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Bebés: el peligro de la obesidad (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Con respecto a qué se hace cuando el niño
ya es obeso. Hay que enseñar a los niños a
elegir y a examinar los alimentos. El
secreto está en estructurar la alimentación. El
adulto acude por convicción a adelgazar, algo que implica
participación, sin embargo, el niño tiene que
colaborar y no está, a veces, bien preparado para la
labor. Lo que quiere es seguir comiendo dulces y chocolates a los
que los padres y familiares cercanos lo acostumbraran.

Siempre ha existido la asociación, equivocada,
entre gordura en los niños y la buena salud — esta creencia, por
supuesto es totalmente falsa: hay que crear un hábito
alimentario correcto desde los primeros momentos de la vida del
bebé. La prevención de la obesidad del
niño debe partir desde que la madre sale embarazada. No
debe de empujársele comida a la madre en gestación
con la excusa baladí de "come por dos" — ¿dos
qué?
Los genes pueden expresarse o no en relación al ambiente que
tengan alrededor. Por ejemplo, si analizamos a dos hermanos
gemelos vietnamitas, con los mismos genes, uno se queda en
Vietnam y al otro lo adoptan unos norteamericanos, el segundo se
puede poner gordísimo mientras que el primero será
muy delgado, básicamente, porque no le dan de comer en
exceso. En los últimos veinte años el aumento de la
obesidad en los países desarrollados ha sido enorme — es
cierto que se están expresando algunos genes, funcionando
en tándem con malos hábitos sociales.

254 libras con siete
años…

En las familias en las que el padre y la madre son
gordos, el niño tiene un 50 por ciento mayor de
posibilidades de ser gordo. Si la madre es gorda y el padre no,
las probabilidades siguen siendo altas, mientras que si
sólo lo es el padre, las posibilidades de que el
niño sea obeso son menores. Esto es así, porque el
embarazo de la
madre, sus hábitos alimenticios y la vida intrauterina del
feto son
factores que cuentan.
Hay elementos en relación al número de hijos: un
hijo único tiene muchas más probabilidades de ser
gordo (los padres están muy preocupados con ese hijo, y el
aumentar la cantidad de comida parece que les asegura a todos
que  el niño esté más sano), así
como el último hijo de una familia de seis
hijos (son tantos, que el menú es el mismo para todos y no
siempre será el adecuado para su edad) e incluso
interviene el hecho de que los padres estén divorciados
— como hemos visto en casos donde el papá forzaba el
azúcar,
a un niño que no debía comerlo, lo que hiciera tan
solo para molestar la mamá — porque la comida, entre
otras cosas, puede ser esgrimida como arma
destructora.  
Por otra parte, cuando crecen los pequeños, empiezan a
practicar los deportes con sus compañeros
y,  muy pronto, el niño obeso no resiste y nadie
vuelve a contar con él en el juego. A las
niñas igual les sucede, cuando son un poco más
mayores, las amigas ya no le llaman para ir a la discoteca. Se
van quedando en casa y,  cuanto más se aíslan
en el hogar,  más comen, más televisión
ven, más depresión
sufren y así se perpetúa el ciclo.

En la mayoría de los casos, en la obesidad
existen factores emocionales que condicionan la reducción
de la ansiedad por el uso de las golosinas. Consciente o
inconscientemente sustituyen con la comida algunas de sus
carencias emocionales. Por ello, a la hora de tratar a un
niño que sufre obesidad, hay que estudiar asimismo el
ambiente familiar y escolar que le rodea — teniendo muy en
cuenta su estado de
desarrollo
físico, ya que una dieta estricta puede causar a
niños, en su desarrollo incipiente, daños
inconmensurables.
Algunos padres reconocen que no someten a sus hijos a
tratamientos contra la obesidad por miedo a que el niño se
preocupe demasiado y termine siendo víctima de algunos
trastornos relacionados con el comer, específicamente la
anorexia y la
bulimia.

