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El Autoritarismo – La Estabilidad de las Dictaduras (página 2)



Partes: 1, 2

I Tipo
de Régimen

Existe una gran diversidad de regímenes
autoritarios, por lo que la mejor forma de clasificarlos es,
siguiendo el esquema de Gandhi y Przeworski (2005), basarse en la
propia formación del régimen, en su estructura
primaria: monárquico, el militar y el civil. Como veremos,
este hecho marca
profundamente el devenir del régimen, marcando su evolución posterior.

Para cualquier régimen, sea cual fuera su
índole, es difícil mantener y extender su poder sin
contar con la cooperación de otros actores; esta necesidad
se incrementará en la medida que aumente la fuerza de la
oposición, multiplicándose tanto las concesiones
como la importancia de los partidos.

La necesidad de cooperación dependerá,
empero, de la existencia o no de instituciones
ya confeccionadas (Gandhi y Przeworski 2005: 8), situación
que variará según el tipo de régimen
autoritario:

  • Monarca: institución ya creada, la Familia
    Real / la Casa Real o la Corte.
  • Militar: también creada, las Fuerzas
    Armadas
  • Civil: se debe construir, como Lenin construyó
    el Partido Comunista

A partir de este esquema inicial, cada régimen
tenderá a institucionalizar un organismo de
decisión restringido donde tratar las cuestiones
más importantes y poder controlar más eficazmente a
la elite.

En la monarquía, se constituirá un Consejo
Real o bien se introducirán varios miembros de la familia real en
lugares clave con el fin de controlar las instituciones, como es
el caso del emirato de Qatar o el reino de Marruecos. En el caso
de un régimen militar, el mejor modo de garantizar el
apoyo de las Fuerzas Armadas –la base de su poder- es la
Junta de Gobierno. Por
último, en cuanto a la dictadura
civil, el órgano restringido de toma de
decisiones puede constituirse como consejo, junta o
politburó.

Gandhi y Przeworski (2005: 14) identifican estas
instituciones como la primera trinchera de los
regímenes autoritarios, unos organismos encargados de
neutralizar a la elite y encauzar las amenazas dentro de las
líneas y directrices del mismo sistema.

Geddens (1999) coincide en afirmar la importancia que
adquiere la constitución de los regímenes
autoritarios en monárquicos, militares o civiles no
sólo porque nos pueda ayudar a comprender mejor su
organización, sino porque su origen
determinará en gran medida su esperanza de
vida
.

En efecto, la longevidad de un régimen
autoritario varía en gran medida según el Estado
tratado; pero del estudio de todos ellos se desprende una
relación estrecha entre durabilidad de la dictadura y el
tipo de régimen constituido (Geddens 1999:
132):

"The average age of military regimes still in
existence in 1998 is 7 years; personalist regimes almost 19
years; and single-party regimes, 35 years (…). Survival rates
for different types of regime also differ markedly. Only about
11% of the military regimes that ahve existed since 1946 still
exists in 1998. The proportion of surviving personalist regimes
is not much higher (15%). In contrast, 50% of single-party
regimes continue to exist"

Los regímenes militares son los más
vulnerables a las fracturas internas que puedan producirse,
seguidos por los regímenes personalistas. El más
resistente, como hemos visto, es el de partido
único.

Geddens explica este fenómeno al considerar que
los regímenes personalistas suelen ser más
próximos a su base de poder –ya sea su familia,
clan, grupo
étnico u otro- que, al recompensar el apoyo prestado
mediante favores económicos, son más
vulnerables a la marcha de la economía.

El partido único, en cambio,
está menos influenciado por elementos endógenos. Se
trata de una institución más abierta, con una mayor
diversidad, donde las rivalidades internas o la oposición
externa encuentran mayores dificultades para
desestabilizar.

Constatamos también las diferencias entre los
distintos grupos en su
comportamiento
en la etapa post autoritaria. Geddens (1999: 136) expone la
"voluntad de unión" de los militares en el sentido que lo
último que desea un militar es enfrentarse a otros
militares en una guerra civil.
Por ello, cuando las diferencias en el seno del ejército
son evidentes, los militares suelen abandonar el poder y volver a
los cuarteles mediante la negociación.

La democracia es,
de hecho, una negociación continua. Por ello es
difícil que ésta emerja desde una
insurrección popular, rebelión o guerra civil. La
salida del poder de los militares ofrece, en cambio, una
oportunidad de negociación y acuerdo que puede ser
aprovechada para instaurar un sistema democrático. De
hecho, contando a partir de 1945 el 31% de las transiciones desde
regímenes militares se han convertido en democracias
estables y duraderas y el 43% en inestables, cortas o
excluyentes. En cambio tan sólo el 16% de las provenientes
de regímenes personalistas han devenido democracias
estables, mientras que el 49% se han convertido en nuevos
autoritarismos.

