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Derecho Natural a La Familia (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

Pero aparte de buscar medidas que eviten ventajas innecesarias
en clara discriminación y que aliente actuaciones
egoísta y mal intencionados, lo suyo, es sin lugar a dudas
proporcionar medidas intermedias en igualdad de
condiciones, no solo con justas sentencias judiciales, sino
también aportando medios para
que esto sea posible. El estado
cuando fuerza a una
situación de quebranto económico, cosa que ocurre
inevitablemente en economías familiares muy ajustadas,
puesto que hay que desdoblar los medios de habitad y mobiliarios,
utensilios etc., y en la misma medida la desasistencia de los
hijos, puesto que quien se queda la custodia, por causas
generalmente ahora de insuficiencia económica, no tiene
mas remedio que dedicar más horas de trabajo
remunerado par poder
sobrevivir. Para evitar ese descalabro familiar en todos los sentidos con
ese tipo de soluciones, el
estado, que es
quien fuerza esa situación, justo sería que
asumiese esa, su responsabilidad. No estamos hablando de la
responsabilidad de apoyar decididamente y con soluciones
efectivas, como debería de ser un estado que tiene
establecido un orden correcto en la prioridad social de sus
actuaciones, pero si al menos, en la medida qué, la
intervención y la acción
social, propicia situaciones económicas de clara
precariedad y perjuicio como consecuencia, y por tanto en esa
medida que se ha visto incrementado el problema económico,
en esa misma medida y como causante y responsable directo de esa
nueva situación tiene que aportar soluciones
económicas. Tengo que decir qué si yo hubiese
dispuesto de los medios económicos para comprarme un piso
cerca de donde vivo, y pudiese atender a mis hijos en las mismas
condiciones que antes, no hubiese hecho falta que nadie me echara
a la calle y allá te apañes, me hubiese ido por mi
cuenta, pero ya hace tiempo. Esta
claro que esta ley no
está hecha pensando en los que vamos justos de recurso que
somos mayoría, quienes hacen estas leyes, instalados
en la clase media,
no se encuentran con estos problemas de
desarraigo y desamparo, y por tanto se llegan fácilmente a
acuerdos en reparto de bienes y
medios de habitad y por tantos se dan las condiciones
mínimas para la custodia
compartida. Si vivieran en primera persona el
problema que están causando por esa falta de sensibilidad
hacia esa situación precaria que someten a la clase social
mayoritaria, o sea a la pobre, o pudieran ser afectados de
algún modo por este problema, otro gallo nos
cantaría.

Por lo tanto si el estado tiene que mediar en este conflicto,
tiene que ser facilitando medidas que no incremente el problema
económico de la familia,
compensando y haciéndose responsable del incremente en el
gasto de esa solución que Él fuerza, y que
además esa solución no vaya en detrimento de la
relación familiar para con los hijos en cuanto a la unidad
familiar, o que esta nueva situación les afecte
mínimamente, siendo vigilantes, mediante el seguimiento de
esa nueva relación, para que no surjan nuevos conflictos que
puedan afectar al normal desarrollo de
los hijos, corrigiendo en su comportamiento
a aquel cónyuge que no se comporte correctamente en
función
de las nuevas normas
establecidas y especialmente a quien intente cargarse los
derechos de los
hijos, en especial el derecho a la unidad familiar y su principio
de autoridad
subyacente, utilizando a los hijos como objeto o rehenes de sus
intereses.

Son numerosos los casos en que uno de los cónyuges o
ambos tienen como objetivo
prioritario consecuencia del odio acumulado, eliminar al otro,
que desaparezca totalmente de su vida. Y en consecuencia
enfrentarle a los hijos, cosa que hacen si ningún tipo de
escrúpulos, para con los hijos me refiero.
Instigándolos contra el otro, con todo tipo de
engaños y falsedades, diciendo barbaridades de él,
o ella, si ningún recato, ni escrúpulo,
haciéndoles a los hijos sufrir y pasar verdaderas
penalidades y traumas al pretender privarles no solo de la
presencia de la personan que aman, sino, incluso de
enfrentárselos, pretendiendo alinearlos también con
su odio.

Dicho esto, y en este contexto social en que vivimos, quiero
dar testimonio de mi experiencia particular al respecto. Tengo
que decir en primer lugar, que hubiese aceptado bastante
razonablemente un determinado nivel de injusticia, porque
queramos o no, tenemos que aceptar las deficiencias y defectos de
nuestro sistemas social,
que a pesar de sus carencias y defectos, sin embargo hay que
decir en honor a la verdad y a la justicia, que
hoy día, nuestro estado social es una notable,
extraordinaria excepción, a lo que ha sido nuestra
historia hasta
hace bien poco en cuestión de derechos humanos,
y que está evolucionando en asuntos sociales, derechos y
libertades, como jamás nadie podría haber imaginado
poco tiempo atrás. Una sociedad en
muy rápida evolución y grandes logros, pero que a
veces, aunque con pretendido buen propósito e intenciones,
da pasos excesivamente torpes y desafortunados. Pues tal ha sido
mi suerte, en hechos y circunstancias, que he tenido que dar con
una, (a mi entender) cadena de despropósitos de nuestro
sistema legal que
me han llevado a una situación de injusticia que me parece
inaceptable, no solo para mí y los míos, sino por
el daño
social que está produciendo, de enorme envergadura, y
parece ser, con un notable grado de inconsciencia.

La verdad, no se todavía, exactamente que me ha pasado
con estas circunstancia que me han tocado vivir. Como algo, que
veía como cosa sencilla y fácilmente superable lo
he podido sufrir con tamaño despropósito y
virulencia. Quiero añadir también que las ideas y
opiniones que aquí aporto, no dejan de ser una
apreciación personal, desde
un punto de vista limitado, susceptible por supuesto de poder ser
mejorado o rectificado, y por tal razón quiero exponer a
consideración y criterio público, con el
propósito de participar de las opiniones e ideas que pueda
aportar el lector. No obstante tengo que decir que un sistema
social medianamente avanzado como el que disponemos me ha
sorprendido. Bueno, me ha dejado boquiabierto. Me ha sorprendido
la indiferencia, la falta de sensibilidad y precauciones
preventivas, tanto del procedimiento en
sí, como de las consecuencias de sus actuaciones, o de sus
daños colaterales si así se quiere llamar, al
extremo como digo de dejarme atónito, y que
desconocía en este grado de desconsideración y
torpeza. Esta experiencia también pretende ser un aviso a
navegantes para que sean conscientes de la amenaza que planea
sobre nuestras cabezas (padres con hijos no emancipados) con este
nuestro sistema legal, en estos últimos tiempos: -La total
indefensión legal que tiene el hombre por
exclusiva razón de género-.
Repuntado últimamente con una carrera alocada por
pretender solucionar el problema de la violencia
domestica con el castigo y el proteccionismo a ultranza, o
sea, solucionando el problema en los síntomas, y en este
caso matando moscas a cañonazos, por las consecuencias de
los injustos y desproporcionados daños que produce, en
todo su entorno, y porque de cuando en cuando las medidas de
solución, cifradas en castigar y culpabilizar
sistemáticamente al hombre, les
estalla en las propias manos, cosa que se ignoran con total
inconsciencia y extrema gravedad.

Resulta paradójico cómo en estos tiempos, donde
se han conseguido grandes logros sociales de igualdad, en defensa
de los derechos humanos, se cruzan acciones y
iniciativas que de una forma indiscriminada se intenta
solucionar, o amparar unos derechos, liquidándose otros
fundamentales. Se establece un orden, una prioridad entre ellos,
que se permite eliminar unos en favor de otros. Esto
quizás, podría ser razonable cuando el problema
está en elegir entre un mal mayor y uno menor, es decir
preservar un derecho
natural o fundamental, frente a derechos de menor entidad,
derechos de estatus o valores
adquiridos (sobre todo si son de dudosa adquisición,
ética o
moral), pero
no a la inversa. Tampoco es correcto que derechos naturales sean
anulados unos en favor de otros. No por preservar un derecho a la
seguridad,
liquidamos un derecho fundamental de igualdad, en este caso
constitucional y que repercute gravemente en multitud de
ramificaciones en todos los ámbitos y problemáticas
sociales, causa de nuestros problemas
sociales más importantes. Y esto es lo que ocurre, con
estas disposiciones legales que regulan la relación
familiar, o más bien, liquidación familiar, Nos
liquidamos derechos de unos para preservar derechos de otros, en
un orden de prioridades equivocado que no responde a la realidad
de nuestras necesidades, ni a realidad legal bien entendida e
interpretada, en el marco de nuestros derechos constitucionales.
Un orden de prioridades que vienen inducido por un planteamiento
alarmista y desproporcionado: Se puede cometer una injusticia de
fondo que pueda perjudicar a cientos de miles de ciudadanos en
una proporción mayoritaria, pero en tanto no llegue a un
nivel puntual traumático, es decir: mientras no rebase la
línea extrema de los malos tratos con notables efectos
externos o se llega al homicidio, no se
le da relevancia, aunque esa suma de injusticias y perjuicios que
ocasionan las leyes defensoras sea infinitamente superior. La
causa es muy sencilla: El impacto emocional que produce un
asesinato de una mujer por su
pareja, es de alta indignación y moviliza a todos los
sectores sociales, sobre todo por la relevancia mediática
que proporciona. Sin embargo, por ejemplo, 100.000 hombres, a
consecuencia, injustamente desposeídos de sus derechos y
condenados en muchos casos al desarraigo, a la penuria
económica y a una relación puramente testimonial
para con sus hijos, a penas cuenta. Como no cuenta el derecho de
los hijos a tener una relación de igualdad con sus padres
y las consecuencias o traumas psicológicos que puedan
producir en esos enfrentamientos conyugales, en la mayoría
de caso por resistirse a aceptar medidas totalmente injustas y
vejatorias.

