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Niños y conflicto armado en Colombia




Enviado por Dr. Walter Ponton



Partes: 1, 2

    No importa cual sea la inclinación política de uno, de
    qué lado del conflicto
    social de este país se está o quién es el
    que está equivocado o quién es el que tiene la
    razón en esta violencia sin
    sentido. A pesar de todo, tenemos que estar de acuerdo en un
    punto. Debemos alejar a los niños
    del campo de batalla, de la violencia, del desplazamiento y del
    secuestro.

    Los niños no debieran tomar parte en un
    conflicto. Ellos no deben ser las víctimas de los mayores.
    No deben morir, ser heridos o lastimados psicológicamente.
    Qué le puede importar a un niño muerto si es un
    símbolo, una víctima o el tema de un noticiero?
    Qué tiene de bueno ser un símbolo de la muerte?,
    Qué le puede beneficiar a un niño muerto
    quién está en el lado correcto, si es que lo
    sabía o lo sabe? Para un niño muerto ya nada
    importa. Un niño muerto no tiene presente ni futuro. Un
    niño muerto no tiene ningún derecho, y ya no le
    importan los derechos que aparecen en los
    tratados y en las
    declaraciones que no le sirvieron de sostén.

    Es muy fácil para el adulto utilizar a el
    niño para sus propios propósitos. Es tan
    fácil arrastrar a los niños al juego de la
    guerra y
    transformarlo en combatiente pese a todas las prohibiciones
    legales, tanto internacionales como nacionales. Es fácil,
    muy equívoco y terriblemente peligroso.

    Es fácil porque el niño es influido y
    manipulado fácilmente. La propaganda, la
    incitación y lo más importante, la actitud del
    adulto es tomada por el niño en su valor literal
    – sin restricciones ni tener en cuenta su perspectiva real.
    Incluso cuando las intenciones de éstos no tengan un
    significado real, o estaban sólo exagerando para mantener
    con firmeza sus puntos de vista, o sencillamente tienen agendas
    ocultas de acuerdo al movimiento en
    que militen.

    Es sencillo caer en la tentación de utilizar a
    los niños, son fáciles de manejar. Es simple
    confundirlos entre la imagen y la
    realidad, entre la fantasía y la verdad, solo se necesita
    adoctrinarlos para que crean lo qe le interesa al adulto. Y
    qué niño no ha jugado a la guerra con armas de juguete?
    Qué niño no ha crecido con historias de
    heroísmo en la lucha? Los niños en nuestro
    país están expuestos a la violencia y al conflicto
    de manera permanente ya sea como victimas o espectadores.
    Qué niño no quiere ser un guerrero, un
    héroe, un ganador, un símbolo?

    Qué fácil es para un adulto reclutar a un
    niño para la lucha, para los propósitos del mayor –
    después de todo, el niño está allí y
    el legado de la
    organización que sea debe continuar, utilizarlo como
    arma o como victima, para aterrorizar o ser aterrorizado, como
    elemento de destrucción o para ser destruido. De esa
    manera, los niños crecen con los mitos y
    los valores
    que la sociedad les
    proporciona, así podrán ser los representantes del
    futuro de nuestra nación,
    con el cada vez mas preocupante cuestionamiento sobre el futuro
    de la misma.

    Es fácil, erróneo, peligroso y terrible.
    La guerra no es un juego de niños. En el campo de batalla,
    los muertos no se levantan, los heridos quedan con secuelas tanto
    físicas como psicológicos y los abusados siempre
    guardaran rencor. La guerra no es un juego. Los niños no
    pueden ser considerados peones en un tablero de ajedrez, los
    niños están más inclinados al riesgo. Son menos
    cautelosos y de este modo están más expuestos a
    correr grandes peligros. En consecuencia, tienen muchas
    más probabilidades de ser heridos. Cuando el niño
    está en las primeras líneas, no hay milagros. Son
    muertos, son heridos y perjudicados – corporal, mental y
    espiritualmente. Todo niño que han sido expuesto a una
    batalla y a una efusión de sangre,
    llevará consigo daños psicológicos
    profundos, incluso si su propio cuerpo no ha sufrido daño
    alguno.

