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La conciencia moral y ética como competencia humana general (página 2)



Partes: 1, 2

 

¿Por qué
la
educación moral y
ética?

El desarrollo
humano depende fundamentalmente de las ideas, valores,
prácticas, relaciones e instituciones
comunitarias y sociales en las que crece la persona, la
escuela incluida.
Las ideas y valores (la cultura) de la
comunidad
funcionan como expectativas que la persona debe aprender, es
decir interiorizar por medio de la interacción social. Las expectativas
sociales se convierten en necesidades, intereses y capacidades
que nos definen como seres humanos. El principio de la esperanza
en el que nos hemos formado nos dice que aunque el ser humano
está condicionado por su ambiente
socio-cultural, puede mediante su pensamiento y
acción
entender, criticar y transformar su relación con dicho
ambiente y con ello a sí mismo y a su ambiente.

Iniciamos una nueva centuria en medio de profundas
transformaciones económicas, sociales, políticas
y culturales. La situación de crisis de
valores que afecta a nuestra sociedades y
que toca de cerca a nuestros niños y
jóvenes , en muchas ocasiones tiene por consecuencia el
desarrollo de
actitudes y
comportamientos alejados de valores
morales, éticos y cívicos tradicionalmente
tenidos en alta estima por nuestros pueblos.

La delincuencia,
la agresión y la violencia, el
uso de drogas,
alcohol,
tabaco,los
estilos de vida egocéntricos, y consumistas, indiferentes
a las necesidades profundas de sí mismo, de los otros y a
las normas de sana
convivencia social, son testimonio de esta situación de
crisis.

Tanto la situación histórica como nuestros
principios
éticos, cívicos y religiosos nos obligan a promover
la formación de personas y ciudadanos con nuevas
capacidades y sensibilidades éticas y cívicas. La
UNESCO ha dicho en este mismo sentido que los cuatro aprendizajes
fundamentales para el siglo XXI serán aprender a conocer,
a hacer, a vivir juntos y a ser. Estas necesidades educativas de
nuestro tiempo no se
satisfacen con meros conocimiento y
destrezas específicos; se trata más bien de
fomentar el desarrollo de nuevas mentalidades; de nuevas estructuras
conceptuales; de nuevas actitudes y sensibilidades; de nuevas
habilidades generales o competencias
humanas.

Vivimos un momento en la historia en que nuestros
pueblos reconocen la necesidad de comenzar a entender y atender,
en forma reflexiva, creativa y crítica, en nuestras familias, vecindarios
y escuela, el proceso de
desarrollo humano y, dentro de ello, el aspecto del desarrollo
moral. La escuela tiene que dejar de ser mero centro de distribución de información y desarrollo de destrezas
técnicas; debe transformarse en un espacio
en el que se promueva en forma deliberada y coherente el
desarrollo integral de los estudiantes en sus múltiples
dimensiones.

¿Cómo podemos reestructurar nuestras
familias, vecindarios, aulas, escuelas para que puedan ser
agentes efectivos de desarrollo moral? Nos parece que hay tres
cosas que podemos y debemos hacer:

Primero, tenemos que tener una idea clara de qué
significa y qué pueden llegar a significar moral y
ética hoy día, en el Siglo XXI, en nuestra sociedad.
Sería un error pretender que la "moral y ética" en
la que nosotros nos educamos va a ser la misma en la que
eduquemos a nuestros niños y jóvenes.

Aunque los valores
éticos y cívicos más generales puedan
permanecer constantes en su núcleo esencial, su interpretación y jerarquía cambia o
tono con las necesidades e intereses humanos que surgen
históricamente. Muchos, por ejemplo, podemos habernos
educado en una sociedad autoritaria, por no decir, dictatorial, y
las sociedades autoritarias y dictatoriales generan un cierto
tipo de moral y de ética; que es el que las dictaduras o
sistemas
autoritarios necesitan para sostenerse. Morales de la autoridad y la
coerción, no de la libertad y la
creación; de los deberes y no de los derechos; del cumplimiento
de reglas y no de lucha por ideales; de la obligación y el
respeto, no del
amor, el
cuidado y la solidaridad.
Fundadas en la debilidades y faltas
humanas, no en su grandeza y posibilidades.