Asesinar a una mujer, siendo un porcentaje mínimo en
comparación al grave problema que genera su
protección por esta vía, es un caso puntual, pero
muy traumático para todos, traumatiza a la sociedad y la
gente pone el grito en el cielo, se presiona a nuestros
dirigentes y se hace un gran esfuerzo para evitarlo, pero tal y
como se hace, a costa de crear un problema de dimensiones y
volumen
enormemente superior, aunque eso si, bien diseminado, cosa que no
trasmite gravedad y alarma a la sociedad. Evidentemente cuando se
hacen las cosas con tanta desproporción, de una forma tan
superficial y con tanta cortedad de miras, y por supuesto sin
actuar en sus causas de forma preventiva, se crea un arma de
doble filo. Es un efecto boomerang en el que multiplica la
amenaza de quien se pretende proteger. No solo del incremento del
riesgo que
sufre en este caso la mujer y que se
traduce objetivamente en cifras y de forma inmediata a pesar del
incremento de castigo para el hombre y de las medidas de
protección física hacia la
mujer, y que nos tiene que llevar necesariamente ha hacernos la
siguiente pregunta: ¿Porque crece en estos últimos
tiempos de forma tan sustancial la intencionalidad agresiva del
hombre hacia la mujer? ¿Será que con estos métodos de
protección se consigue más violencia en
el seno familiar que la que se es capaz de proteger, razón
de estos resultados en violencia y muertes de mujeres, en cada
vez mayor número? Si nos damos cuenta hay una escalada de
agresividad mutua entre hombre y mujer, añadida y
fuertemente inducida por las medidas de protección, en el
mismo grado de insensibilidad y torpeza con que se dan.
¿Es que no se le ocurre a nadie ver y plantearse esta
relación? Por otra parte, si se supiese testar a largo
plazo como repercutirá en nuestras generaciones futuras el
daño que estamos haciendo ahora a nuestros
pequeños, por este incremento de violencia añadida
y gratuita, inconsciente, en el seno familiar, os aseguro que no
dudaríamos en hacer marcha atrás de forma urgente
con iniciativas de este tipo, y si hubiese suficiente
luz’ en
nuestros criterios de raciocinio, seguramente lo haríamos
horrorizados.

No se trata de que la razón impere sobre las
circunstancias y las tengan que modificar necesariamente a la
fuerza, sino que tenemos que aceptar en cierta medida, que las
circunstancias tal y como se presentan son un realidad necesaria,
es nuestro campo de crecimiento, a pesar de nuestros
razonamientos e idealismos encontrados, y sabernos mover con
ellos dentro de unos límites de
aceptación, sin llegar nunca al extremo de romper o
violentar. Por supuesto que nuestra obligación es
modificarlas a mejor, pero indagando en sus verdaderas causas, en
la razones de por qué ocurre lo que ocurre, en sus
orígenes y no interviniendo por la fuerza en sus efectos,
y cuando no se sabe o se tiene dudas (sabia actitud)
actuar con extremada prudencia y cautela, con un horizonte de
respeto a la
libertad de
elección y a la propia libertad de vida. Si queremos
intervenir en el destino de los demás con un
propósito de verdadera ayuda, indagando en las razones que
confluyen en un determinado problema, es una tarea
prácticamente imposible desde la perspectiva terrena, y de
ello no puede depender el tomar una u otra postura o alinearse
con una u otra parte y menos de forma incondicional o con total
entrega. Por el sencillo hecho de que la razón es un
valor
relativo, y en un conflicto de intereses todos tienen tantas
razones como sin razones. Por tanto no se puede establecer normas
de convivencia, prioritarias o forzadas en función de
quien pueda tener o no razón, o como es el caso,
inclinándose por quien pueda ser aparentemente más
débil.

Si en un estado de derecho
algo se puede hacer por garantizar un resultado justo en sus
actuaciones, cuando no se puede indagar en las verdaderas razones
de fondo que laten en el interior de cada uno, es buscando
formulas que preserven de forma efectiva los derechos naturales
de todos, en su totalidad, y los conjuguen en justa medida,
proporción y ecuanimidad con los derechos adquiridos de
cada uno. Buscar ese punto de
equilibrio es misión
prioritaria de todo estado de derecho que se precie. Y para ello
hay una distancia intermedia entra ambas y diferentes naturaleza de
derechos, cuando puedan invadirse entre sí, o no
estén claramente deslindados, puesto que sabemos no hay
otra alternativa a la condición egocéntrica del
hombre que compatibilizarlos entre sí, (porque la renuncia
a lo superfluo e innecesarios todavía no está en la
orbita de nuestros planteamientos para acceder a lo que en verdad
nos interesa) pero que en ningún caso puede pasar por los
extremos de usurparse derechos naturales, especialmente cuando no
se conoce la verdadera dimensión de sus consecuencias, y
crear graves desequilibrios por la fuerza, y mucho menos por la
fuerza de la razón.

Como hemos dicho establecer normas de convivencia en
función de quien tiene o no razón, es estar
instalados en un conflicto sin fin. Si os dais cuenta, en las
guerras, todos
los bandos tienen la misma razón, para pedirles con
absoluta convicción, al mismo dios su apoyo, nadie
emprende una contienda bélica si nos es henchido de las
razones más elevadas y de los ideales más
grandiosos y generosos. Las normas de convivencia se tienen que
conjugar con los principios de
derecho y liberta bien entendida y compatibilizada dentro de los
derechos de los demás, sabiendo que todos tienen
razón, su razón, su forma de ver las cosas, y
respetándola. Y teniendo en cuenta qué el derecho
natural es algo que no está en la opción de quitar
o poner, ni siquiera regular, sino por la propia Vida, es
consustancial a la libertad, y tanto la libertad como la vida son
consustánciales entre sí.

Pero no solo el derecho natural, de los padres a relacionarse
con los hijos desde que se asume esa responsabilidad, y de los
hijos el derecho natural a ser atendidos y relacionarse con sus
padres deben ser respetados íntegramente sino se quiere
estar cometiendo un grave error. Sino que con los derechos
adquiridos se ha de ser especialmente prudentes sino se quiere
estar cometiendo una injusticia. Como quiera que los hijos no
tienen derecho de
propiedad adquirida, puesto que no producen nada, solo
consumen, es decir son deudores en todo caso, no se les puede
otorgar derecho de propiedad de
nada y menos a costa de los derechos de nadie. Por lo tanto esa
medida de echar de la propiedad del padre, o a la madre en su
caso (los bastantes menos) por razón de concederle en
usufructo a los hijos, es quitar el derecho a su legítimo
dueño para dárselo a quien no lo tiene: los hijos.
Si quien actúa así, o sea el estado, la sociedad,
está preocupado por el derecho de los hijos a tener unos
medios de habitad y mantenimiento,
tiene que actuar proporcionando esos medios y no
robándoselos a nadie. Es un acto elemental de justicia,
pero además, y como decíamos antes, el único
beneficiario material de los hijos es la sociedad y por tanto
responsable en esa misma medida de las necesidades materiales de
los hijos, aunque esté adjudicada por tradición a
los padres esta responsabilidad. Los padres son unos miembros
más dentro del conjunto social, no los únicos
responsables y precisamente porque hagan la notable tarea y
aportación, por encima del resto, de concebirlos,
atenderlos y asumir esa carga voluntariamente, no justifica el
que sea eludida por los demás.

Puede parecer disparatado y fuera de toda lógica
que la sociedad tenga que sustentar a sus hijos puesto que ha
sido siempre por tradición, labor de los padres que tienen
históricamente asignada esa natural labor. ¿Pero es
justo que así sea? ¿Sería apropiado decir:
Al fin y al cabo ellos son los que los traen, unas veces
caprichosamente, otras accidentalmente, otras a conciencia, pero
nadie les obliga ni les exige que los traiga, por lo tanto el
problema es de ellos? ¿Pensáis que eso es
así?

Hay una mentalidad que se está afianzando en las
sociedades
más avanzadas, consecuencia en gran parte del buen nivel
de vida adquirido en los últimos tiempos y también
del despertar a otros valores y oportunidades que nos da la vida
en esta nueva y prometedora etapa de nuestro desarrollo
social, y que tiene su base especialmente en el consumismo y
el disfrute más intenso posible de los placeres de la vida
y en nuevas e interesantes formas de relacionarnos. Es decir, nos
estamos pasando del extremo en el que nos condenábamos por
ignorancia a cargarnos de hijos sin apenas medios ni recursos de
subsistencia, al otro extremo de total complacencia, viva la vida
y aquí lo verdaderamente prima e interesa es mi comodidad
y mis logros personales, eludiendo todo sacrificio posible, o
cualquier mínimo obstáculo a nuestra buena e
intensa calidad de
vida.

Esa forma de pensar, de seguir afianzándose como viene
haciéndose, nos conduciría a un callejón sin
salida, que no es otra que la propia liquidación de la
especie. El mundo occidental o industrializado esta reduciendo su
población, envejeciéndola a pasos
agigantados, esta mentalidad en la que ciframos nuestra calidad de vida o
sociedad del bienestar, es mucho más destructiva que lo
haya podido ser cualquier amenaza social en la antigüedad:
guerras, pandemias, etc, (aunque sea paradójico decirlo
ahora, en esta etapa de la historia de la humanidad en que se
están dando los mayores índices de crecimiento de
la historia, con un crecimiento explosivo de la población
mundial en el último siglo) de esta forma se va reduciendo
paulatinamente, muy lentamente, pero de forma segura, nuestro
número de habitante. Si predominase en todas las culturas,
sería una cuestión matemáticas, bastante cercana en el tiempo,
comparada a la edad de la humanidad, conocer la fecha exacta en
que se extinguiría ésta. De todas las posibles
amenazas que ha tenido la humanidad, que algunas las han mermado
muchísimo, la única que la extinguiría
sería esta sencilla forma de pensar, que cada vez se
afianza más y más, y que no tardará en
contagiar a otra culturas más tradicionales o
conservadoras que tienen todavía ahora, como objetivo
prioritario, tener el mayor numero de hijos posible, o de no
poner obstáculos a ello. Y esto solo tiene una
única solución, que es el aceptar socialmente esa
responsabilidad, verlo no solo como una necesidad instintiva y
emocional y por tanto individual, sino verlo como una necesidad
colectiva, una necesidad de aspiración, evolutiva como
raza, de grandes y prometedoras oportunidades individuales, pero
solo compatible dentro de un amplio contexto social de unidad, de
conciencia de grupo, y de
tomar inteligentemente lar riendas del equilibrio
natural de este planeta. Los hijos son de la sociedad, no de sus
padres. Es responsabilidad integra de la sociedad en justa
medida, en justa contrapartida. Es nuestro principal activo y por
tanto nuestro interés
prioritario. Preservar y atender estos derechos son ya
absolutamente ineludibles y prioritarios, e indican el camino que
necesariamente debemos andar como grupo social, por que llevan el
potencial de nuestros más elevados intereses y porque
identificarnos con esta necesidad, con esta realidad, es un
ejercicio ineludible de responsabilidad coherente, de lo que en
realidad somos, más allá de los límites de
nuestra piel,
más allá de los límites de nuestras naciones
y continentes. De ser responsables identificándonos con
nuestro entorno y circunstancias, como formas consustanciales a
nuestro Ser. No solo siendo consecuentes con nuestras necesidades
inmediatas, a corto plazo, generalmente y egoístamente
interesadas, sino siendo coherentes con nuestro soporte natural y
con nuestra verdadera naturaleza, que solo puede ser, respetando,
preservando y compatibilizando los derechos de todos dentro de
nuestro entorno natural, círculo común de vida. Y
respetando y preservando nuestros derechos particulares en un
contesto de sociedad que precisa de la participación
activa, inteligente, consciente de todos, en todos los mecanismos
naturales que intervienen en su equilibrio y
perpetuación.

