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Los factores subjetivos en la racionalidad cartesiana




Enviado por edgarmo



    La mayoría de los estudios publicados sobre
    Descartes
    enfatizan los factores racionales de su pensamiento,
    se valora su racionalismo,
    su contribución a la evolución de las matemáticas (con la creación de la
    geometría analítica), sus estudios
    físicos (que competían contra los de Galileo), sus
    curiosas opiniones sobre la anatomía humana
    (actualizando las tesis de
    William Harvey), pero sobre todo su actitud, la
    declaración de independencia
    de la razón, la ruptura con el Renacimiento y
    la creación de un moderno filosofar sobre el
    mundo.

    Se puede decir, junto a Joaquín Xirau y Salvio
    Turró, que Descartes ya
    no piensa la realidad en términos "ontológicos"
    sino "epistémicos", o sea, que el eje de la verdad se
    deposita ya no más en el objeto sino en el sujeto. Esto
    representará un cambio axial
    que obligará al pensamiento
    abstracto a ser más exigente con el modelo de
    subjetividad.

    Sin embargo, hemos de ser honestos, no pueden existir
    rupturas absolutas, la tradición siempre prolongará
    sus valores y
    problemas a
    las nuevas generaciones; las características de la filosofía
    cartesiana representan una continuidad que arranca quizá
    desde los griegos, que pasa por la teología medieval,
    sistematizada por la escolástica, y llega hasta la
    Francia del
    siglo XVII. Pero esto no elimina los tonos particulares con que
    Descartes asumía la búsqueda de la
    objetividad.

    El Renacimiento ya
    había otorgado una dignidad casi divina al hombre, pero
    en el terreno epistemológico habría que esperar
    todavía la toma de conciencia que se
    dará en el Discurso del método, parteaguas
    de la historia de la
    filosofía que atestigua la ruptura con la ontología precedente, aquella que,
    grosso modo, veía en la "realidad" el punto de
    referencia de la "verdad", en la que las relaciones entre el
    llamado "ser" y el conocer eran más o menos transparentes.
    Descartes hará patente que las referencias directas al
    objeto del conocimiento
    no implican veracidad ni certeza. Era necesario un método, un
    control
    subjetivo, un fundamento humano.

    El deseo primario

    En el Discurso del método nos percatamos
    de cómo afectaba a su autor la relatividad de las
    creencias, la debilidad de los principios de
    convivencia moral, la
    ceguera de la tradición, el frívolo dogmatismo de
    la religión…, lo cual hacía temblar a
    Descartes cuando aparecía en él la mínima
    duda escéptica. El afán de ordenar los pensamientos
    significaba en él no sólo un interés
    académico, basta leerlo: "Tenía un gran deseo de
    aprender a distinguir lo verdadero de lo falso con la finalidad
    de ver claro en mis acciones y de
    avanzar con seguiridad en esta vida
    "1. Es decir, esta
    actitud
    teleológica de eliminación del caos no puede
    reducirse a un ocioso divertimento intelectual, significaba vida,
    sentido de vida. Dice Ramón
    Xirau: "su duda fue una duda vital y aun angustiosa antes de
    convertirse en duda hipotética
    "2.

    Es por esto que no podemos comulgar con severas
    opiniones como la de Karl Jaspers cuando afirma que "el
    estado de
    mareo filosófico de una duda radical -como lo conocieron,
    por ejemplo, Kierkegaard y Nietszche-, Descartes no lo
    vislumbró nunca
    "3, o como la de Unamuno: "Pienso,
    luego soy, no puede querer decir "pienso, luego soy pensante",
    ese ser del soy, que se deriva del pienso, no es más que
    un conocer, ese ser es conocimiento,
    mas no vida
    "4.

    Contra todo lo pueda que pueda seguir pensándose,
    en Descartes hay un auténtico y profundo deseo, una
    pasión por la verdad, en el sentido filosófico
    más noble. Pasión que en cierta medida atestigua
    ese revelador sueño que tuvo en Ulm, cuando se
    enfrentó a la pregunta: Quod vitae sectabor
    iter?

