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La religión y las técnicas de reproducción humana asistida (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4

1.24.-Posición de la Religión vista por
la Iglesia
CATÓLICA:

La Iglesia ha mostrado siempre una actitud de
cautela frente a los avances
tecnológicos, más aun tratándose de
investigaciones y trabajos científicos que
inciden en la acción
directa sobre la procreación del ser humano y de su
experimentación. Sin embargo, y como se refiere, "las
tomas de posturas de la Iglesia Católica en
relación con la problemática de la
manipulación genética
son poco numerosas, a diferencia de lo que acontece en
relación con la temática de la procreación
asistida".

En este sentido, los documentos
religiosos de mayor relevancia que han tratado sobre el tema de
la manipulación genética son: El discurso de
Juan Pablo II ante la Academia Pontificia de Ciencias
(23/10/1982) y la alocución de Juan Pablo II a la
Asociación Médica Mundial (30/10/1983).

Pero, el que sentó las bases y posición de
la Iglesia en este ámbito fue La Instrucción
sobre el respeto de la
vida humana naciente y la dignidad de la
procreación
que nos indica, en concordancia con el
tema materia de
este trabajo
que:

"…los intentos de obtener un ser humano sin
conexión alguna con la sexualidad
mediante fisión gemelar, clonación o
partogénesis, deben ser considerados contrarios a
la moral en
cuanto están en contraste con la dignidad tanto de la
procreación humana como de la unión
conyugal".

En razón de ello vemos que la Iglesia no
sólo ha ido estrechando el camino a efectos de permitir
aquellos experimentos,
sino que los prohíbe explícitamente al ser
contrarios a la moral y
dignidad humana. Así, las recientes investigaciones de
clonación generaron un gran revuelo en la
actividad religiosa, dejando claramente sentada su
posición respecto a que la protección al ser humano
viviente debe darse no sólo desde el momento mismo de la
concepción, sino que debe mostrarse especial interés en
las formas como es que se realiza la misma. Muestra de ello
la tenemos en un comentario en primera plana titulado "Una
elección perversa", en el que el diario oficial El
Vaticano L'Osservatore Romano tacha al experimento de
clonación realizado por Hall y Stillman en
la Universidad de
George Washington de 'intrínsecamente
perverso'.

Asimismo, el Papa Juan Pablo II, el 31 de noviembre de
1993, en la Plaza de San Pedro, criticó los experimentos
científicos que están orientados a manipular la
vida humana, mostrándose profundamente preocupado sobre
las investigaciones ilícitas e inquietantes que violan las
normas
éticas y menosprecian la dignidad humana alegando que,
"muchas cosas cambian en el hombre y su
entorno, pero su naturaleza no
puede ser alterada".

No obstante ello, el Papa ha exhortado a los
científicos a que protejan al embrión humano de los
experimentos genéticos o de lo contrario correrán
el riesgo de "poner
a la humanidad en peligro", increpando a los gobiernos para que
se pongan en guardia frente al incremento del conocimiento
de la información genética.

Por su parte el 2 de febrero de 1994, el Papa Juan Pablo
II dió en Roma la
denominada Carta a las Familias de la que podemos
tomar dos principios
referidos al tema en estudio:

– El origen del
hombre no se debe sólo a las leyes de la
biología,
sino directamente a la voluntad creadora de Dios.

– Cuando el cuerpo humano,
considerado independientemente del espíritu y del pensamiento,
es utilizado como material al igual que el de los animales se
encamina inevitablemente hacia una terrible derrota ética.
Esto sucede en el caso de las manipulaciones
genéticas.

Asimismo, el 30 de marzo de 1995 el Papa presentó
la Encíclica Evangelio de la vida que, como
bien refieren, es más que un documento pontificio porque
expresa la voluntad y el pensamiento de la iglesia universal.
Esta nueva encíclica tiene un capítulo
introductorio, cuya idea primaria es el valor
incomparable de la persona humana,
donde se reconoce la importancia de la vida desde su inicio hasta
su fin. Se hace referencia a que los atentados más comunes
contra el concebido no nacido y contra la dignidad del hombre son las
manipulaciones genéticas. La cultura de la
vida defiende al no nacido de otros ataques.

1.24.- La reproducción artificial y la enseñanza de la Iglesia Católica
sobre ella.

El Comienzo de la existencia del ser humano, comienza
desde su concepción, es decir, desde el instante en que el
espermatozoide humano penetra el óvulo humano y lo
fecunda, momento en que comienza el conjunto de fenónemos
biológicos que conducen a la singamia (unión de los
pronúcleos masculino y femenino) donde queda
definitivamente organizado el genoma propio de cada ser humano,
que es inalterable. En la unión del óvulo con el
espermatozoide queda establecida la naturaleza
humana del nuevo ser y en ese mismo momento se establece,
también, el sexo
genético[1].

Juan Pablo II ha dicho que "desde el momento en que el
óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es
la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano
que se desarrolla a sí mismo… Por lo demás,
está en juego algo tan
importante que, desde el punto de vista de la obligación
moral, bastaría la sola probabilidad de
encontrarse ante una persona para justificar la más
rotunda prohibición de cualquier intervención
destinada a eliminar un embrión humano… El ser humano
debe ser respetado y tratado como una persona desde el instante
de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento
se le deben reconocer los derechos de la persona,
principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente
a la vida"[2].

Vale recordar que en el art. 8 de nuestra Constitución se expresa el derecho a la
vida ("persona es todo ser humano") y lo mismo declara el Pacto
de San José de Costa Rica de
carácter internacional[3].

Las técnicas
que actúan sobre la reproducción humana implican
una manipulación indebida de la vida humana naciente. La
persona del hijo es tratada como un mero producto o
resultado de una técnica, a ella se aplican
términos como "sobrante", "congelada" "transferida", y se
le somete a controles de calidad. Se toma
a la persona como un objeto de producción o experimentación, un
medio para alcanzar un objetivo, un
objeto de manipulación meramente instrumental y no como un
sujeto personal. La
fecundación artificial no es un modo digno
de nacer de la persona humana, ya que se subordina "la llegada al
mundo de un niño a las condiciones de eficiencia
técnica mensurables según parámetros de
control y de
dominio"[4]

En algunos casos, los gametos utilizados no son propios
del matrimonio que
accede a las técnicas, sino que "pertenecen" a un tercero
extraño a los cónyuges. En este supuesto, se
lesiona el derecho del niño a nacer de un padre y una
madre conocidos de él y ligados entre sí al
matrimonio.

Se quebranta su derecho a llegar a ser padre y madre
exclusivamente el uno a través del otro [5]. Es moralmente
injustificable además, la fecundación artificial de
una mujer no casada,
soltera o viuda, sea quien sea el donador [6].

Admitir la fecundación extracorpórea
implica autorizar no sólo que las personas concebidas por
este procedimiento
sean objetos de manipulación, sino que, en la
mayoría de los casos, se produzcan abortos que, aunque no
fueran directamente queridos, son directos y previsibles y por
tanto moralmente ilícitos.

La técnica es "eficaz" si logra un embarazo
exitoso. Ahora bien, planteado este objetivo la técnica
está exigiendo para su "eficacia" que se
conciban, por ejemplo, tres embriones (así lo sostienen
diversos proyectos de
ley). En tanto
nadie recurre a estas técnicas pensando tener un embarazo
múltiple, es claro que se espera que dos de los embriones
mueran antes del nacimiento. Estamos, por tanto, ante procedimientos
que prevén que el 67% de las personas que traen a la vida,
muera en forma "espontánea" y sólo un 33% pueda
llegar nacer.

No se asimilan al aborto
espontáneo. Estos abortos provocados por la
fecundación in vitro (FIVET) son injustificables, ya que
no son, como se pretende, equiparables ni al aborto que se
produce naturalmente de modo indirecto, ni al aborto
espontáneo. En el caso de los abortos producidos por la
FIVET, éstos no son queridos como fin, pero sí como
medio: el medio empleado para alcanzar la implantación de
un embrión es la utilización de un número
mayor de embriones, sabiendo con certeza que algunos de ellos
morirán. Incluso si fuera implantado un solo
embrión, estaríamos ante una técnica
médica que presenta riesgos muy
grandes, que son previsibles en términos
estadísticos, y que posiblemente lo induce a causa, al
menos en parte, sin que exista para ello una necesidad
proporcionada, dado que no se da el caso de una vida ya amenazada
de muerte, sino
de la satisfacción del deseo de paternidad y maternidad.
Este deseo no puede justificar el peligro para la vida de un
tercero.

