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Adicciones y psicosomática en los tiempos de la conquista de América (página 2)




Enviado por jose cukier



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El
problema de la escritura.

De este texto, parece
inferirse que leer es sólo leer las letras escritas,o que
la letra es sólo letra escrita en el papel. Pero,
¿no leemos a veces el rostro del otro y de los rasgos
inferimos un nombre?; o ¿no leemos dibujos?;
¿o jeroglíficos?

Para el nativo, que no sabe qué son las letras,
leer debía tener otro significado.

Derivar un nombre de unos rasgos, es leer, porque deriva
de lo que se ve (no hay consideraciones estéticas ni
afectivas).

Repasaré algunos conceptos acerca de lectoescritura.

Freud decía en 1930 en "El malestar en la
Cultura":
"[…] la escritura es el lenguaje
del ausente". Esta ausencia en un comienzo, es temporaria.
Posteriormente, la complejización del psiquismo produce
ausencias más radicales; y ésta es saldada por la
escritura.

La escritura consistió en una progresiva
apropiación de la palabra oída. Los ideogramas
significan lo que representan; los fonogramas con valor sonoro;
las sílabas, la fonetización, todos ellos ponen de
manifiesto el esfuerzo cada vez más sofisticado para
expresar frases y nombres.

Seguramente hay una vinculación entre técnicas
de escritura más refinadas, conquistas de lógicas
más complejas que sostienen un andamiaje formal, que dan
apoyatura a otras organizaciones
sociales. Las nuevas organizaciones de poder se unen
no sólo por caminos o las armas. La
escritura es el medio cohesionante esencial. Acá quisiera
hacer una articulación entre lógicas de pensamiento,
escritura y organización social que tiene que ver con
el texto.

Aunque más adelante volveré sobre el tema
de los tipos de pensamiento, diría que los Incas estaban
en un nivel fundado por la lógica
entre totémica y mítica. En esta
lógica totémica, son suficientes los
pictogramas.

Estos son dibujos que representan de manera condensada
frases. En una complejización mayor se conquistan los
números; y en este proceso se da
lugar al pensar mítico, más complejo.

Este tiene el héroe que pasará a mito y cuyo
nombre debe escri-birse logográficamente. El objeto en vez
de ser representado, es sustituído por la escritura del
nombre.

La escritura de ideogramas sigue criterios
estéticos y evidencia unaunidad entre el arte y la
razón; la pintura y la
caligrafía.

La escritura alfabética, en cambio, ofrece
la posibilidad de expresión más abstracta y
racional.

Asistimos a la transformación de los pensamientos
en religioso y científico (que es el de los
españoles de la narración).

Intentaré articular los pensamientos
totémico y mítico en la evo-lución de la
humanidad, y la evolución infantil de las hipótesis de escritura.

E. Ferreiro y Ana Teberosky, (1979), sostienen que en
ambos casos se superaron obstáculos cognitivos similares,
que permitieron los respectivos desarrollos (más adelante
veremos el problema de los iniciadores). En un principio en el
niño, dibujo y
escritura no se diferencian. Las letras coinciden con el rasgo
del objeto.

Luego se diferencia, y las letras son letras que
posteriormente representan nombres. Esto es, primero las "letras
dicen que son letras"; y luego dicen "algo diferente de ellas
mismas", y ese algo diferente se vincula con una imagen de un
objeto y le da el nombre a éste. Las letras pasan a
representar la propiedad
nuclear de los objetos, el nombre. Luego la escritura supone
otros requisitos; por ejemplo, un signo para cada objeto o
imagen, con límites
superior e inferior.

La escritura,obviamente surge como un efecto de la lectura.
Esta implica remitir un complejo percibido a un conjunto de
re-presentaciones palabra. Leer, es descomponer, analizar y
distinguir entre aquello que se expresa en palabras y aquello que
no puede serlo. El Yo se esfuerza por descomponer el complejo
sensible, y los elementos descompuestos son remitidos a distintas
entidades intrapsíquicas. Cuando el pensar es
reproductivo, se compara lo percibido con las huellas
mnémicas de objetos. Lo escencial para el Yo es reconocer
que el objeto actual es el mismo que el de la
representación. Cuando el pensar es judicativo, se compara
lo percibido con huellas mnémicas y percepciones del
propio cuerpo, y lo escencial para el Yo es
comprender.

Cuando fracasaron estos procesos, y
esto es tanto mayor cuanto más sofisticada la
diferenciación psíquica, surge la
palabra.

La palabra cubre la diferencia entre la percepción
y lo dado, dota de significado a los fragmentos constantes y
permanentes (los rasgos). Cuando a los rasgos del otro, se les
adscribe un nombre, estamos ante la lectura. Y
para ello, el Yo debe tener inscripción de palabra y haber
generado rasgos.

El rasgo se constituye cuando a ciertos fragmentos
inscriptos y a la complejización de éstos se les
articula un nombre, y con ello se diferencia familiar y
extraño (heimlich y unheimlich). Aparece lo
Siniestro.

En este momento leer, es remitir los rasgos a nombres,
con el agregado de atributos, funciones, y
expresado en palabras. Leer, es lectura con la presencia
del objeto, no hay texto sustituto.

Tal el caso de los aborígenes de la
narración que nos ocupa.