    ("¿qué camino he de tomar en esta
    vida?")5. A lo que nosotros, a posteriori, podemos
    responder: se trató del camino de la búsqueda de la
    certeza, la supresión del error, para así otorgar
    seguridad a sus
    acciones.

    El método

    El primer precepto del método
    destinado a garantizar la supresión de las causas de la
    desorientación radicaba en "no admitir cosa alguna como
    verdadera si no se la había conocido evidentemente como
    tal… admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se
    presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no
    tuviera motivo alguno para ponerlo en duda
    ", esto es la
    persecusión de aquello único capaz de satisfacer la
    necesidad primaria: "ver claro".

    Cuando se logre conseguir la primera idea genuinamente
    clara y distinta, sobre ella habrá que edificar toda la
    realidad ladrillo por ladrillo, ella será el fundamento.
    Otra metáfora de este proyecto
    fundacionista la encontramos en Descartes, en el prefacio a sus
    Principios de la filosofía dice: "toda la
    filosofía es un árbol cuyas raíces son la
    metafísica, el tronco la física, y las ramas
    que salen de este tronco son las otras ciencias, que
    se reducen a tres principales, a saber, la Medicina, la
    Mecánica y la Moral
    ".

    Para llegar a la moral
    filósófica, que es un producto y no
    un punto de partida, deberá emplearse el primer esfuerzo
    en aclarar ese estrato originario de la ciencia (la
    raíz del árbol): lo subyacente, el subjectum
    (el fundamento genérico del método
    cartesiano).

    En este sustrato habrá que ubicar primero la zona
    menos susceptible a los errores. Descartes valora las ventajas y
    desventajas de cada posible fundamento: las intuiciones, la vida
    afectiva, la voluntad, la religión, las
    creencias heredadas de la tradición y la costumbre,…
    ¿cuál es el ámbito subjetivo menos
    vulnerable al error?.

    La intuición es rechazada porque no nos
    proporciona certeza, y porque está ligada al sentimiento.
    Sin embargo no queda claro en el Discurso del
    método
    exactamente por qué deben ser rechazados
    los productos de
    la vida afectiva, pero se puede pensar en una prolongación
    de las tesis
    expuestas en su Tratado del hombre, en el que dice
    Descartes: "no debemos concebir en esta máquina [el
    cuerpo] alma vegetativa o sensitiva alguna… Todo puede ser
    explicado en virtud de su sangre
    "6,
    lo cual se aplica al mecanismo de los sentimientos: "cuando la
    sangre se
    dirige al corazón es
    más pura y más fina, inflamándose con mayor
    facilidad que de ordinario, dispone al pequeño nervio que
    allí se encuentra del modo requerido para causar el
    sentimiento de alegría; cuando esta sangre posee
    cualidades totalmente contrarias, lo dispone de la forma
    necesaria para causar el sentimiento de tristeza
    "7. De esta
    manera los sentimientos forman parte de las reacciones
    orgánicas que no pueden sustrarse a la lógica
    del mecanismo entero, en donde ninguna acción y
    reacción mecánica pareciera digna de ser llamada
    consciente. Por tanto los sentimientos deben ser rechazados pues
    escapan a nuestra libre determinación, son resistentes a
    cualquier tipo de proyecto.

    En este punto aparece la voluntad como el posible
    fundamento buscado, pues ésta nos retira de la serie de
    causalidades mecanicistas, es libre. Sin embargo la voluntad
    rebasa los límites
    del entendimiento, trangrede las fronteras del juicio y nos
    conduce a la mentira. De ahí que la voluntad cartesiana
    (lejos aún de la futura osadía kantiana de la
    razón práctica) sólo posea un carácter
    postulante pero no conclusivo, será sólo una
    especie de impulso del conocimiento8, pero no la fuente de la
    certeza.

