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Teología y filosofía (página 2)




Enviado por Luis Eduardo Cantero



Partes: 1, 2

 

  1. Teología y Filosofía:
    ¿Son dos mundos inmersos?

  2. Mientras exista en el reflexionar del hombre
    un vestigio, una huella; que ilumine el origen y el
    fundamento que lo constituyen a él, como un ser
    pensante; filosofía y teología serán
    dos mundos inmersos en una misma interrogante esencial:
    ¿qué somos?
    Entonces aquella sentencia de Kant:
    "Yo infiero y concluyo que puedo tener conciencia de mi existencia fuera de la
    experiencia", alcanza una connotación trascendental
    en los textos compartidos por los filósofos y
    teólogos.

    Les invito analizar algunos fragmentos que nos
    permiten seguir en los dos caminos paralelos sobre la
    realidad; lo que yo conozco está integrado por dos
    elementos: lo dado y lo que pongo yo. Lo dado es un caos de
    sensaciones; pero, el caos es justamente lo contrario del
    saber. Yo hago algo con ese caos de sensaciones.
    ¿Qué hago? Lo ordeno, en primer lugar, en el
    espacio y en el tiempo;
    luego según las categorías. Entonces, con el
    caos de sensaciones, yo he hecho cosas; no son cosas en si,
    sino fenómenos, sujetos al espacio y al
    tiempo.

    Ahora bien, el espacio y el tiempo ¿son
    ellos cosas en si? No, no son cosas. ¿Qué son
    pues? Kant dice que son intuiciones puras; son las
    formas a priori de la sensibilidad. La sensibilidad no es
    solo algo receptivo, sino que es activa. Imprime su huella
    en todo lo que aprehende; tiene sus formas a
    priori
    .

    Estas formas que la sensibilidad da a las cosas
    que le vienen de fuera son el espacio y el tiempo. Son las
    condiciones necesarias para que yo perciba, y estas las
    pongo yo. Son algo a priori, que no conozco por la
    experiencia, sino al contrario: son las condiciones
    indispensables para que yo tenga experiencia. Son las
    formas donde alojo mi percepción; son pues, algo anterior a
    las cosas, perteneciente a la subjetividad.

    Las cosas en si son inaccesibles, no puedo
    conocerlas, porque en cuanto las conozco ya están en
    mi, afectada por mi subjetividad; las cosas en si
    ?noúmenos- no son espaciales ni temporales, y a mi
    no se me puede dar nada fuera del espacio y del tiempo. Las
    cosas tal como a mí se me manifiestan, como me
    aparecen, son los fenómenos.

    Kant distingue dos elementos en el conocer: lo
    dado y lo puesto. Hay algo que se me da [un caos de
    sensaciones] y algo que yo pongo [La espacio-temporalidad],
    y de la unión de estos dos elementos surge la cosa
    conocida. El pensamiento, pues, al ordenar el caos de
    sensaciones, hace las cosas. Puesto decía Kant que
    no era el pensamiento el que se adaptaba a las cosas, sino
    al revés. Pero, no es el pensamiento solo el que
    hace las cosas, sino que las hace con el material dado. La
    cosa pues, distinta de la cosa en si incognoscible, surge
    en el acto del conocimiento trascendental.

    Ahora bien, yo tengo la percepción de un
    Dios, de éste tengo esa percepción como un
    conjunto de sensaciones en las cuales estoy viviendo, que
    están en mi. La vivencia es, pues, inmanente a mi,
    está dentro de mi. Es una modificación de mi
    mismo, de mi conciencia; pero, esa vivencia señala
    hacia Dios que existe independientemente de mí en el
    mundo real. Ese Dios señalado por mi vivencia,
    contenida intencionalmente en mi vivencia, pero hacia la
    cual mi vivencia señala, ese Dios, es
    trascendente.

