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Sociedad civil y política exterior: el movimiento de mujeres



Partes: 1, 2

    1. Argumento
    2. Marco
      conceptual
    3. La
      plataforma de acción mundial (PAM) de
      Beijing
    4. El proceso
      de Beijing : diversidad, pluralismo y proceso
      discursivo
    5. Los
      espacios de articulación e
      interacción
    6. Conclusiones
    7. Bibliografía

    Argumento

    Este ensayo
    comienza con un análisis del proceso de
    Beijing concebido no sólo como u cuestionamiento de las
    relaciones sociales de género
    sino también como el desarrollo de
    un espacio público autónomo y negociador. Estudia
    los mecanismos nacionales de vigilancia y rendición de
    cuentas que
    tienen a su cargo la tarea de analizar cómo las medidas
    gubernamentales cumplen con los compromisos internacionales
    adquiridos por los Estados y producen cambios tangibles en la
    vida de la
    mujer.

    Se centra, asimismo, en el hecho de que no es
    sólo en lo nacional donde se requiere de mecanismos y
    recursos y de
    procesos de
    democratización múltiple, sino también en el
    espacio internacional entendido como terreno de disputa en el que
    se perfila y defiende los derechos de las mujeres y de
    las ciudadanías democráticas.

    Así, sobre la base de a dinámica reciente de desarrollo del
    movimiento de
    mujeres, Concluye en que la intervención de la ciudadanía en los procesos de política exterior y,
    particularmente, de cooperación, concertación e
    integración es necesaria para acentuar su
    carácter democrático, conferirles
    aceptabilidad, viabilidad, eficiencia y
    permanencia, y evitar su alejamiento de las personas.

    1. Entre las numerosas situaciones de injusticia y
      desigualdad que encontramos en el Perú y en muchas
      partes el mundo, la discriminación de género es una
      de las más graves. En este contexto, las organizaciones sociales de mujeres y los
      grupos
      feministas promueven el compromiso tanto de varones y
      mujeres, como el del Estado y
      el de la sociedad
      civil, con el logro de la equidad de
      género.

       Desde los inicios de las primeras sociedades
      democráticas, basadas en el clásico principio
      "Todos los hombres nacen libres e iguales …", las mujeres
      constataron su condición de excluidas y denunciaron la
      contradicción de una democracia
      sin mujeres.

      Así, excluidas del ámbito
      público y de la ciudadanía de forma
      sistemática los primeros movimientos, la teoría y la práctica feministas,
      se centraron en legitimar y organizar lo que podemos
      denominar las políticas de la
      inclusión.

      A lo largo de todo el siglo diecinueve sufragistas y
      socialistas no cesaron de luchar por cambiar el inmutable
      destino que la llamada "era de los cambios" continuaba
      asignando a las mujeres. Cuestionaban la ideología de la naturaleza
      diferente y complementaria de los sexos y se centraron en
      conquistar el acceso a la esfera pública: el sufragio,
      el trabajo
      asalariado no proletario, la educación superior.

      Ya en el siglo XX y tras la conquista de los
      derechos políticos, las mujeres comprobaron las
      enormes dificultades que comportaba su acceso igualitario al
      ámbito público. Constatar la insuficiencia de
      los derechos formales llevó al feminismo
      a un nuevo resurgir organizativo y a una etapa de gran
      vitalidad y creatividad teóricas.

      En la denominada segunda ola del movimiento, en los
      años sesenta, y en continuidad con los planteamientos
      de la inclusión, se fundamentó la necesidad de
      establecer mecanismos sociales y políticos capaces de
      romper la dinámica excluyente del sistema
      patriarcal, como la discriminación positiva y las
      cuotas.

      En esos mismos momentos el feminismo radical
      comenzaba a desarrollar el crucial giro hacia el
      análisis de la esfera privada, esfera que había
      permanecido un tanto a la sombra en los enfoques anteriores.
      Surgía así una nueva forma de entender y hacer
      la política, actuando en el área de lo
      prepolítico, en el área en que se dirime
      qué debe ser y qué no objeto de "la
      política" convencional, es decir de debate y
      decisión pública y colectiva. Con las
      políticas de "lo personal es
      político" el feminismo comienza a abordar de forma
      más o menos consciente el proceso de
      redefinición de la realidad que incluía no
      sólo esperar sino solicitar la intervención
      pública o del Estado, vía derecho penal
      y asistencia social, en áreas de la vida
      tradicionalmente consideradas privadas o
      personales.

      Una fuerte desconfianza hacia las instancias
      políticas, especialmente las estatales, fue parte de
      la dinámica de los años ochenta, acentuada por
      la presencia de gobiernos dictatoriales. Los feminismos
      avanzaron en propuestas que ligaban la lucha de las mujeres
      con la lucha por la "recalificación" y/o la
      recuperación democrática.

