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José Agustín Caballero y su obra política (página 2)



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Capítulo I: La
Ilustración y su impronta en la historia.

"Hemos rebasado las épocas
religiosas y metafísicas;

entramos ahora en la época de
las ciencias".
(2)

Alejo Carpentier

  1. Caracterización general de la Ilustración.

El siglo XVIII es una época de gran importancia
que marca pautas
dentro de la historia. En este tiempo se
produce una transformación en el pensamiento y
en la cultura que
estimula un cambio en las
concepciones. Este salto que se origina y que toma cuerpo a
través del movimiento de
la Ilustración va a determinar el inicio de una ideología que responde a los intereses de
la naciente clase burguesa
en oposición al sistema
feudal.

Estas innovaciones que se producen tendrán un
alcance sin precedentes y estimularán una revolución
en el plano ideológico-cultural, que llegará a
socavar los fundamentos de este régimen señorial.
El nuevo despertar del hombre,
abierto a la racionalidad chocará con la tradición
eclesiástica. Las acciones y
manifestaciones que se realizan en este tiempo, constituyen el
eco de un espíritu renovador, reformador, que intenta
mostrar al hombre como protagonista del progreso; el individuo se
ve hacedor, creador, modificador de la realidad. Bajo estas
expresiones, nuevos preceptos se consolidan: la razón, el
progreso y la felicidad conformarán el eje de este nuevo
fenómeno que va a responder al nombre de la
Ilustración.

Los nuevos conceptos que se propugnan, incitan a la
emancipación del hombre, a través de su capacidad
de raciocinio y el
conocimiento; éste se siente preparado para conquistar
el mundo que hasta ese entonces le resultaba ajeno.

La naturaleza ya
no se le presenta con ese carácter omnipotente, sino que se asimila
como objeto de investigación; el hombre se
propone estudiarla, entenderla, transformarla y ajustarla a sus
propios fines; por tanto, la concepción del hombre que se
percibe en estos tiempos difiere del modelo humano
medieval; debido a que este individuo que se encuentra cautivado
por las ideas ilustradas está marcado por la
búsqueda del conocimiento
útil, por el saber, todo ello contrario a los ideales que
sustentaron las sociedades
feudales, donde la superstición y el dogmatismo
constituyeron factores indispensables para la estabilidad de sus
posiciones .

Esta emancipación que se produce en el hombre,
donde el pensamiento
racional va a imperar, provocará una relación
de enfrentamiento con la fuerte tradición
eclesiástica que ve en el Iluminismo un peligro evidente
para la preservación de sus doctrinas, pues en este tiempo
se alienta a un cambio de los paradigmas de
la sociedad. Lo
que ha prevalecido hasta ese momento se va a tornar caduco y
precario, debido a que ese pensamiento no se ajusta a los nuevos
clamores del adelanto.

Sobre este fenómeno heterogéneo, el
filósofo Inmanuel Kant
planteaba:

"La Ilustración es lo que hace que el
hombre salga de su minoridad de la cual solo puede culparse a
sí mismo. Esta minoridad consiste en la incapacidad de
servirse de su inteligencia
sin la dirección de otros. El hombre es el mismo
responsable de esta minoridad, cuando ella no tiene por causa
la falta de inteligencia, sino la ausencia de decisión y
el coraje necesarios para utilizar el espíritu sin
requerir la orientación ajena. Sapere audé
¡ten el coraje de servirte de tu propia inteligencia! He
aquí la divisa de la
Ilustración."(3)

Por su parte, el profesor Jorge
Luis Acanda en su libro
"Modernidad,
Ateísmo y Religión" muestra su
criterio sobre lo que significó el Iluminismo cuando
expresa:

"Durante siglos, la razón había
sido una y otra vez obstaculizada y vencida, y la esclavitud, la
servidumbre, el oscurantismo, la ignorancia, el dogma
habían sido manifestaciones de esa derrota. Si embargo,
poco a poco, la razón fue ganando terreno, los hombres
consiguieron sacarla adelante, descubrirla, respetarla,
fortalecerla. La ilustración se veía a sí
misma como la recta final de este camino, el momento de la
última batalla por llevar la razón a las
ciencias, a la filosofía, al arte, a
la moral, al
derecho. Esto significaba la liberación, pues la
Razón es Libertad, es
Justicia, es
Bien y es Felicidad."(4)

Como se puede apreciar, en todo momento el intelecto es
el epicentro de esta conmoción que aspira a establecer una
sociedad basada en el ingenio del hombre. El conocimiento en esta
etapa se torna instrumento imprescindible para la construcción y exploración de un
mundo donde prime el análisis racional y el amor por
la ciencia, lo
que resulta contraproducente con los principios del
sistema feudal. En esta búsqueda por lograr una sociedad
basada en las potencialidades del hombre, la crítica
comienza a tomar un protagonismo significativo, pues a
través de ella se pronuncia una generación que
tiene como firme propósito modificar la realidad y
conciliarla con los términos ilustrados.

Se hace necesario mencionar que la Ilustración es
producto de un
proceso lento
y paulatino.Como precursor de este suceso se debe indicar que el
período del Renacimiento,
jugó un rol meritorio dentro de la consolidación de
las ideas ilustradas, pues a través de sus puntos de
partida, iniciaba una carrera que impulsaba la confianza del
hombre en si mismo, por cuanto en esa época se produce una
exaltación del individuo, que se reconoce con derechos como ciudadano y
por ende, como partícipe de una trama social.
Además este individuo pretende a través de su
acción
superar y quebrantar los vínculos que lo unen a la
Edad Media, la
cual para él significa estar sumido en la oscuridad y la
ignorancia. Este paso, aunque no se manifiesta con un
carácter radical, ni tiene el mismo alcance que
tendría Iluminismo, sienta los pilares para el futuro
movimiento de la Ilustración.

Por su parte, la Reforma Religiosa que se inserta en el
siglo XVI, la cual estuvo encabezada por Lutero, también
formará parte de este mosaico que actúa como
móvil en la consolidación de un movimiento de
vanguardia.
Este hecho es de vital importancia si se tiene en cuenta que las
proposiciones que asume, conducen a quebrantar la
hegemonía de la Iglesia
Católica, cuestiona los presupuestos
que sostiene el Papa como genuinos y los hace ver como meros
mecanismos que le permiten acrecentar el imperio económico
y político que poseían los regentes
católicos.

Esta explosión renovadora lo que busca es
desmoronar las prácticas tradicionalistas que ejerce la
lglesia, trata de impregnarle a la religión su
legítimo carácter de fe, de magnanimidad; esta
reforma había establecido sus principios basándose
en las fuertes críticas arremetidas contra lo que
representaba el poder
cristiano y esto se pude apreciar por ejemplo cuando
planteaba:

  • La negación de la autoridad
    del Papa y los Cardenales (afirmando como único
    manantial de la fe a la Biblia).
  • La Eliminación de los pagos al
    Papa.
  • La entrega de los bienes de
    la Iglesia a las autoridades laicas para establecer con ellas
    las donaciones para los pobres y el sostenimiento de las
    instituciones eclesiásticas

Lo que se pretendía con estas ideas era debilitar
ideológicamente a la Iglesia y restarles fuerzas a sus
rectores que predicaban la fe desde su opulencia, convirtiendo la
misma en instrumento de coacción para el
pueblo.