    De modo que en toda vivencia hay vivencia misma
    que es inmanente al yo, y hay el objeto de la vivencia que
    es trascendente al yo. Pues bien, si tenemos este sentido
    de la palabra trascendente, vamos a comprender el sentido
    que le da Kant a esta palabra, para Kant el objeto del
    conocimiento no es un objeto cuya realidad sea en si y por
    si, sino que tiene una realidad, distinta de mi vivencia,
    ciertamente, pero no en si y por si, sino que tiene una
    realidad objetiva, cuya objetividad no es lo que es, sino
    en relación con el sujeto. Es decir, que el objeto
    es para el sujeto y el sujeto es en tanto en cuanto conoce
    al objeto. Son correlativos objeto y sujeto.

    Esta correlación, en la pareja sujeto y
    objeto, es la que Kant acentúa. Por consiguiente, el
    objeto del conocimiento no tiene para Kant una realidad
    metafísica en si y por si, sino que
    tiene realidad en cuanto es objeto de conocimiento, nada
    más. Como hemos visto filosofía y
    teología serán dos mundos inmerso en el
    objeto de conocimiento: Dios, como veremos mas adelante
    filosofía y teología son dos ciencias
    hermanas, no puede existir la una sin la otra.

  3. Teología y Filosofía
    ¿Por qué deben relacionarse?

La Teología debe relacionarse con la
filosofía; porque, la Teología tiene dos principios
metodológicos: auditus fidei e intellectus
fidei.
La Filosofía aporta al auditus fidei.
El intellectus fidei, tiene una inteligibilidad propia que
lo hace un saber auténtico. Las ramas de la
Teología se ayudan con el saber filosófico. Como
sucede con la Teología Conservadora Fundamentalista, que
justifica y explica las relaciones entre fe y razón. La
Teología Moralista [o de Santidad] se apoya en una base
filosófica correcta de la naturaleza
humana y de la sociedad.

La relación entre Teología y
Filosofía es dialéctica, porque ambas buscan dar
respuestas a las inquietudes del género
humano. Por ello, los Teólogos y Filósofos deben
tener en cuenta, que donde hay fe, razón independiente de
la revelación, hay que ayudar para que la gracia divina
perfeccione al ser.

Las culturas enraizadas en lo humano, llevan el
testimonio de la apertura a la trascendencia; los Teólogos
aportan a las culturas de la Verdad, una parte del pensamiento de
Dios; los Filósofos en cambio,
aportan la razón de estas culturas. Ellos lo hacen sin
perder su Misión e
identidad. Por
lo anterior, tanto Teólogos y Filósofos deben
dejarse guiar por la única autoridad de
la verdad que es la Palabra de Dios.

Ahora pasamos a los teólogos de la historia cristiana, aunque
algunos protestantes como Lutero y Karl Barth se han opuesto
enfáticamente al uso de la filosofía en la
Teología, casi todos los teólogos católicos
reconocen la importancia de la dimensión filosófica
de la teología, que algunos han bautizado como
filosofía teológica o teología
filosófica.
Esta parte del estudio el autor de esta
tesis doctoral
se propone examinar la relación de éstas, nos
fijaremos en cuatro teólogos modernos: Karl Rahner, Paul
Tillich, Rudolf, Bultmann y John Macquarrie.

Podemos resumir la posición de Rahner diciendo
que la filosofía y la teología son disciplinas
distintas pero necesariamente relacionadas. En primer lugar,
están relacionadas porque las dos tienen que ver con el
ser humano y las dos tienen que ver con Dios. Aun podemos
sintetizar mas esta relación afirmando que la
filosofía es la condición que hace posible el
quehacer teológico de un teólogo. En efecto, la
teología es una reflexión sobre la fe, y la fe
consiste en proclamar que Dios ha hablado, pero si él
habla, es de suponer que se dirige a un interlocutor en el
diálogo,
que existe alguien a quien se destina la
comunicación de Dios.

