- ¿Qué es el maltrato
infantil? - Entre el castigo y la
agresividad - Diferenciando maltrato y
castigo - Teoría del
apego y la transmisión transgeneracional del
maltrato - Concepto
de resiliencia - Lugar y
modo en que se presenta el maltrato al
niño - Detección del
maltrato - Como
identificar a los niños maltratados - Factores
asociados con el maltrato y las causas - Causas
- Características
del niño golpeado y el agente
agresor - Consecuencias
- Cómo ayudar a
las víctimas del maltrato - Referencias
bibliográficas
¿QUÉ ES EL MALTRATO
INFANTIL?
La ley considera
niño a todo menor de 18 años, cuando este es
maltratado o abusado, cuando su salud física o mental o su
seguridad
están en peligro, ya sea por
acciones u omisiones llevadas a cabo por la
madre o el padre u otras personas responsables de sus cuidados,
se produce maltrato por acción,
omisión o negligencia. Se trata de un problema social, con
bases culturales y psicológicas, se produce en cualquier
nivel económico o cultural. Viola los derechos fundamentales de
los menores, implicando lo anterior que debe hacerse lo posible
par detenerlo.
La crueldad hacia los niños
puede ser dividida en cuatro categorías:
1. – Conceptos exagerados de disciplina
aplicados por sujetos profundamente inadecuados e
irresponsables.
2. – Actos de violencia o
negligencia cometidos por padres o adultos ejerciendo
rígidas interpretaciones de la autoridad,
de normas y reglas
de conducta.
3. – Patológica cuyos orígenes se
consideran psicopatológicos y difíciles de
identificar y tratar.
4. – La crueldad más intangible de todas, la
crueldad oficial o la organizada, aquella que se comete por
ignorancia, por insensibilidad o por omisión en la forma
de falta de legislación o de cumplimiento de la misma
que proteja adecuadamente al menor. (1)(2)
ENTRE EL CASTIGO Y LA
AGRESIVIDAD
El castigo como instrumento de corrección y
estrategia de
formación moral, aparece
como la primera y más persistente justificación del
daño
que padres y madres maltratadores causan a sus hijos. La
repetición de los actos de crueldad y de dureza se
presentan como acto de corrección.
Frente al agresor y al agredido el concepto de
castigo opera como excusa. Algunos agresores niegan la
frecuencia, la intensidad y la desproporción del
daño denunciado, mostrando en ese ocultamiento que
entienden la arbitrariedad y el exceso al que recurren. En otros
casos los maltratadores defienden el exceso y su
repetición, por el beneficio que el abuso genera para
modificar las conductas que según ellos ofenden. En
general, la justificación de los padres, busca mostrar el
abuso como pedagogía que se utiliza por el bien del
menor y que, mostrado con objetivos
educativos y de ideales sociales, normaliza el daño
físico o psicológico producido.
Se encuentra que estos padres no quieren encontrar
formas diferentes al castigo corporal y al maltrato
psicológico. Evitan asistir a consulta para hablar de lo
que sucede en su relación con sus hijos. Sólo la
obligación legal aplicada por las instituciones
logra que en algunos casos estos asistan a
tratamiento.
Escudándose en el deber de corregir a sus
hijos, los padres ejercen una coacción que presentan
como necesaria, es al interior de la familia que
se presentan los mayores abusos en la aplicación de la
ley.(3)
DIFERENCIANDO MALTRATO Y
CASTIGO.
Identificar el maltrato como violencia sobre los hijos,
implica diferenciarlo del castigo, como acción
correctiva, que en la familia se
relaciona con intenciones educativas y formativas, y que es
permitido socialmente para generar y lograr interiorizar en el
niño regulaciones sociales que le permitan y faciliten su
socialización.
El castigo como reparación, es parte de la
cultura, de
ideales sociales, de creencias que desde los principios
éticos y morales de una cultura regulan el empuje a
la propia satisfacción de los impulsos sexuales y
agresivos, como tendencias comunes que exponen la vida social.
Desde esta concepción, el castigo es violencia
simbólica, en tanto evita la repetición de actos
que sin los límites
impuestos,
precipitarían al niño y más tarde al adulto
a la consecución de un goce inútil.
Si el castigo es ejercido sin crueldad, sin sadismo, sin
deseos de venganza, y se basa en el amor,
tendrá un efecto protector para el niño y le
permitirá aceptar las renuncias que sus padres le
imponen. La subjetividad del agresor debe ser considerada. El
niño/a como parte de lo íntimo en la familia, es un
objeto interno, es decir, representa para los padres atributos,
defectos, deseos, aspiraciones, edificados a o largo de la
historia de
ambos. La valoración facilitara identificar repeticiones o
formaciones reactivas de experiencias vividas por el agresor con
aquellos que forman parte de su propia historia, y que permiten,
por imitación, una definición de la ofensa y de la
reparación.
Los padres deben hacer del castigo un reclamo, una
comunicación, o un acto de
pacificación, que comporta en su ejercicio la
posibilidad de un pacto, de una transacción o de una
cesión, que permita al niño enfrentarse a una ley
que admite circunstancias atenuantes externas y subjetivas al
cometerse una falta. Aquí la acción del padre que
sigue la ley que él mismo quiere hacer respetar puede
presentada como un acto de amor.
Cuando lo ilógico, lo absurdo aparecen, lo
simbólico del acto de castigar desaparece en el actuar del
padre, haciéndose visible la agresividad que existe en el
maltrato. Cuando los seres de los que se depende se
convierten en persecutores, y el niño no encuentra su
puesto en la casa ni en el amor de los padres, estamos ante
el maltrato infantil.
El maltrato se identifica por su desproporción,
por no tener justificación, por el exceso y la
repetición. El niño se convierte en objeto de una
descarga incomprensible de la cual se le hace responsable,
denigrándolo, acusándolo y sobredimensionando la
falta que cometió. Esto se escucha en las primeras
entrevistas de
tratamiento. Se evidencia rabia, hostilidad, rechazo, desprecio,
decepción como sentimientos que sostienen la
relación con el menor abusado. En el amor ambivalente
predominan los afectos negativos. El amor como resultado de la
decepción, se degradan, generando el castigar con crueldad
aquello que en el niño falla.
Quien maltrata parte de la insatisfacción con el
menor, del que quiere obtener reparación por algo que cree
merecer, y a la vez, el maltratado reclama para sí
bienes,
afectos, tratos que hagan manifiesto el amor. Sin embargo, aunque
el reclamo y las demandas de reconocimiento que se dirigen al
menor, se sostienen en la frustración, en el maltrato
físico y psicológico, generaran también
carencia de afecto que producirá diferentes efectos en
cada niño.(3)
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