Este evento tuvo una gran aceptación, sobre todo
porque la burguesía que se iniciaba en estos tiempos
encontraba en dichas reformas un arma poderosa para quebrantar el
poder de la Iglesia, la cual constituía un estorbo para
sus aspiraciones como clase de avanzada. Por tanto, este
acontecimiento también sintetizaba la lucha de dos
estructuras
económicas que se empeñaban, en imponerse una
(capitalismo),
y en no dejarse aniquilar la otra (feudalismo).

Aunque este hecho (la Reforma Religiosa) tuvo su
reacción por parte de la Iglesia con la Contrarreforma,
que procuró reconquistar a través de una política interna el
espacio y la credibilidad que había perdido, el mismo
marcó una pauta, ya que por vez primera se ven enjuiciados
los dogmas de la Iglesia y además, le declaran un ataque
frontal a lo que representa, provocando de esta manera una
dicotomía religiosa, que a largo plazo estimula el
desmembramiento de dicha institución.

De igual manera, la burguesía, la nueva clase que
se venía formando dentro del feudalismo, con intereses
antagónicos al viejo régimen, interviene de manera
decisiva en la conformación de esta nueva
ideología. Con el afán de promover una economía basada en el
intercambio y en el adelanto tecnológico, exigía
abiertamente un cambio espiritual, pues la misma, de hecho
alteraba los paradigmas que hasta entonces estaban establecidos.
Para la burguesía, la razón se presenta como el
instrumento ideal que permite alcanzar el progreso, y los
adelantos técnicos constituyen el complemento para lograr
avances, lo cual entra en total discrepancia con el sistema que
se afianzaba en doctrinas incomprensibles, con un carácter
tajante e imperioso.

En este contexto, la Revolución
Industrial resulta un hecho significativo que de manera
acelerada estimula esta inversión en las concepciones ilustradas. Y
es que la modernización traza una pauta, pues demuestra
ser un indicador de hasta dónde las potencialidades del
hombre son capaces de contribuir al mejoramiento de la
sociedad.

Con el aumento de la producción, y de la productividad, el
individuo comienza a apostar por el camino del desarrollo. La
misma abre una nueva era que deja atrás toda incertidumbre
acerca del conocimiento tecnológico. A ello se le suman
los descubrimientos científicos que se dan en esta
época, que muestran al individuo inmerso en el
empeño de descifrar su entorno, asimilarlo, sobre la base
de una objetividad científica. Se trata de buscar y de
hallar las leyes que rigen
la naturaleza y demostrar la necesidad de creer en la capacidad
de las posibilidades que brinda para ello la naturaleza
humana. La ciencia que se
cultiva en estos tiempos se pretende desgajada de las
supersticiones, lo que se anhela es que la misma vaya por los
senderos del razonamiento lógico y del empirismo, con
el fin de que sus resultados posean un carácter
útil y provechoso para el hombre.

Sobre esta nueva forma en que se asume la ciencia y en
cómo sus resultados se muestran, Voltaire
comentaría:

"Con las nuevas ciencias, el público se
asombró al ver una química que no
buscaba la piedra filosofal ni el arte de prolongar la vida
más allá de los límites
naturales; una astronomía que no predecía los
acontecimientos del mundo; una medicina
independiente de las fases de la luna."
(5)

Como se puede apreciar, el estudio de la naturaleza, de
los fenómenos, toma otros matices, ya no se argumentan con
un carácter místico, sino que se apela al
razonamiento; los aportes que se logran en este tiempo no
sólo indican el camino, sino que proponen mecanismos que
permiten al hombre accionar sobre su propio futuro.

Con estos nuevos descubrimientos se trastornan las
nociones que enseñaba la Iglesia y se expresa el equivoco
de las doctrinas escolásticas que primaban y lo obsoleto
de sus concepciones. Tanto Galileo como Newton, en el
ámbito de la física, tenían
pruebas
contundentes de los grandes errores que contenían las
creencias y teorías
antiguas.

Estos antecedentes, contribuyeron de manera notable como
premisas teóricas para que el Siglo de las Luces asumiera
una madurez que estuviera en consonancia con las exigencias de su
tiempo. La visión crítica y analista que tuvo este
proceso mostró una rebeldía peculiar, pues sus
ataques iban dirigidos contra la Iglesia, que en ese tiempo era,
junto con la nobleza, la institución que más poder
poseía, teniendo en cuenta que la misma disfrutaba de una
situación económica privilegiada, lo que le
posibilitaba no sólo disfrutar ventajas materiales,
sino también desempeñar un papel activo dentro de
las decisiones políticas
de los diversos territorios.

A pesar de lo que simbolizaba, los ideólogos de
la Ilustración no escatimaron esfuerzos en pronunciarse
frente a la actitud de
sometimiento que implantaba la religión, en mostrar
apatía por las tradiciones escolásticas, que
constantemente creaban obstáculos para el desarrollo del
conocimiento, que en fin, dificultaban el avance de la ciencia.
De esta manera, se patentiza el deseo de embestir contra todo
aquello que niegue el camino del saber, que entorpezca la
búsqueda de la verdad racional; que mantuviera al hombre
sumido en un mundo lleno de supersticiones.

La Ilustración puso en evidencia la
contraposición de conceptos que poseían un
carácter estático dentro de la sociedad feudal; de
este modo demostró la contradicción manifiesta que
existía entre razón-fe, ciencia-misticismo,
libertad-represión. Estos conceptos serán objeto de
fuertes cuestionamientos, pues estas nociones encierran en
sí mismas la rigidez de una ideología ya caduca
para los ilustrados.

La iglesia, además de constituir un elemento
fundamental dentro del sistema feudal, poseía aún
bajo su dominio la
enseñanza, eslabón primordial dentro
de la conformación de la conciencia social
de la época.

El fenómeno del Iluminismo no solo tiene ante
sí el propósito de desafiar a la Iglesia y a la
teología, es decir, no se circunscribe solamente a juzgar
el papel de la misma, sino que enjuiciará la labor de los
gobernantes en el Estado. De
este modo, expresará los proyectos
económicos que traten fervientemente de buscar opciones
que garanticen un óptimo desenvolvimiento
político-social en las nuevas condiciones del
capitalismo.

Los logros que se obtienen en este período,
evidencian un cambio histórico que es perceptible sobre
todo, en la autonomía que el individuo obtiene en la
transición que se logra en el campo de las ideas, en los
adelantos de la ciencia que se producen, además de que fue
una manifestación que proclamaba el saber hacia todas las
esferas y capas de la sociedad.