No obstante como ya he dicho: es norma en mí asumir con
bastante resignación el sistema social que me toca vivir.
Peroá?¦, y de esto me he tenido que dar cuenta,
sufriendo esta injusticia en primera persona, asunto que es
bastante mas grave de lo que se está percibiendo desde
fuera, y no porque lo esté sufriendo particularmente, sino
porque lo estamos sufriendo todos sin excepción, en todas
las capas sociales, consecuencia de lo ramificado y profundo de
sus efectos, y gracias a la torpeza insensibilidad y suma de
despropósitos que se suceden y que desembocan no solo en
la indefensión y vulneración de derechos que tiene
que ver con el hombre, no solo en ensanchar y profundizar en esa
brecha de odio y resentimiento entre hombre mujer, con el
incremento de más amenaza y riesgo para la mujer, con esa
respuesta de mayor desamparo legal para el hombre, no solo con
los derechos de nuestros hijos a crecer en un ambiente de
paz y armonía y en el desarrollo de valores de
convivencia, respeto y autoridad necesaria. Sino por ese legado
que estamos dejando, (a veces con la buena voluntad pero con el
error inconsciente) a nuestras futuras generaciones, con esta
herencia que
envenena y erosiona los pilares que la sustentan: La Familia. Y que
deja a la humanidad, matemáticamente, sin futuro.

Tengo que decir en primer lugar que para mí, los hijos
han sido siempre una carga no deseada. Quizás si hubiese
considerado tener hijos por el simple deseo, o por simple inercia
social o natural: -porque ahora toca casarse y porque ahora toca
tener hijos- o por simple ilusión o deseo emocional,
posiblemente no los hubiese tenido. Pero la Vida me ha puesto
cuatro en mi camino. No obstante, no sé que hubiese hecho
de haber tenido la libertad de elegir, posiblemente con el
tiempo, solo cuando me hubiese dado cuenta de esa necesidad y
responsabilidad. Creo que no hubiese tardado en llegar a esa
conclusión, por que ya hace tiempo estoy defendiendo esa
necesidad de tener hijos, y aprovecho la más mínima
ocasión para motivar a la gente para que tengan hijos. Es
muy importante, es una deuda ineludible que tenemos para con la
sociedad. Si nosotros estamos en este mundo es por que hay gente
que se ha tomado la molestia y el sacrificio de traernos y de
ayudarnos a vivir, y eso lo debemos, es una deuda que se nos
queda pendiente, no para con nuestros padres, esa función
concreta no se la podemos devolver a ellos específicamente
en eso términos, por lo tanto es al mundo, a la
naturaleza, a nuestra sociedad a quien lo debemos y quien
está imperiosamente necesitada de esa aportación.
Como he comentado anteriormente, esa mentalidad que se extiende
en esta nuestra sociedad del bienestar a ultranza, y del consumo
desaforado, que es evitar la responsabilidad y el trabajar por
tener hijos, y que empieza a contagiar a otras culturas que
tradicionalmente conservan ese ideal de tener el mayor
número posible de hijos, supone una lacra importante a
nuestra sociedades, no solo por su carácter de interés materialista,
sino también de oportunidad evolutiva. Pero importante
sería que se haga con esa responsabilidad y
convicción, y no por el simple deseo emocional,
instintivo, o por inercia o mimetismo social. Aunque si bien,
dentro de unos planes generales y recomendables de equilibrio
demográfico y siempre respetando la libertad de
elección y el derecho al desarrollo individual.

La cosa creo que guardaría un equilibrio razonable si
se moviese dentro de estos márgenes: Como mínimo
dos hijos por pareja, es la forma justa de saldar nuestra deuda.
Y si se quiere hacer una aportación de generosidad hacia
la sociedad se hace necesario tres por pareja, por que todo el
mundo no puede tener y/o atender hijos, y por lo tanto se hace
necesario compensar ese déficit. Y bueno, nuestra
generosidad sería reconocida, bastante más
allá o más arriba de lo que imaginamos, si sabiendo
de la parte de sinsabores y el sacrificio de tener hijos,
trajésemos cuatro, porque este número familiar
supondría en clara recuperación de la especie, y de
un necesario y rápido equilibrio generacional.

El caso es que por mi parte he tenido que cumplir con este
meritorio papel, sin bien es cierto sin pretenderlo
voluntariamente, y una vez puesto, lo he intentado con la mejor
de las voluntades aunque no me haya salido todo lo bien que
hubiese deseado. Ha sido con dos matrimonios consecutivos y con
características sorprendentemente similares. Me refiero a
que el error al elegir pareja, al elegirnos para largo plazo fue
similar. Tampoco tuvimos muchas posibilidades de elegir, puesto
que los hijos se presentaros antes de darnos cuenta de que no nos
interesábamos mutuamente como pareja a largo plazo. En mi
primer matrimonio a
pesar de mi juventud (19
años) y de lo inapropiado del asunto, no se puso
inconveniente a algo que parecía inevitable en aquellos
tiempos, es decir: traer a todo aquel que se presentaba sean
cuales sean las circunstancias. Formalizada la relación,
al poco tiempo esta se ponía complicada al extremo que nos
planteamos separarnos. Sin embargo, se desestimo tal
solución, no porque en aquel tiempo no se permitían
los divorcios, puesto que siempre quedaban otras soluciones
alternativas, sino a medida que nos dábamos cuenta de los
inconvenientes que eso podía suponer, si queríamos
que la cosa no fuese especialmente perjudicial para con nuestros
hijos. Hubo por lo tanto un acuerdo para continuar con esa unidad
familiar hasta la mayoría de edad de nuestros hijos. Y
así a los 19 años de casados, con nuestros hijos
mayores de edad, se pudo disolver esta relación en
común acuerdo. De la que conservo una estupenda amistad y dos
estupendos hijos.

Pues como quiera que se repitiera la historia con este
mí segundo matrimonio, al tener que iniciarlo, mas o
menos, con los mismos condicionantes que el anterior, mi
propósito, cuando ya se veía difícil
continuar con la relación de pareja, de igual modo
también, fue establecer una relación pactada para
preservar igualmente ese derecho de los hijos. Pero en este caso
no ha podido ser. Ella amparada por esta nueva ley de divorcio, me
ha echado a la calle y me ha alejado de mis hijos sin más
contemplaciones. Aunque también es cierto que con mi
propósito de establecer una relación de trabajo en
familia al margen y concluida nuestra relación sentimental
de pareja, no me ha acompañado la fortuna, de hecho me ha
salido todo mal, muy mal, insólitamente mal.

Cuando empieza a deteriorase gravemente nuestra
relación y advierto cuales pueden ser sus intenciones, y
empiezo a descubrir el desamparo legal (que hasta ese momento
desconocía) que tiene el hombre por ser hombre. Aquello me
parecía tan inverosímil y más en una
sociedad avanzada como esta, con especiales avances en justicia
social. No me podía creer que se diese esta
liquidación de derechos de una parte, para alinearse con
los derechos de la otra, de una forma tan ciega y
discriminatoria. Así que consulto con diferentes expertos
en la materia, y
efectivamente así era. De tal forma que en los casos de
matrimonios con hijos, en el caso de ser pobre, (por no tener dos
viviendas, cosa que da algunas posibilidades para conceder la
custodia compartida) con solo solicitarlo, por la regla de tres
de que se le concede sistemáticamente la custodia de los
hijos a la mujer, por el solo hecho de ser mujer, salvo
demostrarse incapacidad grave, clara y manifiesta. Claro
está con esas premisas y con esta ley del divorcio te
echan a la calle, y te aleja de tus hijos sin tener que dar
ninguna explicación, ni aportar justificación
alguna por parte de la mujer. Y no solo eso, sino que si admites
la convivencia en esas condiciones, es para aceptar una
relación, un "compartir", en donde planea día y
noche sobre tu cabeza esa espada de Damocles.

Ahora entendía también cual podría haber
sido la razón, porque mi compañera no
condescendía a ningún tipo de medida para evitar
los puntos de fricción que eran causa de conflicto y
discusiones interminables, por el hecho de compartir
estrechamente espacios, mobiliario y utensilios de uso
común. Pues le sugería diferenciar y disponer de
habitad separados en casa, por lo menos dormir en camas y
habitaciones separadas y así tener la posibilidad de poder
deslindar actividades y menesteres propios o personales, que
hasta ahora se hacían estrechamente y eran causas de
conflictos. Medidas de ese tipo, sin lugar a dudas bajaría
la tensión entre nosotros. Pero se puede comprender que
cualquier solución que pasase por aliviar esa
tensión, jugaría claramente en contra de sus
posibles intereses egoístas. Con sus padres viviendo justo
en el piso arriba, se hacia también una estrategia
necesaria, puesto que eran testigos directos de esa violencia
verbal, bueno, de los gritos e insulto que ella profería
constantemente y a la más mínima.

