- Papel de la mujer en la familia
alteña - ¡Viva Cristo Rey y Santa
María de Guadalupe - Mujeres espíritu de la
cristiada - Mujeres
madres - Mujeres
educadoras - Mujeres
valientes - Mujeres
monjas - Asociaciones
religiosas - Congregación
Mariana - Brigadas femeninas de santa
Juana de Arco - Mujeres
mensajeras - Mujeres
ejemplares - Mujeres
sentimentales - Mujeres
intercesoras - Conclusión
- Bibliografía
El presente trabajo
monográfico es una recuperación de la antropología femenina presente en la
guerra
cristera, esto es, se trata de un reconocimiento del papel
histórico de la mujer en un
movimiento
social que hoy conocemos como la cristiada.
Este movimiento, como muchos otros, tocó fibras
íntimas, delicadas, como fue la religión y quienes
más la sufrieron, es posible, que hayan sido las
mujeres.
La mujer ha sido protagonista del movimiento cristero,
evidentemente religioso pero con reales y verdaderos alcances
políticos, sociales y económicos. Vista desde
cualquier perspectiva su importancia es histórica, social
y antropológica.
En el presente trabajo la mujer es reconocida como
formadora del hogar, por ser ella el punto de unión de
la familia
alteña; es reconocida también como guía,
motivación
y espíritu de la cristiada, por ser ella el impulso que
alienta a sus seres queridos a defender la fe.
Insoslayable resulta también la educación e
instrucción religiosa que enseñaba y
transmitía a los suyos, así como su carácter valiente, heroico que la hizo
pasar de ser la mujer piadosa y devota a ser la heroína,
mensajera y ejemplo para todos de que la fe no es sólo un
compromiso interno o para vivirse en casa; sino una
convicción que exige ser vivida fuera de casa, donde no es
reconocida y donde pretende ser evitada.
Aunque el título del presente trabajo es "La
participación de la mujer alteña en la cristiada",
se han tomado también ejemplos, testimonios, comentarios
de los diferentes autores consultados sobre mujeres que no
propiamente son alteñas, por considerarlos como
significativos para poder entender
el papel que la mujer alteña desempeñó en
este tiempo ya que
aun cuando la mujer alteña tiene características
culturales – regionales – propias con las cuales se
diferencia de las demás mujeres de la región, en el
fondo su participación es similar a la de otra mujer de
cualquier estado del
país. Metodológicamente hemos pretendido entonces,
basarnos en los casos más citados por los autores con la
finalidad de dar más fundamento al presente
trabajo.
Una de las pretensiones cualitativas de quien hoy
escribe esto, es primero, reconocer la participación
protagónica de la mujer, sea como actora directa o
indirecta en la cristiada. Después será la
invitación a seguirle apostando en los tiempos de bonanza
o de crisis a la
guía espiritual y al sustento material que la mujer aporta
a la sociedad en la
cual se desenvuelve.
Realizar este trabajo, más allá de la
riqueza de conocimientos adquiridos y del rigor
metodológico seguido, ha despertado en mí
sentimientos muy humanos como la ternura, compasión,
alegría, angustia, dolor de las mujeres de los cristeros;
quizá sea que siendo mujer y madre nadie más que
nosotras comprendemos los hervores de esos caldos.
en la familia
alteña
Para poder entender las características y
cualidades de la mujer alteña de 1920 a 1930, es
importante primero entender la estructura
familiar alteña de estos años.
La unidad primaria y célula
básica de toda organización social es la familia.
Entendida ésta, en la zona de los altos, como padre,
madre, hijas y/o hijos; aunque, en ocasiones, también se
integra por algún familiar cercano por alguna razón
especial, como indigencia, enfermedad, etc.
Así pues, la familia es nuclear en
términos generales, aunque, tal como menciona Díaz,
no dejan de encontrarse rancherías con estructura de
familia extensa, donde todos son parientes de todos, con una
procedencia varonil común.
El tipo de habitación es neolocal, donde el hijo
casado se aparta de los padres, pero se queda a vivir cerca de la
casa de los mismos.
La división del trabajo es de acuerdo al sexo y la
edad. A la esposa y a las hijas les corresponde todo lo
relacionado con el cuidado de la casa y algunas labores manuales
(costura, bordado, tejido de palma, etc.); al hombre y
demás varones, el trabajo del
campo o algún oficio para los tiempos en que no haya
trabajo estrictamente agrícola (carpinteros, albañiles, ordeñadores,
etc.).
Las mujeres alteñas, en tiempos de la
"Cristiada", comienzan su diaria labor a las 6:00 a.m.,
según sostiene la investigación de Díaz y
Rodríguez. A esa hora, alimentan a los animalitos como
son: gallinas, puercos, guajolotes, pollos, perros…
Después viene la molienda de maíz, que
deberá ser abundante, pues como se casan pronto las y los
jóvenes arandenses (antes de los 20 años de edad),
tendrán muchos hijos. El promedio es de ocho
hijos.
Una vez que las tortillas y el almuerzo han concluido,
sigue el aseo de la casa, el trabajo de costura y después
nuevamente el trabajo de cocina, luego el de costura, o lavar la
ropa, la cena, el rosario y el descanso.
A todo esto se debe incluir las compras en el
mercado, los
actos piadosos como la misa, visitas al Santísimo, y la
atención a las hijas y los
hijos.
Como los esposos siempre están ocupados en los
trabajos del campo o han tenido qué emigrar a los Estados Unidos,
es decir, fuera de la casa, la vida de la familia gira
principalmente alrededor de la mujer que asume su papel de esposa
y madre, es decir, es el factor de unidad del hogar.
"Ella tiene un papel muy importante puesto que en
sus manos está no solamente el cuidado y la alimentación de los
hijos, sino toda la educación y formación de ellos. Y
esa es la imagen que un
alteño quiere para la mujer que sea su esposa;
según sus propias expresiones, una mujer debe ser
virtuosa para dar ejemplo y enseñar a sus hijos a rezar;
económica, a fin de que pueda administrar los bienes
escasos para el hogar; modista, para vestir a los hijos, y
buena cocinera para alimentar a los miembros del
hogar".
Aparte de esto, debemos considerar la educación
formal que será casi siempre llevada a cabo por mujeres.
Además, son ellas, quienes al frente del hogar,
enseñarán a sus hijos la religión. En las
comunidades rurales, las mujeres asumirán los roles de
catequistas, capellanas y sacristanas. Son ellas quienes presiden
los rezos en casa, quienes cuidadosamente se preocupan por sus
hijos, que cumplan con las obligaciones
de misa, sacramentos, confesión, etc. Son ellas quienes
motivan a sus esposos a formar parte de la adoración
nocturna y a sus hijos a integrar también el grupo de los
pequeños adoradores o "Tarcisios". Son confidentes con voz
y voto en las decisiones importantes de los hijos como son,
matrimonio,
viaje a Estados Unidos, y en este caso: la lucha
armada.