      Aparte de la imprescindible labor de los grupos
      feministas de base, que siguen su continuada tarea de
      concienciación, reflexión y activismo, ha
      tomado progresivamente fuerza lo
      que ya se denomina feminismo institucional. Este feminismo,
      si bien reviste diferentes formas en los distintos
      países occidentales, éstas tienen algo en
      común: el decidido abandono de la apuesta por situarse
      fuera del sistema y por no aceptar sino cambios radicales.
      Así, un resultado notable de estas políticas ha
      sido el hecho, realmente impensable hace sólo dos
      décadas, de que mujeres declaradamente feministas
      lleguen a ocupar importantes puestos en los partidos
      políticos y en el Estado,
      así como la creación de ministerios o instituciones interministeriales de la
      mujer y la
      proliferación en las universidades de centros de
      investigaciones feministas.

      En el ámbito internacional, uno de los temas
      incorporados al interés y al quehacer de las Organización de las Naciones
      Unidas (ONU) ha
      sido el de la situación de las mujeres.

      En 1975 la Asamblea General proclamó el
      Año Internacional de la Mujer. Se instituyó el
      Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (1976-1985), con
      la finalidad de examinar la condición y los derechos
      de las mujeres, promoviendo su acceso a puestos de
      decisión en todos los niveles. Al finalizar el
      Decenio, la Conferencia
      Mundial celebrada en Nairobi, Kenya, evaluó sus logros
      y aprobó un conjunto de estrategias para el adelanto de la mujer.
       

      La ONU ha aprobado también otros importantes
      documentos
      que afirman los derechos de las mujeres y promueven la
      equidad de género. Entre ellos, debemos mencionar la
      Convención para la Eliminación de Todas las
      Formas de Discriminación contra la Mujer,
      y la
      Declaración sobre la Eliminación de la
      Violencia
      contra la Mujer.
      Los acuerdos de varias conferencias y
      reuniones cumbre convocadas por la ONU contienen
      también análisis y disposiciones que expresan
      compromisos con la equidad de género. Es el caso de la
      Conferencia Mundial de Derechos
      Humanos (Viena, 1993), de la Conferencia sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994)
      y la Cumbre sobre Desarrollo
      Social (Copenhague, 1995).

      Asimismo, ha creado progresivamente instancias
      especializadas que acopian información, constatan avances o
      problemas
      y formulan recomendaciones sobre los diferentes aspectos que
      afectan la vida de los habitantes de la aldea global:
      derechos humanos, medio
      ambiente, trabajo,
      salud,
      educación, y muchos otros.
      También ha celebrado de manera periódica
      reuniones con participación de representantes  de
      todos los países para tomar acuerdos y establecer
      compromisos sobre temas de interés general.
       

      Pero, la pregunta y tema de este trabajo es:
      ¿cómo lograr que los propósitos y
      compromisos formales adquiridos en el ámbito
      internacional por los gobiernos se conviertan en realidades?
      ¿Cómo se da la participación de la
      sociedad
      civil en los ámbitos nacional, regional e
      internacional para influenciar el contenido de las
      declaraciones de compromisos?

      Si bien aún existen conflictos
      y críticas dentro del movimiento de mujeres acerca de
      la participación de las feministas en los gobiernos y
      de la negociación con ellos, mi propuesta es
      que son necesarios tanto los mecanismos institucionales de
      participación previos en países como el
      Perú, en los que la poca autonomía y debilidad
      de la sociedad civil la termina convirtiendo en algo
      simplemente funcional al poder
      estatal.

      Por ello, «Beijing: algo más que
      palabras»
      fue el lema adoptado por las
      organizaciones de la sociedad civil de América
      Latina y el Caribe que participaron en la Conferencia de
      Beijing. Las organizaciones de mujeres de la sociedad civil
      descubrieron que no bastaba con lograr documentos muy
      avanzados y compromisos formales de los gobiernos. Para que
      los propósitos se conviertan en realidades es
      fundamental que se asignen recursos suficientes, y que se
      efectúe un seguimiento al cumplimiento de los
      acuerdos, en la forma de un monitoreo permanente.

      ¿Cómo se hace esto en un país
      con un Estado debilitado por la crisis
      fiscal y
      cuyo paradigma
      de funcionamiento y coordinación es una combinación
      de paradigmas
      preburocráticos, burocráticos y, recién
      empieza a afrontar con relativa seriedad, un proceso de
      modernización y distribución del poder?
      ¿Cómo lograrlo con un sistema
      político cuyo sistema de partidos también
      se encuentra en crisis y cuya sociedad civil es débil
      y tiene poca autónomía?

      Creo que la experiencia del proceso iniciado en
      Beijing aporta lecciones importantes al respecto.

    2. MARCO
      CONCEPTUAL

    Partes: 1, 2

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