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Primavera Roja



Partes: 1, 2, 3

Monografía destacada

    1. Un peruano
      en la Ciudad Luz
    2. Mi primera
      noche con soledad
    3. Quince
      años después
    4. Una
      pequeña aventura
    5. Morir en New
      Jersey
    6. El
      parisien
    7. El
      dictador
    8. Una mujer
      secreta
    9. Con Clark
      Kent en la colmena
    10. Ahora o
      nunca
    11. El
      último beso
    12. El
      último inca
    13. El
      último encuentro
    14. Soy un
      perdedor
    15. Mi amor de
      verano
    16. Una carta
      desesperada
    17. Juez sin
      rostro
    18. Romance en
      la selva
    19. La clase del
      reencuentro
    20. El secreto
      de Melody
    21. Mi gran
      noche
    22. Mon
      amour
    23. Mi bella
      alexandra
    24. Para
      Elisa
    25. Primavera
      roja

    A ella la inventaron los poetas de mi generación,
    por lo general, tipos solitarios, sin enamoradas ni amantes, que
    gustaban de construir frases, ideales y que por exajerar se
    declararon rebeldes de la sociedad y
    reemplazaron a la biblia por El Capital y
    dijeron que Marx era el
    profeta.

    Ella era, según, estos agoreros del futuro y
    anunciantes de la sociedad de nuevo tipo, una muchacha liberada,
    con ideas propias, usaba lentes que denotaban su intelectualidad,
    no era gorda, ni tenia cuerpo espectacular, vestia jeans y ropa
    casual.

    Con esa descripción, todos los de mi
    generación nos buscamos una mujer parecida a
    la susodicha, y pocos la encontramos en una tierra donde
    las intelectuales
    escasean y las obesas abundan.

    Por fin, una mañana de esas en que calienta
    el sol,
    mientras iba a comprar El Comercio para
    leer los editoriales y la página deportiva,conocí a
    Natalia, en el mismo lugar que yo frecuentaba desde que
    llegué a Paris, porque alli vendian todos los diarios del
    mundo. Me miró, hizo un mohin, atraida por mi camiseta con
    el retrado del Ché, y sin esforzarse me preguntó
    vous êtes péruvien ?. …si, le
    contesté sin mayores comentarios.

    Y luego de pedir el
    periódico peruano, sentí que me observaba,
    donde vivís ?, ahora me hablaba en español.
    Je vis dans le quart latin.Estudiante, no ? dijo ella,
    sonriendo.

    No, soy obrero, casado, tengo diez hijos y mi mujer
    trabaja en un bar, te gusta la historia ?, respondi sin
    ganas de hablar más con ella. Y porqué tendria que
    gustarme a ver ? fue su respuesta inmediata. Al darme cuenta que
    estaba siendo grosero con esa muchacha tan hecha al ideal que nos
    habiamos impuesto los
    pensantes de mi generación, me presenté, le extendi
    la mano y ella sonrió. Hablamos en francés o en
    español ? me preguntó cómoda. Yo hablo
    conforme me siento en el momento de expresarme, a veces me
    resulta fácil decirlo en español pero si quiero
    darle claridad a mis frases lo digo en francés, depende de
    como te sientas bien.

    Eres otro teórico ? seguía su ronda de
    preguntas..No, por supuesto que no, al contrario, soy como
    cualquiera, no intento teorizar para nadie, sino para mi
    mismo.
    Y empezamos a caminar juntos, yo, el solitario de siempre y ella,
    la eterna investigadora, la que no dejaba de estudiar
    ningún instante podiamos debatir nuestras ideas, sin
    molestarnos, sin pelear ni declararnos enemigos.

    La primavera también nos trajo un apartamento
    para vivir juntos, una dirección donde recibir cartas de
    nuestros paises y estudiar sin nadie alrededor, molestando, como
    en la ciudad universitaria.

    Cambiamos los dos un poco, y aceptamos recibir a los
    comunistas los domingos en notre maison., aunque,estaba
    seguro,
    ninguno de los dos teniamos la minima idea de convertirnos en
    militantes, los mirabamos con aprecio por su entrega y esfuerzo
    por sus ideales y después de sus charlas proselitistas, a
    veces ella les obsequiaba una campera o un jean, cuando eso podia
    darse. Yo los comparaba a los evangelistas y Natalia se enojaba
    mucho conmigo por eso.

    Un dia me preguntó si eramos burgueses y le dije
    no sé tú pero yo no..y nos culpamos el uno
    al otro de representar a la clase opresora
    de nuestros paises.

    Le aclaré que solo era un becario, que a veces
    enviaba dinero a mis
    viejos, estaba lejos de ser un burgués o intentar serlo y
    entonces, me propuso ingresar al partido.

    Me negué y ella insistió incansable, sali
    del apartamento para no discutir sobre eso y ya en la calle
    encontré a una peruana que yo habia visto antes en la
    biblioteca, le
    invité un café y
    conversamos media hora hasta que Natalia apareció
    allí mismo y me dijo..Está bien, nada de
    partidos,..ni iglesias..la presenté a mi paisana que era
    marxista convicta y confesa, y seguimos hablando sobre la caida
    del muro…Y me di cuenta que viviamos una primavera roja que no
    nos dejaba espacio, entre el viejo Marx, Jesucristo y los
    vendedores de periódicos estabamos atrapados, sin
    salida..

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