    Por otra parte, Descartes parece admitir que existe la
    "revelación" divina9, pero aún sobre ésta se
    recomienda el ejercicio puramente racional. Dice Descartes en una
    de sus cartas: "El
    conocimiento intuitivo es una iluminación de la mente, por deseo aparece
    la luz de Dios
    doquier que Él le plazca mostrarla con una
    impresión directa de la divina claridad en nuestro
    entendimiento, que al respecto no es considerado como agente sino
    simplemente como receptor de los rayos de la divinidad. Cualquier
    cosa que nosotros podamos conocer de Dios en esta vida, salvo por
    un milagro, es el resultado del razonamiento y la investigación
    discursiva
    …"10.

    En pocas palabras, para Descartes lo único que es
    capaz de sustraerse al mecanicismo y que es digno de nuestra
    confianza es la razón. Para él sólo
    la actividad racional es capaz de garantizar la validez de las
    creencias, sólo la razón puede determinar los
    límites de la voluntad, sólo ella puede absorver lo
    que exista de no mecánico en el sentimiento11.

    De esta manera la vocación de supresión
    del error se confía a la racionalidad: "jamás
    debemos dejarnos persuadir sino por la evidencia de nuestra
    razón
    ". La res cogitans se revela como la
    raíz del árbol de las ciencias y de
    la moral, ella
    garantiza la herencia de
    sentido al mundo, lo ordena, elimina la posibilidad de error y
    esto produce seguridad, que es
    el deseo primario que se intentaba satisfacer.

    Con Descartes asistimos a la esencialización
    moderna del "yo", el sujeto cartesiano no pretende ser más
    que puro pensamiento, y no hay ninguna actividad subjetiva que
    pueda suplantar ese status privilegiado de la res
    cogitans
    . Por ejemplo, cuando Gassendi objetaba a Descartes
    que la inferencia cogito, ergo sum era artificail12, ya
    que el sum podía obtenerse de cualquier
    acción (como el caminar), Descartes respondía que
    la conciencia sobre
    la acción no permite saber que exista un cuerpo que
    ejecuta esa actividad, sino sólo algo que posee esa
    conciencia. La res cogitans permea todas las actividades,
    al respecto se pregunta Descartes13:

    "Sed quid igitur sum? Res cogitans. Quid est hoc?
    Nempe dubitans, intellegens, affirmans, negans, volens, nolens,
    imaginans quoque, & sentiens".

    Aquí se observa fácilmente que Descartes
    no anuló la vida volitiva y sensitiva, pero las
    absorvió en el valor de la
    vida racional. La res cogitans era, por extensión,
    res volens y res sentiens. Pero no debe
    malentenderse esta última, la definición de
    "sentir" en Descartes no implica el sentimiento sino la
    sensación corporal, i.e. se trata de una definición
    que implica meramente lo sensorial y no lo afectivo, como puede
    constatarse en el siguiente pasaje: "me parece ver,
    oír, sentir calor, y eso
    es propiamente lo que en mí se llama
    sentir
    "14.

    Dios y el solipsismo cartesiano

    El proyecto de fundamentación última de la
    subjetividad llevó a Descartes a una reducción del
    ámbito del sujeto, lo que no emanara de la actividad
    racional debía ser desechado, y así nos quedamos
    sólo con el subjectum del método: la
    subjetividad racional. Pero ésta, al menos en la etapa del
    Discurso del método, ha nacido de un proyecto
    individual que no pretendía ser generalizable: "no es
    mi deseo enseñar en este tratado el método que cada
    persona debe
    seguir para dirigir adecuadamente su razón;
    únicamente intento presentar cómo me he esforzado
    en dirigir la mía
    "15.

    Descartes llega a una peligrosa encrucijada
    epistemológica, no ha partido de un sujeto que podemos
    llamar "trascendental", sólo se ha considerado a sí
    mismo en función de
    sus intereses personales. Esto lo enclaustra en un solpsismo que
    sólo una referencia metafísica fuerte podía
    disolver, un "algo" que garantizara la comunidad de
    percepciones.

