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La historia frente a la globalización y la posmodernidad (página 2)



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III- El nosotros latinoamericano

El etnocentrismo europeo ha orientado el surgimiento de
una pretendida Historia
Universal, que busca explicar los cambios ocurridos en todo
la historia de la
humanidad bajo parámetros occidentales. Morales (1981)
señala: "Una concepción de la historia con
pretensiones hegemónicas y monopolizantes en el proceso de una
invención de la historia de los hombres a escala
planetaria. En una buena medida el eurocentrismo
es una concepción étnica y también racial.
La historia eurocéntrica blanca, sin presentación."
(p.41)

Desde Herodoto, considerado como el padre de la historia
escrita, parte por reafirmar y revalorizar la cultura Griega
sobre otras, fundamentalmente sobre la egipcia. Pericles hablaba
de la supremacía Ateniense, Libio escribió la
historia de Roma como si se
tratara de toda la humanidad y esta pretensión
etnocéntrica y universalista llegaría a su
máximo con La Enciclopedia (1751-1772).

Desde entonces se ha pretendido establecer una
división entre una historia después de la
civilización Greco Romana (germen de la
civilización occidental) y otra etapa anterior, la
considera como prehistórica, para referirse
fundamentalmente no solo a los pueblos sin escritura sino
a las grandes civilizaciones orientales (fundamentalmente la
egipcia, primera de todas las grandes civilizaciones) es decir a
los países que ocupan las naciones del sur, hoy
países subdesarrollados. Una gran paradoja hoy para el
debate
posmoderno que revaloriza el lenguaje
simbólico – frente al lenguaje
alfabético- mientras que la historiografía
occidental aun dominante lo considera el hito con el que se
separa la historia de la prehistoria

Desde los griegos, Herodoto, Pericles en Atenas, luego
Libio en Roma, conocemos una historiografía con
pretensiones universalistas que tiene a su favor haber roto con
el misticismo, el carácter estrictamente religioso con los
que los hombres se veían así mismos, pero esta
historia es marcadamente sesgada una historia etnocéntrica
que pretende explicar al resto del mundo en función de
los intereses propios, que legitima la supuesta supremacía
de una cultura o
civilización sobre otras. Así lo hicieron los
griegos con respecto a los egipcios, desde allí surge la
figura de los otros, los bárbaros, cuando en realidad se
referían a la primera gran civilización humana.
Pero esta pretensión etnocéntrica no solamente es
europea, basta ver como los aztecas, los
incas se
veían así mismos como centro o el ombligo del
mundo. La diferencia consiste en que el etnocentrismo de
los países hegemónicos occidentales ha servido para
legitimar la violencia, el
genocidio, sobre las otras poblaciones o culturas consideradas
como inferiores y para establecer clara diferencias entre
civilizados y barbarie, pueblos históricos y
prehistóricos, cultura occidental vs. el resto del mundo,
países autodenominados primer mundo vs. tercer mundo,
desarrollados vs. subdesarrollados, ricos vs. pobres, norte vs.
sur.

G. Vattimo (1990), es aún más radical en
su concepción sobre la imposibilidad de la historia
universal: "No existe una historia única, existen imágenes
del pasado propuestas desde diversos puntos de vista, y es
ilusorio pensar que exista un punto de vista supremo,
comprensivo, capaz de unificar todos los demás (como
sería la historia que engloba la historia del
arte, de la literatura, de las guerras, de la
sensualidad, etc.) "(p.11).

Habermas (1986) difiere de ésta negación
de la historia como colectivo, aunque si comparte la crítica
al historicismo ilustrado: "El colectivo singular "historia" no
se elimina sustituyéndolo por plurales. Existen indicadores
que la unidad universal de la historia en este globo (y en
torno a
él) es hoy una realidad o mejor, se ha convertido en una
realidad "(p.448)

Para Habermas estos indicadores de unidad son el
lenguaje, el trabajo, la
interacción y los sistemas de
interpretación. Ya Toymbee anteriormente se
había pronunciado por la identidad de
los seres humanos por el simple hecho de serlo, para ello cita al
antropólogo Murphy: "La semejanza de las ideas y
practicas son principalmente debido a la similitud de la estructura del
cerebro humano…
la mente tiene ciertas características, poderes y métodos de
acción
universal…" (p.75)

La historia latinoamericana (cuando aún
éste término no existía) como unidad,
comienza a escribirse desde el diario del Almirante Colón,
no es una historia académica, pero al fin pretende
explicar desde afuera qué somos, de dónde venimos,
y hacia dónde vamos: éramos bárbaros, sin
religión
monoteísta, sin dominio de la
tecnología
(hierro,
pólvora). Fundamentalmente ubicados en el
paleolítico, por no haber trabajado con los metales pero
paradójicamente capaces de crear las obras
arquitectónicas que aún causan envidia en Europa y
Norteamérica. Esta visión marcadamente
occidentalizada demarca los antecedentes de nuestra primera
historiografía, cargada de etnocentrismo, de mitología, de prepotencia cultural y
religiosa y de una ambición desmedida.

América tierra nueva,
ingenua, necesita de un gran impulso salvador (más no
modernizante) representado por la madre Europa, acabar con las
culturas existentes y reconstruir sobre bases europeas (pero en
condiciones de dependencia con ésta) es el único
sentido de su historia: negación y progreso.

Esta visión histórica va a ser dominante
en Europa y en nuestra clase criolla
hasta finales del siglo XVIII, con el advenimiento de los
estudios científicos. Desde entonces comienza a
reescribirse una historia en Europa que es portadora del discurso
cientificista que profundiza la perspectiva eurocéntrica
con pretensiones enciclopedista y universalista. Fue Hegel quien por
primera vez se refirió a América
como un continente prehistórico por su imposibilidad de
haber constituido un Estado,
desconociendo la existencia de nuestras ciudades- estados
precolombinos, y aún más el desarrollo de
grandes imperios y civilizaciones (Maya, Azteca, Inca)

No hay historia, entramos a la historia con Europa,
según esta visión predominante en la Europa de
Hegel, Kant y Marx,
América no es una sociedad
histórica es sólo una geografía. Esta
historiografía no reconoce las diferencias sino las
supuestas inferioridades y esta inferioridad ya no es explicada a
partir de parámetros religiosos sino científicos,
según lo cual nuestra natural De esta visión
eurocentrista se harían eco muchos de nuestros grandes
intelectuales
en el siglo XIX, que sin estudiar a profundidad nuestra historia
aborigen, en defensa de un proyecto
iluminista y de modernización al estilo europeo,
reproducirían este eurocentrismo. Así lo hicieron
la mayoría de nuestros intelectuales. Solo por citar uno
de tantos, veamos lo que señalo Sarmiento (citado por
Pinillos (1993): "De la fusión de
estas tres familias (españoles, indios y negros) ha
resultado un todo homogéneo que se distingue por su
amor a la
ociosidad e incapacidad industrial… Mucho debe haber
contribuido a producir este resultado desgraciado, la
incorporación de indígenas que hizo la
colonización… "(p.55)

La Historia de América
Latina y del resto de los países hoy llamados
subdesarrollados y geográficamente ubicados
mayoritariamente al sur del globo terráqueo, ha sido
fundamentalmente escrita, tanto por propio como extraños,
a partir de parámetros ajenos, impuestos.
Nuestra historia ha sido una reproducción de la cosmovisión del
mundo a partir de una cultura dominante: la europea-
occidental.