También se debe tener en cuenta que la
fecundación extracorpórea, al generar una vida
fuera de su lugar natural, acarrea el problema que se agrava
hasta límites
insospechados en caso de que la madre que recurrió a la
técnica muera o se niegue a recibir a su hijo en su seno.
Es este un problema sin solución. ¿Por qué
autorizar entonces la concepción extracorpórea de
un ser humano?

Con el fin de aumentar las posibilidades del embarazo,
quienes aplican estas técnicas aumentan la cantidad de
óvulos que son fertilizados. De esta forma, son concebidos
fuera del cuerpo de la madre numerosos embriones
planteándose el siguiente dilema: si todos son
"transferidos" en una misma oportunidad, se corre el riesgo de un
embarazo múltiple, mientras que si se trasfieren "algunos"
de ésos (seleccionados por el médico), surge el
interrogante de qué hacer con los "sobrantes". Estos
embriones son hoy "congelados", para disponer así de un
"lote de reserva" para proceder a nuevos intentos de
transferencia si el primero fracasaba. ¿Por qué
debe haber embriones "sobrantes"? ¿Se justifica que en la
búsqueda de una "mayor eficacia" se fertilicen tantos
óvulos, sabiendo que algunos de los embriones así
concebidos deberán ser congelados?

Es un grave atentado contra la dignidad de una persona
someterla a congelamiento o cualquier otro proceso que
detenga su normal desarrollo.
¿Cuál será la razón que impida que el
día de mañana esta posibilidad de congelar a una
persona prevista en algunos proyectos de ley no se extienda a los
recién nacidos o a cualquier otra persona que "la
reglamentación" determine?

El tema de la adopción
de los embriones congelados es, en estos momentos, objeto de
debate por
parte de moralistas católicos fieles al Magisterio de la
Iglesia, quienes esperan de éste un pronunciamiento sobre
el tema, el cual implica complejidades técnicas que van
más allá de los objetivos de
transferencia.

El matrimonio no confiere a los cónyuges el
derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los
actos naturales que de suyo se ordenan a la procreación.
"El hijo no es algo de propiedad: es
más bien un don, el más grande" y el más
gratuito del matrimonio, es el testimonio vivo de la
donación recíproca de sus padres [7].

La fecundación artificial no es una
técnica para el tratamiento de la esterilidad. La misma
existe y subsiste. La procreación asistida no puede
enjuiciarse como un remedio terapéutico más, porque
no cura, sino suplanta, sustituye el acto que naturalmente da
origen a la vida por un acto técnico, al final del
proceso, el matrimonio seguirá siendo estéril. El
camino correcto debería ser entonces el desarrollo de
auténticos medios de
curación de la esterilidad, como la cirugía
reparadora, etc.

Estas técnicas (inseminación artificial,
fecundación intra o extracorpórea), aún en
el caso que se practiquen con gametos propios del matrimonio,
privan a la procreación de su perfección propia,
desde el punto de vista moral, en tanto no es querida como el
fruto del acto conyugal, es decir, del gesto específico de
la unión de los esposos[8]. Son, por tanto, moralmente
inaceptables desde el momento en que se separa la
procreación del contexto integralmente humano del acto
conyugal[9]. La persona no puede ser querida ni concebida como el
producto de una intervención de técnicas
médicas y biológicas: esto equivaldría a
reducirla a ser objeto de una tecnología
científica [10].

También se plantean reparos morales cuando, para
la obtención de los gametos, se recurre a actos
intrínsecantes inmorales, como por ejemplo, la
masturbación.

La autoridad
política
tiene el deber de defender la vida desde la concepción,
prohibiendo el empleo de las
técnicas de procreación artificial, por ser
atentatorias contra la dignidad de la persona por nacer, y por
poner en grave riesgo su vida.

El legislador debe tener en cuenta que, como sostiene
Juan Pablo II, no es posible construir el bien común sin
reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el que se
fundamentan y desarrollan todos los demás derechos
inalienables del ser humano. No puede haber verdadera democracia, si
no se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus
derechos [11].

El aborto y la fecundación in vitro han abierto
la puerta a la manipulación y destrucción de
embriones. Ello demuestra, una vez más, cómo el
espiral de muerte que comenzó con el aborto,
alimentado por la mentalidad anticoncepcionista, no termina, a
menos que nosotros lo detengamos.

El tema de la manipulación y destrucción
de embriones humanos está muy ligado también al
tema de la
clonación –de la cual se ha escuchado mucho en los
últimos años. A su vez, el tema de la
clonación está también vinculado al de las
células
estaminales o células
madre. Ello se debe a que los promotores de la mal llamada
clonación "terapéutica" intentan justificar esta
aberración, diciendo que con la clonación se
podrían obtener este tipo de células para curar
enfermedades
hasta ahora incurables. Con "Las células estaminales y el
embrión humano", del Dr. Luis E Ráez.

El Dr. Ráez está certificado como
especialista de oncología médica y medicina
interna por la American Board. Es profesor
auxiliar de Medicina Clínica, Epidemiologia
y Salud
Pública en la Sección de Hematología
Clínica y Oncología Médica, Departamento de
Medicina, del Jackson Memorial Hospital y del Sylvester
Comprehensive Cáncer Center en la Facultad de Medicina de
la Universidad de Miami. Es autor de diversos ensayos y
artículos sobre el cáncer,
la eutanasia, las
células estaminales y el embrión humano-

Estados Unidos y algunos países europeos han sido
escenario de fuertes debates en torno a los
posibles usos de las células estaminales (stem cells, en
inglés). Luego de diversos descubrimientos
en este campo, numerosos científicos piensan que estas
células, extraídas de embriones humanos,
podrían ser utilizadas para el tratamiento de enfermedades
hasta ahora incurables –como la demencia de Alzheimer, el
Parkinson, la
parálisis de médula espinal, infartos de miocardio,
diabetes
mellitus, entre otras. Prominentes figuras políticas,
actores famosos y corporaciones farmacéuticas han iniciado
una campaña de presión
para la aprobación de leyes que permitan y promuevan este
tipo de investigaciones, buscando al mismo tiempo que
sean financiadas con fondos gubernamentales (especialmente en
Estados
Unidos) a fin de darles mayor importancia y garantizar una
mayor eficacia.

La extracción de células estaminales, sin
embargo, origina la muerte
inmediata y la destrucción del embrión humano. El
hecho de engendrar embriones para este fin, por tanto, constituye
un grave atentado contra la dignidad de la persona humana. Nos
proponemos revisar brevemente algunos aspectos científicos
y éticos de estas investigaciones, y otros relacionados
con las discusiones políticas que vienen teniendo lugar en
Estados Unidos y Europa.

Para situarnos mejor ante el problema es oportuno
comprender qué son exactamente las células
estaminales.

Como es sabido, en el proceso de concepción o
fecundación, el ovocito o célula
materna se une al espermatozoide en las trompas de Falopio de
la mujer,
constituyendo un nuevo ser humano llamado, en este estadio,
cigoto. En esta etapa, el cigoto tiene ya toda la
información genética necesaria para que el nuevo
ser se desarrolle y crezca, tanto en los siguientes nueve meses
dentro del útero materno como durante el resto de su vida.
En las horas que siguen a la fecundación, el cigoto
empieza a dividirse para formar el embrión. En las
primeras 30 horas se divide en cuatro células
"totipotentes", llamadas así porque, de separarse las
mismas, cada una de ellas podría originar un nuevo ser.
Éste es uno de los principales puntos de debate en
relación con la clonación, ya que el uso de
células "totipotentes" es una de las dos posibles
técnicas que, de aprobarse, se usaría para clonar
seres humanos como potenciales fuentes de
células estaminales para la
experimentación.