El paso evolutivo siguiente, consiste en leer las
huellas del objeto. Es la lectura en ausencia, y ya la
pérdida deja su marca. Se logran
nuevos ensambles psíquicos, la representación cosa
ya no solo se une a la palabra, sino que aparece el pensar que
enlaza palabras con un proceso creciente de complejización
psíquica. Tal el caso de los conquistadores que
envían la carta
.

Los aborígenes de la narración,
estarían en un pensamiento entre lo totémico y
mítico en donde se van intrincando dibujo y escritura,
pero escritura no con letras como las entiende el español,
sino letras equivalentes a los rasgos visuales del objeto
graficado. Si la carta del
español no tiene dibujo de melón, no puede decir
melón. Los objetos tienen existencia en tanto son
percibidos, no hay marca para significar ausencia.

Antes de entrar plenamente, a la consideración
del texto, quisiera hacer otra reflexión. Los estudios
acerca del número, que hiciera Emilia Ferreiro, son
pertinentes para comprender la anécdota (diez melones, dos
aborígenes…). Nos dice esta autora, que en un comienzo,
para el niño, letras son números (no a la inversa).
Esto significa que una grafía puede ser letra. La "C", se
puede leer si se combina por ejemplo -"CAMA"-

Pero la grafía "4" sola, vale por si misma, sirve
para contar.

La agrupación de letras remite a rasgos del
objeto y a la posibilidad de la identificación. Al
número, este proceso le está prohibido (dos
aborígenes sin nombre en la narración, los nativos
son sólo cantidad).

Las transformaciones de la escritura, devienen de
conquistas lógicas del Yo, cada vez más complejas.
Las investiduras tanto de objeto como narcisistas, van
plasmándose en conquistas psíquicas y culturales,
lo escrito conserva la atención hacia una producción permanente. Tiene valor
identificatorio, y se puede transmitir a otros (la carta del
español).

La diferenciación y complejización
anímica dejan restos de los estadíos anteriores,
que tratan de ser reestablecidos.

El pensamiento mágico totémico, y su
palabra, es superado en el pensamiento mítico. La palabra
hablada no alcanza para expresar la sofisticación de
pensamientos derivados de procesos pulsionales. Y es la palabra
escrita la encargada.

Pero en la escritura (propia del pensamiento religioso
-en nuestro caso el español-) recurre la aparición
de la magia, expresada en la carta crítpica (para el
aborigen). Este anhelo de algo presuntamente vivenciado, es el
fundamento que proyectado al futuro, mantiene los interrogantes
vivos.

"[…] De la diferencia entre el placer de
satisfacción y el exi-gido surge el factor impulsor […]
como dijo el poeta 'Tiende indomado, siempre hacia adelante'
(Fausto I) […] no queda otro remedio sino avanzar […]",
Freud,
(1920g).

El problema del iniciador

¿Serían los españoles los
iniciadores esperados, como producto de la
complejización anímica necesaria del Inca?
¿Un fenómeno necesario y no contingente?
¿Traumático? -aunque no deba serlo necesariamente-.
¿La plasmación social de un proceso evolutivo de
psiquismo? ¿El encuentro en el exterior, -ahí la
desgracia- de un corruptor y no el maestro esperado?

Freud mencionó fragmentariamente el concepto de
iniciador, (1905e 1908e, 1910c, 1918a, 1928b,).

Cada tipo de pensamiento más complejo, no
disuelve el anterior, sino que entra en relaciones, lo incluye de
diferente manera. En general puede comprobarse lo siguiente: el
último tipo de pensar y el primero siguiente tienen como
destino la destrucción. En la historia de Moisés,
se relata la aniquilación del becerro y de las primeras
Tablas de la Ley;
además se condensan pensamiento totémico (el
becerro), mítico (Moisés como héroe y
líder)
y religioso (Las Tablas). La ausencia de Moisés
determinó la regresión desde la
organización mítica a la totémica, y la
vuelta desde el Sinaí impuso un paso a la
producción de un ideal religioso. La destrucción de
la última forma de un ideal y la primera del siguiente,
parece una necesidad inherente al devenir psíquico y
acompañado de violencia.

La complejización creciente de los ideales, es
una expresión de que la pulsión tiene una exigencia
constante. El aparato mental necesita dar cabida a una realidad
traumática; es imposible consumar totalmente un deseo, no
hay vivencia que permita acceder a la felicidad absoluta. Este
anhelo es colocado en el futuro.

Con la complejización de los ideales, se generan
intrapsíquica-mente, funciones que se relacionan con un
iniciador.

Este es un operador que conduce al Yo, de un tipo de
confi-guración simple a otra más
elaborada.

Anterior al vínculo interpersonal, se presenta
como relación del Yo con las representaciones y solo
luego, por proyección, busca plasmarse en el mundo. Es
recibido de alguien en verdad esperado y que es traumatizante
respecto del Yo.

Las representaciones del iniciador son preconcientes. Es
una transacción entre los deseos edípicos y
narcisistas por un lado;y la imposición cultural de
inscribirse en ámbitos extrafamiliares, amorosos y
culturales diferentes, por el otro. Existen iniciadores
laborales, del lenguaje
comprensivo, de la sensualidad (masturbación, secretos del
sexo o la
actividad erótica), iniciadores de la actividad sexual,
intelectuales.