Rahner, desarrolla una antropología filosófica para
demostrar que el ser humano como tal esta abierto para recibir
una posible revelación de Dios. La filosofía
alcanza su culminación cuando demuestra que la persona humana ha
de estar a la escucha de una posible Palabra de Dios. La
filosofía no sabe si Dios hablará, pero se mantiene
alerta a esta posibilidad. Rahner afirma que la reacción
existente entre filosofía y teología es
análoga a la que se da entre naturaleza y
gracia. Dios crea el ser humano dotado de una cierta estructura
autónoma que podría existir íntegramente sin
que Dios le hiciera don de si mismo. Pero lo cierto es que esa
naturaleza pura nunca ha existido como tal, ya que Dios siempre
ha querido comunicarse. De ahí que el hombre o
la mujer natural
que nunca ha escuchado el mensaje de salvación
estén sin embargo influido por la gracia de la que lo
creó.

Análogamente, a propósito de la
filosofía y la teología también cabe afirmar
que no puede existir una filosofía autónoma.
Ciertamente, la filosofía tiene su propia metodología diferente de la que aplica la
teología. A pesar de ello, concretamente en la historia
del género humano, la presencia del cristianismo
es un hecho que ha influido en el pensamiento humano y en nuestra
percepción de la realidad, muchas veces
inconscientes.

Así, tanto la presencia de la gracia en el mundo
como hecho histórico del cristianismo han influido y
seguirán influyendo en la sociedad de los
filósofos. Un Heidegger o un Baruk de Spinoza, por ejemplo
son impensables sin el influjo indirecto de la fe cristiana.
Resumiendo, la posición de Rahner, la filosofía es
una disciplina
autónoma pero mantiene una relación de hermandad
con la teología.

Nuestro segundo teólogo es Paul Tillich, al
principio de su Teología sistemática
reflexiona sobre la relación existente entre
filosofía y teología. La postura del
filósofo es objetiva. Aborda el tema con cierto
distanciamiento. El teólogo, por su parte, aporta a la
investigación su compromiso de fe. Como lo
señala Tillich, Dios es su compromiso definitivo. Por otra
parte, el filósofo y el teólogo adoptan enfoques
diferentes. El filósofo lanza una mirada llena de asombro
sobre toda la gama de lo real, mientras que el teólogo se
siente arrastrado hacia la experiencia de Dios en una
revelación determinada. La perspectiva del filósofo
es más cosmológica. Quiere saber como esta formado
el mundo. La perspectiva del teólogo, en cambio, es
más existencial. Se preocupa por la victoria del Ser sobre
el no ser.

Finalmente, Tillich reconoce que con mucha frecuencia la
misma persona es a la vez filósofo y teólogo. En la
medida en que es teólogo aporta a su investigación
el compromiso apasionado de la fe. Por ejemplo, cree que
Jesús es el camino de su salvación. Pero, en el
momento en que trata de formular como Cristo es la verdad y de
que modo esta relacionado con la realidad total, aporta a su
investigación la objetividad desapasionada del
filósofo. Nuestro tercer teólogo es Rudolf
Bultmann, también aboga a favor de una distinción y
a la vez una relación intima entre filosofía y
teología. El nexo que las une es la existencia humana. Los
existencialistas utilizan el término de existencia en el
sentido especifico de ex-sistere, situarse fuera de uno
mismo.

En este contexto, el ser humano esta a la vez arrojado
en el mundo y abierto a infinitas posibilidades. Esta determinado
por el mundo, por el espacio y por el tiempo en que vive, pero es
a la vez y por igual libre para crear su futuro. De ahí
que la existencia se viva entre la facticidad y la trascendencia.
Como trascendencia, la existencia humana es siempre un ser
volcado al futuro. Pero, en cuanto se trata de un ser finito, la
trascendencia humana tiene en todo momento conciencia de que su
futuro último es la muerte.

El ser humano es precisamente ese ser que tiene la
posibilidad de no ser. Ese reconocimiento de la propia finitud
pone a la persona humana en una situación de angustia
existencial que la hace consciente de que en el núcleo
mismo de su ser esta la nada.