Como quiera que no había ninguna posibilidad razonando
con ella, que no pasara largarme y trabajar para ella y nuestros
hijos, mi propósito es participar de esta difícil
situación a sus padres, solicitar de sus consejos y
especialmente de su mediación. Me parecía bastante
razonable involucrar a sus padres en el problema, y siendo que yo
estaba dispuesto a poner las medidas necesarias para rebajar la
tensión entre nosotros, y dispuesto, como no, a que ellos
mediasen en caso necesario en nuestra relación, en esta
nueva relación. Consideraba esa solución con muchas
posibilidades, puesto que además ellos, son igualmente
interesados en que hubiesen y se respetasen unos acuerdos
mínimos, ya que estos problemas al final repercuten en
toda la familia y para ellos suponía tener que apechugar
con parte de él, concretamente con atender a tiempo
completo a mis hijos, como está ocurriendo, puesto que mi
excompañera ahora tiene la necesidad de trabajo
remunerado, y lo hace a lo largo de todo el día. De manera
que yo creía que ellos como parte interesada y perjudicada
aportarían también soluciones al problema. Pero
sorpresa, cuando intento dirigirme a ellos, me encuentro con una
total negativa al dialogo, y a la
vista de su reacción, parece ser que mi excompañera
ya me ha ganado la mano, y los tiene enfrentados contra
mí. Con dos argumentos claves: Que me quedaba con gran
parte del dinero de la
nómina
y que le agredía física y psicológicamente.
Y claro, esos dos argumentos por si solo son muy intolerables, y
si no se tiene la precaución de comprobarse y contrastarse
debidamente, son argumentos más que suficientes para tomar
una posición enfrentada a priori, y en este caso
desafortunada.

Sus padres nos han ayudado mucho económicamente. Con
sus justos recursos, su ayuda desde el principio fue crucial para
reunir lo medios imprescindibles y poder constituir una familia
en unas condiciones de partida, tan precarias como improvisadas.
Y claro, que yo me quedase con una parte sustancial de la
nómina, eso era muy delicado, teniendo en cuenta el
sacrificio y el esfuerzo que ellos hacían. En cuanto a la
acusación de agredir a su hija, es cosa que
lógicamente afecta profundamente a cualquier progenitor, y
si a eso le añadimos un carácter notablemente
beligerante por parte de ellos, la cosa se pone cuanto menos fea,
y lo peor en este caso, de total intransigencia para conmigo al
punto de no permitirme ni siquiera un primer dialogo. Y tal
fueron los hechos: Cuando veo que el dialogo con mí mujer
es inviable y que su estrategia es clara, o sea: echarme a la
calle sin contemplaciones de ningún tipo, me dirijo a mi
suegra de inmediato: -Quiero hablar con vosotros, sobre esta
difícil situación en nuestro matrimonio-. A lo que
me contesta: -No, no, no, mi marido está muy enfadado
contigo y no quiere hablar-.

Si pudiese hablar con ellos con alguna excusa y tratar el tema
de alguna manera, podría aclarar todas esas falsas
acusaciones, ya que por mi parte no era nada complicado, puesto
que además tenía pruebas
documentales y testimoniales que demostraban la falsedad de esas
acusaciones: En cuanto al dinero, podía demostrar, con las
nóminas
que eran ingresadas íntegramente (no hay en mi empresa
asignaciones con dinero ‘B’, cosa que a parte de que
es evidente por el volumen total de ingresos, se
podía comprobar también muy sencillamente). En la
cuenta común y con los movimientos de los bancos, por lo
que a mí respecta todo cuadraba perfectamente, y
además estaba dispuesto ha facilitarle todo tipo de
documentos
personales y cualquier vía de investigación que estuviese en mi mano que
quisieran hacer al respecto, si es que le quedaba alguna duda. En
cuanto a que le agredía a su hija, ellos mismos eran
testigos auditivos de nuestras discusiones y habrán podido
apreciar que en nuestras discusiones la única que gritaba
e insultaba era ella. ¿Cómo se podía pensar
que le pegase, cuando ni siquiera reaccionaba en lo más
mínimo, sin ni siquiera responder a sus insultos,
descalificaciones y vejaciones? Y ¿Cuándo ha tenido
alguna huella o señal de lesión o quejándose
en el momento que le ha ocurrido la supuesta agresión?
También disponían del testimonio de mis hijos.
Ellos podían atestiguar que ni siquiera le insultaba ni
gritaba ante sus provocaciones, jamás lo he hecho, a pesar
de que el insulto, el lenguaje
descalificador, vejatorio y humillante era la forma habitual de
dirigirse a mí, cosa que podían comprobar
también fácilmente.

De todas formas mi propósito era aportarles elementos
tranquilizadores, un forma de relación que les diese
plenas garantías y que les despejase cualquier tipo de
temor respecto a la relación con su hija, por todo lo que
ella les pudiese contar, y en ese sentido pensaba dar todo tipo
de garantías, y siendo que sus padres viven justo en el
piso superior, les ofrecería a ellos ser interlocutores en
nuestra relación y mediadores en cualquier cuestión
o diferencia que surgiese, bien a la hora de poner las
convenientes normas en pactar una nueva relación de
convivencia, como en su correcta interpretación y aplicación llegado
el momento. Como es lógico, par mí, eso
suponía una clara desventaja, por cuanto es lógico
pensar que sus padres inclinarían sus decisiones, (espero
que solo ante situaciones de duda o intrascendentes) por su hija,
pero que en las cuestiones fundamentales y de elemental justicia
harían un ejercicio justo en su labor mediadora.
También por la cuenta que les trae, porque lo contrario
sería tener que acarrear con la tarea de atender nuestros
hijos y con los problemas desagradables y difíciles de
cualquier separación.

Pues no había forma de tener un diálogo
con mis suegros, especialmente con mi suegro que en este sentido
lleva la voz cantante. Lo había intentado por diferentes
medios pero siempre tenia una respuesta agresiva y violenta.
Utilizaba todos los subterfugios que se me ocurrían para
incitarle al dialogo, pero ni por esas. Incluso le llegue a
mandar dos cartas con el
siguiente texto:

A la atención de mi suegro:

La razón de dirigirme a ti por carta, no es otra
que por la imposibilidad de poder mantener un dialogo razonado
contigo, puesto que desde el principio que he pretendido tal
cosa, solo he recibido respuestas reaccionarias y violentas sin
poder llegar a mediar palabra alguna. Aunque si bien, desde el
principio no has querido atender ninguna posibilidad dialogada
para una posible solución de este problema familiar y que
he procurado por diferentes medios. Ahora me dirijo a ti
también por una razón muy concreta, que como
comprenderás no voy a permitir que utilices como lo estas
haciendo.

Ha llegado a mis oídos, por diferentes testimonios
que estoy siendo sistemáticamente difamado por ti, y
quiero hacer una consideración al respecto: Las
acusaciones cuando se hacen, se demuestra, cosa que no solo no
haces sino que no admites cuando se te ofrece la posibilidad de
hacerlo. Por lo tanto te invito a que desmientas todas las
difamaciones que has vertido de mí, que sabes que no son
ciertas y que por supuesto no puedes demostrar. Punto por punto y
persona por persona. No es mi intención hablar mal de
nadie, ni de ti, ni de tu familia. Los problemas entre personas
se dirimen con el dialogo y el razonamiento en primer lugar (cosa
que tu no has consentido en ningún momento), y en todo
caso el respeto mutuo que nos debemos, exige que todas las
diferencias habidas o por haber, en un conflicto familiar se
queden en la más estricta intimidad. Hasta la fecha no he
respondido a ningún tipo de difamación que me haya
llegado a mis oídos por tu parte. Pero llegado los
extremos que estás provocando, si ahora no desmientes
punto por punto todo lo que has venido diciendo de mí, que
has tergiversado y sin pruebas, tomaré por mi parte las
medidas oportunas al respecto para aclarar públicamente
esta situación.

En esta carta, algo más extensa, hago alusión a
una pruebas documentales que no solo demuestran mi inocencia ante
las acusaciones que están haciendo en el vecindado de que
me estoy quedando con gran parte del dinero de la nómina,
sino que ponen en evidencia a su hija el uso honesto que haya
podido hacer de nuestros fondos comunes. Evidentemente ver los
detalles de esas pruebas a mi suegro debería ser de alto
interés, tanto para su credibilidad en el vecindado, como
para saber del engaño al que pudiese estar sometido, como
en saber defenderse o preparar una posible respuesta ante dicha
pruebas. En cualquier caso, a cualquiera, en esas mismas
circunstancias, le sería de sumo interés saber
sobre esa cuestión en el mayor detalle posible, y esta
posibilidad se la estaba ofreciendo, pero claro esto
suponía tener que dirigirse a mí y hablar. La cosa
en verdad tomaba tientes surrealistas, como una cosa tan
sencilla, como es el diálogo previo a cualquier conflicto,
podía estar desestimado, negado de esa forma. ¿Como
se podía entrar en conflicto sin conocer, sin saber de
primera mano la versión de tu "enemigo", solo considerando
las instigaciones que te hacen los de tu propio bando, y sin
querer hacer la más mínimas comprobaciones de las
cosas por las que estás implicando tu propio esfuerzo,
hacienda, reputación e incluso honor, justamente cosas que
por otra parte tanto temes y evitas? Yo sabía de antemano
que el hecho de que no les haya caído en gracia desde el
primer momento a mis suegros, y no les gustaba para nada mis
formas y manera de ser, básicamente por la diferencias de
mentalidades y estilos de vida, aunque objetivamente pudiese ser
irreprochable mi actitud de dedicación y responsabilidad
para con mi familia, esa imagen de formas
y costumbres jugaba claramente en mi contra. Pero estaba
totalmente convencido que si se aclaraba los males entendidos y
las acusaciones infundadas vertidas por mi pareja, se
podría reconducir la situación familiar
razonablemente.