    En las Meditaciones metafísicas ya existe
    una conciencia más afinada de este problema, el cual
    resuelve en parte abandonando el marcado tono personal del
    Discurso del método. El fin era resolver el alcance
    de las deducciones que emanan del cogito, convertirlo en
    un motor
    independiente de los factores individuales, y extraerlo del
    subjetivismo solipsista. Para esto Descartes se vale de un
    razonamiento causal, si yo no soy causa de mí, pues no
    está en mis atributos, entonces se sigue que no estoy solo
    en el mundo, y también encuentro que existe una idea clara
    y distinta que refiere a una existencia autónoma
    independiente del sujeto: Dios.

    Se ha criticado mucho la serie de "razones" que llevan a
    Descartes a postular a Dios como entidad necesaria para la
    solución del solipsismo, pero fuera de estas
    polémicas lo que queda asentado es que el "yo" se
    relativiza con la aparición de Dios, e incluso que el
    método cartesiano, que apostaba todo a la subjetividad
    racional, entra en peligro de autoaniquilación: "si no
    conocemos que todo lo que existe en nosotros procede de un ser
    perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras
    ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurara
    de que tales ideas tuviesen la perfección de ser
    verdaderas
    "16.

    Dios parece desplazar al sujeto en su papel
    fundante, pues se convierte en teorema que pretende validar el
    axioma. Sin embargo es la única opción que
    vislumbra Descartes para solucionar su atomismo, la única
    garantía de existencia autónoma independiente del
    "yo", único puente racional hacia la "comunidad".

    El proyecto moral

    Pero Dios no era el único nexo de la subjetividad
    con el mundo, sólo era el garante epistémico
    de esta relación. Descartes también se había
    aferrado a su entorno a través de una serie de principios que
    él llamó "moral
    provisional".

    Retrocedamos un poco, cuando escribe Descartes su
    Discurso del método (1637) ya contaba con las
    "ramas" de su "árbol", ya había incursionado en la
    mecánica y la medicina, y no
    habría porqué no suponer que también ya
    contaba con una moral definida. De manera tal que el Discurso
    del método
    puede verse sólo como un ensayo de
    afinación de ciertos principios que no estaban claramente
    definidos, pero que ya estaban establecidos en el aceptado
    valor de la
    tradición.

    Pero cuando Descartes se plantea el problema de volver a
    edificar el edificio de las creencias, por necesidad del
    método, la moral previa debe quedar suspendida y la moral
    definitiva tendrá que esperar su construcción racional. Pero como es
    inconveniente un lapso de vida sin reglas morales, es preferible
    poseer una guía artificial o "falsa" a no poseer
    ningún asidero17.

    Es esta la razón que lleva a Descartes a postular
    una "moral provisional". Establece reglas firmes que le
    ayudarán a guiarse por el mundo de manera satisfactoria
    aún sin el fundamento racional de la moral. Acude a tesis
    que ya estaban expuestas en los estoicos y en Montaigne,
    sólo que les da un carácter "provisional",
    aparentemente no definitivo (se trata de un proyecto que,
    en gran medida, rebasará al propio Descartes y se
    convertirá en el programa de la
    ética
    moderna).

    Opina Descartes que esta moral deberá
    "obedecer las leyes y
    costumbres… conservando la religión
    ", es decir, la
    tradición axiológica que sostiene a las instituciones
    y a la Iglesia
    deberá ser respetada. Pero ¿esto emana de la res
    cogitans
    ? es obvio que no, emana de la res volens.
    Descartes protege los valores de
    su entorno de la anomia de una razón que pretendía
    ser más escéptica que los
    escépticos.

