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Una historia de la lucha de clases en China (1966 ? 1971) (página 3)




Enviado por Carlos Copertari



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

  1. La paradoja

Los estudiantes hijos de obreros y campesinos ligados
a los cuadros del PC Chino estuvieron desde 1949 en una
posición de alto nivel de consideración social,
gozando de los privilegios propios de su situación de
poder. Al
mismo tiempo, los
hijos de ex terratenientes, campesinos ricos y comerciantes de
buen nivel económico que fueran integrados al proceso
educativo general siempre tuvieron un bajo estatus dentro de
las posibilidades de ascenso social o del mismo estudio. No
obstante, lo irónico del caso es señalado como
una circunstancia a tener en cuenta al analizar el papel
desarrollado por los Guardias Rojos. Porque los componentes de
extracción popular más ligados al aparato
administrativo y partidario tuvieron claras posiciones
conservadoras, mientras que aquellos integrantes de
universidades y escuelas medias, hijos de las viejas clases
poseedoras totalmente desplazadas ahora estaban a favor del
cambio de la
relación de fuerzas y luchaban por la
desburocratización del PCCh. En relación
comparativa, los hijos de obreros y campesinos de baja
representación y estatus, se dividieron por igual entre
los grupos de
rebeldes conservadores y radicales.

  1. Lo inesperado: la Comuna de
    Shanghai

En el marco del comienzo de dos huelgas generales
obreras de diciembre de 1966 y enero de 1967, fue denunciada en
Shanghai la existencia de "archivos
negros" confeccionados por la policía política del PCCh
en escuelas, fábricas, vecindarios y organizaciones
de masas. Trabajadores y estudiantes demandaron su
destrucción apoyados por una directiva partidaria desde
Beijing, del 5 de octubre de 1966, que determinaba su quema en
forma pública. Pero las autoridades de Shanghai
decidieron posponer sin fecha esa acción y en noviembre los Guardias Rojos
atacaron las oficinas partidarias. El aparato del partido queda
desmantelado en las fábricas y los obreros comienzan a
participar en las movilizaciones dirigidas por los Guardias
Rojos. Aunque se hallan divididos según sus actividades
y reivindicaciones entre éstos y una posición
más conservadora.

Ciudad marcadamente industrial, Shanghai es un
parámetro adecuado para observar la aplicación de
la Revolución Cultural en un entorno de
predominancia obrera. Considerando las necesidades sustentadas
por miles de jóvenes que provienen del campo y llegan a
esta ciudad en busca de un mejor nivel de vida, es decir, un
trabajo y un
lugar para vivir, y que se suman a los integrantes de las
fuerzas armadas desmovilizados que también intentan
integrarse al mercado de
trabajo, es posible comprobar que estos grupos de trabajadores,
desiguales en sus orígenes y objetivos,
abren un marco conflictivo de demandas que pronto los llevan
incluso a integrarse en grupos políticos rivales. La
Revolución Cultural, por primera vez desde la
creación de la República Popular China, crea
la posibilidad de expresión objetiva del descontento
acumulado por estas masas que permanecieron encasilladas con
anterioridad dentro de las premisas de comportamiento político fijadas por el
aparato partidario.

Como resultado, emergen una multitud de organizaciones
rebeldes, todas proclamando fidelidad al pensamiento
de Mao y a su persona. En
noviembre de 1966, muchos de estos grupos forman una alianza
bajo el nombre de "Cuartel General de Trabajadores
Revolucionarios Sublevados de Shanghai" con Wang Hongwen, un
líder
obrero textil y funcionario medio del partido, a la cabeza.
Esta organización fue creada con
autonomía de cualquier otra directiva, salvo aquellas
que propusieran el respecto irrestricto al rol revolucionario
de la clase
trabajadora. Su existencia requiere la ampliación de su
influencia político organizativa dentro de la estructura
administrativa ligada al partido. Así el 8 de noviembre
se presentas las demandas al Comité Municipal de
Shanghai, pretendiendo claramente el reemplazo de los viejos
burócratas y cuadros políticos de su administración, por nuevas organizaciones
populares elegidas democráticamente.

Los obreros y estudiantes revolucionarios demandan que
su organización sea reconocida legalmente bajo la
consigna de "dictadura
del proletariado". Al mismo tiempo que avanza en sus
críticas a las normativas centralizadoras al hacer
hincapié en la capacidad de los comités fabriles
para dirigir con plena eficacia la
producción de bienes, en
consonancia con los técnicos y directivos de las
empresas.
Cuestionando el poder ejercido por un aparato
burocrático que les niega su reconocimiento.

Como no son atendidos sus reclamos, los grupos
más radicalizados determinan presentar sus demandas en
Beijing ante el mismo Mao. El 10 de noviembre, un tren repleto
de obreros y Guardias Rojos que tiene ese destino parte de la
ciudad pero, existen versiones encontradas al respecto, es
detenido por las autoridades municipales a unos 10
kilómetros, en Anying una población de las afueras de Shanghai. La
crisis
creada por esta circunstancia es manejada desde Beijing con
máxima cautela. Chen Boda envía un telegrama
conminando en primera instancia a obedecer las instrucciones
partidarias y regresar al trabajo a los obreros. Al mismo
tiempo que viajan a Shanghai un miembro del anterior
comité partidario de esa ciudad, Zhang Chunqiao, que
había dejado de presidirlo en el mes de julio anterior
para instalarse en Beijing como integrante del Comité de
dirección de la Revolución
Cultural, y Yao Wenyuan, otro alto dirigente teórico del
proceso movilizador.

El 14 de noviembre Zhang declara al "Cuartel de
Trabajadores Revolucionarios" como una legítima
organización revolucionaria, confirmando sus demandas en
nombre del CC del partido, y señalando la
obligación de hacerlo a los cuestionados dirigentes
partidarios locales máximos, Cao Diqiu y Chen Pixian.
Aparentemente lo que se intenta desde el gobierno
central es delimitar la influencia de la
organización de trabajadores, para poder ejercer
control
sobre la misma, y al mismo tiempo al establecer su
reconocimiento oficial limitar la extensión de las otras
organizaciones más radicales que habían surgido
en las mismas circunstancias. Y eso se concretará, luego
del día 24 de febrero, con la transformación
proporcional de quienes deben estar representados en su
organismo de dirección y control, y por lo tanto en la
modificación drástica de sus
objetivos.

La victoria de los trabajadores del "Cuartel de
Trabajadores Revolucionarios" les permite, desde el apoyo
otorgado por la estructura partidaria central, intentar
desintegrar a los otros grupos de rebeldes que se organizaron
con anterioridad o simultáneos al proceso, aunque la
fuerza
numérica representativa de éstos no permite su
control en el corto plazo. Estas variadas organizaciones, que
de acuerdo a Meisner llegaron a detectarse hasta 18
organizaciones diferentes que reunían a los
disconformes, se habían constituido en formaciones
disciplinadas que tomaban también como ejemplo un nombre
de estructura militar:

El "Segundo Regimiento de Trabajadores
Revolucionarios", que implicaba el reconocimiento de otro en
primer lugar, decía reunir a 2, 5 millones de
adherentes; el "Tercer Ejército de Trabajadores" contaba
con cientos de miles de estudiantes y obreros que se integraban
en el accionar del "Cuartel de Trabajadores", y el
"Ejército Bandera Roja" que reunía a una parte
considerable de soldados desmovilizados y obreros temporales,
eran grupos muy radicalizados. En oposición a
éstos, había surgido el "Cuartel General de
Guardias y Trabajadores Escarlatas", organización
compuesta por obreros y técnicos permanentes ligados a
las empresas del Estado que
se veían amenazados por la Revolución Cultural.
El "Cuartel de Trabajadores Escarlata" era una
organización moderada dirigida probablemente por ciertos
cuadros de la estructura del PCCh en esa ciudad, que
decía reunir a unos 800 mil trabajadores.