Es decir, es un ser para la muerte, y
debido a esta angustia, el ser humano huye muchas veces de
sí mismo. Le resulta excesivo hacer frente a la nada de su
ser y por eso abandona su más radical posibilidad y se
deja perder en el mundo estúpido del trabajo, los
negocios, los
vicios, la cháchara insulsa y los medios de
comunicación como son la internet, la
televisión y el cine.
Heidegger califica de inauténtica una existencia de esta
clase.
Bultmann sigue básicamente la antropología
filosófica de Heidegger. Afirma que Heidegger nos ha
trazado una descripción exacta de las estructuras de
la existencia humana.

Estas estructuras son validas tanto para el
filósofo como para el teólogo. La diferencia entre
la filosofía y la teología radica en el hecho de
que el mensaje de Dios nos muestra
cómo dar el salto de la existencia inauténtica a la
auténtica.

El mensaje de Jesucristo libera a la persona de
aferrarse a su pasado, de perderse en el mundo, pues el Espíritu
Santo hace que la persona se abra al Dios que esta mas
allá de la finitud humana. A partir de este futuro de
Cristo que se acerca por segunda vez, hombres y mujeres son
capaces de abrirse a sus más genuinas posibilidades y
hacerse responsables cada cual de su vida. Siguiendo la
línea general del pensamiento bultmanniano, Macquarrie
sugiere que la filosofía es esencial a la teología
cristiana, porque plantea la cuestión de la existencia
humana. Dicho de otro modo, la filosofía se pregunta
cuál puede ser su sentido. La singularidad de un individuo
consiste en que es el único ser que se hace esa pregunta.
La filosofía trata de elucidar el interrogante que es de
por si el ser humano.

Pero, la filosofía tiene importancia crítica
para la teología por otro motivo. La filosofía, en
efecto, se preocupa también de unos conceptos en los que
se expresa la fe cristiana. Ya hemos visto con anterioridad que
la fe ofrece una respuesta al interrogante acerca del sentido de
la existencia humana. Pero a fin de que esa respuesta sea
inteligible, ha de ser formulada mediante un conjunto de
conceptos.

En este punto ha de recurrir forzosamente a la
teología a la filosofía, ya que ésta aporta
los conceptos de que nos servimos para interpretar la realidad.
Vemos ahí al mismo tiempo la razón de que toda
teología haya de estar por fuerza
culturalmente condicionada. En efecto, cuando la teología
trata de expresar el sentido de la existencia humana,
inevitablemente tomará prestado de la cultura en
cuyo seno vive ciertos presupuestos
acerca de la realidad.

Este último punto sugiere no solo la existencia
de una interrelación entre la filosofía y la
teología sino a la vez una relación
dialéctica. La teología acude a la filosofía
en demanda de los
conceptos que necesita para expresar la fe.

Al mismo tiempo, la fe, sobre la base de la
automanifestación de Dios, tiene capacidad para modificar
nuestra concepción de la realidad y por ello mismo, para
depurar nuestros conceptos. Esta relación
dialéctica sugiere que nunca se establecerá una
síntesis perfecta entre la filosofía
y la teología, sino que continuamente se estarán
modificando la una a la otra. Ningún sistema
estará completo ni en filosofía ni en
teología mientras transcurra el tiempo.

CONCLUSIÓN

Como lo afirma Cantero en el último capitulo de
su disertación doctoral que es "irracional oponer y
enfrentar Filosofía y Teología, creando falsas
antítesis que para
nada son necesarias. Es un error común de muchos autores
(cristianos y no cristianos) hablar de contradicción
allí donde se muestran incapaces de ofrecer una
solución viable que integre la certeza de ambas partes en
una unidad más elevada."

La filosofía como toda disciplina pretende
comprender y dar sentido a la realidad, la teología,
también, es una manera de comprender esa realidad y de
vivir en el mundo. El mundo natural en que vivimos es un mundo
cristocéntrico o llamado por Paul Tillich el nuevo
ser.

