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Santo Tomás de Aquino y San Agustín



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    1. Santo Tomás de
      Aquino
    2. San
      Agustín

    Santo
    Tomás de Aquino

    Durante el siglo XIII, Santo Tomás de
    Aquino buscó reconciliar la filosofía
    Aristotélica con la teología agustiniana. Tomas
    utilizó tanto la razón como la fe en el estudio de
    la metafísica, filosofía, moral y
    religión.
    Aunque aceptaba la existencia de Dios como una cuestión de
    fe, propuso cinco pruebas de la
    existencia de Dios para apoyar tal convicción.

    Tomás de Aquino, Santo (1225-1274),
    filósofo y teólogo italiano, en ocasiones llamado
    Doctor Angélico y El
    Príncipe de los Escolásticos, cuyas obras le
    han convertido en la figura más importante de la
    filosofía escolástica y uno de los teólogos
    más sobresalientes del catolicismo.

    Nació en una familia noble en
    Roccasecca (cerca de Aquino, en Italia) y
    estudió en el monasterio benedictino de Montecassino y en
    la Universidad de
    Nápoles. Ingresó en la orden de los dominicos
    todavía sin graduarse en 1243, el año de la muerte de
    su padre.

    Su madre, que se oponía a la entrada de
    Tomás en una orden mendicante, le confinó en el
    castillo familiar durante más de un año en un vano
    intento de hacerle abandonar el camino que había elegido.
    Le liberó en 1245, y entonces Tomás viajó a
    París para completar su formación. Estudió
    con el filósofo escolástico alemán Alberto
    Magno, siguiéndole a Colonia en 1248. Como Tomás
    era de poderosa constitución física y taciturno,
    sus compañeros novicios le llamaban Buey Mudo, pero
    Alberto Magno había predicho que "este buey un día
    llenará el mundo con sus bramidos".

    En su filosofía de la política, a pesar de
    reconocer el valor positivo
    de la sociedad
    humana, se propone justificar la perfecta racionalidad de la
    subordinación del Estado a la
    Iglesia.

    Santo Tomás fue canonizado por el papa
    Juan XXII en 1323 y proclamado Doctor de la Iglesia por el
    papa Pío V en 1567. Su fiesta se celebra el 28 de
    enero.

    Con más fortuna que ningún
    otro teólogo o filósofo, santo Tomás
    organizó
    el conocimiento de su tiempo
    y lo puso al
    servicio de su fe. En su esfuerzo para
    reconciliar fe con intelecto, creó una síntesis
    filosófica de las obras y enseñanzas de Aristóteles y otros sabios clásicos:
    de san
    Agustín y otros Padres de la Iglesia, de
    Averroes, Avicena, y otros eruditos islámicos, de
    pensadores judíos
    como Maimónides y Solomon ben Yehuda ibn Gabirol, y de sus
    predecesores en la tradición escolástica. Santo
    Tomás consiguió integrar en un
    sistema ordenado el pensamiento de
    estos autores con las enseñanzas de la Biblia y la
    doctrina católica.

    El éxito
    de santo Tomás fue inmenso; su obra marca una de las escasas grandes culminaciones en
    la historia de la
    filosofía. Después de él, los filósofos occidentales sólo
    podían elegir entre seguirle con humildad o separarse
    radicalmente de su magisterio. En los siglos posteriores a su
    muerte, la
    tendencia dominante y constante entre los pensadores
    católicos fue adoptar la segunda alternativa. El interés en
    la filosofía tomista empezó a restablecerse, sin
    embargo, hacia el final del siglo XIX. En la encíclica
    Aeterni Patris (Del Padre eterno, 1879), el papa
    León XIII recomendaba que la filosofía de
    santo Tomás fuera la base de la enseñanza en todas las escuelas
    católicas. El papa Pío XII, en la
    encíclica Humani generis (1950), afirmaba que la
    filosofía tomista es la guía más segura para
    la doctrina católica y desaprobaba toda desviación
    de ella. El tomismo permanece como una escuela
    importante en el pensamiento contemporáneo. Entre los
    pensadores, católicos y no católicos, que han
    trabajado dentro del marco tomista, han estado los
    filósofos franceses Jacques Maritain y Étienne
    Gilson.

     

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