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La salud pública: una síntesis moderna (página 2)




Enviado por Felix Larocca



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Mientras estos fenómenos demográficos
ocurren, la productividad
puede aumentar visible y dramáticamente, si se proveen los
mecanismos que permitirían a los trabajadores nuevos
encontrar empleo.

En la República Dominicana existe una tendencia
negativa a caracterizar al dominicano como vago, "vivo" e
irresponsable. Esta noción errónea deriva del hecho
que al labriego dominicano no le atrae el prospecto de cortar la
caña —
— tarea que los
haitianos ejecutan sin dificultades.

En mi experiencia personal,
entrevistando a muchos de los trabajadores que viven cerca de
aquí, y a otros a quienes conocimos cuando les
donábamos nuestros servicios a
los habitantes de los bateyes en la cercanía de La Romana;
lo que muchos de estos hombres manifiestan es una resistencia a
laborar sin remuneración adecuada
— — las palabras del famoso
merengue El Negrito del Batey, serán humorosas pero no
ciertas.

Por ejemplo, las estadísticas de dos países similares
en constitución demográfica, revelan
que en el país cuyos ciudadanos gozan de mejor salud y de mayor acceso a
servicios médicos adecuados, será el más
productivo de los dos países y gozará de la mayor
tranquilidad y de la paz — — con una reducción
paralela en la criminalidad, y en el nacimiento de hijos
ilegítimos y con una reducción significante en el
consumo de
las
drogas.

El incremento de la longevidad individual ha sido
fenómeno ostensible, desde el año 1950, por todo el
mundo. Este aumento, presentaría problemas
cuando una gran parte de la población adulta es vieja y debilitada.
Estas dificultades no son reales cuando se goza de la presencia
de viejos que son alertas, saludables, y
útiles.

En Asia, entre los
años 1965 y 1990, la población de hombres de edad
laboral
creció mucho más rápidamente que la
población de personas dependientes y sin
empleo.

Todo este proceso de
prosperidad individual y nacional fue atribuido a la
declinación de la mortalidad infantil, resultado directo
del desarrollo de
medicinas antiparasitarias y antibióticas (como son la
penicilina, las sulfas, la estreptomicina, la bacitracina, la
cloroquina y la tetraciclina; introducidas entre los años
1920, s, 1930s, y 1940s.)

Asimismo en el año 1943 el DDT se comenzó
a usar de modo sistemático y los mismos países
comenzaron a aplicar principios
básicos de higiene
pública, relacionados con la purificación del
agua potable.
El "milagro económico" del oriente se explica en
más de su tercera parte en la mejora de la salud
pública.

Si se contrasta ese ejemplo con lo que ocurre en el
África Sahárica; donde una presencia abrumadora de
enfermedades
debilitantes induce a muchas familias a disipar sus recursos
económicos soportando una cantidad extraordinaria de
hijos, conduciendo a la formación de un callejón
sin salida del cual no pueden huir.

El uso de los recursos
naturales en modos tradicionales también disminuye la
salud colectiva. Por ejemplo, mujeres que, usando leña y
carbón rústico para cocinar, y que inhalan mucho
humo mientras cocinan, pagan el precio
considerable de una expectación de vida reducida para
ellas y para sus descendientes.

Tradicionalmente, los economistas han tratado la salud
de las naciones como si fuese otro artículo de consumo, y
han acariciado la conjetura de que la dirección de la causalidad del impacto en
las economías iba en la dirección de los ingresos
personales hacia la salud. Hoy existe la evidencia suficiente
para creer que la mejora en la salubridad conduce a mayor
productividad y a un incremento en el capital
personal.

Este desarrollo es eminentemente dinámico
— — mejoras en la salud del
pueblo, promoviendo crecimiento
económico, lo cual a su vez produce mejora en la
salud. Esta "espiral virtuosa" puede transformar un país
indigente y propenso a las enfermedades, en uno que les ofrece a
sus habitantes un nivel más elevado de vida.

Ejemplos dramáticos de este tipo se pueden
encontrar en varios países del Asia Oriental y en Irlanda
— así como, también, en la historia del desarrollo
económico de varios países industrializados y
ricos.

La mejora de la salud de la ciudadanía y el crecimiento
económico de los países pueden reforzarse
mutuamente de otros modos.

Con el crecimiento de los ingresos personales la
fertilidad declina, lo que conduce a beneficios tangibles en la
salud de las madres y de los niños,
vía lactación al seno materno más
prolongada, menor estrés en
el sistema
reproductivo de la mujer,
más oportunidades para ganar dinero
trabajando fuera del hogar, y un aumento en los recursos
existentes para ser investidos en el bienestar de los
hijos.

Tristemente, el refuerzo mutuo entre salud e ingresos
puede, a veces, operar al revés. La declinación de
la salud demográfica en algunas partes del mundo ha
resultado en impactos espantosos en el bienestar
económico. La epidemia del SIDA en
África es el ejemplo más prominente.

Aproximadamente 8% de los adultos africanos son HIV
positivos, con un 56% de ellos esperando morir antes de la edad
de los 60 años.

La carga onerosa de la epidemia del SIDA es enorme. Los
gastos necesarios
para detectar y para ofrecer tratamiento, sobrepasa el presupuesto total
de algunos países. Más del 80% de la mortalidad de
esta plaga, ocurre en seres que potencialmente hubiesen podido
ser tratados,
trabajar y ser productivos. Estudios recientes indican que el
costo espantoso
de confrontar la epidemia del SIDA le está restando dinero
a naciones, que pudiera ser dirigido al tratamiento de otras
enfermedades —
— como son la
diarrea, la
hepatitis, la
malaria, el dengue y la
tuberculosis
— — las cuales por su propia
parte están devastando otros países.

Rusia nos presenta un ejemplo interesante. Con la
transición a una economía capitalista,
que comenzara a principios de los 1990s, coincidió una
caída precipitosa en la expectación de la vida, con
unos 1.6 millones de muertes prematuras de obreros jóvenes
entre los años 1990-95. Existe evidencia, para explicar
que este fenómeno en Rusia, fuera
debido a la reducción de los ingresos
personales.

Entre los factores prominentes que asocian el
empeoramiento de la salud de los rusos y la merma de sus ingresos
se encuentran el deterioro de la dieta (tradicionalmente pobre),
aumento en el consumo del alcohol, el
estrés mental, y el incremento asociado de accidentes y
de lesiones físicas.

Aquí podemos concluir (no como hacen los
economistas tradicionales) afirmando que existe una
correlación cierta entre la prosperidad económica
individual y la salud personal. Correlación que
actúa como una calle de dos vías.

Conocimiento este que nos resulta muy útil,
cuando se planean programas de
salud para el futuro económico de cualquier nación.

Bibliografía

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Dr. Félix E. F. Larocca

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