Debemos tomar en cuenta que en el pensamiento
totémico, la desmentida es la regla (recordemos que es
sencillo acceder al ideal, saldando la diferencia entre el Yo y
el ideal con algún acto de magia), y en el pensamiento
mítico, aunque posible, es más difícil. En
el caso de nuestro relato, se ve el predominio de la desmentida y
la desestimación.

El Conquistador blanco, esperado, es tomado como ideal
(desmen-tida mediante). No puede ser reconocido como un
extranjero invasor, como sucedió por ejemplo con los mayas y los
aztecas, (Inca
Titu Cussi Yupanqui, Martín Pardo -1570-, Luis Millones
-1985-, Victoria de la Jara, Iaccovlev, Larco Hoyle, BurnsGlynn
-1981-).

Con el predominio de la desmentida, el proceso de
iniciación queda interferido. En lugar del iniciador
esperado, puede ponerse un salvador; y a veces el salvador puede
sustituirse por un corruptor social (como sucedió en el
caso que estudiamos).

En el pensamiento totémico, aún no se
diferencia entre animal y humano (los españoles se
referían al nativo como "bestia") y la falta de escritura
los colocaba en el lugar de "bárbaros de se-gundo grado",
según la expresión de Santo Tomás de
Aquino.

La lógica necesaria, para que el pensamiento
mítico supere al totémico es aquella en que
el trabajo
empieza a diferenciarse del juego y
corresponde al de las operaciones
concretas, Piaget, 1942.
Ciertamente que en los ideales, se advierte la eficacia de la
marca cultural y de las condiciones dominantes. Pero para que
esto tenga eficacia, requiere de la disposición
psíquica previa, que genera los ideales esperados en la
exterioridad.

El contenido del discurso
ideologizante, es eficaz intrapsíqui-camente si se entrama
con las metas y los objetivos
pulsionales. El valor social pasa a ser expresión, en el
interior del Superyó, de la transacción entre la
pulsión y la autoridad
parental.

En el pasaje de un pensamiento a otro, suelen
transcurrir situaciones de injusticia y
explotación.

Quién es portador de la letra y con la cual marca
al iniciado; ostenta orgullosamente el poder, sin advertir que
él también quedaría marcado. Y esa marca
finalmente retorna.

Las contradicciones

En la narración que analizamos, los dos nativos
son objeto de contradicciones por parte del español. Pero
antes de estudiarlas en el texto, quiero referirme a las mismas;
en particular las contradicciones lógicas,
pragmáticas y orgánicas. Intentaré
inferirlas a partir de los afectos que se observan en el
aborigen, como defensa, ante los efectos sobre su
preconciente.

Nos dice el texto: "El capataz español advierte
que no coman […]. El otro temeroso […] pone la carta
detrás del paredón". Se nota un discurso
persecutorio, paranoico ligado a la vergüenza y a la
humillación, con fijación a un goce anal primario.
Otro fragmento dice luego que descubrieron la falta de los
melones: "Al ver que el amo les dijo lo que habían hecho a
escondidas no supieron contradecirlo y salieron diciendo que con
mucha razón llamaban a los españoles con el nombre
de Viracochas […] pues alcanzaban grandes
secretos…"

Discurso con deseos cognitivos ligado a un goce oral
primario con afectos del temor y pánico.
(Me permitiré hacer una breve construcción: Imaginar que el aborigen
cuando fue enviado podría sentirse humillado, avergonzado
-sentimientos de la analidad primaria- y cuando descubrieron la
"magia" de la carta que denunciaba sus actos, se sintieron
aterrorizados-afectos de la oralidad primaria-).

"Comido el primer melón […] comieron el segundo
melón".

Está ligado al universo de las
adicciones, porque no puede substraerse a la
tentación de comer el segundo melón.

Hay un argumento que se refiere al goce creciente de
comer el melón, y una amenaza de depresión
si no lo come.

A su vez, el deseo de goce, está reforzado por la
amenaza del amo si lo come, con lo cual se estimula la
tentación.

Hay refuerzo de la contradicción porque no puede
ni fugar, ni dejar de entregar la carta (por sumisión al
amo). El mandato tiene eficacia intrapsíquica.

La contradicción orgánica implica
oposición entre pulsión sexual (ganas de comer), y
pulsión de autoconservación, D. Maldavsky, (1988).
No discrimina si lo que le gusta es lo que le conviene. Esta
contradicción es propia de las adicciones y las
enfermedades psicosomáticas con la siguiente
diferenciación: el adicto reune la contradicción
orgánica más la lógica, y el
psicosomático la orgánica más la
pragmática.

Y finalmente para agregar algo más al problema de
la adicción y el padecimiento psicosomático,
señalaré las características de las
fantasías primordiales.

La seducción es presentada como ser objeto
de un deseo especulativo despertado en otro (el español
que obtiene provecho); la escena primordial es sufrir la
estimulación gozosa de otro (en nuestro caso, comer el
melón; formulado por su opuesto); y la castración
como ser despojado de algo. Los aborígenes fueron
despojados de su secreto, los melones comidos.