    Sin embargo se puede argüir que Descartes ha
    establecido un cambio
    importante en la concepción fundacionista de la moral,
    siendo el sujeto, y no el entorno, quien determina el valor.
    Pero, como observabamos arriba ¿se puede hablar de un
    papel fundante
    de la subjetividad racional independiente al ámbito
    extra-racional? La discusión está abierta, pero no
    elimina la posibilidad de entender a Descartes aun bajo la sombra
    de la tradición axiológica del cristianismo,
    pues en todo caso existiría un cambio de fundamento pero
    no de moral.

    Por eso piensa Alfred Espinas: "si Descartes accepte
    toute la morale chrétienne, son
    Discours n'est
    qu'un exercice d'école
    "18. Pero recordemos que la duda
    cartesiana tiene los suficientes elementos para no ser reducida a
    un ejercicio meramente académico o justificatorio. Lo que
    sucede es que su proyecto de fundamentación absoluta de la
    moral no se llevó a cabo, incluso se puede decir que
    fracasó (como quizá fracasó todo ulterior
    proyecto ético de la modernidad).

    Tal vez por esto Jaspers llega a decir que Descartes
    "percibe que en la realidad la razón no se sostiene por
    sí misma
    "19. Con todo, existe una moral cartesiana,
    tal vez como profesía del pragmatismo y
    el utilitarismo, pero que cumplió su misión
    subjetiva: retirarse del desorden axiológico y otorgar
    sentido al mundo.

    El mundo recobrado

    Espinas también opinaba que la filosofía
    cartesiana es una "Doctrine au plus haut point
    révolutionnaire et antisociale
    ", pero el peligro que
    presenta la razón cuando busca nuevos fundamentos, como ya
    vimos, en Descartes está anulado por la moral provisional
    que estableció la res volens.

    Tanto en el Discurso del método como en
    las Meditaciones metafísicas, después de una
    ruptura primaria con la "realidad" se asiste a una
    reconciliación con ella a través de un puente
    llamado Dios, ser bondadoso que no permite que los sentidos nos
    engañen infinitamente. Pero no es cierto que sólo
    sea la res cogitans la que garantiza la cosmización
    de la realidad, también participa la voluntad, y
    aún más, el deseo, el ánimo de querer "ver
    claro". La "objetividad" en el mundo cartesiano debe tanto al
    cogito como al sentio, como al volo; el
    horizonte de comunicabilidad de las creencias descansa tanto en
    Dios como en la tradición.

    En suma, la subjetividad en Descartes no puede ser
    reducida a los factores exclusivamente racionales, pues es
    patente que aquella participa, a pesar de su
    esencialización en la razón, de
    importantísimos elementos que la conectan con lo
    extra-racional, con la moral, con la religión, con el
    mundo de los
    valores.

    Pero lo importante en esta lectura no es
    enfatizar la ortodoxia, ni en Descartes ni en el proyecto de la
    modernidad, sino
    observar cómo se tornan ficticias las pretensiones
    reductivistas del racionalismo
    más agresivo, pues la intersubetividad cartesiana, que se
    presuem como horizonte de "objetividad", se alimenta con
    porciones equivalentes de todo aquello que conforma la genuina
    masa pensante: factores racionales y no racionales. Pues si fuera
    de otra forma, no sería posible decir con Gouhier (en sus
    Essais sur Descartes) que "el Discurso del
    método es la obra de un hombre
    contento
    ", satisfecho con la nomización de su
    entorno.

    NOTAS:

    1. Dscartes, R., Discurso del método,
    AT.VI.10.

    2. Xirau, Ramón, Una lectura de
    Descartes: primera parte del "Discurso del
    Método"
    , texto
    leído en el Seminario de
    Historia de la
    Filosofía del Instituto de Investigaciones
    Filosóficas, 14 de octubre de 1983.

