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Maestros en convivencia: habilidades conversacionales (página 2)



Partes: 1, 2

Formación escolar y la Legión de
María

Inició su Primaria en 1955, cuenta su hermana
Antonia que: "-En su formación escolar, Aída se
destacó en sus estudios de Básica Primaria porque
fue una niña juiciosa, inteligente y responsable con sus
trabajos académicos, tanto, que cuando terminó su
Primaria se le presentaron varias oportunidades en varios
colegios. Cosa que en esa época era difícil,
obtener cupo en algún colegio oficial era una lucha
titánica; empero a ella le fue muy bien, porque
pasó en varios colegios".

Su hermana relata que un momento clave en su vida fue la
realización del 5° de educación
Básica Primaria, durante ese tiempo
Aída conoció a una monjita, quien como maestra
influyó inmensamente en su formación
convirtiéndose en una niña dogmática y
espiritual. Aída perteneció a la Legión de
Maria y desde allí conoció el trabajo social,
pues básicamente se reunían para saber qué
se iba a hacer con los pobres o cómo ayudar en los
ancianatos. Su hermana recuerda que la labor de Aída:
"-Consistía en atender a los pobres; por eso, ella siempre
ha sido una persona muy
sensible a los problemas
sociales".

La hermana San Gilberto de la Legión de
María, dejó una huella muy profunda en Aída,
porque empezó a ver esa parte social. Esta experiencia
marcó sus inicios como líder,
estricta en sus cosas, nunca fallaba a las reuniones, era
juiciosísima con sus trabajos y cumplía con lo que
se le imponía.

La
Adolescencia

Formación secundaria y relación de
noviazgo

Aída inició el Bachillerato en 1961 y lo
terminó en 1966, comenta Antonia que: "-En su adolescencia
estudió en un colegio de monjas, y lo que nuestra madre le
había infundido y recalcado; allá se lo acabaron de
recalcar, porque era un colegio religioso de monjitas muy
estrictas. En ese contexto realizó su Bachillerato como
una persona religiosa, buena estudiante, pero amiguera. En
aquella época de los 60, siempre fue muy humana, es decir,
demasiado sensible hacia los problemas del
país y hacia la gente que la rodeaba".

Sin embargo, en palabras de su misma hermana: "-Ella
tuvo que afrontar los prejuicios de nuestra madre debido a que se
ennovió a eso de los catorce o quince años con un
muchacho que mi madre nunca llegó a querer. Una de las
razones para oponerse era que en la familia del
muchacho había mucho despelote, decía que las
hermanas y los padres del joven no tenían los mismos
principios éticos y que era una familia como sin
norte".

A su madre que había sido tan rígida, tan
encuadrada en sus normas, le
parecían mal el desorden y el caos de esa familia;
consideraba terrible que su hija se ennoviará con ese
joven, pues desmejoraría en su estudio.

A raíz de tanto problema con su madre porque no
le gustaba la amorosa y compleja relación entre su
hija y el muchacho en cuestión, Aída terminó
su noviazgo. Tal rompimiento la dejó triste y marcó
la historia de su
corazón, puesto que ella no se volvió a
enamorar fácilmente. Aída tomó la
decisión de que sólo volvería a tener novio
cuando éste cumpliera los requisitos que no había
cumplido el anterior y exigió que llegado ese momento, no
se le objetara y se le permitiera la libertad de
llevarlo a casa. "-El conflicto en
su relación de noviazgo ocurrió por la presión de
nuestra madre, unido a los años de aguantarle agresiones
físicas, pues le pegaba", aclaró su
hermana.

Para entonces, explica Aída: "-Nos trasladamos a
Kennedy porque mi hermana obtuvo un apartamento y para mis padres
no era aceptable que ella viviera sola. Entonces se fue toda la
familia a ese apartamento".

Cuenta Antonia que: la relación que Aída
tuvo con su novio Jairo, duró 4 años y 2 meses, fue
un noviazgo de esos que llaman de "racamandaca". Y la
relación con sus hermanas durante la adolescencia, estuvo
marcada por la fraternidad, compartían mucho en las
reuniones con sus amigos y amigas. Naturalmente, tenían
una u otra diferencia por cosas pequeñas.

La
Juventud

Formación universitaria, política y
noviazgo

Aída inició la universidad en
1967, ella misma cuenta que: "-Entre 1966 y 1967 trabajé
en el Banco Royal de
Canadá, en Bogotá; nunca perdí un año
escolar y le aposté a ingresar a la Universidad Nacional,
pues mis padres no tenían los recursos para
pagar una universidad privada. En los primeros semestres tuve
matrícula de honor y luego préstamo del
ICETEX".

Para ella, el ingreso a la Universidad Nacional de
Colombia, fue un
acontecimiento que cambió totalmente su paradigma
religioso. Se matriculó para la carrera de Trabajo
Social, pues tenía en mirar la labor comunitaria; comenta
su hermana Antonia que: "-La elección de la carrera fue un
concilio entre la familia: mi hermana Indira le había
comentado a Aída que más o menos estaba dentro de
lo que a ella le gustaba; mi papá quería que
estudiara medicina y a
mí me gustaba, pero mi madre decía que era una
carrera larga y costosa. Ella pasó en la Nacional y
dejó de ser la niña religiosa y dogmática.
En ese momento tenía dieciséis
años.