Me parecía mentira que me
estuviese ocurriendo todo esto, que además lo
percibía con extrema intransigencia y brutalidad, y nadie
de mi entorno entendía porque defendía con tanto
ahínco el estar con mis hijos, y tener que permanecer
cerca de ellos, en estrecha relación con una familia con
tantas incompatibilidades mutuas. No obstante, no cejo en buscar
algún tipo de solución al asunto. Así es
qué haciendo de tripas corazón, y
con lo mal que se me da y el pudor que me supone divulgar
públicamente mis problemas particulares, se me ocurre como
última medida divulgarlo públicamente en la
televisión, creyendo que puede ser una forma
más efectiva de presionar para el dialogo. Viendo como se
hace uso de este medio para tipos similares de
reconciliación, me parecía, aunque no apropiado, la
única posibilidad que me quedaba. De todas formas, no me
gustaba en absoluto hacer un espectáculo de este asunto,
pero pensaba que si la televisión previamente citaba a mi suegro
como aludido, él, entonces procuraría antes de
hacer esto público y a riesgo de quedarse en evidencia
ante tanta gente, procuraría tratar el tema conmigo, y en
ese caso yo desestimaría la solución
televisada.

Así qué con mi historia de separación y
mi pretendida posición reconciliadora, me dirijo a las dos
televisiones locales de mi pueblo, con las expectativas puestas
en que pudiese ser este un asunto de interés general, y
así plantear un debate
público. Aquí, este problema personal empieza a
tomar forma de reivindicación social, puesto que es un
asunto que sufre mucha gente directa e indirectamente, de graves
y todavía impredecibles consecuencias a largo plazo, y
así planteado como tema de debate de interés
público con mi problema como hilo conductor. Pero en una
de las televisiones me lo deniegan rápidamente, porque que
no se ajusta a su tipo de programación, cosa muy comprensible. Para
una televisión
de ámbito local no es aconsejable debatir temas
personales, por que en una televisión de carácter
prácticamente familiar todos se conocen y por tanto es
prioritario llevarse bien con todos. Con la otra
televisión local tengo más esperazas, puesto que es
una delegación de una televisión de ámbito
nacional, precisamente una cadena privada, propiedad de la
Conferencia
Episcopal. Esto me da cierta esperanza, puesto que incido en un
valor de gran importancia y prioritario para la Iglesia
Católica, como es la familia. Derecho al que me sumo en su
defensa con un mismo objetivo e interés. Y por supuesto
también con la expectativa, a fin de mejorar mi
posición al respecto, en aceptar consejos y
rectificaciones de quienes puedan estar mas instruidos en esta
materia: profesionales, gente que hayan pasado por la misma
experiencia, etc.. Pues pasados unos pocos de meses, los
órganos de decisión de la cadena aún no me
han contestado.

Lo intento también con el programa de
‘El Diario de Patricia’ de antena 3 y cuando
parecía que estaba a punto de ir al programa por el
interés que parecí mostrar las personas que
seleccionan los temas en redacción, me quedo a la espera de la
última llamada para ir. Aunque en principio es un asunto
que se repite con frecuencia en este programa, mediar en las
separaciones de pareja para procurar posibles reconciliaciones,
en este caso lo que yo pretendía no era demasiado normal y
aquello no parecía encajar bien en la formula del
programa, o en lo que se está acostumbrado: ¿Mediar
en una reconciliación familiar sin pretender con ello una
reconciliación de pareja, y solicitando especialmente el
dialogo con los suegrosá?¦.? Eso suena muy raro, y
con el añadido insólito de que yo lo único
que pretendía es provocar un primer dialogo que no se ha
producido en ningún momento, (cuando las parejas que van
al programa ya ha apurado toda forma de dialogo y utilizan el
programa para ver si de una vez por todas hace mella sus
argumentos en su pareja en ese escenario), y que por supuesto la
otra parte bajo ningún concepto estaban
dispuesto a facilitar. Aunque la historia tenía algunos
ingredientes interesantes para el programa, no se le escapaba a
nadie que aquel experimento podía salir mal o que algo no
encajaba. Por mi parte tampoco esperaba que mis suegros fuera al
programa de ninguna manera. Para mí la única
esperanza que me restaba es que cuando me viesen en el programa
exponiendo el problema, ellos, mis suegros, quisieran intervenir
telefónicamente como aludidos. Pero al final tampoco me
sale bien esta opción.

Tengo prácticamente agotadas todas las vías y no
me queda opción alguna, esto parece que se va a quedar
así sin remedio. Pero resulta, que mi suegro y yo tenemos
un interlocutor común. Un amigo de juventud con el que
mantengo estrecha relación, que a su vez se relaciona con
mi suegro, y me informa de todo lo que él dice y opina de
mí. Yo le sugiero a mi amigo que le diga que mantenga un
dialogo con migo, que eso de no hablar ni siquiera una primera
vez del problema no está bien, etc. Pero mi suegro,
siempre tiene evasivas para eludir ese compromiso. Le insisto a
mí amigo que la única esperanza que me queda ya de
poder hablar con ellos es él, y que invite insistentemente
a mi suegro para hablar. Tanta es la insistencia y los reproches
por parte de mi amigo, que llega un momento que acepta el
dialogo. No me lo puedo creer. La cita es en la calle, en el
portal de su vivienda. Voy a la cita en el momento indicado y
cuando toco al timbre sale su mujer al interfono y me dice que
no.

Antes que se deteriorase gravemente la relación y
cuando propongo el dialogo, la primera invitación la hago
dirigiéndome a mi suegra. Ella me contesta que no,
aludiendo al enfado de mi suegro. El carácter un tanto
enérgico y violento de mi suegro siempre ha sido atenuado
y sujetado por mi suegra que normalmente ha mostrado mas calma en
las situaciones difíciles o de conflicto, manifestando
formas más reconciliadoras y diplomáticas. Pero
esta nueva negativa me hace pensar. Incluso hay más
detalles que en ese momento asocio y me llegan a hacer pensar que
quizás no sea mi suegro quien lleve la iniciativa en este
y otros asuntos, y que sutilmente sea manejado como punta de
lanza: ¿Es que estará mi suegra detrás de
esta negativa? Así que rápidamente me dirijo por
carta a ella.

Carta a mi suegra:

No se cual es la razón concreta por la que os
habéis negado a hablar con migo desde el primer momento,
cuando os he tendido la mano del dialogo ante una
situación familiar difícil, con el propósito
de buscar soluciones entre todos. Además he tenido que
soportar graves acusaciones por vuestra parte sin aportar las
pruebas que lo demuestren y sin querer demostrarlo o dialogar
sobre ello. Cuando se hace una acusación tan grave como es
quedarse con gran parte de los ingresos familiares, hay que
demostrarlo, cosa que no habéis hecho. Sin embargo, y en
contra de la lógica, yo tengo que salir al paso para
demostrar mi inocencia.

Te adjunto los documentos que justifican mis ingresos y
donde se puede observar la evolución de mis gastos. Si te das
cuenta en los gastos de familia en el último año de
convivencia, en cuanto a los gastos fijos justificados que
están todos domiciliados junto con la mayor cantidad de
compras por
tarjeta, son de 1.222 euros 203.000 pts.) de media mensual. De
los gastos sin justificar, o sea, del dinero que se sacaba por
cajero tanto por tu hija como por mí, para el resto de
gastos que pudiesen quedar, que después de gastadas ya
1.222 euros lógicamente debían ser pocos. Tu hija
saca en efectivo 1.210 euros (201.000 pts) de media mensual y yo
66 euros (11.000 pts.) Como consecuencia de apreciar por mi parte
unos gastos en efectivo injustificados, o que no quedan
registrados, tan excesivos, le sugería a tu hija, llevar
un control sobre ese
gasto haciendo anotaciones a grosso modo, para podernos organizar
el gasto y averiguar en qué podría mejorar nuestra
economía y porqué llegábamos
a final de mes con tanta dificultad a pesar de los ingresos
sustanciales que habían de más de 240.000 euros
(400.000 pts.) mensuales. En esa misma medida que le
sugería tomar algún tipo de control sobre el gasto,
nuestra relación ha coincidido en deteriorarse gravemente,
hasta el punto de querer que me fuese de casa. Cosa que no
podía aceptar por el derecho que tienen mis hijos a tener
una familia minimamente constituida y el derecho a relacionarse y
tener la atención de sus padres en estrecha convivencia y
en igualdad de condiciones. Mi objetivo desde el primer momento,
y ante la intransigencia de tu hija a respetar esos derechos
fundamentales, es que vosotros mediaseis en esta situación
para aportar vuestra opinión al respecto y sobre todo para
que cualquier medida que se tomase, tuvieseis la tranquilidad y
las garantías de que se respetan el derecho de todos, y
especialmente el de vuestra hija. Cosa que me ha sido imposible,
y desde el primer momento he tenido que sufrir reacciones
totalmente desproporcionadas y agresivas por vuestra parte, con
acusaciones de todo tipo que no habéis querido contrastar,
ni aceptar las pruebas y testimonios que pudiesen corroborar, o
no, esas afirmaciones.

Tenemos que hablar, y esto no se podrá zanjar
mientras no hablemos como las personas, y nos demos la
oportunidad de conocer la verdad, y dar una solución
razonable que se respeten y garanticen los derechos de todos,
también los vuestros.

No hay respuesta, e insisto con otra carta:

2ª Carta a mi suegra:

Ya sabéis que la única razón e
intención que me mueve en todo esto es el poder hablar con
vosotros de forma razonable y con buena voluntad sobre nuestro
problema familiar. Al margen de que posteriormente haya o no
entendimiento y en su caso y si tenéis algún
problema conmigo, sobre mi conducta, que
creáis os pueda perjudicar y de lo que también os
pueda rendir cuentas, en este
caso ante actitudes que
consideréis reprobables por mi parte. Hasta el momento no
habéis atendido esta posibilidad. Derecho que
tenéis también vosotros para conocer mi
versión de los hechos y poder tener una idea más
próxima u objetiva de la realidad. Y sobre todo
plantearnos de forma razonable y pacifica posibles soluciones, en
base ha respetar los derechos de todos, especialmente la de
nuestros hijos, a tener padre y madre en igualdad de condiciones.
Propuestas que me hubiese gustado que hubieseis atendido en su
momento antes que la situación haya degenerado en
enfrentamiento judicial.