Así, la divulgación de los conocimientos
científicos fue una iniciativa que se vio enriquecida y
que motivó el fortalecimiento de dicho movimiento; esta
característica le impregnará un carácter sui
generis, debido a que el saber ya no se piensa como una
oportunidad solamente perteneciente a la clase élite, sino
que se proyecta al hombre en general.

El Iluminismo no alcanzó el mismo potencial en
todas las naciones, éste se ajustaba a las circunstancias
de cada territorio, a la idiosincracia, a los valores
culturales de cada sociedad. Cabe destacar que hubo tres puntos
de referencia muy importantes para el objeto de este trabajo, como
son el caso de Inglaterra,
España
y Francia.

En el país galo, este suceso revolucionario
alcanzó un nivel de profundización mucho más
radical que en el resto de los territorios citados. El mismo, se
inicia con feroces ataques hacia el Estado, el
absolutismo y
la religión; y a través de la difusión
escrita, los ilustrados atacaron todo aquello que conservara
vestigios del sistema feudal, asumiendo una postura que
difería sustancialmente del antiguo régimen,
adquiriendo un compromiso moral cada vez
mayor con los principios de su tiempo.

Moldear la política educacional se
convertiría en un objetivo de
primera necesidad para los ilustrados, pues para ellos la
enseñanza representaba un instrumento de gran valía
dentro de la formación del pensamiento y los ideales; por
esta razón, trabajar entorno a modificar la estructura de
la misma, sería considerada como una cuestión
fundamental.

Lo que se pretendía era una instrucción
laica, donde no predominaran los planteamientos
metafísicos, ni las doctrinas de los padres de la Iglesia;
lo que se intentaría era construir un método
basado en los avances de las ciencias, que incluiría
disciplinas experimentales, tales como la física y la
química. Para los ilustrados, el conocimiento humano,
debía estar unido a la actividad práctica, para de
este modo mostrar los beneficios de un conocimiento fundado en la
razón y en la experiencia. Con ello, también se
procuraba lograr un juicio alejado de las supersticiones y del
fanatismo, pero colmado de una autonomía y de un
enérgico criterio crítico.

Para llevar adelante esta iniciativa y que esta estrategia diera
frutos, la Ilustración tendría que realizar una
cruzada, que originara un cambio necesario e imprescindible. Por
tanto, la promoción y el estímulo a la lectura, el
auge de obras literarias, la proliferación de
periódicos, boletines y revistas, vinieron a complementar
este Siglo de las Luces. Dentro de las publicaciones que
incentivaron este aliento ilustrado se encuentran: Le Journal de
París (1777) que contribuyó de manera decisiva a la
expansión de las nuevas ideas, además de dar una
visión del panorama internacional; las Nouvelles
Litéraires (1721) y el Mercure de France, los cuales con
su hacer, serían portadores de novedades literarias e
ideológicas.

Estos escritos expresaron toda una pluralidad de
posiciones que perseguirían la función
social de instruir e informar, originando un cambio en la
concepción sobre el lugar que ocupaba el hombre en la
sociedad, lo cual respondía a su principal
aspiración.

En esta trama se desenvuelve el ciudadano
francés, y su actitud frente a este acontecimiento
estará marcado por el proceder radical sobre todo lo que
se refiera a las cuestiones vinculadas a la política.
Así, revolucionar y alterar los fundamentos de la monarquía será una cuestión
vital para este "nuevo" hombre del siglo XVIII.

Todas las innovaciones que se engendran durante este
período, tendrán como principales protagonistas a
los filósofos ilustrados, los cuales
desarrollarán una actuación relevante como
representantes de esta subversión; sus postulados se van a
encontrar en armonía con el modo práctico y
racional que exige la Ilustración y expresarán los
anhelos de los hombres en un mundo que reclama ser
cambiado.

Como fieles protagonistas de este movimiento, en Francia
encontraremos destacados pensadores. En primer lugar podemos
citar a Charles-Louis Montesquieu,
con su obra "Espíritu de las leyes", quien
profundizó en el estudio de las alternativas de gobierno
(república, monarquía, despotismo), y en el
análisis de las variantes que le permiten al hombre lograr
un estado de satisfacción con la estructura
política. Su obra estuvo influenciada en gran medida por
las ideas que emanaban de Inglaterra y en lo político
apostó por la existencia de una monarquía moderada
que se sustentara en la división de poderes (ejecutivo,
legislativo y judicial).

Denis Diderot, redactor principal de la Enciclopedia,
junto a otros colaboradores como D?Alambert, confeccionó
este texto que
transitó por caminos insospechados, cultivando
conocimientos, con el firme propósito de convertirse en la
Biblia del momento, pues ella albergaba una recopilación
de las diferentes formas de pensamiento, y fue considerada en su
tiempo como un himno al progreso científico y
técnico, además de ser portadora de las ideas
renovadoras de la burguesía francesa. En su momento, la
Enciclopedia tuvo un significado apreciable, pues fue un
vehículo idóneo para demostrar la validez de un
saber, que por vez primera se desgajaba del sentido religioso y
aglutinaba el pensar de una clase de vanguardia.

De igual manera, Francois-Marie Arouet Voltaire
dejó su huella imperecedera en obras y ensayos que
rebosaban anticlericalismo y exigían un espacio dentro de
este espíritu ilustrado. Por su parte, Jean Jacques
Rousseau con
trabajos como el "Emilio" y "El Contrato Social",
combina esta amplia gama de concepciones, que procuran de manera
ferviente revelar un saber nuevo, lejos de las relaciones de
autoridad y nutrido de la libertad que proporciona la
razón.

El Siglo de las Luces, culmina en Francia con la
radicalización que caracterizó a su
Ilustración y ello se manifiesta especialmente en la
Revolución
Francesa, exponente de los ideales más profundos de
este movimiento.

Inglaterra también se integra a este despertar
que provoca la Ilustración y al igual que Francia, toma
como divisa el conocimiento, el saber, es decir, se apropia del
fundamento de este movimiento que apunta inexorablemente a la
búsqueda de una racionalidad, por lo que las pautas que se
trazan en esta nación
inglesa estarán encaminadas a fortalecer los ideales
ilustrados. Este territorio desarrollará un movimiento de
vanguardia un poco más moderado, pero sumergido en la
firme tarea de lograr un cambio que fuera compatible con los
principios que propugnaba el Siglo de las Luces.

Las acciones que se realizan en el territorio inglés
estarán encaminadas fundamentalmente a lograr un cambio en
el plano educacional, a debatir fuertemente las costumbres
sociales, a censurar instituciones, métodos,
etc. que constituyen óbices para el avance de la ciencia.
Todas estas iniciativas tendrán el firme propósito
de formar un hombre nuevo,
donde el mismo se encuentre alejado de las doctrinas
autoritarias, pero sí identificado con el conocimiento
útil.

Como muchos de los países sumidos dentro de este
movimiento, Inglaterra también estimula el auge de los
textos, con la finalidad de que garanticen el impulso de las
ideas ilustradas y anime a la curiosidad intelectual. Dentro de
esta situación se encuentran los periódicos: The
Thatler (1709), The Spectator (1711-1712), The Guardian (1713) y
The Englishman (1713-1716), todos los cuales perseguían
construir un nuevo modelo humano.