Así ha sido escrita nuestra historiografía
tradicional y esta perspectiva ha sido reproducida en los
relativamente recientes estados nacionales, desde las corrientes
positivistas pasando por el positivismo y
el propio marxismo, se
ha escrito la historia de las elites, de los héroes, de
las grandes contiendas, de las cronologías que resalta los
hechos políticos-militaristas.

Una historia centralista que contribuyó a la
legitimación de gobiernos y de caudillos
militares. Una historia que copió conceptos, teorías, de los países
hegemónicos, pero junto a estos también
contribuyó a trasladar y legitimas la dependencia
económica, política y cultural.
Una historia y unas ciencias
sociales que ayer y hoy sin filtros, sin cuestionamiento, sin
contextualización han contribuido a que seamos penetrados
y demos como legítimos conceptos y procesos como
los de trabajo,
capital,
democracia,
ciudadanos, libertad, como
si estos fueran universalmente validos y no requirieran ser
contextualizados o simplemente rechazados si no responden a
nuestra idiosincrasia. Una historia que nos ha periodizado
siguiendo las mismas etapas de la historia europea:
paleolítico, neolítico, edad antigua, edad media,
edad moderna,
posmodernidad,
cuando en realidad ninguna de estas etapas las hemo vivido en
nuestro propio desarrollo, pasamos de una vida comunal conjugando
luego lo peor del esclavismo, la
edad media, el feudalismo,
capitalismo,
la modernidad y hoy
nos hablan y nos piden que seamos posmodernos, cuando muchos de
nuestro países no tienen claros que es o que fue la
modernidad.

Muchas de las perspectivas historiográficas que
intentan ser distintas caen en los mismos errores, al pretender
no sólo enjuiciar sino al circunscribir la
historiografía en una leyenda blanca, donde
colonización fue igual a universidades, a progreso, a
cultura y para otros una leyenda negra: esclavitud,
usurpación, intolerancia, etc. Lo cierto es que ambas
reflejan esa dicotomía de amor y odio con la que hemos
escrito nuestra historiografía.

Esta percepción
historiográfica nos lleva a percibir el siglo XIX, Era
Republicana, como si la realidad fuera producto
sólo de la gesta independentista. Se produce una
negación de la etapa colonial y en contrapartida una
exaltación a los héroes de la independencia,
se personaliza la historia perdiendo su carácter
colectivo. Esta historia romántica iniciada a mediados del
siglo XIX tenía como intención unificar las nuevas
repúblicas, darle sentido colectivo.

Esta historiografía está vinculada
estrechamente al surgimiento de nuestros Estados nacionales, esta
guiada más por el sentimentalismo y el simbolismo que por
la investigación académica (rigurosidad
en las fuentes,
imparcialidad histórica, etc.) en ella queda desdibujada
la mayoría de la población, se convierten en pueblo uniforme
(o masa) que sólo sirve para dar legitimidad a los
caudillos como "dignos herederos" de los "padres de la patria".
Según el historiador Germán Carrera Damas (1998),
esta es una historia de la "mentalidad criolla": "Esos criterios
sirvieron sobre todo para fundamentar y preservar la
independencia nacional, para apoyar la aspiración de
libertad, pero no han sido igualmente eficaces para promover la
democracia, procurar el bienestar de las sociedades".
(p.9).

Pero ambas corrientes históricas (Positivista y
Marxista) coinciden en la percepción de la historia como
evolución a etapas superiores, ambas
subestiman nuestro pasado indígena y negroide, ambas
subestiman el papel de la mayoría de la población.
Esta perspectiva historiográfica que establece una brecha
entre culturas prehispanicas y cultura hispánica entre una
prehistoria
(que no es historia sino geografía) y la historia, produjo
el surgimiento de la Antropología, como ciencia de los
hombres primitivos, como si éstos no formaran parte de la
historia, por el simple hecho de no contar con un sistema de
escritura como la entendemos hoy, una tecnología o un
Estado en el sentido occidental.

A favor de esta Antropología debemos decir, que
ésta ha permitido rescatar lo negado por la historia
dominante (universal o nacional) y hoy ha permitido rescatar en
categorías tan eclécticas como las de: pueblo,
cultura popular, campesino,
clase humilde o baja, marginados, mayorías, etc. lo que en
ella se esconde, la herencia de un
pasado aborigen, de una cultura que aunque subordina a la de las
elites blancas aún perdura. Pero en contra de esta
Antropología, o mejor aún de su utilización,
podemos decir que ha profundizado una brecha entre la Historia
(abierta por esta) y la Antropología, como sí ambas
no pretendieran comprender el transcurrir del hombre en el
tiempo, hombre
en plural: blanco, indio, negro; y el tiempo desde sus
orígenes hasta el presente.

Conceptos como el papel del caudillo o de la vanguardia,
simbolizan la supremacía de una elite sobre un colectivo
incapaz de decidir su propio destino. Villega, A. (1993)
señala: "El ejercicio de la soberanía popular, el de que el pueblo se
gobierne a sí mismo, ha sido obstaculizado en
América, no sólo por las dificultades
prácticas que implica ésta soberanía, sino
por que los políticos, los que podríamos llamar
políticos profesionales, se han visto siempre
poseídos por una desconfianza hacia las capacidades
populares para el ejercicio soberano. "(p.30)

Esa desconfianza ha sido por igual entre los ilustrados
independentistas y los socialistas del siglo XIX, tanto Bolívar en
Venezuela,
como Fray Servando Teresa de Mier en México, se
refieren a la imposibilidad de la democracia por no contar con un
pueblo maduro, por no ser aún ciudadanos, los pensadores
de finales de siglo hablan del "gendarme necesario", una especie
de civilizador nacional y los marxistas se refieren a la
vanguardia: Villegas, A. (1993), señala: "Hay
también una elite revolucionaria que no oculta su
desconfianza hacia el pueblo.