La contradicción pragmática ha sido
descrita en términos de vínculos interpersonales
como mandato paradojal. Hay dos órdenes contradictorias,
ambas presentes; una a veces bajo la forma de un supuesto o de
una orden recordada anterior, o de una orden general común
a toda una sociedad y la
otra orden como específica. Se agrega además, una
prohibición de alejarse del campo y de comentar la
contradicción.

La contradicción estriba en una
prohibición de comer el melón, dicho de palabra y
sin acto prohibitivo; y un supuesto de permiso de comer bajo la
forma de tentación y exponiendo los melones al deseo. A la
vez debe cumplir lo encomendado; no hay posibilidad de fuga.
Cuando el aborigen cede a la tentación y come el primer
melón, intenta rectificar, pero desde su
lógica numérica.

Esta es diferente a la del blanco. Para el nativo, no
falta nada en tanto sea de a pares. "Comido el primer
melón decidieron que era mejor emparejar las cargas y para
ocultar su delito comieron
un segundo melón".

Desde la lógica de los pares, no puede comprender
como el blanco nota la falta.

La contradicción pragmática es propia de
la paranoia. Y al surgir la contradicción el Yo se
escinde, facilitado por un psiquismo de nivel totémico con
predominio de la desmentida.

El Yo real definitivo del aborigen, al no poder
transformar lo sufrido pasivamente en activo, sufre un estado de
indefensión.

El efecto deriva en una regresión a la
analidad primaria; con predominio motriz (el
desplazamiento desde los Reyes al en-comendero) y de la
mirada (proyectivamente ubicada en la carta que ponen
detrás del paredón) con afectos de la gama de la
humillación. Se observa asimismo la regresión
oral secundaria con los reproches que formula el
encomendero y la sanción por el incumplimiento,
consistente en el sufrimiento de quién depositó la
confianza. En nuestro caso el capataz que confió y fue
defraudado en su anhelo.

La contradicción lógica se presenta
como la oposición entre una afirmación
específica y otra más amplia. Ambos términos
están presentes, es posible el contraste, pero una
afirmación es genérica y la otra aparece bajo la
forma de una presunta percepción; percepción ligada
a un juicio de existencia que profiere el Yo de realidad
definitivo.

En algunos casos existe coincidencia marcada entre las
relaciones interindividuales y la organización
psíquica; en otros casos no. Importa la tramitación
psíquica de cada cual.

Cuando un Yo, es tomado como auxiliar para sostener la
condición de ideal del otro (en nuestro caso el nativo es
usado por el español para sostener su
idealización), está particularmente indefenso. El
efecto, no es necesariamente inmediato, sino a posteriori, cuando
el Yo se va organizando con mayor complejidad. Las órdenes
inscriptas como huellas mnémicas, son incompatibles entre
sí; y esto hace imposible al Yo el cuestionamiento o la
fuga. La paradoja se hace eficaz a medida que el preconciente se
organiza.

En el fragmento de Garcilaso, puede observarse la
contradicción lógica entre dos registros
perceptuales. El registro
auditivo en que le dicen al nativo (que la carta dice) que
"fueron diez melones y habían comido dos" (en verdad
deducción lógica del
español), y el registro visual (en que las letras
no son reconocidas). Registro visual que contradice la palabra
del amo. Desde la lógica del nativo, la explicación
pasa por la magia que atribuye al español. Magia de su
pensamiento primitivo, anhelada y proyectada como esperanza en el
pensamiento ajeno. La contradicción hiere a un Yo, que por
su estadío es escindido, y refuerza la desmentida. La
escisión, conspira contra la posibilidad de desarrollo
hacia nuevas lógicas, que la cultura española le
puede brindar.

El Yo, escindido, se conecta con la realidad a
través del Yo oficial, pero el Yo placer, se conecta con
el ideal mágico. Y de ésta manera, no hay aprendizaje
porque no hay vivencia. Solo hay seudoaprendizaje,
repetición, memorización
(¿seudoevangelización?). Los nuevos conceptos, las
nuevas lógicas no son asimiladas al Yo. Solo son un
barniz. El Yo escindido queda con su nivel profundo unido al
pensamiento mágico, y su nivel oficial al pensamiento
religioso o científico.

Otro modo de resolver la contradicción es con la
sublimación.

La contradicción del consenso, en lugar de
producir una pérdida de la realidad, impulsa un
cuestionamiento que se resuelve pasando a un nivel superior y en
la creación de un producto, por ejemplo literario, como es
el caso del Inca Garcilaso.

Y este pasaje permite una profundización en los
orígenes, en que final y comienzo se puedan reunir. El Yo,
más organizado, puede regresar hacia estructuras
psíquicas y familiares que constituyen la
contradicción, y de ahí emerger en una nueva
lógica. La sublimación, trasciende la necesidad de
transformar el trauma de pasivo en activo. La perturbación
es mutada y la transgresión aceptada por el Yo y la
cultura. El Yo ha logrado conciliar a sus tres amos, tal el caso
de los adelantados a su tiempo, como
el poeta.

Los
tipos de pensamiento

Sintéticamente voy a describir el pensamiento
totémico, el mítico y el religioso, porque importan
al análisis que nos ocupa. La
representación-grupo que
tiene cada individuo
varía según el tipo de ideal del Yo de cada cual,
tanto en su forma como en su contenido.