En la Universidad vio otra cosa muy distinta por esos
años, por lo que estaba surgiendo el movimiento
político de Camilo Torres, que fue como tan
característico de los años 60 y 70. Se dio cuenta
por su carrera misma, su sensibilidad y sus cosas políticas,
que iba a ser una gran luchadora. Por esos motivos,
ingresó en ese movimiento y empezó a conocer gente
que hablaba y realizaba política en la Universidad. Mi
madre también había sido una mujer de fuertes
convicciones políticas, fue gaitanista, al contrario de mi
padre quien siempre fue un escéptico.

A finales de los 60, en ese contexto, conoció a
José Cortés, era una persona reconocida en esa
época, porque tuvo un hermano que fue del ELN -El
Ejército de Liberación Nacional- que fue un
movimiento revolucionario armado que luchaba por las
reivindicaciones del pueblo colombiano".

Y continúa su hermana que: "-Cuando entró
a la Universidad, se hablaba mucho de la muerte del
hermano de José, puesto que era un líder
estudiantil, muy amigo de Camilo Torres y posteriormente
compañero en la guerrilla. Para entonces, todo el mundo
hablaba con mucho respeto tanto de
José, como de su hermano. Aída al igual que
José, simpatizaron porque tenían muchas cosas en
común como la filosofía, la política y el
arte. Los dos
por distinto lado, hacían parte de otro partido
político, que también apoyaba un grupo armado
distinto al ELN".

Relación de pareja

En la década de los 70, Aída y José
se casaron y como fruto de su relación nacieron tres
hijos: César el hijo mayor; Marco, quien se encuentra
actualmente estudiando en Francia, y una
niña: María, la menor. José influyó
mucho en Aída, porque él también era un
joven muy preocupado por lo social. Recuerda Antonia que: "-Todo
ello aconteció cuando a finales de los años 60
él viajó a México a
raíz de la muerte de su
hermano y al volver a la Universidad se volvió más
amigo de Aída, y muy rápidamente se ennoviaron y se
casaron. José fue una persona muy importante para ella,
muy respetado y admirado por sus compañeros.

Para entonces, él estaba terminando medicina en
la Universidad. También fue un luchador tremendo entre los
grupos
estudiantiles fuertes de la época, empero mucho más
mesurado que ella. Cuando se casaron la relación se
afianzó. Él fue una persona muy estudiosa y de una
gran calidad humana,
respetuoso de los demás; uno que otro lunar, porque
obviamente él no era perfecto. Desde un principio, fueron
el tipo de parejas que se entienden en todo".

Según Antonia: "-En la relación de pareja,
Aída transmitía un clima de
sensibilidad, básicamente por compartir, por dar y recibir
con los brazos abiertos a la gente. En esa época, ellos
casi no tenían vida privada, porque eran todo el tiempo
con gente y, generalmente, había alguna persona de visita
que se quedaba en la casa".

Sin embargo, en los 80 la pareja tuvo algunos altibajos
porque José se ennovió con una médica, lo
cual dejó huella en Aída. Por consiguiente, la
relación de pareja se empezó a resquebrajar. En esa
situación, ella se esforzó al máximo por
solucionar y restablecer su relación mediante el diálogo;
"-A ratos ellos se reconciliaban, se contentaban y hacían
una cantidad de proyectos, pero
el matrimonio
empezó a flaquear pese a que se querían mucho",
explica su hermana.

Cuenta Aída que: "-¡Esta es una larga
historia! Sin embargo, lo que puedo decir es que fui generosa y
consecuente. Inicialmente esperé con paciencia a que mi
esposo resolviera tranquilamente sus dilemas. A pesar de mi
dolor, le permití que llegara hasta las últimas
decisiones y entonces si le pedí que se alejara de
mí, aunque podía contar con su casa y ver a sus
hijos cuando quisiera, eso si, sin mi presencia". En estas
condiciones, que sólo duraron dos meses, él
reflexionó, consideró que estaba equivocado y que
seguía amando a su esposa e hijos y se concentró en
ellos.

"-José volvió con Aída y
ésta lo perdonó, lo recibió y lo
acogió con amor. Él se cuestionó, se
dio cuenta que había cometido errores y que finalmente la
persona que más lo amaba era Aída, y que
él también, a las personas que más
amaba en el mundo eran ella y sus hijos", cuenta
Antonia.

En breves palabras Antonia también recuerda que:
"-Antes de finalizar la década de los 80, ambos vivieron
una temporada universitaria en Francia. Aída trabajaba
para culminar su posgrado en la Universidad de la Sorbona y se
preparaba para volver a Colombia. Pero desafortunadamente pocos
años después, 8 años, apareció la
enfermedad y José murió de cáncer en
1995".

Cuenta su amiga Betsabé que: "-En aquellos
momentos tan difíciles por los que estaba pasando
Aída, cuando le diagnosticaron a su esposo cáncer
de pulmón y le dieron seis meses de vida, recurrió
a mi, y en ese momento fui su compañía, su apoyo y
le serví de hombro para llorar y descargar su angustia y
su inmenso dolor. Recuerdo que cuando me pidió ayuda lo
hizo con lágrimas que brotaban desde su corazón:
‘Betsabé, siento que me muero, José
está muy mal se va a morir, yo siento que este dolor no lo
puedo soportar’".