II Institucionalización del
Régimen

Una vez alcanzado el poder, el principal objetivo de
todo régimen –y por tanto también del
autoritario- es no perderlo, mantenerse en él. Por ello,
la principal reflexión que debe realizar es identificar
las amenazas que pudieran surgir y que sin duda deberá
afrontar. Siguiendo el esquema de Gandhi y Przeworski (2005: 2)
hay dos tipos de amenazas, la interna constituida por la elite y
la externa por la sociedad.

Identificadas las amenazas, el siguiente paso es
establecer los mecanismos para afrontarlas y evitar que se
conviertan en detonante de la desestabilización del
régimen y, tal vez, de su posterior
caída.

La creación de instituciones vinculadas
estrechamente al dictador para controlar la elite –amenaza
interna- y la institución de partidos que incorporen en el
sistema
político los posibles focos de oposición
–amenaza externa- constituyen junto a las legislaturas la
mejor forma de asegurar el poder político para los
regímenes autoritarios. Con esto se pretende aumentar el
apoyo al régimen expandiendo sus bases.

Para ello, las instituciones no deben mantenerse como
simples window dressing sino erigirse como fuente de
políticas y soluciones
(outcomes). Esto no es sinónimo de democracia, ya
que seguirá recayendo en las manos del dictador el decidir
qué grupos entran en el juego
político, controlando en todo momento el flujo de información. Es así como, tal y como
sostienen Gandhi y Przeworski (2005: 6), "la oposición
legalizada se convierte en oposición
domesticada".

En la misma línea se expresa Brownlee al
señalar que las elecciones no desestabilizan los
regímenes sino que los regímenes con pocas o
ninguna institución para gestionar los conflictos de
las elites desestabilizan las elecciones.

Gandhi y Przeworski (2005: 17) afirman que lo más
relevante para la persistencia de un régimen autoritario
es la institucionalización de un partido. Si la
organización del rule se hace en el
óptimo, no será relevante la durabilidad entre si
se opta por no establecer un partido o crear múltiples
partidos, sino que ésta tan sólo aumentará
significativamente con la institución de un
partido.

Una buena decisión para un régimen
autoritario será, pues, la creación de "partidos
decisorios" que busquen la penetración en la sociedad de
sus idearios (Gandhi y Przeworski 2005: 5). De esta manera la
elite emergente encuentra un entorno estable donde desarrollar su
carrera política, al mismo tiempo que se
refuerza la legitimación del régimen y se da la
oportunidad a determinados grupos de hacer demandas al
gobierno.

En la misma línea se expresa Brownlee (2004: 6) ,
que centra su estudio en el cambio al comprobar que las
elecciones periódicas en un Estado
totalitario no desestabilizan los regímenes sino que
incluso los refuerza ya que "la existencia de partidos favorece
la cohesión de la elite, el control electoral
y la durabilidad política".

El partido se erige pues como la institución
donde los individuos buscan un lugar para ejercer su influencia
política y/o incluso disfrutar de ventajas
económicas. Él es el encargado de satisfacer las
demandas individuales, pero al mismo tiempo también de
solventar los conflictos que se produzcan entre
fracciones.

En este sentido, un gobierno autoritario puede obtar por
dos estructuras
diferentes. Por un lado, crear o mantener un partido responsable
de lidiar entre los conflictos que puedan emerger entre las
diferentes partes. Se trata de evitar la oposición de la
elite al gobierno para evitar un cambio de régimen. Por
otro lado, el régimen puede decidir centralizar el poder y
no crear ninguna institución de este tipo. En este caso,
las diferencias entre sus miembros no encuentran ningún
canal a través del cual se puedan manifestar y solventar
dentro de las estructuras previstas por el mismo régimen.
Esta situación propicia la crispación dentro de la
elite dirigente que puede convertirse en una oposición
seria hacia el gobierno de aquellos que se han visto excluidos
por éste del centro del poder. No en vano tanto en
Egipto como en
Malasia el partido del gobierno ha sobrevivido a media docena de
elecciones parlamentarias con una "supermayoría" de
más de dos tercios mediando los conflictos internos;
mientras que la cohesión de la elite y el poder
institucional del país se desvaneció en Irán
y Filipinas

Institucionalizar significa canalizar el descontento que
podría ser foco de oposición,
neutralizándola antes que aparezca (Gandhi y Przeworski
(2005: 3). Como la imposición por la fuerza es costosa y
no siempre efectiva, el dictador buscará la
cooperación para seguir en el poder; y para conseguirla
deberá y hará concesiones en un foro de
discusión
que puede adoptar diferentes denominaciones
y formas. En este contexto podemos afirmar que las decisiones
finalmente tomadas pueden no corresponderse con las preferencias
del dictador.