Esta desconfianza se manifiesta en la teoría
de la "vanguardia" revolucionaria y del foquismo, es la
teoría que afirma que las clases trabajadoras por sus
propias fuerzas no llegan más que a la antesala de la
revolución, cuando
llegan…"(p.37)

Entre blancos y mestizos, héroes y
víctimas, líderes y pueblos, vanguardia y clase
trabajadora, entre el amor y el
odio, o entre el mestizaje (especie de mezcla que
químicamente, sin parcialidad, ha unido nuestro pueblo) o
el etnicismo (racista), entre lo local, lo nacional y lo
regional, entre diversidad y homogeneidad se ha escrito nuestra
historia. Su desconstrucción es imperante pero no es tarea
fácil.

IV.- Naturaleza,
Objeto y Divulgación de la Historia: Los Estados
Nacionales y la
Educación.

LA HISTORIA así como la sociología, la economía, y el resto
de las ciencias
sociales, surgen en el contexto de la formación de los
estados nacionales, en el desarrollo del capitalismo, de las
nuevas clases sociales. Todos esos elementos que conformaron la
realidad moderna hoy deben ser revisados, algunos han perdido
vigencia, otros están trastocados, por lo tanto las
categorías de análisis no pueden ser las mismas. Hoy
frente a la
globalización las barreras económicas han
tendido a desaparecer, los organismos internacionales se
inmiscuyen en decisiones que antes solo le correspondían a
los estados nacionales, los avances en la tecnología
de la comunicación "desangran y avasallan" las ya
debilitadas fronteras de los nacionalismos e identidades
culturales y aunado a esto, la propia deslegitimación de
lo político, el desarrollo de organizaciones
paralelas a las funciones del
estado están debilitando no solo aspectos relacionados a
las ciencias de la historia sino a su propia naturaleza y
razón de ser .Según Leschner (1996):

El proceso de globalización se caracteriza precisamente
por desbordar el ámbito del Estado Nacional. Actualmente
las instancias internacionales (Banco Mundial,
FMI, etc.)
restringen la autonomía estatal de modo tal que numerosos
instrumentos (política monetarias, gasto fiscal) que
antes estaban a disposición del Estado, ahora se han
trasformado en condiciones o parámetros externos que fijan
el marco de la acción estatal."(p.121).

LA HISTORIA como ciencia moderna surge para legitimar
los nacientes estados nacionales, esa fue su razón de ser,
hoy esa razón se debilita. La historia de los estados
nacionales surge para enfrentar la historia tradicional de
carácter etnocéntrica y universalista,
pretendió defender las particularidades, despertar los
sentimientos de pertenencia, servir de vínculo unificador,
construir colectivos que den sentido y orientación hacia
el futuro. Hoy se nos "invita" al surgimiento de una nueva
historia universal que teniendo como base el proceso globalizador
se nos presenta como más simétrica e igualitaria.
Las culturas, las identidades, son percibidas ahora bajo esta
nueva lectura
universalista como barreras, como promovedoras de movimientos
xenófobos, que nos alejan de los beneficios
económicos y culturales que la humanidad como un todo ha
producido.

Los estados nacionales, máxima
representación de la división espacial en la
modernidad, institucionalizaron el estudio, la
investigación, la divulgación de la historia a
través del academicismo, de la escolaridad (Charles-Oliver
Carboner). Las instituciones
educativas surgen igualmente en la modernidad como mecanismo de
socialización, en sustitución de la
debilitada y dividida institución familiar, para crear las
bases de un pensamiento
colectivo que legitimara el estado
nación.
Hoy frente al surgimiento de un pensamiento universalista
propiciado por la globalización, la revolución
informática y ante el debilitamiento ya
señalado de los estados nacionales, que ha sido la
razón de ser y el sostén material e
ideológico de las instituciones educativas, estas
también se ven tocadas por la crisis de la
modernidad. Tal como lo plantea Ugas, 1997: "Sí la
emergencia de lo pedagógico es en sentido de lo educante,
para formar –epocalmente- un sujeto educado, la escuela no da
muestra de
ello. En lo escolar no hay un colectivo con voluntad de saber,
sino una masa sumergida en la cultura icono-oral, direccionada
por la voluntad de no saber. (p.12)

V.-
Categorías: Sociedad, Tiempo y Espacio.

Pero no es solo que hoy estemos hablando de una sociedad
distinta, llámese poscapitalista o sociedad del conocimiento,
que pregonemos el fin del trabajo , que la realidad
virtual este dando pie a una realidad distinta a la que
conocíamos, que la política, la democracia,
estén hoy deslegitimadas, que ya para muchos no tenga
sentido hablar de imperialismo,
nacionalismos, clases
sociales, sino que categorías fundamentales como
la ciencia,
el hombre como
colectivo, el tiempo y el espacio, inherentes a la Ciencia de la
Historia hoy se discute sobre su vigencia.

Como señalamos anteriormente, la rigidez del
conocimiento y la investigación científica
están siendo revisadas. Igualmente, el meta discurso
creado por los científicos pretendiendo sintetizar el
pensamiento y el deseo de toda la humanidad ha sido
también acusado de ambicioso y arrogante. El despertar del
individualismo, del ego humano, hoy se contrapone al colectivismo
socializante que no sólo representó el marxismo
sino el resto de las corrientes que se han disputado el
pensamiento social.

Así mismo, categorías definitorias para la
historia como lo son el tiempo y el espacio han sido, desde la
teoría de la relatividad de Einstein, revisadas. La
rapidez de los cambios pone en cuestionamiento el parcelamiento
del tiempo en un pasado histórico estático, un
presente manipulable y un futuro distante pero predecible.
Igualmente los avances tecnocientíficos han desdibujado
las distancias espaciales, ya nada parece estar lejos. Hay
quienes se han atrevido a pronunciarse por el fin del tiempo y el
espacio. Para Febres (s/a):

"La física ha
profundizado el
conocimiento de la materia y del
universo hasta
el extremo de hacernos dudar que tales cosas existan. La
teoría de la relatividad nos sorprendió al vulnerar
viejas ideas acerca del espacio y del tiempo y aceptar la
existencia de espacios con cuatro o más dimensiones"
(p.208-209).

En este mismo orden, Rigoberto Lanz (1997),
máximo exponente en Venezuela del debate posmoderno, nos
ofrece una definición del tiempo posmoderno: "El tiempo
posmoderno es más bien contingente, discontinuo,
fragmentario, tiempo transversal que viaja sin un orden
lógico" (p.36)

VI.- Dimensiones de la Historia: Universal,
Nacional, Local.

