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Ética y Cultura: un reto para la Universidad del nuevo milenio (página 2)



Partes: 1, 2

El escenario, entonces, desde la creación del
Ministerio de Educación
Superior, cambió, al punto de que, si en 1959
existían tres universidades, hoy contamos con 62 instituciones,
de las cuales 50 son centros de Educación Superior y
el resto (12) son filiales y facultades independientes. La
misión,
pues, hoy se encamina a la formación de valores
político- ideológicos y de compromiso con la
Patria; contribuir, de forma significativa, mediante la actividad
científico- investigativa y la introducción de sus resultados al desarrollo de
la sociedad
cubana de dirección del país, en coordinación con los organismo de la
Administración central del Estado.

A partir de las estrategias
(actualmente, cinco: labor educativa, formación y
desarrollo de los recursos
humanos universitarios, la informatización de la educación
superior, la colaboración con los organismos de la
Administración Central del Estado y el
financiamiento
de la Educación Superior). La estrategia
maestra principal es la de labor educativa con los estudiantes,
vinculada a la formación integral de los profesionales,
entendida esta por la defensa de la Revolución
cubana en el campo de las ideas, la competencia
profesional, el compromiso social con los intereses de la
nación,
y un sólido desarrollo ideológico y
político, junto a una cultura amplia
socio-humanista..

Aunque contenida en las estrategias y Programas
nacionales, nos parece necesario reflexionar en torno a
cómo actuar para lograr realmente un profesional capaz,
revolucionario, culto y ético y no está de
más, ahondar un tanto en la Ética por la
preocupación marcada- sobre todo en los últimos
años- en este aspecto de la formación de los
recursos humanos
que darán solución a los problemas de
la producción y/o los servicios, en
fin, e ser humano, como gestor de desarrollo cultural.

¿Podríamos hablar de desarrollo
humano sostenible sin que tratemos- de alguna manera- de
impulsar y desarrollar en nuestros futuros egresados, el
compromiso ético, desde el cual, nos reafirmamos como
cubanos, y sin asumir un modelo
verdaderamente humanista? Es obvio que no, por lo que creemos
que, en nuestras aulas universitarias, el tema de la ética no
debe faltar, si tenemos en cuenta que nuestros centros son
espacios ideales para la confrontación y el debate. Pero,
¿sobre qué fundamentos se propiciaría ese
debate?

Es justo recordar, aunque no se trate de semántica simplemente, que,
comúnmente utilizamos, indistintamente los conceptos de
ética y
moral, quizás, porque etimológicamente tienen
orígenes similares: Ética, del griego ethos,
cuyo significado básico es: costumbre, uso, manera
conducirse y Moral, del
latín moris, de idéntica
significación. No obstante, si los analizamos
diacrónicamente, como señala Carlos
Núñez en "La Revolución
ética", la diferencia radica en que la ética
estudia el problema del bien y del mal y el de la conducta humana,
independientemente del conjunto de normas que de
hecho rigen esa conducta en un
momento dado y la moral
entonces, se ocupa de esas normas que rigen esa conducta en un
momento dado, o sea en forma sincrónica. De hecho, el
sentido de la necesidad de los requerimientos éticos a que
estamos llamando, es precisamente ese, el referido al de una
ética humanista que exprese lo más universal y
permanente como conquista humana: la dignidad, la
justicia, la
verdad, el respeto, el amor,
frente a la otra dignificada por las leyes del
mercado y la
injusticia social, basada en el egoísmo, la
supremacía competitiva, y la violencia
entre otras.

La lucha, pues, contra toda manifestación que
pretenda desideologizar nuestra cultura imponiendo patrones
foráneos como paradigmas
civilizatorios es hoy, para nuestras universidades, una de las
más priorizadas acciones a
desarrollar apoyada en la relación: universidad
sociedad, dada la interinfluencia que se manifiesta en la
misma.