Para Betsabé fue una noticia fuerte, porque
también era amiga de él. José era un
médico bioenergético joven, muy cuidadoso de su
salud y la de su
familia; por lo tanto y a sus 44 años, el hecho
cambió completamente la historia de Aída y de sus
hijos.

La
Adultez

Relaciones en su núcleo
familiar

En el nuevo milenio, cuenta Aída: "-Las
relaciones con mis hijos, están centradas en la
flexibilidad, por ejemplo, sé que debo estar dispuesta a
cambiar una decisión, porque los hijos tienen sus razones.
Sé que ellos quieren ponerse en condiciones de mayor
igualdad en el
sentido de la posibilidad de acertar o equivocarse. Esa comunicación ha sido muy marcada en la
familia que he constituido, porque me ha permitido un
acercamiento basado en la confianza (…) Con mis hijos ha
sido una conversación mutua de ir conociendo los distintos
momentos de sus vidas, sus problemas, sus inquietudes, sus
equivocaciones e igual las mías. Como madre poseo un
gran amor y la
seguridad en que
mis hijos pueden tener buen criterio para decidir; que no
necesariamente la única que decide es la
madre".

A reglón seguido, Aída afirma que:
"-Oriento muchos espacios de diálogo con ellos, por
ejemplo, mediante el análisis diario de lo que va pasando en la
vida interior, como los temores y las angustias. Además,
siempre estoy dispuesta para prepararlos a que den los pasos que
tienen que dar en la vida, a través del
acompañamiento y sin ninguna clase de
sometimiento".

Para Aída, el amor es fundamental, es el
sentimiento que marca la
relación con sus hijos. Nunca los presiona para que sean
profesionales; no obstante, siempre los ha orientado de acuerdo a
sus deseos, mediante su opinión e interpretación de cómo los ve a
ellos o de qué manera podrían explotar sus mayores
potencialidades, por ejemplo: "-Aconsejándoles sobre lo
que para mí ha significado ser Trabajadora
Social".

"-Cuando se me han presentado conflictos con
mis hijos, generalmente los resuelvo a partir del diálogo,
buscamos salidas conjuntas. Aunque también me ha tocado
hacer otras cosas que no me gustan, por ejemplo, sacudir
bruscamente a alguno de mis hijos, cerrarles una puerta para que
no salgan en un momento dado o tomar decisiones radicales. Han
sido momentos difíciles, que los valido cuando veo en alto
riesgo a
alguno de mis hijos. Hay otras cosas que no valido, pero que se
me escapan del manejo tranquilo, porque la relación con
los hijos y el ejercicio de la autoridad y la
orientación, requieren de mucho equilibrio y,
a veces, eso genera angustia y miedo por equivocarse", afirma
Aída.

Según cuenta su vecina Roxana: "-Algunas veces he
estado de
testigo en su casa, cuando le llama la atención a María, su hija, por sus
llegadas tarde. Por ejemplo, si es a las seis de la tarde y llega
a las ocho, usualmente eso lo resuelve con el diálogo, no
es un reclamo en el cual ella le dice: ‘mira hicimos tal
compromiso’. Respecto a César, por ejemplo una vez
había una compañera de estudio de él, que
era una mujer con una historia medio rara, y él
empeñado en ir a dónde ella a recoger una lectura, y su
madre le decía: ‘no vayas, a mí ella no me
parece, consigue ese libro por otro
lado, porque de aquí a mañana te puedes ver
involucrado en ciertas cosas’".

Cuentan sus hijos, César de 28 años y
María de 16 años, que: "-La relación con
nuestra madre ha estado basada en una actitud
amorosa de mantener una comunicación frente
a lo que hacemos cotidianamente, a nuestras historias,
sueños, aciertos y errores, a nuestras capacidades y
debilidades. Es un diálogo continuo sobre la vida y el
mundo, tanto interior de la familia, como del país y el
mundo".

Para ellos, en general, son relaciones de mutua ayuda,
de estar pendientes del otro, siempre mediadas por sentimientos
de protección y solidaridad. Se
percibe en esta familia una muy buena convivencia, en donde todos
se sienten muy a gusto de vivir con su mamá.

Ambiente emocional

Según cuentan sus hijos, de Aída brota
el lenguaje del
amor
manifestado en la protección, apoyo, respeto,
admiración y en el hecho de querer procurar siempre su
bienestar y de tener unos lazos fuertes. Y eso hoy en día
se sigue manteniendo, pues son las semillas que han ido sembrando
a lo largo de toda su vida. Ellos relatan que: "-Las
conversaciones que sostiene con nosotros tratan de orientar lo
que andamos haciendo, y en ese sentido, ella desde su experiencia
y madurez, propicia algunas recomendaciones mediante su ejemplo o
aquello de ser consecuente con lo que se piensa, se dice y se
hace. Esa es la forma de influir en todos sus hijos desde una
posición muy participativa, es decir, cuando ella siente
la necesidad de orientarnos o de corregirnos en ciertas actitudes que
no son las mejores, lo hace de una forma muy respetuosa y
reflexiva ante las diferencias y las posturas".