Freud sostuvo que sobre la representación-grupo
recae la pulsión social. Esta, es una mezcla de libido
homosexual de meta inhibida y pulsión de
autoconservación, y la primera se apoya en la segunda.
Esta pulsión social inviste grupos
pequeños como los vínculos amistosos, luego a la
comunidad,
hasta convertirse en amor universal
hacia la humanidad. Freud da por supuesta la existencia de
representaciones grupo con un grado creciente de abarcatividad y
complejidad.

El ideal del Yo da cuenta del origen de grupo, de
aquello que los hermana y los identifica. Garantiza el destino
exitoso de dicho grupo, la unión entre sus integrantes,
ofrece amparo y sentido
a la vida individual.

Los juicios valorativos derivan de dos funciones del
Superyó, la autobservación y la conciencia
moral y se
constituye como conse-cuencia de la labor de una función,
la formación de ideales. Para que ocurra este proceso es
necesario que sobrevenga en lo psíquico un aumento de la
diferenciación que deriva, en gran medida, de la
inclusión en el Yo de nuevas categorías
lógicas preconcientes. Estas pueden transformar en
contradictorias dos afirmaciones que anteriormente no lo
parecían, pueden volver eficaces algunas contradicciones
apenas insinuadas, de modo tal que lo anteriormente
armónico se torna divergente.

Freud, (1910c), sostuvo que la inteligencia,
la pulsión intelectual, según la llamaba a veces,
queda fortalecida como consecuencia del desarrollo
psíquico. Ello parece derivar de la conquista de nuevas
lógicas que permiten articular los procesos de
pensamiento en el preconsciente. Freud, (1918b),
distinguió dos orígenes para el pensar: uno,
inconciente, es inherente a la especie, y el otro, preconciente,
corresponde a una conquista cultural de la humanidad, y es
alcanzado por cada Yo mediante el aprendizaje.
En esta oportunidad, dado que nos referimos a procesos
psíquicos acontecidos luego de concluido el tiempo
primordial, edípico, nos centraremos en la
consideración de este último tipo de lógica.
Cabe distinguir, sin embargo, algo en común a todos estos
procesos de complejización psíquica: cada nuevo
pensar surge en los intersticios lógicos del pensar
previo. Ello, es debido a las imposibilidades internas con las
que éste se complica, y el nuevo pensar, es estimulado por
la necesidad psíquica de expresión de los procesos
pulsionales con un mayor grado de refinamiento. El pensar, a su
vez, queda degradado a la categoría de un mero
representar.

¿De qué manera se introduce el pensar
cultural en el Yo?

Consideramos que el mismo se introduce como un
imperativo categórico, esto es, bajo la forma de un orden
constituyente del Superyó, Freud, (1923b), orden cuyas
razones no son explicitadas porque el Yo aún no las
entiende. El imperativo categórico es el tipo de estructura de
la frase contenida en el Superyó. Luego, cuando el Yo
logra conquistar la intelección de las razones por las
cuales la frase fue dicha, el pensar correspondiente pasa a
estructurar el preconciente. En principio los imperativos
categóricos suelen provenir de padres o equivalentes.
Luego son atribuidos a figuras cada vez más distantes, que
van desde los educadores hasta los autores con quienes el
contacto se reduce a lo escrito, a la palabra ausente. De manera
tal que estudiar los tipos de pensar con que opera el
preconciente (por la in-troducción de nuevas
lógicas, conquistadas mediante el apren-dizaje) no difiere
excesivamente del análisis de la constitución de los tipos de
Superyó.

Desde el más primitivo, derivado de la
desinvestidura pulsional correspondiente a la declinación
del complejo de Edipo, hasta el punto final a veces no realizado,
en que los valores e
ideales son meras abstracciones, imposibles de alcanzar en una
vivencia inmediata.

Podemos discriminar diferentes tipos de Superyó,
lógicamente sucesivos; Totémico, Mítico,
Religioso, de las Cosmovisiones y Científico-ético.
De allí derivan tipos distintos de preconsciente, que
incluyen un modo particular de representaciones-grupo exteriores.
Estos tipos de Superyó son lógicamente sucesivos, y
existe un requisito interno en la secuencia, para que aparezca
uno, el mítico, por ejemplo, es necesario que antes haya
emergido el totémico. En la historia de la humanidad la
constitución de cada uno de estos Superyó
derivó de prácticas sociales y económicas
específicas, que incluían grupos cada vez
másamplios.

La producción de un tipo más abstracto de
Superyó fue el efecto de la tendencia a la
unificación en la vida social.

Los diferentes tipos de Superyó, con
exclusión del científico-ético, tienen un
origen mágico-animista, y derivan de la proyección
de la omnipotencia del yo-placer. Son, también un modo de
explicar el origen del grupo (como transformación de la
afirmación acerca del origen en el padre), una
garantía de su cohesión, del sentido de la vida
cotidiana marcada por la decepcionante necesidad de
trabajar.

El pensar científico-ético, en cambio, es
fragmentario, y los valores en
juego son abstractos.

a) Pensamiento totémico: Apoyándome
en Freud, (1912-13, 1921c, 1927c,1930a),este ideal implica
conservar una ilusión de unidad.

De compresión totalizante, de
superposición del Yo a la supuesta realidad, un mantenimiento
del animismo.

