- Primer acto
- El apetito
- La historia
continúa - Segundo
acto - Los estados
feudales nacen y entran en la escena - Tercer
acto - La dolce
vita… - En
resumen - Para concluir,
unas reflexiones piadosas…
Hace algún tiempo que
durante la Semana Santa, tengo como costumbre hacer reflexiones
filosóficas de mi propia existencia y de quienes me
circundan. El año pasado fue mi artículo titulado:
La Teología de la Relatividad. Este año
escribo algo más acerca de un tema de todos
favorito, por una diversidad de razones. Las mías no
pertenecen al acto de ingerir comida, sino a sus
desvaríos.
Comencemos con las definiciones de dos palabras, tomando
como pautas las que nos ofrece el Diccionario de
la Real Academia de la Lengua
Española:
- I. hambre.
1. (Del lat. vulg. famen,
-inis. ) f. Gana y necesidad de
comer. - II. apetito.
1. (Del lat. appetitus.) m. Impulso instintivo que nos
lleva a satisfacer deseos o necesidades.
2. Gana de comer.
Primer
acto
El hambre es un módulo nato cuyo centro de
control se
sitúa en el hipotálamo cerebral desde donde emanan
los impulsos que indican al individuo que
debe de ser satisfecho.
Cuando el hambre se aproxima, neurotransmisores,
actuando en conjunto con nuestros centros cerebrales y
compartiendo actividades bajo dominios reflejo, cognitivo y
voluntario, nos incitan a posponer toda otra acción
de naturaleza
no-urgente para procurar comida tan pronto como nos sea
posible.
Si en la búsqueda por alimento nuestros esfuerzos
fallan, el hambre se intensifica y el sentido de urgencia se
vuelve central. A medida que la escasez aumenta y
persiste, nuestras reservas grasa se utilizan de manera
progresiva y el desgaste eventual de la desnutrición aparece. En este estado,
funciones
vitales se extinguen o entran un estado de suspenso, para
economizar energía.
Paulatinamente, en caso de no aparecer comida, la muerte
llega en unos cuarenta días — la que en cinco
días debió haber sobrevenido si en lugar del
alimento; la carecía sufrida hubiese sido del agua
potable.
Los efectos desastrosos de otras funciones
hipotalámicas falladas, como es dormir, se han estudiado
en otras lecciones. Vale aquí repetir que esas delicadas
funciones son reguladas de manera muy precisa por el
hipotálamo para preservar nuestras vidas.
En nuestra especie, el plan de alimentación es la de
un animal omnívoro. Comemos de todo, necesitando de
todo en nuestra dieta para que sea balanceada y
saludable.
Muchos animales poseen
la facultad de poder acumular
libras en exceso, lo que hacen solamente cuando la comida es
abundante y sólo por breves períodos de tiempo para
confrontar ciclos recurrentes y esperables de escasez, como
solía ser en nuestro estado natural.
Entonces, este es el axioma que nos prima: podemos ganar
de peso (evito decir "engordar") para perderlo de nuevo en el
transcurso de nuestras existencias.
Pero, sabemos algo más: que el estado de
estar ligeramente por debajo del peso "deseado" garantiza la
longevidad. Es como si la misma Naturaleza nos imparte el mensaje
juicioso que, ambas actividades y sus consecuencias: comer en
exceso y tener sobrepeso representan un fallo adaptante
enorme.
El
apetito
Éste consiste en el deseo o inclinación de
comer algo en particular, que no sea necesariamente para
el fin de alimentarnos o para la supervivencia. El apetito es
meramente un antojo o un capricho y nada más.
Cuando, hacen eones, comíamos por necesidad, lo
hacíamos ingiriendo de aquellas cosas que más
abundaban en el entorno. El ritmo siendo simple: vegetales,
frutas, animales pequeños e insectos, animales
acuáticos, aves y
finalmente animales grandes, que consiguiéramos como
carroña dejada por animales de envergadura, mejor
equipados para la caza, de lo que fuéramos nosotros.
Siguiendo este plan, la economía natural era
preservada, ya que usábamos primariamente lo que
predominaba y lo que era fácil de reponer.
El plan era asimismo sensible, porque no se comía
en exceso, a menos que la escasez nos acechara. Dejábamos
como reserva, fuera de nuestros cuerpos, y de modo
intacto; en los campos, en el entorno y en las aguas lo que no
precisáramos consumir para vivir.
Arreglo, que sería verdaderamente ingenioso y a
la vez, eficaz.
Página siguiente |