La formación que la madre da en el hogar es
comúnmente respaldada y respetada por el padre de
familia.
Santa María de Guadalupe!
Uno de los gritos armados quizá más
conocidos por quienes vivimos en la zona de los altos o para
quienes conocen acerca de la cristera, es el de
"¡¿Quién vive?! ¡Viva Cristo Rey y
Santa María de Guadalupe!".
Utilizado como una contraseña o clave para
reconocerse entre los cristeros o incluso para demostrar la
gallardía o el temple del carácter, muchos
personajes de la cristiada, antes de morir fusilados o ahorcados
dejaban desgañitar por última vez su garganta con
este grito que más que salirles del pecho, les
salía del alma.
Nos preguntamos ¿Qué significa ¡Viva
Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!? Tal parece que no
se trata de un simple panfleto o slogan, ni tampoco se trata de
una jaculatoria o una oración. Se trata del reconocimiento
de que la lucha no es por motivos humanos, sino por motivos
divinos. Es además un sentimiento arraigado en las
familias mexicanas, en este caso en las alteñas: No es una
lucha sólo por Cristo, sino por Cristo vivo y si para
vivir debo morir, es preciso hacerlo. Es además una lucha
por Cristo que es Rey y está por encima de cualquier poder
humano, por muy poderoso que sea.
Segundo, es una lucha porque Santa María de
Guadalupe viva también, en las mismas circunstancias de
Cristo, donde no importa si el precio del
rescate que es vida de la religión, es la muerte para
los fieles cristianos. Además, significa entender que no
se trata de una lucha por un hijo (Cristo) y una madre (Santa
María de Guadalupe), sino que es una lucha por una familia
y para los alteños uno de los sentimientos más
arraigados es el de la familia, donde están todos juntos
reunidos en el regazo de una madre (Más que en el del
padre).
Así pues, es una lucha impulsada por las mujeres,
a ejemplo de María que impulsó a Cristo a cumplir
con su misión;
pero también es una lucha por una mujer, nuestra Madre
Santa María de Guadalupe y por nuestro hermano Cristo
Rey.
Decir ¡Viva Cristo Rey y Santa María de
Guadalupe! Pasa de ser un lema o una señal de
identificación y se convierte en la expresión de
los nobles sentimientos de los alteños, que ante el
valor que
significa para ellos la mujer, sobre todo la madre, no dudan en
dar la vida, como no dudan tampoco en quitarla.
Al realizar un análisis de algunos de los roles asumidos
por las mujeres alteñas, tanto históricamente como
coyunturalmente en los años veinte de este siglo,
encontramos que efectivamente, las mujeres desempeñan un
papel primordial, protagónico en un mundo, en ocasiones,
demasiado masculino. Ante este análisis, la
valoración entonces es que no se entiende la lucha
cristera si no es considerando a la mujer como impulsora,
alentadora o artífice de un movimiento social que salvando
su fe, salvaba su familia.
espíritu de la Cristiada
Así como la virgen
María soportó ver morir a su hijo en cruz,
guardando el sufrimiento en su corazón y
convirtiéndolo en una serena paz exterior; de la misma
manera, las mujeres alteñas soportaron el peso que
significaba ver a sus seres queridos (hijas, hijos, hermanas,
hermanos…) formar parte de las filas de los cristeros con la
clara certeza de saber que le entregaban un familiar a Dios
más que a la causa revolucionaria.
Fueron ellas, las mujeres, llámense madres,
esposas, hijas, novias, etc.; quienes ejercieron la verdadera
presión
sociopsicológica en los hombres a fin de convencerlos de
"tomar las armas por Cristo
Rey y la virgen Santa María de Guadalupe". Apelaban a que
"lanzarse a la guerra" era un signo de hombría: "Todos los
hombres a tomar Atotonilco y sólo las mujeres se
quedarán en casa".
Para Juan Rulfo,
"si no se entiende a la mujer no se puede entender la Cristiada",
pues fueron ellas las primeras en participar en la defensa de la
fe, desde sus circunstancias cotidianas, en los años 1925
y 1926.
En agosto de 1926, eran las más decididas a
montar la guardia en las iglesias, y en todas partes los hombres
se limitaban a desempeñar tímidamente un papel
secundario, no enfrentándose al gobierno y a sus
soldados más que para defender a sus compañeras.
La Cristiada no hubiera podido mantenerse sin la ayuda
constante de las espías, de las aprovisionadoras, de las
organizadoras, sobre las que recaía todo el peso de la
logística y de la propaganda.
Ya no es dolor lo que sienten las mujeres cuando ven
partir a "los cristeros"., ahora es alegría y
satisfacción de saber que sus papás, esposos,
hijos, novios, etc., están en la lucha o de saber que ya
han muerto por Cristo Rey y nuestra Madre Santa María de
Guadalupe.
¡Cómo no admirar el espíritu de las
mujeres tan firme que las hacía incluso alejar de
sí a quienes más quieren: sus hijos! Una madre
decía al último de sus hijos, cuando el
último de los caballos que quedaba, relinchaba ante el
ruido de las
balas: "hijo, a ese caballo le hace falta un buen
jinete".
Ante estas palabras al muchacho sólo le
quedó responder con presteza a las palabras de la madre.
Fueron esas palabras de la madre el espíritu que lo
impulsó a luchar por la defensa de la fe
familiar.
Otro caso similar es el de Joaquín de Silva y
Carrasco, acejotaemero de Tacubaya, ejemplo de hombría y
desinterés, muerto por su fe en Zamora, Michoacán,
en septiembre 12 de 1926; quien se presentó ante el
sacerdote Joaquín Cardoso s.j. a confesarse y a darle a
conocer su decisión de levantarse en armas en defensa de
la Iglesia. El
sacerdote sorprendido, solamente le hace ver el estado en
el que dejaría a su madre y a sus hermanas. Joaquín
de Silva le contesta: "¡Ah, padre! ¡Ellas son las que
más me han alentado en mi proyecto!… No
tema usted por ellas (la madre, hermanas y la novia), las dejo en
buenas manos. Las suyas.
Uno de los casos más conocidos de arrojo
femenino, además del de la madre "Conchita", es el de
doña Elvira González de Vargas, quien una vez que
"El maestro" Anacleto González Flores es descubierto en su
casa y aprisionado junto con sus tres hijos, se despide de ellos
con una frase que demuestra el alto grado de convencimiento que
tenía de tratarse de una causa noble la de luchar por la
fe y además muestra que el
compromiso que inspiraba a estos jóvenes acejotaemeros a
organizar la liga de la Acción
Católica, tarde que temprano podría culminar con la
muerte:
"¡Hijos míos, hasta el cielo!".
Los hombres en la lucha, no dejan de pensar en sus seres
queridos, entre ellos, las madres, esposas o novias. Son ellas
quienes a la distancia pueden ver los sentimientos y sufrimientos
de los hombres en la lucha, emociones que no
quieren quedar en el olvido y por eso deben ser conservadas en el
diario de combate de cada uno de los soldados de
Cristo.