Como queda evidenciado, la Ciencia de la Historia puede
ser cuestionada por los mismos males que sufren las otras
ciencias: El sentido mesiánico (progreso), la
subestimación de la subjetividad individual, la aparente
rigurosidad metodológica de la investigación que
privilegia solo unas fuentes y denigra de otras (documento
escrito v/s fuente oral), el debilitamiento de sus
categorías (proceso, tiempo, espacio), el desdibujamiento
de sus objetos de estudio (nación,
cultura, entre otros,) la debilidad de los mecanismos de
divulgación (la escuela, los textos, etc.) le están
quitando legitimidad. La historia nacional, enfrentada a una
historia universalista pero marcadamente etnocéntrica, al
final cayó en los mismos errores, de despreciar las
diversidades culturales dentro de las respectivas naciones, de
crear barreras para relacionarse con el resto de la humanidad, de
convertirse en legitimadora mas que de los estados nacionales de
los gobiernos o corrientes políticas
en el poder y por
ende contribuir con el adoctrinamiento cultura. Para Moreno
(1994):

La mayor parte de los Estados denominados "nacionales"
no lo son . Los Estados español,
francés, y muchos otros que se presentan como tales, son
realmente estados plurinacionales. Y al igual que muchos estados
comprenden varias naciones –integradas estas por su
voluntad o , lo que es mucho más general, contra ella o
sin contar con ella- así una nación puede estar
repartida territorialmente entre dos o más
estados.(p.99)

Para enfrentar esta historia de carácter
oficialista ha surgido en los últimos años una
historia regional y/o local, que se presenta como mas cercana a
los individuos que conforman una cultura, una historia en
común mas limitada en el tiempo y el espacio, menos
colectivista, menos ambiciosa, por ende mas especifica y concreta
cuya divulgación es menos dependiente de las instituciones
educativas oficiales. Una historia que revaloriza las
subjetividades, las fuentes orales. Frente a los errores que ya
hemos señalado de una historia nacional centralista,
politizada, ha surgido desde la Escuela de los Annales en Europa,
en los años 30, pero muy reciente en a América
latina, una historia que reivindica lo local y lo regional en
función de rescatar los particularismos culturales, el
papel de hombres y procesos muchas veces marginados
espontánea e intencionalmente por la historia nacional.
Esta historia tiene a su favor el de desarrollar el sentido de
pertenencia y compromiso con la localidad en la que se vive, una
historia mas cercana, mas vivencial mas cotidiana, que despierta
mas interés a
los pobladores. Una historia más cónsona con los
desarrollos nacionales y locales y con el proceso
político-administrativo descentralizador (Medina, R.
1992).

Hoy que tanto se habla de la necesidad de los
desarrollos endógenos que rescaten nuestras
potencialidades, la herencia de nuestro pasado, un desarrollo no
solamente económico sino también en el orden
social, cultural y político que permita la
organización desde las bases, este desarrollo es
imposible sin la educación y
formación de la historia y las culturas locales y
regionales, son ellas las que le dan el piso a los posibles
acuerdos y organizaciones políticas y futuros desarrollos
económicos. Pero esta historia local o micro historia
tiene que estar alejada de los errores de lo meramente
descriptivo, del parroquianismo que reproduce el romanticismo
nacional; que recrean héroes, grandes personalidades y
hechos, pero que se olvidan del poblador común, del
campesino, el obrero, los negros, la mujer, es
decir las llamadas minorías que en realidad son las
grandes mayorías.

Una historia local que reproduce lo peor de la historia
nacional y peor aun una historia local desarticulada de lo
nacional, como si pudiera ser explicada por si misma sin tomar en
cuenta lo que pasa mas allá de sus fronteras
territoriales, una historia que alimenta caudillismos
políticos, divisiones y enfrentamientos territoriales que
debilita el Estado Nación pero que a su vez para nada
enfrenta al poder económico y político que si
tienen carácter nacional y mundial. Una historia local
indiferente a lo que pasa en el país y en el mundo, una
historia local sin filosofía y sin teoría, en fin
una historia local que no puede ser considerada desde las
perspectivas de la ciencia y el conocimiento
histórico.

Tal como lo plantea Villegas, S. (1996): "El estudio de
la historia regional y local representa actualmente la vía
principal para desmontar los mecanismos y mitos de una
historia centralista y la reconstrucción de la verdadera
historia nacional. Pero el análisis histórico
regional o local que pierde de vista la interrelación
entre lo local, lo regional, lo nacional, lo internacional y
universal, corre el riesgo de caer en
el parroquianismo historiográfico (…)".
(p.187).

Debemos advertir, que a igual que muchos cambios que se
vienen produciendo en la realidad y en el pensamiento, persiguen
fundamentalmente debilitar los estados nacionales, negar lo
público a favor de lo privado (el mercado). Para
Lechner (1992): "El discurso del mercado esta cargado de un
anti-estatismo ideológico, digo ideológico porque
no inhibe exigir el socorro del Estado cuando el ciclo
económico resulta desfavorable." (p.88).

La historia local, sin un claro sentido de lo nacional,
sino encerrada en sí misma puede, a igual que otros
movimientos como el desarrollo del pensamiento individualista, la
magnificación de la sociedad civil,
producir más males que bienes. No es
casual que muchas de las reformas que bajo el amparo de la
descentralización, despolitización,
desarrollo de la sociedad civil, vienen siendo auspiciados
ideológica y financieramente por organismos
internacionales, cuyo propósito fundamental es el
aniquilamiento de los estados nacionales en favor del proceso de
globalización. Según Keinert y Castro (1996): "Los
gobiernos locales están siendo llamados a responder a un
ambiente
competitivo y en constante cambio, en la
forma de políticas especificas de desarrollo local.
Anteriormente, esta atribución era casi exclusiva del
estado nacional, y los gobiernos locales aparecían como
meros coadyuvantes o actores de una política
económica concebida centralmente". (p.102)

VII.-
Trasdisciplinariedad y Politización de las Ciencias:
¿Una nueva Historia Universal?

Estamos conscientes de las deformaciones que los
nacionalismos y los estados nación han producido: Por un
lado; los obstáculos que debilitan la
comunicación con el mundo económico y cultural,
ha incentivado los más terribles enfrentamientos militares
y movimientos de dominación imperial sobre otras naciones.
Y así mismo en lo interno, estos movimientos no tienen una
conformación neutra han surgido amparando el predominio y
la desigualdad
social previamente existente, han surgido para privilegiar un
sector, han legitimado y dado consenso a una cultura que se
presenta como nacional y única en desmedro de la
diversidad. Es por ello que algunos pensadores como la
norteamericana Martha Nussbaum (1999), defienden el
cosmopolitismo frente al patriotismo: "…nuestra máxima
lealtad no debe ser otorgada a ninguna mera forma de gobierno ni a
ningún poder temporal, sino a la comunidad
moral
constituida por la comunidad de todos los seres humanos".
(p.18).