La fe que parte del contenido divino, está
obligada a desarrollar una reflexión integrada, donde
los distintos saberes se correlacionen por la base que los une:
Dios como principio y fundamento de lo que hay y de cuanto
pueda haber. En este sentido la teología
filosófica es la filosofía de la
revelación. Es decir, la exposición razonada y crítica de
las doctrinas de la fe cristiana, de su contenido e
implicaciones.

Entonces, la filosofía ? hermana de la
teología ? es un ejercicio de claridad respecto a la
realidad que nos rodea, la revelación es ejercicio de
claridad respecto a la realidad que nos rodea, la
revelación es claridad manifestada, desvelada, respecto al
origen y fundamento de toda actividad humana: su radicalidad en
Dios. Es decir, en Dios tenemos nuestro ser y meta; y al El se
elevan nuestras plegarias y aspiraciones. "Dios se revela en el
pensamiento y se manifiesta a la inteligencia.

Salvando esta lucha entre filósofo y
teólogo, la teología como la filosofía, se
nos aparece como una hermenéutica que quiere comprender y dar
sentido a la realidad, de manera racional. Estamos de acuerdo con
Emilio Monti que sostiene que la teología nace de la
experiencia religiosa en general y de la experiencia de
Jesucristo, en cuanto teología cristiana en particular.
Sin embargo, no puede agotarse en ella. La experiencia tiene que
ser comprendida y comunicada, para ello necesita de la
argumentación filosófica y de otras
disciplinas.

La teología, como ciencia
analógica y racional, trasciende la realidad inmediata,
por lo cual debemos distinguir entre la experiencia y la
explicación de la misma. Esta teología, para ser
tenida como una disciplina universal debe estar abierta al
dialogo con otras
ciencias del conocimiento.

La filosofía, en cambio como todo sistema que
pretende comprender y dar sentido a la realidad, es por su propio
carácter un sistema totalizante,
necesariamente cerrado. Y demás está decir que en
su propósito de esclarecer los problemas de
la realidad, tienden a hacer de su conocimiento un sistema
cerrado. Es allí donde surge tal confrontación con
la teología; también, la teología se
comporta de la misma manera, que se cierra a todo dialogo, por
eso tanto teólogo como filósofo deben ser abierto
al dialogo entre las dos disciplinas, deben relacionarse
dialécticamente?

La filosofía cristiana es un esfuerzo por
lograr aquello que toda filosofía, tanto religiosa como
secular, quiere lograr: "la única razón que tiene
el ser humano para filosofar es la de querer alcanzar la
felicidad". La filosofía, en último extremo, es
la búsqueda de la beatitud por el ser humano, y
comprende no solo su fe y su expansión en la plenitud de
su conocimiento, sino también su voluntad y su amor.

En síntesis podemos argumentar que el
cristianismo no quiere desestimar el valor de la
razón, al contrario, desea más bien su
exaltación. Al respecto Armando Carlini nos dice: …y
cree que su exaltación debe realizarse en la integridad
del acto, en el cual la fe y la razón se subliman
recíprocamente, porque en él, la fe casi se
anticipa a la razón, y la razón tiene a la fe
despierta con sus interrogantes.

Minucio Félix, el Cicerón cristiano del
siglo II, después de haber señalado algunas
anticipaciones cristianas en el pensamiento helénico,
concluye con una frase que recuerda a Platón
(República. 473) O bien los cristianos son ahora
filósofos, o los filósofos habían sido ya
cristianos
. Los reformadores de línea
humanística, como Zwinglio, Bucer, y Calvino
también, consideraban que había muchos destellos de
verdad cristiana en la filosofía helénica. Los
pensadores cristianos de todos los siglos de la era cristiana,
siempre han sido consciente de la diferencia, como de la
importancia que tiene la una sobre la otra; la filosofía y
la teología son dos mundos paralelos para entender la
realidad?

 

Luis Eduardo Cantero

Doctor en Filosofía, Laud Hall Seminary, Florida,
E.E.U.U. pastor y Docente universitario. Actualmente es candidato
al doctorado en Historia de la iglesia,
Instituto Universitario ISEDET Bs. As, Argentina.

Partes: 1, 2
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