Luego de cuatro días, el nuevo ser humano tiene
doce células y se le conoce como mórula. La
mórula se dirige de la trompa de Falopio (donde se dio la
fecundación) al útero de la madre, donde se
implanta, y recibe el nombre de blastocisto. Ahí
permanecerá por los próximos nueve meses, hasta su
nacimiento. El blastocisto genera dos capas de células: la
capa interna o embrioblasto, que forma el embrión humano;
y la capa externa o trofoblasto, que forma la placenta. A este
nivel tenemos que el embrioblasto está formado por un
grupo de
células denominadas "estaminales" (stem cells), que son
células "pluripotenciales" o células "madre". Esto
significa que, si bien cada una independientemente no puede
generar un individuo
completo –como las células "totipotenciales"
anteriormente mencionadas– sí tienen dos
características fundamentales y únicas que otras
células del cuerpo no poseen: 1) la capacidad de
reproducirse constantemente, y 2) la capacidad de
"diferenciarse", es decir de transformarse en una célula
especializada del cuerpo humano[12]. Las células
estaminales tienen la capacidad de generar los 220 tejidos y
órganos que componen el cuerpo humano.

La investigación en células estaminales
de animales se ha venido dando desde hace muchos años con
algunos éxitos. Se ha logrado, por ejemplo, que estas
células se reproduzcan en el laboratorio y
generen otras células más especializadas. Por citar
un caso, se ha conseguido producir tejido
cardíaco.

La actual controversia surgió cuando se
logró aislar las primeras células estaminales de
embriones humanos. Algunos grupos privados
de científicos se sumaron a dichas iniciativas y
comenzaron a experimentar con células extraídas de
embriones producidos específicamente para este fin
mediante la fertilización in vitro[13]. Estos grupos ya
han logrado hacerlas crecer en el laboratorio y en algunas
ocasiones han conseguido también que se multipliquen. Una
técnica usual utilizada en dichos ensayos consiste en
extraer las células estaminales del embrión y
colocarlas en "cultivos celulares" con fibroblastos
(células del tejido conectivo) de ratón, donde las
células estaminales se reproducen constantemente,
convirtiéndose así en una fuente de recursos para la
experimentación.

El proceso es aún imperfecto, por lo que se
requiere constantes pruebas con
nuevos embriones. Muchos de los "cultivos celulares" no llegan a
tener éxito o
son destruidos por factores externos, como por ejemplo la
contaminación bacteriana. Por otro lado, es preciso
subrayar que al extraerse las células estaminales del
embrión humano, éste muere inmediata e
inevitablemente, pues en esta etapa de su vida está
formado solamente de células estaminales en su capa
interna y de las células que formarán la placenta
en su capa externa. Es preciso subrayar también que el
embrión humano clonado o producto de la fecundación
in vitro o de cualquier otra técnica es un ser humano
sujeto de todos los derechos al igual que los demás, a
pesar de que el método por
el cual vino al mundo es gravemente inmoral.

1.25.- La Religión y la
investigación en células
estaminales

Usualmente, durante el desarrollo del individuo, las
células estaminales embrionarias se diferencian, como
señalamos arriba, en las diversas células que
formarán los distintos tejidos de la persona. Se cree, sin
embargo, que este proceso es irreversible, especialmente cuando
se trata de las células de los órganos más
importantes, como el cerebro, el
corazón, los músculos, que son las
células con funciones
más "especializadas" en el cuerpo humano. Así pues,
las enfermedades que atacan o dañan irreversiblemente
estos órganos no pueden ser curadas (como la demencia) o
dejan secuelas para siempre (como la diabetes o los infartos de
miocardio), a menos que consigamos que las células
dañadas sean reemplazadas o reparadas.

Lo que más esperanza da en el campo médico
es que la investigación con células estaminales
consiga que las mismas puedan ser forzadas a diferenciarse en el
laboratorio, y que los embriones resultantes de las TRA, no se
utilicen como tratamiento para los hermanos, muerte del
embrión para darle vida a otro ser, obteniendo así
los tejidos que se requieren para curar o aliviar dichas
enfermedades no atentamos contra otra vida es posible que se
retome de nuevo el estudio de la ciencia,
como parte de discusión del Vaticano.

Ya se ha logrado que en ciertos casos las células
estaminales se diferencien en células de la médula
espinal o neuronas cerebrales, abriendo así la posibilidad
de reemplazar las neuronas de un adulto dañadas por la
demencia de Alzheimer o el Parkinson, recuperando de esta manera
a enfermos que actualmente se consideran inválidos o
incapacitados de por vida y cuya situación
continuaría empeorando hasta el momento de su muerte[14].
Por otro lado, científicos de la Universidad Johns Hopkins
han conseguido que ratones con enfermedades degenerativas
nerviosas de la médula espinal recuperen cierto movimiento al
implantarles dichas células estaminales[15].

Otros grupos de científicos, basados en
experimentos que sugieren la posibilidad de diferenciar las
células estaminales en células del tejido
cardíaco, trabajan con la esperanza de producir a corto
plazo el tejido que reemplace la porción del
corazón humano adulto que muere cuando la persona sufre de
un infarto de
miocardio. También se podrían formar nuevas
células del páncreas e introducirlas en un paciente
con diabetes, enfermedad originada precisamente por el daño
irreversible de las células pancreáticas,
curándolo parcial o totalmente[16]. Lamentablemente estas
enfermedades son bastante comunes, con millones de enfermos en
todo el mundo.

1.26.-La Religiones y las
tecnologías apropiadas con células Estaminales de
las TRA.

Los ejemplos anteriormente mencionados son sólo
algunos de los posibles "usos" de las células estaminales.
Pero la propaganda
periodística y las esperanzas de los pacientes y sus
familiares hace crecer la lista de enfermedades que
podrían ser erradicadas o mejor controladas, generando en
muchos casos falsas expectativas. Algunos grupos privados en
Estados Unidos, como la Geron Corporation, afirman que ya han
sido capaces de lograr la diferenciación de las
células estaminales en más de 110 de los 220
tejidos que constituyen el cuerpo humano. Que esto sea cierto y
posible no quiere decir, sin embargo, que tengamos ya la
tecnología apropiada para aplicarla en seres humanos, como
se espera. De hacer crecer una célula en una probeta de
laboratorio a esperar que reemplace a una neurona del
cerebro y que revierta una enfermedad incurable, todo ello sin
ningún daño al paciente, hay muchos pasos por
recorrer.

Queda claro que la posibilidad de que se usen estas
células y los productos
derivados de ellas en forma terapéutica, con las
potencialidades de comercialización en el futuro, es lo que
más atrae el interés de las corporaciones
privadas.

Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos
(NIH, por sus siglas en inglés) publicaron en julio del
2002 un informe favorable
al uso de fondos gubernamentales para incrementar la
investigación en células estaminales con argumentos
como los anteriormente expuestos[17]. La prensa
estadounidense, motivada por grupos de interés,
inició una campaña muy agresiva en la que
prácticamente aseguraba a los pacientes y familiares que
las investigaciones con células estaminales serían
la solución a cientos de enfermedades, la mayoría
de ellas actualmente incurables. Artistas de cine muy
conocidos como Christopher Reeve –quien sufre de
parálisis en las extremidades por una lesión
irreversible en la médula espinal– y Michael Fox –quien
padece de Parkinson– entre otros, han ayudado significativamente
a propagar esta idea, motivados por la esperanza que ellos mismos
tienen al respecto.

La falta de información acerca del tema
llevó incluso a que, por ejemplo, algunos conocidos
políticos provida estadounidenses como los senadores Orrin
Hatch y Tommy Thompson (el actual Secretario de Salud del
gobierno del
presidente Bush) apoyasen estas iniciativas. Lamentablemente, esa
falta de información llevó también a que,
según encuestas de
opinión realizadas en Estados Unidos en julio de ese
año, cerca del 57% de los que se oponen al aborto y el 70%
de los que se declaran católicos apoyen la
investigación en células estaminales por las
bondades reales o ficticias que prometen, sin tener una idea
clara de las consecuencias que esta opción trae para la
vida y dignidad del embrión humano que va a ser
destruido.