El derecho de mis hijos a tener una familia
mínimamente constituida y en condiciones de igualdad para
todos, es un derecho que he defendido y por el que me he
sacrificado desde que vuestra hija se quedo en estado de nuestro
primer hijo. Lo habré hecho mas bien o mas mal, como
esposo, o como padre, pero os puedo asegurar que mi entrega y
honestidad, mi
voluntad en formar y llevar a cabo una relación familiar
que respete los derechos y la libertad de todos es absoluta. Y
para mí, ese trabajo no ha terminado. Aunque la Ley
favorece soluciones de disgregación, de
desestructuración familiar. Para mí son soluciones
que van en claro perjuicio de los hijos y liquidan sus derechos
más elementales. Mi propuesta no es otra que abordar una
forma de relación familiar, que las hay, y la podemos
encontrar entre todos si nos sentamos a dialogar, en las que se
vean respetados los derechos de todos y que los garanticen con
total efectividad. El recurrir a vosotros para que mediaseis en
este problema era precisamente para eso. Para que los derechos y
seguridad de vuestra hija Isabel, que es lógico pueda ser
lo que más os preocupe, estuviesen plenamente
garantizados, si es ese el temor que tenéis. Y para
abordar entre todos una solución, al margen de nuestra
relación de pareja, que permitiese y garantizase el
derecho de todos, especialmente el de nuestros hijos a tener una
familia minimamente constituida y con un mismo principio de
autoridad.

Desde el principio os habéis negado
sistemáticamente a hablar de esta posibilidad, inducidos
por razones infundadas que supongo os ha dicho vuestra hija. Pero
precisamente por eso y aunque todas esas acusaciones que se han
hecho de mí, y que habéis creído en su
totalidad, aunque fueran ciertas, se hace más necesario
todavía el dialogo, y establecer entre todos unas normas
básicas de relación que evitase posibles riesgos y
pudiesen dar una oportunidad a otras vías de soluciones.
Pero inexplicablemente la cerrazón por vuestra parte ha
sido absoluta.

Personalmente me parece tan increíble que no hayas
querido hablar conmigo desde el principio, que pienso tiene que
haber algo más que no alcanzo a comprender. No puedo creer
que sea solo por las cosas que decís de mí, sumado
al hecho que no os haya podido caer bien desde el principio, o no
creáis sea la persona más indicada como esposo para
vuestra hija. No puedo creer que estas sean razones suficientes
para mostrar esta actitud de total intransigencia. Por mi parte
tengo que deciros que las circunstancias yo tampoco las he podido
elegir, y tengo que aceptar necesariamente el tener que
relacionarme con vosotros, me guste o no, y dentro de mis
limitaciones o forma de ser, procurar hacerlo de la mejor forma
posible, con la mejor voluntad y con la máxima
cordialidad, y esto solo se puede hacer intercambiado puntos de
vista y dialogando, y dándonos así, todos,
renovadas oportunidades. Asumo que tengo que ceder en muchas
cosas y sacrificarme por otras, pero nunca, desde luego, ninguna
solución pasa por renunciar a los derechos que tienen mis
hijos a poder tener una familia minimamente constituida. Mi
obligación es luchar por esos derechos mientras pueda, y
lo he hecho y lo voy a continuar haciendo.

Hasta ahora he estado esperando, sin ninguna otra
opción, una resolución forzada por la ley, que en
cualquier caso ya sabia claramente negativa, en especial, para
los derechos de nuestros hijos. Por tanto ya tenéis el
respaldo de la ley, o sea la sartén por el mango, y no
tenéis nada que perder con el dialogo, vuestra
disposiciones siempre serán en cualquier caso las que se
tengan que cumplir y no tenéis nada que temer que os pueda
perjudicar, por lo tanto creo que tenéis todas las
garantías para establecer un diálogo y en las
condiciones que vosotros queráis.

No hay respuesta. Y entonces dispongo hacer algo que
quizás hubiese sido conveniente u oportuno haber hecho en
su momento, tiempo atrás, como respuesta a toda la
propaganda de
difamación que han hecho ellos de mí, a los cuatro
vientos, con todo el que se les ha cruzado en su camino, cosa que
quizás debería haber hecho desde el primer momento
en defensa de mi imagen y honor. Pero no me gustaba entrar en la
disputa y controversia de tener que responder o defenderme de sus
difamaciones, posiblemente teniendo que entrar en el terreno de
los agravios y descalificaciones mutuas. Auque pudiese ser una
reacción razonable y justificada, no me parecía
oportuno y procuraba mantenerme lo mas indiferente posible,
esperando que el tiempo lo aclarase todo y a cada uno pusiese en
su lugar. Por otra parte nunca he creído que pueda ser una
actitud correcta reaccionar y entrar al trapo de la
provocación, hay gente que sabe utilizar muy bien esas
estrategias y
puedes verte fácilmente en una situación mucho
peor.

Por lo tanto agotadas todas las vías de
solución, parece que es el momento adecuado de romper mi
silencio, empezando por los vecinos de escalera, que son los que
sin ninguna duda han recibido información puntual acerca de mí,
por parte de ellos, por lo menos a mi excompañera se le ha
deslizado en una ocasión decir lo "bien informados" que
tenía a los vecinos acerca de mí actitud respecto a
ella y mi familia. Pues creo que era el momento de que
dispusieran de mi versión de los hechos. Y aunque tenga
que desvelar cuestiones familiares, que si bien ellos no han
tenido ningún pudor en propagar acerca de mí, para
mí y aunque se lo pudiesen merecer por hacerlo conmigo sin
ningún tipo de escrúpulo, no dejaba de resultarme
difícil dar este paso. No obstante empiezo de la forma
más discreta posible, en la justa medida para reestablecer
mi imagen sistemáticamente perjudicada por ellos. Y lo
hago precisamente con las dos últimas cartas que le
envío a mi suegra.

Cuando tengo preparado el comunicado para los vecinos, a
finales de Julio-07, me entero que mis suegros no están y
no van a estar en casa durante una temporada, hasta primeros de
Septiembre. No me parecía apropiado hacer pública
esta nota, sin estar ellos y por tanto me espero. Entre tanto, en
esos días, mi excompañera le pregunta a mi hijo,
que porque no trabajo, (mi situación actual es el paro, cobrando
el subsidio de desempleo)
él le dice, que cuando trabajaba solo podía verlos
de cada 15 días. A lo que le contesta. -Si tu padre
trabaja, os podrá ver cualquier día a cualquier
hora que él pueda y vosotros podáis-

Eso me pilla de sorpresa. Una concesión de ese tipo es
lo último que me esperaba de mi excompañera por
iniciativa propia, con lo intransigente y beligerante que ha sido
en todo este proceso. Y
justamente en ese periodo de espera para hacer el comunicado a
los vecinos y que ya hacia días tenía preparado.
Sin embargo recojo el guante y me dirijo a ella con una nota en
los siguientes términos y acompañada del comunicado
que pienso hacer a los vecinos.

Carta a mi excompañera:

Con el propósito de poder tener una
conversación con tu familia y ante las negativas
reiteradas, y con el objetivo de denunciar públicamente
vuestra actitud de no dialogo, de total intransigencia, cosa que
solo se puede explicar, por que sea la única forma
recomendable de sacar máximo partido a una ley injusta,
desigual, tenía previsto, a la espera de que regresen tus
padres, hacer el siguiente comunicado a los vecinos de la
escalera. Pero según dices por mediación de nuestro
hijo, que en el supuesto que me pusiese a trabajar,
facilitarías la relación de visitas con mis hijos
al margen de lo que estrictamente diga la sentencia.
Podríamos hablar de esta nueva cuestión, pero
quiero que sea con la presencia de tus padres. Supongo que
sabrás que tuve que cambiar mi trabajo anterior por uno
que me permitiese relacionarme con mis hijos, ya que no
permitías ningún tipo de elasticidad en
esa relación, sabiendo el escaso tiempo que me dejaba y
los horarios impredecibles de mi trabajo de camionero anterior,
cosa que luego me ha salido mal, porque me despidieron de mi
nuevo trabajo cuando terminó el contrato.

No hay respuesta.

Carta abierta a mis vecinos:

Habiendo llegado a mis oídos ciertas acusaciones y
difamaciones que se han hecho públicas de mí, por
parte de la familia de mi excompañera, vuestra vecina, y
una vez que les he invitado a que lo demuestren con las pruebas o
testimonios correspondientes, a lo que se han negado, e incluso
no aceptando las pruebas y testimonios que le ofrezco por mi
parte. Invitándoles continuamente al dialogo para aclara
este y otros asuntos, a lo que siempre se han negado
sistemáticamente. Comprobada por lo tanto la mala fe y
mala intencionalidad, por lo que se hace mas evidente por el
temor demostrado al dialogo. Y habiéndoseles invitado por
último a que procediesen a las correspondientes
rectificaciones públicas y haberse negado también,
me veo en la obligación, a fin de restablecer la verdad de
los hechos y mi imagen, el tener que dirigirme a vosotros en
primer término con la siguiente aclaración.

Aclaración pública que he intentado por todos
los medios evitar, asuntos particulares que ellos han utilizado
sin ningún escrúpulo desde el primer momento y de
los que sois testigos. Pero llegado el extremos y ante una total
intransigencia a una solución dialogada, me veo en la
obligación de hacer esta aclaración
pública.

He pretendido por todo los medios, desde el primer momento
que empezó a deteriorarse mi relación matrimonial
con mi excompañera y ante la total intransigencia de ella
para respetar el derecho de todos, a mantener una familia
mínimamente constituida, al margen de concluida o no,
nuestra relación de pareja, procurar establecer con la
colaboración de los padres de ella, el dialogo necesario,
con el propósito último de que mediasen en este
problema familiar y encontrar entre todos soluciones conjuntas.
Cosa que me ha sido imposible, y no me he podido dirigir a ellos
más que por carta, de las qué en esta
ocasión expongo dos de ellas: (y aporto las dos cartas
antes dirigidas a mi suegra)

En ambas cartas tengo respuesta negativa.

Si tenéis alguna duda de lo referido hasta
aquí y deseáis que sea confirmado con las pruebas y
testimonios correspondientes, no tengo ningún
inconveniente en facilitároslo, al contrario,
estaría sumamente agradecido por vuestro
interés.