Como bien ha recordado el Dr. Armando Hart
Dávalos: "Tenemos esa vocación de universidades y
nos inspiramos en el principio enunciado por José Martí:
"Inyéctese en nuestras republicas el mundo; pero el tronco
ha de ser el de nuestras repúblicas", basado en la defensa
de nuestras autóctonas y en la unidad como premisa
esencial para vencer". Insertar ese pensamiento,
ya de suyo universal- para el propio Maestro- lo diverso en lo
uno (versus uni), buscando precisamente la unidad de la
diversidad en una integración hacia adentro y hacia afuera-
constituye una alternativa viable en la consecución de las
aspiraciones por hacer de la cultura el arma más poderosa
de la libertad.

En una investigación reciente, ya
proponíamos un modelo pedagógico de
inserción de ese legado, teniendo en cuenta la necesidad
de un conocimiento
más holístico de nuestros procesos
culturales e históricos, que en la universidad
debía concretarse en el Proyecto
Educativo en sus tres dimensiones: la curricular (o
académica), la extensionista y la vinculada a la vida
socioplítica, y en ella destacábamos las relaciones
que didácticamente, se establecían entre las
ciencias, la
profesión; y ese legado humanista del Maestro, como
contribución a la integralidad, apoyándonos,
además en las características de lo que denominamos
recepción dentro de los procesos que tienen lugar en la
Educación Superior, tanto desde el punto de vista
axiológico como epistemológico.

Más allá, del tríptico misional de
Ortega y Gasset: docencia,
investigación y extensión, al que se añaden
otros aspectos de no menos interés,
nuestra Universidad, como declara la UNESCO, "debe asumir- y de
hecho lo hace- un papel conductor en la renovación de todo
el sistema
educativo", con una mejor calidad, lo que
demuestre su pertinencia, no solo para formar profesionales de
competencia que defiendan el
conocimiento y progreso de la ciencia con
su creatividad e
innovaciones tecnológicas, sino que, preservando su
cultura, la desarrollen y la promuevan.

La nueva universidad clamada por Martí,
deberá, aún en nuestro favorable contexto, "educar
para la vida" y, desde luego, enseñar a pensar y hablar
sin hipocresías, pues la honestidad es la
base de todo juicio que pretenda ser legítimo
éticamente y enriquecedor en lo personal.

¿Cómo lograr entonces la formación
de profesionales que responden al tríptico
humanístico planteado por la UNESCO, en cuanto constituyen
aspectos claves para la posición estratégica de
Educación Superior: intelecto-emoción y
espíritu?

Insertar, en nuestro modelo universitario la obra del
Maestro, es ya- no solo un reclamo, sino una obligación y
asumirlo como paradigma es
hoy una necesidad por la asunción múltiples y
heterogéneos que reúne no solo el método y
la experiencia acumulada por Martí, sino su cultura, su
espíritu y una visión totalizadora de nuestra
realidad.

En la actualidad, constituye un reto para la Universidad
la definición de enfoques, prioridades y valores que han
de servir de marco e informar el curso del desarrollo
científico como fenómeno de raíz cultural.
La esencia de este fenómeno se manifiesta en la carencia
de innovaciones y un exceso de mimesis que solo en un ambiente de
creación cultural y de innovación social puede lograr la necesaria
relación ciencia
sociedad.

Valorizar el sentido cultural de la ciencia, exige
convertida en patrimonio de
las masas, "trascender su sentido elitista, así como "la
noción identitaria supone abandonar el mimetismo, repensar
la noción de desarrollo y crear nuevas estrategias para el
desarrollo científico-técnico"

Es desde esta perspectiva que las concepciones martianas
cobran vigor al plantear esa relación
epistemológica entre el conocimiento
científico, la sensibilidad y la ética en el
ideal de formar hombres originales y naturales con la peculiar
significación con que abordó lo natural y la
naturaleza.
Ante las distintas posiciones que se adoptan frente a la
humanización de las ciencias y su relación con la
cultura, se impone, pues, un proceso de
cooperación interdisciplinario que integre los elementos y
estructuras de
la sociedad.