    Poner al niño en las primeras líneas de
    fuego, como participante activo en la violencia, como agresor o
    como víctima, puede tener con el tiempo,
    terribles consecuencias personales y sociales. Un niño que
    ha probado el gusto de la sangre como participante activo en
    actos de violencia o como víctima, arriesga tener una
    marca
    indeleble en su alma y en sus
    actos a largo plazo.

    La violencia tiende a corromper el alma del que hace uso
    de ella, a disminuir el umbral de agresividad, especialmente
    cuando se trata de jóvenes. Un niño que ha tomado
    parte en actos de violencia es una amenaza para si mismo y para
    otros, así como para la sociedad en la que vive, ahora y
    en el futuro. La agresividad que ha encontrado lugar dentro de su
    corazón
    es como si se dirigiera en el futuro, no sólo contra el
    enemigo sino también contra su familia, sus
    hijos, otros adultos y en particular, contra los más
    débiles que él. Es imposible controlar y saber como
    las semillas de la violencia plantadas en el corazón de un
    niño, aunque sea para propósitos ostensiblemente
    legítimos, vallan a desarrollarse. Utilizar al niño
    para propósitos peligrosos es como preparar el camino para
    la futura manipulación de éste por los
    adultos.

    Los huérfanos de la guerra, los menores
    reclutados por los grupos
    terroristas, los secuestrados, los desplazados, los que han sido
    víctimas de las minas antipersonales, los tristemente
    llamados ‘ niños raspachines’ que trabajan en
    los cultivos de coca, llevan consigo el peso de una violencia que
    a pesar de su corta edad, no es menos grande o devastadora que
    aquella a la que se ven sometidos los adultos. Resulta
    difícil determinar con exactitud la cantidad y edad de
    niños que integran las filas de las Farc,
    Autodefensas, Eln y otras organizaciones
    similares, el último informe publicado
    por la Defensoría del Pueblo, ofrece un panorama general a
    este respecto. El documento elaborado a partir de la experiencia
    compartida por 86 adolescentes
    del programa nacional
    de atención a niños desvinculados del
    ICBF, revela que las edades de vinculación a estas
    organizaciones oscilan entre los 7 y los 17 años, con un
    promedio de edad de ingreso de los 13,8 años. Según
    este estudio, el 61% de los entrevistados se encontraban entre
    los 7 y los 14 años en el momento de su
    vinculación. De ellos, el 20% ingresó antes de los
    12 años..

    Conflicto es un termino genérico, que no refleja
    la magnitud del daño sufrido por nuestros niños, la
    experiencia de los grupos de salud mental que
    labora con ellos es grande pero se pierde ante los intereses que
    desean manipular con cualquier fin o por la
    desinformación, se encuentra mucho escrito no solo a nivel
    de Colombia sino a
    nivel mundial; Uganda presenta una situación
    difícil 70% de ejercito guerrillero esta compuesto por
    menores de 16 anos, se les recluta a los 8 anos, en Irlanda en
    los 70 y 80 los menores de 18 anos eran los mas capacitados para
    actividades de terrorismo,
    con consecuencia de gran numero de mutilados, Canmbodia y Vietman
    en la actualidad presentan un grupo grande
    de adultos que fueron niños guerrilleros en los anos 70,
    con gran prevalencia de TSPT. En Serbia y Bosnia los ninos no
    eran participantes activos sino
    victimas del desplazamiento mas reciente de niños en
    Europa y aun se
    estudian las consecuencias. En Darfur (Sudan), han muerto 700000
    menores de 18 anos de aproximadamente 2 millones de muertos, de
    los cuales solo el 10% eran mayores de 35 anos. En Palestina hace
    pare del proyecto
    académico que los ninos se preparen para la
    guerra.