Pero reconociendo estas desviaciones, los estados
nacionales, sobre todo en los países del tercer mundo, se
han convertido en la única plataforma política,
jurídica, y militar para frenar los movimientos imperiales
sin los cuales seriamos totalmente desdibujados económica
y culturalmente. A pesar de la parcializacion de los organismos
internacionales hacia los intereses de las grandes potencias, no
es menos cierto que en estos los últimos años del
siglo XX y primeros del siglo XXI las agresiones internacionales
sobre los países pobres se han visto disminuidas, aunque
nunca imposibilitas. Igualmente al interior de los estados
nacionales, la tendencia a ser administradas por democracias
representativas ha permitido, a pesar de su naturaleza, la
subsistencia tanto de sectores económicos pequeños
y artesanales, la participación política de las
minorías, y el reconocimiento de la diversidad cultural.
Estos aunque subestimados y disminuidos aun existen.

Amy Gutmanm (1999), se hace la siguiente interrogante:
"¿Por qué no otorgar a todos los individuos la
capacidad y el reconocimiento de ser ciudadanos de todo el mundo?
Ciertamente, sólo podemos ser ciudadano del mundo si
existe una política mundial. Y por lo que sabemos ahora,
la única política mundial que puede existir es una
política tiránica."(p.85).

Al respecto Nathan Glazer (1999)
señala:

Daniel Bell, escribió una vez que nuestros
estados nacionales son demasiados pequeños para unas
funciones y demasiado grande para otras. En una época de
poderosas corporaciones multinacionales, de ambiciosas
instituciones multinacionales y de creciente exigencia de
reconocimiento de entidades especificas al que llamamos
"multiculturalismo", este parece ciertamente cierto ser el caso.
Pero el proceso de cambio debe contar con la mediación
de las únicas instituciones que poseen legitimidad y
poder: Los Estados nacionales
(p.181). (Subrayado
agregado).

Muchas son las criticas que se le han hecho a los
nacionalismos al concepto de
identidad
nacional, pero con todos sus defectos pareciera ser frente al
avasallante y violento proceso de globalización o
universalización- no solo de las economías sino del
pensamiento- la única alternativa de no ser desdibujados.
En este sentido el nacionalismo,
sustentado bajo los argumentos de las ciencias sociales y
fundamentalmente de la HISTORIA parece convertiste en un mal
necesario que obliga a traspasar del nivel de lo sentimental o
subjetivo al plano político y
estratégico.

A nuestro modo de ver, se trata fundamentalmente de
incentivar una historia nacional- regional no oficialista, no
doctrinaria, que reconozca las particularidades locales pero que
no se desligue del conocimiento de la historia mundial,
fundamentalmente con las de las regiones del tercer mundo que ha
sido a su vez también desvalorizada por el proceso
globalizador pero que es la única plataforma sobre la cual
podemos tener contrapeso económico, político y
cultural en mayor grado de equilibrio con
los países industrializados. No se trata de alimentar
nuevos y más amplios movimientos xenófobos:
² Tercer mundismo v/s Primer
mundismo", el planteamiento debe llevarnos a la búsqueda
de nuevos horizontes de identidades universales, donde prive la
tolerancia y
el respeto a la
diversidad. Tal como lo sugiere Habermas (1989):

Pero ¿qué significa universalismo?, que se
relativiza la propia forma de existencia atendiendo las
pretensiones legitimas de las demás formas de vida, que se
reconocen iguales derechos a los otros
extraños, con todas sus idiosincrasias y todo lo que en
ello nos resulte difícil de entender, que no se empecina
en la universalización de la propia identidad, que uno no
excluye y condena todo cuanto se derive de ella, que los
ámbitos de tolerancia tienen que hacerse infinitamente
mayores de lo que son hoy: Todo esto es lo que quiere decir
universalismo moral"(p.117)

Este replanteamiento del universalismo moral nos obliga
a redefinir los elementos de la identidad, para lo cual ya no es
suficiente una lengua, una
religión y una historia común, sino, sin negar
éstos, debe llevar a un proyecto político, "una
integración de voluntades". Joan Lerma y
Blaso (2000), advierte: ² Definir
la nación a través de sus elementos objetivos
resulta una tarea harta difícil porque, esto, en
último termino, se forma en la libre y conciente
adhesión de los individuos al grupo
nacional: Es en el fondo un asunto de conciencia, de
sentimiento y de voluntad."(p.99). En ese mismo orden de ideas
José Colomes (2000) agrega:

En cambio la condición de ciudadanía igual supone la existencia de
libertades para la expresión de la diversidad y limita el
alcance unificador de lo político sobre lo cultural. La
unión política se sostiene en un convencional y
consensuado reconocimiento de la legitimidad del marco legal e
institucional en que se desarrollan las convivencias y el
conflicto y es
compatible con una amplia pluralidad natural, cultural de los
ciudadanos.(p.16)

Las falsedades y contradicciones del proceso
globalizador han sido claramente demostradas, sin embargo; hoy
mas que nunca frente a la crisis del socialismo, el
avasallante crecimiento de las tecnologías, se esta
pretendiendo conformar el mas poderoso proyecto universalista –
pero desde las perspectivas e intereses de las grandes potencias-
en toda la historia de la humanidad y cuyo bases,
fundamentalmente los cambios tecno-cientificos, tan severamente
cuestionados.

Frente este avasallante proceso globalizador que no es
sólo económico, sino también político
y cultural, frente a la crisis de los viejos paradigmas y
corrientes del pensamiento, es necesario desde las ciencias
sociales generar respuestas que tengan las mismas dimensiones,
tal como lo plantea Víctor Córdova
(1998)

El contexto histórico de hoy nos muestra un mundo
complejo, paradójico y lleno de perplejidad ante el
derrumbe de viejas macroconcepciones, de propuestas sociales
alternativas al capitalismo y una redefinición geopolítica del mundo, conduce a repensar
la política, a resituarnos éticamente ante un mundo
pleno de desigualdades sociales y sobre todo hacer un notable
esfuerzo por producir una nueva manera de pensar y pensarnos
históricamente. (p.37)

Ya no es posible seguir pensando aisladamente desde los
"ghettos disciplinarios", la complejidad de los cambios, la
ruptura de los viejos pensamientos hace imposible el abordaje de
la realidad desde las también tradicionales parcelas del
pensamiento.

El tratamiento de la globalización, de la
revolución tecnológica, de la contradicciones entre
universalismo y diversidad cultural, entre liberalismo
económico y liberalismo político, entre muchos
otros temas que inundan y sobre pasan a diario la capacidad de
comprensión de las diversas disciplinas en las ciencias
sociales, exigen un esfuerzo ya ni siquiera interdisciplinario
sino la construcción de un nuevo marco
epistemológico transdisciplinario.