La influencia de todas estas organizaciones divide a
Shanghai en dos partes, que en diciembre comienzan a
enfrentarse en las fábricas y en las calles de la
ciudad, impidiendo todo tipo de funcionamiento. Las dos
facciones se atacan, en un accionar político que
requiere un análisis mayor para delimitar los
personajes que pudieran estar detrás de sus marchas y
movilizaciones. En todo caso, la vieja guardia administrativa
municipal partidaria, en un intento por salvar su propia
situación, decide ceder en parte y apoyar con recursos
financieros ciertas demandas obreras realizadas en general por
los diferentes sectores.

El intento no alcanza a disminuir la tensión.
El 5 de enero de 1967 el "Cuartel de Trabajadores
Revolucionarios" junto con varias organizaciones afines,
contando con el apoyo de las autoridades de la
Revolución Cultural en Beijing, hace público en
el diario local Wenhuibao, tomado el día 3 por
los estudiantes, un manifiesto al pueblo de Shanghai.
Allí se condenan los intentos divisionistas del "Cuartel
de Trabajadores Escarlata" y de los dirigentes municipales del
PCCh local, llamando a los trabajadores al retorno a las
fábricas, señalando la necesidad suprema de
unidad de trabajadores, cuadros políticos, estudiantes e
intelectuales.

Al día siguiente una concentración de
más de un millón de personas se reúne en
la plaza central de Shanghai. El principal centro de
cuestionamiento lo constituyen las figuras de los principales
dirigentes locales del partido, Cao Diqiu y Chen Pixian, que
son removidos de sus cargos públicamente y obligados a
confesar sus fines y errores políticos. Este acto, que
fue observado en televisión por millones de personas en
todo el país, se constituyó en un hito
histórico que dio comienzo a una serie de actos
similares sobre cuadros y oficiales del partido que sufrieron
los mismos ejercicios de confesión pública
obligada, adicionados a su exhibición con gorros y
vestimenta humillante al pasearlos por toda la
ciudad.

Hasta aquí, la dirección central del
PCCh en manos del maoísmo observa con
preocupación la posibilidad de ejercer control
restrictivo sobre los acontecimientos. Zhang Chunqiao y Yao
Wenyuan son quienes aparecen otra vez en el nuevo escenario
político con nuevas directivas para apoyar a Wang
Hongwen, el líder del "Cuartel de Trabajadores
Revolucionarios", y poner orden en la ciudad. Al mismo tiempo,
se despliegan algunas unidades del ejército que urgen a
los trabajadores a volver a sus fábricas, y se comienzan
a rechazar las demandas obreras consideradas como desviaciones
"economicistas" creadora de nuevos conflictos.
Para fines del mes de enero, las huelgas son suspendidas y se
restablece el orden en la ciudad garantizado ahora por EPL, y
no por las organizaciones populares.

El liderazgo de
Wang y Zhang recibe el claro apoyo de la estructura partidaria
central y de las autoridades de la Revolución Cultural,
que parecen los autorizados a intentar una política de
descomprensión de la situación que se torna
peligrosa; pero este liderazgo, y probablemente todo tipo de
liderazgo y acatamiento a directivas únicas y
omnímodas como las de Mao, es sometido a cuestionamiento
por parte de las organizaciones más radicalizadas de la
ciudad de Shanghai, que ve en ellos a los representantes de una
nueva burocracia.
Tanto el "Segundo Regimiento de Trabajadores" como el
"Ejército Bandera Roja", y otros grupos estudiantiles
como el de los "Revolucionarios Rojos", que responden a las
posiciones críticas del dirigente radical Keng
Chingchan, siguieron movilizándose sobre la ciudad y
ejerciendo presión
sobre las nuevas autoridades.

El 5 de febrero de 1967, un millón de
trabajadores se reúnen para festejar el "gran día
en la historia del
proletariado revolucionario de Shanghai" que proclama los
principios
de la "Nueva Comuna Popular", basados en la experiencia
parisina de 1871. Pero hay diferencias con ésta, ya que
no se intenta promover un "autogobierno de los productores"
sino que remarcando el respaldo del ejército, no se
incluyen representantes de los grupos más
radicales.

Es que Mao Zedong, Zhou Enlai y el Comité de
dirección de la Revolución Cultural consideran
que se debe generalizar otro modelo
organizativo en el país. Se promueve la constitución de los "Comités
Revolucionarios de Triple Alianza", que sólo
incluirán algunos representantes de las organizaciones
de masas, a cuadros políticos obreros del partido y a
cuadros del ejército, donde éste ejerce una
presencia claramente arbitral sobre las demandas a ser
consideradas.

Las primeras experiencias de comités
revolucionarios están siendo aplicadas al mismo tiempo
que se produce la Comuna de Shanghai; esto ha ocurrido en
Harbin, capital de
la provincia de Heilongkiang en el norte, y en Shanxi. Los
dirigentes de la Revolución Cultural remarcarán
desde entonces que los comités revolucionarios son la
única forma de nuevo poder político popular que
será reconocida en el futuro, al mismo tiempo que se
elude comentar la experiencia revolucionaria de Shanghai. Y
Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen deben acudir a una
serie de reuniones en Beijing con el propio Mao y la
cúpula dirigente de la Revolución Cultural, para
consensuar las medidas de transformación a ser
aplicadas.

Éstas serán anunciadas por televisión por Zhang Chunqiao el 24 de
febrero de 1967, indicando el fin de la Comuna luego de 19
días de esta experiencia y su transformación en
"Comité Revolucionario de la Municipalidad de Shanghai",
que estará dirigido por Zhang como presidente y Wang
como vicepresidente.

Este mes de febrero marca entonces
el comienzo de una serie de retrocesos y ajustes con respecto a
los elementos originales de la Revolución Cultural. Pero
debe tenerse en cuenta que su puesta en práctica
tenía otros objetivos a largo plazo, y que la
verticalidad existente en los organismos partidarios,
administrativos y políticos en general, así como
la existencia de un ejército altamente disciplinado,
sumados a la existencia del culto a la
personalidad de Mao y a su pensamiento doctrinario,
impedirían cualquier tipo de digresión
utópica que aunque pudiera estar asentada en demandas y
necesidades objetivas de democratización interna,
pudiera llegar a cuestionar el orden interno y a las estructuras
de poder vigentes. Y este sería mantenido a cualquier
costo,
máxime si se contaba con la fuerza necesaria para
hacerlo así.

  1. El Ejército Popular de Liberación,
    su participación

El freno que es claramente visible en Shanghai
también es aplicado en otras ciudades de China,
reiterándose dos ejes sobre los cuales deberá ser
encuadrada cualquier conducta
futura de los participantes en la Revolución
Cultural:

  1. Sólo serán aceptadas estructuras de
    poder dentro del marco de referencia de los Comités
    Revolucionarios de la Triple Alianza, y

2. Desde el 23 de enero, Mao ha ordenado que el EPL
entre en la lucha política, para soportar o encuadrar a
los diferentes grupos militantes y mantener el
orden.

De esta manera, el mayor aparato burocrático
verticalista del Estado chino, el ejército, fue llamado
a intervenir para sostener al movimiento
popular y revolucionario contra el elitismo burocrático.
Lo que podría ser considerado como una nueva paradoja.
Pero en la historia política, toda aparente paradoja
sobre una organización determinada debe ser cuestionada,
o al menos cotejada, con el origen y el transcurso de su
período formativo, previo a la decisión que se
intenta analizar. Si se tiene en cuenta que
históricamente el ejército popular, desde su
formación en 1928, fue considerado como una instancia de
supra poder para que pudiera garantizar las estructuras
políticas, y después la integridad
de la nación china, en una situación
donde la estructura del Partido Comunista Chino ha sido no
sólo cuestionada sino también gravemente
dislocada era inevitable que el ejército interviniese
para arbitrar las condiciones en que se debía seguir
encauzando a la Revolución Cultural.

La conocida frase de Mao "el poder detrás del
fusil" no ha tenido mayor nitidez objetiva como en esa etapa
histórica, donde las reglas de juego
previamente propuestas comenzaron a ser trastocadas por las
propias movilizaciones populares, es decir desde adentro del
sistema.
Además, el alterado orden productivo sólo
podía ser restablecido por una organización que
mantuvo siempre una actitud de
lealtad hacia Mao, y también como propulsora inicial de
su pensamiento doctrinario y sostenedora del culto a su
personalidad
sobre todas las capas de la sociedad.

En donde fueron establecidos los Comités
Revolucionarios de Triple Alianza en este período, el
ejército asumió posiciones dominantes y muchas
veces como representante directo de los organismos de masas.
Esto facilitó la supresión de muchas
organizaciones radicales. Entre febrero y marzo de 1967, el
ejército Popular de Liberación desbanda incluso
con directos ataques militares a estudiantes y trabajadores de
organizaciones radicalizadas en las provincias de Szechuan,
Anhmei, Hunan, Hupei y Fukien. Muchos miles de activistas
fueron arrestados, heridos o muertos por el ejército con
ayuda explícita de las milicias locales, ligadas
inevitablemente a su estructura por la formación y el
armamento que supervisaba, y por todos aquellos que sufrieron
las consecuencias materiales
de los actos rebeldes.

O sea, un predominio arbitral que respondía al
desarrollo
incontenible de los acontecimientos y que en algunos lugares
obligó al ejército a la provisión de
armas por igual
a los diferentes agrupamientos, en un doble juego que
respondía a su función
de equilibrar los resultados y fortalecer su posición.
Aunque posteriormente se creyera que el EPL actuaba dentro de
una constante: a las organizaciones ligadas al partido y a las
milicias locales además de darles entrenamiento
se les entregaba armamento moderno, mientras que los grupos
más radicales obtenían armas más
anticuadas.

Al mismo tiempo que se intentaba desmovilizar a los
Guardias Rojos, se impusieron duras condenas para todo aquel
grupo o
persona que atacara a los cuadros partidarios, a oficinas del
Estado o que destruyera documentación de algún organismo
estatal o partidario. Encabezado por Zhou Enlai, se realiza un
esfuerzo unificado de rehabilitación de los cuadros
políticos cuestionados, previo reconocimiento de los
"errores" por parte de éstos, con excepción de
los claramente ligados a la posición de Liu Shaqi quien
es tomado como el blanco principal de la siguiente
etapa.

Hacia finales de abril algunas provincias funcionaban
bajo la dirigencia de los Comités Revolucionarios,
aparte de las ciudades de Beijing y Shanghai. En las
demás se condiciona a estos organismos directivos con la
inclusión de los viejos cuadros partidarios con el apoyo
del ejército. Esto cuestiona el actuar del EPL ante las
organizaciones de masas que no se sienten representadas,
creando resentimientos reflejados desde mayo en las calles de
Beijing donde son visibles muchos carteles murales que atacan a
funcionarios como Zhou y Chen Yi, este último a cargo
del Ministerio de Asuntos Exteriores, a quien se llegó a
suplantar en su cargo por dos semanas luego del acceso violento
a sus oficinas.

Llegan también desde el interior informaciones
sobre luchas armadas entre organizaciones de masas en
fábricas, escuelas y calles de ciudades importantes
donde, pese a las directivas expresas del Comité de
dirección de la Revolución Cultural para terminar
con la violencia,
ésta parece aumentar.

2.5.1. El Incidente de Wuhan

Para julio de 1967 se envían en función
de reconciliación a dirigentes importantes de la
Revolución Cultural para tratar de hallar acuerdos entre
las posiciones enfrentadas, y para investigar las
responsabilidades sobre los hechos sucedidos. Al respecto, es
demostrativo el clima de total
enfrentamiento alcanzado en lo que se conoce como el "Incidente
de Wuhan", ciudad industrial de importancia estratégica
por la acumulación de empresas sobre el río
Yangtse, que además resulta ser un eje de importante
cruce de líneas ferroviarias que se comunican con todo
el país.

A comienzos de ese mes, varias ciudades cercanas que
también bordean el Yangtse se hallaban casi paralizadas
por los enfrentamientos sucedidos entre los dos grupos que
representaban a las grandes organizaciones de masas: el
"Millón de Revolucionarios" que reunía a miles de
trabajadores industriales, empleados del gobierno y milicias
obreras populares que cuentan claramente con el apoyo y la
promoción de las secciones locales del
partido y de los oficiales militares de la Unidad 8201,
dirigidos por los generales Chen Tsaitao y Niu Hailung. Del
otro lado, los Guardias Rojos, junto a jóvenes obreros y
estudiantes que habían intentado afianzarse en el poder
desde enero habían formado el "Cuartel General de
Trabajadores de Wuhan". En julio, estos últimos
habían sido atacados y rodeados por el "Millón de
Revolucionarios", que estaban mejor armados.

El día 16 llegan desde Beijing dos cuadros
políticos de dirección a alto nivel nacional del
Comité de la Revolución Cultural,: Wang Li y Hsie
Fuchin, en una gira de investigación que comprende las
provincias de Yunnan, Szechuan y Hunan. Encabezan una misión
de esclarecimiento que iniciara el mismo Zhou Enlai, sobre los
hechos sangrientos que condujeron a la supresión de la
"Novena Comuna Rebelde" en las adyacencias de Wuhan, por parte
de las fuerzas militares de Chen Tsaitao y la
organización "Millón de
Revolucionarios".

Luego de algunas reuniones conminan al ejército
y a su comandante Chen a quitar el apoyo armado otorgado a una
de las organizaciones, y a reconocer a los Guardias Rojos como
la organización de vanguardia
de la Revolución Cultural en la zona. Esto es
desconocido y el día 20 de julio Wang y Hsie son
detenidos por órdenes de Chen y sometidos a
interrogatorio. Wang es duramente golpeado y hasta le rompen un
brazo en la guarnición militar a la que fue
llevado.

Paralelamente la organización "Millón de
Revolucionarios" toma la ciudad junto con soldados. Se corta el
tráfico sobre los puentes de los ríos Yangtze y
Han, se toman el aeropuerto, la estación de trenes y
la radio
principal desde donde se anuncia que las organizaciones de
Guardias Rojos revolucionarios han sido suprimidas, siempre de
acuerdo con la aplicación estricta del "pensamiento Mao
Zedong". Al mismo tiempo, el otro comandante, Niu Hailung,
también anuncia su radical oposición a lo
solicitado por los enviados de Zhou y el Comité Nacional
de la Revolución Cultural.

Se inicia así una situación desconocida
hasta entonces que es resuelta casi de inmediato desde Beijing,
con órdenes del Comité de Asuntos Militares que
depende directamente del Comité Central del PCCh, para
que Wang Li y Hsie Fuching fueran puestos libres de inmediato y
escoltados por su seguridad
hasta la capital. Esto es acompañado por la confluencia
sobre Wuhan de tropas aerotransportadas de la división
8191, soldados del 15º. Ejército de la provincia de
Hupei y la marcha de 5 navíos armados de la flota de
guerra.
Además Zhou Enlai decide intervenir personalmente, al
volar hacia Wuhan y descender en un aeropuerto secundario ya
que el principal había sido tomado por los
amotinados.

El 21 se logra la liberación de Wang y Hsie,
por intervención directa de fuerzas militares del
19º Ejército, quienes pueden regresar a
Beijing.

El amotinamiento presenta características muy
serias de insubordinación, como Thomas W. Robinson lo
destaca, al intervenir directamente en la escena el Ministro de
Defensa Lin Biao, ya que la resistencia de
"Millón de Revolucionarios" y de las fuerzas militares
de Chen Tsaitao y Niu Hailung va más allá de lo
esperado. Las fuerzas militares bajo las órdenes del
gobierno central toman la ciudad y luego de algunos serios
enfrentamientos logran desarmar a gran parte de los integrantes
de "Millón de Revolucionarios" y a la División
8201, y sus principales líderes son arrestados y
enviados a Beijing.

Los acontecimientos de rebeldía que se
prolongaron hasta el día 4 de agosto, son tratados por
la prensa como una
conspiración promovida por "los agentes del Jruschov
chino", en referencia a Liu Shaoqi, al citar la
desintegración y el desarme de "Millón de
Revolucionarios" y el arduo trabajo que los guardias
revolucionarios deberán hacer para que la conciencia
de los trabajadores de Wuhan deje de lado principios de
organización equivocados. De hecho, recién el 4
de agosto se pudo formar en las afueras de Wuhan el primer
Comité Revolucionario de la provincia de
Hupeh.

La recepción oficial otorgada a Wang y Hsie,
por los máximos dirigentes de la Revolución
Cultural, Chen Bota, Kang Sheng, Jiang Qing y también
Zhou Enlai, indican el máximo énfasis puesto en
la solución del problema, y una respuesta a las
continuas manifestaciones de los Guardias Rojos que
habían tomado las calles de Beijing. El 25 de agosto
hubo una concentración de más de un millón
de personas en Tian anmen, en la que sólo faltó
Mao Zedong.

El general Chen Tsaitao, quien fue considerado como el
máximo responsable de la asonada, junto con otros
militares de alto rango que también colaboraron con
él en la represión a los Guardias Rojos, debieron
asistir a una larga reunión del Comité Central
presidida por Zhou Enlai, en la que los principales cargos que
se le hicieron fueron: haber intentado secuestrar a Zhou cuando
éste quiso aterrizar en Wuhan y haber desobedecido la
circular del 6 de abril de ese año que ordenaba no
emplear las armas contra las organizaciones de Guardias Rojos
que impulsaban la Revolución Cultural. Finalmente Chen
fue destituido de todos sus cargos y desapareció de la
escena pública.

Con Wuhan se hizo presente la posibilidad de una
guerra civil más extendida con enfrentamientos entre
unidades armadas, que apoyaban a diferentes organizaciones
populares. Pero el hecho de que en un acto del 9 de agosto el
Ministro de Defensa Lin Biao, buscando descomprimir la
situación, criticara sin dar nombres a aquellos
dirigentes militares que habrían cometido un error
ideológico en Wuhan, y no un error militar, al no dar su
apoyo a los Guardias Rojos, es indicativo de las diferentes
corrientes que se estructuraban dentro del Comité de
dirección de la Revolución Cultural.

Las manifestaciones en la capital se sucedieron
continuamente a finales de agosto, La agresividad organizada de
los Guardias Rojos también tuvo matices de
expresión nacionalista, al ser incendiada parte de la
embajada de Gran Bretaña el día 22 de ese
mes.

Este clima confluyó con las enormes
dificultades creadas en muchos lugares del país por las
diferentes organizaciones rebeldes que en busca de armamento
llegaron a atacar algún convoy militar que se
dirigía a Vietnam, o a enfrentamientos directos contra
algunas unidades del ejército. Lo mismo que grupos
armados de campesinos que paralizaron sus municipios y
también algunas ciudades para cuestionar y tratar de
cambiar las administraciones locales.

Es evidente que el Incidente de Wuhan produjo cambios
en la dirección otorgada a la Revolución
Cultural. Los 15 días en que se desenvolvieron los
principales sucesos (20 de julio al 4 de agosto de 1967),
dieron impulso a esos cambios en la implementación de
las movilizaciones posteriores de 1968-1969. Pero además
quedaba claro que las fuerzas armadas se habían expuesto
demasiado en la aplicación de los elementos
políticos a ser desarrollados y que eran sostenidos por
la Revolución Cultural que, unidos a la posibilidad de
desacuerdo o abierto desafío a las directivas
partidarias y del Estado por parte de un componente interno a
la fuerza, como se demostrara en Wuhan, podría producir
un desgaste y cuestionamiento inevitable a su papel asignado de
modelo de excelencia ideológica y organizativa, al que
se exhortaba a emular al resto de la sociedad.

Prueba de ello sería la posición que
comenzaban a adoptar los miembros del grupo de Jiang Qing, uno
de los cuales, Lin Chieh, al citar lo ocurrido en Wuhan lo
trata como ocasionado por el "pequeño grupo" que tiene
autoridad
"en el partido y en el ejército", que debe ser
"derrocado y desacreditado".

Se habían efectuado purgas selectivas en las
cadenas de mando de las fuerzas armadas, pero ligadas en
general a las posiciones que tuvieran algunos militares de
apoyo a la figura de Peng Dehuai en 1959, o con respecto a la
disminución de rangos e insignias desde 1965, pero el
ejército era la única institución que se
mantenía prácticamente intacta desde los albores
de la revolución, y la situación de Chen Tsaitao
era un ejemplo de ello puesto que éste había
logrado un cierto grado de prestigio en su alto cargo desde
1949.

Además, la posición inequívoca
que mantenía al ejército en situación de
controlar y mantener el orden público, sin olvidar su
papel disuasivo ante un posible agresor externo, no
coincidía con la etapa que se vislumbraba en el
horizonte político en que sería crucial su
intervención en el ordenamiento de las movilizaciones de
los Guardias Rojos para que éstos no interfirieran como
lo hacían en la productividad
de las industrias y
la agricultura.
Su papel de árbitro en los Comités
Revolucionarios de Triple Alianza que comenzaban a
generalizarse así lo indicaba.

Los grupos de Jiang Qing y Lin Biao no
coincidían en este momento con el nivel de la crítica a efectuarse sobre las fuerzas
armadas. Unido a esto, la violencia incontrolable de las
movilizaciones de los Guardias Rojos, que ya afectaban a muchas
provincias de todo el país obligó a Mao Zedong a
definir prioridades y elegir preservar el statu quo
basado en que el ejército seguía siendo la
institución adecuada en que pudiera apoyarse para
imponer cierto orden interno, rehabilitar la productividad y
ayudar a construir las nuevas instituciones de poder en las
provincias.

El punto de torsión se visualiza el 5 de
setiembre de 1967, cuando Jiang Qing contribuye en ese sentido
con un importante discurso. En
el mismo expresa la necesidad de terminar con los
enfrentamientos y ataques contra el ejército, solicita
un espíritu de moderación y rectificación
de los errores. Al mismo tiempo, el Comité Central, el
Consejo de Estado, el Comité de Asuntos Militares y el
Comité de dirección de la Revolución
Cultural, dieron a conocer una directiva redactada el 25 de
agosto anterior, que prohibía terminantemente los
ataques contra el ejército y la toma de equipamiento
militar por parte de los Guardias Rojos, recalcando ahora que
toda violación a esa directiva daría derecho al
uso de la fuerza contra los agresores.

Estas decisiones de conjunto, además de dar
consistencia a las disposiciones oficiales desde los más
altos niveles del Partido Comunista Chino y del Estado,
fortalecieron definitivamente al Ejército Popular de
Liberación en su papel directivo en los Comités
Revolucionarios, en la reconstrucción de los
órganos de poder partidario y en la hegemonía que
sostendrá en el Noveno Congreso del PCCh, en abril de
1969.

Desde ese momento, el incremento de la autoridad de
Lin Biao no sólo será evidente dentro de las
filas de las fuerzas armadas, también al ser elegido por
Mao como "camarada de armas predilecto" y posible sucesor. Pero
la capacidad de objetividad ante lo inmediato, en la
expresión política de los dirigentes de la RPCh,
también pudo dar nuevamente otra muestra de
elección pragmática rodeada de dramatismo poco
tiempo después, y en la figura de Lin Biao.

2.6. La Revolución Cultural y el
campesinado

La vasta mayoría de la población campesina
no se vio envuelta directamente en las luchas políticas
violentas y destructivas desatadas por la Revolución
Cultural. Ya que ésta era una movilización de masas
que tuvo su origen, mayor desenvolvimiento y desenlace en las
principales ciudades del país.

No obstante, por ser el campesinado la mayor clase
social de China, sus integrantes siempre fueron considerados como
la base de sustentación principal que daría genuina
hegemonía política con su apoyo, tanto para la
lucha desatada por los Guardias Rojos contra las burocratizadas
conformaciones del PCCh y las jerarquizadas estructuras
administrativas de cada localidad, como por parte de los
líderes de estas estructuras para intentar seguir siendo
sus representantes.

Como señala Meisner, citando las observaciones de
Richard Krause:

"(…) En las zonas rurales hubo una particular
tendencia a trasladar viejas designaciones de clase dentro de las
nuevas categorías. En muchas aldeas la ‘lucha entre
las dos líneas’ de la Revolución Cultural fue
ampliamente circunscrita a las campañas ideológicas
organizadas por el EPL contra las políticas
revisionistas’ de Liu Shaoqi y la estructuración de
sesiones para el estudio del pensamiento de Mao Zedong (…)
Aproximadamente igual extensión tuvo la
degeneración de la vida política de las aldeas
dentro de la brutal lucha por el poder en los bajos niveles de
las jerarquías administrativas detrás de la fachada
de ‘lucha de clases’, y el uso de los eslogan
políticos de la Revolución Cultural como un
pretexto para la instalación de viejos rencores y
personales afinidades (…) Los comités
revolucionarios rurales tripartitos, compuestos por campesinos
empobrecidos, cuadros, y soldados desmovilizados o miembros de la
milicia local (…) fueron propuestos para asumir las funciones
administrativas de los viejos comités partidarios. En
muchos casos, sin embargo, significaba poco más que el
cambio de nombre de los existentes comités partidarios. Y
en todos los casos significaba la subordinación de los
comités revolucionarios al comité del partido, cuyo
liderazgo fue usualmente idéntico (…) Si fue
extendida la participación de los campesinos pobres en la
vida socioeconómica de las villas y comunas, las
áreas rurales en general fueron sujetas a gran control
político y a la coerción económica por los
altos organismos partidarios y de la
administración del Estado en 1970, tal como
había sido el caso en 1969. La Revolución Cultural,
en cualquier circunstancia, ciertamente no resultó en el
control campesino
sobre las instituciones que gobernaban sus vidas".

En ese marco, el igualitarismo, el desinterés y
el espíritu de dedicación al trabajo en aras del
bien de todos los integrantes de la comunidad fue
ejemplificado con el eslogan "aprender de Dachai". Esta comuna de
la provincia de Shanxi, tomada como ejemplo desde 1964,
reunía el trabajo
mancomunado del campesinado local, que incluso habría
rechazado sus áreas de cultivo familiares por el trabajo
en tierras de la comuna, con resultados espectaculares en la
producción agrícola al transformar zonas
áridas y colinas desiertas en cultivos florecientes. Con
casi el único empleo de
herramientas
manuales
fueron creados canales de riego y áreas de
terracería en la zonas altas, convirtiéndose en el
exacto modelo a ser emulado que desde la propaganda
oficial se propuso a nivel nacional, buscando expandir la
producción de granos y otros productos
agrícolas.

Esto coincidía con los objetivos rurales de la
Revolución Cultural, que buscaba la intensa
participación del bajo campesinado generalmente renuente a
integrar sus críticas en las organizaciones locales, y
sujeto a un antiguo espíritu individualista que lo
inducía como horizonte mayor a luchar por ampliar sus
áreas de cultivo familiar y a tratar de obtener un
porcentaje mayor de la producción agrícola para
poder ofrecerla libremente en el mercado local.

Probablemente el mayor logro económico y social
significativo de la Revolución Cultural en el campo, fue
la aplicación de un plan nacional
para la creación de pequeñas empresas industriales
que pusieran su énfasis productivo en la atención de las necesidades en insumos de
la población de cada localidad.

"(…) Muchas industrias rurales locales
habían sido establecidas durante la campaña del
Gran Salto Adelante, pero la mayoría resultaron abortadas
o atrofiadas durante la consiguiente crisis económica, y
el esfuerzo fue ampliamente abandonado. Como resultado de la
Revolución Cultural el programa fue
revivido, y después prosperó como una de las
mayores innovaciones del desarrollo estratégico
maoísta (y, por supuesto, post maoísta) (…)
Muchas industrias rurales fueron establecidas para asistir a la
producción agrícola. El énfasis fue colocado
sobre la construcción de pequeños
emprendimientos para la producción y reparación de
herramientas y maquinaria agrícola, la manufactura de
fertilizantes químicos, el procesamiento de los productos
agrícolas producidos localmente, y la instalación
de pequeños centros de desarrollo de técnicas
para el mejoramiento de las semillas y la popularización
de nuevos métodos y
técnicas. Hacia el final del período maoísta
en 1976, la mitad de los fertilizantes químicos
habían sido producidos por las industrias rurales locales
(…) Adicionalmente, muchas de las pequeñas empresas
produjeron cemento,
hierro en
lingotes, materiales para la construcción, electricidad,
químicos, farmacéuticos, y una variedad de
pequeños artículos de consumo (…)
La asistencia urbana incluyó la transferencia hacia las
áreas rurales de pequeñas (y usualmente obsoletas)
instalaciones; el envío de técnicos urbanos,
investigadores y gerentes industriales; la difusión de
conocimientos técnicos a través de la
provisión de libros y
maestros; y el entrenamiento de campesinos en empresas urbanas y
escuelas".

Este proceso coincidía con los postulados
maoístas que señalaban la necesidad urgente de
disminuir las profundas diferencias entre la ciudad y el campo.
Además, ayudaba a frenar la corriente de campesinos
desocupados que acudían a las fábricas de las
ciudades en busca de cualquier trabajo y mejores oportunidades
de vida. Después de la crisis provocada por el Gran
Salto Adelante
invadieron muchas ciudades industriales
causando graves inconvenientes para su encuadramiento en las
normas de
control.

Muchos recursos para la
educación y la salud
pública fueron aplicados desde entonces en las
áreas rurales, modificando una situación que
había creado grandes críticas de parte incluso
del propio Mao quien señalara que "ellos (los
médicos) habían sido entrenados sólo
para beneficio de las ciudades"
, en un país donde la
mayoría de la población vivía en las zonas
rurales. Al respecto, debemos considerar que uno de los
objetivos de Mao y la Revolución Cultural en su programa
inicial fue disminuir drásticamente el tiempo de
entrenamiento de algunos futuros profesionales, quienes
después de su graduación tendrían que
hacer su práctica en las áreas rurales para su
capacitación total y la formación
ideológica necesaria, acorde con los postulados de
"siempre servir al pueblo, y aprender de
él".

  1. Los Comités
    Revolucionarios

La formulación de estas políticas
públicas a ser aplicadas sobre la población
campesina debía asentarse sobre un control centralizado,
que se hallaba en crisis a comienzos de 1967 por el
cuestionamiento anti burocrático a las organizaciones
del Partido Comunista Chino y a las estructuras administrativas
del Estado. La previa irrupción en las comunas y
municipios rurales de las directivas de la Revolución
Cultural y las movilizaciones de los Guardias Rojos que crearon
las condiciones de cuestionamiento ideológico y
político detrás de las premisas del llamado a las
masas a "tomar el poder", habían trastocado parte
considerable de la productividad y el orden en todas las
provincias.

El poder central intentaba desde entonces aplicar la
consolidación de los Comités Revolucionarios en
todas las provincias, pero este proceso no fue uniforme ni
aceptado por todos los implicados. Ya hemos considerado
cómo los ataques de los Guardias Rojos a las estructuras
partidarias y a los cuadros burocráticos estatales
provinciales, había provocado su disolución en
algunos casos y en otros la constitución por parte de
los cuestionados de sus propias organizaciones de defensa que,
siempre siguiendo las consignas y "el pensamiento Mao",
también se consideraban Guardias Rojos.

La diferencia radicaba en que los últimos
tenían asentamiento local con amplia base de apoyo y
solidaridad, lo
que necesariamente facilitó que los enfrentamientos
fueran cada vez más violentos. Sólo el
ejército pudo equilibrar y dar cauce al tratamiento y la
aplicación de las directivas de la Revolución
Cultural, estableciendo Comités Militares de control (en
algunos casos como única autoridad, al comprobarse el
falso recambio de dirigentes y estructuras partidarias que
intencionadamente se intentara) para luego ordenar la
formación de grupos preparatorios de discusión
para la constitución de Comités Revolucionarios
de Triple Alianza.

El marcado faccionalismo en algunos municipios
obligó al ejército a formar en primera instancia
comités representativos de las organizaciones de masas
llamados en cada lugar "Gran Alianza Revolucionaria". En el
caso de que la discusión provocada no alcanzara
solución inmediata, representantes y delegaciones de las
organizaciones de masas fueron enviados en muchos casos a tomar
clases de estudio de lo que políticamente significaba el
"pensamiento Mao", en Beijing.

El Comité Revolucionario quedaba considerado
desde ese momento como la instancia fundamental en la
constitución de un gobierno local representativo, para
el control efectivo del sistema administrativo y el orden, y
esto estaba observado directamente desde el Comité
Central del PCCh. Al mismo tiempo se reorganizaba el
número de regiones militares, y los destacamentos del
ejército, en consonancia con la importancia de su
representación en cada uno de los Comités
Revolucionarios.

Hasta 1968, éstos fueron variando en su
composición representativa y estructura. Por ejemplo,
Heilongjiang formó un Comité Revolucionario de 17
miembros; Shanxi de 245; Beijing 97; Jiangxi 149; Henan 155. En
general, el alto número de representantes generaba
necesariamente extensas reuniones de discusión que
revalorizaban un viejo estilo de trabajo empleado por Mao
Zedong en 1956.

A pesar de que era imposible lograr uniformidad en la
conformación de los Comités Revolucionarios de
todo el país, comenzó en septiembre de 1968 una
nueva etapa en su funcionalidad. Lanzados en primera instancia
para cubrir el papel restaurador del orden y la
formación de gobiernos locales representativos, que
debieron constituirse en organizaciones generadoras de la
reconstrucción y el reestablecimiento de los aparatos
partidarios locales. De esta manera pasaban a convertirse en
organismos provisionales de poder, tarea que recién pudo
completarse en 1971.

La reorganización de los comités
centrales provinciales del PCCH, recién podrá
concretarse en ese año. Esto no ocurrió sin
dificultades extremadas originadas por las condiciones en que
se pudieron constituir primero los Comités
Revolucionarios. Además, la dura resistencia establecida
para llegar a acuerdos, por parte de los dirigentes del
Comité de dirección de la Revolución
Cultural y por los representantes revolucionarios de las
organizaciones de masas, generó tensiones de
máxima importancia que involucraron también al
EPL.

El mayor cambio en la composición y el
liderazgo de los comités revolucionarios provinciales se
produjo como consecuencia del lento ascenso de los "cuadros
revolucionarios", aquellos que fueron puestos a resguardo por
un período de "reeducación ideológica"
—los cuestionados y desalojados por sus "errores", que
volvían como "cuadros rehabilitados" de regreso a sus
localidades originales—, y el decrecimiento del número
de representantes de los grupos revolucionarios de masas,
estrechos propulsores de los ideales de la Revolución
Cultural y la lucha antiburocrática. Y esto coincide con
un período de mayor enfrentamiento entre las posturas
del Ejército Popular de Liberación y el
Comité Central del PCCh.

Lo que podría brindar alguna comprensión
hacia lo que ocurrió con la aparentemente obligada
desaparición de Lin Biao, es la comparación entre
el número de miembros de cada organización en los
comités centrales partidarios provinciales, tomando como
dato el 1 de septiembre de 1971. Para esa fecha, después
de constituidos estos comités y luego de la
desaparición de Lin, el 57,5% de los secretarías
generales partidarias estaba en manos de representantes del
ejército, en tanto que en los Comités
Revolucionarios su representación había sido del
49,9%. Mientras que los cuadros del partido que retuvieron o
obtuvieron nuevamente las secretarías generales de los
comités centrales provinciales alcanzan un 36%, y los
representantes de las organizaciones revolucionarias
directamente ligados al Comité de la Revolución
Cultural tenían el 6,5%. Las diferencias y el claro
intento de hegemonía en el ascenso de las fuerzas
armadas en la dirección del partido, donde estuvo
involucrado Lin Biao como su promotor esencial, podrían
explicar el antagonismo creado en ese período, y
sugerirnos una mayor claridad correspondiente con el desenlace
donde éste quedó apartado
definitivamente.

Además, los Comités Revolucionarios
paulatinamente fueron ocupando un lugar secundario en la
dirección de las decisiones provinciales fundamentales,
lo que establece un aumento del retroceso en las posiciones de
liderazgo sostenidas por los representantes revolucionarios de
la Revolución Cultural. Coincidente con esto, el Cuarto
Congreso Nacional del Pueblo de 1975 establecerá en la
Constitución reglamentada ese año, que los
Comités Revolucionarios quedaban dependientes de la
dirección del partido y su dirección central. Y
en el artículo 23 restringió su actividades a las
tareas administrativas de "aplicación y
ejecución de leyes y
decretos en sus respectivas áreas; dirigir (…) la
construcción socialista en sus respectivas áreas;
examinar y aprobar los planes económicos locales (…)
mantener el orden social; y salvaguardar los derechos
ciudadanos".

La subordinación y el posterior reemplazo de
los Comités Revolucionarios, que dejaron de existir en
1979, no solamente ocurrió porque fueron abandonados por
su función simbólica representativa de un
período altamente cuestionado, también por su
incongruencia ante los nuevos planteos organizativos de
centralización de las decisiones
fundamentales que las circunstancias requerían. Como
símbolo de una era que conmovió a la nación y al mundo, no eran coincidentes
con los cambios estratégicos que las autoridades de la
RPCh establecerían desde 1978 en adelante.

  1. La Revolución Cultural y la
    milicia

Una pregunta surge como consecuencia de la
aplicación de las directivas de la Revolución
Cultural en las zonas rurales:

¿Por qué la violencia y la
coerción social puestas de manifiesto por los Guardias
Rojos en las ciudades no alcanzó ese grado de paroxismo
o parecidas características en el campo?

La estructura
social de las comunas, aldeas, villas y municipios rurales
presenta una clara diferenciación con las que se
conformaron en cualquiera de las ciudades chinas del
período de la Revolución Cultural.
Independientemente de que la vida en las áreas rurales,
en cualquier lugar del planeta, se desenvuelve en un contexto
más previsible y dentro de circunstancias que fortalecen
la solidaridad inmediata, es evidente que en el transcurso de
la aplicación de las directivas anti burocráticas
de la Revolución Cultural también intervinieron
otros factores organizativos previos que permitieron una mayor
estabilidad.

Según el investigador Harvey Nelson la milicia
desempeñó un papel significativo en la
eliminación de las organizaciones de los Guardias Rojos
durante 1966, y ejemplifica esto con el caso de un joven de la
comuna de Yangbei que al regreso de sus estudios universitarios
en Fuzhou, capital de Fujian, ayudó a formar el primer
cuerpo organizado de Guardias Rojos en el lugar:

"Esta organización comenzó a atacar
al secretario del partido en la comuna, llamándolo
"capitalista aventurero" y demandó su renuncia. El
secretario partidario renunció, y estaba
(
aparentemente) preparando una autocrítica cuando
la milicia básica se constituyó en rival de la
organización de la Guardia Roja, y se aprestó a
la defensa del liderazgo del Partido de la aldea (…) en la
confrontación inicial, la milicia rodeó a los
guardias rojos, los golpeó severamente, y después
los ató y amordazó. (…) los líderes
estaban siendo llevados a las montañas para ser
ejecutados cuando (…) el comandante de la milicia (
de
otra comuna) les pidió que suspendieran la
ejecución. Después de esto no hubo intentos
posteriores para organizar a la Guardia Roja en la
aldea".

La situación descrita manifiesta una forma de
actuar común de los dirigentes partidarios en los
municipios, submunicipios, comunas y aldeas rurales, que
podían reaccionar rápidamente a las amenazas de
los Guardias Rojos al ser éstos fácilmente
aislables. Pero siempre que el cuestionamiento interno a las
autoridades burocráticas locales del partido y la
administración estatal local no
coincidiera con las demandas de los Guardias Rojos.

A su vez, Victor Nee remarca como significativo que un
editorial del Diario del EPL del 6 de agosto de 1967,
señalara:

"(…) el uso extendido de la milicia local para
suprimir a los Guardias Rojos; no solamente en las aldeas, pero
aparentemente en muchas comunas suburbanas, los militantes
campesinos eran enviados a las ciudades a atacar a los grupos
urbanos de la Guardia Roja (…) los instigadores para el
envío de militantes a las ciudades se encontraban en las
élites colocadas arriba del nivel de aldea. Informantes
en Fuzhou, (…) describieron las violentas batallas en las
ciudades entre militantes y campesinos enviados desde comunas
suburbanas y facciones de la Guardia Roja".

Consecuente con esto, el establecimiento de los
Comités Revolucionarios impuesto por
los distritos y subdistritos militares, otorgaron al
responsable de la milicia local, por norma general, una
posición dominante. Al respecto, Nelson destaca
que:

"(…) el órgano administrativo de la
milicia simplemente reemplazó al comité del
Partido como el órgano líder en los nuevos
comités revolucionarios en los niveles municipales y
submunicipales. Dado que el departamento de armas de la comuna
estaba bajo la supervisión directa del subdistrito
militar, ésta era una forma para extender el control del
ejército hasta el gobierno submunicipal, en un tiempo en
que las organización nacional del Partido estaba en
desorden".

También el origen campesino de la
mayoría de los cuadros medios y
soldados del ejército propone un amplio marco de
coincidencias no sólo en el nivel organizativo de los
integrantes de la milicia. Si consideramos que en el
período de desmovilización ellos se
reunían con sus familias en las aldeas y que a su
retiro, simplemente por la experiencia adquirida, pasaban a
constituirse en candidatos efectivos para ser integrados en la
dirección de los cuerpos de defensa locales.

Un papel destacado desempeñó la
opinión, para el fortalecimiento de la milicia en su
labor política, de parte de la dirigencia militar zonal
en las provincias; o sea, no solamente para el encuadramiento,
control y hasta la supresión física y de las
actividades revolucionarias de los Guardias Rojos,
también como eslabón de unión entre el
ejército y la comunidad rural. Asimismo, la
política impuesta desde Beijing, después de la
constitución de los Comités Revolucionarios y la
rehabilitación de la organización de los
comités centrales provinciales del partido, debió
considerar esto como un cambio de etapa en el proceso de
implementación de sus directivas y disponer la
desmovilización y regreso a sus lugares de origen de los
Guardias Rojos.

De esta manera, las diferentes instancias militares
que otorgaron su total respaldo para el despliegue de las
actividades de lucha anti burocrática de los Guardias
Rojos, primero en las ciudades más importantes como
Beijing y Shanghai, y después en las provincias y sus
áreas rurales, fueron las mismas que limitaron,
reprimieron y después, por su representatividad
cuestionadora en los nuevos y reconstituidos organismos
dirigentes, crearon las condiciones para la desaparición
de los Guardias Rojos de las zonas rurales primero,
posteriormente de las ciudades del interior y finalmente de las
ciudades principales de donde se habían
originado.

  1. Mao Zedong y el culto a su persona

La expresión "culto a la personalidad" fue
empleada en 1956, en el Vigésimo Congreso del Partido
Comunista de la URSS a propósito de las denuncias contra
Stalin, y quedó asociada a un clima de drama social y
político implícito en la realidad
histórica de su país. Aunque no puede ser
considerada una situación de culto personal sin
clima dramático.

Tampoco puede entenderse el culto a la persona de Mao
Zedong fuera de aquel momento y territorio que fue objeto de su
acción, fuera del espacio y del tiempo, y también
de una forma económico-social determinada. En la medida
en que pueden registrarse sus manifestaciones clásicas,
como es la atribución a un hombre de
todas las virtudes de una política, queda la posibilidad
de que exista la admiración por esa figura y con ello la
necesidad de poder tenerlo más cercano en forma personal
o colectiva. La multiplicación de las estatuas, las
continuadas citas de sus escritos, el ritual de ovaciones
presente inevitablemente en todo discurso, los continuos
homenajes, etc., son el reflejo de una necesidad. Y existe
culto cuando hay asentimiento, cuando hay fieles.

También podemos considerar la existencia de una
especie de culto de la personalidad invertido, cuando se
atribuye a un solo hombre toda la carga de los errores de una
época. Esta es la parte del desarrollo irracional de una
doctrina política, que requiere una explicación
racional. La novedad reside en el hecho de que esa
manifestación se haya producido en las condiciones de
una sociedad en el camino al socialismo, que
por la aplicación de sus principios y sus objetivos
debería aparecer como totalmente refractaria a la
formación de un culto.

Pero existen en un mundo que construye el socialismo
elementos contradictorios que producen resultados
contrapuestos. Se lucha bajo las consignas de lograr una mayor
democratización real, no formal sino participativa. Pero
por otro lado no se puede prescindir de considerar una
necesaria centralización del poder. La
explicación que se otorga a esta posible incongruencia
es la de la lucha mancomunada contra el enemigo común,
interno o externo, sin olvidar que el clima de "ciudad
asediada" en el pasado clásico siempre favoreció
el nacimiento de los cultos y los mitos sobre
los héroes salvadores.

El poder de Estado que encarna esta
centralización puede aparecer entonces como exterior a
los hombres comunes, como trascendente con relación a
ellos, y por lo tanto superior y necesaria. Con el agregado de
que si ese Estado es dirigido por un hombre solo, será
este hombre quien se beneficie de esa trascendencia. Toda
figura heroica está afectada por la creación de
un espacio de gloria. Por supuesto que no es posible dejar de
pensar que los sentimientos que promueva para su
admiración y su emulación son contrarios a una
visión materialista y dialéctica de la historia.
Y sus consecuencias, cuando se habla de una nación de
700 millones de habitantes, son impredecibles cuando a ese
individuo se
le concede el poder de ser el intérprete infalible de la
solución de todas las necesidades, y a su palabra
escrita o pronunciada el camino para convertirlas en resultados
objetivos.

Porque con otros dos grandes pensadores y
líderes no sucedió lo mismo. Marx y Lenin
nunca fueron objeto de una situación de tal magnitud,
por más que el segundo sí participó en la
transformación política de su país. El
culto se instaló progresivamente. El proceso de
instalación del culto a Mao fue lento necesariamente al
tener que prevalecer sobre la concepción marxista de las
masas creadoras, y también sobre la teoría marxista del partido.

En el caso de Mao esta exaltación de su nombre
y sus escritos lo convirtió en una especie de
superhombre, y no es imposible que él llegara a aceptar
durante un tiempo prolongado que se lo considerara como tal. La
compilación de sus escritos en formas de citas o
"pensamientos" en el Libro Rojo, coincidía con
sus numerosas obras que demostraban su participación
inobjetable en la historia de la nueva China. Sus aciertos
estratégicos militares, económicos y sociales
hasta la consolidación de la república, siendo
que Mao nunca tuvo un grado militar, lo consolidan en su
posición de líder indiscutido. Y una vez
constituido el Estado su
poder permanente e ilimitado de intervención permanece
inconmovible.

Un problema que plantea el culto a Mao Zedong es que
detrás de su desarrollo existieran posiblemente varias
posiciones políticas diferenciadas. Una, la de quienes
añoran una primera etapa posiblemente utópica, de
construcción democrática socialista en la que se
habría vivido con intensidad el espíritu
revolucionario y antiimperialista, el comienzo del colectivismo
agrario, el igualitarismo, y donde se habrían disfrutado
y respetado aparentemente por igual los derechos y obligaciones
sociales. En este grupo podríamos incluir a quienes
deseaban una posible consolidación definitiva de un
proceso similar, manteniendo un esquema de situación
revolucionaria permanente, sin cortes, que tomaba como base
teórica el marxismo
original.

Otra, una posición político
ideológica que habría promovido el endiosamiento
de Mao de manera excesiva y desgastante, para afianzar la
posición del ejército como ejecutor de las
soluciones
ante un estado de crisis interna, y que lo potenciaba en su
enfrentamiento con los sectores burocráticos del Partido
Comunista, que creció y se afianzó en el control
del partido desde 1959.

Y una tercera posición que, consecuente con su
desarrollo independiente como sector de clase social en el
manejo burocrático del aparato administrativo del
Estado, habría apoyado el liderazgo de Mao cotejando
continuamente sus propuestas político económicas
con la realidad de los resultados obtenidos, debilitando el
alcance de sus proposiciones de rectificación
ideológica, y aprovechando todos los espacios
políticos para afianzarse en una estructura partidaria
inconmovible que no era posible quebrar desde
adentro.

La existencia de esa burocracia contribuyó a
disociar aún más a los organismos dirigentes, de
las masas populares. Así, el mito del
héroe político quedaba expuesto no sólo
por parte de los seguidores y fanáticos maoístas,
también de parte de aquellos que ayudaron a encumbrar su
figura desde las más altas instancias decisorias del
partido, el Estado y el ejército. O sea, los que
contribuyeron a personalizar el poder como forma de quedar en
un tiempo prudencial como única alternativa. Y Mao mismo
trató de encontrar una explicación sobre el culto
a la personalidad, pero sólo en el plano de su
trascendencia histórica y no política:

"(…) El culto del individuo se encuentra
arraigado no solamente en la explotación de clases,
también entre los pequeños productores. Como es
bien conocido, el patriarcado es un producto de
la economía de pequeños productores
(…) su ponzoña ideológica subsiste desde la
vieja sociedad y a pesar de todo puede permanecer en la mente
del pueblo durante mucho tiempo (…
el partido en
China) ha luchado incesantemente contra el encumbramiento
personal y contra el heroísmo
individualista"
.

Según la escritora Roxane Witke, esto
también habría sido considerado por Jiang Qing,
la compañera de Mao. En una entrevista
que ella le concediera a Witke criticó el exacerbado
culto a Mao que se había construido a su alrededor como
un verdadero cerco. Consideraba que esto era propuesto por
parte de la burocracia partidaria para facilitar el
desprestigio del "pensamiento Mao Zedong", ante su
confrontación con una realidad prolongada.

La existencia de toda burocracia necesita y contribuye
en la construcción de la mitología del héroe
político, el guía genial de los pueblos. Este
héroe personaliza la acción del Estado al mismo
tiempo que expresa la teoría que justifica toda
acción y de la cual se torna el intérprete
único e infalible al aparecer como el gestor de esas
fuerzas técnicas, tanto más sorprendentes cuanto
que surgieron, en este caso como en otros, en un país
dominado hasta entonces por las viejas prácticas
agrícolas. El hombre
que dispuso de tal poder ¿cómo podía no
aparecer a la vez como omnisciente, omnicompetente y
omnipotente?

Cada país hereda de su pasado cierto
número de tradiciones. La revolución al
trasformar la estructura económica, social y
política de la antigua China pudo romper la
institucionalidad estatal y creó otra, pero en cada
habitante subsistió el antiguo ciudadano. Ese hombre que
percibe que pese a todo lo expresado por los nuevos dirigentes,
tiene la vida más dura de lo que esperaba; y no se hace
surgir el hombre nuevo
tan fácilmente de él.

¿En qué medida, entonces, el antiguo
hábito de atribuirlo todo al emperador, que era el
representante y quien recibía los favores o no de las
creencias en los antiguos dioses fundadores, actuó en
favor del culto a la personalidad de Mao Zedong?

¿Cuánto se debe a la herencia de las
creencias arraigadas en el mundo campesino para llegar a formar
un terreno favorable, y en qué medida la inexperiencia
de los primeros cuadros facilitó la sumisión a un
hombre cuya capacidad política y organizativa era
innegable?

Ahora sabemos que por el mismo culto a Mao se impuso
una dolorosa etapa de traumatismo social, que ha sido nuestro
objeto de estudio. Pero sólo un choque violento contra
la sociedad podía sostener el mito del héroe y
hacer de ese objeto de culto y de sus consecuencias un
movimiento de tales características.

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