La producción de estos escritos alcanzó
una gran difusión, con el fin de promover una cultura
diferente avalada por la razón; ellos influenciaron en
todos los espacios donde predominaban los mitos e
idolatrías. Y es que los periódicos, junto con su
resolución de informar, también estaban cultivando
un pueblo que hasta ese entonces se encontraba inmerso en el
oscurantismo y atrapado en la ignorancia.

Este nuevo aire que
caracteriza el Siglo de las Luces, alienta para la afluencia de
disímiles corrientes, que van a coincidir dentro de la
sociedad inglesa. La exploración de nuevos caminos en la
construcción de este nuevo sentir hace que figuras como
Hobbes y Locke
encuentren lugar cimero en la transmisión de sus
paradigmas.

Particularmente Locke, constituyó una de las
figuras claves dentro del impulso que cobró la
Ilustración en esta nación
y su mérito no solo reside en la labor de difusión
que realizó, sino que su valía radica en haber
generado un pensamiento que rompe con las bases del sistema
feudal, y que se convierte en instrumento de la clase de
vanguardia, la burguesía. Sus modelos
liberales establecidos en la división de poderes,
llegarán a revolucionar el pensamiento político. Se
propugna que el protagonismo del gobierno ya no solo debe residir
en una única figura, sino que otros móviles
comienzan a tomar protagonismo, dentro de la difícil tarea
de regir el Estado.

Por otra parte, España no quedaría al
margen de toda esta energía que provoca el Siglo de las
Luces; al igual que las naciones antes citadas, se incorpora a
este nuevo dinamismo que impone la Ilustración, aunque lo
hace con un poco de retraso y moderación. Ella
tratará de situarse a la altura de la época a
partir de la política reformista que se presenta en el
contexto del despotismo ilustrado.

El desarrollo en España de las ideas ilustradas
se tradujo en un movimiento cuyo objetivo fue regular las
relaciones Estado-Iglesia. Tal planteamiento fue reconocido como
audaz para su tiempo, pues aspiraba a fragmentar las ataduras que
la mantenían ligadas al "gran señor feudal", pues
sus sistemas
ortodoxos ya iban siendo incongruentes para estos tiempos
nacientes.

El siglo XVIII fue altamente significativo para
España. A partir de la inspiración que provoca el
Iluminismo, el gobierno trata de erigir un porvenir más
sólido, a través de medidas renovadoras encaminadas
a insertar nuevamente a España dentro de los primeros
planos de dominio, por lo que este período ilustrado va a
estar determinado por la fuerte presencia de estrategias
económicas y políticas, que intentan recuperar al
país de la crisis en que
se encontraba sumido.

Dentro de las prioridades establecidas por el gobierno
español
estuvo la creación de nuevos procedimientos,
como fueron: la modificación de entidades administrativas
y la libertad de comercio con
América, lo que permitiría el
intercambio creciente de mercancías y una variada oferta para la
nación, induciendo de esta manera a una fuerte actividad
mercantil que se traduciría en un incremento del progreso
económico. Asimismo, la formación de nuevas
instituciones, que tendrían como objetivo favorecer los
adelantos técnicos, con el propósito de aplicar los
mismos a la producción. Todos estos planes aspiraban a
buscar soluciones a
corto plazo que afirmarían a España como potencia;
además, estas propuestas que emitía el gobierno,
portaban de manera implícita la naturaleza de las ideas
ilustradas.

No sólo se refuerzan los proyectos que garanticen
el auge y estabilidad económica, sino que se estimula de
igual manera la creación de programas que
impulsen este movimiento ilustrado, a través de los
centros educacionales, la prensa
periódica, las Sociedades Económicas de Amigos del
País, las cuales ayudarán a elevar el nivel
cultural, pues su objetivo consistía en promover e
informar sobre los adelantos científico-técnicos
que se producen en esta época y en acercar al hombre a
este nuevo saber.

Si se quiere evaluar en toda su magnitud el alcance que
representó el fenómeno del iluminismo en
España, no sólo debemos circunscribirnos al plano
económico, sino que se debe valorar también el
rumbo que tomaron las relaciones entre la dirección del
Estado y la Iglesia. Para analizar dicho vínculo es
preciso señalar, que esta nación posee un sello muy
personal,
siempre ha gozado de una tradición religiosa, fundada en
el catolicismo. La Iglesia como sustento de la vida espiritual,
juega un rol protagónico dentro de la sociedad
española de esos tiempos, pues ella controla la educación,
instrumento indispensable para el desarrollo de un estado,
además su campo de acción se manifestaba
también de forma decisiva en la política del
país.

La Escolástica había intensificado esta
situación; la misma encontró un terreno
fértil y se arraigó de una manera enérgica
en la conciencia de la nación española. Incluso,
con la conquista del Nuevo Mundo se le confirió más
espacio a este "gran señor feudal", el cual, con el
objetivo de lograr evangelización, puso bajo su dominio la
enseñanza. Por tanto, reglamentar las relaciones
Estado-Iglesia, resultó valioso para esta
etapa.

Evidencia significativa referida al cambio que se
operó sobre los vínculos del Estado con la Iglesia,
lo constituye la expulsión de los jesuitas de
las colonias americanas y de la propia metrópoli bajo el
mandato de Carlos III. La Compañía de Jesús,
que había surgido con el propósito de neutralizar
el avance de la reforma religiosa y que durante su desarrollo
alcanzó una solidez considerable, se ve en este Siglo de
las Luces, desterrada y excluida del accionar del territorio
español. Por tanto se puede aseverar, que este episodio
demuestra la fuerza con que
el movimiento ilustrado influye en los nuevos juicios que se
venían acometiendo, los cuales mostraban las huellas de un
pensamiento regenerador.

Otro problema abordado fue el de la educación, pues se
trataba fervientemente de lograr una instrucción laica, de
dejar atrás las fuertes polémicas estériles
que no conducían a nada. Estos eran momentos donde la gran
inquietante era el hombre y sus formas de progreso, el hombre y
la sociedad, el hombre como ser perfectible. Incluso se
pedían reformas en el plan de estudios
y se demandaba insertar dentro de la enseñanza,
asignaturas con un enfoque experimental.

Todas estas estrategias que desarrolla el gobierno
español en aras de reconquistar su posición dentro
del escenario europeo y de integrarse al espíritu
reformador del siglo XVIII, resultan de importancia vital para el
desarrollo interno del país. Los cambios que se realizan
en lo cultural, social y económico, le permiten transitar
por un período de esplendor. Si se hace una
valoración del carácter de estas transformaciones
con respecto a la labor que se realizó en Francia, podemos
advertir que la actitud de España durante este Siglo de
las Luces resulta un poco más contenida y limitada. Este
proceder es perceptible sobre todo en la relación que se
establece entre Estado-Iglesia, este vínculo se adapta a
las circunstancias y exigencias del período dieciochesco,
donde se apela a la razón y se estimula el pensamiento
crítico, pero sin quebrantar del todo las
tradiciones.