A raíz de esta carta, y por comentarios que me hace una
vecina, puedo constatar que mi excompañera va diciendo que
yo pretendo volver con ella. Cosa evidentemente nada más
lejos de mi propósito. Pero no se si lo dice totalmente
convencida, consecuencia de mis insistentes intentos de acercar
posturas para una relación familiar, o si solo es una
forma más de desprestigiarme. En cualquier caso me veo en
la necesidad de enviarle una carta aclaratoria

Carta a mi excompañera:

Hay una cuestión que me hace pensar que no entiendes
todavía cual es mi demanda, lo
que te estoy reclamando. Y es cuando me niegas la posibilidad de
volver. Me niegas esa posibilidad por que no merezco estar a tu
lado como esposo o compañero, y por tanto ya se han
terminado las oportunidades. Son argumentos que todavía
llegan a mis oídos. Ya sería lamentable que
hubiésemos llegado hasta aquí por un mal entendido
o por no haberme explicado bien desde el principio. Por que si
alguien tiene motivos especiales para no volver contigo como
pareja soy yo, por hasta donde has llegado y el daño que
has hecho, sin reparar a tu alrededor, especialmente a tus seres
querido, para conseguir tus objetivos
egoístas. Pretender dejar a los hijos sin la
relación normal de padre es mucho mas grave de lo que te
imaginas, por muchas razones que tengas para no querer a tu
pareja, o por mucho que creas que no es el padre apropiado. Eso
no está en ti decidirlo. Como tampoco está en
mí decidir, si mis hijos tienen derecho a ti como madre a
pesar de pretender privarles de su derecho más
fundamental: La familia. A tener una familia mínimamente
constituida, con un único principio de autoridad.

Evidentemente puedes rechazarme como pareja, es tu derecho.
Pero yo nunca te he pedido recuperar nuestra relación de
pareja. Yo solo te pido que respetes el derecho de mis hijos a
tener padre y madre en condiciones de igualdad y que respetes mi
derecho a poder relacionarme con ellos en condiciones normales de
padre, y poder atenderlos con los medios materiales y de habitad
que dispongo y son míos, y que son los únicos que
tengo. Y esos derechos no está en ti concederlos. Los
puedes robar, eso si, por la fuerza. Por la fuerza de la Ley, que
en este caso como habrás podido comprobar, y de la que
convenientemente y oportunamente te has informado, es totalmente
parcial e injusta, con ese pretendido sentido de proteccionismo y
de dar incondicionales ventajas a la mujer. Una ley injusta de la
que tú has sabido sacar partido para que los derechos de
mis hijos y míos, hayan sido robados sin ningún
escrúpulo y sin ninguna concesión.

Mi propósito desde el principio ha sido defender
esos derechos, también los tuyos a ser madre a tiempo
completo, no como está ocurriendo ahora que no puedes
atenderlos debidamente, y también defender los derechos de
nuestros padres para que no tengan que cargar con una labor, la
de atender a nuestros hijos, que nos corresponde a nosotros y que
ahora no podemos desempeñar debidamente. Y para defender
todo esos derechos en tratado de poner los medios para que esto
fuese posible. Cosa que tú te has negado y obstaculizado
desde un principio. Porque supongo te sabias ganadora y lo
veías relativamente fácil poder apropiarte de todo,
de mi propiedad y el derecho a relacionarme con normalidad con
mis hijos. Sino, ¿Por qué no has aceptado al
principio la oferta que te
hice de dormir en habitaciones diferentes y disponer de medios y
utensilios diferenciados, que era en primer lugar causas de
nuestras interminables discusiones, causa de una constante
tensión y crispación entre nosotros? ¿Porque
nos has permitido desde un principio que pudiese hablar con tus
padres para plantearles nuestro problema y así buscar
soluciones entre todos y que pudiesen mediar en esta
situación, de total intransigencia por tu parte,
instigándolos, enfrentándolos contra mí con
falsas acusaciones que no has podido ni querido demostrar? Eso es
algo que vas tener muy difícil de explicar, se hace
evidente tu nula voluntad por solucionar un problema familiar, al
verte con todas las ventaja y amparada en cualquier caso por
estas leyes injustas que nos gobiernan y que no reparan, no
tienen el más mínimo cuidado en respetar y
preservar derechos fundamentales, y así apropiarte de lo
que no es tuyo y arrogarte una potestad que no te
pertenece.

Comprendo que es difícil, quizás
insoportable, convivir debajo del mismo techo con una persona de
la que se ha pasado del amor al odio.
Me lo has dicho muchas veces. A mi tampoco me gustaría.
Pero no tengo la desgracia de pasar del amor al odio con tanta
facilidad, aunque en realidad tengo la suerte de no saber que es
eso. Pero si alguien sufre esa desgracia, en convivencia con una
persona, no es la persona odiada por esa razón la que se
tiene que ir, en todo caso eres tú quien se tiene que ir.
Cuando uno no esta a gusto en un sitio por razones subjetivas,
personales de uno mismo, se va, no hecha a todo el que
está allí. Si quien está allí,
respeta el derecho de todos, es responsable de sus obligaciones y
cumple con las normas de convivencia y buena vecindad y los
acuerdos pactados. No hay nada que reprocha, ni razón para
echar a nadie, ni mucho menos usurparle lo que
legítimamente le pertenece. Si tú no puedes
convivir con tus fobias infundadas, te marcha tú. Pero no
está bien robarle a nadie sus derechos y menos a tu hijos,
por el hecho de que te caiga mal o que me detestes porque se te
ha pasado el enamoramiento, aun siendo el mismo y
comportándome de la misma forma que siempre, y menos
cuando estoy totalmente dispuesto a facilitar las normas de
convivencia y dar todas las garantías necesarias que se
hagan posible una relación de familia en condiciones
mínimas de normalidad, y de respeto íntegro a los
derecho de todos.

Con ese propósito quería dirigirme a tus
padres, hablar sobre nuestra difícil situación
familiar y proponer nuevas formas de convivencia que aportasen
sobre todo las garantías necesarias para que tus derechos
sean respetado íntegramente y para que tus padres sean
participes de esas garantías, y tuviesen la tranquilidad
de que iba a ser posible esta nueva relación. Estaba y
estoy dispuesto a que tus padres medien en nuestra
relación y que en última instancia a falta de
acuerdo entre nosotros fueran ellos quienes dispusieran.

Pero no ha sido posible tan siquiera un primer dialogo. Por
lo tanto te pido una vez más que respetes el derecho de
todos a tener una familia, no a retomar una relación de
pareja, eres libre y lo podías haber sido sin necesidad de
recurrir al divorcio. Y eso es fácil de llevar si uno sabe
ser comedido con su egoísmo, sabe ser respetuoso con los
derechos de los demás y sabe controlar sus fobias
infundadas. Puede parecerte una labor extraña o imposible,
pero no es difícil. Sabes que yo ya lo he hecho en otra
etapa de mi vida. Con mi matrimonio anterior, una
situación en sus inicios similar y que se prolongó
durante diecinueve años, hasta que mis hijos, con mi
pareja anterior se hicieron mayores de edad y se emanciparon,
ahí terminó nuestro trabajo en común de
familia, y todo salió bien. Por lo tanto no tienes nada
que temer, puedes preguntarle a ella, o a cualquiera que nos
conozca, hay infinidad de testimonios. Y podrás comprobar
que esa relación fue posible y que de ello a quedado una
buena amistas y unos hijos en común estupendos, y al
margen y rehechas nuestras relaciones de pareja por otro lado,
este afecto y amistad continua en nosotros, es honesto, sincero,
cordial y siempre que estamos con dificultades y podemos
ayudarnos, nos ayudamos. ¿Eres capaz de hacerlo tú
así?

A modo de ultimátum les envío una última
carta. A estas alturas ya no espero ninguna respuesta positiva, y
simplemente les subrayo mi intención de llevar a efecto
esta reivindicación hasta sus últimas consecuencias
en lo que a esfuerzo y sacrificio personal se refiere:

Carta a la familia Gómez:

Llegado el extremo de intransigencia, y las pocas
posibilidades que me restan de encontrar una solución
dialogada con vosotros. Sin otra alternativa que llevar este
problema a la opinión
pública, por cuanto son actitudes amparadas por una
legalidad
vigente injusta y en menoscabo de derechos fundamentales, no
tengo más remedio que hacer pública mi
experiencia.

No se hasta que punto va a trascender o divulgarse, en
cualquier caso no voy a escatimar esfuerzo para que estas leyes
que tan gravemente me afectan a mí y a los míos en
particular, y a la sociedad en general, sean derogadas. En ello
podré llegar mas o menos lejos, se podrá publicar o
no, algún trabajo que estoy haciendo al respecto, pero lo
que si es cierto es que se va a quedar escrita toda esta
experiencia. Como quiera que os puede afectar en vuestra imagen a
posteriori, a pesar de que voy ser especialmente cauto en no
verter opiniones al respecto ni mucho menos acusaciones o
prejuicios sobre vuestra actitud, lo que si es cierto que los
hechos se van a relatar tal y como han sucedido y en los
términos que habéis visto reflejado en las
diferentes cartas que os he enviado. De cómo se desarrolle
y concluya, todo depende en gran medida de vosotros.

Os adjunto un resumen de lo que será dicho
trabajo.