Para sus hijos, en la orientación hay cuestiones
que hasta cierto punto no son negociables, sobre todo a la hora
de cuidarlos. Por ejemplo, Aída, por su instinto de
protección, les previene de riesgos de
diferente clase. Y en los momentos de lidiar con una
situación explosiva también es capaz de manifestar
su espíritu reconciliador. Entonces el choque en algunos
momentos ha sido inevitable, pero igual, la reconciliación
surge porque existe un amor muy fuerte y porque hay
nobleza de parte de todos, lo cual facilita de forma
rápida y fluida el surgimiento del perdón. "-La
reconciliación de nuestra madre alude al mutuo
perdón, a bajar el tono, a limar las asperezas cuando las
hay, lo que genera el poder del
reencuentro mutuo, con amor", afirman sus
hijos.

La manera en que ha inculcado el respeto y la
solidaridad en sus hijos, ha sido mediante su ejemplo, tratando
con respeto a su familia y observando una forma especial de
relacionarse con las personas: exponiendo sus recomendaciones
para manejar la vida; inculcando el amor propio y dando un
trato respetuoso a sus seres cercanos, resaltando el valor de la
dignidad
humana y de la autoestima.

Señalan sus hijos que: "-Ella es un ser social,
posee grandes facilidades para relacionarse con la gente, genera
respeto y afectos. Suele ser coherente con lo que piensa,
siente y hace. Sobre la enseñanza de la solidaridad siempre nos ha
estimulado para compartir con los otros, pero han sido sus actos
nobles y solidarios los que nos han influenciado y nos han
sensibilizado para tener estas mismas actitudes hacia los
demás. Es algo que se aprende mirando hechos concretos, a
través del compartir la cotidianidad. La forma de ser de
ella es en esencia la misma en cualquier parte, en los diferentes
espacios donde se encuentra siempre se comporta de forma
responsable, respetuosa, solidaria. Su interés
por procurar el bienestar colectivo se refleja en la casa, pero
también en su trabajo y en cualquier otro espacio
público o privado".

Para Aída, el ejercicio de la responsabilidad tiene que ver con cumplir los
deberes y superar los retos que la vida pone en el camino; con
asumir seriamente lo que corresponde hacer y vivir en cada
momento de la historia personal. La
responsabilidad la inculca con amor, con un diálogo
abierto frente a los peligros actuales y del devenir, haciendo
conciencia de su
papel con los hijos, como madre y como ser social en un mundo
complejo, el cual exige estar fuerte y a la altura de las
adversidades. "-La responsabilidad que nos transmite es saber que
hay limites entre los miembros de la familia, con las
demás personas, con el contexto y que hay deberes no
sólo con la sociedad, sino
con la familia misma". Su ejemplo de madre sigue siendo el mejor
referente, aclaran sus hijos.

Por otra parte, en los estudios ella siempre ha
procurado ayudar a sus hijos a través de una mutua
comunicación. Hace un seguimiento, elabora
cuestionamientos y reflexiones sobre la importancia de aprender.
También cuentan sus hijos que cuando han tenido
conflictos, ya sea porque Aída es muy susceptible y se
afecta fácilmente por cosas que para ellos no tienen
importancia, pues las soluciona mediante el diálogo; por
ejemplo, ella inicia la conversación para saber qué
cosas les molestan a sus hijos y luego concilia y mutuamente se
buscan, para abrazarse y pedirse perdón".

Relación con su sobrina

Para Maritza, quien es sobrina de Aída y
actualmente tiene 30 años, la relación con su
tía está mediada por el disfrute del
diálogo, y ese espacio tiene mucha importancia, ya que
ambas hablan de las cosas que les ocurren en el día a
día: "-En las noches mi tía conversa de cualquier
cosa que haya pasado en el día o en días
anteriores.

A veces nos contamos una y otra vez la misma historia
porque nos parece simpática y nos reímos. Conmigo
medita profundamente hasta el punto de la angustia existencial y
esa meditación nos lleva a las preguntas cotidianas que se
hacen todos los seres humanos: sobre las noticias
llenas de muertes, cuando hay un niño en la calle, sobre
la soledad o la belleza de un atardecer en familia;
también del conocimiento
que posee de la familia, cuando se da cuenta de que algo pasa,
entonces rápidamente surge una pregunta como, ¿por
qué no esta comiendo bien?".

En palabras de su sobrina, Aída siempre
está pendiente de que todo se encuentre organizado, es muy
esmerada y quiere tener todo listo, especialmente cuando se trata
de sus hijos: "-Y me delega bastantes funciones,
haciendo diligencias de sus hijos, de ella, de la casa y el hecho
mismo de tener todo muy bonito para darles un ambiente
agradable, en donde se sientan a gusto estudiando o haciendo sus
cosas personales. La manera en que delega estas funciones es de
manera cordial, directa y bastante clara".

Cuenta Maritza: "-La autoridad la ejerce por medio del
diálogo, mi tía es clara con lo que piensa,
siente y hace como persona. Parte de la base del ejemplo.
Esto, a veces, hace sentir a sus hijos lo mucho que ella les
exige como personas. Es difícil que sus hijos le refuten
algo cuando saben que han tenido alguna falla. En tal caso, mi
tía afectuosamente les hace caer en cuenta de los errores
y los orienta".

Relaciones de Amistad

En pleno siglo XXI, según cuenta su amiga
Betsabé, la relación de Aída con ella es
fluida, sincera, cariñosa y solidaria:
"-Aída es una persona con la que siempre se cuenta, porque
existe una disposición de escucha para ayudar". La escucha
se traduce en la persistente atención emocional y
analítica que presta a quien le habla. Siempre
basada en la conversación, da pautas sobre al tema a
tratar o, simplemente, reconoce sus acuerdos y desacuerdos cuando
piensa que una acción
es coherente o por el contrario; si está desenfocada de
los aspectos éticos, racionales o de
interpretación que considera pertinentes.

