Los idus de marzo: El consenso civil al advenimiento de la dictadura militar argentina
- La construcción de un
imaginario - Balconeando
la revolución - La
aceptación de la violencia - ¿Caer
como peronistas? - Bibliografía
Una breve mirada retrospectiva a la
relación entre poder militar,
sociedad civil
y clase política, en el
acaecimiento de la última dictadura
La construcción de un
imaginario
El historiador Luis Alberto Romero sostiene que en sus
orígenes, causas, práctica de gobierno y
desarrollo
histórico, la última dictadura militar
ocurrida en la Argentina (el autodenominado Proceso de
Reorganización Nacional) fue analizado como un
fenómeno encerrado en su propia y nefasta lógica,
aislado del contexto general y en función de
ese principio autista, demonizado.
Esa imagen
demoníaca —bastante distante de lo que había
sido hasta entonces la percepción
de la sociedad
contemporánea al período de gobierno
dictatorial— se construyó aceleradamente en poco
tiempo, entre
la debacle del régimen militar que siguió a la
rendición de las fuerzas argentinas cercadas en Puerto
Stanley, y la condena a las Juntas Militares perpetradoras del
crimen de lesa humanidad, tres años después. Se
daba entonces maniquea visibilidad a una banda perversa y
poderosa que se había ensañado con una sociedad
inocente. Para exorcizar al demonio, la sociedad
empuñó la imagen de la democracia,
tan potente como aquél, pero buena y generosa.
Tal construcción imaginaria fue para Romero
positiva, en virtud del momento en que la misma se
formuló. La renacida democracia de los ochenta llegaba a
la escena política huérfana de casi todo,
carenciada de prácticas, de dirigentes y hasta de
ciudadanos acostumbrados a una rutina democrática. No es
entonces un dato menor que sustentara sus endebles pasos
iniciales en la otredad taxativamente negativa del período
inmediato anterior.
Dos décadas después el sistema
está pese a sus errores y retrocesos, definitivamente
consolidado. La práctica democrática es una
recurrencia natural (y en muchos casos fastidiosamente aburrida)
para los ciudadanos argentinos que en progresiva y avasallante
mayoría etaria por simple paso del tiempo y
perduración de la originalmente endeble democracia, no han
conocido otro sistema
político institucional que el determinado por la
sociedad civil y las normas
constitucionales.
Cree entonces el historiador Romero que en virtud de
este afianzamiento y la consecuente maduración
política del habitante-ciudadano, hay una pregunta que ya
podemos y debemos hacernos: ¿fue esa dictadura un
demonio ajeno a nuestra sociedad, o fue una expresión,
repugnante pero legítima, de nuestra cultura
política?
Debemos sin embargo ser cuidadosos con los
términos para evitar tergiversaciones o falaces
interpretaciones de los argumentos que exponemos, producto en
algunos casos de la ignorancia, en otros de una susceptibilidad
aún muy alta y también de la polisemia de las
palabras que permite que cada uno lleve agua para su
molino del presente con el mismo pero diferente balde.
Es que la década de 1970 sigue siendo un agujero
negro para los investigadores del pasado. Pero, y tal vez por esa
condición negativa es menester entender que es hora de
abordar su estudio, pues como señala la historiadora
Gabriela Águila "aún hoy sigue existiendo una
disociación evidente entre el saber qué
pasó de porciones importantes de la sociedad y las
investigaciones académicas. Si bien en las
últimas décadas la labor de los organismos de
derechos humanos
ha sido fundamental en el sostenimiento de la demanda de
verdad y justicia,
aún resta avanzar en la investigación histórica, ingresando
en el análisis de temáticas que no han
sido suficientemente exploradas. Evitando la condena y apelando a
la explicación y la comprensión, la
construcción de renovadas perspectivas sobre la dictadura
sigue siendo, a treinta años del golpe de Estado,
una deuda pendiente para los historiadores".
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