El ideal del Yo de tipo totémico se
corresponde a una represen-tación-grupo de la amplitud de
un conjunto de familias. Correspondería a los
vínculos intrapsíquicos de amistad.

La relación entre totem y el grupo se da en un
espacio, y el ámbito de lo tabú se opone a lo
cotidiano. El totem es visible por los miembros del grupo, pero
con prohibición de contacto.

La temporalidad es circular, como las estaciones del
año.

La diferencia entre el ideal y el Yo de cada cual puede
compen-sarse a través de actos mágicos (vestirse
con una piel o plumas
del animal totémico). La desmentida del juicio que
distingue entre ideal y el Yo es la norma. En consecuencia se
conserva una cierta convicción de la propia
omnipotencia.

b) Pensamiento mítico: El ideal
mítico implica una diferen-ciación entre animal y
humano. Distingue dos tiempos: el de la gesta heroica, origen del
grupo, y el de lo cotidiano. La oposición entre el ideal y
el Yo no es ya sólo de tipo espacial, sino también
temporal. El espacio mítico suele superponerse en
apariencia al espacio del grupo que sostiene este tipo de
creencia, pero tiene una distribución regida con otra lógica,
en cuanto a las investiduras de objetos y lugares. Por ejemplo
ciertos ámbitos en que irrumpe la producción de lo
sagrado.

El tiempo del mito no es el de un pasado, sino el de un
presente. Este es honrado y sostenido por las generaciones
posteriores del grupo supuestamente generado por el
héroe.

La oposición entre dos temporalidades deriva de
la eficacia psíquica de ese tipo de lógica que
Piaget, (1942), describe como inteligencia de las operaciones
concretas. Esta, incluye la posibilidad de actividades
intelectuales conjugadas de seriación y
clasificación. De la seriación deriva la
decepción del Yo con respecto al padre, y de la
clasificación, un juicio previo que decreta la
caída de la madre fálica. Esta inteligencia de las
operaciones concretas es puesta primero como imperativo
categórico (porque constituye el horizonte de posibilidad
para el Yo), luego es conquistada por un aprendizaje en el
Yo.

El tiempo del mito se expresa como presente
épico, éste implica un tipo de inmortalidad que se
sostiene gracias al recuerdo constante exigido al grupo.
Significa una menor dependencia de la percepción del
objeto visual (vigente con respecto al totem) y su
sustitución por una imagen.

En cuanto a la diferencia entre percibir un objeto
(aunque tenga un valor simbólico) y percibir una imagen,
recordemos que Freud, (1926d), distingue la zoofobia de Juanito
de la del Hombre de los
lobos. Afirma que la segunda derivó de percibir una
lámina del animal temido, y la primera
surgió ante la percepción de la caída
del caballo. El alma, como
doble del cuerpo, surge como una forma de resolver la
contradicción entre ausencia sensorial y la vívida
presencia de un objeto anhelado.

La ausencia del cuerpo se salda entonces con la
presencia de su espíritu, de su imagen. La
sustitución de un totem por una imagen, ofrece cierta
autonomía al Yo con respecto a la percepción
directa del objeto.

El tiempo de la gesta se conjuga en el "presente
épico", que alude a un acto que no cesa de ocurrir. Este
acto al repetirse en las generaciones sucesivas produce el
vínculo social de cama-radería, que incluye el
trabajo.

La temporalidad es la de la inmortalidad, y es sostenida
por la memoria
(por el alma) del pueblo, originado gracias a la gesta del
héroe.

La diferencia entre el ideal y el Yo es más
difícil de superar. Los requisitos para acceder a la
categoría de héroe, imponen un esfuerzo individual
y un reconocimiento social cuyo logro es más
difícil de alcanzar. En consecuencia, para cada cual,
desmentir el juicio que diferencia entre el ideal y el Yo resulta
más costoso.

El grupo supuesto del mito es más amplio que el
constituido por el pensar totémico. La
representación-grupo propia del pensar mítico posee
un mayor grado de abarcatividad, reúne un conjunto de
clanes, en un vínculo de camaradería.

En el origen del grupo es puesto un líder con
rasgos humanos separado del resto de la comunidad no en
términos espaciales, sino temporales.

  1. Pensamiento religioso: Aquí el ideal es
    la divinidad, posee un carácter altamente abstracto. El grupo
    que le corresponde es la comunidad, el tiempo es eterno y la
    espacialidad es lo infinito. El grupo reúne en su
    interior a los seres humanos, pero no abarca a ciertos grupos
    que no tienen el reconocimiento (por su piel, condición
    social u otros motivos). A estos, se les niega la carta de
    ciudadanía consistente en la
    identificación empática. Todos ellos tiene en
    común su falta de fidelidad, aunque algunos
    podrían ser salvados para la comunidad y otros quedan
    condenados como irredentos. Dentro del tiempo-espacio terreno,
    contrapuesto al divino, aparecen dos rasgos: el carácter
    mortal y la limitación espacial. El pensamiento
    religioso implica un pasaje de la inteligencia, de las
    operaciones concretas a las más abstractas y sobreviene
    durante la pubertad.

Una interpretación de la narración desde
la perspectiva de las patologías psicosomáticas y
adictivas

Nos encontramos ante dos tipos de producciones, dos
lógicas.

La del poderoso, que ostenta su certeza acerca de sus
verdades, y la de quien padece el desamparo.