Al movimiento ilustrado en España ayudó
también la entrada de libros
prohibidos que pertenecían a escritores de diversas
naciones, entre los cuales destacan las obras de Rousseau,
Diderot y Holbach, textos que transmitieron la necesidad de un
cambio y que mostraban nuevos modelos políticos.
España contó además con literatos
excepcionales que abordaron temas delicados y neurálgicos.
Entre estos encontramos a Benito Jerónimo Feijóo,
nombrado el "desengañador de las Españas", que con
obras como su "Teatro
Crítico" y sus "Cartas Eruditas y
Curiosas", logra mostrar un pensamiento lejos de las impurezas de
las falsas creencias y supersticiones, mostrando el camino para
que se tomen en cuenta las vías del conocimiento
lógico y racional, a través de su labor como
divulgador de las novedades científicas.

Pero en esta etapa inmersa en ideas impregnadas de
racionalismo,
se realizaron importantes cambios y se manifestaron
características propias de una corriente política
que para ese entonces era embrionaria. Me refiero al liberalismo.

Este movimiento fue considerado siempre como un
instrumento de la burguesía que aspiraba al dominio del
aparato político. Su ataque iba dirigido a rechazar las
formas despóticas del sistema feudal, al tiempo que
expresaba la aspiración a la libertad individual y el
ejercicio de un pensamiento racional y crítico.

Esta corriente sintetizará las principales ideas
que en el campo de la política, serían enarboladas
por los ilustrados españoles. La fuerza que alcanza estas
concepciones se manifiestan en las Cortes de Cádiz, donde
sus fundamentos se convierten en paradigmas de una nueva
etapa.

Pero el movimiento de la Ilustración no
sólo se manifiesta en el territorio europeo, sino que
América también fue escenario de estas ideas que
trastocaban la realidad que hasta ese momento se había
vivido.

En el caso de Cuba se
aprecia una afluencia directa del Iluminismo español. Es
incuestionable que las ideas provenientes de Francia e Inglaterra
también intervienen dentro de la formación del
pensamiento ilustrado cubano. Es por esta conjetura, que se hace
referencia a ellas en este capítulo.

En el siglo XVIII, la Isla de Cuba, con la singularidad
que la caracterizaba en ese tiempo por ser colonia de
España, asume la Ilustración ajustándola a
las circunstancias propias. Este fenómeno se traduce para
los criollos en primer lugar, en la idea de fomentar el papel de
las instituciones culturales, con el fin de crear los pilares de
la cultura cubana; de este modo nació el Seminario de San
Carlos y San Ambrosio de la Habana, y el de San Basilio Magno en
Santiago de Cuba, centros que fueron eco de la lucha encarnizada
contra el dogmatismo. El primero acogió en su seno a
figuras tan ilustres como José
Agustín Caballero y Félix Varela.

Para los ilustrados cubanos la enseñanza
también fue objeto de diversas críticas y reformas,
pues su sistema se basaba en una instrucción controlada
por doctrinas ortodoxas, lo que perjudicaba en gran medida la
evolución de una concepción que se
ajustara a los principios del Iluminismo. Por esta razón
transformar e incorporar nuevas disciplinas que dieran fe sobre
el conocimiento empírico en la educación, resultaba
un asunto de significativa importancia para los integrantes del
movimiento iluminista en la isla.

Por otra parte, se cuestiona el método de estudio
vigente en esos momentos, en este período juega un papel
protagónico José Agustín Caballero
(1762-1835), quien se revela iniciando un enfrentamiento contra
la Escolástica, lo que hará público en su
escrito "Sobre la reforma de los estudios universitarios" donde
plantea que:

"?El sistema actual de la enseñanza
pública de esta ciudad retarda y embaraza los progresos
de las artes y ciencias, resiste el establecimiento de otras
nuevas, y, por consiguiente, en nada favorece las tentativas y
ensayos de nuestra clase?".
(6)

De esta manera el autor, hace visible la rigidez de la
Escolástica y expresa la necesidad de darle vía
libre a la razón, que el mismo goce de la libertad de
expresión, la cual armoniza con los adelantos
científicos. Todos estos planteamientos se hacen con la
finalidad de promover cambios que se ajusten a sus necesidades,
incluida la filosofía.

Para ello debe recordarse que la filosofía que
predominó en América desde principios del siglo
XVII, estuvo siempre subordinada a la teología, la que
constituía la principal traba para el desenvolvimiento
racional del hombre, pues las problemáticas tratadas,
así como las posibles respuestas, tenían impresa la
huella teológica; era una filosofía que se basaba
en el acatamiento de la autoridad, ya fuera de los Santos Padres
de la Iglesia o la emanada de las Escrituras, es decir, era una
filosofía de sumisión, que se encontraba bajo el
yugo de la religión. Otro aspecto muy interesante es que
ignoraba e impugnaba la observación y la experimentación,
todo ello con el propósito evidente de frenar los estudios
científicos y de esta manera, provocar una inmovilidad de
las ciencias, con el fin de mantener la supremacía que
tenía hasta ese momento.

Las reformas que España realizó en Cuba,
como parte de las maniobras trazadas por Carlos III, ayudaron a
que la vida social y cultural de la sociedad cubana entrara en un
período de esplendor, con todas las fundaciones y
tertulias que se abrieron para albergar lo más
representativo de la época.

De este modo, puede afirmarse que Cuba también
tuvo un movimiento ilustrado de vanguardia, que nació bajo
la influencia del Viejo Continente y de Hispanoamérica.
Sus representantes combatieron y criticaron fuertemente el
despotismo, el militarismo y el mercantilismo.
Todo esto fue interpretado por la Generación del 92, que
acogió figuras como: Francisco de Arango y Parreño,
José Agustín Caballero, Tomás Romay,
Nicolás Calvo y O Farril, entre otros exponentes que
provendrían de las familias más ilustres de la
Isla, educados dentro de las más modernas corrientes del
pensamiento. Estos antecedentes ayudaron en gran medida, a
conformar un juicio maduro y avanzado para la época, con
una marcada proyección política.

A esto se le suma que los protagonistas del pensamiento
ilustrado en Cuba formaban parte de la estructura política
del país, es decir, tenían una posición
activa dentro de las esferas de poder.

Para el logro de sus fines, utilizarían como
recurso la vía reformista, que además le
aportó la visión realista que los hace
contraponerse a todo lo que constituyera traba, y entorpece el
progreso, es decir, manifestaron un ataque directo a las viejas
concepciones medievales y escolásticas.

La Ilustración en Cuba es poseedora de un
valor
imperecedero y es que este movimiento dejó huellas que
alimentaron el surgimiento de una conciencia nacional, y
proporcionó las herramientas
para un pensamiento de vanguardia.

En resumen el período de la Ilustración
influyó en el germinar de un conjunto de ideas que
implicaba una actitud, un método de pensamiento que
propició la salida de siglos oscuridad e ignorancia hacia
un nuevo período irradiado por el poder de la razón
humana y que trascendió de manera positiva en el
pensamiento filosófico cubano.