Para Betsabé, la ética en
Aída consiste en la práctica de principios
humanos inviolables como son: el respeto por los demás, la
solidaridad, el ponerse en el lugar del otro y la transparencia
tanto en sus acciones como
en sus presupuestos.

Comenta su amiga que: "-En la relación de
amistad el
ambiente es cálido, tranquilo, de confianza y
camaradería, de igual a igual. La confianza que comparte
ella es sinónimo de cariño". Aída es
capaz de abrir espacios francos, donde hay lugar para todo, para
las equivocaciones, las razones y las sin razones, lo cual nunca
ha cohibido sus relaciones amistosas, pues por el contrario,
genera espacios de libertad. Según Betsabé: "-Los
espacios de libertad fluyen mediante la confianza, sin imponer
ningún tipo de barrera ni de prejuicio,
puesto que es una persona muy serena y aplomada; no hay
ningún error o falta humana que la espante, y mucho menos
se apresura a prejuzgar. Aída, es de la opinión de
que todos aquellos errores humanos obedecen a diferentes cosas
como son la historia familiar, la cultura,
la
personalidad. Por eso ella no prejuzga a nadie y mucho menos
a sus amigas".

Su amiga afirma que las conversaciones de Aída
son en ocasiones filosóficas, profundas y que tocan
tópicos que tienen mucho que ver con el vivir, con sus
experiencias y trayectorias en los niveles emocional e
intelectual. "-Muchas veces ella ha hecho conmigo un balance de
nuestras vidas desde el momento en que nos conocimos, para
analizar cómo hemos crecido. Aída sin
proponérselo, ha sido un modelo para
muchas decisiones que han sido trascendentales en mi vida, como
por ejemplo la construcción de mi familia. Porque creo que
las relaciones de Aída con su familia de origen y luego
con la familia que formó con su esposo y sus hijos, fueron
y han sido firmes, sinceras, leales y de compromiso. Todo esto
con un amor profundo y con un convencimiento total de que
estas relaciones son la base para lograr una sociedad más
justa y más amorosa".

Aída construye espacios de confianza y
también de error, entiende que los seres humanos no son
perfectos. La creación de esos espacios empieza por su
capacidad de escucha, reconociendo al otro en toda su
dimensión humana, es decir con sus cualidades y defectos,
por ende entiende que la humanidad tampoco es
infalible.

En tales espacios se dialoga y se discute, "-sin que por
el hecho de que uno concuerde o no con los puntos de vista de
Aída, la relación se afecte por ello. En tal
proceso de
escucha, por ejemplo, cuando uno le comenta un problema,
cualquiera que sea, ella presta mucha atención, asume el
problema como suyo y trata de ayudar a darle solución", en
eso es explícita su amiga.

Relaciones vecinales

Para su vecina Roxana, novia de César, las
relaciones con Aída se han tejido a través de
encuentros en las noches y los fines de semana. En esos
encuentros, Aída manifiesta su calidez y solidaridad: en
el conjunto vive una amiga de Roxana que se llama Fanny, quien ha
tenido algunas dificultades personales, y Aída ha sido muy
solidaria, siempre está pendiente de ella y le ha abierto
las puertas de su casa, la recibe y se encuentra permanentemente
dispuesta a dialogar.

En esos espacios Aída es muy respetuosa y
delicada con cada persona. Al decir de Roxana: "-Ella siempre
está dispuesta para acoger al otro. Eso es lo que hace en
su cotidianidad. Ayudar al otro es lo que permite en Aída
la construcción de la solidaridad".

Su vecina añade que: "-Es por ello que el clima
emocional que brinda en la relación con sus
vecinas, está impregnado por la calidez de su personalidad
(…) Tiene muy presente a la persona con la cual va a
compartir en ese momento una conversación abierta; esos
actos para ella son momentos muy importantes y gratos. Igual,
para los miembros de su familia ya que ellos emanan ese clima que
Aída trasmite en su casa. En esos momentos ella inspira
mucha confianza para contarle las cosas personales, las
más íntimas".

Por otra parte, la misma Roxana cuenta que:
"-Aída es una persona que le gusta ir al cine, salir a
caminar con sus amigas cuando está el día soleado;
le gusta conversar con la gente, por ejemplo a Fanny la llama y
la invita a dialogar con un chocolate. A ella le gusta ir al
café
‘Buenos
Aires’ (…) Comparte experiencias y habla de
algún tema, de una película o sobre lo que le
está pasando en la vida. También le gusta
divertirse mucho, ir al Festival de Teatro, le
encanta tomar un café, mirar el
periódico o un libro con alguien, y poderlo
discutir".

Y continúa: "-Esa forma de compartir es muy
importante y grata para Aída, puesto que son espacios
diferentes del trabajo. En el trabajo
tiene amigas, como Alejandra Montes; con ella es solidaria, le
gusta compartir el
conocimiento (…) La solidaridad en Aída se
manifiesta en cosas cotidianas como preocuparse por mí,
por ejemplo el día en que murió mi hermano, en ese
momento Aída fue a la funeraria y estuvo pendiente de
mí. Eso tiene que ver también con lo
político, en el sentido de que es una postura real en la
vida, no es individualista, ni cerrada en sus conversaciones al
pregonar su solidaridad tanto con sus amigas, como con sus
compañeros de trabajo".