    Un informe reciente de la ONU situaba a
    Colombia como uno de los países en conflicto donde la
    infancia sufre
    más, junto a Uganda, Sri Lanka, Rusia,
    Filipinas, Irlanda del Norte, Nepal, Birmania, Iraq,
    Sudán, Somalia, Liberia Costa de Marfil, Afganistán
    y Burundi.
    "Las Naciones Unidas
    han reconocido que tanto las guerrillas como los paramilitares
    han violado las leyes
    humanitarias más fundamentales, al llevar a los
    niños a la guerra", asegura en un comunicado el director
    de HRW para América, José Miguel Vivanco, cerca
    de 6 mil niños según las estimaciones de la Unicef
    , se encuentran aún en las filas de los grupos al margen
    de la ley,
    trasgrediendo todas las normas
    consignadas en el ámbito interno y externo. El 11 de
    febrero de este año, la Ong
    internacional Save the Children dijo en un comunicado fechado en
    Madrid
    (España), que 14.000 niños son
    empleados como combatientes en Colombia y señaló al
    país como el cuarto del mundo con más "menores
    soldado", después de Myanmar, Liberia y la
    República Democrática del Congo.

    Human Rights Watch considera que la prohibición
    de la participación de niños en las hostilidades no
    debe limitarse a la participación "directa", sino que debe
    incluir la participación de menores en tareas de apoyo,
    dado que los niños que prestan estos servicios
    suelen participar directamente en las hostilidades
    posteriormente. Esto es especialmente cierto en el caso
    colombiano. Cabe señalar que el Protocolo II no
    limita sus restricciones a la participación "directa,"
    sino que exige a los combatientes que se abstengan de permitir
    que los niños participen de ninguna manera en las
    hostilidades.

    Las formas de vinculación de menores a grupos
    terroristas más comunes son: la captura, en el 68% de los
    casos y el ingreso voluntario bajo engaños, el 32%
    restante.(Datos entregados
    por el ex Defensor del Pueblo José Fernando Castro
    Caicedo, en uno de los boletines sobre La niñez y sus
    derechos, en 1999).
    Con relación a la violación de derechos de los
    niños; en cuanto a las vinculaciones a las organizaciones
    terroristas, estos niños son expuestos a numerosos
    peligros: explotación, maltrato, desintegración de
    su núcleo familiar, problemas de
    salud, falta de
    educación,
    torturas y castigos por desobediencia, los cuales dejan marcas
    físicas y psicológicas que los acompañan
    hasta la adultez, o incluso pueden llevarlos a la muerte.

    El empleo de
    menores en los campos de combate no es desconocido para la
    comunidad
    nacional e internacional. Las organizaciones terroristas los
    emplean porque son fácilmente manipulables, los
    transforman en esclavos dóciles y voluntarios
    útiles, pues son puestos en primera línea de
    combate y se convierten en mecanismos ideales para retardar la
    acción
    militar. Situación que como agravante para el futuro del
    menor genera un impacto y ruptura social en los vínculos
    familiares, culturales y religiosos del mismo, su comunidad y el
    país y dificultan más la adaptación del
    menor desmovilizado, si es que logra salir con vida.

    Con base en datos del Departamento de Estado de
    Estados
    Unidos, Human Right Watch considera que si las Farc cuentan
    hoy con más de 16.500 combatientes entrenados y armados,
    la proporción de niños en este grupo sería
    del 20 al 30 por ciento, es decir el 25 por ciento de su fuerza regular
    estimada supone 4.125 combatientes menores de edad. A esta cifra
    habría que añadir los niños de las dos
    milicias urbanas que, según han reconocido las propias
    Farc, reclutan sobre todo a los considerados demasiado
    jóvenes para el combate regular, asumiendo que una tercera
    parte de las milicias son niños, el número total de
    niños combatientes alistados actualmente en esta organización puede superar los 7.400, dice
    el informe.