Segundo, una vez que tenemos una idea clara de
qué son ética y
moral, debemos investigar cuáles son los factores o
las condiciones que hacen que unos seres humanos sean
ética y cívicamente "competentes" y otros
"incompetentes". ¿Por qué unos seres desarrollan su
conciencia
ética y moral a niveles de excelencia y otros son tan
deficientes? ¿Cuáles son los factores o condiciones
que pueden dar cuenta de estas diferencias? ¿Cómo
se manifiestan en nuestros hogares, vecindarios y escuelas? Tal
vez, si descubrimos estas condiciones del desarrollo moral y
ético, podemos comenzar a entender dónde es que
estamos fallando; entonces podríamos tratar de recrear
aquellas condiciones que posibilitan el desarrollo y combatir las
que lo obstaculizan.

Tercero, sobre la base de lo anterior podemos adoptar o
crear métodos o
estrategias de
enseñanza y convivencia humana para
fomentar la conciencia ética y cívica de nuestros
niños y estudiantes. El punto de partida para esta
transformación es el desarrollo en los padres, madres y
docentes de
nuevas formas de pensar, sentir, valorar y practicar la educación, que se
traduzcan en nuevas formas de convivencia y de práctica
educativa en nuestros hogares, aulas y escuelas.

Un modelo de
conciencia moral y ética como competencia
humana general

La conciencia moral y ética es la capacidad para
sentir, juzgar, deliberar (argumentar) y actuar conforme a
valores morales de modo coherente, persistente y
autónomo.

La conciencia es sensibilidad, juicio,
deliberación y tendencia a la acción (voluntad).
Por ejemplo, una vez que no soy indiferente al dolor ajeno y me
digo "hay que ayudar a esta persona", hay un ser humano en
necesidad, me siento involucrado afectivamente y compelido a
hacer algo. Aquí están operando la sensibilidad y
la voluntad.

Puedo pasar de inmediato a la acción, o puedo
reflexionar antes de actuar y plantearme un problema:
¿Cuál es la forma más apropiada de ayudarla?
¿Qué curso de acción es el más
apropiado para hacer el bien?. Al hacerme estas preguntas
pospongo momentáneamente el actuar para razonar o
deliberar, es decir, entro en un proceso de diálogo
con otros o conmigo mismo. La conciencia moral implica un proceso
de deliberación. Finalmente, una vez estoy convencido del
curso acción correcto, debo tener la voluntad para, en
efecto, actuar. El sentirse uno involucrado y obligado a actuar
sólo se verifica en la acción, eso es lo que
significa tener conciencia moral. La conciencia moral implica una
voluntad de acción.

Así como el pensamiento necesita no sólo
procesos o de
destrezas para percibir y razonar los objetos, sino
también de un contenido, que son los conceptos; la
conciencia moral necesita no sólo de los procesos que
hemos analizado, sino también de un contenido, que son sus
valores. Es desde el punto de vista que nos presentan los valores
que sentimos juzgamos, deliberamos y actuamos. Sin

valores no hay conciencia moral; como no hay pensamiento
sin conceptos. Al ver la personas en necesidad y sentirme
involucrado y obligado actuar se debe a que en mis existe un
valor de
justicia,
solidaridad u otro. La falta de conciencia moral es en gran
medida, la ausencia de valores morales; la conciencia
vacía de contenido.

La sensibilidad moral es aquella dimensión de
nuestra conciencia moral que nos permite experimentar, es decir
captar sentirnos afectados ante situaciones en las que
está en juego el
bienestar humano (hoy día añadiríamos "y
planetario"). Ser sensible, moralmente hablando implica que no
sólo captamos cognitiva o contemplativamente una
situación sino que la "vivimos"; nos sentimos involucrados
en ella y movidos a actuar porque está en juego el
bienestar humano. Desde esta perspectiva, la sensibilidad moral
implica sobre todo simpatía y cuido tanto del otro como de
mí mismo (autoestima),
es decir, solidaridad.