1.26.1.-La Religión y la Obtención de
células estaminales para la investigación
médica

El hecho de destruir embriones humanos para obtener
células estaminales felizmente todavía genera dudas
entre los que tienden a estar a favor de tal medida. En Estados
Unidos, por esta razón, algunos científicos y
políticos propusieron que no se permitiera la
producción "en cadena" de embriones en el laboratorio con
el exclusivo fin de promover esta investigación, pero
sí, lamentablemente que se usen cerca de 100,000 embriones
humanos que se encuentran actualmente congelados en
clínicas de fertilización in vitro.

Como sabemos, hay parejas no fértiles que, en un
afán quizá desesperado por concebir, recurren a
técnicas de fertilización in vitro. Como el proceso
no es 100% efectivo, se prefiere generar entre seis y diez
embriones. Si alguno de los primeros se implanta exitosamente en
el útero materno y se desarrolla finalmente en un
bebé, los embriones "sobrantes" son entonces descartados o
congelados para algún uso futuro. No han faltado quienes,
con una aproximación netamente utilitarista, han propuesto
usar estos embriones como fuente de células estaminales,
puesto que "de todas maneras serán destruidos". Ya durante
el gobierno del presidente Clinton se intentó usar estos
embriones en Estados Unidos para experimentación humana
con el mismo raciocinio, medida que felizmente no llegó a
encontrar un respaldo legislativo.

Lamentablemente, una alternativa como la
extracción de estas células estaminales de
bebés espontáneamente abortados, no es posible, aun
cuando el bebé conserva todavía un buen
número de células estaminales en la sangre del
cordón umbilical y otros órganos. Ello se debe
principalmente a que estas situaciones, que no son muy numerosas,
son impredecibles. Además, a veces el bebé
permanece en el útero muerto varias horas antes de ser
espontáneamente abortado, lo que lleva al deterioro de las
células estaminales.

La obtención de células estaminales de
abortos provocados, en cambio, genera
serios problemas
éticos, pues al igual que la destrucción de
embriones humanos, se estaría comercializando con los
restos de víctimas de un acto inmoral o, incluso,
incentivando el homicidio de
seres humanos con este fin. Por tanto, éstas no pueden
considerarse opciones para la obtención de células
estaminales embrionarias.

1.26.2.-Problemas morales de la investigación
en células estaminales embrionarias y de la
clonación humana.

Los problemas de la investigación en
células estaminales son numerosos y no es posible
predecirlos con absoluta precisión, pues todavía no
conocemos qué usos predominarán en la
manipulación de células estaminales, ni los
posibles descubrimientos científicos que en el camino
puedan surgir, ni el cauce por el que discurrirá la
comercialización que de todo ello derive. Más
allá de las posibilidades que se presenten en el futuro,
por lo menos detectamos hoy tres problemas morales
importantes:

  1. Desconocer al embrión como ser humano y
    negarle el derecho a la vida; como hemos visto, un buen
    número de científicos justifica la
    producción y destrucción de embriones humanos
    para obtención de células estaminales. Algunos de
    sus argumentos ya han sido descritos, en los que queda clara
    una mentalidad utilitarista que a la vez relativiza y reduce el
    valor de la persona humana que es el embrión.
    Así, no vacilan en sacrificarla con el propósito
    –alcanzable real o hipotéticamente– de investigar para
    obtener la cura de ciertas enfermedades.
  2. Otros científicos justifican su forma de
    pensar y actuar afirmando que no consideran al embrión
    un ser humano. Al respecto, ciertos grupos de interés
    han intentado, lastimosamente muchas veces con éxito,
    trastocar la definición del inicio de la vida humana.
    Así, han procurado desconocer la concepción o
    fecundación como el momento en que se inicia la vida
    –de lo que no se había dudado durante décadas en
    la comunidad
    científica, al menos no antes del inicio del proceso de
    legalización del aborto–, sosteniendo más bien
    que se inicia recién cuando se da la implantación
    del bebé en el útero materno, lo que ocurre
    alrededor del séptimo día de vida. Por ello,
    argumentan que no hay ningún problema ético en el
    hecho de producir embriones en el laboratorio y experimentar
    con ellos o extraerles las células estaminales antes de
    implantarlos, puesto que "no serían todavía seres
    humanos".
  3. Se busca justificar esta errada concepción
    argumentando que no todos los embriones que intentan
    implantarse sobreviven. A veces hasta el 30% de ellos son
    espontáneamente abortados por un proceso natural, como
    puede ocurrir también en cualquier momento del embarazo
    o incluso después, ya que nunca el 100% de todos los
    recién nacidos sobreviven. Estos grupos de
    interés obtienen de esta manera la "libertad" de
    manipular al embrión y justificar de paso el uso de
    métodos
    abortivos –como los dispositivos intrauterinos (DIU) o,
    más recientemente, la píldora RU-486 o la
    "píldora del día siguiente" y las demás
    píldoras anticonceptivas– que impiden la
    implantación del bebé. Si el embrión no es
    considerado ser humano porque –se dice– no necesariamente
    sobrevivirá, cabe preguntarse: ¿Puede
    algún recién nacido considerarse capaz de
    sobrevivir por sí mismo, sin el cuidado de sus padres?
    Y, más aún, ¿no es la posibilidad de la
    muerte una realidad para todo ser humano y
    característica ineludible de la vida como la conocemos
    en este peregrinar terreno?

Como señalábamos anteriormente, los
médicos y científicos, hasta antes de que el aborto
entrara en debate en Estados Unidos y en el resto del mundo,
teníamos una convicción unánime acerca del
momento en que se inicia la vida gracias a los descubrimientos de
la ciencia
moderna. La Iglesia Católica, por otro lado, siempre ha
sostenido que "con la fecundación se inicia la aventura de
una vida humana, cuyas principales capacidades requieren
solamente tiempo para desarrollarse y poder
actuar"[18].

Siguiendo la orientación de las Sagradas
Escrituras y la Sagrada Tradición, la enseñanza de
los Sumos Pontífices y en general de los diversos
documentos del Magisterio de la Iglesia sobre el tema han
señalado claramente que la vida del ser humano debe ser
respetada desde la concepción, porque el hombre es la
única criatura que Dios ha querido "por sí misma" y
cuya alma
espiritual ha sido creada por Dios "inmediatamente" a su imagen,
entablando una relación especial con su Creador [19].
Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo
hasta su término. Nadie, en ninguna circunstancia, puede
atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano
inocente[20].

La declaración de la Academia Pontificia para la
Vida sobre la producción y uso científico y
terapéutico de las células estaminales embrionarias
humanas defiende claramente la integridad y la vida del
embrión humano que corre el riesgo de ser destruido: "La
ablación –recolección y destrucción– de la
masa celular interna (ICM) del blastocisto, que lesiona grave e
irreparablemente el embrión humano, truncando su
desarrollo, es un acto gravemente inmoral y, por consiguiente,
gravemente ilícito. Ningún fin considerado bueno,
como la utilización de las células estaminales que
podrían obtenerse para la preparación de otras
células diferenciadas con vistas a procedimientos
terapéuticos de grandes expectativas, puede justificar esa
intervención. Un fin bueno no hace buena una acción
en sí misma mala" [21].

No se puede discutir el proceso de obtención y
comercialización de embriones humanos sin tocar el tema de
la clonación. De difundirse la producción "en
cadena" de embriones humanos para la obtención de
células estaminales se pasaría a considerar la
clonación como la herramienta más eficaz para este
fin. Como explicamos previamente, de los primeros estadios del
embrión humano (cuatro células "totipotenciales")
podríamos obtener hasta cuatro seres humanos semejantes
dividiendo artificialmente dichas células o usando la otra
técnica de clonación que consiste en unir el
núcleo de una célula adulta con un ovocito o
célula materna a la que se le ha sacado su propio
núcleo, formando así artificialmente un nuevo ser
que tiene todas las propiedades para desarrollarse en un
embrión humano (como en el caso de la "oveja Dolly"). Se
garantizaría de esta manera "la producción en
cadena" y la obtención de la cantidad adecuada de
embriones humanos para satisfacer la oferta y la
demanda que
estos experimentos requerirían sin necesidad de estar
buscando mujeres "donantes" de óvulos. Sobre este punto
del debate, por ejemplo, el Congreso estadounidense votó
recientemente a favor de una ley que impide los procesos de
clonación con cualquier fin. Por otro lado, ya el
Parlamento Europeo, a pesar de ser bastante liberal, en su
resolución del 12 de marzo de 1997 se había
pronunciado diciendo que el uso de la clonación para la
obtención de embriones humanos va contra los principios de
igualdad y
dignidad de los seres humanos.