Las cartas desde los
campos de batalla expresan el cariño tan especial hacia
las mujeres, quienes motivaban la defensa de la fe por la cual se
encontraban lejos de ellas:
"…y a ti, madre mía, ¿Qué
puedo decirte? Sólo que te amo y que el pensamiento
de abandonarte, dejándote sin recursos es lo
que me desgarra el alma. Muero tranquilo, eso sí; Dios
Nuestro Señor me está dando fortaleza; no llores,
madrecita, reza nada más y confórmate; té
queda un hijo más bueno que el que se va.
Adiós…En la otra vida nos uniremos para no separarnos
ya jamás, y ofrece el sacrificio de tus lágrimas
por la conversión de tantos hermanos nuestros que
están ciegos y no quieren ver. Tu hijo que te quiere.
Juan".
En una guerra en defensa de la fe, lo más
prohibido, el motivo por el cual se arriesgaba o entregaba la
vida, debería de ser celebrado. Los templos y parroquias
estaban siendo utilizados como cuarteles militares o
destacamentos policíacos. Sin embargo, para no dejar morir
la fe, las mujeres se encargaban de mantener vivo el culto a Dios
en sus casas, donde improvisaban oratorios que suplieran,
mientras no se restablecían las cosas, a la Iglesia. En
los oratorios se guardaba el Santísimo Sacramento y se
celebraba la misa a escondidas.
No dejan de sorprender las mujeres que no sólo
animaban o impulsaban a los hombres, sino que ellas mismas
tomaban las armas, como Agripina Montes "La Coronela" a quien los
Federales imaginaban a la cabeza de las tropas de la Cierra Gorda
de Querétaro, quizá no era un caudillo guerrero,
pero organizó el alzamiento de Manuel Farías, en
Colón, y lo propagó por toda la región con
una energía absolutamente militar.
Madres
Desde siempre, las mujeres han tenido que hacerse cargo
del hogar, a ellas ha correspondido la transformación de
la casa (construcción física, patrimonio
aportado por el padre) en hogar. Son ellas quienes dan vida a
esas cuatro paredes que forman la casa habitación. Su
espíritu y ternura maternal son un cobijo para las hijas e
hijos, sea que el padre esté presente como en los casos de
ausencia del mismo.
Luis Padilla Gómez, uno de los jóvenes
más cercanos a Anacleto González Flores, habiendo
perdido a su padre a muy temprana edad, encontró en su
madre y sus hermanas un sustento para fortalecer su fe, e incluso
ingresar al seminario.
Una oración a María compuesta por Luis,
expresa el grado de afecto que le tenía a su madre, es
asimismo reflejo de una educación tierna, solamente
adquirida junto a ella:
"María: antes que el mundo fuera, Tú
ya eras en la mente del Altísimo, pura como la luna,
Tú en tu concepción sin mancha, vencedora del
dragón. Tú en tu nacimiento, esperanza del
Mesías. Tú en el templo, modelo de
vida oculta. Tú en la encarnación, punto de
unión entre la humanidad divinizada y el Dios
humanizado. Tú Belén, primer altar del
niño Dios. Tú en el calvario, supremo sacerdote
que ofreces a tu propio Hijo Divino. Tú en el cielo;
nuestra única esperanza. Tú siempre
¡Madre!".
Es como si, con anticipación, Luis reconociera el
papel de la madre, como una mujer que ofrece a sus hijos a Dios.
Ya no se trata de María, que como sumo sacerdote ofrece a
su propio Hijo por la salvación de los hombres; sino de
Mercedes Gómez de Padilla, quien como nuevo sacerdote,
ofrece a sus hijos por la salvación de los nuevos hombres
llamados cristeros.
Recias y frías exteriormente, las madres de los
cristeros no dejaban de sentir interiormente la ternura y
compasión de una madre ante la partida de sus hijos.
Aún cuando sabían que era inminente la
separación de su lado para tomar el camino de las armas,
no dejaban de prodigar caricias a sus hijos y de bendecirles,
besándolos largamente.
Se trataba de sentimientos encontrados. Por un lado el
deseo de ver a los hijos enlistarse y responder a una noble
causa; pero, por otro lado, la angustia y tristeza del
corazón por el presentimiento de, tal vez, no volver a ver
a sus hijos.
Episodios de dolor y sufrimiento para las madres los
hubo interminables como el del 24 de julio de 1927, muchas
familias que estaban refugiadas en los barrancos, cayeron en las
garras de los soldados; en una cueva de las que habitaban las
familias perseguidas, fueron encontradas varias personas, y las
mujeres, ante la presencia de sus esposos y de sus hijos fueron
violadas. Los hombres amarrados y después asesinados. Los
niños –
en presencia de sus madres -, que llenos de espanto lloraban y se
abrazaban de sus madres, se les mató estrellándolos
contra las peñas de la pequeña gruta.
Otro caso, cerca de Guadalajara donde fue cogido un
niño de doce años porque andaba repartiendo hojitas
del boicot contra el gobierno. Le preguntan quién se las
dio a repartir, el niño no responde palabra. Lo amenazan
con azotes y con la muerte; pero no cede. Esperan con plan
diabólico, a que su pobre madre, que lo busca desolada,
vaya a ver si está en la cárcel. Llega en efecto,
la infeliz mujer, con alimento para su hijito. Allí,
delante de ella, azotan cruelmente al valeroso niño. Pero
la madre, como la de los Macabeos, lo alienta a cumplir con su
deber – guardar el secreto -, repitiéndole entre
sollozos: ¡No digas, hijo, no digas! Acometidos de rabia
infernal los sayones, al verse vencidos por un niño y una
mujer, quiebran los brazos del héroe de doce
años…al final, el niño murió.
educadoras
Como resultado de la revolución
de 1910, una década más tarde, en 1921, con la
fundación de la Secretaría de Educación
Pública, comienza el proceso de
educación masiva de la población.
Sin embargo, el proyecto estatal de educación
rural, que pretendía dar seguimiento a los programas de
educación rural nacional implementados por José
Vasconcelos, no se llevaron a cabo. Los maestros, en su
mayoría, no estaban dispuestos a cambiar su residencia a
las zonas rurales.
No obstante, aunque la educación del estado u
oficial no llegó temprano a las zonas rurales, entre las
cuales se encuentra la zona de los altos, la iniciativa privada
llevó adelante este camino de educación formal.
Entre las más importantes se encuentran las escuelas
parroquiales dirigidas por la Iglesia católica.
Obviamente quienes llevaban adelante esta tarea
formativa en las escuelas parroquiales fueron en su
mayoría mujeres y exseminaristas. Tal vez por ser quienes
con más facilidad acataran la voluntad del sacerdote o tal
vez por ser quienes con más claridad veían los
objetivos de
una verdadera educación que no fuera
utilitaria.
