Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Facciolo: Mártir de la imprenta cubana (página 2)




Enviado por lemes



Partes: 1, 2

Se convierte en un linotipista cuidadoso y diligente. Es
así como conoce a Cirilo Villaverde, José
García de Arboleya, José María de
Cárdenas, y otros escritores y periodistas que le insuflan
el amor a la
patria y los ideales revolucionarios.

El capitán del Ejercito Libertador,
Joaquín Llaverías y Martínez, ex director
del Archivo
Histórico Nacional, lo describa como "hombre de buen
carácter, franco y desinteresado, sin
vicios, laborioso, económico y amante decidido de toda
idea liberal y amplia. De regular estatura, blanco, pelo negro y
rizado, bigote negro, ojos verde, cejas y pestañas negras
y abundantes, boca pequeña y semblante risueño;
modesto en su aspecto exterior, pero siempre limpio y
acicalado".

Mientras, Salvador Bueno se refiere a él como:
"la imagen de su
rostro alegre, con un mostacho mosqueteril, con una honda de pelo
que le cae románticamente sobre las sienes. En los ojos se
le aposenta, sin embargo, como una nube de nostalgia, como tienen
casi siempre los predestinados a los hechos gloriosos y a
la muerte
temprana".

A pesar de su corta edad, el fusilamiento de Diego
Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, en
1844, marca para
siempre la vida a Eduardo.

Por este motivo hace manifestaciones en protesta contra
la cruel tiranía que ejerce España
sobre Cuba, que
sirven para que el progenitor le censure por su incipiente
anticolonialismo. Incluso, su padrino, el capitán
pedáneo de Regla, Guillermo Gonzáles, le reprende
severamente por esa actitud.

Tras la supresión del Faro Industrial de La
Habana, en 1851, y caer prisionero el ciudadano norteamericano
John S. Thrasher, ex director de ese órgano y amigo de
Facciolo, este decide regresar a Regla y abrir una
cigarrería.

DESAFÍO A LA CENSURA

Ante la necesidad de buscar el medio de responder a la
campaña de insidia que la prensa
gubernamental vierte sobre los criollos, la Junta Revolucionaria
le propone al periodista Juan Bellido de Luna sacar un periódico
clandestino para contrarrestar las calumnias e injurias y
propugnar por la independencia
de nuestro suelo. Anacleto
Bermúdez y Porfirio Valiente conciertan colaborar con este
peligroso proyecto.

Con esta encomienda, Bellido de Luna busca a un
tipógrafo de confianza.

Desde la cárcel, en la fortaleza de la punta,
Thrasher le recomienza contactar con Facciolo, y le asegura al
periodista que éste es un hombre de fiar. De esta manera,
el joven se convierte en la mano ejecutora de la empresa. A
esta actividad se suman los impresores Santiago Spencer y
José M. Salinero. El primero, suministra enseres; el
segundo, los tipos. Organizan una pequeña rotativa que les
permite, con gran trabajo y de
manera subrepticia, poner en práctica el plan.

Una prensa de copiar cartas les es
preparada por el estadounidense Abraham Scott, e instalan el
equipo en un cuarto alto interior, propiedad de
Ramón
Nonato Fonseca, ubicada frente al Palacio de los Capitanes
Generales, en La Habana. Un baúl, en forma de
ataúd, y revestido de badana negra, sirve para esconder la
maquinaria durante los traslados necesarios para no ser
atrapados.

Después de tener listo el improvisado taller y
con apoyo de otros dos operarios amigos de Eduardo, se edita el
13 de Junio 1852, el primer numero de La Voz del Pueblo
Cubano.

La hoja llama a los nacionales a combatir por la
libertad, a
luchar contra la tiranía entronizada, a derrocar el
gobierno que
representa a España. Órgano de la independencia se
autotitula este precursor de la prensa revolucionaria
cubana.

La cifra de dos mil ejemplares impresos invade
rápidamente las calles, y generan, por una parte, el
desconcierto de las autoridades y, por otra, la alegría de
los criollos que añoran la libertad.