El juicio moral es aquella dimensión que nos
permite declarar lo bueno y lo malo; lo justo y lo injusto; lo
honesto y lo deshonesto; etc. en tales acciones y situaciones. Es
la capacidad que le permite hacer estimaciones o prescripciones
sobre las acciones o
relaciones
humanas a la luz de un valor
moral. Por otro lado, todo juicio moral se hace sobre un
fundamento o base que podemos descubrir cuando le preguntamos a
la persona ¿por qué lo dices? Típicamente
las respuesta de las personas tienden a reflejar unas
motivaciones o razones para su juicio que pueden clasificarse en
niveles de juicio moral. Esto niveles van de la
heteronomía a la autonomía. El desarrollo de la
capacidad del juicio moral implica un desarrollo en dirección de la
autonomía.

La deliberación moral tiene como fin determinar
qué curso de acción o práctica es la
correcta para favorecer o alcanzar un cierto valor que se tiene
como bueno o justo. La deliberación busca determinar
cuál en una situación específica y concreta
es el medio más adecuado para alcanzar ese fin. La
deliberación consiste en tratar de establecer con claridad
los hechos y clarificar los valores que se tienen para entonces
decidir por medio del razonamiento y la argumentación
cuál es el curso de acción correcto.

Al ser humano que tiene que actuar se le presentan
diversos cursos de acción. Cada curso de acción
tiene su abogado, su estímulo o motivo y sus
consecuencias. Los cursos de acción son examinados en
atención a cómo contribuyen, es
decir, sus consecuencias para ciertos fines. Cuando escogemos el
curso de acción más acorde con nuestra
jerarquía de fines y valores, es decir con nuestro
proyecto de
vida, la voluntad se torna racional y moral. La voluntad moral es
una dimensión o aspecto de la conciencia moral; su
función
ejecutiva. La voluntad es moral cuando, al hacer decisiones o
elegir, obedece a los valores y fines morales; es decir a un
ideal del bien que la persona ha adoptado o a un proyecto de
vida; que es el contenido de su conciencia moral; entonces es una
buena voluntad. La voluntad moral es voluntad de
perfeccionamiento humano individual y colectivo.

Por su parte la ética se refiere, por un lado, a
nuestra capacidad para analizar la moral; la
conciencia ética es la conciencia de la conciencia moral;
o más simplemente, la autoconciencia. La autoconciencia o
conciencia ética no nos dice como actuar; pero mejora la
conciencia moral haciéndola más clara en sus
contenidos, mejorando sus proceso y haciéndola más
coherente. Por otro lado la ética busca formular valores o
deberes deliberadamente y de carácter "universal", es decir a un nivel
de generalidad que trasciende loa valores particulares. Estos
valores son necesarios en aquellas sociedades con una pluralidad
de sistemas de moral porque crean un consenso en torno a ciertas
fines de la sociedad en su conjunto. Tal es el caso de los
valores de dignidad y
solidaridad, los cuales pueden ser aceptados, en su
formulación general, por diversas tradiciones religiosas y
filosóficas.

Moral y conciencia
moral

Toda forma de conciencia lo es de aquello que tiene como
contenido de su intencionalidad. Esto es así porque la
conciencia no precede a la experiencia sino que se construye en
la experiencia misma de su objeto. Por ello la idea que tenemos
de lo que es la conciencia moral y su formación en cuanto
competencia humana nos viene dictada por el concepto que
tenemos de lo que es la moral. Todo proyecto de formación
moral descansa pues en una concepción explicita o
implícita de lo que es la moral y, por ende, la conciencia
moral.

El educador tiene por ende la responsabilidad de clarificar el concepto de moral
con el que va a trabajar y asegurarse de que las metas, el
contenido y las estrategias de su enseñanza son coherentes
con éste. Al respecto destacamos cinco ideas
fundamentales, íntimamente relacionadas, en torno a la
moral que enmarcan nuestra propuesta de formación de la
conciencia moral y ética en cuanto competencia
humana:

