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Severo García Pérez: el gran olvidado




Enviado por lemes



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    Severo García Pérez es, sin dudas, uno de
    los más grandes intelectuales
    villaclareños de todos los tiempos, devenido figura de
    alcance nacional e hispanoamericano.

    Desciende de asturianos radicados en la ciudad cubana de
    Santa Clara a principios del
    siglo XIX, nace el 6 de noviembre de 1899 y muere el 12 de
    septiembre de 1947. A pesar de su corta vida, esta personalidad
    despliega una rica e intensa labor cultural.

    Luego de realizar sus primeros estudios en la cuidad que
    lo vio crecer, Severito, como le llaman, matricula en el
    Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara en el curso
    1912-13. Tras concluir el bachillerato con notables resultados,
    cuatro años después parte hacia la capital del
    país a estudiar Ciencias
    Naturales en la Universidad de La
    Habana.

    Doce meses de clase resultan
    suficientes para saber que esa especialidad no le complace.
    Abandona la misma y matricula en las carreras Filosofía y
    Letras y Leyes. En el
    alma del joven
    son la poesía
    y la palabra escrita las que rebullen y luchan por brotar.
    Mientras recibe instrucción, comparte con relevantes
    pensadores, periodistas y escritores cubanos. Esta experiencia le
    marcaría para siempre.

    Para ganarse el sostén durante su permanencia en
    la casa de altos estudios habanera, comienza a trabajar como
    traductor de cables noticiosos en inglés
    en el
    periódico El Mundo.

    En sus fugaces viajes a su
    villa natal, desempeña una incesante labor por la cultura
    provincial. Entre sus logros a tan temprana edad sobresalen el
    haber sido designado, el 13 de enero de 1918, como miembro de la
    Comisión de Recreo y Adorno de la
    Sociedad
    Unión Club y dirigir, desde el 14 de abril de ese mismo
    año, la revista La
    Semana.

    También inicia ciclos de conferencia sobre
    José Martí,
    Máximo Gómez, Julio Jover, Luz y Caballero,
    Juan Gualberto Gómez y otros patriotas e intelectuales
    villareños y nacionales. Esta actividad lo acompaña
    a lo largo de su existencia, unas veces desde el Ateneo de Villa
    Clara, otras desde su Instituto de Segunda
    Enseñanza.

    El 10 de julio de 1921 se gradúa de abogado.
    Retorna a Santa Clara y meses más tarde parte nuevamente
    hacia La Habana a culminar sus estudios en la licenciatura de
    Filosofía y Letras.

    A su regreso definitivo a la ciudad de Santa Clara
    inaugura un bufete en la calle Maceo e Independencia,
    desde donde alcanza gran renombre por su justeza y dignidad en la
    jurisprudencia.

    Paralelamente, Severo prosigue su incursión en el
    periodismo. El
    31 de diciembre de 1922 es nombrado Presidente de Honor de la
    Asociación de Prensa de Las
    Villas. Su firma aparece muchas veces como reportero y
    columnista; otras como colaborador; a veces, redactor literario y
    hasta director de importantes órganos noticiosos y
    revistas. El Pueblo, La Esquila, La Publicidad, La
    Ristra, La Antorcha, Circulación, Hoy, El Heraldo de Las
    Villas, Luz, Renacimiento, El
    Estudiante, El Eco de Villa Clara,
    entre otros
    periódicos, son testigo de su sagacidad. Las gacetas
    Caribe, Cenit, Villa Clara Ilustrada y Bohemia, conocen al
    incansable articulista. Desarrolla una profunda amistad con
    periodistas de la talla de Don Miguel García
    Garófalo Morales, Antonio J. Vidaurreta Casanovas, Silvio
    Lubián Muro, José Antonio Pascual Suárez,
    Sergio R. Álvarez Mariño, Francisco López
    Leiva, y otros.

    Vanguardista por excelencia, se incorpora al Grupo
    Minorista y se convierte en acérrimo defensor de la
    nacionalidad
    cubana. Importantes publicaciones villaclareñas y
    nacionales de la época recogen sus trabajos
    periodísticos. Un ejemplo de lo anterior constituye el
    artículo "Nacionalismo y
    costumbrismo", escrito por él en 1927 y recopilado en el
    libro
    Orbita de la Revista Avance, con prólogo de
    Martín Casanovas.

    El amado Instituto que lo forja lo recibe como director
    y profesor de
    Historia y
    Geografía.
    Desde allí educa y forma a oleadas de estudiantes que
    nunca le olvidarían por su humildad u generosidad.
    Posteriormente, le nombran inspector técnico de esa
    Cátedra en todos los centros docentes de su
    tipo en la República.

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