Si algo debemos agradecer al debate posmoderno, de
acuerdo o no con el, es haber sacudido el piso
epistemológico, obligarnos a mirar más allá
del objeto de estudio en que nos formamos, a replantearnos
realidades, categorías, conceptos, corrientes del
pensamiento que hasta hace poco parecían inamovibles.
Así lo plantea Martínez Miguélez (1997):
"Quizás lo más valioso que haya aportado la
posmodernidad sean dos contribuciones: Por un lado, su
sensibilidad cuestionadora y critica ante las grandes y
más significativas propuestas no realizadas de la
modernidad (…) y por el otro el concepto de" verdad
pluralista", en el sentido de que la realidad es inconmensurable"
(p.224)

Evidentemente el discurso del fin de la historia como el
fin que se le ha declarado a todas las ciencias, a todo tipo de
conocimiento, a la realidad, a la racionalidad tradicional, puede
estarse convirtiendo en el discurso legitimador de un modelo
societal en crisis. Pretender que todo ha cambiado que nada de lo
que antes existía y se pensaba no tiene ninguna vigencia
es igualmente fantasioso y manipulador. Ciertamente, todo esta
trastocado, realidades y pensamientos, modos de actuar y
comprender, pero lo fundamental de la injusta realidad mundial
sigue existiendo: Las desigualdades, el poder hegemónico
de unas sociedades sobre otras, la racionalidad capitalista
permanece.

La negación de las utopías. Desechar
categorías y conceptos de análisis mientras
aún no tengamos sustitutos, pretender ignorar una realidad
por el sano deseo de superarla no es sólo anti
ético sino que además no nos conduce a
nada.

Frente a la critica del método
hipotético deductivo, al predominio de la racionalidad, la
generalidad y ambigüedad de las leyes y
teorías universales, ante la marginación de la vida
cotidiana, hoy hay una revalorización de lo particular, lo
individual, de lo micro social frente a lo macro social y "los
megarelatos". Reconociendo la validez de esta posición es
necesario advertir sobre los riesgos de
negar la historia de la ciencia, subestimar la teoría,
sobrevalorizar al objeto de estudio y pretender que cada caso en
particular responde a una verdad única, es decir; hay
tantas verdades como casos particulares, donde cada
investigación se legitima así misma, no hay
constrastación ni debate científico, porque cada
realidad particular investigada es verdad y se auto valida , esto
niega la esencia misma de la razón humana, del desarrollo
del hombre .

Al final varios investigadores pudieran estar
investigando un mismo tema pero con dificultad para establecer
las comparaciones que permitan construir teorías. La
teoría no puede responder solo a casos particulares, tiene
una naturaleza (respetando el contexto) general y social.
Así mismo la mayoría de las investigaciones
autodenominadas como cualitativas no logran traspasar lo
meramente descriptivo, enunciar elementos, cuantificar hechos y
conductas con muy poca teoría y capacidad de
generalización, es decir, en el fondo reproducen la
perspectiva cuantitativa. Muchas de las interpretaciones que se
hacen de la realidad, ante una efervescencia de lo subjetivo
frente a lo tangible, cae mas en el mundo de lo metafísico
y la especulación vacía sin argumentos. Para
Martínez Miguéles (1999):"La historia de la ciencia
nos permite ver de manera palpable que sus avances mas
revolucionarios y significativos no provienen de investigaciones
empíricas aisladas o de la acumulación de hechos y
experimentos
sino de teorías novedosas inicialmente desconcertantes"
(p. 83)

Es evidente no solo en la historia sino en las ciencias
sociales en general, el predominio del gheto disciplinario. El
celo profesional y el individualismo o los supuestos grupos de
colegios de historiadores que se convierten así mismo en
la única auto referencia pareciera ser lo predominante, lo
interdisciplinario y menos aun lo transdiciplinario- salvo en
discursos
aislados – esta muy lejos de ser una realidad en nuestro
conocimiento social. A lo sumo se sigue viendo lo inter y
transdiciplinario como un problema
instrumental-metodológico, y no lo que realmente es, una
perspectiva ontoespitemológica, una nueva forma de
percibir una realidad global y una nueva forma de hacer ciencia.
Hoy prevalece lo descriptivo, lo local, desarticulado de lo
nacional y lo universal, donde existen pocas relaciones entre los
hechos particulares, donde no hay especulación ni
pretensiones de generalidades, por lo tanto inexistencia de
teoría y filosofía.

Sin bases teóricas y filosóficas -que no
es simplemente citar algunos autores y referencias para el
relleno y que en muchos trabajos o autodenominadas escuelas se
reproducen y se multiplican por igual, en eso que llaman los
metodólogos el marco
teórico- no hay ciencia, no hay investigación,
hay solamente recopilación de datos e información periodística, descripción etnográfica, que puede
ser valida, interesante, útil, pero no es ciencia. Tampoco
se trata de caer al contrario de aquellos, muy pocos por cierto,
que solo se dedican a intentar construir teorías y
filosofar sobre la historia pero que nunca han hecho
investigación empírica, que no han ensuciado sus
dedos en los polvorientos archivos ni han
manifestado interés por el estudio de un proceso, un
hecho, una localidad, unos peonajes, sino solo
recopilación de fuentes secundarias y especulación.
Ambos, tanto el pragmático historiador como el creativo
especulador y filósofo deben conjugarse.

La historia requiere de un campo de estudio particular,
en este caso el tiempo histórico, que no es
estático que no puede ser parcelado y visto a
través del microscopio, es
un tiempo dinámico que se confunde con el presente, ya que
es desde este donde partimos, vemos con los ojos del presente y
es lógico que así sea, pero es necesario tener
claro los peligros de interpretar el pasado con los modelos,
categorías y teorías que privan en la actualidad.
Pero la historia además requiere del conocimiento que
producen las otras ciencias, porque siempre hacemos historia de
la economía de la política, de la cultura, del
espacio geográfico, es una historia de hombres no de seres
inanimados, metafísicos. La historia también debe
tener un sentido, una filosofía orientadora y una axiología, que nos permita asumir
posición frente al mundo, no ser simples espectadores o
narradores.

Nuestra perspectiva ontológica de la historia es
la de una realidad con carácter de totalidad, donde no
existen parcelamientos, donde lo local-regional esta claramente
inserto en lo nacional y lo mundial, donde lo económico,
lo político y lo sociocultural son inseparables.
Consideramos la necesidad de una epistemología transdiciplinaria donde el
estudio mas particular, mas especifico, trascienda lo descriptivo
y sea percibido dialécticamente entre el todo y las
partes, las partes y el todo, donde se evidencian las
contradicciones, donde haciendo uso de la hermenéutica y la fenomenológica, se
pretende interpretar contextualizadamente, rescatando las
perspectivas del tiempo y espacio histórico y las formas
de percibir el mundo de los hombres en su época y
fundamentalmente creemos en una historia con un alto componente
axiológico que no ha sido ni podrá ser nunca
neutra, que asume posición y compromiso.