Este enfoque inter y multidisciplinario coadyuva a la
preparación cultural y científica del profesional a
través, no solo de las acciones curriculares,
investigativas y extensionistas, sino de las
sociopolíticas en las que la formación martiana de
los estudiantes constituye una alternativa en el logro de un
profesional con valores éticos, morales y estéticos
como tributo a su integridad.

El desarrollo, en consecuencia de la sensibilidad, como
condición "sine qua non" para la percepción
y/o recepción de los procesos y estímulos es de
gran importancia en el acceso estudiantil al "saber" y al
"proponerse ser" y constituye una dimensión del propio
proceso pedagógico de aprendizaje.
Vinculada a la emoción, como estado de ánimo,
popularmente utilizada para aludir a la delicadeza de los
sentimientos, la teoría
de las emociones, tanto
la periférica (producida por cambios corporales producidos
por un estímulo externo) como la central (basada en
experiencias previas, los pensamientos o las creencias, como
génesis de una emoción) en franco equilibrio,
imprime un tratamiento didáctico desde las etapas
precedentes, pero es en la universidad donde se materializa y se
orienta hacia la concreción del ideal
ético-humanista como expresión suprema de la
conducta y actividad práctica personal.

"Los hombres- decía Martí- necesitan quien
les muevan a menudo la compasión en el pecho y las
lágrimas en los ojos, y les haga el supremo bien de
sentirse generoso, que por maravillosa comprensión de la
naturaleza aquel que se da, crece"…Combinar, como dijera
también, "la literatura del
espíritu y la de la materia".
Educar en el pensamiento y en el sentimiento: he ahí el
reto mayor de nuestras universidades en el actual siglo y
milenio.

Bibliografía:

  1. Vecino Alegret, Fernando: La educación
    universitaria en Cuba: Retos
    y perspectivas. En Pedagogía 2001. La Habana.
  2. Mayor, Federico: La educación superior ante
    los retos del siglo XXI. Universidad Politécnica.
    Madrid,
    1996.
  3. Tunnermann Bemchein, Carlos: Conferencia
    introductoria. CRESALC/UNESCO. Caracas, 1996.
  4. Carrillo Alonso, Nery: La recepción del legado
    martiano en el proceso de formación de los estudiantes
    universitarios de carreras no humanísticas. Tesis en
    opción al título académico de Master en
    ciencias de la
    Educación.. UPR, 1999.
  5. Hart Dávalos, Armando: La cultura de hacer
    política. Discursos y
    artículos. Colección Pensamiento.
  6. José Antonio Saco, Félix Varela y
    Antonio Maceo: Ética, cultura y política. La
    Habana, 1998
  7. Vitier, Cintio: El pensamiento ético cubano en
    nuestra universidad actual. Editorial Félix Varela.
    Ciudad Habana, 1997.
  8. Martí, José: Obra completa. Tomos 8,
    19, 21, 6, 9. Editorial Ciencias
    Sociales. La Habana, 1975.
  9. La difusión masiva de la cultura. Consejo
    Nacional de la UNEAC 9 y 10 de junio de 2000.
  10. Núñez, Javier L: Las ciencias y sus
    leyes de desarrollo. En problemas
    sociales de la ciencia y la tecnología. GESOCYT. Ciudad de la Habana,
    1994.
  11. Núñez Hurtado, Carlos: Ética,
    cultura, identidad y
    desarrollo 1er Congreso Internacional Cultura y
    Desarrollo, 1999.

 

Autoras:

MsC. Nery Carrillo Alonso.

.

Lic. Tomasa Cruz Vigoa.

Lic. Amarilys de la C León
Paredes.

Trabajo Investigativo sobre la importancia de la
ética y la cultura para la universidad en este nuevo
milenio.

 

Partes: 1, 2
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