  1. Las ideas políticas de Europa en el
    período de la Ilustración
    .

Si las ideas ilustradas calaron en todos los renglones
sociales, la política no podía quedar al margen de
todo este proceso ilustrado que tiene como objeto la
razón, el progreso del hombre y la construcción de
un futuro más loable para los intereses de la naciente
burguesía que propició el desmembramiento de toda
huella del sistema feudal.

El pensamiento político que se da en este Siglo
de las Luces se vio enriquecido por una serie de acontecimientos,
entre los cuales se destacaron las revoluciones burguesas, el
despuntar de una clase aún incipiente, pero defensora de
los derechos del hombre, el cambio aunque no generalizado del
sistema de producción (donde se da un viraje de las
prácticas de feudos hacia las manufacturas). Todos estos
hechos favorecieron de manera creciente, que las
doctrinas políticas se vieran nutridas de diversas
experiencias, las que aportarían a este pensamiento, la
madurez necesaria para el alcance de nuevos propósitos que
se ajustarían a las circunstancias de este siglo
XVIII.

Nuevos juicios comienzan a emerger, a partir de la
consolidación de la burguesía y de las relaciones
de propiedad que
se están estableciendo, por lo que se hace imprescindible
una estructura que responda, ya no a los estamentos que
prevalecieron en el régimen feudal, sino a la voluntad de
los individuos; nuevas teorías comienzan a tomar auge
dentro de la edificación de la sociedad capitalista,
ejemplo de esto es el principio contractual, centro de todo este
espíritu renovador, que impone este naciente
modelo.

Las ideas ilustradas apuestan por el convenio y el
consentimiento de los hombres para conformar un nuevo Estado y
por consiguiente, eliminar el poder político que se
sustenta en patrimonios familiares. De esta manera, el individuo
alcanza un protagonismo dentro del proceso de formación
del aparato político que no poseía antes; en este
Siglo de las Luces el hombre es autor de su propio
futuro.

La directriz del jusnaturalismo es muestra palpable del
sentir que se respira en este tiempo. Esta tendencia aboga por la
participación consciente del individuo en el
establecimiento de la sociedad, en el reconocimiento de los
derechos del hombre como cómplice del mecanismo
político.

En esta etapa fueron muchos los pensadores que aportaron
al pensamiento político, entre ellos podemos citar a
Hobbes, quien en su obra cumbre, "Leviatán" intenta
fundamentar un Estado fuerte y un gobierno absoluto basado en un
orden racional donde el origen del mismo está vinculado a
la necesidad que posee el individuo de asociarse para su propia
supervivencia y seguridad, para
así poder buscar la paz y perpetuarla.

El pensador inglés Hobbes, hace referencia en su
escrito al estado natural en que se hallan los hombres. Antes de
establecerse los individuos en una comunión social, estos
se encuentra en un nivel primitivo, es decir, las relaciones que
se dan entre las personas antes de constituir la sociedad civil,
se localizan en un estado natural desprovistas de toda norma
moral, lo que impera son los sentimientos egoístas del ser
humano provocando de esta manera que los lazos que se establecen
estén dominados por el carácter agresivo que impone
la coexistencia en dicha fase. Teniendo en cuenta la
situación que prevalece se hace imprescindible la
conformación según Hobbes de un Estado que sea
capaz de regular las circunstancias descritas.

Por esta razón, la teoría
de Hobbes vierte todo su interés en
hallar la alternativa de un gobierno que sea capaz de dirigir al
estado teniendo en cuenta las motivaciones y las relaciones
humanas; una vez constituido dicho Estado mediante el pacto
social, el súbdito pierde todo derecho frente al aparato
político y el mismo está obligado a la obediencia
ciega.

Con el fin inminente de crear un poder común que
mediara y velara por las inclinaciones de los individuos se le
confiere al soberano los derechos para actuar, estableciendo esta
iniciativa el avance del pensamiento ilustrado del siglo XVIII,
ya que instituye para la conformación del gobierno la
participación de los hombres, además que el Estado
debe velar por el bienestar de la sociedad.

Por su parte, el filósofo inglés John Locke,
autor del "Dos Tratados sobre el
Gobierno Civil" (1690) contribuiría de manera notable con
sus teorías a la formación del pensamiento liberal.
En sus exposiciones se muestran los caminos para el surgimiento
de un Estado que tuviera como designio responder por los derechos
elementales del hombre, dotando al gobierno de los instrumentos
necesarios para que su proceder se incline hacia la
preservación del bienestar de la comunidad.

Si bien Locke le adjudica al soberano, dentro de sus
escritos, capacidades para la
administración de la nación, también
impone límites, con el fin de evitar arbitrariedades para
con los ciudadanos. A la hora de concebir Locke, la permanencia
del Estado, lo supedita a la voluntad de la población. Le concede al hombre el derecho
de reformar el aparato político si el mismo no esta de
acorde a los intereses de los súbditos; de esta manera, le
confiere a su proposición el carácter
antropocéntrico del Siglo de las Luces. Establece
además, las diferencias entre estado y gobierno,
igualmente concibió la división de poderes, como
intermediarios entre el pueblo y la dirección de la
nación.

En cuanto al estado natural humano el "padre del
liberalismo" establece serias divergencias con lo planteado por
Hobbes en el Leviatán, ya que para él el estado
natural no implica necesariamente encontrarse en un estado de
guerra de
todos contra todos, sino por el contrario, en esta fase priman el
orden y la razón, es decir, para Locke en el estado
natural no prevalecen los sentimientos bélicos sino que se
vive en armonía.

Impulsado por los conceptos de la burguesía,
Locke también aboga por el reconocimiento de los derechos
del hombre, sobre todo por la relación innata que tiene el
individuo sobre la propiedad. Aquí se inicia un nuevo
período, se reconoce al hombre como propietario, y es que
la posesión va a configurar como uno de los elementos por
los que el Estado debe velar. Con estos argumentos se abre una
nueva etapa donde el individualismo comienza a establecerse como
eje principal de la sociedad. Dentro de sus propuestas, nuevos
dispositivos comienzan a tomar fuerza, como es el caso del
derecho.

Sobre la división tripartita del gobierno, el
escritor y jurista Montesquieu elaboró una obra mucho
más consolidada y elaborada. Nutriéndose de los
acontecimientos de la época y de la situación en
que se encontraba Francia, supo enriquecer a través de
estas experiencias la elaboración de su obra, "El
Espíritu de las Leyes" (1748). Este texto es muy valioso
como portador de un análisis sobre la teoría del
gobierno y el derecho. En éste, se defiende el
establecimiento de las monarquías y se toma como
garantía la libertad de la existencia de la
división de poderes, para así evitar los mandatos
que sólo contaban con la decisión del
rey.