Así actuó Stroessner en Paraguay cuando,
superada la implantación y consolidación del
régimen, "a partir de la tercera etapa" empezó "la
hegemonía stronista", una pluralidad de partidos que le
permitió "controlar de una manera menos violenta a la
oposición a través de la educación formal,
de los medios de
comunicación (…) [consiguiendo] domesticar la
mayoría de la población. Ante esta situación
sólo encontrará oposición entre los que han
quedado fuera de este « juego democrático »:
algunos sectores de la iglesia, los
estudiantes y el campesinado" (Vilà 1999).

Podemos ver la supremacía del general en las
continuas elecciones que se desarrollaron en el país,
resultados similares a los producidos en otros regímenes
autoritarios similares, como el de Egipto y Malasia, estudiado
por Brownlee (2004).

Supermayoría en
Paraguay

Gandhi y Przeworski (2005: 9) identifican
una serie de variables que
explican la durabilidad de un régimen autoritario como,
por ejemplo, el número de partidos heredados cuando se
cambió de régimen, siendo más elevada su
durabilidad cuantos menos partidos existieran (INHERIT);
mayor estabilidad cuantos menos cambios en el gobierno haya
habido (ACCHEAD); o menor durabilidad cuantas más
democracias haya en el mundo, ya que aumentará el
aislamiento del régimen autoritario, se reforzará
la oposición, disminuirá el "dictator’s
enthusiasm to repress" y, por tanto, deberán aumentar las
concesiones (ODWP: Other Democracies in the
World
).

Es así como se constituye la segunda
trinchera
(Gandhi y Przeworski (2005: 18) que, como hemos
visto, se basa en dos premisas:

  • Legislatura: encapsula a la
    oposición
  • Partido decisorio (incluso la permisión de
    varios): moviliza a los partidarios

Conclusión

Los regímenes autoritarios, sean de origen
monárquico, militar o civil, parten de unas posiciones
diferentes que les afectará a la hora de organizarse y del
cual dependerá en gran medida la amplitud de su
permanencia temporal: los dos primeros cuentan con instituciones
ya existentes –Casa Real / Cortes y Fuerzas Armadas-
mientras que el último debe crear el partido de apoyo al
régimen.

Muchos de ellos han introducido variables
democráticas que disimulan el autoritarismo mediante la
permisión de partidos
políticos y la celebración de elecciones
periódicas que, no obstante, no han erosionado de forma
significativa los gobiernos autocráticos sino que, de
acuerdo con la tesis de
Brownlee (2004), más bien los ha reforzado.

En cualquier caso, en un primer momento todos ellos
tenderán a instituir un órgano restringido donde se
tomen las principales decisiones para poder controlarlo mejor, lo
que Gandhi y Przeworski (2005) denomina la primera
trinchera
. Ésta puede tomar la forma de Junta,
Consejo, Politburó o Corte según el tipo de
régimen que se trate.

Una vez conseguido el control político del Estado
y controlado su máxima esfera de toma de decisiones, el
régimen debe pensar en su mantenimiento
del poder. Cabe prever por tanto las posibles amenazas e
implementar los mecanismos necesarios para afrontarlas y, en la
medida de lo posible, prevenirlas.

La creación de un partido decisorio se constituye
como la mejor opción que permite encauzar las amenazas y
tensiones de la elite dentro del mismo régimen. Así
se moviliza a los partidarios del régimen que, junto con
la legislatura,
logra encapsular a la oposición, constituyendo la
segunda trinchera
de Gandhi y Przeworski.

Del estudio que Brownlee (2004) ha realizado de la
experiencia política de cuatro países
–Egipto, Malasia, Irán y Filipinas- constatamos la
eficacia que
para la perpetuación del régimen en el poder
adquiere la institucionalización de partidos "decisorios"
que resuelvan y gestionen los enfrentamientos dentro de la
elite.

