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Xenotransplantes de piel de cerdo en pacientes quemados




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Partes: 1, 2

    1. Preservación
      y almacenamiento
    2. La piel
      fresca. Almacenamiento hipotérmico
    3. Criopreservación
      cutánea
    4. Método
    5. Objetivo
    6. Resultados
    7. Bibliografía

    Introducción:

    La utilización de animales para el
    transplante de órganos configura uno de los campos de
    debate con
    mayor trascendencia de los últimos tiempos. No en vano, y
    más allá de las limitaciones científicas y
    técnicas que pudieran plantearse, en esta
    actividad que se apunta ya como de futuro inmediato, confluyen
    elementos a menudo de difícil objetivización como
    son el uso de animales para experimentación, la
    manipulación genética o
    la mezcla de caracteres de especies distintas con fines
    terapéuticos (1).

    Durante el siglo XIX empezaron a cobrar cuerpo los
    transplantes de órganos o de parte de ellos. La
    experimentación había sido impulsada, entre otros,
    por Claude Barnard, Alessandri o Berthold en la primera mitad de
    siglo, retomando trabajos anteriores. El número de
    fracasos superaba con creces al de los éxitos.
    Sorprendentemente, tan solo los injertos de piel
    parecían responder a las expectativas en casos de
    úlceras, heridas o quemaduras. Durante la segunda mitad de
    este siglo, llegarían a utilizarse para este fin injertos
    de piel de perros, gatos y
    cobayas, mucosas de buey y rana e incluso mejilla de conejo.Hoy
    día sorprenden tales éxitos, más si cabe,
    sabiendo que la piel es uno de los tejidos que se
    rechaza más fácilmente. Sin embargo, la calidad y la
    minuciosidad con la que eran tratados los
    pacientes, parece ser que favorecían el proceso de
    cicatrización, especialmente cuando los injertos
    procedían de animales.(2)

    En el caso del xenotransplante la gran dificultad para
    el desarrollo de
    modelos
    experimentales ha sido escoger el más adecuado para este
    fin. Tras descartar el empleo de
    primates superiores por cuestiones éticas,
    ecológicas o incluso morales (significaría el
    sacrificio de un animal protegido por la ley considerado
    primo hermano del ser humano), se optó por los cerdos.Los
    cerdos son animales domesticados desde hace siglos. Su carne ha
    sido tradicionalmente consumida y manipulada y, excepto para los
    creyentes musulmanes y judíos,
    generalmente apreciada por distintas culturas. Raramente se
    observa un animal de este tipo en estado salvaje
    y lo más frecuente es su estabulación para consumo
    humano.Por otra parte, del cerdo son conocidas también
    diversas aplicaciones médicas. Las más reconocidas
    son el uso reciente de válvulas
    cardíacas para su implantación en humanos (hoy
    sustituidas mayoritariamente por válvulas humanas) o de
    insulina porcina para diabéticos insulino-dependientes
    (hoy desplazada por el empleo de insulina humana obtenida por
    métodos
    genéticos). Así mismo, se ha empleado piel de cerdo
    en casos de quemaduras graves.

    Por lo que respecta a sus condiciones sanitarias, las
    posibles enfermedades
    infecciosas que pueden transmitir, son bien conocidas. Sin
    embargo, el seguimiento de estrictas medidas
    higiénico-sanitarias, impide que estas enfermedades
    lleguen a desarrollarse y, por tanto, a transmitirse. En
    cualquier caso, no sería de recibo la existencia de esta
    enfermedad en laboratorios o granjas especialmente pensadas para
    albergar animales que deben tener una finalidad
    terapéutica.Por lo demás, se trata de animales con
    órganos de tamaño similar a los humanos, con un
    nivel de respuesta fisiológica equivalente y que se
    reproducen adecuadamente en cautividad en tiempos cortos y
    camadas grandes. Por todo ello les convierte en el mejor modelo para
    xenotransplante. (3)El rechazo hiperagudo es el más grave
    de cuantos puedan darse y recibe este nombre porque se produce
    poco tiempo
    después del transplante. Por norma general, aparece en las
    primeras horas después del implante y destruye el
    órgano en unos pocos minutos.

    Están definidos varios factores que producen este
    tipo de rechazo. Por una parte, se da porque cualquier organismo
    dispone de unos anticuerpos, los llamados anticuerpos naturales,
    que le protegen de la invasión de células y
    material genético de otras especies. Estos anticuerpos,
    están presentes cuando las especies están alejadas
    filogenéticamente entre si, actuando de un modo similar a
    los anticuerpos que diferencian los grupos
    sanguíneos. Cuando se mezclan sangres de grupos diferentes
    (A y B, por ejemplo) se produce una reacción de rechazo
    que conlleva la destrucción de las células
    sanguíneas "invasoras".Cuando se implanta el órgano
    de un cerdo en una persona, por
    ejemplo, estos anticuerpos -que están presentes en el
    momento del trasplante- se fijan en este órgano y activan
    unas proteínas
    que circulan por la sangre provocando
    la destrucción del órgano. Estas proteínas
    reciben el nombre de complemento. Hoy por hoy es imposible
    eliminar totalmente estos anticuerpos, ya que el organismo los
    produce de forma constante. Lo que se intenta, en consecuencia,
    es inhibir el mecanismo de activación de las
    proteínas del complemento que son las que, al unirse con
    los anticuerpos, desencadenan la destrucción del
    órgano.Superado el rechazo hiperagudo, el objetivo de
    los investigadores se centra en la actualidad en hallar pautas
    inmunosupresoras que permitan evitar, o cuando menos controlar,
    el rechazo agudo. En los modelos de xenotransplante de
    órgano de cerdo transgénico para PRC humano en
    primates no humanos, para evitar que los órganos sean
    rechazados a largo plazo, hay que administrar una
    immunusupresión muy elevada, lo cual provoca la
    aparición de efectos secundarios graves que pueden llevar
    aparejada, incluso, la muerte del
    animal. Ante ello, y como alternativa, puede reducirse la
    inmunosupresión. El resultado es, sin embargo, la
    aparición de rechazo agudo. En estos casos la media de
    supervivencia se sitúa entre los 13 y 14
    días.

    La magnitud de los problemas
    planteados obliga a buscar nuevas estrategias. El
    objetivo es desarrollar nuevas pautas combinando diversos
    tratamientos inmunosupresores y técnicas que permitan
    disminuir la producción de anticuerpos naturales
    (técnicas de inmunoabsorción) para llegar a un
    punto de
    equilibrio en el que sea posible la supervivencia de los
    injertos con unos efectos secundarios
    mínimos.(4).

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