    3. Jaspers, Descartes y la filosofía, La
    Pléyade, Bs. As., 1973, p.124.

    4. Unamuno, M., El sentimiento trágico de la
    vida
    . Alianza, Madrid.

    5. Cf. Jacques Maritain, Le sogne de Descartes,
    Buchet/ Chastel, Paris, sin fecha.

    6. Final del Tratado del Hombre.

    7. Tratado del hombre, ss.164.

    8. Cf. Leonardo Polo, Evidencia y realidad en
    Descartes
    , Madird, 1963, p.36.

    9. Cf. Discurso del método,
    AT.VI.8.

    10. Descartes, R., Philosophical Letters,
    (trnas. by Anthony Kenny), Clarendon Press, Oxford, 1970, p.230
    y 231.

    11. Cf. Gibson,A Boyce, The Philosophy of
    Descartes
    , Garland Publishing, Inc., N.Y. & London,
    1987, p.204.

    12. Acerca del problema del significado, status,
    supuestos e implicaciones del Cogito, ergo sum, ver el
    libro de
    Margaret Willson Descartes, Inst. de Inv.
    Filosóficas, UNAM, 1990, cp.II.

    13. "¿Qué soy, entonces? Una cosa que
    piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una
    cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere,
    que imagina también, y que siente
    ", Meditaciones
    metafísicas
    , AT,VII,23. Cf. también
    AT,VII,32.

    14. Meditaciones metafísicas, AT,VI,24.
    Nt. La importante frase "Hoc falsum esse non potest" no
    está traducida en la edición de Vidal Peña
    en Alfaguara (cf.p.27).

    15. Discurso del método,
    AT.VI.4.

    16. Discurso del método,
    AT.VI.39.

    17. Cf. Discurso del método,
    AT.VI.23.

    18. Espinas, Alfred, Descartes et la morale,
    2ª vol., Éditions Bossard, Paris, 1925,
    p.16.

    19. Jaspers, Descartes y la filosofía,
    La Pléyade, Bs.As., 1973, p.114.

    BIBLIOGRAFÍA:

    Las obras que se pueden encontrar sobre Descartes son
    numerosísimas, sólo menciono aquí las obras
    en que se pueden ampliar las tesis expuestas en este ensayo:

    ADAM, Charles & Paul TANNERY [eds.], Ouvres de
    Descartes
    , Paris, Vrin, 1983. Cuyo tomo VI incluye el
    Discurso del método, y el tomo VII las
    Meditaciones metafísicas [es la edición
    principal de las obras de Descartes, citada con las siglas:
    AT].

    DESCARTES, R., Discurso del método,
    Dióptrica, Meteoros y Geometría
    , Alfaguara,
    madrid, 1987.

    ____, Meditaciones metafísicas con
    objeciones y respuestas
    , Alfaguara, Madrid,
    1977.

    ____, Tratado del Hombre, Editora Nacional,
    Madrid, 1980.

    ESPINAS, Alfred, Descartes et la morale, 2
    vols., Éditions Bossard, Paris, 1925.

    FRANKFURT, Harry, Demons, dreamers and madmen,
    Bobbs-Merrill Company, Indianapolis, 1970.

    GIBSON, A. Boyce, The Philosophy of Descartes,
    Garland Publishing, Inc., N.Y. & London, 1987.

    KENNY, Anthony, Descartes. A study of his
    philosophy
    , Random House, N.Y.,1968.

    LEFEBRE, Roger, La bataille du "cogito", PUF,
    Paris, 1960.

    SPAEMANN, Robert, "La morale provisoire de Descartes",
    en Archives de Philosophy, 1972, t.35, c.3,
    pp.353-369.

    TURRÓ, Salvio, Descartes. Del hermetismo a
    la nueva ciencia
    , Anthropos, Barcelona,
    1985.

    WILLIAMS, Bernard, Descartes: el proyecto de la
    investigación pura
    , Instituto de
    Investigaciones
    Filosóficas, UNAM, 1995.

    XIRAU, Joaquín, Descartes y el idealismo
    subjetivista moderno
    , en Descartes, Leibniz,
    Rousseau
    , UNAM, México, 1978.

    XIRAU, Ramón, Método y
    metafísica en la filosofía de Descartes
    ,
    UNAM, México, 1946.

     

     

    Autor:

    Lic. Edgar Morales

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