La mayor demanda que
hoy se les hace a los científicos sociales es traspasar
las barreras disciplinarias para poder comprender este mundo que
todos los días nos desborda, que nos deja sin respuestas.
Pero la trasndisciplinariedad, la creación de un nuevo
espacio de pensamiento que supere los disciplinarismos y la
superficialidad de la "sociedad del conocimiento ", no es ya
suficiente. El proyecto político-cultural de propagar una
nueva cosmovisión del mundo, pero nuevamente desde un
centro y unos intereses, nos obliga por igual a traspasar el
discurso científico, la rigurosidad metodológica,
abrirnos y sentirnos comprometidos con una realidad concreta.
Politizar las ciencias no es la entrega sumisa a un
proyecto político, a los intereses económicos
dominantes, esta politización y parcializacion de las
ciencias es ya muy vieja, de lo que se trata
–fundamentalmente- es replantear el sentido de utilidad de la
ciencia, el compromiso con un proyecto nacional, regional e
internacional. Al decir de Habermas, (1990):

A ello se opone aún de formas diversas una
autocomprension apolítica de las ciencias. Si una critica
material de la ciencia dirigida hacia el esclarecimiento de la
conexión entre conocimientos metódico,
implicaciones vinculadas a concepciones del mundo y contextos
objetivos de utilización, pudiera denominarse
politización de las ciencias, sólo esta
politización en cualquier caso permitiría reconocer
cuando la ciencia pierde su autonomía y se deja solicitar
por instancias sociales para la imposición de objetivos e
intereses no acreditados ante la razón.

Una "politización", en el sentido de la
autorreflexión de las ciencias no es sólo legitima,
sino que representa también la condición de una
autonomía de la ciencia que ya no puede preservarse hoy
apolíticamente( pp.358-359).

No se trata de postular una ciencia universal
tercermundista para enfrentar la historia universal del primer
mundo, a nuestro modo de ver, la ciencia latinoamericana, la del
tercer mundo, el pensamiento que surge de estos contextos
particulares debe responder política y culturalmente a las
demandas que le impone un nuevo proyecto hegemónico que
los niega. Ante tal situación las ciencias no pueden
mantenerse neutras. Los ghettos, los personalismos, los objetos
de estudio insignificantes, deben dar paso a la formación
y consolidación de una red de pensadores
(científicos, intelectuales, artistas, políticos)
que permitan repensar históricamente la nación, la
región y al tercer mundo, como único espacio
político con legitimidad y capacidad de negociación en este mundo
globalizado.

Por ello, asumimos una posición radicalmente
critica y enfrentada a quienes en nombre de las ciencias y de una
aparente objetividad desarrollan un discurso indeterminado donde
no pareciera existir seres humanos, que hablan en nombre de
aquellos, estos, ellos, es decir ; conceptos deshumanizante que
convierten al hombre en cosas, lo cosifican. Donde no existe
compromiso, se evitan las emociones. Esta
aparente neutralidad en realidad es legitimadora de un mundo
deshumanizante, materialista en donde el lenguaje sirve para
enmascarar el poder. El "Yo", el "Tu", el "Otro", el "Nosotros",
están cargados de naturaleza
humana, ellos representan posiciones, intereses, emociones,
por lo tanto son inherentes al discurso del hombre, sea este
poético, narrativo o científico.

A pesar de las criticas del debate posmoderno y todo lo
que ha representado el "giro lingüístico" a los males
del cientificismo, sin embargo existe aun hoy una marcada
patología cientificista que reproduce lo peor del tan
criticado y aparentemente derrotado positivismo. Cuando seguimos
aferrados mas a las técnicas y
a los instrumentos que a la comprensión, la
explicación de los procesos históricos, la cual no
puede seguir siendo solo una narración apasionada e
interesada del pasado pero tampoco una simple recopilación
de datos que por la antigüedad de los documentos, su
amarillento color, parecieran
automáticamente legitimar el trabajo del historiador y
bendecirlo con el don de la verdad, cuando en realidad estos
documentos fueron escritos por hombres de carne y hueso con una
visión, unos intereses, que casi siempre coinciden con los
intereses de las elites dominantes, que fueron las que
auspiciaron a esos antiguos escribanos.

La historia no es una regresión
psicoanalítica ni tampoco un viaje al pasado, a ambos
estamos inhabilitados, la historia es una construcción
desde el presente, es siempre una interpretación, es
básicamente argumentativa y discursiva. No es neutra ni
objetiva, la práctica historiográfica no es
realizada por hombres descarnados, no son sujetos acontextuales,
son siempre hombres con posiciones ideológicas y
políticas con intereses particulares. Su carácter
de cientificidad, si es que lo tiene, lo que lo hace distinto al
cronista espontáneo, al hombre curioso, al relator de
cuentos, es
además del uso de las fuentes, escritas y orales, es su
capacidad argumentativa , que no responde solamente a caprichos y
pasiones –aunque estas ultimas sean necesarias y
fundamentales en el trabajo del historiador- sino que existe una
coherencia y hay un dominio teórico y filosófico
que hace ver a la historia mucho mas allá de una
descripción de hechos aislados.

Florez Malagón (2000) hace una fuerte
crítica a las deficiencias ontoespistemologicas de la
historiografía actual. Según su visión, no
pasa de las simples generalidades sobre la modernidad y la
posmodernidad, advirtiendo que este aislamiento teórico y
filosófico no es reciente, que desde los griegos y
quizás solo hasta el siglo XIX la historia fue mero
relato, una descripción de hechos y es solo a partir de su
institucionalización, a través de la enseñanza académica con lo nuevos
estados nacionales, que empieza a llamarse así misma
ciencia: "Tristemente las discusiones epistemológicas de
los historiadores rara vez alcanzan un nivel alto, y las
posiciones filosóficas rápidamente se reducen a
posiciones políticas simples."p.29

En una critica a la corriente de las mentalidades de la
Escuela de los Annales, señala que esta no representa
realmente estudios culturales sino relatos culturales de orden
descriptivos y subjetivos, señalando que es solo a partir
de la década de los noventa del siglo pasado cuando esta
visión comienza a producir algunos cambios.

Santana (2005) en una retrospectiva de la escuela de los
anales señala los aportes significativos de estas
corrientes, enfrentadas al positivismo y al historicismo, tanto
en las síntesis
históricas como la tendencia a la interdisplinariedad, la
sustitución de la historia relato por la historia
problema. Reconoce este autor que los fundadores, Febvre y Bloch,
se dedicaron fundamentalmente a un cambio en la visión
metodológica de la historia estudiando las estructuras,
coyunturas, las regiones históricas, implementando el
concepto de civilización y así comparar distintas
formaciones sociales, el concepto de historia total, la
pluralidad temporal de Braudel. Sin embargo, considera: "que los
fundadores de Annales conciben la renovación de la
historia casi exclusivamente como una empresa
metodológica y técnica, como una empresa que
remite a la practica investigadora mas que a la
elaboración de un cuerpo teórico alternativo al de
la historia tradicional". P.62. Mas adelante agrega "el
análisis social carece de una base conceptual
sólida, pero es en el análisis económico
donde las deficiencia son mas patentes y donde la
filiación política de la escuela se hace mas
nítida". P.63

Haciendo mención a lo que se ha denominado la
tercera generación de los Annales: la Historia de las
mentalidades, que busca la valorización de lo subjetivo y
de lo cultural, para este autor este corriente representa un
peligroso retorno a la historia narrativa, abandonando el
análisis explicativo y la historia problema: "La historia
de lo mental se reduce, por tanto, la mas de las veces a la mera
trascripción de las representaciones culturales al margen
de cualquier relación con el contexto que las ha
suscitado". P72.