Pero el debate está aún abierto y, a menos
que seamos enfáticos y firmes en la defensa de la vida del
embrión, es de presumir que, con diversas excusas y
falaces explicaciones, se seguirá tratando de destruirlo.
En agosto del 2001, por ejemplo, tres científicos
estadounidenses e italianos con credenciales bastante
cuestionables por su falta de consistencia y poco reconocida
trayectoria científica, amenazaron en Washington, durante
una conferencia
supuestamente organizada para discutir aspectos
científicos de la clonación, con empezar a clonar
seres humanos –por su cuenta y riesgo– en alguna isla del
Caribe o del Mediterráneo donde no hubiera restricciones
gubernamentales. Arguyeron, entre otras razones, la voluntad de
"avanzar" con la investigación en células
estaminales. Incluso el científico escocés que
ayudó a la clonación de la primera "oveja Dolly"
calificó estos comentarios de anti-científicos.
Según señaló, debido a que actualmente no
existe una adecuada tecnología para la clonación,
él había realizado 288 intentos antes de tener
éxito con "Dolly".

De hacerse estos experimentos en seres humanos, algo
similar podría ser el número de vidas de embriones
que se perderían antes de conseguir una clonación
exitosa. Cuando hablamos de "exitosa" nos referimos a un
embrión concebido en el laboratorio que se desarrolle y
crezca hasta su nacimiento o adultez, no como el "fiasco
científico" anunciado por la compañía
"Advance Cell Tecnology, Inc.", de Massachusetts, que, con el fin
de presionar al gobierno estadounidense, informó en
noviembre del 2001 de la "primera clonación exitosa" de un
ser humano[22]. Lo que en realidad se limitaron a hacer fue
tratar de concebir ocho embriones humanos uniendo óvulos
con núcleos de células maduras, pero sólo
pudieron concebir dos, que murieron luego de llegar uno de ellos
a desarrollarse hasta el estadio de seis células. Ninguna
organización científica seria
aceptó dichos resultados y el consenso fue calificar el
experimento como un fracaso y un intento de ganar publicidad. No
hay duda de que, así como esta compañía,
otros grupos no vacilarán, con mentiras o medias verdades,
en continuar con su campaña de promoción de la producción
"industrial" de embriones humanos y clonación.

Todos los errores mencionados hasta ahora no se comparan
con los graves problemas morales que la clonación humana
en sí misma supone, no sólo por la lógica
de "producción industrial" ya mencionada, sino
también por la instrumentación de la mujer que se
convierte simplemente en "prestadora" o "proveedora" de
óvulos; por la perversión de las relaciones
naturales de paternidad, maternidad, filiación y
consanguinidad, ya que, por ejemplo, no existe una verdadera
madre o un verdadero padre del embrión concebido para una
tercera persona sin intervención paterna, entre otras
aberraciones.

También es moralmente grave el hecho de que el
"productor", el "vendedor" o el "comprador" de los embriones
dispongan sobre la vida de un ser humano, sin respetar su
dignidad. No ha de olvidarse, además, que la
procreación debe ocurrir dentro del matrimonio y como
resultado de la unión amorosa del esposo y la esposa, y no
por la manipulación indiscriminada en el laboratorio con
métodos de experimentación en seres humanos. De lo
contrario se estaría violando la dignidad del hombre y del
matrimonio: "Solamente el respeto de la conexión existente
entre los significados del acto conyugal y el respeto de la
unidad del ser humano, consiente una procreación conforme
con la dignidad de la persona… La persona humana ha de ser
acogida en el gesto de unión y de amor de sus
padres; la generación de un hijo ha de ser por eso el
fruto de la donación recíproca realizada en el acto
conyugal, en el que los esposos cooperan como servidores, y no
como dueños, en la obra del Amor Creador.

El origen de una persona humana es en realidad el
resultado de una donación. La persona concebida
deberá ser el fruto del amor de sus padres. No puede ser
querida ni concebida como el producto de una intervención
de técnicas médicas y biológicas: esto
equivaldría a reducirlo a ser objeto de una
tecnología científica"[23].

1.26.3.-La dignidad del embrión
humano

La posición de la iglesia Católica ha sido
siempre clara en la promoción y defensa de la vida humana.
En el momento de la unión del óvulo materno con el
espermatozoide paterno se da el proceso de fecundación, y
desde ese instante el nuevo ser, que es ya una unidad en cuerpo y
alma, único e irrepetible, tiene toda la
información genética para continuar
desarrollándose hasta llegar a ser un adulto. El Papa Juan
Pablo II nos ha recordado en reiteradas ocasiones la
inviolabilidad del derecho a la vida del ser humano inocente
"desde el momento de la concepción hasta la muerte"
[27].

Este embrión humano no es un animal o solamente
un conjunto de células. Tiene una dignidad especial: en
primer lugar, porque Dios lo creó, como dice el libro del
Génesis (ver Gén 2:7), a su imagen y semejanza,
para ser el administrador de
la creación; y en segundo lugar, porque el Señor
Jesús, mediante el misterio de la
Anunciación-Encarnación, se hizo hombre y
elevó nuestra condición de criaturas a hijos de
Dios. Como dice el pensador peruano Luis Fernando Figari, "la
dignidad fundamental, y más aún fundante, del
hombre proviene de ser la persona humana creada por Dios como
interlocutor personal suyo e invitado a participar desde su
estructura
óntica en la dinámica creacional. Las palabras
‘imagen y semejanza’, a las que estamos tan
acostumbrados, portan en sí la entrada al misterio de la
dignidad humana"[28]. Y luego él mismo añade: "La
dignidad de la criatura humana quedará aún
más claramente manifestada por la irrupción del
Verbo Eterno en el tronco humano, asumiéndolo y
elevándolo, en un proceso misterioso e indescriptible en
la magnitud de su grandeza" [29]. Esta dignidad del ser humano es
única, universal e irrenunciable y no puede ser negada o
relativizada de acuerdo a las circunstancias sociales o al
momento histórico que se viva.

El embrión humano es una unidad
bio-psico-espiritual desde su concepción. Por ello su
cuerpo debe ser respetado también. Es preciso "tener
presente la unidad de sus dimensiones corporal, afectiva,
intelectual y espiritual", como recordaba enérgicamente
Juan Pablo II a la Asociación Médica Mundial en
1983: "Cada persona humana, en su singularidad absolutamente
única, está constituida no sólo por su
espíritu, sino también por su cuerpo. Así,
en el cuerpo y por el cuerpo, se llega a la persona misma en su
realidad concreta" [30].

Es preciso, asimismo, impulsar una completa
información acompañada de una formación
moral recta para todos –católicos y no católicos–
a fin de que se tome conciencia del
profundo significado de lo que se está discutiendo y
poniendo en juego. Un caso emblemático de confusión
y relativismo es el del mismo presidente de Estados Unidos,
George W. Bush, quien siendo un político que se profesa
cristiano y pro-vida, cuando habla de las células
estaminales y del embrión humano manifiesta su
preocupación por proteger a estas células y
embriones que "tienen la capacidad de generar un ser humano en el
futuro", cuando el hecho concreto es
que el embrión ya es un ser humano existente, con dignidad
y derechos.