En otros casos, las mismas religiosas llevaban adelante
sus colegios, como las Siervas de Jesús Sacramentado,
quienes en Arandas, impartían clases con severas
restricciones, a escondidas, disfrazadas según lo expresa
don Alfonso Fonseca: "con esa fuerza
interior que sólo llega del Supremo".
Principalmente en la Educación Primaria la mujer
tuvo un papel muy decisivo, el funcionamiento de las escuelas en
las aldeas o municipios se limitaba a una maestra y un
pizarrón bajo los árboles. Para ayudar a la causa las
escuelas para niñas se dedicaban a enviar cartas a la
comunidad
internacional solicitando apoyo a la Defensa de Libertad
Religiosa, las cartas eran enviadas principalmente al Vaticano,
España,
Francia
Argentina y Alemania.
Educar para la vida, es educar también para la
muerte. Quien enseña a bien vivir, enseña a bien
morir. Esta educación más que conseguirse en las
aulas de una escuela o el las
bancas de un templo, se recibe en el hogar, donde las
catequistas, educadoras, instructoras son las madres. Las puertas
de la felicidad que cada individuo se
construye tienen como modelo siempre las puertas que encontraron
en el corazón de su madre, por eso, cuando un hijo, en
tiempos de guerra, por defensa de la fe debe morir, los primeros
recuerdos son los de una madre que así como enseño
a bien vivir, enseñó, incluso, a bien
morir:
"Cotija (Mich.) Febrero, lunes 6 de 1928. Mi
querida Mamá: Fui hecho prisionero en combate en este
día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pera
nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad de
Dios: yo muero contento, porque muero en la raya al lado de
nuestro Dios. No te apures por mi muerte, que es lo que me
mortifica; antes diles a mis dos otros hermanos, que sigan el
ejemplo, que su hermano el más chico les dejó, y
tú haz la voluntad de Dios; ten valor y mándame
la bendición juntamente con la de mi padre.
Salúdame a todos por última vez y tú
recibe por último el corazón de tu hijo, que
tanto te quiere y verte antes de morir deseaba….Nos veremos
en el cielo… José Sánchez del
Río."
Valientes
Tal pareciera que hablando de la valentía,
debiéramos hablar de los hombres, quienes no
importándoles su vida, se arriesgaban hasta a lo
inimaginable. Sin embargo, es honesto reconocer que las mujeres
demostraron su valentía y decisión en los momentos
en que les fue requerida tal virtud.
Teóricamente el amor propio
y la valentía son valores
masculinos; ahora bien, he aquí que la vergüenza la
siente con tal violencia la
mujer en el momento de la crisis religiosa, que suele ser ella
quien toma la iniciativa de la rebelión.
¿Será que lo que constituye su
inferioridad en tiempo normal, constituye su superioridad
permitiéndole la rebelión unánime e
inmediata?
Hay el caso, por ejemplo, de una viuda, a quien le
habían arrancado de su seno a sus dos hijos los soldados.
No importándole nada y con la angustia que significa ser
madre y ver cómo pierde a sus hijos en una noche, sin
motivo alguno, sin ninguna formación de causa, y de una
manera tan cruel, no vaciló en presentarse ante el mismo
criminal general Benito García, para echarle en cara su
infamia…
Como resultado de su valentía, dos o tres
días después apareció su cadáver
colgado de un árbol: había perdido su vida en su
amoroso intento de salvar la vida de sus hijos.
Otro caso donde se puede verificar la valentía de
las mujeres ocurrió el primero de agosto de 1926, afuera
del Santuario de Guadalupe, en Guadalajara. Ante el intento de
algunos soldados de entrar en la Iglesia, una mujer, de entre la
muchedumbre, se acercó a uno de los oficiales y le
hundió un puñal en la espalda. Ante tal acto, los
demás soldados permanecieron indecisos, sin saber
qué hacer, viendo recoger a la valiente mujer la espada y
la pistola de su víctima, que fue a entregar a los hombres
que contemplaban aquella escena tras el cancel del templo,
diciéndoles. "Tengan esto para que se
defiendan…"
Es claro que algunas mujeres en ese tiempo, al ver
amenazada la vida de alguno de los miembros de su familia por las
ideas espirituales y religiosas que profesan, no les importa
actuar de esta manera tan poco usual e incluso
escalofriante.
Una de las experiencias más dolorosas para una
madre sin duda es la de ver morir a su hijo, como aquella madre
del libro de los
Macabeos en la Biblia que vio morir en un solo día a sus
siete hijos, y con cada uno de los hijos que le mataban ella
veía cómo el corazón se le hacía
pedazos. Sentimiento similar, no menos fuerte, es el de ir a
recoger los cuerpos de los familiares queridos que se encuentran
tirados tras un fusilamiento o colgados en un árbol,
después de haber sido ahorcados. Las mujeres cristeras,
vivieron en carne propia este dolor, al fin, se trataba de madres
que habían entregado su vida a Dios, entregando la vida de
las y los suyos.
Algunas acciones de
las mujeres, vistas como provocación por los soldados, las
llevaron a colgarse sus distintivos y escapularios al cuello en
señal de valentía. Otras, llevaban comida a los
sacerdotes que en un tapanco, hecho ex profeso en una capillita
improvisada, durante la noche ejercían su
ministerio.
Comenta Doña Conchita, recordando sus años
de militancia cristera:
"Yo era una muchachita de escasos 15 años, y
me mandaban al Cuartel Colorado. Llegaba sin decir media
palabra, con un morralito lleno de monedas de oro. En la
entrada jamás me detuvieron, iba directamente a las
escaleras donde encontraba a una galleta, Así les
decían a las mujeres de los Federales, que se arrimaba y
me daba otro liacho, un trapo amarrado por las cuatro puntas,
recibía el envoltorio y le daba el mío, y
salía sin decir palabra. ¿Sería la Virgen
que me llevaba de su mano? ¿Por qué naiden me
preguntaba nada? Iba hasta dos o tres veces por semana por un
paquete; así me eché casi los tres años,
llevando municiones a los cristeros…Yo llegué a hacer
aquellos chalecos que se cruzaban en el pecho, como carrilleras
para poner balas, los chalecos que se usaban bajo la ropa, era
muy incomodo porque, por el peso, había que estar muy
tiesa y aparentar ligereza en los movimientos. Había
verdadero amor a Dios,
estábamos dispuestas a morir, yo no tenía
miedo"
Otras hacen del riesgo su modus
vivendi:
"El señor cura de las peñas, usaba
tremendo mostacho y andaba vestido como rural, algo así
medio charro, medio civil, para despistar, porque era un
sacerdote muy conocido, de él recibimos muchas
instrucciones. Nos íbamos a echar a Zuno, sí,
íbamos a matar a Guadalupe Zuno. Él era el
gobernador de Jalisco en los tiempos de la persecución
religiosa. Primero nos informamos cuál era su ruta;
todos los días salía y manejaba su propio coche;
a veces lo acompañaba el jardinero o el chofer, pero
siempre manejaba él. El día que estaba fijado
para la ejecución varios cristeros y yo nos apostamos
junto a la salida, todos armados con unas pistolas 45, listos
para echárnoslo, eran como las 6 ó 7 de la
mañana y todavía estaba medio oscuro, vimos un
individuo que se aproximaba al carro y abría la
portezuela del lado del conductor. Todos disparamos al mismo
tiempo y cayó el chango, luego vemos con sorpresa que
enseguida sale de la casa Zuno. El que nos habíamos
echado era al chofer que ese día iba a manejar.
