez,
    sin duda hay muchos en tiempos de la cristiada. Se trata de
    mujeres que asumen los roles de guías espirituales en sus
    comunidades, de sacerdotes o diáconos en servicio activo y
    además de catequistas. La fe, si está fortalecida,
    es gracias al trabajo de las mujeres que, por un lado, con
    discreción y por el camino de la no violencia –sin
    armas- o por otro lado por el camino armado, se dedicaron a
    motivar y acrecentar el espíritu de unidad entre los
    católicos atribulados en los diferentes municipi os de la
    República Mexicana.

    Otra mujer ejemplar fue el alma de la resistencia en
    Huejuquilla fue María del Carmen Robles, que supo resistir
    al general Vargas, y cuyo martirio le valió una fama de
    santidad.

    Hoy, a las mujeres, nos corresponde conocer estos
    testimonios de vida ejemplar, no sólo desde el
    ámbito espiritual o cristiano, sino también desde
    el aspecto humano, social o político, donde vemos que
    irradia una calidad de
    vida plena en estas mujeres. Son ellas quienes hoy
    representan los valores a
    seguir por una sociedad que ve en la mujer, como en el hombre, un
    objeto de consumo, de
    apropiación o de enajenación. Toca pues, a nosotras, las
    mujeres, utilizar estos testimonios como bandera de la
    importancia de la mujer en los movimientos sociales de nuestro
    país, como promotora de un cambio en
    beneficio del bien común, manifiesto aquí en
    nuestra región en su papel al frente de la
    familia.

    Mujeres

    Sentimentales

    Las novias sufrían lo mismo que cualquier mujer,
    máxime cuando el amor de su vida se encontraba en la
    guerra:

    "Tlálpan, 18 de agosto de 1926: –
    Inolvidable Manuel: Fue muy grande el gusto que
    experimenté al leer tu carta…créemelo hay cosa que más
    me haga gozar como el ver que el hombre a quien he dado mi
    cariño, se entregue de esa manera al buen Dios,
    sacrificando aún lo más preciado para él.
    Créeme que lejos de sentir tristeza porque no te veo, me
    alegro en el alma, pues sé, siento, tengo para
    mí, que el sacrificio que los dos hacemos sube cual
    incienso perfumado, cual aroma delicioso hasta el trono del
    buen Dios, y en cambio de esto tan pequeño que
    ofrecemos, espero que bajarán un sinnúmero de
    gracias y bendiciones que harán crecer en tu
    corazón y en el mío los deseos ardientes de
    sufrir más, de sacrificarnos más, de luchar
    más por Él, que con tanto amor dio su vida por
    nosotros en la Cruz. Si el buen Jesús acepta la ofrenda
    de tu vida…te seré fiel hasta la muerte…dejando de
    existir tú, creo que lo que haría sería
    esconderme en un claustro, donde el ruido del mundo no borrara
    de mi corazón tu recuerdo y donde me dedicara a pedir
    por ti. En mis pobres oraciones no te olvido nunca, y pido a
    Dios y a la Morenita del Tepeyac, que te den sus gracias para
    que sigas luchando valerosamente como hasta ahora lo has hecho.
    Tuya. María de la Luz".

    El sentimiento de amor se ve acrecentado cuando los
    hombres deciden participar activamente como cristeros: "Era un
    hombre de verdad, que valía la pena…"

    Mujeres

    Intercesoras

    ¿Por cuál sentido se siente el amor?
    ¿Por cuál de los cinco sentidos se siente la
    angustia, el miedo, el temor, los presentimientos? Sin duda que
    hay más de cinco sentidos y en el caso de las mujeres hay
    unos más desarrollados que los hombres.

    En el tiempo que nos ocupa, las madres con facilidad
    eran presa de presentimientos dolorosos e inexplicables, que con
    el paso del tiempo se convertían en temores fundados y
    certezas evadidas: El peligro en el que se encontraban sus
    familiares.

    No ignoraban, en su mayoría, por ejemplo, el
    activo papel de sus hijos pequeños en la lucha: Eran
    portavoces o mensajeros, repartidores de "papeles subversivos" de
    la Liga de los católicos. Ignoraban sí, las
    magnitudes de los castigos en el caso de ser
    sorprendidos:

    "La madre se echó a llorar amargamente al
    ver las amoratas espaldas del niño, y más
    aún cuando vio al bárbaro policía levantar
    el látigo para reanudar los golpes".

    ¿Cómo salvar al hijo de las manos de las
    policías, que no eran vistas sino como garras de una
    fiera?

    "…Ciega, valiente, como leona herida, lanzose
    para interponerse entre el látigo del salvaje
    policía y su hijito…No le pegue, ¡Pégueme
    a mí, si es hombre, y no a un
    niño!"

    El valor mostrado por la madre de los Macabeos, sigue
    repitiéndose en cada mujer de cada cultura que
    afronta al lado de sus hijos los dolores nunca experimentados, ni
    siquiera al momento del parto
    más complicado. Es entonces cuando la voz interior, de la
    conciencia o del
    corazón, el instinto materno o la guía del Espíritu
    Santo hacen decir a las madres entre un torrente de
    lágrimas:

    "Pégueme a mí!, ¡Déjelo
    ir!, ¡No digas, hijo…no digas…!"