1.26.4.- La Iglesia Católica ante el problema
de la investigación en células
estaminales

El 22 de febrero de 1987 el Papa Juan Pablo II
aprobó la Instrucción Donum vitae, de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, mucho tiempo antes
de que los debates actuales tomaran curso. Junto con esta
instrucción, hay que mencionar otros documentos, de
primera importancia, del Magisterio Pontificio ordinario como la
Humanae vitae (1968) del Papa Pablo VI y la Evangelium vitae
(1995) de Juan Pablo II. Ellos establecen claramente la
posición de la Iglesia alentando una cultura de vida donde
se respeten la dignidad y los derechos del ser humano, en
especial del no nacido. En la mencionada instrucción se
tocan algunos puntos concretos que merecen resaltarse.

En primer lugar, la Instrucción establece
claramente la responsabilidad del ser humano, con la ciencia
como herramienta, para la recta administración de la creación. La
investigación y la técnica tienen que estar al
servicio de la
persona humana: "La investigación científica,
fundamental y aplicada, constituye una expresión
significativa del señorío del hombre sobre la
creación. Preciosos recursos del hombre cuando se ponen a
su servicio y promueven su desarrollo integral en beneficio de
todos, la ciencia y la técnica no pueden indicar por
sí solas el sentido de la existencia y del progreso
humano. Por estar ordenadas al hombre, en el que tienen su origen
y su incremento, reciben de la persona y de sus valores
morales la dirección de su finalidad y la conciencia
de sus límites" [31].

Por otro lado, la Instrucción reflexiona
específicamente sobre la protección del
embrión humano, ya que, como hemos afirmado anteriormente,
es una persona con una dignidad única, universal e
irrenunciable, y sujeto de todos los derechos existentes: "La
investigación médica debe renunciar a intervenir
sobre embriones vivos, a no ser que exista la certeza moral de
que no se causará daño alguno a su vida y a su
integridad ni a la de la madre, y sólo en el caso de que
los padres hayan otorgado su consentimiento, libre e informado, a
la intervención sobre el embrión. Se desprende de
esto que toda investigación, aunque se limite a la simple
observación del embrión, será
ilícita cuando, a causa de los métodos empleados o
de los efectos inducidos, implicase un riesgo para la integridad
física o
la vida del embrión" [32].

La Instrucción repite asimismo claramente las
reservas de la Iglesia frente a la fertilización in vitro
(FIV). Es necesario no olvidar que cuando hablamos de embriones
humanos obtenidos in vitro nos estamos refiriendo a personas y,
por tanto, dignas y sujetos de derechos. Por ello su dignidad y
su derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento
de su existencia. Es inmoral producir embriones humanos
destinados a ser explotados como "material biológico"
disponible. Ante ello la instrucción señala: "La
Iglesia, del mismo modo en que condena el aborto provocado,
prohíbe también atentar contra la vida de estos
seres humanos. Resulta obligado denunciar la particular gravedad
de la destrucción voluntaria de los embriones humanos
obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se
obtengan mediante la fecundación artificial…".
Añade más adelante una observación que se
refiere claramente al papel de los médicos y
científicos en estas prácticas:
"Comportándose de tal modo, el investigador usurpa el
lugar de Dios y, aunque no sea consciente de ello, se hace
señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente
a quién permitirá vivir y a quién
mandará a la muerte, eliminando seres humanos
indefensos"[33].

1.26.5.- El Papa Juan Pablo II en la encíclica
Evangelium vitae

El Papa Juan Pablo II en la encíclica Evangelium
vitae reflexiona acerca del valor incomparable de la persona
humana desde su concepción: "La vida humana es sagrada e
inviolable en cada momento de su existencia, también en el
inicial que precede al nacimiento. El hombre, desde el seno
materno, pertenece a Dios que lo escruta y conoce todo, que lo
forma y lo plasma con sus manos, que lo ve mientras es
todavía un pequeño embrión informe y que en
él entrevé el adulto de mañana, cuyos
días están contados y cuya vocación esta
escrita en el ‘libro de la vida’" [34].

Más recientemente, la Pontificia Academia para la
Vida, representada por su Presidente, el Dr. Juan de Dios Vial
Correa, y su Vicepresidente, Mons. Elio Sgreccia, publicó
en agosto del 2000 la Declaración sobre la
producción y uso científico y terapéutico de
las células estaminales embrionarias humanas [35]. Los
principales planteamientos Religiosos de dicha
declaración, que por razones de espacio resumimos a
continuación, son los siguientes:

1) Es inmoral producir o utilizar embriones vivos para
la obtención de células estaminales.

2) Se declara moralmente ilícito cualquier
proceso que lleve a la clonación "terapéutica" a
través de la producción de embriones humanos
clonados y su sucesiva destrucción para la
producción de células estaminales.

3) No se considera moralmente lícito utilizar las
células estaminales y las células diferenciadas de
ellas obtenidas, proporcionadas eventualmente por otros
investigadores o disponibles en el mercado, debido a
que más allá de compartir, de manera más o
menos formal, la intención moralmente ilícita del
agente principal, en el caso que nos ocupa hay una
cooperación material próxima en la
producción y manipulación de embriones humanos por
parte del productor o del proveedor.

4) La posibilidad de usar e investigar en células
estaminales adultas se ve como la vía más razonable
y humana que ha de seguirse para un correcto y válido
progreso en este nuevo campo que se abre a la
investigación y a prometedoras aplicaciones
terapéuticas.

1.27.-La Religión y su obra de defender el
derecho a la vida…

Finalmente, el 23 de julio del 2001, el Papa Juan Pablo
II habló personalmente con el presidente George W. Bush,
en el contexto del debate sobre el uso de fondos gubernamentales
estadounidenses para investigación en células
estaminales que culminó en el controvertido
pronunciamiento del 9 de agosto del 2002. Con ocasión de
aquella entrevista el
Santo Padre señaló que "la experiencia ya
está mostrando que un trágico embotamiento de las
conciencias acompaña el ataque a la vida humana inocente
en el seno materno, llevando a la acomodación y a la
aquiescencia frente a otros males relacionados con ella, como la
eutanasia, el infanticidio
y, más recientemente, las propuestas de crear con vistas a
la investigación, embriones humanos destinados a la
destrucción durante ese proceso". Asimismo el Papa
enfatizó la santidad de la vida humana desde la
concepción y cómo la tecnología es un medio
y no un fin para el ser humano: "Una sociedad libre
y virtuosa, como aspira a ser Estados Unidos, debe rechazar las
prácticas que desvalorizan y violan la vida humana en cada
una de sus etapas, desde la concepción hasta la muerte
natural. Al defender el derecho a la vida… Estados Unidos puede
mostrar al mundo el camino hacia un futuro verdaderamente humano,
en el que el hombre sea el dueño, y no el producto, de su
tecnología" [36].

La experimentación en embriones humanos y/o la
promoción de la clonación de seres humanos con el
fin de extraer células estaminales, aún con los
más "nobles fines", es un gravísimo atentado contra
la dignidad del hombre. Todo avance de la ciencia y de la
tecnología debe estar al servicio del ser humano, viendo
en él a un ser creado por Dios y redimido por el
Señor Jesús, sujeto de todos los derechos. En el
presente momento es necesario fomentar un sano desarrollo de las
investigaciones y seguir exponiendo con claridad y firmeza el
valor de la vida humana por encima de todo otro interés
contrario. Si queremos caminar hacia una cultura de la vida con
una humanidad más justa, solidaria y reconciliada, donde
se respeten la dignidad de todos los hombres, hemos de empezar a
reconocer los derechos de los más pequeños e
indefensos: los derechos de los embriones humanos.

1.27.1.-La religión y la alternativa moral
sobre la investigación en células estaminales de
adultos

El descubrimiento de células estaminales en la
médula ósea de los adultos hace 40 años, y
más recientemente en el cerebro, pulpa dental, vasos
sanguíneos, sistema
digestivo, retina, hígado y páncreas,
también de adultos, así como en la sangre del
cordón umbilical de los recién nacidos, abre las
puertas a la esperanza de una ciencia en favor de una cultura de
la vida. Las células estaminales de adultos pueden
reproducirse y generar también células de otros
tejidos, como ha sido probado ya con las células
estaminales de la médula ósea y el cerebro
[37].