¡Qué diablo de tipo ese!, se nos peló.
Subimos al coche e íbamos "a madres", perseguidos por
los otros. Anduvimos por medio Guadalajara y nos les pelamos,
y, ¿Qué creen que hicimos?, Nos fuimos al mercado
a echarnos un buen menudazo y unos refrescos, así
festejábamos triunfos y fracasos".
"…Las mujeres fueron indispensables para el movimiento
cristero. Ellas se encargaban del trabajo improbo de alimentar a
los machos. No tenían descanso porque pelearan o vagaran
los machos siempre tenían buen apetito y jamás
faltó quién preparara alimento para cientos de
cristeros en los pueblos. Estuvieran en servicio o no,
o simplemente de paso, las pobres mujeres tenían que estar
metidas en la cocina para alimentar a los hambreados que
volvían del campo de batalla".
Ni qué decir de las mujeres, como Crescenciana
Cerillos y María González, quienes, no importando
la persecución tan salvaje, parecida a cacería de
brujas, tenían el valor de ostentar sobre su pecho la
cinta azul, y la dulce imagen de María Inmaculada. Como si
la madre del cielo, diera a las madres de la tierra, con
su ternura, valor heroico a esa ya desaparecida fragilidad
femenina.
Las mujeres que fueron encarceladas, que se encontraban
en prisión con el objeto de sacarles alguna verdad, para
dar con sus jefes y dirigentes, mostraron su temple de acero, su
férrea voluntad, al grado de preferir morir, antes que
pronunciar palabra.
Monjas
El 27 de octubre de 1927, llegó la soldadesca a
Ejutla, Jalisco, donde una de las primeras casas que invadieron
fue el convento de las Religiosas Adoratrices, cuya superiora, la
Madre María de los Remedios, estaba enferma de gravedad.
En un momento quedó la casa llena de soldados. Luego, el
estruendo de los muebles que destrozaban y echaban por puertas y
ventanas los soldados; los hachazos con que eran derribadas las
puertas, los gritos incoherentes y groseros de aquellos
vándalos aztecas, el ruido
de las espuelas sobre las tarimas y pisos encementados pusieron a
las religiosas lívidas de repentina y desconcertada
angustia.
Como a las 6 de la tarde el bárbaro Izaguirre
ordenó la expulsión de las religiosas sin
importarle un comino donde se refugiarían. Salieron
atribuladas, en pequeños grupos, sin
techo, sin alimentos, sin
dinero y hasta
sin abrigos. Muchas usaron su delantal como chal, cabizbajas
unas, otras con lo ojos llorosos elevados al cielo, iban a donde
la Providencia las llevase. Sólo quedó la
Superiora, postrada en su lecho de dolor, asustada por tal
atropello, violación y ultraje.
Entre tanto dos religiosas intentaron salvar el
copón del Divinísimo Señor Sacramentado,
llevándolo consigo fuera de la población. Llegadas
hasta la última casa cuando ya oscurecía. Entonces
los soldados del reten o tropa de refuerzo que se encontraban
allí trataron de registrarlas, y cuando descubrieron los
vasos sagrados, el cáliz y el copón, que levaban
aquellas fugitivas, se los arrebataron con furia y brutalidad. La
religiosa que traía el copón, depositó en su
chal las hostias consagradas y lo entregó vacío.
¡Robo sacrílego! Su compañera se
arrodilló y dijo temblando "Es Dios quien os ha de juzgar.
Viva Cristo Rey". Aquellos malvados al oír a la humilde
religiosa que con su ferviente grito ¡Viva Cristo Rey!
Hacia profesión de su fidelidad a Cristo, se pusieron como
energúmenos, y furibundos las golpearon en la cara con las
culatas de sus máuseres. ¿Cómo hacían
esto con mujeres indefensas e inocentes sin pensar que eran
vírgenes consagradas a Dios?
Entre tanto otros de los sayones y esbirros pusieron una
soga al cuello de la otra religiosa, la que envuelta en un chal y
que en su pecho protegía las hostias consagradas. Y con un
puñal la amenazaron para que las soltara. No obstante los
esfuerzos de las pobres monjitas para consumir las sagradas
formas, muchas cayeron al suelo en los
movimientos de la lucha tan desigual. ¡El sacrilegio y la
horrible profanación estaban consumados! Las religiosas
huyeron despavoridas, mientras los soldados callistas,
desprestigio y deshonor del Ejercito Nacional, se diputaban los
vasos sagrados. Antes se habían robado ya la custodia de
oro.
Aun cuando muchos conventos y claustros fueron saqueados
por los soldados, tal parece que no se registran episodios de
violaciones o de abusos contra las religiosas, sino más
bien de golpes o de la muerte. En realidad, el problema no eran
las religiosas o monjas, sino Cristo. El enemigo era Cristo, no
ellas; por eso, cuando se oponían a la entrada de los
soldados, generalmente las monjas estaban en defensa del
Santísimo Sacramento, motivo por el cual eran lesionadas o
asesinadas.
En general, el sentimiento religioso está muy
arraigado en las familias alteñas, dando lugar a diversas
organizaciones, de acuerdo a los gustos y
necesidades de cada grupo, llámese familiar, juvenil, para
adultos, para niños… no obstante, la
participación más sobresaliente es la de las
mujeres.
Algunas de las más importantes son:
- Vela Perpetua del Augusto Señor Sacramentado
(para hombres y mujeres) - Apostolado de la oración y guardia de honor
del Corazón de Jesús - Cofradía del Divino Rostro
- Damas de Nuestra Señora de
Guadalupe - Conferencias de San Vicente de
Paúl - Culto del Señor San José
- Conferencias de Nuestra Señora del
Refugio - Órdenes Terceras de San Francisco de la
Merced - Órdenes Terceras de la Virgen del
Carmen - Propagación de la Fe.
- Unión de Damas Católicas
Además, expresamente para los tiempos de la
cristera, se crearon muchas ligas, uniones,
asociaciones:
- ACJM. Asociación Católica de la
Juventud
Mexicana - LDLR. Liga Defensora de la Libertad
Religiosa. - UP. Unión Popular.
- BB. Brigadas Femeninas.
En Arandas, según los datos recogidos
por don Alfonso, funcionaron particularmente:
- Sindicatos obreros
- Casas Amiga de la Obrera (Sic)
- Asociación de Hijas de María
Inmaculada - Conferencias de San Vicente de
Paúl - Tercera Orden de Nuestro Padre Seráfico San
Francisco de Asís - Asociación de Hijos de San
José - Liga Católica Social Arandense (Directora de
las Sociedades
Obreras y de los Sindicatos
Rurales y de la Caja Raiffesein) - Unión de Obreros Católicos
- Sindicatos Campesinos y
- ACJM.