  1. La moral más que con normas y reglas, que
    suelen ser particulares y relativas a contextos
    histórico/culturales y grupos
    sociales específicos, tiene que ver con ideales y
    valores de carácter general y universal.
  2. La moral más que un estado real
    o ideal, es un movimiento
    de lucha constante entre lo que son el ser humano, su comportamiento y sus relaciones (su facticidad)
    y lo que deberían ser (su idealidad).
  3. La moral más que un orden impuesto de
    prohibiciones y restricciones impuestas para dominarnos, es un
    orden de libertades, deberes y responsabilidades construidas
    consciente y voluntariamente para liberarnos y alcanzar la
    felicidad.
  4. La moral más que el ciego sometimiento a
    preceptos de una autoridad externa, es la obediencia a la
    propia autoridad; es un continuo acto de la conciencia y del
    carácter, que nosotros mismos hemos ayudado a
    construir.
  5. La moral mas que oponer el interés
    personal al
    colectivo, es precisamente su reconciliación; es la
    perenne lucha por establecer un orden social en el que todo ser
    humano pueda vivir solidaria y dignamente, es decir en libertad
    y plenitud, tanto personal como comunitaria.

Los
ideales y el bien

La conciencia es el órgano del bien y del mal;
sólo cuando ella está presente podemos hablar de
bien y mal. El bien y el mal, en el sentido moral, se refieren al
bienestar o al daño
que podemos causar cuando actuamos conscientemente. El bien moral
es lo que conserva, beneficia, mejora, completa o perfecciona la
vida humana en relación a un ideal de la misma; el mal lo
que la extingue, daña, empeora o reprime su desarrollo
pleno.

Lo característico de este pedazo de universo, que es
el ser humano, es que es naturaleza,
consciente, materia
espiritualizada. Consciente significa que el ser humano es capaz
de percibir, sentir, pensar y conocer su vida y asumir frente a
la misma una actitud
reflexiva y voluntaria. El ser humano no sólo vive, sino
que "se?? vive en relación; puede asumir su vida como acto
de sentimiento, de juicio, razonamiento y de acción, puede
construirla en relación a un ideal de la misma. Por eso
puede el ser humano no solo sobrevivir sino vivir bien; por eso
llama Hostos al ser humano "obrero de la vida".

Con el surgir de la conciencia se abre para el ser
humano la posibilidad de su perfeccionamiento y el de la
naturaleza en general. Dice al respecto Hostos:

"Para que el hombre
fuera hombre, es
decir, digno de realizar los fines de la vida, la naturaleza le
dio conciencia de ella, capacidad de conocer su origen, sus
elementos favorables y contrarios, su trascendencia y relaciones,
su deber y su derecho, su libertad y su responsabilidad:
capacidad de sentir y de amar lo que sintiera; capacidad de de
querer y realizar lo que quisiera; capacidad de perfeccionarse y
de mejorar por sí mismo las condiciones de su ser y por
sí mismo elevar el ideal de su existencia."

Los ideales desempeñan un rol cognitivo, afectivo
y volitivo en la economía moral
humana: son a la vez norte que orienta y energía que nos
mueve a sentir y actuar. Los ideales son los motivos de la
conciencia moral. Un fin humano es un ideal porque el
carácter moral trata de convertir el mundo "que es" en lo
que el mundo "debe ser". José
Ingenieros, en su obra El hombre mediocre lo resumió
magistralmente:

"Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y
tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de
perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el
resorte misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de
templarte para grandes acciones. Custódiala: si la dejas
apagar no se reenciende jamás. Y si ella muere en ti,
quedas inerte; fría bazofía humana. Sólo
vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone
a lo real. El concepto abstracto de una perfección posible
toma su fuerza de la
verdad que los hombres le atribuyen : todo ideal es una fe en la
posibilidad misma de la perfección. En su protesta
involuntaria contra lo malo se revela siempre una indestructible
esperanza de lo mejor: en su agresión al pasado fomenta
una sana levadura de porvenir.."

La moral depende de un cierto ideal que nos hemos
formado de lo que es el bien. La moral es el continuo contraste
entre ese ideal que tenemos y la realidad que vivimos; es la
lucha perenne por acercarnos a ese ideal. Perenne porque con
nuestro perfeccionamiento, también se perfecciona e ideal
y con ello vuelve a alejarse; por ello siempre es inalcanzable.
Cuando confundimos los ideales con la realidad, se pierde nuestra
capacidad para criticarla y trasformarla; es decir, se pierde
nuestra capacidad de perfeccionamiento y con ello nuestra
capacidad moral. Por ello toda crisis moral delata una perdida de
ideales o su sustitución por ideologías.