El hecho muy claro es que hay que tratar la obesidad
como una enfermedad multifacética, y no sólo como
problema estético. Por ejemplo, existen niños
obesos de seis ó siete años que ya sufren de la
hipertensión, diabetes e
hiperlipidemia — complicaciones, vistas con frecuencia en los
adultos, que pueden persistir toda la vida.
Las costumbres alimenticias se forjan desde los primeros meses de
la vida,  por ello hay que hacer hincapié en esta
época. Por igual razón es más recomendable
la alimentación mediante el pecho materno en estos
primeros meses, así el niño consume sólo lo
que necesita, se auto-regula, mientras que con el biberón
se tiende a alimentarlo de más porque se administra una
cantidad ya marcada — a veces, arbitraria y excesiva.
Después, es importante, entre otras pautas, determinar el
horario de las comidas, el lugar, la forma de masticar y
señalar un tiempo para
que el niño coma despacio. No es recomendable acostumbrar
a los niños a premiarles con dulces o golosinas por su
buen comportamiento
y, otra de las tareas de los padres y educadores, además
de imponer una dieta equilibrada, es promover el imprescindible
ejercicio físico.

El ejemplo es de importancia especial, como más
adelante veremos cuando revisitemos el caso de Melania.
Si el niño ya es obeso, los padres deben acudir en busca
de ayuda médica y experta especializada porque no
sólo está en juego la salud actual de su hijo, sino
también la del niño en el futuro.

El caso de Melania nos asistirá en esta
encrucijada, como ya lo ha hecho en otras ocasiones.

¿Recuerdan a Melania, la de la Lección
Temas de Neurociencia: La Obesidad y las
Disorexias
?

Sabemos en detalle la trayectoria por Melania recorrida
cuando se imprimiera en el artículo que arriba
mencionamos.

Melania pertenecía a una familia donde la comida
adquirió un lugar de importancia inédita.
Comían frenéticamente y sin pausa. Los banquetes
que ensamblaban eran famosos por la variedad, la cantidad y por
el sabor exquisito de los manjares. Con la excepción de
una sobrina lejana todos en la familia
eran obesos o súper-obesos por definición y
apariencia.

Melania, como ha sido demostrado en otros estudios,
comenzó su desarrollo puberal a una temprana edad. Cuando
se transformó en mujer en el
sentido biológico, sus instintos básicos
reproductivos y de nutrirse encontrarían residencia en el
cuerpo de una muchacha impulsiva, con ansiedades irrefrenables y
con tendencias hedonísticas. El resultado sería,
como ya sabemos, la obesidad, la dieta restrictiva, la
inanición, la bulimia, el abuso de laxativos y el caos
hipotalámico en descontrol absoluto.

Muchas niñas y niña corren en sus vidas un
curso paralelo al de esta infortunada mujer.

En
resumen

El mejor remedio para la obesidad, es la
prevención…

Bibliografía

Dubois, S. and Hill, D. E: An examination of factors
believed to be associated with infantile obesity American
Journal
of Clinical Nutrition, Vol 32,
1997-2004

Dwyer, J.T., Heald, F. P, Larocca, F.E.F., and Sidbury,
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Vol. VIII, # 6,
Pp. 158-76

Owen, C. G. and Martin, R. M: Whincup: Effect of
Infant Feeding on the Risk of Obesity Across the Life Course: A
Quantitative Review of Published Evidence

Pediatrics, May 1, 2005; 115(5) 1367 –
1377

Rosenbaum, M. and Leibel, R. L: The Physiology
of Body Weight Regulation: Relevance to the Etiology of Obesity
in Children
Pediatrics, March 1, 1998;
101(3): 525 – 539

Frisch, R. E: Female Fertility and the Body Fat
Connection
(2002) University of Chicago

Para un archivo
didáctico excepcional recomendamos: Entérate
como se produce la diabetes
www.rhvida.com

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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