El mundo del
trabajo

En breves palabras, la misma Aída recuerda: "-He
trabajado con entidades públicas, privadas y organismos
internacionales; en docencia en
varias universidades, en investigación, en desarrollo
comunitario y género, en
resolución alternativa de conflictos, en derechos humanos, con
comunidades campesinas, en organizaciones
para la erradicación de cultivos
ilícitos.

También con colonos, población afrocolombiana y mujeres; en
coordinación de proyectos y en la
publicación de artículos, cartillas y
vídeos. Estudié Trabajo Social en la Universidad
Nacional de Colombia. Hice una Maestría en Sociología en París, una
Maestría en Filosofía en la Universidad Javeriana;
Agroecología y Desarrollo
Humano en el CLADES (Consorcio Latinoamericano de
Agroecología con desarrollo
social) y Participación de la Mujer en el
Desarrollo, en
la Universidad Laval de Québec), por último,
también estudié Fotografía".

Relación laboral

En el año en curso, cuenta Gregorio, su
compañero de varios años de trabajo que:
"-Normalmente posee la capacidad de escuchar a sus
compañeros de la Casa Rosada, lugar de trabajo.

Tal habilidad consiste en identificar e interpretar en
el día a día cuál es el sentido de cada
mensaje, qué es lo que sus compañeros quieren
decir. Ella es capaz de escucharlo a uno por tiempos y en
silencio, está atenta a lo que uno dice, y en esa escucha
yo siento que ella no obra con premura".

Dirección y autoridad en el
equipo

Su compañero recuerda que: "-Su tipo de dirección es muy consensuado. Ella no toma
decisiones a solas, sino que comparte su pensamiento
con los demás (…) También ella hace una
comprensión desde lo afectivo de lo que pueda ser
la persona. Entonces no se centra sólo en la efectividad
del trabajo, sino mira qué es lo que puede estar pasando
en las personas a la hora de transmitir sus opiniones. Tiene un
lenguaje muy tranquilo y cree en la gente, en lo que es y piensa,
y encuentra el lado positivo de lo que proponen, entonces impone
pero por lo que siente y cree que deben ser las
cosas".

Aída valora las cualidades de la gente e
identifica rápidamente las habilidades de las otras
personas sin imponerse: "-Puede ser la persona más
antipática, pero ella dice: ‘mire, creo que lo que
fulanita decía me parece valioso’".

Gregorio cuenta que "-Ella no se coloca en el nivel de
la autoridad, al contrario, trata de compartir roles con el otro,
a ella no le cuesta trabajo cargar una caja o reemplazar a un
subalterno en algo que se requiera en su momento".

Acción pedagógica

A la hora de afrontar un problema, Aída muestra una
actitud
pedagógica, quiere reflexionar y orientar constantemente;
trata de hablar mucho con los demás, por lo cual logra
bastante retroalimentación. En situaciones
críticas, llama a una persona con la que haya tenido
alguna diferencia conceptual o de formas de ser o actuar, le pide
que se siente y pone sobre la mesa las diferencias. Por ejemplo,
en el 2003 hubo diferencias y para superarlas nunca
atropelló a alguien, y con relación a las
relaciones interpersonales es bastante crítica.

En esa época relata Gregorio: "-Siempre,
independientemente de las diferencias, buscaba una manera muy
pedagógica de confrontar la vida. No de pasar por encima
de la gente, más bien de consensuar, de solucionar los
problemas con la otra gente.

Ella pregunta razones, escucha para elucidar realmente
cuál es el problema con el otro, entonces alguien
dirá: ‘es que a mí me cae mal tal fulano, o
no me gusta cuando me dices tal cosa’. Ella identifica los
motivos sin estar a la defensiva; siempre está creando un
buen ambiente, no se deja llevar por la rabia, sino más
bien busca espacios de tranquilidad emocional para
hablar".

Ambiente emocional laboral

A la par, Aída crea un clima de cordialidad a su
alrededor, no acelera las relaciones, es tranquila para expresar
sus ideas: "-Incluso a veces, creo que la gente se pasa, porque
ella es de mucho consenso, y hay cosas que yo por ejemplo no
sometería a consenso o que otras personas con autoridad no
socializan; pero ella si permite que la gente se exprese con
bastante libertad, en un ambiente donde uno sabe todo lo que pasa
en la oficina.
Socializa mucho con los equipos. Aída es menos de
relaciones uno a uno y más de relaciones en grupo, deja
una libertad de acción al equipo que también es
buena, brinda mucha confianza y acerca mucho su parte
emocional a la gente, cosa que en su momento le ha
traído dificultades. Ahí es donde hay un poco de
exceso de confianza de nuestra parte".

Espíritu competitivo

Para Aída el espíritu competitivo tiene
que ver con el mundo externo: la competencia por
lo material, por el sueldo, por ser la que más tiene o la
que más gana, son cosas que no le afectan; más sin
embargo en otros ámbitos sí, como el de la
autoridad por la competencia profesional, porque esto genera
envidias, resentimientos que no se resuelven con sinceridad o con
honestidad, sino
de manera tendenciosa.

