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Fuentes de energía en Argentina



Partes: 1, 2

Monografía destacada

    1. Fuentes de energía y sus
      efectos sobre el Medio Ambiente
    2. Fuentes de
      Energía Renovables
    3. Las
      energías renovables en la actualidad
    4. Energías
      renovables en Argentina
    5. Proyecto
      de Energías Renovables en Mercados Rurales
      -Permer
    6. Convenios
      y Tratados Internacionales
    7. Conclusión
    8. Bibliografía

    Introducción

    El hombre, a lo
    largo de la historia, ha sido un
    buscador de diferentes formas de generación de
    energía necesarias para cubrir sus necesidades
    básicas de luz, calor,
    movimiento y
    fuerza, que le
    permitan llevar una vida más cómoda y
    saludable.

    El descubrimiento de que la energía se encuentra
    almacenada en diversas formas en la naturaleza ha
    supuesto a las diferentes sociedades a
    lo largo de los tiempos, el descubrimiento de la existencia de
    "almacenes
    energéticos naturales" que aparentemente eran de libre
    disposición.

    Unido a esto, el hombre ha
    descubierto que estos almacenes de energía disponibles en
    la naturaleza (masas de agua,
    direcciones de viento, bosques,) eran susceptibles de ser
    transformadas en la forma de energía precisa en cada
    momento (luz y calor inicialmente, fuerza y electricidad con
    posterioridad), e incluso adoptar nuevos sistemas de
    producción y almacenamiento de
    energía para ser utilizada en el lugar y momento deseado:
    energía química,
    hidráulica, nuclear,…

    Fuentes de energía y sus efectos sobre el
    Medio Ambiente

    Hoy en día, la energía
    nuclear, la energía de procedencia de combustibles
    fósiles, la energía procedente de la biomasa
    (principalmente combustión directa de madera) y la
    energía hidráulica, satisfacen la demanda
    energética mundial en un porcentaje superior al 98%,
    siendo el
    petróleo y el carbón las de mayor
    utilización.

    La utilización de estos recursos
    naturales implica, además de su cercano y progresivo
    agotamiento, un constante deterioro para el medio
    ambiente, que se manifiesta en emisiones de CO2, NOx, y SOx,
    con el agravamiento del efecto
    invernadero, contaminación radioactiva y su riesgo potencial
    incalculable, un aumento progresivo de la desertización y
    la erosión y
    una modificación de los mayores ecosistemas
    mundiales con la consecuente desaparición de biodiversidad
    y pueblos indígenas, la inmigración forzada y la generación
    de núcleos poblacionales aislados tendentes a la
    desaparición.

    Estas agresiones van acompañadas de grandes obras
    de considerable impacto ambiental
    (difícilmente cuantificable) como las centrales
    hidroeléctricas, el sobrecalentamiento de agua en costas y
    ríos generado por las centrales nucleares, la
    creación de depósitos de elementos radiactivos, y
    de una gran emisión de pequeñas partículas
    volátiles que provocan la lluvia
    ácida, agravando aún más la
    situación del entorno: parajes naturales defoliados,
    ciudades con altos índices de contaminación,
    afecciones de salud en personas y animales,
    desaparición de especies animales y vegetales que no
    pueden seguir la aceleración de la nueva exigencia de
    adaptación,

    El futuro amenazador para nuestro entorno, aún se
    complica más si se tiene en cuenta que sólo un 25%
    de la población mundial consume el 75% de la
    producción energética. Este dato,
    además de poner de manifiesto la injusticia y
    desequilibrio social existente en el mundo, indica el riesgo que
    se está adquiriendo al exportar un modelo agotado
    y fracasado de países desarrollados a países en
    desarrollo.

    El modelo es un paradigma en
    el que la producción energética se sustenta en una
    visión del mundo en la que el ser humano es el dominador
    de la naturaleza y del entorno, en vez de sentirse parte
    integrada del mismo, y en el que el consumo se
    manifiesta como un grado de confort.

    La necesidad de aumento productivo de las sociedades
    industrializadas lleva parejo un incremento de los bienes de
    consumo y la creación de un mecanismo en el que se
    establece una equivalencia entre el confort y el consumo. Ello ha
    supuesto en las últimas décadas una avidez
    consumista, en donde el consumo es una finalidad en sí
    misma. La acumulación de bienes útiles o no, el
    despilfarro como signo de poder
    adquisitivo y distinción social, la exigencia de gasto de
    elementos perecederos, son consecuencias del mecanismo de
    sostenimiento que el sistema
    económico de las sociedades desarrolladas ha establecido
    para mantener la capacidad productiva creciente que lo
    sustenta.

    Así, la demanda de energía no sólo
    ha tenido que crecer en la industria,
    sino también en los consumidores de los productos
    manufacturados, dado que estos precisan mayoritariamente
    energía para cumplir con su finalidad. Para satisfacer
    esta demanda no sólo de bienes, sino de exigencia de
    nuevas cotas de confort, se hace precisa una mayor
    generación y oferta de
    energía. Por ello, se ha hecho necesario dotar de grandes
    centros generadores de energía excedentaria, ante la
    eventualidad de poder satisfacer la demanda que pueda ser
    requerida.

    El estado del
    bienestar, ha generado el "estado del gasto y de la dependencia
    energética". No es de extrañar por tanto, que uno
    de los parámetros más importantes para clasificar
    el grado de desarrollo de un país, sea su gasto
    energético per cápita.

    Una de las aportaciones a la solución, o al menos
    paralización de esta problemática medioambiental,
    es lograr que satisfaciendo las necesidades actuales de
    energía, ésta sea producida sin alterar esos
    almacenes energéticos que cumplen una función de
    equilibrio
    ecológico, y que su uso, además de ser más
    eficiente, no sea origen de fuentes de
    contaminación ni aumento del deterioro actual y futuro del
    entorno, evitando el derroche de energía y aprovechando al
    máximo la producción realizada.

    Ante esta situación, las energías de
    origen renovable, adquieren un papel primordial, necesario y
    urgente tanto en su aplicación como en la difusión
    de su uso.

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