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Escrito de una Reunión de Amigos Puede Consultarse




Enviado por Sergio Edgardo Malfé



Partes: 1, 2, 3

    Resumen:

    "Escrito de un Reunión de Amigos Puede
    Consultarse", sería una narración novelada breve,
    que presenta gente entramada en una ciudad grande. La
    ficción se menciona a sí misma, en distintos
    tiempos intercalados; tiene a sus figuras con sus puntos de
    vista, y a un entorno de adivinaciones y acontecimientos
    personales. Trata los temas Sergio E. Malfé, para inducir
    la hechura de un lugar con realidad sólo en la poesía
    que cada lectura llegue
    a construir.

    Esta obra es de libre
    disponibilidad, con la mención del autor; bajo los
    términos de

    GNU Free Documentation
    License.

    …"espíritu de todos los
    objetos, materia de
    todas las almas: tajo de tu memoria que
    separa las dos mitades: soldadura de
    la vida, que vuelve a unirlas, disolverlas, perseguirlas,
    encontrarlas: la fruta tiene dos mitades: hoy volverán a
    unirse: recordarás…"
    Carlos Fuentes.

    Me gusta estar ahí en esa puerta. Entra y sale
    todo tipo de gente. Es una linda puerta para sentirse envuelto
    por la vida que va y viene de la calle y por el edificio.
    Además, están los otros muchachos, que conversan
    contínuamente de cómo hacen dinero
    Convivimos; al menos no me molestan.

    Finalmente dí con el lugar tanto tiempo deseado
    idealizadamente. En esa puerta, sin ir más lejos, me puedo
    quedar tranquilamente. Claro que yo nunca cruzo los brazos; y
    así desde cierto plano de conexión sutil con todos,
    dejo trascurrir el tiempo. Algunos vecinos se me acercan; me
    preguntan: "¿qué contás?". Así me
    puedo interesar por ellos. Les voy diciendo lo que pasó,
    como fue que llegamos ahí. Entonces ellos se conectan con
    sus propias historias, comienzan a soltarlas; y se van dando a
    conocer, a conocerse. Se va tejiendo una red más
    nutritiva, con la que vamos a poder atrapar
    a la verdadera vida; para que nuestro tiempo no se nos
    escape.

    Los muchachos me van dando pastillas de menta, sacan
    cintas rojas de los bolsillos. Un par de ellos se acuerda de que
    quieren ver una película; y se van adonde las pantallas
    los esperan. Me gusta estar ahí en esa puerta, haciendo
    esas conexiones. Después yo también me voy, ya bien
    de noche. Y al día siguiente, mañana, estaré
    de nuevo entre la gente que entra y sale.

    En realidad yo sé lo que va a suceder. Porque ya
    de vuelta en casa, me puse a conversar con Nora. Entre las mutuas
    informaciones con ella, sobre la renovación de nuestros
    depósitos, el cambio de
    destino de algunas inversiones en
    papeles de bolsa, y otras cosas más de las cotidianas; se
    dió que Nora vaticinase, en una larga conversación,
    en torno a lo que
    sucedería mañana.

    Teníamos entre los dos, encima de la mesa, a una
    anilla de cobre, del
    tamaño como de una ajorca. Es lo utilizado por Nora, desde
    que vivimos juntos; y la sigue usando, para adivinar lo que
    pasará. A veces me habla a mí ella, a veces a la
    anilla. Acostumbramos quedarnos ahí en una tenida morosa,
    con grandes silencios entre lo que cada uno dice, la anilla, Nora
    y yo, durante más de diez horas a veces. Hasta que
    sentimos la campanilla del portón del jardín,
    cuando el diarero se acerca al porche de nuestra casa ya de
    madrugada, con el diario. -Nuestra casa, lo que me dejó mi
    familia; la
    única casa con patio trasero y jardín frontero que
    permanece, en varias cuadras alrededor. Todo el barrio que se ha
    vuelto, desde aquellos años de los viejos, una zona
    más de altos edificios departamentados-.