Los médicos y científicos que creemos en
el éxito futuro de la investigación de
células estaminales de adultos estamos de acuerdo con el
otorgamiento de fondos para este tipo de proyectos, ya que no
existe ningún riesgo para la integridad de la persona ni
se destruyen embriones humanos. La investigación en
células estaminales de adultos ha permitido ya avances
significativos en transplantes de médula ósea, que
se llevan a cabo actualmente con células estaminales
adultas en la mayoría de casos, como en el tratamiento de
leucemias, linfomas y myeloma múltiple, entre otros
cánceres.

Hoy en día es rutina que para las enfermedades
anteriormente mencionadas los hematólogos en casi todas
partes del mundo induzcamos la multiplicación y
recolectemos células estaminales de la sangre de pacientes
adultos, de cordones umbilicales de recién nacidos o de la
sangre de donantes adultos (sin poner en peligro la vida e
integridad de los pacientes, recién nacidos o donantes)
para repoblar las médulas óseas de pacientes
afectados por estos cánceres o por las quimioterapias,
salvándoles en algunos casos la vida y otorgándoles
la cura que no sería posible sin estas células.
Todo ello gracias a más de 40 años de
investigación en células estaminales adultas de la
médula ósea y de la sangre, modelo a
seguir en el resto de órganos del cuerpo humano
adulto.

Las células estaminales adultas no solamente se
han encontrado en los lugares ya señalados, o se utilizan
usualmente para salvar pacientes con algunos cánceres,
sino que incluso algunos científicos han sido capaces de
inducir la diferenciación de células estaminales
adultas de la médula ósea en células de
otros tejidos. Tales son los experimentos reportados por
científicos del Robert Wood Johnson Medical School de
Nueva Jersey y otros grupos, quienes extrajeron células
estaminales de la médula ósea de ratas y las
hicieron diferenciarse en neuronas para el cerebro.

Los médicos y científicos que trabajan con
células estaminales de adultos están conscientes de
las limitaciones que, al menos por ahora, presentan estas
investigaciones: las células estaminales de adultos no son
tan numerosas, no se reproducen tan fácilmente como las de
los embriones y no son tan sencillas de encontrar.

Pero ante estas dificultades, no se puede recurrir a la
solución fácil que significaría la
producción y el sacrificio a escala de
embriones humanos para obtener las células estaminales.
Por otro lado, la investigación científica rigurosa
en células estaminales adultas, por dar un ejemplo, ha
llevado a descubrir que existen al menos dos tipos más de
células estaminales adultas disponibles solamente en la
medula ósea que no conocíamos una década
atrás [38].

Ante esta perspectiva, quienes se dedican a la
investigación en esta área tienen la necesidad de
que sean otorgados fondos para este tipo de investigaciones, ya
que, de ser ciertas algunas de las expectativas que se tienen
sobre las células estaminales, éstas pueden hacerse
realidad utilizando células estaminales de adultos. En ese
caso, la ciencia estaría auténticamente al servicio
del hombre.

1.27.2,- La Iglesia Católica y la
aprobación de la ley De Reproducción Humana en
España.

El cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo,
afirmó en fecha Feb 16, 2006, que "hay algunas cosas que
desde la conciencia cristiana no se pueden aceptar", en
referencia a la próxima aprobación en el Congreso
de los Diputados de la Ley de Técnicas de
Reproducción Humana Asistida. Sin embargo,
añadió que la Conferencia Episcopal "no impone
nada".

En declaraciones a Europa Press, tras la homilía
celebrada en la Facultad de Ingenieros de Sevilla con motivo de
la Pastoral de Choque, organizada por Educación y Gestión
de Andalucía y Fere- centros católicos de
Andalucía, el cardenal indicó que "después
de que el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal
estudiara el proyecto,
simplemente ha recordado lo que debe ser la coherencia de un
cristiano con sus principios morales".

La Conferencia Episcopal española mostró
recientemente su "honda preocupación" ante esta ley. Este
año, en el que se cumple el X aniversario de su
fundación, la Academia pontificia para la vida ha dedicado
las tareas de su asamblea general a un tema de gran actualidad y
de fuerte impacto social, que queda bien expresado en el
título de la reunión: 

"La dignidad de la procreación humana y las
tecnologías reproductivas. Aspectos antropológicos
y éticos".

Se refirió al nacimiento de la primera
niña originada por un procedimiento de fecundación
in vitro. Se calcula que, tras ella y hasta hoy, han
nacido en todo el mundo más de un millón de
niños
obtenidos mediante ese mismo proceder.

Durante estos años, el recurso a las
técnicas de reproducción asistida ha
conocido una progresiva difusión por muchos países,
impulsando a los gobiernos de muchas naciones a elaborar normas
legislativas específicas que regulen las complejas
técnicas vinculadas al empleo de estos procedimientos.
Aunque ciertamente la investigación científica en
este sector ha atraído crecientes recursos
humanos y económicos con el propósito de hacer
más "eficaces" las técnicas de
reproducción artificial (ARTs), no ha conseguido,
sin embargo, un incremento sustancial de la tasa de niños
nacidos por ciclo de tratamiento.

Esa tasa sigue siendo tan baja que, si se diera en otros
tratamientos médicos, sería interpretada como
señal clara de una eficiencia técnica muy pobre. a
menudo tiene como triste consecuencia mucho sufrimiento y
desilusión por parte de las parejas que ven frustradas sus
esperanzas de llegar a ser padres. Y, por desgracia, este dato
estadístico negativo está trágicamente
vinculado a una enorme pérdida de embriones humanos, dado
que las mayores dificultades operativas que siguen
presentándose en las TRA se refieren precisamente al
proceso de anidación y al desarrollo ulterior del
embrión.
 Hay que señalar que la intervención de la
medicina en el ámbito de la procreación se
emprendió bajo la égida de una benéfica
"curación de la esterilidad", dirigida a muchas parejas
afectadas por esa condición y movidas por un sincero deseo
de ser padres.

Por otra parte, existe una realidad, los datos hoy
disponibles demuestran que aumenta el porcentaje de parejas
estériles, sobre todo en la sociedad occidental, lo que
traslada a la ciencia el arduo deber de identificar las causas de
la esterilidad y de buscarle remedio.

Esa finalidad original ha ido cambiando con el paso del
tiempo. Por un lado, ese cambio se manifiesta en un planteamiento
por decirlo así autocomplaciente que, ante el elevado
número de casos de esterilidad de causa indeterminada y
sin preocuparse de agotar las investigaciones diagnósticas
y clínicas, establece el apresurado recurso a las TRA como
única forma de tratamiento útil.

Por otro lado, se vislumbra en el horizonte un
fenómeno todavía más inquietante:  nos
referimos a la instalación progresiva de una nueva
mentalidad, según la cual el recurso a las TRA
podría representar, con respecto a la vía
"natural", el proceder directo y preferencial de traer al mundo
un hijo, pues por medio de esas técnicas es posible
ejercer un "control" más eficaz de la calidad del
concebido para ajustarla a los deseos de quien lo encarga.
 Todo ello contribuye a considerar al hijo obtenido mediante
las TRA como si fuera un "producto", cuyo valor depende en
realidad de su "buena calidad", sometida a exigentes controles y
cuidadosamente seleccionada.

La consecuencia dramática de esta nueva actitud
es la eliminación sistemática de aquellos embriones
humanos que resultan carentes de la calidad considerada
suficiente de acuerdo con parámetros y criterios
inevitablemente cuestionables.
No faltan, por desgracia, iniciativas científicas y
legislativas que contemplan la producción, mediante las
TRA, de embriones humanos para ser "utilizados" exclusivamente
con fines de experimentación -lo que equivale a su
destrucción-, transformándolos así en
objetos de laboratorio, víctimas
sacrificiales predestinadas a ser inmoladas en aras de un
progreso científico que ha de perseguirse "a toda
costa".
A la luz de todo ello,
la Academia pontificia para la vida, de acuerdo con su finalidad
institucional, siente el deseo y, a la vez, la responsabilidad de
ofrecer a la comunidad eclesial y a la sociedad civil su
contribución de reflexión, a fin de presentar a la
atención de todas las personas de buena
voluntad cuán alta es la dignidad de la procreación
humana y de sus significados intrínsecos.
 La venida a la existencia de cada nuevo ser humano,
considerada en sí misma, es siempre un don y una
bendición:"Pues don del Señor son los hijos, su
gracia es el fruto del seno" (Sal 126:3).