Decía Karl Krause, aquel pensador que tanto
influencia ejerció en el pensamiento de Hostos, a
través de su maestro Sanz del Río:

"Aunque se necesiten muchos siglos para ver
históricamente cumplido este fin último, ¿es
menos digno del hombre considerar como un presente el total
porvenir de nuestra naturaleza? ¿No debemos nosotros, ya
desde hoy, vivir en el espíritu de nuestra historia
definitiva? ¿Será ésta algún
día efectiva, si nosotros hoy no aspiramos a realizarla?
¿Desmayará nuestro interés una vez aplicada
al fin de nuestra humanización en el todo y en la partes,
porque la grandeza de esta obra, la multitud de sus pormenores y
grados intermedios pida largo tiempo, antes que madure el fruto
en el árbol de la vida?"

El bien implica un ideal de perfección. En la
tradición cristiana ese ideal del bien se ha resumido en
una frase muy sencilla que dice: "Sed perfectos como vuestro
Padre que está en los cielos". Hacer el bien, vivir la
moral es luchar y contribuir a que ese ideal de perfección
se haga realidad. Tener conciencia moral implica que yo observo
la realidad y, como tengo un ideal de perfección, veo la
diferencia tan grande que existe entre lo que la realidad
debería ser y lo que la realidad es. Por eso la conciencia
moral genera angustia, porque la persona está viendo y
sintiendo constantemente la discrepancia entre cómo deben
ser las cosas y como son las cosas.

El carácter moral es fundamentalmente compromiso
de lucha por unos ideales; por acercar el ser al deber ser; como
lo dice Hostos magistralmente: "Por carácter entendemos el
hombre hechura de sí mismo que, aplicando todas las
facultades del espíritu, sale ileso de las luchas de la
vida real, ofreciendo en todos sus pensamientos, actos y
pasiones, la unidad completa de una vida dedicada a un fin
humano".

Valores, deberes,
virtudes y conciencia moral: una perspectiva constructivista no
relativista

La moral supone un cierto ideal de perfección
humana y de vida buena que los seres humanos tenemos; el bien y
el mal dependen de en qué medida nos acercan o no a ese
ideal: Bueno es todo aquello que me acerca al ideal. Malo es lo
que me aleja de ese ideal. Por eso los valores morales valen, es
decir son buenos, porque nos conducen al bien, al
ideal.

Los valores no son otra cosa que medios que me
permiten caminar hacia un ideal, porque son sus condiciones de
posibilidad misma. Por ejemplo ¿por qué creemos en
la honestidad, en la
cortesía, en la justicia? Porque nos conducen a lo que
nosotros estimamos que es el ideal de la armonía y la paz
humana.

La amistad es, en
gran medida, un ideal moral: la perfecta armonía entre
seres humanos. La honestidad es una condición de
posibilidad de ese ideal. Los valores morales son, pues, la
condición de posibilidad de las realidades morales, que
son realidades ideales, no fácticas. Esas realidades
ideales se hacen sin embargo fácticas cuando los valores
se encarna en el comportamiento
humano. En otras palabras la amistad sólo se hace real
(fáctica) cuando se actúa con honestidad. Nadie me
obliga a buscar la amistad; es un acto de mi libertad y de mi
búsqueda de felicidad y realización plena. Pero si
me decido por la libertad, entonces coherentemente tengo que
querer lo que la hace posible. Por eso la amistad requiere de una
constante lucha por sostenerla; de un continuo acto de libertad,
de conciencia moral, de honestidad, lealtad, justicia,
etc.

La capacidad u órgano humano que permite que un
valor moral determine el comportamiento humano y, de ese modo, lo
ideal se haga existente (fáctico), es la conciencia moral.
Cuando la conciencia hace suyo ese valor, éste se
interioriza y se convierte en deber. El deber actúa como
una fuerza que nos obliga a actuar en conformidad con el valor
para el logro del ideal del bien que buscamos. Por eso dice
Hostos que: "así como las ideas intelectuales
provocan otras ideas y todas juntas se encaminan y tratan de
encaminarse hacia la verdad, las ideas morales provocan la
práctica del bien, de que son representaciones
ideales."