En su trabajo, dice ella: "-Las competencias
entendidas como capacidades laborales están atravesadas
por las relaciones y la personalidad de cada uno, como el estudio
o el momento y la circunstancia que se estén viviendo;
personalmente, el papel de organizar aspectos técnicos o
teóricos para mi es fácil, es una de las cosas en
las que me siento muy bien. Pero otras que requieren como cierto
ejercicio de autoridad, son bastante molestas para mí, si
es que me toca ejercerlas. Yo nunca pongo distancias, me
involucro con las personas de mi equipo y no tengo ningún
secreto".

Considera que las conversaciones con su equipo deben
ser, en general, formales: sobre el trabajo concretamente, las
tareas, las dificultades, lo que se ha hecho, para reconocer
aciertos y señalar deficiencias cuando sea necesario, todo
esto mediado por el tacto y la diplomacia. Sin embargo con su
equipo también goza de momentos informales en los cuales
se tienden lazos y que en lo laboral están bien, pero
siempre con sinceridad.

Solución del conflicto

Aída afirma que: "-La solución del
conflicto debe darse a través de una relación de
respeto y cortesía, inclusive ayudo a que las otras
personas reaccionen igual. Aclaro las cosas con tranquilidad y
unas pocas palabras reflexivas. Cuando las personas se equivocan
conmigo, primero manifiesto respetuosamente mi duda; segundo,
pregunto a la otra persona para hacerle caer en cuenta de sus
errores, las consecuencias y la dimensión del daño
que podría haber causado a sí mismo y a otras
personas".

Y agrega: "-Para mí vale el desencanto de una
persona, pero también aconsejo y dialogo para que
del hecho desafortunado se haga un aprendizaje que
ayude a crecer. A otras les hablo de sus cualidades, les digo:
‘tu eres una persona inteligente, valiosa, que puede
brillar con luz propia; por
qué te dejas llevar por sentimientos y
comportamientos que no son nobles y que no necesitas…
piénsalo, ponte como reto en tu crecimiento personal y
profesional ser tu misma’".

Al respecto, para Aída uno es el que es en todos
los ámbitos, y lo que varía es la escala en que
despliega sus valores, la
madurez y la nobleza. "-Creo que muchas cosas de la vida
podrían resolverse así: en un perdón con
base en el conocimiento de la condición humana que es
frágil, terrible, pero también maravillosa.
Reconociendo que el que puede dañar, también puede
construir. El perdón es fácil a condición de
que el otro sea consciente y repare de alguna manera el
daño".

Conclusiones:

Se encontró que la maestra en el arte de generar
ambientes democráticos cuenta no solamente con habilidades
conversacionales como la escucha, el respeto la asertividad al
hablar, la empatía y la sincronía emocional, sino
que cuenta con otras habilidades llamadas sociales como el
liderazgo, la
proactividad, la solución de problemas, la responsabilidad
y la confianza.

Las emociones
configuran la calidad de las relaciones sociales que se
establecen en la vida cotidiana. La buena calidad de las
relaciones de la maestra en convivencia, demuestra una cierta
habilidad para darse cuenta de la emoción en la cual se
encuentra, lo que le permite ser proactiva en la
generación de oportunidades hacia una comunicación
efectiva.

Quien o quienes logran generar ambientes de convivencia
respetuosa en la cotidianidad, lo hacen desde la
construcción de ambientes democráticos, que
sólo son posibles mediante un cambio en el
emocionar de quienes desean realizarla, la cual se debe extender
a todos los dominios de las relaciones humanas, creando espacios
en los que el acuerdo, la cooperación y la
reflexión reemplacen al autoritarismo, el control y la
obediencia como maneras de coexistencia humana, de modo que se
puedan tejer redes de conversaciones
entre iguales.

Si las emociones son disposiciones para la
acción, los deseos del personaje movieron sus quereres
hacia el cuidado y el reconocimiento del otro como
legítimo en la convivencia. El personaje se mueve
fundamentalmente en la emoción del amor, ya que las
relaciones que sostiene en los diferentes ámbitos reflejan
aceptación, simpatía, confianza, amabilidad,
afinidad, devoción y admiración.

La emoción del amor, se vio alimentada por la
gratificación en el compartir con los otros, el tomar la
decisión de trabajar por y para los demás, lo cual
marcó el camino profesional de la maestra en sus
respectivos ámbitos. Sólo viviendo en la
emoción del amor es posible construir relaciones de
convivencia que se caracterizan por el respeto, la
colaboración, la participación, la solidaridad y en
ultimas el reconocer al otro como un legítimo otro y
aprender así el emocionar que hace posible la democracia.

Por otro lado, Dentro de las habilidades sociales, se
identifica la responsabilidad: el hacerse cargo de sí en
la adultez temprana, refunda la relación social hacia una
construcción donde las personas son partícipes
activos y
conciencias de la justicia
social. Los valores
fundantes de la practica de la justicia social son la
responsabilidad y el respeto por si mismo y por los demás.
La maestra posee la habilidad social de la empatía ya que
como se sabe, ésta se construye sobre la conciencia de si
mismo; y le permite "estar abierta" al reconocimiento de las
propias emociones, y por consiguiente le permite ser hábil
para interpretar los sentimientos de las demás
personas.

La importancia de las pautas de crianza, normas, reglas
y sanciones. En el caso se observó una dinámica rutinaria que delimitaba la
práctica de normas y el establecimiento de sanciones
cuando se presentaban infracciones a los acuerdos
preestablecidos. Un principio común era asumir la
responsabilidad por los actos cometidos.