    El estudio también describe la situación
    del Eln que alcanzó un máximo de unos 5.000
    combatientes a finales de los noventa. Desde entonces, ese
    número ha disminuido, aparentemente, a unos 4.500. Vivanco
    señaló que aunque fue difícil calcular el
    número de menores combatientes debido a la permanente
    deserción, al menos una tercera parte de este grupo son
    niños, es decir, más de 1.480 menores. De los once
    mil miembros armados en las filas de las autodefensas, Human
    Rights Watch cree que la proporción de niños en las
    filas paramilitares es algo menor que en el caso de la guerrilla.
    "Basándonos en nuestra investigación, calculamos que un
    máximo del 20 por ciento, 2.200 personas, de las fuerzas
    de las Auc, incluidos sus efectivos urbanos, son menores de 18
    años", dice el documento. Según un informe de 1996
    de la Defensoría del Pueblo de Colombia, en algunas
    unidades de la guerrilla más del 30 por ciento son
    niños.

    El número de niños en las milicias,
    consideradas un medio de entrenamiento
    para los futuros combatientes, puede ser mucho mayor. En una
    entrevista con
    Human Rights Watch, un especialista que trabaja con una agencia
    gubernamental para el bienestar del niño en
    Medellín, Antioquia, estimaba que el 85 por ciento de los
    milicianos de la guerrilla con los que trabaja eran menores.
    Así mismo, Vivanco señaló que casi una
    cuarta parte de los niños entrevistados por HRW eran
    niñas, la mayoría de las Farc. Tanto en la
    guerrilla como en las autodefensas, los niños que intentan
    escapar o regresar con sus familias corren el riesgo de ser
    ejecutados.

    En los "consejos de guerra" de la guerrilla se vota a
    mano alzada si deben morir los combatientes que incurren en
    faltas. En
    ciertos casos, tanto las víctimas como los verdugos son
    niños. También son utilizados para la
    fabricación artesanal de minas antipersonales, ejecutan
    acciones
    criminales y asesinatos de civiles desarmados, practican
    torturas, se desempeñan como guías, mensajeros,
    encargados de compras,
    vigilantes, cocineros, participan directamente en los combates y
    cumplen funciones de
    vigilancia incluso de ciudadanos secuestrados: Del total de
    menores involucrados de manera directa al conflicto armado, el
    18% de estos niños ha matado por lo menos una vez; el 60%
    ha visto matar; el 70% ha visto cadáveres mutilados; el
    25% ha visto secuestrar; el 13% ha secuestrado; el 18% ha visto
    torturar, el 40% ha disparado contra alguien alguna vez y el 28%
    ha sido herido. A pesar de estos desmentidos y salvedades, Human
    Rights Watch ha recibido abundante información que indica que los tres grupos
    guerrilleros siguen reclutando niños y los emplean como
    combatientes.

    Por ejemplo, las FARC han llevado incluso a cabo
    campañas de reclutamiento
    en escuelas de educación básica y en hogares de
    niños, y han prometido enviar un sueldo fijo a sus
    familias. Según la Defensoría en Cali, Valle del
    Cauca, "la guerrilla se ha presentado en las escuelas y viviendas
    de menores de edad ofreciéndoles a los niños ir a
    la guerra, empleando para tal efecto la descripción de historias sobre los combates
    y ofreciéndoles enrolarse en sus filas, a manera de
    aventura. A sus familiares, como en los casos adelante
    mencionados, les han ofrecido dinero y
    ventajas de seguridad a
    cambio de
    permitir el ingreso de sus hijos a la guerrilla.".

    Según informe de la Defensoría del Pueblo,
    algunas unidades paramilitares cuentan hasta con un 50 por ciento
    de niños. Un ex paramilitar menor de edad entrevistado por
    la Defensoría del Pueblo dijo que le habían
    reclutado por la fuerza cuando tenía 9 años.
    Durante el período de servicio, no
    tuvo comunicación con sus padres. "Allá
    había más niños como yo, unos 11, de mi
    misma edad. Otros cinco tenían entre 10 y 15 años.
    Todos estábamos por dos años.", A pesar de las
    pruebas
    abundantes que demuestran lo contrario, los paramilitares
    organizados dentro de las AUC han desmentido el reclutamiento de
    niños.