A pesar de todos los esfuerzos por evitar la
circulación del periódico, sale de la villa de San
Cristóbal de La Habana y llega a otras ciudades del
país e, incluso, de los Estados Unidos y
España. El gobierno considera que la publicación
resulta un acto de audacia que tiene por finalidad alentar el
espíritu de rebeldía entre los cubanos y provocar
un alzamiento contra la metrópoli.

El capitán general de la Isla, Valentín
Cañedo, dicta órdenes severas de que las fuerzas
militares y policiales empleen todos los recursos para
descubrir la estampa y reducir a prisión los redactores
del periódico. Cañedo ofrece elevadas sumas a los
que delaten a los autores.

LA HISTORIA DE LA PRENSA CUBANA
TIENE EN ESTA FIGURA A UN SER EXTRAORDINARIO

Dentro de baúl, al que llaman "sarcófago",
la imprenta es
llevada, inicialmente, a un almacén de
azúcar,
situado en la calle Teniente Rey, propiedad de Antonio, hermano
de Bellido de Luna. Luego se traslada a la casa de un amigo de
Facciolo, en Regla. El 4 de Julio reaparece la hoja con su
segundo número, pero ahora con el reducido nombre de La
Voz del Pueblo. Esta vez, tres mil números son
transportados hasta el almacén, dentro de cesta de
champaña, para ser repartidos con posterioridad de forma
clandestina. Aquí Cañedo recibe el apelativo de
"General Salchichas". Incluye, además, una poesía
dedicada al anexionista venezolano Narciso
López.

No se hace esperar la acción
colérica y vengativa del gobierno colonial: arrestos,
registros a
imprentas, comercios y hogares se suceden. Con odio visceral
buscan desesperadamente a aquellos "infidentes" que se atreven a
calumniar a España y proclamar la libertad de los cubanos.
Las autoridades no conciben que el suelto sea impreso en La
Habana, debido a la excesiva custodia de la urbe.

Las precauciones tomadas por Facciolo y los demás
patriotas, entiéndase el ir y venir con la linotipia
dentro de su peculiar resguardo, además del cuidado de
elegir los colaboradores, posibilitan que estos burlen la
vigilancia y acometan la edición
del tercer número.

Facciolo compone el próximo periódico en
Regla, y decide comprar una imprenta al costo de
quinientos pesos, que le ofrece la viuda del impresor Vicente
Torres.

Mientras la policía y los agentes secretos
continúan con sus pesquisas, en un taller de la calle
Galiano, perteneciente a Eduardo, ve la luz, el 26 de
Julio 1852, el esperado rotativo.

El intrépido tipógrafo sugiere a sus
compañeros la posibilidad de buscar un local adecuado para
establecer la linotipia y desechar el baúl negro. En la
calle Obispo, encuentra y alquila un espacio para instalar el
taller: un pasillo, cuarto y patio de una casona del escritor y
poeta Idelfonso Estrada Zenea.

En constante peligro, los patriotas no abandonan sus
acciones
conspirativas y de difusión del ideal revolucionario.
Más, al ser muy conocidos por las fuerzas represivas y no
poder
permanecer en la ciudad por mucho más tiempo,
Bellido de Luna embarca hacia los Estados Unidos, el 6 de
Agosto.

Ambrosio Fornet en "El Libro en Cuba"
reconoce que antes de partir de la Mayor de las Antillas, el
periodista le aconseja a Facciolo abandonar la idea de asentarse
y le recomienda que prosiga con las constantes permutas que hasta
ese momento le habían dado excelentes resultados. Eduardo
desoye a su amigo. Este constituye el primer gran
error.

Un delator encamina a la policía hacia la casa
donde se imprime el
periódico. La máxima autoridad
colonial ordena a Rafael V. Valladares, celador del barrio de
Dragones, que capture a los individuos que, de forma clandestina,
laboran en la tipografía situada en Obispo 44.