Para Montesquieu se hacía ineludible la
existencia del poder
ejecutivo, legislativo y judicial en la estructura del
mecanismo político pues el propósito de estos
órganos consistía en aminorar en cierto grado la
autoridad del soberano y por consiguiente conferirle a esta
división de poderes una intervención más
activa dentro de las decisiones estatales. Expresó
además, que los mismos debían velar por
salvaguardar la libertad política.

El filósofo francés Jean- Jacques Rosseau,
también se encuentra dentro de los ilustrados que
dedicaron gran parte de sus escritos a los temas
políticos. Con una obra más extensa y profunda nos
revela lo más revolucionario del siglo XVIII. Obras como
"El Contrato Social"
(1762), "Discurso sobre
la desigualdad" (1754) entre otros, vinieron a complementar el
espíritu implacable que predominó durante la
Ilustración, hacia el Estado y la sociedad. Exterioriza al
mismo tiempo un enfoque crítico hacia el régimen
feudal de Francia.

En sus escritos se articulan conceptos que delatan una
teoría política más labrada, las nociones de
libertad, voluntad, igualdad
comparecen para armonizar un sistema que se sustenta en la
aspiración de lograr un régimen
democrático.

Sus doctrinas se esfuerzan por tanto, por lograr una
equidad en los
niveles económicos, social, etc., con el fin de que el
hombre perciba la libertad; procurarle a través de la
estructura política condiciones favorables para la
realización humana se convierte en patrones a seguir
dentro del estilo de Rousseau. Los juicios que emite
también van encaminados hacia la búsqueda de un
Estado que sea producto de la voluntad del pueblo, haciendo a los
ciudadanos cómplices de la estructura política que
velaría por la soberanía de la comunidad.

La labor de los filósofos en la formación
de un pensamiento revolucionario fue decisiva para el surgimiento
de líneas políticas que impulsaron las
transformaciones del pensamiento ideológico-social,
ejemplo de ello lo constituyó el liberalismo.

La corriente liberal del siglo XVIII se convierte en
paradigma de
la clase ilustrada, debido a que los fundamentos en que se basaba
esta tendencia respondían sobremanera al clamor del Siglo
de las Luces. El liberalismo proyectaba sus ideales para definir
al individuo como centro de sus estrategias, a causa de la
influencia de la Ilustración en su
conceptualización sobre el papel del hombre en la
construcción de la política.

El Liberalismo, como expresión de la defensa
ideológica de la clase burguesa, establecía sus
presupuestos en función de garantizar los derechos del
individuo; de responder al reconocimiento de la libertad
individual en el plano cívico,
religioso, etc.; de promover un pensamiento reflexivo sobre el
actuar del Estado en estos tiempos, debido a que la responsabilidad estatal que se concebía en
la época feudal, disentía de la razón y la
voluntad del hombre que se imponían con la
Ilustración, por lo que se hace imprescindible para esta
tendencia liberal estructurar una política que responda a
los intereses que van emergiendo con las nuevas
circunstancias.

Por esta causa, el Estado se asume como un órgano
representativo que está dado para avalar los derechos
individuales, para proteger la relación del hombre con la
propiedad, es decir, el capital humano se
convierte en eje de esta directriz, por ser portador del
conocimiento útil y la tenacidad, que guían
inexorablemente al progreso; por esta razón velar por sus
inclinaciones se vuelve una necesidad de primer orden. Los
liberales además de pensar en un Estado que respondiera
por la seguridad de sus súbditos, manifestaban la
necesidad del parlamentarismo, y el carácter revocable del
gobierno.

Sobre la importancia que tuvieron las ideas enarboladas
por el liberalismo en el siglo XVIII, el profesor Jorge Luis
Acanda comenta en su libro "Sociedad Civil y
Hegemonía":

?" Lo significativo, con lo que el liberalismo
hizo historia, estuvo en el modo radicalmente nuevo en que
presentó esas ideas, en una forma mucho más
compleja: como problemas a
resolver desde una perspectiva racional, y que exigían
una dilucidación por la razón en las condiciones
específicas de la nueva
época".(7)

El Liberalismo en este período se erige como una
tendencia revolucionaria que representa las ambiciones de una
clase -la burguesía- que pretende fragmentar los
vínculos que la unen al sistema feudal, ya que en este
régimen señorial se resumen los ideales
dogmáticos y retrógrados de un sistema que apuesta
por la involución de la sociedad. Por esta razón el
pensamiento liberal cobra tanta fuerza, debido que respalda el
progreso y ve en el hombre el instrumento óptimo para
alcanzar el desarrollo de una sociedad que se sustenta en el
saber.

Esta corriente alcanzó una gran difusión
hacia finales del siglo XVIII y a inicios del XIX, por los
preceptos que enarbolaba que iban en consonancia con las
circunstancias que se estaban dando y con los cambios que se iban
realizando en el mundo. Esta tendencia revolucionaria de
principios auténticos será adaptada precisamente
por José Agustín Caballero a las condiciones de la
isla, a través de su "Exposición
a las Cortes Españolas" demostrando su firme
afiliación al liberalismo.

Capítulo II: La vida y obra del
presbítero Dr.José Agustín Caballero y
Rodríguez.

"El sublime Caballero,
padre de los pobres

Y de nuestra filosofía."
(8)

José
Martí.

  1. La vida de José Agustín se enmarca en
    una época controversial para la sociedad cubana, las
    situaciones y acontecimientos que suceden durante este
    período hacen de la isla una nación con grandes
    contradicciones, por lo que el pensamiento del
    presbítero en muchas ocasiones va a hacer el resultado
    de su tiempo.

    Como confirmación de lo antes expuesto,
    podemos apreciar que desde junio de 1762, dos meses antes del
    nacimiento de Caballero, se produce la invasión por
    los ingleses a la Habana. Cuba representaba para los
    británicos "la llave del mundo" por su posición
    geográfica, característica que hacía a
    la isla atrayente para el dominio de Inglaterra. Aunque dicha
    conquista representó un fracaso para el poderío
    inglés, a partir de este suceso, en la isla se
    iniciaron una serie de transformaciones, con el fin de
    fortalecer los centros militares y lograr una amplia base
    económica, pues se buscaba consolidar el sistema
    defensivo de la isla.

    En medio de estas reformas políticas se
    desarrolla la
    personalidad de Caballero fruto de la relación
    entre dos de las familias más ilustres de la sociedad
    cubana. José Agustín como parte de una
    generación que poseía una condición
    privilegiada dentro de la isla tenía como
    opción ingresar a la vida militar o al Seminario de
    San Carlos y San Ambrosio, inclinándose por su
    vocación a este último.

    El Seminario dentro de la figura de Caballero
    desempeña un papel significativo, pues en este centro
    se acoge al calor del
    conocimiento y a la honrosa tarea, años
    después, de la educación; por esta
    razón, desde que ingresa en dicha institución
    se desenvuelve como un alumno extraordinario, dotado de
    inteligencia y constancia lo que lo hace merecedor de los
    más disímiles reconocimientos.