Sin embargo Santana también reconoce que en los
últimos años, sobretodo a partir de los sucesos
políticos de 1989, con la caída del bloque
socialista, ha surgido una cuarta generación de los
Annales que intenta rescatar algunas de los principios
fundamentales de esta corriente y cubrir las deficiencias
señaladas en el plano de lo teórico y lo
filosófico.

Para Roch Little (2000) la historiografía actual
no ha logrado, en la mayoría de los casos, romper con la
visión historicista y positivista de convertir al pasado
en un objeto inmóvil, presa fácil del historiador
que teniendo un objeto de estudio pueda autocalificarse de
científico. Señala este autor, que en realidad lo
que ha sucedido desde Ranke hasta nuestros días es una
arbitraria manipulación del pasado que mas que develar la
historia tal como fue, describe la historia tal como la quiso el
historiador . El pasado se convierte así en una especie de
diversión que satisface las necesidades de algunos hombres
curiosos o en el peor de los casos de aquellos que por intereses
políticos pretenden manipular el pasado a su antojo. La
crítica es a una historia fundamentalmente política
llena de nacionalismos, pasiones, hecha por personas que
escudriñan en papeles y archivos viejos y estos en forma
casi mágica le revelan sus verdades. El pasado se ha
convertido, según esta visión, en "la victima de
los historiadores" de aquellos que solo pretenden legitimar el
presente utilizando el pasado.

Es necesario enfrentar a la supuesta objetividad del
método histórico, rescatar el papel de la narrativa
y la creatividad
del autor que ha sido sustituido por supuestas técnicas
frías de observación que sustituyen "al creador por
el operador", convirtiendo al historiador en un fotocopiador de
documentos y archivador de fichas y hoy
en expertos operadores de computadores. El tecnócrata
sustituye al creador, al filósofo. Es necesario rescatar
al historiador humano, al historiador ético, mas que al
científico, al que dialoga con los documentos y con los
otros hombres, contra el monologo del historiador-dictador que
por la fuerza le dice
al pasado qué hacer.

Para quien escribe, lo mas importante no es si la
historia es científica o no, esta pretensión es
quizás uno de los peores males que como herencia del
positivismo aun cargamos a cuesta y que ha hecho perder el
verdadero sentido de la practica historiográfica que es
tratar de restablecer la relación entre presente y pasado,
darle sentido al tiempo histórico no solo en la
perspectiva contemplativa o de erudición de la que
tradicionalmente hacen gala los autodenominados
historiadores.

Ante la pretensión de un pensamiento único
es urgente la reconstrucción de una nueva
historiografía sin pretensiones universalistas,
hegemónicas, lineal, mesiánica, que le den sentido
a la lucha de los que históricamente han sido excluidos y
cuyas causas de exclusión solo se encuentran en el proceso
histórico. Una historia de lo rural, de los negros, de los
perseguidos, de las rebeliones, de las mujeres, de los niños,
de los presos, en fin una historia de los pobres, de los
oprimidos, de las victimas.

Consideramos importante el aporte de los estudios
culturales: las mentalidades, las particularidades
étnicas, el multiculturalismo, como revalorizador de la
diversidad humana y el llamado respeto y el reconocimiento a los
otros, como legítimos otros.

Pero consideramos que esta perspectiva no es suficiente,
ya que muy poco toca o obvia las estructuras del poder
económico , cultural y político a nivel nacional y
mundial que desde las grandes corporaciones trasnacionales, el
imperialismo en sus viejas y nuevas modalidades de
intervención, el poder mediático y frente a los
organismos internacionales como la ONU, el FMI,
supuestamente llamados a garantizar la paz y el equilibrio
económico mundial pero que en realidad solo representan
los intereses de las grandes potencias, el multiculturalismo no
solo no es suficiente sino que por el contrario puede convertirse
–la mayoría de los casos sin quererlo- en presa
fácil de quienes históricamente nos han
dividido.

Por lo anteriormente señalado, nos enfrentamos a
una historiografía cientificista, descriptiva,
vacía de fundamentos teóricos y filosóficos
que solo ha servido para legitimar a los opresores del pasado y
del presente , ante lo cual nos atrevemos a proponer una historia
comprometida, una historia del pueblo, de los oprimidos, de las
victimas, una historia que asume posición frente a un
mundo injusto, desigual, una historia política, no en el
sentido partidista ni mucho menos en el sentido romántico
solo pasional del pasado sino en el sentido de compromiso. Entre
las tareas prioritarias de esta historia nos atrevemos a proponer
las siguientes: 1) desmontar el discurso de la
historiografía dominante: desde la tradicional
eurocéntrica y hegemónica pasando por la
nacionalista romántica e incluyendo una supuesta historia
marxista revolucionaria que margina la subjetividad y lo cultural
y sobre todo margina el pueblo a favor de una supuesta
vanguardia. 2) lo mas importante desmontar la estructura de la
dependencia intelectual, de la estructura cognitiva con la que
hemos sido formados, que no nos permite vernos a nosotros mismos
sino solo a través de los ojos de los otros, que subestima
nuestra propia producción intelectual y que nos hace
siempre buscar y casi endiosar a teóricos y filósofos provenientes de los centros
hegemónicos. Sin pretensiones chauvinistas es necesario
construir nuestra historia con nuestras categorías,
nuestras teorías, es decir nuestros intereses. 3) Frente a
la imposición de un pensamiento único globalizador
es necesario sustentar un pensamiento disidente que sirva de base
para la organización de las victimas. 4) en
definitiva, es necesario tomar posición, no es tiempo para
vacilaciones ni para posturas moderadas. O formamos parte de una
historia conservadora, legitimadora de la opresión o por
el contrario de una historia crítica y
comprometida.

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DR Pedro Rodríguez Rojas

Universidad Simón Rodríguez

Venezolano. Sociólogo e historiador. Doctor
ciencias sociales. Coordinador área filosófica y
sociopolítica de la educación UNESR ,
Barqusimeto

Venezolano. Sociólogo e historiador. Doctor
ciencias sociales. Coordinador área

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