En estos casos, tanto en los que se perpetúa el
gobierno autocrático –Egipto y Malasia- como en los
que se da un cambio en el gobierno –Irán y
Filipinas- no se explica por qué no se ha dado un paso
hacia la democratización del país. En el caso de
Irán, los conservadores han vuelvo a controlar las
instituciones del país tras el paréntesis
"reformista" anterior. Como afirma Gedder (1999), no hay
transición si no se produce antes división en el
régimen lui-même.

Un dato importante es el aportado por Barbara Geddes
(1999: 117) que recoge los estudios de Przeworski sobre la
democracia y el desarrollo
económico, donde una vez iniciada la transición
democrática, ésta sobrevivirá si se mantiene
un cierto desarrollo
económico, con el que puede llegar al 100% en
economías fuertes. Pero, tal y como afirma la propia
autora, no todos los países siguen este modelo. De
hecho, Geddes constata que los malos resultados económicos
no hacen caer tan sólo a los regímenes
autoritarios, sino también a los
líderes de la democracia y, en el sentido inverso, un
fuerte crecimiento
económico no se da tan sólo en las democracias,
sino también en los regímenes autoritarios, como es
el caso de la República Popular de China.

En mi opinión, además de la visión
estratégica y económica de estos autores,
deberíamos añadir una dimensión mucho menos
tangible, más abstracta, como es la legitimidad con la que
actúan este tipo de gobiernos, el porqué han
llegado al poder. Con esto no quiero justificar su existencia
sino indagar en el componente ideológico que pudiera
contener para llegar al poder y mantenerse.

El caso paradigmático es Corea del Norte, un
régimen represivo de corte estaliniano encabezado por Kim
Jong Il, hijo del anterior presidente, Kim Il Sung. La ideología, en este caso, es tan fuerte que
-unido a la represión interna y al control de los medios de
comunicación- ha conseguido sobrevivir hasta nuestros
días a pesar la caída del bloque comunista, su
aislamiento internacional, la crisis
económica y las constantes presiones externas de
apertura.

La ideología sirve, en última instancia,
para cohesionar la elite entorno al líder
en aras del bien nacional; por lo que se erige como un elemento
de unión nada despreciable.

Bibliografía

Brownlee, Jason, "Ruling Parties and Durable
Authoritarianism", Center On Democracy, Development, and The
Rule of Law Working Papers
, número 23, pp. 1-34,
2004

Fundación CIDOB, Kim Jong Il, Biografías de
líderes políticos, 2001, www.cidob.org

Gandhi, Jennifer; Przeworski, Adam, "Dictatorial
Institutions and the Survival of Dictators", (manuscrito no
publicado), pp. 1-27, 2005

Geddes, Barbara, "What do we know about Democratization
after Twenty Years?", Annual Review of Political Science,
número 2, pp. 115-144, 1999

Vilà, A. La dicatdura de Stroessner
(1954-1989), 1999, http://victorian.fortunecity.com/russell/634/reportajes/r7/

 

Biografía del Autor

Ciudad de nacimiento: Vinaròs (Castelló)
España

Ciudad de residencia: Barcelona

Jaume Tardy Martorell es Técnico en Programas
Europeos del Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet, en el
área metropolitana de Barcelona (España).
Licenciado en Ciencias
Políticas y de la
Administración con la especialización en
Relaciones
Internacionales por la Universidad
Autónoma de Barcelona (UAB), cursó el último
año de la carrera en el Institut d’Études
Politiques de Paris, con el itinerario de Organizaciones
Internacionales.

Diplomado en el postrado en Cooperación para el
Desarrollo por la Fundación CIDOB, ha colaborado en esta
institución en el desarrollo del Anuari CIDOB de
Relacions Internacionals
de 2003 en materia de
subsidios comunitarios a países de la cuenca
mediterránea; y ha ha trabajado seis meses como
técnico cooperante en Marruecos en el Plan Piloto para
la Mejora de las Condiciones de Vida de los Niños
de la Calles de Tetuán.

En el 2005 fue becario de la Escuela de
Administración
Pública de Cataluña para trabajar en las
funciones
propias de la institución, en el departamento de Investigación y Publicaciones.

Actualmente cursa los estudios de doctorado en Ciencia
Política "Procesos
políticos en Europa del Este y
CEI (antigua URSS)" en la Universidad Nacional de Educación a
Distancia de Madrid, y ha
participado como observador electoral internacional de la
Organización para la Cooperación y Seguridad en
Europa (OSCE) en las elecciones parlamentarias de Armenia que se
celebraron el 12 de mayo de 2007.

 

Jaume Tardy Martorell

Barcelona, España, 30 de noviembre de
2006

Partes: 1, 2
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