    Sentimos la campanilla. Nora se levanta de la mesa y
    guarda la anilla adivinatoria en sus cajoncitos, adonde ella
    tiene su rincón particular, con la alfombra y los
    almohadones. Usamos solamente un ambiente de la
    casa para nuestra convivencia. Esto desde hace ya varios
    años. Por no pasarnos el tiempo limpiando, dejamos los
    otros cuartos vacíos y cerrados.

    Hoy Nora se ha levantado de la mesa para ir a darse un
    baño. Yo apagué la lámpara y me vine hasta
    la cocina para preparar una cocoa. Ahora les cuento lo que
    hablamos durante todas estas horas anticipatorias.

    –Ismael, alcanzame la toalla grande
    floreada–.

    Discúlpenme, es Nora que me necesita. Sino le
    alcanzo la toalla, va a llenar el piso de agua.

    …Hmm, hmm; sigue deliciosa. Aunque usando gorra de
    baño, sigue deliciosa. Igual mejor esperamos la hora de la
    siesta. Tengo que contarles, lo que hablamos. Les digo lo que
    pasará en la puerta.

    …Nora comenzó a predecir diciendo: "Absueltos
    por la Reina Mab, que nos permite mirar en su terreno, te voy a
    contar lo que seguirá. Me dice Amilamia que vas a hablar
    con Marcelo en estos días. ¿Hay un Marcelo?". Yo no
    supe si me hablaba a mí o a la anilla de bronce; que
    había olvidado decirles se llama Amilamia. Así que
    le contesté inventando:

    "Ese muchacho es la parte difícil que aparece
    ahí en la puerta", le dije cuando empezamos a Nora. Y le
    fragüé una historia en la que un
    muchacho, a quien todos los otros vecinos llamaban Marcelo; pero
    de quien yo no estaba seguro que ese
    fuera su nombre; después de un momento allí en la
    puerta, me había tratado de vender una chatarra depositada
    en el sótano del edificio.

    "Naturalmente, él vive en ese edificio. Unas
    estanterías de chapa, una cocina abandonada, una bicicleta
    fija; son las cosas que pretendíó me interesaran.
    Aunque creo que fué esta oferta, nada
    más que un pretexto, para meter la mano sobre mi sexo. Se me
    acercó, apoyó la mano ahí; creo que iba a
    besarme. Yo sólo le dije: –No, por favor–.
    Rechacé su contacto y marché hacia la escalera del
    sótano para irme. Pero el tipo empezó a moverse,
    declamando no me acuerdo que cosas. Tengo presente que hablaba de
    botellas; y me rogó que no me fuera. Enseguida tomó
    las medidas de la cocina y los estantes con un metro plegable.
    Anotó en un papel los números y quiso
    dármelo. –Si hubo alguna molestia para usted en mi
    oferta, sepa disculparme–, me propuso cuando me alcanzaba el
    papel. Yo nuevamente: –No, no–. Y no acepté el papel con
    los números. Marché para salir del sótano.
    Le dije que iba a olvidar todo. Entonces se reanimó; se
    había como hinchado, completamente rojo, parecía
    que los ojos se le iban a escapar hacia fuera. Plegó el
    papel y lo guardó en un bolsillo de la camisa. Se
    adelantó a mí escaleras arriba para mostrarme el
    camino; iba encendiendo las luces; es una escalera muy larga".
    Toda esa mentira le conté a Nora. Enseguida vamos a tomar
    la cocoa.

    Es cierto que la invocación a la Reina Mab,
    había predispuesto mi fantaseo. Nora repitió la
    invocación. Y esta vez seguro que se dirigía a
    mí. Entonces yo más tranquilo, fui siguiendo sus
    vaticinios. Los puedo recordar y rearmar, tienen alguna
    coherencia. Fíjensé cómo son las cosas.
    Así comienza el futuro:

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