    Igualmente, el 13 por ciento de los niños
    condenados por pertenecer a grupos guerrilleros y encarcelados
    fueron asesinados durante la detención, al parecer por
    otros niños guerrilleros dentro de los mismos centros. Un
    funcionario del gobierno dijo a
    los investigadores que prefería dejar "escapar" a estos
    niños detenidos para darles más posibilidades de
    protegerse. "Es mejor saber que ese niño o niña
    está vivo en algún lugar, que saber que por una
    medida nuestra fue asesinado."

    En lo referente al Estado, el Congreso aprobó la
    Ley 418 en 1997 por la que los menores de edad no tenían
    la obligación de cumplir el servicio militar hasta que
    cumplieran 18 años, No obstante, los muchachos menores de
    18 años que decidan cumplir el servicio pueden hacerlo con
    el permiso de sus padres. La Ley 418 y una decisión de la
    Corte Constitucional de 1997 prohíben que los reclutas
    menores de 18 años sirvan en un escenario de guerra o en
    combate.

    Pero a los niños no solo se les encuentra como
    combatientes, según la ONU, también los menores son
    inmiscuidos en la categoría de ‘secuestrables’
    por la alta presión
    que este hecho ejerce sobre los padres a la hora de pagar un
    rescate, razón por la cual Colombia ocupa el primer puesto
    en la práctica de esta atrocidad ; el número de
    secuestrados sobrepasa el millar, según cifras sustentadas
    en informes
    presentados por organizaciones no gubernamentales como la
    Conferencia
    Episcopal Colombiana y por dependencias estatales como la
    Defensoría del Pueblo y el Instituto Colombiano de
    Bienestar Familiar (ICBF), entre otras.

    Según las estadísticas del programa Presidencial para
    los Derechos Humanos
    del primer trimestre del 2004, el 43% de los menores fueron
    secuestrados por la delincuencia
    común, en el segundo lugar por el Eln, el tercero por las
    Farc, el cuarto adjudicado a grupos no establecidos y el quinto a
    las Autodefensas ilegales. De acuerdo con las estadísticas
    de la Fundación País Libre, del total de 174
    secuestros registrados a la fecha, 26 corresponden a plagios
    ejecutados contra menores, cifra que representa el 14,9% del
    total de los reportes. Y no obstante que el número general
    de secuestros ha disminuido en forma considerable con respecto al
    año anterior, los menores siguen constituyéndose en
    blanco igualmente "rentable" para los terroristas. Lo anterior,
    sin contar con que muchos de los menores que se encuentran
    integrando los grupos ilegales, bien podrían considerarse
    como víctimas de secuestro antes que de reclutamiento
    forzado. Según la Organización no Gubernamental
    Resistencia Civil
    Democrática, cerca de 2.000 niños fueron
    secuestrados en Colombia entre 1996 y 2003, en tanto que
    País Libre manifiesta que en nuestro país, el
    número de menores que continúa en condición
    de secuestro hasta la fecha, es de 400.

    A diferencia de los refugiados, que huyen de la
    persecución política cruzando fronteras
    internacionales, las personas desplazadas escapan de sus casas
    pero se quedan dentro de sus países. El desplazamiento
    forzado está claramente prohibido por el artículo
    17 del Protocolo II. A no ser que así lo exijan la
    seguridad de las personas civiles o razones militares imperiosas,
    "no se podrá ordenar el desplazamiento de la población civil por razones relacionadas
    con el conflicto… Si tal desplazamiento tuviera que efectuarse,
    se tomarán todas las medidas posibles para que la
    población civil sea acogida en condiciones satisfactorias
    de alojamiento, salubridad, higiene,
    seguridad y alimentación.", Sin embargo, los
    desplazamientos provocados por todas las partes en conflicto y
    efectuados sin tener en cuenta a la población civil han
    aumentado considerablemente desde 1980 y ahora se producen en
    toda Colombia. Según el Grupo de Apoyo a Desplazados
    (GAD), una alianza de organizaciones de derechos humanos,
    religiosas y de ayuda humanitaria, más de un millón
    de colombianos han sido desplazados por la
    violencia.

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