Desamparo producido por la dependencia de la palabra del
espa-ñol, palabra oral contradictoria y palabra escrita
imposible de comprender. Palabra del conquistador que no
concuerda con las necesidades vivenciales; no le da un nombre,
solo un número. Son dos indios, diez melones con lo cual
que promueve la ignorancia. Contradicciones mediante, no le da
espacio para la identificación, y el desarraigo queda
marcado por el andar del Inca (de Pachacamac a los
Reyes).

Hay un poderoso, el español (¿un loco para
el nativo?), de cuya palabra se depende para ser. La palabra le
da sentimiento de sí, júbilo o
futilidad.

El amo es inflexible en su función desconocedora,
sólo le interesan los números, las ganancias.
Suprime el significado que sus actos tienen en el ánimo
del otro; y el Inca anhela un encuentro imposible con esas
palabras.

Palabras que vienen desde el ideal, pero que no llegan y
sólo son desamparo y descrédito. El blanco dice que
"mentían…", que "habían comido
dos…".

El ideal no cree, y no hay posibilidad de contradecirlo
ni de rectificar. Sólo le cabe al Yo dejarse morir por
falta de amor y de amparo ético (¿o sumirse en la
droga?).

La droga puede ser el atajo que suprime el acto
psíquico necesario (pero inútil) que reclama una
identificación con el amo. El acto adictivo (el impulso
irresistible de comer los melones) intenta sustituir la
identificación que el blanco no le da. Este enmudece ante
el reclamo, y el Yo del aborigen se siente víctima de la
desestimación, en lo anímico de ese dios loco
todopoderoso (Viracocha). El nativo mandado, es en su movimiento el
carretel del juego del nieto de Freud, (1920g). Se ve
espacialmente la expulsión de que es objeto de la memoria blanca.
No queda en ésta marca alguna. El nombre del adicto es
sólo un número, tachado no por represión,
sino por expulsión del Yo del blanco. Queda el nativo en
un estado de no muerte y no
vida, en que su cuerpo se doblega ante el castigo; cuerpo que es
sólo doble imperfecto de su espíritu indomable.
Desafiante y hasta vindicatorio. Espíritu que simula
aprender y doblegarse.

A esta agonía eterna accede con la droga, el
alcohol, la
promiscuidad, el hambre y los golpes.

No hay proyecto
identificatorio, no hay posibilidad de tener un nombre.
¿Qué posibilidades quedan?

La libido narcisista no encuentra su objeto, y en vez de
consumarse en un acto identificatorio, que le dé el ser,
se consume en actividad autoerótica (droga).

La libido estancada dispone a la enfermedad
psicosomática. La única manera que le queda al
nativo para sentirse con algún valor, para su ideal
español, ya no es con su nombre que le da cualidad, sino
como cantidad. Y esa cantidad termina por refrendar la
agonía, reclamante, muda, desafiante, vengativa y triste
hasta el infinito.

El destino se vuelve implacable, y la nostalgia de
la muerte una
forma de vida. Nostalgia de la muerte como expresión del
conocimiento
de ser sólo una cifra insignificante, resto de un pasado y
despojado de vigencia.

El horizonte del nativo, sumido en la adicción,
está poblado de poderosos y calculadores, que lo
suprimieron de su memoria.

Un olvidado que anhela una identificación, y en
el que la adicción como recurso tóxico contiene el
resto del melón anhelado y, a la vez, la supresión
vengativa del deseo identificatorio. La vida del aborigen carece
de encanto, porque deriva de la falta de significado
anímico que le debe el blanco.

Encanto y alegría de vivir se hace encarnadura
con significa-tividad; ambos invisten el mundo
exterior.

Pero despojado de ambos, se vuelve caótico, no
hay proyectos,
sólo magnitud pulsional que amenaza con
catástrofes, proyectadas en el porvenir.

Se produce una secuencia de euforia narcisista
tóxica por la droga, dolor orgánico que permite la
conexión con el mundo sensible; aturdimiento tóxico
y entrega a la muerte por falta de amor, se constituyen con
estallidos de afecto.

A la vez obstinación por morir y no morir,
perpetuando el dolor como recurso para mantener el vínculo
con el mundo sensible.

Pero la esperanza de que alguien fije su mirada a este
acto, se pierde en la indiferencia. No hay quien le dé
significatividad y lo inscriba en su memoria.

El llamado no concluye en la introyección de una
huella mnémica, sino en una supresión de todo
recuerdo.

La víctima queda paralizada ante la mirada
más poderosa del amo que se aproxima no para percibirlo,
sino para devorarlo.

El hambre y la droga, a pesar de que lo matan, le
producen dolor, y con ello la existencia del mundo sensible, y la
posibilidad de ser recordado.

Cuando esta alternativa queda suprimida, no queda
esperanza, sólo la alucinación como milagro que le
proporciona la tabla de salvación
identificatoria.

Medida extrema, y vana, para preservar la
existencia.

Conclusiones, ideas y problemas de
1492. Aperturas e interrogantes para pensar en
2006

a) El Inca, con su lógica entre
totémica y mítica, sufre una regresión anal
primaria ante el infortunio. Se evidencia por el desplazamiento
motriz (es mandado de un lado a otro) y por la paranoia. El
pensamiento totémico implica una identificación
hombre-animal (eran vistos como bestias iletradas).