    Al igual que la dolorosa junto a la cruz, como la madre
    ante el suplicio del hijo de sus entrañas, se vuelve una
    mujer llena de ternura y piedad, cargando las penas de los suyos
    sobre sí, o incluso cargándoles físicamente
    sobre sus hombros desde el lugar donde los encuentra hasta su
    hogar donde las curaciones y atenciones serán
    mayores.

    Ver a una madre como intercesora, es ver a una madre
    desde dos puntos de vista: Como aquella mujer que es capaz de
    hacerse presente en comisarías, juzgados, cárceles,
    o en lugares donde sabe que se encuentra algún familiar
    detenido, en peligro o a punto de perder la vida; pero
    también, es reconocer que las madres son quienes pueden
    arrebatar un pedacito de cielo a Dios para sus seres
    queridos:

    "…yo siempre te encomiendo a la Virgen
    Santísima…todos los días le pido que te haga
    bueno para que te salves…!Dulce Madre, no te alejes, Tu vista
    de él no apartes, ven con él a todas partes, y
    nunca sólo le dejes!."

    Conclusión

    Al final de este breve trabajo, como mujer un
    sentimiento invade mi ser. ¿Por qué no se ha
    reconocido la participación de la mujer en la historia?
    ¿Será por ser masculina la historia? Mientras
    escribo, agoniza el siglo XX y tal parece que hace apenas pocos
    años que el interés
    por recuperar el pasado de la mujer es notable o al menos no el
    pasado clásico de la mujer pasiva, sumisa, entregada a
    cuestiones del hogar; sino un interés por la mujer
    líder,
    coronela, protagonista, motivadora y valiente.

    Descubrí que las páginas de la cristiada
    están llenas de referencias implícitas –las
    más- y explícitas de la mujer –las menos-,
    aunque evidentemente parezca que sólo está "Como la
    escopeta: Cargada y detrás de la puerta".

    Si los hijos rezan, es gracias a la devoción
    materna inculcada desde temprana edad; si saben leer y escribir o
    son poetas es gracias a las mujeres, pacientes educadoras; si son
    respetuosos o ecuánimes, es debido a la instrucción
    familiar maternal.

    De la misma forma encontré otra cara de la mujer
    (sea alteña o no lo sea), la que no se limita a inculcar
    la moral o el
    compromiso social – Desde el punto de vista religioso – dentro de
    las cuatro paredes de su hogar, sino que emprende un activo
    camino coyuntural e histórico, de acuerdo a las
    circunstancias fuera de su hogar, por la defensa y
    protección de los suyos y de sus creencias.

    Ver a la mujer como organizadora, promotora,
    administradora o soldado ha resultado novedoso para mí,
    sin embargo, me ha abierto los ojos quizá para identificar
    más claramente nuestro papel
    protagónico.

    En suma, reconocer la participación de la mujer
    alteña en la cristiada, como la de cualquier mujer
    mexicana, es en justicia,
    hacer presente el espíritu que permea la lucha de la
    defensa de la fe: El sentimiento femenino de un pueblo por su
    religión –más pronunciado que el masculino- y
    el sentimiento femenino presente en el hombre que impulsa
    decididamente a enfrentar a sus connacionales, que desde el punto
    de vista de la fe, se han convertido en sus enemigos: Los
    enemigos de la religión católica.

    Bibliografía

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      mexicanos. 2ª ed. México, 1958. Ed. Buena
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    9. ___________. La cristiada. Grandeza mexicana.
      1ª ed. México, 1997. Ed. Clío. 95
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      México, 1994. Ed. Siglo veintiuno editores. 411
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    12. ___________. La cristiada. Los cristeros. Tomo
      III. 5ª ed. México, 1981. Ed. Siglo veintiuno
      editores. 328 p.
    13. MUNARI, Tiberio María. Derramaron su
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      Cristo. Los jaliscienses siervos de Dios. 4ª ed.
      Guadalajara, Jal. 145 p.
    14. NAVARRETE, Heriberto. S.j. Por Dios y por la
      patria. 3ª ed. México, 1973. Ed. Jus. S.A. 280
      p.
    15. RIUS FACIUS, Antonio. Mejico cristero.Historia de
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      Patria, S.A. 510 p.
    16. RIVERO DE VAL, Luis. Entre las patas de los
      caballos. 4ª ed. México, 1970. Ed. Jus., S.A.
      332 p.
    17. RULFO, Juan. El llano en llamas. La noche que lo
      dejaron solo. 2ª ed. México, 1980. Ed. FCE. 193
      p.

    Dedicatoria

    Se ha escrito bastante sobre la cristiada, prueba de
    ello es la bibliografía seleccionada para realizar
    este trabajo; sin embargo, pocas todavía son las
    páginas escritas sobre la mujer. Son pocas las
    páginas que escritas en la historia por madres, esposas,
    hijas o novias, con sangre o sufrimiento hoy se recuperan en la
    historia de su pueblo. Menos todavía son las
    páginas escritas por una mujer sobre la
    participación de la mujer en la guerra cristera,
    ésta ha sido una gran sorpresa que me llevo con
    alegría al realizar este trabajo que hoy comparto con
    ustedes.

    A las mujeres de ayer, hoy y
    siempre;

    a su lucha y compromiso que hoy es el
    mío
    .

     

    Nansi Ysabel García
    García

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