Por consiguiente, todo hombre, desde el primer momento
de su vida, es signo tangible del amor fiel de Dios a la
humanidad, es la imagen viviente del "sí" del Creador a la
historia de los
hombres, una historia de salvación que se cumplirá
en la plena comunión con él, en la alegría
de la vida eterna. Cada ser humano es, desde su
concepción, una unidad de cuerpo y alma, posee en
sí mismo el principio vital que lo llevará a
desarrollar todas sus potencialidades, no sólo
biológicas, sino también antropológicas.
Por ello, la dignidad -que es dignidad de persona humana- de un
hijo, de todo hijo, independientemente de las circunstancias
concretas en las que se inicia su vida, sigue siendo un bien
intangible e inmutable, que exige ser reconocido y tutelado,
tanto por los individuos cuanto por la sociedad en su
conjunto.
Entre todos los derechos fundamentales que todo ser humano posee
desde el momento de su concepción, el derecho a la vida
representa ciertamente el derecho primario, por cuanto
constituye la condición de posibilidad para la
subsistencia de todos los otros derechos. Sobre esa base, todo
ser humano, sobre todo si es débil y no autosuficiente,
debe recibir una adecuada tutela social
frente a toda forma de ofensa o violación sustanciales de
su integridad físico-psíquica.

 Precisamente esta dignidad inalienable de persona,
que pertenece a todo ser humano desde el primer momento de su
existencia, exige que su origen sea consecuencia directa de un
gesto humano y personal adecuado: solamente el
recíproco don de amor esponsal de un varón y una
mujer, expresado y realizado en el acto conyugal, en el respeto
de la unidad inseparable de sus significados unitivo y
procreador, representa el contexto digno para el surgir de una
nueva vida humana.

Esta verdad, desde siempre enseñada por la
Iglesia, encuentra su plena correspondencia en el corazón
de todo hombre, estas son las palabras de Juan Pablo II:"Emerge
cada vez más el vínculo imprescindible de la
procreación de una nueva criatura con la unión
esponsal, por la cual el esposo se convierte en padre a
través de la unión conyugal con la esposa y la
esposa se convierte en madre a través de la unión
conyugal con el esposo. Este plan del Creador
está inscrito en la misma naturaleza física y
espiritual
del hombre y de la mujer y, como tal, tiene valor
universal" (Juan Pablo II,
Discurso a los participantes en la X asamblea general
de la Academia pontificia para la
vida
, 21 de febrero
de 2004, n. 2:  L'Osservatore Romano, edición
en lengua
española, 27 de febrero de 2004, p. 3).
 Además, conviene subrayar que la realización
y la mejora de las TRA, cuya tasa de eficacia es objetivamente
muy baja, exigen la inversión de importantes recursos
sanitarios y económicos, que han de sustraerse a las
necesidades de atención de otras enfermedades mucho
más graves y difundidas, de las que frecuentemente depende
la supervivencia misma de grupos humanos enteros. Por otra parte,
en el caso de la modalidad "heteróloga" de las TRA (es
decir, en los casos en que se recurre a la donación de
gametos procedentes de sujetos ajenos a la pareja), estamos en
presencia de un ulterior elemento que agrava el juicio
ético ya negativo. De hecho, la unidad conyugal de la
pareja es ofendida y violada por la presencia de una tercera
persona (en ocasiones también de una cuarta), que
será en realidad el verdadero progenitor biológico
del hijo encargado.

Con ello se viola el derecho del neoconcebido a tener
por padres a un varón y a una mujer, de los que ha de
originarse su propia estructura biológica y que han de
tomar a su cargo de modo estable el cuidado de su desarrollo y su
educación.
Consideramos, en cambio, moralmente lícita la
aplicación, siempre que sean necesarias y eficaces, de las
intervenciones técnicas que puedan facilitar, sin
reemplazarlo, el acto conyugal realizado naturalmente o que
puedan ayudarlo a alcanzar sus objetivos naturales
(cf. ib., 6). Estas siguen siendo las
clásicas palabras de los seguidores del catolicismo.
Para una pareja de esposos que desean encontrar "en el hijo una
confirmación y una realización plena de su
donación recíproca", (ib., la esterilidad
puede constituir indudablemente un motivo real de mucho
sufrimiento y fuente de ulteriores problemas.

No cabe duda de que tal deseo es, en sí mismo,
totalmente legítimo y signo afirmativo de un amor conyugal
que quiere crecer y ser completo en todas sus expresiones. Sin
embargo, conviene que el comprensible y lícito "deseo de
un hijo" no se transforme en un pretendido "derecho al hijo",
incluso "a toda costa". Pero sí será necesario
ayudar a esa pareja; aunque, el hijo no puede considerarse un
"objeto del deseo" que ha de conseguirse a toda costa, sino un
regalo muy valioso que, llegue cuando llegue, ha de acogerse con
amor.

Los esposos están llamados a crear todas las
condiciones necesarias, a través de su recíproco
don de amor conyugal, para que pueda iniciarse una nueva vida,
pero no pueden lícitamente determinar ese inicio mediante
el encargo de "producirla" bajo elementos no posible, Dios
a puesto en las manos del hombre el instrumento idóneo
siempre y cuando se lleve bajo reglas de técnicos que
puedan ayudar la pareja misma.
Nos parece, más bien, que deben acogerse con gran
interés y apoyarse todos los esfuerzos que la medicina
moderna pueda poner en marcha para intentar la curación de
las diversas formas de esterilidad conyugal, como el mismo
Pontífice ha recordado:"Deseo estimular las
investigaciones científicas destinadas a la
superación natural de la esterilidad de los
cónyuges, y quiero exhortar a los especialistas a poner a
punto las intervenciones que puedan resultar útiles para
este fin.

Lo que se desea es que, en el camino de la verdadera
prevención y de la auténtica terapia, la comunidad
científica -esta llamada se dirige en particular a los
científicos creyentes- obtenga progresos esperanzadores"
(Discurso
a los participantes en la X asamblea general de la Academia
pontificia para la vida
,
21 de febrero de 2004, n. 3). Como confirmación de
la sinceridad de estos deseos, queremos recordar que, durante
esta asamblea general de la Academia pontificia para la vida, se
han presentado algunos programas
concretos, de notable interés científico, para el
tratamiento de algunas formas de esterilidad de la pareja.
De todas formas, el don de la fecundidad conyugal debe concebirse
de modo mucho más amplio que su mera dimensión de
fertilidad biológica. El amor
esponsal, como manifestación concreta del amor de Dios a
la humanidad, está llamado siempre a amar, servir,
defender y promover
la vida humana (cf. Evangelium
vitae
, 29) en todas sus dimensiones,
también cuando de hecho no pueda generarla
biológicamente.

Por ello, sintiéndonos profundamente cercanos a
las parejas de esposos que todavía no han conseguido
encontrar en la medicina una solución a su esterilidad,
los animamos fraternalmente a expresar y realizar su fecundidad
conyugal, poniéndose con generosidad al servicio de las
numerosas situaciones humanas necesitadas de amor y de
coparticipación. Entre ellas merecen una mención
particular los institutos sociales para la adopción y el
apoyo familiar, para los cuales deseamos normativas
jurídicas cada vez más adecuadas para asegurar las
debidas garantías y, al mismo tiempo, la conveniente
celeridad de las gestiones burocráticas.

la Academia pontificia para la vida trató de
invitar una vez más a todos los hombres de buena voluntad
a considerar la altísima y singular dignidad de la
procreación humana, en la que se expresa a su nivel
más alto el amor creador de Dios y se realiza del modo
más pleno la comunión interpersonal de los esposos.
Que el ingenio humano y la capacidad
técnico-científica se pongan a su servicio, para el
bien de los esposos y de sus hijos, sin pretender jamás
sustituir o suplantar esa dignidad.

 

Domingo Peña Nina 

Claridania Rodríguez de
Rosário

 

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