Cuando, con la práctica y la experiencia moral,
el deber se hace hábito o disposición, se convierte
en virtud. La virtud es una disposición para actuar en
conformidad con el ideal del bien. Por eso en el desarrollo moral
podemos identificar tres momentos:

I. El valor reconocido objetivamente como tal: "el que
quiera preservar la amistad tiene que actuar con
honestidad".

II. El valor interiorizado como deber: "debo ser honesto
para mantener la amistad; me siento obligado a ello porque quiero
la amistad".

III. El valor transformado en disposición o
virtud: "no puedo evitar ser honesto con mis amistades; es mi
forma de ser"

El proceso de desarrollo de la conciencia moral pasa de
conocer los valores a convertirlos en deberes y finalmente en
virtudes o carácter. Los deberes, no son otra cosa que los
valores presentándose a nuestra conciencia en forma
imperativa. El valor de la justicia es el deber de hacer la
justicia. El deber no es otra cosa que el valor transformado en
conciencia. Las virtudes no son otra cosa que los valores
transformados en hábitos o rasgos del
carácter.

Sobre la relación entre la conciencia moral y los
valores, debemos aclarar que no se trata de que la conciencia
exista primero para luego apropiarse los valores. La conciencia
nace del proceso mismo de apropiarse -construir dichos valores.;
del mismo modo que el pensamiento nace en el proceso mismo de
construir el
conocimiento. Esto implica que la conciencia moral nace al
calor, por
ejemplo de relaciones como la amistad, en la que aprendemos a ser
honestos. La conciencia y los valores se construyen, pero no
arbitrariamente sino sobre la base de unos ideales de relaciones
humanas surgidos históricamente y concebidos y deseados
como formas de perfeccionamiento humano.

La conciencia moral es una fuerza; porque puede operar
sobre el comportamiento humano a través de los valores que
se convierten en deberes y virtudes. En la conciencia los valores
se han encarnado, es decir subjetivado y con ello han adquirido
el poder de
afectar el orden real del mundo, es decir de las relaciones
humanas; de los seres humanos entre sí, consigo mismos y
con la naturaleza.

La moral hecha conciencia nos hace reconocer y nos
obliga a actuar en conformidad con el perfeccionamiento del ser
humano en sus relaciones consigo mismo, los otros y la naturaleza
o universo. Por eso para Hostos la moral comprende tres grandes
divisiones: la moral individual, la moral social y la moral
natural. El sentido del deber se extiende hacia mi mismo, los
otros, la naturaleza y el
universo.

El
desarrollo de conciencia como meta de la educación moral y
ética

Existen diversas propuestas educativas acerca de cual
debe ser la meta y el
objeto de formación de la educación moral que
fomentemos desde el aula. Se hable de ??educación en
valores??, ??educación moral??, ??educion del
carácter", ??educación del juicio moral??, etc,
Nuestra propuesta, en armonía con a agenda que nos legara
Eugenio Maria de Hostos se refiere a la educación de la
conciencia como órgano de la moral. Se trata de una
educación moral orientada a la formación de la
conciencia moral y ética como competencia humana desde una
perspectiva humanista y constructivista.

Una vez que tenemos claro en qué consiste esa
conciencia moral y ética que queremos desarrollar y el
ideal del bien a la cual se orienta, nos preguntamos:
¿cuáles son las condiciones o los factores que
hacen que una persona desarrolle más o menos conciencia
moral y ética? El conocimiento de estas condiciones nos
permitirá construir estrategias de enseñaza
efectivas basadas en ellas.

Para Hostos el desarrollo moral es un proceso gradual y
progresivo en su motivación
y alcance. En términos de motivación el ser humano es inicialmente
moral, es decir juzga y actúa de acuerdo a deberes morales
por necesidad (dependencia), luego por gratitud (afecto),
posteriormente por utilidad
(interés) y finalmente por derecho y deber (el deber por
el deber mismo). Por otro lado en términos de alcance la
moral progresa de la familia, al
municipio, a la nación
y finalmente a la humanidad. El desarrollo moral mínimo,
punto de partida para todo otro desarrollo, es cuando se cumple
con el deber por necesidad en el ceno de la familia; el
desarrollo moral máximo tiene lugar cuando se cumple con
el deber por el deber mismo hacia la humanidad.

