PUNTA CANA.- Cuando alguien piensa
en la filosofía política del poder y en sus
transformaciones, universalmente la imagen que a
nuestras mentes retorna es la del florentino Nicolás
Maquiavelo
(1469-1527).
Maquiavelo (1469-1527
Cuando pensamos en el poder detrás del trono,
generalmente, pensamos en el monje Gregorio Rasputín
(1872-1916).
Rasputín nació en la Siberia de padres
pobres y vivió como un campesino la
mayor parte de su juventud.
Este monje adquirió fama cuando se autoproclamara
un santo varón, ganando favor con la familia
imperial de Rusia
después de que, en apariencias, "curara" el hijo del
Emperador Nicolás II y de la Emperatriz Alexandra
Fyodorovna, de la hemofilia — enfermedad usualmente
crónica e incurable.
La influencia que el vicario ejerciera en los asuntos
del estado
culminaría en su bien conocida muerte
violenta y en la Revolución
Rusa del 1917.
Más cercano a nuestras costas y de mayor
relevancia a nuestras vidas, tenemos el ejemplo del Perú
en la persona de
Vladimiro Montesinos, que tantas penurias costarían al
Presidente Alberto Fujimori.
De Montesino, el autor peruano Francisco L.
Galván nos dice:
"Conocí a Montesinos a inicios de la
década de los setenta: era teniente del Ejercito. Me lo
presentó un amigo mío, renombrado profesor de
Derecho
Constitucional de Montesinos, en ese entonces. En realidad
esta persona lo que buscaba era como librarse de un personaje que
intentaba devorarle el cerebro con sus
inquietudes sobre la política, no como ciencia, sino
como praxis. Lo
interrogaba de esto o aquello con la avidez de un pájaro
carpintero".
Montesino quería aproximarse al asiento del poder
por vía del conocimiento
de la política y del político.
Desde las sombras del poder, Montesinos
gobernaría de modo paralelo como lo hiciera
Rasputín.
La historia reciente nuestra
posee algunos símiles.
Para muchos de los dominicanos que votaran en las
elecciones del pasado 16 de mayo, el debacle electoral que
resultara en una derrota decisiva y apabullante para el
presidente Mejía fue, en parte, debida a los poderes que
existieran detrás del trono, o si se prefiere del solio
presidencial.
En el caso del Perú, el allegado Montesinos,
practicaría formas de control
gubernamental que aquí también se practicaran
durante la era de Mejía.
Lo que Montesinos hiciera, usando los servicios
secretos del estado, otros aquí lo hicieron por medio del
uso del aparente prestigio de la ciencia
económica para avanzar sus propios intereses.
Mejía confió demasiado en sus economistas,
a pesar de que algunos de sus autoproclamados entusiastas le
advirtieran en contra de poner toda su fe en ellos,
veamos:
"El líder
verdadero, no se deja arrostrar por aquellos quienes deben
revestirse con los hábitos de los falsos profetas, para
hacer un impacto. No confíes en los economistas". (FEFL,
en "entrega" a Mejía el 18 de abril, 2000).
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