La maestra en convivencia evidencia habilidad en la
solución de problemas, asumiendo actividades que permiten
la consecución de objetivos que
se plantean en un grupo, o que son necesarias como alternativa
para solucionar una situación que genera conflicto. Se
caracteriza por tomar la iniciativa en las propuestas y las
acciones, su carisma logra contagiar y comprometer a una gran
cantidad de personas en la actividad que lidera.

Se encontró que para la personaje la unión
familiar, los principios religiosos, el amor con el
que se relacionaba, los valores que se inculcaba desde el
ejemplo, la solidaridad y el reconocimiento de los otros seres
humanos, han sido la brújula
con la que ha orientado su vida, y es la misma con la que hoy en
día, guía a su familia.

Es una persona que permite desacuerdos como posibilidad
para la concertación, la solución dialogada de los
conflictos, el desarrollo libre y armónico de la
individualidad.

La maestra es reconocida como líder por quienes
están a su alrededor, desde niña se caracteriza por
tomar la iniciativa en la
organización y proposición de juegos,
alegría, espontaneidad, capacidad de convocatoria,
solución de conflictos y trabajo en
equipo.

La maestra se caracteriza como líder por tomar la
iniciativa de hacer siempre lo que resulte necesario, congruente
con principios correctos, y finalmente realizar la tarea. Es
ingeniosa, diligente, creativa y cooperativa.
Es una persona que puede generar climas de respeto, solidaridad y
trabajo en equipo.

La influencia de una fuerte práctica religiosa y
por consiguiente la idea de trascendencia a través del
servicio, la
disciplina
aprendida fue un elemento clave en la formación, desde el
ámbito de las escuelas confesionales en el caso de
Aída. Le sirvió para ser constante luchadora por
los ideales y con un alto sentido de reciprocidad.

Esto refundo su relación social hacia una
construcción donde ella era partícipe activa y
conciente permanente de la importancia y la responsabilidad de la
justicia social. El bien común y los intereses colectivos
son objetivos actuales de su práctica de vida.

La escucha, como habilidad para conversar, es una
habilidad primordial en el personaje. Las personas que comparten
su entorno la reconocen como buena escucha y frecuentemente
recurren a ella para pedir consejo.

Cuando ella escucha, no solamente escucha las palabras
que se hablan, también escucha las acciones
implícitas en el hablar. La capacidad que posee de
escuchar a sus compañeros consiste en identificar e
interpretar cual es el sentido del mensaje, el factor
interpretativo es tan importante en el fenómeno del
escuchar que es posible escuchar aun cuando no haya sonidos.
Puede "escuchar" gestos, posturas del cuerpo y movimientos en la
medida en que es capaz de atribuirles un sentido. Para la
maestra, en las conversaciones escuchar es más importante
que hablar.

Para concluir, quien o, quienes logran generar ambientes
de convivencia respetuosa en la cotidianidad, lo hacen desde la
construcción de ambientes democráticos, que
sólo son posibles mediante un cambio en el emocionar de
quienes desean realizarla la cual se debe extender a todos los
dominios de las relaciones
humanas, creando espacios en los que el acuerdo, la
cooperación y la reflexión reemplacen al
autoritarismo, el control y la obediencia como maneras de
coexistencia humana, de modo que se puedan tejer redes de
conversaciones entre iguales.

Biografía del autor.

Andrés Felipe es colombiano, nació el 7 de
julio de 1973 en la ciudad de Palmira, Valle del Cauca, es
Magíster en Ciencias de
la
Educación: Convivencia Democrática. Capacitado
para evaluar, intervenir y fortalecer el mejoramiento de los
procesos
éticos de enseñanza aprendizaje: Dificultades de
aprendizaje, adaptación y bajo rendimiento
académico.

Ha Diseñado programas de
Pedagogía Familiar y Ética
Organizacional, Escuela de
Padres, Convivencia familiar y Educación en Negocios e
Inversiones,
Pedagogía Democrática, Orientación
Profesional y proyecto de vida.
Ha sido gestor y facilitador de diversas capacitaciones y
asesorías relacionadas con Evaluación
por Competencias, Evaluación e intervención en
Procesos de Convivencia Respetuosa y Manejo del conflicto,
Habilidades sociales pedagógicas, Equipos de
trabajo con alto rendimiento orientados a la
pedagogía, liderazgo, Comunicación asertiva,
Transformación y crecimiento personal. Ha realizado
talleres comunitarios de Pedagogía en solución de
conflictos. Evaluaciones y selecciones de estudiantes aspirantes
a los diferentes niveles de la educación a través
de entrevistas a
profundidad y pruebas T.A.T
Pedagógicas. Ha tenido experiencia como asesor y miembro
de equipos de trabajo en diferentes proyectos organizacionales,
educativos, comunitarios, de bienestar social e institucional por
trece (13) años.

Andrés Felipe es Graduado como Magíster en
Educación, además es Licenciado en Educación
Básica Primaria egresado de la Pontificia Universidad
Javeriana. Y, posee estudios de Bachiller Técnico
Comercial (7) años, del Instituto Técnico Comercial
Palmira Valle.

 

Andres Felipe Herrera Pupiales

Colombia, Bogotá D.C., Enero 11 de
2005

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