Mientras los hombres integran la ACJM (Asociación
Católica de la Juventud Mexicana), las mujeres forman la
Congregación Mariana como un frente de batalla en los
tiempos de la lucha cristera. Las dos organizaciones
tenían como objeto profundizar en los conocimientos de la
religión a través de conferencias, pláticas,
etcétera y siempre estaban bajo la dirección de algún sacerdote.
Además, se dedicaban a cuestiones
artístico-literarias (Teatro, música,
etcétera) en veladas especiales.
de Santa Juana de Arco
La mujer mexicana, siendo por tradición
religiosa, ha sido la maestra que en el hogar ha enseñado
el catecismo a sus hijos. Es el vivo ejemplo de la permanente
laboriosidad, un firme apoyo en los ideales patrióticos o
religiosos del hombre.
En el conflicto
religioso, estuvo en las primeras barricadas alentando a los
luchadores, ayudando generosamente a la causa sin rehuir peligros
ni escatimar sacrificios. Por eso, cuando se empuñaron las
armas para defender con ellas su fe y su libertad, la mujer
mexicana pasó lista de presenta para aprovisionar a las
fuerzas cristeras.
El Feminismo
repentinamente consciente condujo a las Brigadas Femeninas a
pretender dirigir la guerra, colocando a cada jefe de regimiento
bajo la protección y el padrinazgo de una
coronela.
Gorostieta refrenó este ardor limitando a las
actividades esenciales de intendencia, finanzas,
cuidados, propaganda y aprovisionamiento; pero algunos grupos
femeninos preparaban explosivos, enseñaban algunos hombres
el arte del sabotaje
y hasta practicaban la acción directa.
Entre las asociaciones que se formaron se encuentra la
Brigada Santa Juana de Arco, fundada el 21 de junio de 1927, 17
muchachas con la ayuda del seminarista Luis Flores
González, fundaron en Zapopan, Jalisco, la Primera Brigada
Santa Juana de Arco, con el fin de apoyar a los combatientes,
quienes se encontraban faltos de todo. Según la
tradición las 17 se convirtieron en 17,000. Una
asociación militarizada, con las siguientes comisiones
autorizadas por la liga ACJM: finanzas, guerra, provisiones,
beneficencia, información y sanidad.
Fueron ellas quienes aprovisionaban de armamento a los
cristeros. Era una organización destinada a procurar
dinero, a aprovisionar a los combatientes, suministrarles
municiones, informes y
refugios, a curarlos y esconderlos, la BB, organización
secreta, imponían a sus miembros un juramento de
obediencia y de secreto. La
organización se extendió a todo el país.
Con cargas de pertrechos y municiones con un peso aproximado
entre 15 y 25 kilos, que ocultaban entre sus ropas oscuras y
campesinas. En poco tiempo, a las mujeres delgadas, se les
veía gordas, como si en poco tiempo hubieron aumentado
demasiado de peso o estuvieran embarazadas.
Eran mujeres solteras de 15 a 25 años de edad,
dirigidas por un jefe de no más de 30 años,
también se organizaron grupos auxiliares en los que
había mujeres de más edad, mujeres casadas y
niños.
De muchas formas tuvieron qué
ingeniárselas para conseguir el abastecimiento de varios
frentes en lucha. Como mujeres verdaderamente formadas en la
disciplina
militar, se escondían entre los matorrales o las bardas.
Algunas fueron sorprendidas y encarceladas; sufrieron tormentos y
martirios inenarrables y otras fueron enviadas al penal de las
islas Marías.
Unas mujeres de Guadalajara tomaron como modelo a la
muchachita de la edad media,
Juana de Arco, ‘la buena Lorena’, que
capitaneó la resistencia
popular contra los ingleses cuando Francia parecía
perdida. El Vaticano acababa de canonizar a quien representaba la
unión de la religión y del nacionalismo.
Al principio el mando lo suministraba la pequeña
clase media y
las jóvenes de las escuelas católicas, los grados
fueron siendo ocupados rápidamente por muchachas de
pueblo, en una proporción del 90%, que no hacia sino
reflejar la composición de la tropa.
Lo más importante era hacer llegar parque a los
cristeros, la inventiva y la audacia de las militantes y de sus
amigos fueron tales que llegaron a aprovisionarse en las
fábricas militares.
Hubo funcionarios, autoridades pueblerinas y hasta
militares sin escrúpulos que se olvidaron de sus deberes
para caer en las redes de esas sirenitas de
Santa Juana de Arco, proporcionándoles cartuchos
procedentes de las fábricas de los federales, con lo que
los cristeros quemaron municiones de 1927, 1928 y 1929, cuando
aun los federales usaban los de 1925 y 1926.
Lo esencial salía de la fábrica de
México,
gracias a los obreros católicos y a la simpatía o
la corrupción
de ciertas autoridades. Almacenadas en numerosos y
pequeños escondites diseminados por la ciudad, las
municiones se entregaban a las muchachas que acudían de la
provincia, con el mayor secreto. Ninguna de ellas conocía
sus contactos, y siempre eran paseadas por la ciudad, de noche y
con los ojos vendados. Las entregas se camuflaban bajo la
apariencia de operaciones
comerciales, y el mercado de La Merced fue un centro importante
para estas actividades. Se entregaban las municiones en chalecos
especiales, que las encargadas de transportarlos se ponían
debajo del vestido, y que eran a modo de camisas fruncidas para
hacer multitud de pliegues formando cañones en los que se
metían los cartuchos. Cada joven podía llevar
así de 500 a 700, o sea el triple de la dotación de
un militar en campaña. La carga era pesada y así
debían tomar el tren a su destino, teniendo que evitar en
el trayecto los múltiples controles.
Durante dos años la organización puso en
movimiento, noche y día, a millares de mujeres que iban y
venían de las ciudades a los campos de batalla. En los
últimos tiempos las BB trabajaban a lo grande, enviando
cajas desde México, por tren, con la complicidad de
algunos empleados del ferrocarril, y rotuladas como
mercancía pesada.
"Don Luis Flores se llamaba un señor de mucho
ingenio que con mucho y gran trabajo y arriesgando el cuero
formó con muchachas buenas brigadas y regimientos. Y ya
bien aconsejadas las mandó para las ciudades, las
haciendas y los pueblos para que compraran cartuchos con los del
destacamento y con orden terminante que cuando los obtuvieran en
canastas o costales o mejor en los chalecos los llevaran ellas
mismas hasta los campamentos".
