No existe nada más frustrante en toda la medicina y en
toda la regulación de la comida que el tratamiento del
sobrepeso -si no se tiene en cuenta que sus hermanastras, la
anorexia y la
bulimia, son
igualmente tercas en su entendimiento y peores en su
resolución.
Para concebir estas condiciones y para emprender la ruta
tortuosa de sus curas, es preciso conocer no solo los aspectos
dinámicos de sus cuadros clínicos, sino que
asimismo es indispensable analizar intensamente al paciente que
las presenta.
Couch potato…
Pero existe una triste realidad que a todos nos
afecta.
Esta realidad consiste en el auspicio maligno que
gravita y proyecta su sombra negra en el campo de la
reducción de peso, y que consiste en el hecho
incontrovertible de que nadie ha diseñado una dieta basada
en hechos indisputables y científicos. Una dieta que
remueva el desenlace evasivo que representa el logro de una
pérdida de peso permanente y sin sacrificios.
Esa dieta, si existiera, hubiera eliminado la obesidad. Y
como esta dieta no existe, lo que nos queda es que el flagelo que
la gordura representa para la salud humana se ha
convertido en epidemia progresiva.
Veamos por qué:
No es posible, siempre he mantenido, que un sistema de
tratamiento que se estructure basado en el ofrecimiento de un
plan universal
y uniforme para aplicarlo a todos quienes sean que lo
usen, pueda ayudar a la mayoría. La razón para esto
sigue siendo simple. No es igual la dieta de un niño, de
una adolescente, de personas jóvenes, viejas, de mujeres
embarazadas, de un fumador, de un bebedor o la de un
diabético -para destacar algunos ejemplos.
Si aceptamos como lógico lo que por encima hemos
enunciado, entonces entenderemos por qué los muchos
sistemas
dietéticos que hoy se utilizan están (todos,
sin excepción) destinados a fracasar y a crear mayores
problemas de
los que programan resolver.
Y, como si esto no fuera suficiente, y para complicarlo
más, cuando se habla del tratamiento de las enfermedades del comer:
muchos aconsejan y pocos saben… Así
que terminamos enrolándonos en programas para
reducir de poca fiabilidad demostrada. Programas que, a pesar de
ofrecer poco, son ilógicos y costosos. Ilógicos
porque se basan en el padecer el hambre, que es contranatural; y
costosos porque nos obligan a hacer uso de "comidas" preparadas,
que son caras, y cuyos componentes a menudo no existen en la
Naturaleza
para el consumo de
nuestro género
humano.
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