En el proceso de desarrollo gradual progresivo de la
conciencia podemos reconocer tres fuerzas que lo estimulan y que
van conformando la conciencia moral. Primero, el desarrollo
biológico mismo; segundo, la experiencia educativa,
manifestada a través de la influencia cultural de los
otros; finalmente, la propia reflexión del individuo.
Dice Hostos al respecto: "? siendo desarrollo voluntario y
reflexivo toda educación, y siendo progresivo o gradual y
sucesivo, todo desarrollo empieza por la voluntad de la madre ?
continua por la voluntad del niño o de la niña en
el contorno moral de la hembra o del varón, concluye por
la voluntad y la reflexión del adulto o de la adulta en el
fisonomía intelectual de todos los seres
racionales."

Este concepto del desarrollo moral de Hostos guarda
estrecha relación con las teorías
de Jean Piaget y
Lawrence Kohlberg. Según estos autores el desarrollo moral
se cumple por etapas que van del hedonismo, la autoridad, el
contrato y la
autonomía. Pero, para su mérito frente a estos
autores, Hostos, el concibe el desarrollo a través de esas
etapas no meramente como resultado de conflicto
cognoscitivo interno sino como producto
histórico de las relaciones en las que la persona entra al
pertenecer y participar en comunidades cada vez más
amplias. Lo cual lo emparienta con las reflexiones de Lev S.
Vigotsky.

Puig resume acertadamente el estado
actual de la investigación sobre le desarrollo moral al
afirmar que: "La conciencia moral no se origina en una
relación consigo misma que logra descubrir criterios
morales, sino que tiene su origen en las formas sociales de vida
y en las relaciones interpersonales en que se ve envuelto cada
sujeto. Aunque de esta relación surja un espacio propio de
reflexión que siempre sigue nutriéndose de lo
social pero que alcanza un nivel de autonomía
eficaz."

Aunque en el ámbito del estudio y la
práctica del desarrollo moral predomina aún el
punto de vista constructivista, asociado a Piaget y
Kohlberg, en términos generales la investigación
parece identificar siete factores que hacen que florezca la
conciencia moral y ética. Nos parece que todos estos
factores deben tenerse en cuenta en lugar de pretender reducir el
desarrollo moral a uno de ellos. El problema está en
cuál es la importancia que tiene cada uno de ellos y como
se combinan entre si en etapas de la vida.

  1. Recompensas y castigos
  2. Asociación con emociones y
    sentimientos
  3. Trato e interacción social
  4. La comunicación y dialogo
  5. La práctica de las buenas
    costumbres
  6. Aprendizaje a partir de modelos
  7. La búsqueda de coherencia y el conflicto
    cognitivo-afectivo

La pedagogía del desarrollo moral, es decir la
promoción sistemática, creativa y
crítica del desarrollo de la conciencia moral y
ética como competencia humana, que hemos propuesto en otro
lugar en la segunda parte de este libro, se
funda en estas siete condiciones que hemos reseñado. En
términos generales, podemos decir que cualquiera estrategia o
método que
busque fomentar el desarrollo moral tiene que partir e insertarse
de modo interactivo, comunicativo, dialógico y afectivo,
en el proceso mismo en el que se encuentra la niña o
joven. Tiene que partir de su personalidad,
de su entorno cultural y social, de su etapa de desarrollo, y,
por ende, de sus necesidades, intereses, capacidades y
potencialidades.

 

Ángel R. Villarini Jusino, Ph.
D.

El Dr. Ángel R. Villarini Jusino es
Catedrático de la Facultad de Estudios Generales de la
Universidad de
Puerto Rico,
Recito de Río Piedras; Profesor
Honorario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en
la República Dominicana; Presidente de la
Organización para el Fomento del Desarrollo del
Pensamiento Internacional; Vice presidente para Latinoamérica de la International
Association for Cognitive Education and Psychology; y Director
del Proyecto para el Desarrollo de Destrezas de Pensamiento y del
Encuentro Internacional de Educación y Pensamiento de la
Universidad de Puerto Rico. Para información visite

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Categorías: Competencias, educación moral,
Eugenio María de Hostos, ética, educación
cívica, pedagogía crítica, pensamiento
crítico, valores

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