    En más de una ocasión resaltó
    la brillantez en su dominio con el latín, así
    como fueron notorios los resultados alcanzados en las
    diversas asignaturas que se impartían en el Seminario.
    En un período de 11 años, José
    Agustín se nutre en el plano de educando del saber que
    le proporciona el Seminario, además obtiene los
    títulos de Bachiller en Artes y en Sagrada Escritura.
    Esta formación intelectual que posee va a conformar la
    madurez del pensamiento que se va a ver, en los años
    siguientes, desdoblada con creces en sus
    artículos.

    El presbítero, una vez concluida su etapa
    estudiantil permanece en el Seminario pero cumpliendo con la
    función de educador la cual desplegará con el
    mayor de los esmeros, cabe resaltar que desde su
    incorporación Caballero es destinado a la
    Cátedra de Filosofía. Sobre el proceder de
    José Agustín como profesor se halla la
    siguiente de valoración hecha por Juan García
    Barrera quien era director del seminario cuando el
    presbítero comenzaba a ejercer la docencia:

    "defecto alguno en su vida y costumbres, sino
    al contrario siempre observó una vida ejemplar
    acompañada de constante aplicación en las
    clases, en la que obtuvo premios y logró especiales
    luces; por lo que el Seminario se gloria de este alumno, y
    aún reconoce que es el primero entre muchos."
    (9)

    Como se aprecia, Caballero realizó una
    destacada labor dentro del Seminario, su afán por
    desarrollar la difícil tarea de educar con brillantez
    y de satisfacer sus ansias de conocimiento lo llevó a
    aspirar al grado de Licenciado y Doctor en Sagrada Escritura,
    obteniendo dicho título en la Universidad de San Gerónimo en
    1788.

    Con 26 años cuenta José Agustín
    en 1788. Sin embargo, su pensamiento no se encuentra
    determinado solamente por el proceder del Seminario, sino que
    dentro de sus concepciones y juicios se encuentra la
    influencia de las transformaciones que se producen en la isla
    y los acontecimientos internacionales durante el siglo
    XVIII.

    En la etapa comprendida a partir de 1762 con la toma
    de la Habana por los ingleses y hasta 1789 con la
    Revolución Francesa ocurren una serie de cambios que
    influyeron sobremanera en Cuba. Debe recordarse que a
    raíz del intento de conquista de Gran Bretaña,
    en la isla se comienza con una política reformista que
    impulsa la vida económica, social y
    cultural.

    La permisibilidad del libre
    comercio con numerosos puertos españoles; la
    promulgación de una nueva ley
    arancelaria; la ejecución de planes de desarrollo
    urbano, entre otras medidas acontecieron para transigir la
    rigurosa administración que imperaba en la isla
    y que sometía a la misma a una inmovilización
    de su economía. Unido a estas reformas se da el auge
    de la sociedad esclavista que tendrá un gran impacto
    dentro de la sociedad cubana; con este hecho no sólo
    figuran cambios económicos sino que también
    promueve de forma acelerada un cambio en la
    mentalidad.

    La introducción de negros a la isla, va a
    constituir un factor, decisivo en la economía, pues a
    partir de su uso en las plantaciones, no solo aumenta con
    demasía las producciones sino que surge una nueva
    clase más fuerte económicamente y con una
    actitud más aferrada a los nuevos clamores de la
    Ilustración. De este modo, la burguesía
    esclavista despunta como fiel exponente del
    progreso.

    Pero el ascenso acelerado de la isla también
    se produjo debido a acontecimientos internacionales que
    provocaron directamente el beneficio de Cuba, me refiero a la
    Revolución Haitiana, que representó esencial
    dentro del proceso económico. Al encontrarse
    Haití inmersa en la lucha por la liberación,
    Cuba venía a suplir las necesidades de azúcar al mercado
    mundial, quedando como proveedora principal en el Caribe. De
    este hecho la isla sale fortalecida sobre todo la
    burguesía que ve incrementada con creces sus
    ganancias.

    Otro episodio relevante dentro del escenario
    mundial, que resultó para Cuba importante, fue la
    independencia de las Trece Colonias. El
    triunfo de las mismas demostró la capacidad de los
    pueblos de librarse del yugo opresor, además que
    expresó las potencialidades inherentes de los pueblos
    para la creación de una nueva sociedad.

    Todos estos factores, fusionados con el movimiento
    iluminista que había tomado, auge en la Habana,
    matizaron el pensar de nuestro joven José
    Agustín, haciéndose presente estas experiencias
    en sus reflexiones. Su labor dentro del Seminario se vio
    enriquecida considerablemente con la Ilustración, pues
    como buen estudioso y partidario del saber dio cabida dentro
    de sus clases a los pensadores más insignes de su
    tiempo, entre ellos se encuentra Locke, Montesquieu,
    Condillac, entre otros mostrando su vínculo
    incondicional con las nuevas ideas que germinaban producto de
    este proceso cultural e ideológico que se estaba
    dando.

    El trabajo de Caballero no se circunscribe a los
    muros del Seminario; al contrario, desempeñó
    fuera de él una vida intelectual intensa. La sociedad
    cubana, favorecida por las reformas posee un espacio para
    proliferación de prensa escrita, de esta
    situación nace el Papel Periódico en 1790,
    distinguiéndose como vehículo del conocimiento
    y donde el presbítero realiza una ardua tarea como
    escritor habitual en sus secciones.

    En este diario, Caballero encuentra un espacio para
    la difusión de ideas educativas, críticas
    constructivas y solicitudes de reformas, todo ello en aras de
    estimular en la sociedad el espíritu de la
    Ilustración. Este periódico, además de
    constituir asidero de sus más profundas reflexiones
    descubre las directrices que caracterizarían el
    pensamiento de José Agustín, pues en sus
    escritos deja la huella indeleble de su dedicación por
    darle margen a los clamores del Siglo de las Luces, de su
    posición ante la intolerancia y su intención de
    guiar a la educación por los senderos de la
    razón, entre otras, todas ellas conformaron el
    pensamiento de quién fue protagonista de la
    Generación del 92.

    Dentro de la amplia labor del presbítero como
    redactor y orador nos encontramos con discursos
    como el que pronunció el 6 de octubre de 1795 en la
    clase de Ciencias y Artes, que abordaba sobre la Reforma de
    los Estudios Universitarios.

    Esta alocución fue de vital importancia para
    el sistema educacional, en primer lugar porque planteaba de
    modo implacable las fallas que sostenía la
    enseñanza en Cuba, que lejos de mantener un
    carácter didáctico y consecuente con estos
    tiempos que exigían un conocimiento racional y
    certero, empobrecían con su rigidez las fuertes ansias
    del saber; reformar la enseñanza constituía
    para Caballero una necesidad imperiosa, demostrándolo
    en su alocución cuando expresa:

    "El sistema actual de la enseñanza
    pública de esta ciudad retarda y embaraza los
    progresos de las artes y ciencias, resiste el establecimiento
    de otras nuevas, y, por consiguiente en nada favorece las
    tentativas y ensayos de nuestra
    Clase."(10)

  2. Vida y obra del presbítero Dr. José
    Agustín Caballero y Rodríguez de la
    Barrera.

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