Como ya he comentado toda esta serie de cartas, más que
pretender restablecer mi imagen personal, tienen como objetivo
presionar para llegar al dialogo. Veo tremendamente sencillo
solucionar así el problema de una forma aceptable y
razonable para todos. Es tal mi confianza, que cualquier esfuerzo
en ese sentido me parece apropiado. Pero en la misma medida, esta
intransigencia al dialogo me parece mas incomprensible y al
extremo absurda. No dejo de plantearme por eso, cuales pueden ser
las razones de fondo que les impide dialogar conmigo, por que el
hecho simple que me detesten no puede ser suficiente. Si se diese
esa única razón, para ellos no sería
problema un primer y único dialogo, no tendrían
nada que perder, puesto que simplemente rechazando mis
condiciones como inaceptables, aunque estas pudiesen ser
razonables desde cualquier otros punto de vista, se daría
por concluida esta vía del dialogo, y de esa forma me
dejarían sin argumentos para continuar con esta
reivindicación. Como quiera que esa actitud de tanta
intransigencia, por mucha cerrazón que pueda haber no deja
de extrañarme, no puedo por menos que pensar en cual puede
ser la razón de fondo que late en todo ello, la verdadera
razón. Y sobre todo desde que intuyo la posibilidad de que
mi suegra está detrás de todo esto. Al principio me
parecía que era mi suegro, con sus reacciones
coléricas y desproporcionadas que negaba esta posibilidad
de dialogo dada su especial naturaleza. Pero en ocasiones se le
ha observado algún arrebato de ceder al diálogo,
dada la insistencia con que lo propongo en los círculos en
que se mueve y que en cierta medida se lo reprochan. Pero esos
conatos de dialogo se han visto rápidamente sofocados. Mi
suegro tendrá el carácter enérgico, severo y
en caso violentos que tiene, pero ha demostrado también en
muchas ocasiones talante para el dialogo y ejemplo de integridad
y principios en sus actitudes, de honestidad y ciudadanía, que bien es cierto suele
manifestar con excesiva firmeza, pero en la misma medida que es
exigente para con los demás, lo es también para si
mismo. De forma, que no me extrañaban esos arrebatos de
dialogo y de mostrar esa pretendida voluntad de dialogo delante
de sus interlocutores, pero si me ha extrañado que no se
haya llegado ha materializar. Como si alguien detrás
estuviese marcando las pautas.

Hay otra razón más que late detrás de
todo esto y que va tomando cuerpo a medida que pasa el tiempo y
que puede dar explicación a esta insólita negativa.
Y que precisamente no es el odio hacia mí, sino el miedo.
El miedo a no poder responder ante ciertos planteamientos y
ciertas evidencias.

He tenido siempre la impresión que mis problemas no
empezaron cuando mi excompañera se dispuso a echarme de
casa, y con ese propósito empezó a instigar a sus
padres contra mí, porque se hacía una estrategia
necesaria: No solo es suficiente tener a la ley
incondicionalmente de su parte, sino también a su
familia.

El principio de mi fin, y esto es una conclusión que he
llegado recientemente, abocado necesariamente a ello, por dar
alguna explicación coherente a todo este asunto con
tamaña intransigencia de por medio, empezó en una
conversación que tuve con mi suegro a principios de del
2005 sobre el mes de Abril, año que finalizo siendo
expulsado de mi casa. Esta conversación fue la primera y
única que tuve con él sobre un problema que se me
presentó con su hija y que no sabía como resolver
directamente con ella, por el incremento de tensión y
disputas con mi pareja que me acarreaba, pero que me
parecía ya de todo punto inaceptable continuar así.
Y así, como última opción, me dirijo a mi
suegro a fin de que pudiese mediar desde su posición como
padre en esta situación, esperando que esta fuese la forma
más atemperada y efectiva de desbloquear la
situación y solucionar el problema. Nada más lejos
de la realidad, en esos momentos mi ingenuidad estaba tocando
fondo. Me dirijo a él con el propósito de que me
ayudase, y desde luego le planteo el problema cuidándome
mucho de no pronunciar juicios de valor ni acusaciones de
ningún tipo por más evidenciadas que hubiesen, no
era el propósito, solo pretendía solucionar el
problema exponiendo los hechos tal cual, aunque
lógicamente las evidencias eran apabullante, y dejar de
alguna manera el problema en sus manos para evitar tener
tensiones y conflictos innecesarios o evitable con su hija. No se
si el transcurso de mi exposición
dije alguna incorrección o algo inapropiado, no creo, en
cualquier caso, él no oponía objeción ni
réplica alguna a mi exposición de los hechos,
estuvo en todo momento escuchando correctamente con
discreción y con total interés, sin manifestar
posición ni opinión alguna, me parecía buen
síntoma, pues lo correcto antes de pronunciarse era
oír la otra versión de los hechos: a su hija. Al
terminar mi charla, incluso le sugería que fuera moderado
y cauto en planteárselo a su hija.

Pasado el tiempo he llegado a la conclusión que aquella
petición de ayuda no fue otra cosa que cavar mi propia
tumba. Nunca me lo podía haber imaginado, nunca. Pero
efectivamente parece ser que así fue, es al única
explicación a todo esto. Cuando mi suegro se dirige a su
hija con esta cuestión, yo estaba en casa, justo en el
piso de abajo, vivimos en la misma escalera. El dialogo entre
ellos eran voces,
acusaciones y maldiciones hacia mi persona que se oían
perfectamente desde mi casa y que se prolongaron durante al menos
una hora.

Siempre he tenido sumo cuidado en no hacer acusaciones ni
juicios de valor aún teniendo ciertas evidencias. Es algo
que no me permito salvo que no tenga pruebas absolutamente
concluyentes y sea absolutamente necesario exponerlo. Sin embargo
ella así lo interpretaba, cuando le sugería que era
necesario llevar un control del gasto dada las dificultades que
teníamos para llegar a final de mes. Aunque podía
ser extraño que una familia de cuatro miembros no pudiese
sobrevivir con desahogo con más de 400.000 pts. netas de
ingresos familiares al mes. Lo cierto que nuestra
situación de partida, el haber tenido que formar una
familia, con todas sus necesidades básicas, partiendo
prácticamente de cero, de una forma tan improvisada como
acelerada, que fue el caso, que suponía empezar con una
serie de deudas acumuladas que solo podían resolverse muy
a largo plazo y con gran austeridad. Tuve que cambiar de trabajo
y en este caso no me dejaba otra alternativa que la de camionero,
donde se percibe un salario bruto
bastante mejor que los de similar cualificación por
razones de incluirse las dietas de
viajes. Las
dietas son para consumir en los gastos propios de los viajes,
pero si se podía evitar este gasto, o sea, no consumir en
los restaurantes de carretera, ese dinero sumaba un
añadido al jornal neto que era lo que nos permitía
ir pagando deudas y salir de esa situación de penuria en
la que estábamos. La
administración la llevaba íntegramente mi
excompañera, yo estaba totalmente desentendido de esas
funciones,
solo me preocupaba de trabajar lo más posible y gastar los
menos posibles, y en ese sentido llevaba mi austeridad lo mejor
que podía, aunque no me resultaba difícil, por que
no tengo vicios, ni hobbys o aficiones que sean de gastar dinero,
y como digo no pisaba un restaurante de carretera bajo
ningún concepto. No obstante y como quiera que no
veía en casa gastos extraordinarios y notables, me
empezaba a parecer extraño que después de cinco
años de trabajar en el camión y con este notable
jornal que aportaba a casa, tuviésemos tantas dificultades
de llegar a fin de mes. Empezaba a compartir esta
preocupación con ella, mi excompañera. Y bueno,
tenía todo cierta explicación, los gastos con dos
hijos era muy altos y siempre había algún fleco
atrasado que solucionar. Ya tenía ganas de que llegara el
mes que al menos lo terminásemos sin déficit,
aunque mi objetivo era tener un poco de superávit que nos
permitiese ahorrar un poco, y tener cierto margen de maniobra
para contingencias imprevistas, y también fundamental,
porque era necesario resolver nuestro futuro económico,
puesto que a mi edad, y con los hijos tan pequeños,
tenía la jubilación a la vuelta de la esquina, y el
problema de los hijos y de la hipoteca los iba a tener
todavía en casa una vez jubilado. Y no podía
quedarme sin este trabajo (Puesto que deja de renovarse el
carné de camión a los 65 años) y sin dinero
de reserva. Por lo tanto era ya urgente tener una economía
de superávit. En el primer trimestre de 2005 tengo una
mensualidad notablemente alta: entre una paga extra, un mes
intensamente trabajado y las dietas, en esa mensualidad
reúno un ingreso de 599.000 pts. Esa cantidad extra
después de llevar una buena temporada con unos buenos
ingresos, me hizo abrigar la esperanza que este sería un
mes de superávit, y a la vista tampoco se veían
deudas acuciantes que resolver, ni gastos especiales. Me
parecía acariciar ya ese momento tan anhelado. A los
veinte días aproximados de este ingreso, me dice mi
compañera que tengo que pedir un anticipo, cosa que era
habitual para llegar a final de mes. ¿!Un anticipo con 600
mil pesetas que acabamos de cobrar¡? La explicación
era la misma retahíla de siempre: gastos, más
gastos y más deudas y atrasos. – ¿Cómo puede
ser?- -Veamos aunque sea a grosso modo en que se ha podido ir
el dinero-.
Repasamos las cuentas, vemos la cartilla y los gastos mas
importantes que se han producido en efectivo, aquello y a pesar
de toda la retahíla de argumentos, algunos ya sospechosos,
que exponía, y aún engordando los números,
aquello a mi no me cuadraba ni de lejos. Esto no puede continuar
así -le decía-. este descontrol del gasto, no saber
por donde se nos va el dinero es inadmisible, y más cuando
tenemos el problema de no poder llegar a fin de mes y el problema
de nuestro futuro ya relativamente cercano de mi
jubilación. Es necesario de todo punto organizar nuestro
gasto, y si tenemos que recortar de cosas básicas (porque
era lo único en que restaba recortar), pues se recorta,
porque tenemos que llegar necesariamente a final de mes, en
primer lugar, y luego ir ahorrando como sea. Es necesario por
tanto hacer en primer lugar anotaciones concretamente de nuestros
gastos del dinero en efectivo, que era el descontrolado, y ver
donde y en qué podemos ir economizando-.

Tener que tomar anotaciones de los gastos en efectivo, ella lo
interpretaba como desconfianza por mi parte. Además anotar
los gastos podía ser una tarea muy tediosa, puesto que
significaba tener que hacer múltiples anotaciones de todos
los pequeños gastos diarios en dinero en efectivo. Aunque
yo solo le pedía que fuesen anotaciones a grosso modo,
aproximadas, a final del día, y esto no era costoso, solo
era cuestión de tomarse esa pequeña molestia al
final del día y recordar en que se han ido los gastos en
efectivo mas notables, si había un pequeño
desajuste a final de mes de diez o quince mil pesetas, por
ejemplo, no era significativo, y no era de lo que se trataba,
puesto que lo que interesa saber es en qué nos gastamos el
grueso de nuestro ingresos en general y tomar medidas de
ajustes.

Partes: 1, 2, 3, 4
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