El relato, muestra un hombre
inculto, pero los líderes políticos e intelectuales
fueron ejecutados. Y con ello, los iniciadores capaces de
conducir la posibilidad de desarrollo.

b) El español, como iniciador esperado,
aunque corrupto, incluye el concepto de "lo nuevo". Esto es, la
capacidad psíquica de una intelección que antes no
tenía. Está generada por el incesante pujar
pulsional. La función anímica genera
contradicciones y diferencias, y luego las proyecta y capta en el
mundo sensible.

La creación de "lo nuevo", frente a lo ya dado,
genera cada vez que muestra su eficacia, un desgarrón, una
catástrofe, a la manera que describe Freud,
(1932a).

Es que los dioses, que son los procesos pulsionales,
quedan postergados porque sólo así puede accederse
a una conquista anímica y cultural. Y luego regresan, como
catástrofe anunciada. Los afectos pueden ser lo nuevo ante
la pulsión, luego la sensorialidad lo es respecto de los
afectos; las huellas mnémicas en relación a las
percepciones y los pensamientos respecto a las
representaciones.

Finalmente, lo nuevo es proyectado y hecho venir desde
la instancia paterna. Este pensar, es capital en el
desarrollo de la cultura, y da tramitación anímica
a los procesos pulsionales.

Esto nuevo, puede sufrir los siguientes
viscicitudes:

1. Ser aceptado, como una complejización
inevitable que tiene que ver con el ser, y conquistado para
asimilarse al Yo, como hizo el Inca Garcilaso.

2. Puede ser rechazado, desestimado. Pero no por ello lo
nuevo deja de producirse. Queda fuera del Yo, exiliado, y no se
accede a lógicas más complejas. El ser, entonces,
tiene una falla en su identificación primaria y con ello
queda fracturado; el narcicismo se desmorona
¿sucederá algo semejante en el ser nacional
indígena, no integrado, que rechaza con violencia
supresora al blanco, mensajero de lo nuevo?

El aborigen desestima al blanco y éste al
aborigen, cada uno con violencia expulsa al otro.

La salida, sería aceptar al iniciador, al blanco
con su pensamiento, dejarse fecundar por su marca que complejiza
las propias estructuras.

c) En la narración, el Inca Garcilaso
marca una oposición entre el número y la letra.
Decía antes, que las letras confieren un nombre, y con
él, la posibilidad de acceder mediante la
identificación, a la condición de
sujeto.

El número interfiere esta posibilidad. Y el
nativo es un número. El blanco es un especulador (piensa
en números, saca ganancias y extrae diferencias a costa
del aborigen), un aventurero que vino a "hacerse solo", una
"posición", un desmentidor de su padre. Es su propio
padre; Yo y padre se condensan.

Pero, ¿no es el español también un
número para sus semejantes cultos?

¿Un bárbaro iletrado despojado de su
riqueza material e intelectual; y que encuentra en el aborigen a
su doble?

¿Un desmentidor del juicio de
autobservación, que afirma que ciertos actos le son
nocivos pese a su carácter placentero?

¿Un adicto al dinero, un
adicto al nativo que es su droga, porque lo calma? Nativo-droga
que, con su trabajo, aplaca la voracidad blanca.

Los melones del cuento,
mestizos de simiente española y tierra
americana ¿no representarían al gran mestizaje que
se dió en América, dónde vienen y se
transforman las adquisiciones cul-turales de la
humanidad?

Pero el conquistador necesita desmentir su propia
enfermedad, su propia adicción, para mantenerse en lugar
de ideal, en un goce autoerótico. Está sostenido
por el aborigen en posición de auxiliar; de doble
(enfermo, drogadicto, un mero número). Doble que puede
volver desde lo siniestro, como droga y enfermedad, como
violencia y corrupción
hacia los países "civilizados".

Aquello que durante la conquista, fue sepultado como
iletrado, vuelve. Vuelve como furia que unifica y
marca.

Hay una violencia que forma parte del cambio, que no se
puede ahorrar,..no diría inevitable porque sería
comulgar con los doctrinarios violentos que nos guiaron al
fracaso…pero hay una violencia…

"La doctrina según la cual la mente humana es en
un principio maleable y no estructurada […] se ha asociado a
menudo a un pensamiento políticamente progresista e
incluso revolucionario, mientras que las especulaciones relativas
al instinto humano poseen a menudo un resabio conservador y
pesimista.

Puede verse fácilmente porque los reformistas y
los revolucionarios se convierten gustosamente en ambientalistas
radicales […]. Sin embargo, un análisis más
preciso muestra que el concepto de organismo vacío,
maleable y no estructurado -al margen del hecho de ser
erróneo- sirve también de soporte natural a las
doctrinas sociales más reaccionarias. Si las personas son
efectivamente plásticas y maleables, sin naturaleza
psicológica propia ¿por qué no se las
controla y se las somete a aquellos que se jactan de una
autoridad, de un saber especializado y de una intuición
irremplazable, necesarios para quienes carecen de dichas
cualidades? […] (Chomsky)- Piatelli-Palmarini,
(1979).

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Autor

Dr. José Cukier

Asociación Medica Argentina.

Partes: 1, 2
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