Juan y Antonio Bellido Luna, Andrés Ferrer, Juan
Atanasio Romero, Florentino Torres, Juan Antonio Granados,
Félix María Cassard, Antonio Palmer, Ramón
de Palma, Antonio Rubio, Ladislado Urquijo, Ildefonso Estrada y
Zenea, Francisco Pérez Delgado, Ramón Nonato
Fonseca y Eduardo Facciolo de Alba, son
acusados de autores y cómplices de la impresión de
La Voz del Pueblo.

Falta apresarlos y que la Comisión Militar inicie
proceso para
condenarlos.

En los precisos momentos en que Facciolo y dos de los
valientes propagandistas se reúnen para publicar el cuarto
número, son sorprendidos por los
españoles.

-¿Qué publicación es esta?
-pregunta Valladares, mientras intenta leer en el plomo, la
forma, para comprobar la denuncia.

-Es la misma La Voz de Pueblo, no se moleste usted, esta
es la única prueba que se ha tirado –responde
audazmente Eduardo, y le ofrece el primer ejemplar impreso
aún incorrectamente.

-¿Eres tú el autor del
periódico?

-No, y desconozco a los que trajeron la forma y me
pagaron para su impresión.

Por mucho tiempo no puede ocultar el papel jugado.
Sabiendo que todas las pruebas
apuntan hacia él, y conocedor de que Juan Bellido de Luna
y Andrés Ferrer han logrado escapar hacia el extranjero,
profundiza en su declaración y se declara
culpable.

Una polémica sobre quién resulta la
persona que
revela la arriesgada empresa de
Facciolo, se produce a partir de este instante. Luis
Cortés, vecino del lugar;

Ildefonso Estrada y Zenea, dueño de El
Almendares, periódico que se imprime en el mismo taller; o
el catalán Eudaldo Cabrises, a cargo de la casa donde
estaba ubicada la rotativa, son algunos de los
sospechosos.

Pero la mayor duda sobre el verdadero delator recae en
Emilio Johnson. Este individuo cae
detenido en el momento de la redada, pero horas más tarde
es puesto en libertad.

El segundo desacierto de Facciolo radica en confiar en
este ciudadano, quién se las daba de inglés
por haber nacido en Nassau. Al parecer, Johnson finge simpatizar
con la causa libertadora y se gana la amistad de
Eduardo y sus compañeros.

El Consejo de Guerra,
integrado por Francisco Velasco, Pedro Aguilar, Casimiro de la
Muela Chacón, Baltasar Gómez, Francisco Mahy,
Bernardo Villamil y Felipe Dolsa, acuerda sentenciar a los
principales responsables: Juan Bellido de Luna, Andrés
Ferrer y Eduardo Facciolo y Alba, a la pena de muerte
en garrote vil. Los dos primeros son más afortunados.
Quienes escriben, cooperan con imprimir y repartir
periódico, logran esquivar la
persecución.

Al resto de los implicados le ponen otras sanciones, en
concordancia con los cargos acumulados contra ellos.

En atención a su corta edad, Dolsa,
Gómez y Villamil piden para Facciolo la pena de diez
años de presidio en África, con la condición
de que nunca más regrese a la Isla.

El 24 de septiembre, Cañedo no acepta la
solicitud de clemencia y ratifica el veredicto.

A las siete de la mañana del martes 28: "se
colocó en la máquina de garrotes situada frente a
la Real Cárcel y ejecutado en ella hasta quedar al parecer
sin vida".

Así muere el patriota, héroe y
mártir de la imprenta, el aficionado al estudio y a las
bellas letras…aquel que horas antes de inmolarse escribe a
la autora de sus días: "A mí me inspira el noble
sentimiento de morir por mi patria y mis hermanos".

Facciolo es uno de esos cubanos que ayudan a preparar a
nuestro pueblo para la defensa de sus legítimos derechos, le alientan
fervorosamente en la lucha y exponen los agravios cometidos por
España, así como las justas aspiraciones de los
oprimidos por independizarse, utilizando la prensa en el logro de
sus objetivos, sin
ostentación ni la personal
recompensa a sus trabajos.

 

Por

Ariel Lemes Batista

El autor es periodista, historiador, cientista social y
profesor
universitario cubano.

 

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter