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Una historia de la lucha de clases en China (1966 ? 1971) (página 4)




Enviado por Carlos Copertari



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Conclusiones del capítulo II

La Gran Revolución Cultural Proletaria en su
corto y confuso período de gestación y desenlace,
1966-1969, nos plantea variados elementos para una primera
tentativa de conclusión:

a. Es necesario tener en cuenta como lo sugiere el
análisis del período en
cuestión, que esta Revolución Cultural es muy
diferente comparativamente con la experimentada por la
generación de los máximos dirigentes del PCCh:
Mao Zedong, Zhou Enlai, Liu Shaoqi, etc., con el Movimiento
del 4 de Mayo
, al que se hizo referencia en este estudio.
Este último, en tanto que impulsado por las masas de
estudiantes universitarios y secundarios y por los docentes de
ambos niveles, provocó una profunda
transformación y renovación socio cultural e
ideológica entre 1915 y 1921. La diferencia con este
movimiento
anterior, es que el movimiento de la Revolución Cultural
fue lanzado y fuertemente encuadrado por el PCCh. Y que en su
gestación en 1966, no fue un movimiento impulsado por
las juventudes estudiantiles convocadas.

b. La generación de la Revolución
Cultural fue consecuencia directa de las luchas establecidas en
el seno del PCCh entre un sector estructurado por Mao Zedong y
sus seguidores contra otro sector burocratizado consolidado en
los aparatos del partido, el ejército y el Estado,
cuyas figuras emblemáticas eran Liu Shaoqi, Peng Zhen y
Deng Xiaoping. De esta forma, el movimiento también
respondió a ciertas preocupaciones políticas e ideológicas de Mao en
el interior del Comité Central del PCCh, para ejercer su
hegemonía.

c. Como todo movimiento de estas
características, cuando la Revolución Cultural
estuvo en la plenitud de su desarrollo,
desencadenó, así lo percibimos, sucesos y
acontecimientos no previstos por Mao y los otros líderes
del PCCh que lo apoyaban:

  1. La convocatoria abría un dique enorme de
    posibilidades, en tanto daba cauce a la lucha contra las
    arbitrariedades y el ejercicio autoritario del poder. En
    una sociedad que
    aunque pareciera relativamente igualitaria contenía
    desigualdades exacerbantes.
  2. La Revolución cultural puso en movimiento a
    sectores importantes de un actor social que había
    desaparecido del escenario político chino desde 1927, y
    que después había reaparecido
    esporádicamente. En la clase obrera
    china de
    1966 coexistían algunos procesos que
    vale la pena señalar y que han sido poco estudiados. El
    propio desarrollo de la reconstrucción económica,
    1949-1953, y de la denominada "Planificación Socialista", 1953-1966,
    habían hecho crecer enormemente a esta clase obrera
    cualitativa y cuantitativamente, y las diferencias en su seno
    eran relativamente grandes en lo que hace a nivel de salarios,
    estabilidad laboral y
    condiciones de vida. Lo anterior produjo su eclosión a
    finales de 1966 y principios de
    1967. Las grandes movilizaciones y luchas producidas por el
    proletariado de Shanghai, Wuhan y otras importantes ciudades
    industriales de China, encendieron luces rojas en el liderazgo
    del PCCh. Este fue el momento decisivo en que apareció
    el EPL para controlar, reprimir y frenar decisivamente este
    peligroso accionar independiente de las masas populares
    urbanas, organizadas alrededor de los trabajadores. Estos
    fueron pocos meses, pero muy intensos para una clase obrera que
    había permanecido postergada en su participación política
    directa.
  3. El período posterior que va desde mediados de
    1967 hasta el Noveno Congreso del PCCh, en abril de 1969, con
    la participación sustancial del EPL dejó en
    evidencia su papel activo en la reconstrucción del
    aparato de dominación burocrática del Estado. Se
    pudo pasar entonces con rápidez, de una etapa en que se
    sostenía que fueran removidos todos los dirigentes del
    partido y administradores, a otra donde se requería la
    vuelta de la mayoría de los cuestionados. Y esto
    sucedió como consecuencia de que la mayor parte de la
    inmensa masa de habitantes rurales de China se vio muy poco
    influenciada por las consignas anti burocráticas de la
    Revolución Cultural.

III – La Revolución Cultural y su impacto
sociopolítico en la Argentina

  1. Entre los años 1966 y 1969 durante los cuales
    transcurre la etapa sustancial de la llamada
    Revolución Cultural, que ampliamos en este estudio
    hasta 1973 para aportar cierta comprensión de otros
    hechos históricos de importancia, el contexto
    internacional asumió particularidades que conmovieron
    drásticamente las estructuras del pensamiento político y social de una
    generación, condicionando las formas organizativas de
    las diferentes instancias en las que se expresarán en
    particular los sectores jóvenes de la sociedad
    argentina al asumir éstos un grado de compromiso
    creciente en su intento de transformación de la
    sociedad.

    Al adoptar nuevas metodologías de organización que parecen exitosas en
    otras latitudes los conflictos
    sociales se transforman, sobre todo en los países del
    llamado Tercer Mundo, potenciando el cuestionamiento a los
    análisis y los programas
    provistos por los partidos de izquierda tradicionales,
    formados en general bajo el modelo y
    la dependencia operativa de los regímenes socialistas
    europeos y los grandes partidos comunistas como los de
    Italia y
    Francia, y
    fundamentalmente de la Unión
    Soviética.

    En el trasfondo, a través de los sucesos que
    provocará la Revolución Cultural, lo que se
    expresaba en Argentina era el ascenso participativo de una
    generación joven ansiosa por llevar adelante, lo mismo
    que en China, los cuestionamientos a las estructuras
    burocráticas partidarias en donde también se
    mantenían por decenas de años los mismos
    dirigentes que filtraban cualquier tipo de ascenso
    crítico y renovador.

    Al mismo tiempo, en
    el marco de lo cotidiano, diarios como La Nación y Clarín no
    eluden comprometerse ante la preocupación que
    ocasionan los acontecimientos multitudinarios que conmueven a
    la lejana república asiática. Sus titulares y
    el tratamiento de los sucesos en las primeras páginas
    no dejan dudas sobre su encolumnamiento detrás de una
    postura que signifique no potenciar a las alternativas
    políticas en crecimiento que ya no eran sólo
    cuestionadoras del orden vigente. La prensa
    nacional, tal como se reflejaba en los dos diarios
    nombrados, no dejó de mostrar estos
    acontecimientos que se desarrollaban en la República
    Popular China. Pero los mismos debieron atravesar el doble
    filtro que significaba el hecho de que Argentina no
    mantuviera relaciones diplomáticas con aquel
    país y que estos y otros diarios no tuvieran
    corresponsales acreditados en Beijing o Shanghai, ya que la
    mayoría de las noticias
    que se leían en ellos eran provistas por las agencias
    noticiosas extranjeras a través de sus cables y a
    veces con artículos interpretativos. En ese sentido, y
    con base en ese tipo de información, los lectores argentinos se
    explicaban y representaban una situación diferente al
    compararlas a las experiencias que ellos mismos
    vivían, no pudiendo interrelacionarlas o dar valor
    interpretativo a la influencia de aquellos hechos lejanos
    sobre su inmediata práctica política.

    Siendo así, el diario La Nación
    se mostraba elusivo para considerar en lugar destacado los
    crecientes acontecimientos en China, meses antes de la
    concentración de más de un millón de
    jóvenes el 18 de agosto de 1966 en la plaza Tian Anmen
    de Beijing, acto y fecha que son considerados como el
    reconocimiento oficial de la llamada Gran Revolución
    Cultural Proletaria.

    Interesa destacar entonces cuáles eran los
    posibles "condicionantes" culturales e ideológicos que
    permitieron y facilitaron la penetración de la
    información que se filtraba a través de nuestra
    prensa nacional. Es necesario recordar las diferencias
    comparativas con el período actual al clima
    político que se vivió en las principales
    ciudades universitarias argentinas como Buenos Aires, La
    Plata, Córdoba y Rosario, desde 1956 a 1966, pero
    fundamentalmente desde este último año hasta
    1971. El golpe cívico-militar de Onganía de 1966
    cerró un período y abrió otro y, aunque
    no es tema específico de nuestro trabajo,
    la etapa que finalizaba fue de enorme crecimiento en la
    creatividad y la maduración para las
    universidades nacionales, sus movimientos estudiantiles y su
    relación con las movilizaciones populares. Pero en
    1966 ya se vivía y se actuaba en un nuevo contexto. En
    lo político, un numeroso sector de las juventudes
    universitarias militaba y se organizaba en los movimientos
    que se definieron por la "lucha armada", mientras otro sector
    perfiló sus simpatías por algunas de las viejas
    organizaciones políticas de izquierda,
    como el Partido Comunista Argentino, potenciándolas o,
    a partir de esas formaciones, desgajándose en nuevas
    estructuras partidarias. También es necesario recordar
    que en los primeros años de la década de los
    sesenta se oficializó el cisma chino-soviético,
    con diferencias crecientes que comenzaron en los
    últimos años de la década anterior y que
    tanto influyeron en las izquierdas del país, y que,
    además del Che
    Guevara, las personalidades políticas extranjeras
    de mayor ascendencia sobre la juventud
    argentina fueron Fidel
    Castro, Mao Zedong y Ho Chimin.

  2. La percepción y la representación de
    ese acontecimiento histórico en China
  3. La prensa nacional argentina y la
    Revolución Cultural

Es en agosto de 1966 cuando el diario La
Nación
inicia una serie de titulares presentes en
lugar destacado, y que se prolongarán con leves
intervalos hasta avanzado enero de 1967, poniendo su
énfasis en general sobre lo que sucedía en las
estructuras superiores de mando en China continental. Desde el
día 23 de ese mes, en la p.2, es cuando comienza a
prestarse atención informativa a las movilizaciones
en China. Entonces, pudimos leer titulares como: "Multitudes
de adolescentes
chinos invadieron hoy la capital

(Beijing o Pekín) por tercer día
consecutivo"
, empezando a destacarse que éstos al
estar organizados en grupos de
"custodios rojos de la Revolución Cultural",
trastocaban el funcionamiento normal de la ciudad. El 24
tituló: "Arrecian las manifestaciones contra
Occidente (…) cambian los nombres de las calles, cerrando las
iglesias cristianas"
. El 25 de ese mismo mes de agosto se
transcribió a un corresponsal que expresaba: "(…)
Mao tiene conciencia
de que el poder del gobierno y su
propia exaltación (…) radican en el ejército,
que debe ser algo más que una máquina de guerra; debe
ser una ‘escuela’ para el estudio de la
política y la cultura
además de las materias castrenses. También

(deben) levantar cosechas, dirigir fábricas y
establecer contactos con el pueblo (…) El objetivo es
reducir la distancia teórica que media entre el obrero
fabril y el agricultor, la ciudad y el campo, el trabajo
mental y el manual, y
convertir a cada uno en soldado".

En forma paralela, en la consolidación del
movimiento de la Revolución Cultural, actuó como
un aglutinante inmediato el enfrentamiento con la URSS. Si bien
el comienzo del enfrentamiento puede rastrearse a fines de
1957, desde 1966 la Unión Soviética quedó
claramente ubicada como representante de una línea
política conciliadora con los intereses de Estados Unidos.
Cuestionada de esta manera, su embajada soviética en
Beijing sirvió como referente geográfico para
casi todas las concentraciones de repudio diario que se
efectuaban en la capital, principalmente hasta finales de ese
año. Incluso el nombre de la calle en la que
aquélla se encontraba ubicada no podía correr
mejor suerte: del pacífico Wang Fuching ("calle del pozo
del príncipe"), pasó a llamarse Fan Hsiuching
("lucha contra el revisionismo").

Sin embargo, el matutino argentino también
publicó algunos artículos que contenían un
análisis más minucioso de la situación,
siempre en el ámbito de las interpretaciones acerca de
las jerarquías del poder político del Estado en
la República Popular China. Es el caso del
artículo titulado "La génesis de los sucesos
en China",
aparecido el 1 de septiembre de 1966 y firmado
por Emile Guicovaty, en el que para entender el proceso se
invitaba a: "(…) recordar la situación que reinaba
el año pasado y a principios del actual. Todos los
observadores (…) estaban impresionados por la mejoría
en el abastecimiento y en la renovación de la producción industrial (…), ello no era
óbice para que existieran graves síntomas
políticos. En vez de acatar las directivas del
Comité Central, el partido comenzaba a
‘regionalizarse’, e incluso aparecían
‘señores’ locales (como) Peng Zhen,
‘señor’ de Pekín y la China del
norte, y Tao Chu, ‘señor’ de Cantón y
la China meridional. Los organismos de base del partido
tendían a identificarse cada vez más con su zona
de influencia, campesina, obrera, o universitaria, y empezaban
a representar intereses que no siempre coincidían con
los del Estado. (…) En el campo (…) los campesinos
‘ricos’ alzaban la cabeza y pedían mayor
libertad
para comercializar los productos
agrícolas, e incluso la ampliación de las
parcelas privadas.

En las fábricas, el partido aceptaba
reivindicaciones obreras tales como el pago de horas extras y
la disminución del número de reuniones
políticas de ‘reeducación’. La
operación de reajuste (que) comenzó en el
Ejército (en 1965…) sirvió para recordar al
partido y a todas las capas sociales en efervecencia que la
China popular a causa de la lentitud de su ritmo de desarrollo
no podía permitir que madurasen (…) tendencias
favorables al ‘enemigo de clase’. Y para poner al
Ejército como modelo al resto de la población se recordaba ‘el
espíritu de Yenan’, es decir, las horas gloriosas
del ‘comunismo de
guerra’ (…) Con el pretexto de la guerra de
Vietnam, se despertó a las milicias obreras y
campesinas, se obligó a millones de muchachos y
jovencitas, e incluso a niños, a seguir un duro entrenamiento
militar (…) Después les llegó el turno a los
intelectuales (…) Bajo las apariencias de
normalización’, la sociedad china
estaba en plena gestación. El revisionismo hacía
de las suyas en la escuela del Comité Central, donde
hasta el director llegaba a proponer una teoría sobre la posibilidad de superar
las contradicciones sociales más por el compromiso que
por la violencia.

En el Instituto de Ciencias
Económicas se hablaba de las tesis del
economista soviético Evsei Liberman
(partidario de
la gestión interna de las empresas y de
una aplicación racional de los estímulos materiales).
Frente a un partido que respondía cada vez menos
(…) Mao y sus colaboradores sólo podían ya
acudir a la calle. Claro que para esto había que
descartar a los obreros, ocupados en las fábricas y poco
deseosos de perder una parte de sus ya reducidos salarios (…)
Quedaban los estudiantes, una masa tanto más
fácil de manejar (…que) vivían bajo la amenaza
de ser enviados al final de sus estudios al trabajo
agrícola en las tierras más apartadas del
país. No cabe duda de que fue fácil atizar su
cólera y sus resentimientos (…) los
guardias Rojos han atacado, pues, todos los signos
exteriores que (…) eran los del retorno a la vida normal
(…) porque el régimen no se sentía capaz de
aceptar tendencias y reivindicaciones que a sus ojos se
oponían a las necesidades y metas de la China actual
(…) Con los ataque a museos y la embajada soviética,
los guardias Rojos rompen los puentes con su pasado, incluso el
más reciente. La guerra civil aún no ha terminado
en China."

La visión superestructural de los sucesos en
China continuó, al ser remarcado por La
Nación
desde el 4/11/66, en la p. 2, la honda
división en el comunismo internacional que se fuera
haciendo cada semana más evidente: "La existencia de
tendencias irreductiblemente enemigas en la dirección del Partido Comunista Chino fue
revelada hoy
(día 3) por el mariscal Lin Piao
ante Mao Tse-tung y una concentración popular de dos
millones de personas."
Allí también se
daría a conocer el texto de
salutación firmado por Mao al congreso del PC de
Albania, donde éste expresó por primera vez:
"(…) el anhelo de derrocar el poder de Bresnev y
Kosygin",
quienes estaban a cargo de la dirección
partidaria y del gobierno de la URSS. La delicada
situación seguiría siendo observada el 8/11/66,
en p. 2: "Delegados chinos se retiran durante el desfile
(conmemoración de la revolución soviética
de 1917) en Moscú" y el día 13, en la p.
3, bajo el título: "El cisma ideológico entre
Moscú y Pekín: discurso de
Chou En-lai acusando a la URSS de colaborar con los EE
UU".

Posteriormente, las noticias se fueron centrando en
los nombres de aquellos personajes del gobierno o el partido
comunista ligados al poder administrativo y político a
los que se cuestionaba en términos insultantes. Por
ejemplo, el 27 de diciembre de 1966, en su p. 2,
apareció: "Denuncian en Pekín al presidente
Liu Chao-chi",
donde según las noticias Liu
habría sido obligado a autoinculparse y reconocer sus
errores en público, al formular "(…) una
amplia confesión de 3 mil palabras"
.

En tanto, en nuestro país, es con el diario
Clarín donde se percibirá con mayor
nitidez el compromiso programático con el nuevo modelo
de "orden y progreso" del militar en el poder:
Onganía. El matutino, ansioso por demostrar
posibles similitudes metodológicas en otras latitudes
que diluyeran el cuestionamiento a la pesada mano represiva
militar, aplicada en Argentina sobre todas las organizaciones
políticas, universitarias y gremiales, elaboraba sus
titulares sobre China con base en lo que ocurría en el
Ejército Popular de Liberación.

Podremos leer así, el 4 de agosto de 1966, en
su p. 4, que: "Pekín apunta sus armas contra
los especialistas del Ejército"
, en donde
atribuía a esos especialistas el intento de posponer la
supremacía del Partido Comunista Chino en cuestiones
militares. El día 5, en su p. 2, haciéndose eco
de un documento del departamento Político del
Ejército en Pekín, dice Clarín:
"(…) el ejército no vive en un vacío. La
lucha de clases en el frente político e
ideológico debe inevitablemente reflejarse dentro del
ejército".
Para el 6 de agosto, en su p. 7, hace
lugar a un artículo firmado por el corresponsal de
Los Ángeles Times, Robert Elegant, en
donde se expone que: "(…) hoy en día el
ejército es proclamado el pilar principal de la dictadura
proletaria china",
pasando a explicar que éste
"es alabado como ejemplo avanzado de estudio y
aplicación (…)
a lo que son exhortados los
ciudadanos comunes y los funcionarios para su emulación.
Termina diciendo el autor que "(…) sería
erróneo hablar de dominio de los
militares en China (…) en el sentido
(con) el que se
habla en Indonesia o Birmania: China no está gobernada
por una junta de generales. Los soldados ocupan posiciones
desproporcionadamente influyentes dentro del (…) partido y el
gobierno.
(…Su) intrusión comenzó en
1959 cuando se
(le) encargó poner orden en las
caóticas comunas populares.(…) Es enorme (…) la
importancia que desempeña el ejército en la
industria de
China. De 8 ministerios
nacionales dedicados a varias formas de
industrialización, 6 se ocupan en primer término
de supervisar la producción de armas y equipos
militares. En las zonas fronterizas de Sinkiang
(en el
norte) y de Yunnan (en el sur) el ejército
controla la ´construcción
económica´(…)".

Poniendo siempre su atención sobre el tema de
la oposición militar contra las interferencias del
Partido Comunista, ante el "desconocimiento" que éste
habría tenido sobre la debilidad potencial del Estado
ante un posible enemigo, el 15 de agosto de 1966, en su p. 4,
Clarín tituló: "Las purgas chinas, un
amplio campo para las conjeturas",
citando la
destitución de Lo Juiching como jefe permanente del
Estado mayor del Ejército, y a cargo en muchas
oportunidades del Ministerio de Defensa por enfermedad o
desplazamiento geográfico de su titular Lin Biao.
Finalmente, el día 18 en la p. 6, expuso: "Lin Piao
es ahora el número 2 en la escala
jerárquica de Pekín".

Luego, el eje interpretativo de los titulares fue
trasladado a las movilizaciones propiciadas por los
jóvenes Guardias Rojos, que al ser leídos
aquí marcó con un grado de mayor atención
y pre juzgamiento implícito sobre las propias
movilizaciones de estudiantes y obreros que se sucedían
en Argentina por esos mismos días. El 24 de agosto de
1966, en su p. 7, Clarín tituló:
"Pekín: atropello y desenfreno bajo el rótulo
de Revolución Cultural"
; el 26, en la p. 4, "La
Guardia Roja impone el terror en Pekín"
; el 28, en
p. 2, "Los desbordes de la Guardia Roja hallan resistencia en
Pekín: sangrientos choques"
, en donde transcribe la
frase de un supuesto viajero en su apresurada llegada a Hong
Kong, al decir éste que: "(…) sin duda
ocurrió algo semejante con la juventud
hitleriana".

El 2 de septiembre de 1966, en su p. 4,
Clarín intentó demostrar el avance de la
anarquía, aunque también su incomprensión,
ante el proceso que se desarrollaba en China. Su corresponsal
en Nueva York, Horacio Estol, escribió: "El rojo
reversible de China Roja"
, para encontrar en el cambio de
los colores de
semáforo en ese
país, ya que el rojo no podía ser un color que
sirviera para detener, un "dramático
simbolismo"
.

En enero de 1967, reiterando el marco referencial que
insiste en la descripción de un caos generalizado,
producido inevitablemente por las actividades supuestamente
anárquicas de los jóvenes Guardias Rojos,
Clarín condicionaba siempre desde la primera
página la descripción de los hechos con
títulos como: "Graves choques entre facciones hubo en
Nanking"
, el día 8; "Arrecia la lucha contra
Mao"
, el 9, destacándose la transcripción de
un detallado comunicado de los Guardias Rojos quienes dijeron:
"(…) haber incautado 55 cañones (…)
13.700 fusiles y pistolas, 27.000 granadas, 21 ton. de
explosivos y confiscado 37 ton. de oro, 10 ton.
de platino, 9,8 millones de barras de plata (…)
;
"Puede desatarse la guerra civil en China", el 10;
"Chou En-lai trata de evitar el caos en Pekín", y
"Proyectos de
Chiang Kai-shek: Las fuerzas nacionalistas
(unos 600 mil
hombres) están listas para invadir China", el
día 11; "Hay intensa lucha en el interior de China.
Un estado de guerra civil reina en toda China"
, el 22 de
enero; "Luchan en las provincias fronterizas de China",
el día 27, y "Rebelóse contra Mao el
ejército en Sinkiang"
, el 28.

El 31 de enero se dio lugar en p. 1 al artículo
de un observador, S. L. Sulzberger, quien escribió:
"Razones esenciales de la Revolución Cultural",
donde éste opina que: "Por primera vez vemos al jefe
de una revolución comunista salir de la
organización partidaria para fijar el destino de un
estado comunista. Hasta las ‘purgas’ de la
política
(sic) secreta soviética fueron
dirigidas por el secretario general del partido, a la
sazón Stalin. Mao, el gran innovador de las técnicas
revolucionarias modernas, utiliza ahora estas técnicas
contra la propia revolución"
.

Y el 7 de febrero, bajo el subtítulo: "La
situación en Shanghai"
transcribió noticias
de las agencias japonesas Yomiuri y Asahi que informaban que en
esa ciudad se estableció el día 6 una Comuna
Popular sobre el modelo de la de París del año
1871, con un comité provisorio de 11 miembros (5
obreros, 2 campesinos, 2 soldados, 1 estudiante y 1
representante del PC chino). Con posterioridad, el día
20 de ese mes en p. 1, Clarín transcribió
la opinión de otros corresponsales japoneses sustentada
en la lectura
de dazibaos (grandes carteles murales) en las calles de
Beijing: "(…) Mao se ha negado a aprobar la Comuna de
Shanghai porque la captura de la ciudad por los revolucionarios
no se basó en la Alianza Triple
(comité de
dirección compuesto por miembros de las organizaciones
revolucionarias, de las unidades locales del Ejército
Popular, y cuadros del Partido Comunista y el gobierno).
Según Mao
(esa) es la única forma correcta
de tomar el poder".

Consecuente con el clima de prevención y alarma
que intentó proponer al lector, contra toda actividad
contestataria que tuviera similitudes aquí,
siguió incluyendo noticias aprensivas como la del 8 de
febrero, en p. 2, bajo el título: "Los
maoístas iban a matar al líder
comunista italiano".
Allí se afirmaba que
"(…) fuentes
policiales
(aseguraban) que se iba a asesinar a Luigi
Longi, y que la policía seguía la búsqueda
de maoístas sospechados de conspirar para hacer volar
plantas
generadoras de energía, oleoductos e instalaciones
industriales y militares".

3. La prensa militante

Por otro lado, la prensa doctrinaria y militante que
acompañaba en aquellos días las posturas de
muchas agrupaciones estudiantiles y obreras, que a su vez
representaban la opinión de ciertos partidos de
izquierda, no dejó de tomar posición respecto a
los sucesos de la Revolución Cultural y a la disputa
chino-soviética. Algunos boletines e informes,
periódicos y libros a los
que se ha podido tener acceso, indicaban el esfuerzo por
influir en las discusiones políticas y en la
comprensión de los lejanos sucesos que potenciaban las
movilizaciones locales.

Es el caso de Vanguardia
Comunista (VC), cuyo secretario general Elías Seman
luego de regresar de un viaje a China, publicó:
"China en pie de lucha contra el imperialismo
y el revisionismo", Editorial No Transar, Buenos Aires,
febrero de 1966. Allí destacó que: "(…)
VC está realizando la unidad de los marxistas-leninistas
para reconstruir el Partido Comunista de Argentina, inspirado
en la moral
revolucionaria con la cual 650 millones de chinos han asumido
la lucha contra el imperialismo y el revisionismo, (…)
que las grandes lecciones de la revolución china ayudan
a VC y a los antiimperialistas argentinos a cumplir con honor
su deber revolucionario, contribuyendo con la revolución
argentina a la derrota del principal enemigo de la
humanidad".
Y en la página 44 agregó:
"(…algunos) revolucionarios argentinos (en
referencia a la actitud de
muchos militantes del PC Argentino) pegan en las calles el
discurso de Pablo IV, que defiende la paz eterna (…) En
esta época en que la lucha de clases se expresa en las
guerras de
liberación nacional, significa defender la
conciliación de clases".

La misma agrupación expuso el punto de vista de
la agencia noticiosa Nueva China. El llamado
"Boletín de Sinjua" transcribió en
su núm. 31 del 20/5/67, parte de un editorial del diario
del Ejército Popular de Liberación, que
expresaba:

(…) todos los revolucionarios proletarios deben
considerarse como parte de la fuerza
revolucionaria y, al mismo tiempo, considerarse como blancos de
la revolución"
. Y en otro editorial de la misma
publicación del 13/10/67: "(…) los 18
años transcurridos desde la fundación de la
República Popular China son 18 años de lucha a
muerte entre
las dos clases antagónicas, el proletariado y la
burguesía".
Agregando en la p. 3 una pregunta:
"(…)¿Por qué surge el problema de la
toma del poder después de haber tomado el poder? Este no
es un fenómeno casual (…
es) la ley
común de toda lucha de clases en la historia".

La división provocada en el seno del Partido
Comunista Argentino, en forma paralela al enfrentamiento
ideológico sino-soviético, afectó a la
mayoría de los integrantes de su rama juvenil, la
Federación Juvenil Comunista, cuyos militantes
universitarios y obreros decidieron formar el Comité
Nacional de Recuperación Revolucionaria (CNRR). Esta
agrupación daría lugar posteriormente a la
formación del Partido Comunista Revolucionario (PCR), de
trascendencia en las luchas reivindicativas de entonces, como
el otro mayor representante del maoísmo en
Argentina.

Su publicación "Nueva Hora" se
refería en términos generales a la
problemática de los sectores obreros, universitarios y
populares locales y latinoamericanos, comentando prudentemente
los sucesos sobre China que a diario trascendían por la
prensa común, y que estaban presentes en la continua
discusión de sus militantes.

Por ejemplo, el núm. 5 del 10 de mayo de 1968,
publicada por el CNRR, no deja trascender nada relativo a su
posición sobre China. Mientras que, pocos años
más tarde, el núm. 6 de su revista
"La Comuna", de septiembre de 1972,
explicitará la posición que el PCR decidió
mantener incluso hasta la actualidad. En la página 14 de
esa publicación bajo el título: "La China e
viChina"
, se transcribió una entrevista a
Rosendo Hirazusta, seudónimo de Otto Vargas, el
histórico secretario general de ese partido.
Éste, al regreso de uno de sus viajes a
China, se consideró autorizado a explicar
que:

"(…) lo esencial de la Revolución
Cultural Proletaria es que fue una revolución en las
condiciones de la dictadura del proletariado, destinada a
continuar la revolución, y como tal fue una lucha por el
poder. ¿Una lucha por el poder con quién?
(…) el oportunismo de derecha cobró alas en el
partido (
comunista chino), y este no fue atacado como
una enfermedad de personas determinadas (…) a
través de una vasta movilización. (
Lo que)
ha demostrado que durante el socialismo
existe la lucha entre las dos clases y entre dos líneas
(
políticas,…) en la Revolución
Cultural Proletaria aparecieron nuevos organismos de poder
(…) los Comités Revolucionarios de triple
integración
(formados por 1/3 de
representantes del ejército, 1/3 del PCCh y 1/3 de
cuadros de las organizaciones populares) verdaderos soviets
de la revolución china".

Aunque no se han podido leer todos los informes de
Otto Vargas, y corremos el riesgo de
cometer un error, cabe destacar aquí y pese a que su
referente público era significativamente como arriba
señalamos la revista La Comuna, en 1972, que
Vargas en sus apreciaciones de ésta y otras de sus
exposiciones, no propuso la consideración especial como
organización democrática y revolucionaria del
Comité Provisorio de la llamada Comuna de Shanghai,
formada en 1967, donde éste contaba con 5 miembros
obreros, 2 campesinos, 2 del Ejército Popular, 1
estudiante y 1 cuadro del PCCh. Forma organizativa popular y
democrática contrapuesta, por su composición, al
obligado Comité Revolucionario de Triple Alianza,
propuesto desde la dirección del PCCh, por el predominio
en éste del sector de armado.

Escrito en 1972 y publicado originalmente en
"Teoría y Política", núm. 9
de enero-febrero de 1973 (republicado en el suplemento de
"Hoy", núm. 61 de enero de 2000), Otto
Vargas siguió refiriéndose teóricamente al
tema para establecer las diferencias con otras organizaciones:
"(…) Es imposible defender el comunismo (…)
sin defender el maoísmo, sin reivindicar la
Revolución Cultural Proletaria china, que proporciona la
experiencia más avanzada sobre la continuación de
la revolución (…
Esta) fue una gran
revolución protagonizada por millones de hombres y
mujeres (…) que a partir de 1966 conmovieron a ese
país y al mundo, y con la que se logró recuperar
posiciones de poder (
que estaban) en manos de los
revisionistas, impedir la restauración capitalista y
sostener la dictadura del proletariado durante más de
diez años"
(esto también figura textualmente
en el programa del
VIII Congreso del PCR de abril de 1977). Agregando en la p. 13
de esa publicación que: "El tema (cultural) se
entrelaza con la polémica posterior al XX Congreso del
PCUS sobre los que diciendo que querían criticar la
política cultural de Stalin tiraron y no por error sino
por deseo al chico (
Stalin) con el agua
sucia de la bañera (…) Ha llegado el momento de
desplegar el ataque contra esos combatientes del enemigo
atrincherados en nuestra fortaleza (…) Aquí toda
copia, toda imitación servil de un ‘modelo’
extranjero será infructuosa. Ni la aldea ni la ciudad
argentina son las chinas (…)

Esta posición será la que mantenga ese
partido muchos años después, ya que en la
conferencia
"Vigencia del pensamiento de Mao Tse-tung", del
16/12/93, al hablar sobre las particularidades de la
Revolución Cultural, en referencia a las formas de
comunicación de las manifestaciones al
adoptar éstas como derechos populares a los
llamados "cuatro da’s", (da zi bao: tener
derecho a publicar grandes carteles o periódicos
murales; da min: derecho a gritar y hablar fuerte; da
bian lum
: derecho a debatir, y da fong: derecho a la
gran apertura de opiniones), terminó
preguntándose: "(…) pero ¿por
qué tenemos que copiar (a
quí) los cuatro
da’s?"

En esa conferencia también justificó la
posición de su partido con respecto a Stalin. Para ello,
Otto Vargas expuso parte de un texto de aquél,
"Acerca de las perspectivas de la revolución en
China", escrito en noviembre de 1926: "(…) El
frente antimperialista en China será tanto más
fuerte y poderoso mientras más rápida y
completamente se haga entrar a la gente del campo chino en la
revolución".

De esta manera apareció Stalin con una actitud
vaticinadora y propiciatoria del cambio de estrategia que
decidiera hacer Mao Zedong, luego de la profunda derrota del PC
Chino al seguir precisamente sólo una línea
insurreccionalista propuesta por la Internacional Comunista, de
acuerdo a los intereses de la Unión Soviética. En
esta ocasión fueron asesinados miles de militantes en
las ciudades de Guangzhou (Cantón) y Shanghai en la
masacre organizada por Jiang Jieshi y el Guomindang.

En el libro:
¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en
Argentina. Conversaciones con Otto Vargas
(Jorge Brega,
Editorial Ágora, 1997), al historiar las condiciones en
las que se produjo de Revolución Cultural Vargas expuso
que éstas fueron creadas por: "(…) la
restauración del capitalismo
en la URSS; las catástrofes naturales de 1960 en China;
y el retiro (…) de los técnicos
soviéticos; el apoyo soviético a la India en el
conflicto
fronterizo con China en 1962, y el crecimiento de las
corrientes oportunistas de derecha en el PC
Chino".

Otro referente nacional de la formación
marxista-leninista, que decidió tomar posición
ante la controversia chino-soviética, fue la
Federación Juvenil Comunista. Su órgano oficial
de prensa, la "Revista Juventud" de septiembre de
1967 en su edición extra estrictamente para
afiliados, ante la discusión interna provocada por la
línea del Partido Comunista Argentino del cual
dependía, publicó una resolución de su
Comité Ejecutivo del 18 de ese mes, en la que
reaccionando críticamente expresó que:
(…) como lo manifestó la dirección del
Partido de Mendoza, detrás de esto estarían Cook
(
William), Viñas (David), Puiggrós
(
Rodolfo), Real, los trotzquistas, los
chinoístas, etc. Tal actividad que llevó a
(
los) compañeros a condenar, a no discutir el
contenido de preocupaciones que sí
existen".

En la misma revista de enero de 1968, encontramos bajo
el título: "La verdad sobre la situación
interna"
, en su p. 3, una denuncia sobre: "(…) la
actividad confusionista desplegada por el grupo
fraccional de la FJC encabezado por Héctor
Santarén
(a quien, si bien era un seudónimo,
se nombra dos veces haciendo caso omiso de las normas de
seguridad
ante una dictadura
militar en el poder), para concluir con una clara toma de
posición: "El comunismo es hoy una realidad que
conmueve el mundo. La gratitud hacia la URSS se paga con el
triunfo de los pueblos".

Un texto argentino de importancia en 1967 fue:
"China, la revolución para siempre", Bernardo
Kordon, ed. Jorge Álvarez, 1967. El autor, un conocedor
de la historia contemporánea de China, con profundo
respeto por
las características de la Revolución Cultural que
conmovían las bases teóricas previas de los
militantes de nuestro país, comentó en la p. 85:
"El libro de citas (de Mao) es el bastón del mariscal
en la mochila de cada soldado, el instrumento del igualitarismo
entre mando y combatiente, entre profesor y
estudiante, entre dirigente y obrero".
Y en la p. 86:
"El libro de citas en el bolsillo de cada chino rompe con la
imposición o necesidad de una ‘iglesia’ intermediaria entre la ideología y las masas. El libro de citas,
es decir, el manejo personal del
compendio revolucionario, junto con el ‘
da zi
bao’ –el cartel que todo chino tiene derecho a
redactar, ilustrar y pegar en cualquier muro—constituyen
seguramente las experiencias más audaces y efectivas (en
amplitud y profundidad) de democratización de las masas
del Tercer Mundo, en el sentido de integrarlas a la actividad
política. Nota: Conocí
dazibaos
mucho antes de la Revolución Cultural (…) En
otro viaje registré un poema donde un tornero comparaba
la mirada de una compañera con las chispas de un
torno, y la
denuncia del abuso de autoridad de
un capataz."

Al referirse a la integridad formativa de cada
componente del Ejército Popular de Liberación,
Kordon prefiere acudir a las palabras del mariscal Montgomery,
quien después de visitar China expresó en una
conferencia militar en Londres: "Todo soldado de cualquier
ejército del mundo que invada China es soldado
perdido".
Continuando en la p. 105 con las palabras de un
joven cabo que en ocasión de su viaje de 1966, le
expresó sus impresiones: "(…) cada miembro del
batallón cuenta con un caudal político: la
historia amarga de su familia. Al
incorporarnos al ejército (…) nuestro primer y
principal trabajo político es contar las historias de
nuestras familias. De este modo comprobamos nuestros
orígenes y sufrimientos comunes (…) Al coincidir
nuestras experiencias, tomamos la resolución de nunca
olvidar las amarguras del pasado y así se acrecienta
nuestro afecto por el presidente Mao".

Otro antecedente en este mismo sentido lo hemos
encontrado en el escritor Carlos Astrada, autor de:
"Testigos de China", Carlos Pérez Editor, 1968.
En el capítulo "Mao Tse-tung y la Revolución
Cultural"
, de p. 65, Astrada expuso que ésta es una:
"(…) nueva etapa de la revolución
ininterrumpida (…
que) alcanza proyección
mundial (…) Bajo la luz intensa que
ella proyecta –a punto de transformarse en llama
devoradora– vemos rejuvenecerse a la China milenaria y, por
contraste, percibimos la precoz senectud de lo que como
recuerdo fuera la revolución soviética (…)
La revolución permanente es un epicentro
social-sísmico que se ha tornado ubicuo y cuyas ondas vibran
subterráneamente a través de todo el planeta.
Ella es una de esas auroras que, según el Rig-Veda,
‘no ha brillado todavía’"
. En la p. 72
propone: "Aunque Mao Tse-tung no ha innovado en los
fundamentos de la doctrina marxista (…) ha abierto
camino en el dominio de la praxis a una
concepción realista y más compleja de la
dialéctica. Ésta (
ahora) abarca no
sólo diferentes direcciones sino también factores
simultáneamente contradictorios"
. Y prefiere
terminar el capítulo (pp.75-76) con una frase escrita
por André Malraux en su libro "Antimemorias",
luego de una entrevista con Mao:"‘Ningún
hombre
habrá sacudido tan potentemente la historia
después de Lenin. La Larga Marcha lo pinta mejor que
cualquier rasgo personal, y su decisión será
brutal y encarnizada’"
.

Independientemente de los resultados producidos por la
Revolución Cultural, autores como Bernardo Kordon y
Carlos Astrada por nombrar sólo algunos de los
más destacados, sin olvidarnos del cuentista
Andrés Rivera, o de Ricardo Rojo, trataron de proveernos
de una imagen
alternativa no anarquizada de los hechos que se sucedieron en
China por esos años. Mirada comprometida si se quiere
pero desligada del espíritu estandarizador que rondaba
en toda descripción valorativa sobre el tema.
Consideramos que lo escrito por ellos, sirvió
innegablemente de aporte a las expectativas y dudas que se
tenían en el país sobre el actuar de determinadas
organizaciones de jóvenes y el ejército de China
en los multitudinarios acontecimientos, sus intereses generales
y contrapuestos y la calidad
moral y
formativa de la mayoría de sus integrantes.

Junto con estos y otros autores, el actuar de las
organizaciones políticas que declaraban su apoyo a los
hechos revolucionarios en la República Popular
sirvió por un lado para contrabalancear el inocultable
prejuicio
alarmista de parte considerable de la prensa nacional, y por el
otro para que la militancia estudiantil y obrera pudiera
cotejar su planteo de revolución para la Argentina.
Aunque las visiones generales, tanto de la prensa de
difusión masiva, como La Nación o
Clarín, o las de tipo militante: Nueva
hora
, Teoría Política, Revista
Juventud
, y los escritores y ensayistas como Kordon y
Astrada, todas reflejaban descripciones muy ideologizadas y, en
tanto tales, alejadas de los acontecimientos y de una posible
descripción objetivadora de la lucha interna entre los
sectores en pugna por el poder dentro del PCCh.

IV –
Desenlace y resultados (1969 – 1973)

  1. Los congresos del Partido Comunista Chino (PCCh)
    marcan un límite desde el cual se inicia una nueva
    etapa cuyas características generales y modificaciones
    comparativas con la anterior pueden ser aproximadamente
    deducidas. Sobre todo desde la década de los
    80’s, en donde el ordenamiento logrado en el
    funcionamiento de la estructura
    del partido y el Estado, y en la aplicación racional
    de la planificación económica, crearon
    condiciones de estabilidad haciendo previsibles las
    reacciones de todos los sectores sociales. Pero en lo
    referente al período de transición iniciado
    después del cataclismo social de la Revolución
    Cultural, era prácticamente imposible predecir el
    grado de conmoción interna que la lucha entre los
    sectores de clases involucrados en el Comité Central
    (CC) podría ocasionar en su proyección hacia la
    sociedad, y en la aplicación de los proyectos
    aprobados.

    La nueva fase histórica iniciada con cada
    congreso estaba garantizada por la aceptación de los
    informes previamente discutidos, que eran presentados por
    quienes serían sus personajes clave. Y que estaban
    avalados por aquellas figuras históricas fundadoras
    que permanecieron estables en su papel directivo en el
    diseño de las diferentes
    políticas nacionales, generados siempre desde el
    Comité Central del PCCh. Las nuevas personalidades
    políticas representaban el ascenso de algún
    segmento organizado del aparato estatal o grupos claramente
    diferenciados por el poder alcanzado, que se integraban a la
    lucha intersectorial burocrática y que pudieron
    recibir el apoyo táctico de representantes de otros
    sectores momentáneamente desplazados de la
    órbita de las decisiones fundamentales.

    Su emergencia era coincidente con el asenso de
    alguno de los sectores dominantes representados en el CC,
    posibilitando un cierto grado de seguimiento de su comportamiento posterior como forma de
    identificación de la línea política que
    tendrá sustento futuro o que permanecerá a la
    espera de una oportunidad de expresión organizativa.
    Así como también sobre su origen y
    representación externas al partido, desde dónde
    pudiera haberse encontrado el asidero político
    necesario para su asenso y prestigio.

  2. Precisiones
  3. Noveno Congreso del PCCh, predominio del EPL y
    crisis
    interna

En el caso que historiamos a partir del Noveno
Congreso del PCCh, realizado desde el 1 al 24 de abril de 1969,
y después de un lapso de 13 años con respecto al
congreso anterior, es necesario resaltar que esta fecha
significa un punto de inflexión con respecto a lo
actuado hasta entonces por el movimiento de la Gran
Revolución Cultural Proletaria. Es el comienzo del fin
del radicalismo y el desorden que provocara su accionar, no
sólo entre las organizaciones dependientes del partido y
el gobierno, también entre los sectores
burocráticos que vieron sus posiciones de poder y
decisión, tanto como las personales, perdidas o
limitadas; es el inicio de la era post Revolución
Cultural de relativa moderación y estabilidad, en la
cual Zhou Enlai y los civiles reconstructores del partido
jugarían el rol principal.

Hasta entonces, las decisiones de conjunto de los
sectores del Comité Central, además de haber dado
consistencia a las disposiciones oficiales desde los más
altos niveles del PCCh y del Estado, habían favorecido
el reforzamiento del Ejército Popular de
Liberación en su papel directivo de los Comités
Revolucionarios, en su representación en la
reconstrucción de los organismos intermedios de poder
partidario y en la hegemonía que sostendría en
ese Noveno Congreso del partido.

El incremento de la autoridad del Ministro de Defensa
Lin Biao no sólo sería evidente dentro de las
filas de las fuerzas armadas, también al ser elegido por
Mao como "camarada de armas predilecto y sucesor". Pero la
capacidad de objetividad ante lo inmediato, en la
expresión política de los dirigentes de la
República Popular China, también pudo dar
nuevamente otra muestra de
elección pragmática rodeada de inmenso dramatismo
poco tiempo después, y en la figura de Lin
Biao.

  1. La caída de Lin Biao

Después de 1969, el mayor esfuerzo fue puesto
en la reconstrucción del partido y en la
revitalización de la economía
productiva, y muchos cuadros políticos sujetos a
cuestionamiento y reeducación fueron rehabilitados. No
obstante, pese a que el Noveno Congreso se había
realizado bajo la consigna de "unámonos para lograr
nuevas victorias", el peso de las enormes luchas desarrolladas
por las movilizaciones promovidas por la aplicación de
las directivas de la Revolución Cultural, y el cambio
proporcional en la relación de fuerzas entre los
sectores involucrados, no fue posible evitar que se trasladasen
al seno del Comité Central recién
elegido.

Dos temas de resolución serían los ejes
dominantes hasta el posterior Décimo Congreso
partidario: uno, la reconstrucción del Partido Comunista
Chino que garantizaría su nuevo predominio en la
dirección de todos los temas de interés
nacional. El otro, la presencia de China en el escenario
mundial a partir de la nueva política de desarrollo de
las relaciones diplomáticas internacionales.

Entre 1966 y 1969, el país se había
aislado internacionalmente en ese período marcado por la
situación de conmoción política interna
que postergó la necesidad de relaciones con los
demás países. Esto había coincidido con la
escalada de EEUU sobre Vietnam, y Mao reconocería
posteriormente que uno de los elementos que jugaría en
contra de la posición de Liu Shaoqi para su
deposición fue haberse pronunciado por rehabilitar la
alianza estratégica militar con la URSS, en función
de prepararse para una extensión de la guerra vietnamita
a territorio chino.

Al mismo tiempo que se desarrollaba el Noveno Congreso
partidario en 1969, las tropas chinas y soviéticas se
hallaban en posición de combate en el río Ussuri,
en el norte de Dongbei (Manchuria), y por medio del informe de
Lin Biao, también vicepresidente del Comité
Central, se colocó a la Unión Soviética
junto a EE UU como los principales enemigos de China, al
calificar a la primera como "social imperialista" aliada al
imperialismo norteamericano y a la reacción mundial en
su intento de establecer zonas hegemónicas.

El informe de Lin traducía la posición
de las fuerzas armadas consideradas por éste en su
informe como "la columna de fuerza de la dictadura del
proletariado" y también el "principal elemento del
Estado", lo que creaba un punto de difícil retorno para
cualquier tipo de negociación con los otros sectores del
CC, gravitando sobre las condiciones futuras del desarrollo de
las relaciones
internacionales, pero también sobre las condiciones
internas del país, en cuanto a la dependencia operativa
que se estaba estableciendo de las políticas del partido
y el Estado con respecto al EPL, por el manejo por éste
de los Comités Revolucionarios, y en cuanto a la lucha
en el seno del CC respecto a la relación de fuerza entre
los sectores.

Uno de estos sectores, que sostenía la defensa
de los principios tradicionales de soberanía, la coexistencia
pacífica y la posibilidad del establecimiento de
relaciones amistosas entre estados con diferentes sistemas
sociales, estaba representado por los sectores
históricos del PCCh que lideraba Zhou Enlai y contaba
con el apoyo de Mao Zedong. La estrategia de este sector
consideraba a la URSS como la principal potencia
enemiga de China, y no sólo por su vecindad fronteriza,
en tanto que EEUU pasaba a ser observado tácticamente
como diferente, distinguiéndose tácitamente de la
posición de Lin Biao que proponía un
enfrentamiento por igual, pero que llevaba potencialmente a
convertir al EPL en un baluarte internacional de apoyatura de
los movimientos revolucionarios del mundo, y comprometía
el funcionamiento del Estado chino con esta
estrategia.

El otro punto de desencuentro fue el restablecimiento
paulatino de la autoridad del PCCh, porque fue evidente, ante
el cataclismo organizativo provocado intencionalmente por la
Revolución Cultural y el avance que había
realizado el ejército en la dirección de los
nuevos organismos regionales de masas, que era un tema de
prioridad absoluta para los dirigentes civiles tradicionales
del partido recuperar su predominio. Enmarcado en este clima,
se colocó el acento del trabajo organizativo en la
recuperación de los viejos cuadros políticos que
habían estado sometidos a proceso reeducativo por la
Revolución Cultural, atacándose las extremadas
medidas coercitivas tomadas contra ellos como un síntoma
de "arrogancia" y "maltrato" autoritario innecesario por parte
de las fuerzas militares que lideraban la escena regional.
Además:

"(…) La desconfianza cultivada por Mao sobre su
elegido sucesor de 1969 se manifestó
dramáticamente en marzo de 1970, cuando él
decidió remover el puesto de presidente del Estado en el
nuevo proyecto de
Constitución para la República
Popular China. La decisión confirmada con Zhou Enlai, de
hecho cabeza del gobierno, superaba a Lin Biao en su
posición de vicepremier y Ministro de Defensa nacional,
y sugería como mínimo que Mao había
abandonado el anterior plan de
único sucesor y que ahora pensaba en términos de
liderazgo colectivo, en el cual Lin, como cabeza del partido, y
Zhou, como cabeza del gobierno, pudieran compartir el poder.
Aparentemente, Lin interpretó esta decisión como
un efecto para desheredarlo como sucesor".

Lin propondrá la continuidad de la
Revolución Cultural en sus aspectos de vigilancia y
reeducación revolucionaria, en coincidencia con Chen
Boda, el teórico y líder del grupo que la
dirigiera en sus etapas más controversiales, pero en
diciembre de 1969 el grupo directivo de la Revolución
Cultural es disuelto y sus posibles funciones
paralizadas. Los otros integrantes de la dirección de la
Revolución Cultural, encabezados por Jiang Qing,
presentaban una posición de disidencia con Lin y Chen lo
que les permitió avalar la decisión partidaria de
su disgregación como grupo autónomo, y
posteriormente forjar alianzas tácticas con el sector de
Zhou Enlai, en contra de Lin.

El enfrentamiento de las posiciones tomó
trascendencia en el interior del Comité Central, creando
la necesidad de una segunda reunión plenaria de este
organismo en Lushan, en agosto de 1970, evitándose toda
derivación y conocimiento
público de la misma. Lin Biao, el "camarada de armas
preferido y sucesor" de Mao hasta mediados de 1969,
había desarrollado demasiado su proyecto
estratégico mientras vivió Mao. Al no coincidir
con éste y los sectores ligados a Zhou Enlai en las
prioridades para el país y las condiciones en que
debía desenvolverse el papel del ejército, se
había visto obligado a la confrontación una vez
que la reconstrucción del aparato partidario comenzaba a
responder a su funcionamiento tradicional de autoridad suprema,
al que por ley las fuerzas armadas debían inevitable
subordinación.

En Lushan, Lin y Chen Boda desarrollaron una postura
crítica a la representada por Zhou en
materia de
política exterior e interior, sin haber facilitado
previamente la lectura de
sus informes a las autoridades del CC. Acompañando esto,
propusieron que Mao Zedong siguiera siendo considerado como el
genio visionario con que se lo había endiosado en la
etapa precedente de la Revolución Cultural. Lo que
coincidía con el intento de rehabilitación de
ésta en ciertos aspectos vinculados a la vigilancia
ideológica y formativa de las masas, desde donde con
anterioridad Mao y sus escritos habían ocupado la
máxima autoridad doctrinaria para trastocar precisamente
el funcionamiento en ese sentido del partido, y que en
definitiva había sido aprovechado por el EPL. Pero esto
fue incongruente desde 1969 en adelante, con el reafianzamiento
del partido en sus funciones específicas, y ya no
podía ser aceptado por Mao y los otros sectores del CC.
El seguimiento de la dramática confrontación ha
permitido establecer alguna documentación utilizada:

"(…) Primero fue el movimiento instruyendo al EPL
para el estudio del pensamiento Mao sobre la
construcción del partido, el cual fue basado sobre el
‘Artículo 5 de la Constitución del
PCCh’ –el cual especifica el liderazgo civil del
partido sobre las fuerzas armadas (véase, por ejemplo,
‘Pla suties constitution, aids Party organization’,
NCNA, 17 de abril de 1979). Segundo fue la publicación,
en el editorial del autorizado
Diario Popular del 1 de
julio de 1970, referido al aniversario partidario, de una nueva
serie de criterios para seleccionar a los miembros del Partido
Comunista, que diferían tajantemente con aquellos
propuesto por Lin en agosto de 1966, al comienzo de la
Revolución Cultural".

En sus resoluciones, el encuentro de Lushan dispuso
una fuerte crítica sobre las posturas de Lin Biao y Chen
Boda al caracterizarlas de obstructivas al proceso de
reconstrucción partidaria, al mismo tiempo que fue
apoyada la política en materia exterior sostenida por
Zhou Enlai. En su comunicado oficial, luego de dos semanas de
intensas reuniones, se dispuso la destitución de Chen de
todos sus cargos acusado de múltiples desviaciones
durante y después de la Revolución Cultural, y se
anunció que la política exterior de China
estaría regida en adelante por el principio de "la
coexistencia pacífica entre países con diferentes
sistemas sociales".

Como no podía ser de otra manera, dado el grado
de autoridad y representación conferida a Lin Biao
dentro del partido y la importancia político
organizativa que había adquirido el ejército, el
enfrentamiento que mantenía hasta aquí con Mao y
Zhou siguió siendo tema estratégico, exclusivo
del tratamiento por la cúpula partidaria. Pero en enero
de 1971, tropas al directo mando de Lin Biao fueron trasladadas
desde Beijing a Manchuria, con el argumento de la defensa
fronteriza ante la amenaza soviética.

En relación con esto, entre diciembre de 1970 y
agosto de 1971, los comités centrales partidarios de
todas las provincias y regiones fueron rápidamente
reconstruidos determinándose que los Comités
Revolucionarios pasaran a ocupar un lugar subordinado con
respecto al partido, con lo que se trataba de acotar el grado
de autonomía directiva de la institución armada
sobre éstos y hacer previsible su
comportamiento.

También en diciembre de 1970, Mao Zedong en una
entrevista que concediera al escritor Edgar Snow le
habría planteado que en caso que el presidente de EEUU,
Richard Nixon, decidiera visitar China, sería
bienvenido. Y que podría hacerlo representando su
investidura o como simple turista. Lo que provocó que en
EEUU, Snow fuera autorizado en abril de 1971 a publicar la
serie de entrevistas
hechas a Mao en la revista Life.

Coincidente con el clima de distensión entre
los dos países que comenzaba a manifestarse, Henry
Kissinger anunció el 11 de julio que había
concordado con Zhou Enlai, en reuniones llevadas a cabo en
Beijing, en la visita a China del presidente norteamericano
(que se concretaría del 21 al 28 de febrero de 1972).
Posteriormente en septiembre, y justo con la presencia de
Kissinger en China, Lin Biao desaparecería por completo
de la escena pública.

Diez meses después, en julio de 1971, se
inició la explicación pública de su
desaparición bajo la figura de intento de asesinato del
líder máximo del país y posterior
huída de Lin junto con sus familiares hacia la URSS. El
autor Philip Bridgham cree que las explicaciones oficiales
adolecen de ciertas incongruencias al considerar
que:

"(… )¿Fue, entonces, Lin Biao en
compañía de su esposa
(Ye Qun) e hijo
(Lin Liguo), los que abordaron ‘el Trident Jet No.
256’ que ‘se estrelló cerca de Ündur
Khan en Mongolia a las 2:30 horas de la mañana del 13 de
septiembre de 1971, quemándose y muriendo todos sus
pasajeros’? (para la transcripción oficial de la
explicación de Zhou Enlai, véase el
New York
Times del 12 de octubre de 1972). Las autoridades chinas
manifestaron gran pesar al establecer el hecho para
satisfacer a su propia población, distribuyendo por
añadidura como elementos de prueba de testigos oculares
del suceso fotografías de Lin y su esposa ‘tomadas
justo antes del vuelo’ y de sus cuerpos en la escena de
la caída del avión. Zhou Enlai, en su
explicación también destacó que ‘los
cuerpos… aunque quemados… no estaban completamente
destruidos ‘y a pesar de ello fue posible’
identificarlos, para el personal de la embajada china, por
medio de fotografías y la inspección del lugar
del hecho. Antes de su entierro. Zhou también
apuntó un golpe a los soviéticos, quienes
habrían hecho su propio examen de los cuerpos para
demostrar que nadie de la edad de Lin iba a bordo, afirmando
que algunas veces sólo después de transcurrido un
tiempo de solicitudes a los rusos, éstos
‘extrajeron los cuerpos (
enterrados) para su
identificación’, pero entonces ‘fue
demasiado tarde’".

De cualquier manera que hayan ocurrido los hechos de
la desaparición de Lin, nos queda la seguridad de que la
mayor crisis política después del establecimiento
de la república sucedió en septiembre de 1971, y
que a continuación se había desatado una
minuciosa purga de todos los sospechados de coincidencias con
la posición de Lin. Que afectó a todos los mandos
militares y a los sectores administrativos del Estado, e
incluyó la renuncia de 11 de los 21 miembros del
Politburó del Comité Central.

El que habría tomado la iniciativa
habría sido el propio Mao después de las
decisivas reuniones de Lushan, al iniciar un reacomodamiento de
las autoridades militares con mando de tropa que incluyó
la reorganización de la Zona Militar de Beijing.
Finalmente, cuando el 28 de agosto de 1971 Mao realizó
una serie de inspecciones en determinadas zonas militares
("(…) en la regiones militares de Guangzhou y
Nanking")
, quedaría claro, visto en retrospectiva,
que el enfrentamiento final sería inminente.

En el llamado "Esquema del Proyecto 571", atribuido a
Lin y descubierto posteriormente, que sería dado a
conocer como el plan preparado por éste para intentar un
golpe de
Estado, se incluía el asesinato de Mao por medio de
un ataque al tren especial que éste utilizaba para sus
desplazamientos en el vasto territorio chino. Para lograr tal
objetivo, considerando las condiciones de seguridad con las que
Mao comenzó a moverse, se consideraron varias
alternativas: el empleo de
lanzallamas y bazookas de grueso calibre, el dinamitado de
vías férreas, el bombardeo desde el aire y hasta la
explosión en un paradero ferroviario cercano a Shanghai
de un depósito de combustible.

El descubrimiento de la conspiración antes de
su estallido ocasionaría el pleno reacomodo de las
autoridades partidarias, al servir para purgar a todos los
elementos políticos y militares desafectos con la nueva
línea política en materia interior y exterior.
Los organismos partidarios y militares, lo mismo que los
Comités Revolucionarios pasaron por el tamiz del nuevo
encuadramiento, removiéndose todas las vallas que
pudieran haber quedado después de la Revolución
Cultural para establecer un orden duradero. Lo que era deseado
en primer lugar por los sectores ligados a Mao Zedong y Zhou
Enlai.

Con la rehabilitación de la inmensa
mayoría de los cuadros políticos y
administrativos que habían sufrido el peso del accionar
anti burocrático de los Guardias Rojos y la
Revolución Cultural, también fueron
reconstituidos los organismos juveniles directamente ligados al
Partido Comunista. De esta manera se tomaba el espacio de los
desmovilizados Guardias Rojos, para el encuadramiento de las
actividades de este sector de la población. El papel
directriz que desempeñó el partido en la
consecución de estos fines que garantizaban el orden
nacional, provocó la declinación de la influencia
de las fuerzas armadas y de los Comités Revolucionarios.
Se pudo acusar entonces a Lin Biao de la mayor parte de los
errores cometidos durante el transcurso de la Revolución
Cultural, de haber aumentado en su provecho los resultados de
las movilizaciones y enfrentamientos, de haber acrecentado el
entusiasmo por la lucha anti burocrática y el apoyo que
habría recibido la colectivización forzada de las
zonas rurales.

2.2. Las relaciones internacionales

El 25 de octubre de 1971, contando con el apoyo de
EEUU, la República Popular China obtiene su
reconocimiento internacional al recuperar su puesto en la
Organización de las Naciones
Unidas, que le fuera continuamente negado durante
más de 20 años por su comprometida
participación en la Guerra de Corea. La visita del
presidente Nixon fue también el reconocimiento de la
importancia alcanzada por este país en el plano
internacional. Con ello se manejaba un nuevo escenario que
permitía el acercamiento para establecer vínculos
diplomáticos en especial con los países
occidentales desarrollados.

Esta utilización del pragmatismo
en cuanto a las relaciones internacionales se tradujo en el
aprovechamiento de aquellos espacios de los que se hubieran
visto obligados a estar alejados por su política
internacional los soviéticos. De esta manera se explica
el establecimiento de relaciones diplomáticas con
regímenes totalitarios como el de los generales
Francisco Franco en España,
Augusto Pinochet en Chile, los coroneles golpistas de Grecia o la
recepción otorgada posteriormente al emperador Haile
Selasie de Etiopía de visita en China. Todos ellos,
regímenes de probada inconstitucionalidad y abierta
violación a los derechos humanos. Las razones de Estado
esgrimidas, permiten visualizar que los intereses de China en
el plano internacional se dirigían a su
consideración como una gran potencia en abierto
desafío a todo hegemonismo por parte de EEUU y la
Unión Soviética, y más allá de
estas circunstanciales motivaciones.

Esta política de resultados visibles e
inmediatos, que de la mano de Zhou Enlai y el total apoyo de
Mao se viera vinculada a la transformación post
Revolución Cultural, obtuvo el apoyo del 10º.
Congreso del Partido Comunista, en 1973. No obstante, subsisten
incongruencias a ser consideradas sobre la lucha inter
burocrática en el interior del partido. Porque,
¿cómo explicar que el siniestro proyecto de Lin
Biao y sus seguidores pudiera haberse mantenido sin ser
detectado o manifestarse en el interior del partido?, o
¿cómo pudo adquirir la figura de Lin tal magnitud
como para ser considerado como el segundo en importancia en la
jerarquía partidaria, detrás de Mao?

La caracterización posterior sobre Lin parece
equilibrar a la realizada sobre Liu Shaoqi. Como Liu fuera
acusado de corromper al partido y el Estado con una forma de
"revisionismo de derecha", Lin Biao fue denigrado bajo la
acusación de promover la corrupción del aparato administrativo y
del ejército, desde una forma "revisionista de
izquierda". En todo caso, todas las explicaciones concluyen en
sabotaje y graves errores en la aplicación de la
política correcta determinada por el PCCh en su Noveno
Congreso. Aunque de acuerdo a la transformación sufrida
en la estructura de poder interno, por la salida de Lin Biao,
Chen Boda y sus seguidores, y sobre la representatividad de
cada uno de los sectores se pudo inferir que la crisis
fortaleció innegablemente a los representantes civiles
sobre los militares, y que Mao Zedong se había
reubicado, en este período, en una zona de equilibrio
adecuada desde donde Zhou Enlai manejaba exitosamente la
política internacional y la planificación
económica.

3. Décimo Congreso del PCCh

La documentación posterior, relativa al
Décimo. Congreso del Partido Comunista Chino llevado a
cabo desde el 24 al 28 de agosto de 1973, permite un marco de
referencia para intentar detectar a los representantes de los
sectores que han sobrevivido a las situaciones conflictivas del
período, y que mantienen estrecha vinculación con
los cambios de matiz en la línea a ser aplicada en el
futuro desde el Comité Central. Desde las
fotografías de la tribuna presidencial del congreso, que
se exponen al comienzo, se puede observar la disposición
de sus componentes. Aunque nos interesa resaltar que con Mao
Zedong en el centro, hacia su derecha se observa a Zhou Enlai,
como había sido en 1969. Mientras que a la izquierda de
Mao, en el puesto que anteriormente ocupara Lin Biao se
encuentra ahora Wang Hongwen, un lugar que no necesariamente
tiene que ser de buen augurio en China.

Este era el representante del grupo radical liderado
por Jiang Qing, y a la vez estaba vinculado familiarmente con
Mao al casarse con una de sus hijas. En su informe sobre la
necesidad de establecer reformas en los estatutos partidarios,
Wang remarca la supresión de:

"(…) todo el párrafo referente a Lin Biao que figuraba
en el programa general de los Estatutos aprobado en el IX
Congreso (…)

Y después de destacar la importancia que
tuviera la Revolución Cultural para:

"(…) consolidar la dictadura del proletariado,
prevenir la restauración del capitalismo y construir el
socialismo (
señala que) ‘Semejante
revolución tendrá que hacerse muchas veces en
adelante’ (
ya que) como el Presidente Mao
señaló: ‘Un gran desorden bajo los cielos
conduce a un gran orden bajo los cielos. Y otro tanto vuelve a
suceder cada siete u ocho años. Los monstruos y demonios
saldrán por sí solos a la palestra’",

sostiene la necesidad de que:

"(…) un auténtico comunista debe atreverse
a ir contra la corriente, sin consideraciones egoístas y
sin temer a la destitución, la expulsión del
partido, el encarcelamiento, el divorcio,
la muerte"
(…) hoy en día existe un pequeño número
de cuadros y especialmente algunos cuadros dirigentes, que no
toleran las opiniones de las masas de dentro y fuera del
Partido. Llegan incluso a amordazar las críticas y tomar
represalias (por eso) En el proyecto (sobre la revisión
de los estatutos) se ha agregado al articulado la siguiente
frase: ‘Es absolutamente inadmisible amordazar las
críticas y tomar represalias’ (…) Debemos
confiar y apoyarnos en las masas, fomentar el uso frecuente de
las cuatro armas –plena manifestación de las ideas,
franca exposición de las opiniones,
dazibao
y grandes debates."

Pero encuadraba las actividades de la
Revolución Cultural como que éstas:

"(…) ‘tenían que suceder bajo el
liderazgo del Partido Comunista de China’. Y Wang Hongwen
proclamó que ‘la Revolución Cultural
había sido un movimiento de consolidación del
partido’".

Paralelamente, el informe político de Zhou
Enlai estuvo centrado en la explicación de línea
correcta aplicada desde el Noveno Congreso, en que el estilo de
trabajo estuvo basado en el principio de "buscar la verdad en
los hechos" (frase que en la década de los 80’s
sería utilizada con asiduidad por Deng Xiaoping), y en
la explicación de los errores y crímenes contra
el partido y el Estado en que cayera "la camarilla antipartido
de Lin Biao", poniendo el acento en el papel desempeñado
por la Unión Soviética y sus líderes, al
destacar que:

(…) Brezhnev, cabecilla de la camarilla de
renegados revisionistas (…) atacó furiosamente a
nuestra Gran Revolución Cultural Proletaria y
declaró abiertamente que ellos estaban del lado de la
camarilla renegada de Liu Shaoqi (…) que ellos
continuarían la política de subvertir la
dirección del partido Comunista de China, diciendo que
lucharían ‘por su retorno al camino del
internacionalismo (…) y su ‘camino del
internacionalismo’ es el camino para convertir a China en
una colonia del socialimperialismo revisionista
soviético (…,
ésto) exteriorizó
apresuradamente los anhelos comunes de todos los reaccionarios
y dejó ver también la naturaleza
ultraderechista de la camarilla antipartido de Lin Biao (…)
que pretendían implantar una dictadura
fascista-feudal-compradora".

El Décimo Congreso también
significó la reivindicación de muchos de los
criticados anteriormente, entre ellos Deng Xiaoping y Tan
Zhenlin, lo que es posible considerar como una
reafirmación de liderazgo de Zhou Enlai. Pero
éste estaba enfermo de cáncer, y Mao había
sentido la necesidad de preparar una sucesión ordenada,
que pudiera ser garantía para la continuidad de los
proyectos consensuados en el partido. Aunque el congreso
había tomado sus recaudos luego del intento fallido de
Lin Biao, al proponer:

"(…) destacar el urgente entrenamiento de un
sucesor revolucionario, y, mientras tanto, establecer un
sistema de
mayor o menor liderazgo colectivo después de Mao por la
designación de cinco vicepresidentes: Zhou Enlai, Wang
Hongwen, Kang Sheng, Ye Jiangying y Li Desheng"
.

En tanto, el sector liderado por Jiang Qing, que
había logrado la inclusión de Wang Hongwen en el
buró permanente del Comité Central, había
acotado su participación a las tareas de supervisión cultural y artística.
Lo que les permitiría lanzar a comienzos de 1974 una
campaña de crítica a Lin Biao y Confucio, que se
proyectaba contra la posición política del
ministro Zhou Enlai. La inclusión de Deng Xiaoping en el
CC del partido y su posterior designación a cargo del
Comité de Asuntos Militares de la misma estructura, en
1975, equilibraría la situación
momentáneamente.

Las enfermedades de Mao y Zhou
tendrían su desenlace en 1976, provocando a partir de la
desaparición de ambos una definición largamente
postergada de las luchas políticas en el interior del
comité Central. Con el encarcelamiento de los
integrantes de la "Banda de los Cuatro", llevada a cabo por Hua
Guofeng, a cargo del gobierno y en abierta coincidencia con la
proyección del nuevo liderazgo de Deng Xiaoping, se
definía el inicio de una nueva etapa de muy larga y
estable trayectoria.

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