Llamadas también "cooperadoras de los soldados de
Cristo", o incluso "soldados de Cristo", eran las responsables de
proveer de armas, de parque, vestidos, ropa, alimentos y otros
víveres que ellas mismas sabían agenciarse, aun
comprando el parque y las armas a los mismos federales, que
forzados por la disciplina militar a combatir a los cristeros, lo
hacían de mala gana, lo cual, como se comprende, ayudaba
mucho a los triunfos de éstos, y cuando podían,
vendían con gusto a las mujeres un armamento, que en sus
manos estaba destinado a matar mexicanos heroicos.
Muchas de aquellas mujeres perdieron su joven vida en
aquella lucha cruenta, otras vivieron prisión y martirio y
el ultraje de sus cuerpos. Para ellas hay un lugar en la historia y una corona en el
cielo.
mensajeras
¿Cómo hacías los cristeros para
comunicarse? ¿Cómo hacían para transmitir
sus mensajes, cuando vivían en un torbellino de constante
espionaje y sospechas? Las mujeres asumían el rol de
mensajeras, se comprometían con los mensajes que no
sólo eran palabras o escritos a llevar de un lado a otro,
sino la vida pendiente de un hilo.
Anacleto González Flores, reconoció la
importancia de la nobleza de sentimientos y pureza de
corazón de las mujeres, de quienes no habría
sospecha alguna. Por tal motivo fueron ellas quienes
transmitieron los mensajes más riesgosos, como es el caso
del inicio de la lucha armada en las cercanías del
volcán de Colima.
Recojo aquí uno de los testimonios presentes en
el libro de Lauro López, narrado por una brigadista
llamada "Toñita":
"Con frecuencia llevaba mensajes importantes, de
mucho riesgo. Íbamos en un forcito, a veces hasta
Cocula. Lola, mi hermana, era el nexo entre als brigadas y
Degollado Guizar. Nos habían dado nombramientos, ella
era generala y yo capitana; estábamos muy bien
organizadas. Fui a México a recibir instrucciones; en un
curso me adiestraron para hacer bombas.
Después me dieron muchas encomiendas. Recorría
muchos campamentos para enseñar a los cristeros la
fabricación de bombas, les decía cómo se
revolvían los líquidos y cómo se
utilizaban los embudos, probetas y matraces. Todavía
conservo por ahí algunos recipientes, y también
líquido para hacer bombas. ¿Riesgos?,
No, riesgos los de aquellos años. Cuantas veces yo me
encargaba de llevar algunos de los cristeros a determinados
lugares. A nosotras las mujeres nos ponían de
guías cuando había que reincorporar algún
cristero con un grupo disperso, y también llevar
mensajes de un grupo a otro. Ahí estábamos para
defender nuestra causa".
ejemplares
Sobran los testimonios de mujeres valerosas. Antonio
Rius y Luis Rivero de Val recogen algunos episodios
significativos, como el caso de una mujer que proveía a
los cristeros colimenses de comida, medicinas y pertrechos.
Sorprendida por una emboscada, fue encerrada en la cárcel
de Colima. Siendo una joven hermosa, provocó los bajos
instintos de los carceleros que desgarraron sus ropas. Presionada
por insistentes interrogatorios para saber sobre su
organización, nombres de sus jefas o jefes, lugares de
reunión y otros, nunca respondió a los
interrogatorios. Sólo apretaba fuertemente los labios y
con su rostro mostraba los sentimientos de indignación, de
vergüenza y terror que le provocaban sus
carceleros.
Las bofetadas, atentados al pudor, azotes, injurias y
amenazas no faltaron para las mujeres, aunque no se tratara de
integrantes de las brigadas: "Entonces se las amenazó con
ahorcarlas, se puso la soga al cuello de Candelaria, (para que
declarara, los secretos que se habían llevado a la tumba 3
jóvenes cristeros fusilados afuera de la catedral de
Colima), y como ella prefiriese primero la muerte antes que ser
infiel a la causa de Cristo, la víctima, en medio de
aquellos inhumanos carniceros, fue suspendida en el aire. La idea no
era matarla, sino darle suplicio."
Cuando uno piensa en el temple de estas mujeres, en el
valor y en la energía con la cual actuaban, el asombro se
hace presente y también se asoma la emoción de
saber que las mujeres también hemos asumido nuestro
compromiso ante la fe, los ideales y principios con
los que hemos vivido y por los que hemos aprendido a ser lo que
somos.
Con paciencia y aceptación, uno más de los
ejemplos es la madre ‘Conchita’, María
Concepción Acevedo y de la Llata, quien injustamente
involucrada en el asesinato del general Álvaro
Obregón, a manos de José de León Toral,
aceptó sumisamente los 20 años de cárcel a
los cuales fue condenada (cumplió solamente trece), la
mayor parte de los cuales transcurrieron en el penal de las Islas
Marías.
En nuestra ciudad de Arandas. Una de las mujeres
ejemplares fue Juana García Pérez, entregada a las
cosas de Dios de lleno y sin reservas. Fue una catequista
incansable, y en tiempos de la guerra cristera custodiaba las
llaves del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús,
además, tenía licencia ministerial para llevar el
Santo Viático a los enfermos y heridos; en su casa hizo un
altar que siempre contó con la presencia de Jesús
Eucaristía, con lo que Arandas no quedó
huérfano de él.
Ejemplos como el de Juana García Pérez,
sin duda hay muchos en tiempos de la cristiada. Se trata de
mujeres que asumen los roles de guías espirituales en sus
comunidades, de sacerdotes o diáconos en servicio activo y
además de catequistas. La fe, si está fortalecida,
es gracias al trabajo de las mujeres que, por un lado, con
discreción y por el camino de la no violencia –sin
armas- o por otro lado por el camino armado, se dedicaron a
motivar y acrecentar el espíritu de unidad entre los
católicos atribulados en los diferentes municipi os de la
República Mexicana.
Otra mujer ejemplar fue el alma de la resistencia en
Huejuquilla fue María del Carmen Robles, que supo resistir
al general Vargas, y cuyo martirio le valió una fama de
santidad.
Hoy, a las mujeres, nos corresponde conocer estos
testimonios de vida ejemplar, no sólo desde el
ámbito espiritual o cristiano, sino también desde
el aspecto humano, social o político, donde vemos que
irradia una calidad de
vida plena en estas mujeres. Son ellas quienes hoy
representan los valores a
seguir por una sociedad que ve en la mujer, como en el hombre, un
objeto de consumo, de
apropiación o de enajenación. Toca pues, a nosotras, las
mujeres, utilizar estos testimonios como bandera de la
importancia de la mujer en los movimientos sociales de nuestro
país, como promotora de un cambio en
beneficio del bien común, manifiesto aquí en
nuestra región en su papel al frente de la
familia.
Sentimentales
Las novias sufrían lo mismo que cualquier mujer,
máxime cuando el amor de su vida se encontraba en la
guerra:
"Tlálpan, 18 de agosto de 1926: –
Inolvidable Manuel: Fue muy grande el gusto que
experimenté al leer tu carta…créemelo hay cosa que más
me haga gozar como el ver que el hombre a quien he dado mi
cariño, se entregue de esa manera al buen Dios,
sacrificando aún lo más preciado para él.
Créeme que lejos de sentir tristeza porque no te veo, me
alegro en el alma, pues sé, siento, tengo para
mí, que el sacrificio que los dos hacemos sube cual
incienso perfumado, cual aroma delicioso hasta el trono del
buen Dios, y en cambio de esto tan pequeño que
ofrecemos, espero que bajarán un sinnúmero de
gracias y bendiciones que harán crecer en tu
corazón y en el mío los deseos ardientes de
sufrir más, de sacrificarnos más, de luchar
más por Él, que con tanto amor dio su vida por
nosotros en la Cruz. Si el buen Jesús acepta la ofrenda
de tu vida…te seré fiel hasta la muerte…dejando de
existir tú, creo que lo que haría sería
esconderme en un claustro, donde el ruido del mundo no borrara
de mi corazón tu recuerdo y donde me dedicara a pedir
por ti. En mis pobres oraciones no te olvido nunca, y pido a
Dios y a la Morenita del Tepeyac, que te den sus gracias para
que sigas luchando valerosamente como hasta ahora lo has hecho.
Tuya. María de la Luz".
El sentimiento de amor se ve acrecentado cuando los
hombres deciden participar activamente como cristeros: "Era un
hombre de verdad, que valía la pena…"
Intercesoras
¿Por cuál sentido se siente el amor?
¿Por cuál de los cinco sentidos se siente la
angustia, el miedo, el temor, los presentimientos? Sin duda que
hay más de cinco sentidos y en el caso de las mujeres hay
unos más desarrollados que los hombres.
En el tiempo que nos ocupa, las madres con facilidad
eran presa de presentimientos dolorosos e inexplicables, que con
el paso del tiempo se convertían en temores fundados y
certezas evadidas: El peligro en el que se encontraban sus
familiares.
No ignoraban, en su mayoría, por ejemplo, el
activo papel de sus hijos pequeños en la lucha: Eran
portavoces o mensajeros, repartidores de "papeles subversivos" de
la Liga de los católicos. Ignoraban sí, las
magnitudes de los castigos en el caso de ser
sorprendidos:
"La madre se echó a llorar amargamente al
ver las amoratas espaldas del niño, y más
aún cuando vio al bárbaro policía levantar
el látigo para reanudar los golpes".
¿Cómo salvar al hijo de las manos de las
policías, que no eran vistas sino como garras de una
fiera?
"…Ciega, valiente, como leona herida, lanzose
para interponerse entre el látigo del salvaje
policía y su hijito…No le pegue, ¡Pégueme
a mí, si es hombre, y no a un
niño!"
El valor mostrado por la madre de los Macabeos, sigue
repitiéndose en cada mujer de cada cultura que
afronta al lado de sus hijos los dolores nunca experimentados, ni
siquiera al momento del parto
más complicado. Es entonces cuando la voz interior, de la
conciencia o del
corazón, el instinto materno o la guía del Espíritu
Santo hacen decir a las madres entre un torrente de
lágrimas:
"Pégueme a mí!, ¡Déjelo
ir!, ¡No digas, hijo…no digas…!"
Al igual que la dolorosa junto a la cruz, como la madre
ante el suplicio del hijo de sus entrañas, se vuelve una
mujer llena de ternura y piedad, cargando las penas de los suyos
sobre sí, o incluso cargándoles físicamente
sobre sus hombros desde el lugar donde los encuentra hasta su
hogar donde las curaciones y atenciones serán
mayores.
Ver a una madre como intercesora, es ver a una madre
desde dos puntos de vista: Como aquella mujer que es capaz de
hacerse presente en comisarías, juzgados, cárceles,
o en lugares donde sabe que se encuentra algún familiar
detenido, en peligro o a punto de perder la vida; pero
también, es reconocer que las madres son quienes pueden
arrebatar un pedacito de cielo a Dios para sus seres
queridos:
"…yo siempre te encomiendo a la Virgen
Santísima…todos los días le pido que te haga
bueno para que te salves…!Dulce Madre, no te alejes, Tu vista
de él no apartes, ven con él a todas partes, y
nunca sólo le dejes!."
Al final de este breve trabajo, como mujer un
sentimiento invade mi ser. ¿Por qué no se ha
reconocido la participación de la mujer en la historia?
¿Será por ser masculina la historia? Mientras
escribo, agoniza el siglo XX y tal parece que hace apenas pocos
años que el interés
por recuperar el pasado de la mujer es notable o al menos no el
pasado clásico de la mujer pasiva, sumisa, entregada a
cuestiones del hogar; sino un interés por la mujer
líder,
coronela, protagonista, motivadora y valiente.
Descubrí que las páginas de la cristiada
están llenas de referencias implícitas –las
más- y explícitas de la mujer –las menos-,
aunque evidentemente parezca que sólo está "Como la
escopeta: Cargada y detrás de la puerta".
Si los hijos rezan, es gracias a la devoción
materna inculcada desde temprana edad; si saben leer y escribir o
son poetas es gracias a las mujeres, pacientes educadoras; si son
respetuosos o ecuánimes, es debido a la instrucción
familiar maternal.
De la misma forma encontré otra cara de la mujer
(sea alteña o no lo sea), la que no se limita a inculcar
la moral o el
compromiso social – Desde el punto de vista religioso – dentro de
las cuatro paredes de su hogar, sino que emprende un activo
camino coyuntural e histórico, de acuerdo a las
circunstancias fuera de su hogar, por la defensa y
protección de los suyos y de sus creencias.
Ver a la mujer como organizadora, promotora,
administradora o soldado ha resultado novedoso para mí,
sin embargo, me ha abierto los ojos quizá para identificar
más claramente nuestro papel
protagónico.
En suma, reconocer la participación de la mujer
alteña en la cristiada, como la de cualquier mujer
mexicana, es en justicia,
hacer presente el espíritu que permea la lucha de la
defensa de la fe: El sentimiento femenino de un pueblo por su
religión –más pronunciado que el masculino- y
el sentimiento femenino presente en el hombre que impulsa
decididamente a enfrentar a sus connacionales, que desde el punto
de vista de la fe, se han convertido en sus enemigos: Los
enemigos de la religión católica.
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p.
Dedicatoria
Se ha escrito bastante sobre la cristiada, prueba de
ello es la bibliografía seleccionada para realizar
este trabajo; sin embargo, pocas todavía son las
páginas escritas sobre la mujer. Son pocas las
páginas que escritas en la historia por madres, esposas,
hijas o novias, con sangre o sufrimiento hoy se recuperan en la
historia de su pueblo. Menos todavía son las
páginas escritas por una mujer sobre la
participación de la mujer en la guerra cristera,
ésta ha sido una gran sorpresa que me llevo con
alegría al realizar este trabajo que hoy comparto con
ustedes.
A las mujeres de ayer, hoy y
siempre;
a su lucha y compromiso que hoy es el
mío.
Nansi Ysabel García
García