1. Período
Preromano
2. Incógnita en la
información de la lengua
española
3. Fenicios y griegos
4. Ligures
5. Celtas
6. Los romanos
7. El Latín
8. Lenguas
indoeuropeas
9. Forma de la lengua
latina
10. Fin de la dominación
romana
11. El origen, en otras
palabras
12. ¿Castellano o
Español?
13. El español ayer y
hoy
14. El castellano
medieval
15. El castellano
moderno
16. El español
contemporáneo
2. Incógnita en la información de la lengua española
¿Ha reflexionado alguna vez sobre la lengua que habla?, Si la respuesta es positiva, seguramente las preguntas que se habrá hecho pueden ser las siguientes: ¿De dónde proviene? ¿Cómo se integró? ¿Que relaciones tiene con otros idiomas? ¿Quiénes la hablaron primero? ¿Cómo ha evolucionado?, Etc. Estas interrogantes que aún están sin respuesta, y muchas más, intentaré explicárselo conforme adentramos en el tema.
Orígenes Los orígenes de nuestra lengua se remontan muchos siglos antes de nuestra era. Se supone que los primeros habitantes de lo que hoy es la península ibérica (España y Portugal), se establecieron a los lados de los Pirineos (cadena montañosa entre Francia y España). Estos grupos humanos hablaron una lengua que sobrevive en el idioma vasco (Se habla vasco en Vasconia, región de España).
En otra región geográfica -Costa de Levante- se establecieron los Iberos, de cuyo nombre tomó el propio la península. Su cultura probablemente provenía de las costas africanas. Tartesios La civilización Tartesia - influida por comunidades étnicas venidas de Orientes - se estableció en lo que actualmente es la región sur de Portugal y la parte baja de Andalucía. Se sabe que tal cultura predominó durante muchos siglos.
Los fenicios, venidos de Cartago, fundaron en el año 1110 A.C. la hoy ciudad de Cádiz, al sur de la península, a la que llamaron Gadir, posteriormente los romanos la llamaron Gades y los árabes, Qádis. La palabra gadir es de origen púnico y quiere decir recinto amurallado. Otra ciudad importante nacida a merced de los fenicios fue Málaga (Málaka: factoría, fábrica). Los griegos, desterrados del sur por los fenicios, se establecieron en la región de Levante. Ahí fundaron ciudades importantes como Lucentum, hoy Alicante, y Emporion, Ampurias. Estas dos influencias: la fenicia y la griega, propiciaron el desarrollo del arte ibérico, tanto en numismática como en escultura. La famosa Dama de Elche ha quedado como muestra del aculturamiento griego por parte de los iberos.
Por lo que toca a las regiones del Centro y Noroeste, no se puede definir con exactitud qué grupo o grupos humanos llegaron a colonizar. Existe la hipótesis de una inmigración ligur (proveniente del Norte y Centro de Italia de la región de la Provenza. Dicha suposición se ha sostenido debido a los toponímicos (nombres de lugares) encontrados en diversas partes de España. Son característicos, aunque no exclusivos del idioma ligur, los sufijos "-asco", "-osca" y "-usco", por ejemplo: "Viascón", hoy Pontevedra; "Tarascón": Orense, "Piasca": Santander, "Beascos": Murcia, "Orusco": Madrid, "Biosca": Lérida. El sufijo "-ona", también es de origen ligur, por ejemplo: Barcelona, Tarazona, etc.
Los celtas invadieron Hispania en el siglo VII A.C. procedentes del sur de Alemania. Se establecieron en Galicia, sur de Portugal y en la región llamada Sierra Morena. Más tarde se mezclaron con los iberos en el centro y Bajo Aragón, y formaron una región llamada Celtiberia. Los toponímicos de origen céltico son muchos. Casi todos ellos tienen nombres guerreros. Entran como elementos informativos de las palabras, las voces: "briga", que significa fortaleza, y "sego" o "segi" que indican victoria, por ejemplo: "Conimbriga": Coimbra, "Lacobriga": Carrión, "Seguvia": Segovia. La palabra "dunum", es sinónimo de "briga"; aquel elemento también entró en la formación de toponimias. Dichos lugares se encuentran localizados tanto en la región central como en la oriental de los Pirineos, por ejemplo: "Navardúm": Zaragoza, "Salardú": Lérida.
Carencia de unidad lingüística prerromana. No se puede hablar de una unidad lingüística en la península ibérica antes de la llegada de los romanos. Los alfabetos ibéricos y taresio sirvieron cada uno para diversas lenguas. Los grupos colonizadores conservaron y extendieron cada uno su propia lengua: griegos, fenicios, cartagineses, celtas, etc. Además de los idiomas mencionados hay que agregar el vascuence. La lengua vascuence El vascuence, lengua que hasta la fecha se ha conservado, y que no tiene relación lingüística con los demás que se hablaron y hablan en España, es un idioma cuyo origen es muy discutido todavía. Hay tres tesis:
La segunda y tercera teorías son las que se sostienen en la actualidad (mucho se debe a presiones de algunos "expertos", orientadas a alejarlo lo más posibles de orígenes africanos). El vascuence, desde su origen hasta el siglo X, fue una lengua que se transmitió por tradición oral. Textos más o menos amplios aparecen hasta el siglo XVI, pero sin llegar a tener la calidad de lengua culta. En nuestros días mantiene su primaria estructura gramatical, pero se ha visto sometida a la influencia del latín y de las lenguas romances. El vascuence ha dado lugar a muchos dialectos. Son de origen vasco numerosos toponímicos localizados principalmente a lo largo de los Pirineos. Para la composición de muchas palabras entraron en función los sufijos éuscaros (vascos): "berri": nuevo, "gorri": rojo, "erri":quemado. Nombres de origen vasco son: Urquiza, Ezquerra, Iruecha, Garray, etc. El vascuence es la única lengua prerromana que tiene vigencia en la actualidad. Se habla en las provincias españolas de Vizcaya y Guipúzcoa.
Los romanos emprenden la conquista de Hispania en el año 206 A.C. Antes, en el 218 A.C., los Escipiones habían desembarcado en Ampurias. La pacificación fue completa hasta el año 19 A.C., cuando Augusto sometió definitivamente a los cántabros y astures. Así, Roma, al conquistar nuevas tierras, acababa con las pugnas entre tribus, pueblos y ciudades, imponiendo su cultura, que traía el concepto de la ley y la ciudadanía. Los romanos eran maestros en administración y derecho. Debemos recordar que el Derecho Romano sentó las bases de las legislaciones occidentales. Tampoco debemos olvidar que construyeron admirablemente calzadas, puertos, puentes y acueductos que aún están en pie. De hecho, los romanos transformaron completamente el modo de vida de los habitantes de Hispania, llevando a dicho pueblo no sólo las formas de vida latinas, sino la cultura griega, que ellos habían adquirido cuando conquistaron la región helvética. Muy pronto empezaron a levantar ciudades latinas en la península ibérica; en 206 A.C. fundaron Itálica. Se extendieron rápidamente por diversas regiones del país colonizado. Ya en el año 90 A.C., nativos de Salduia (Zaragoza) luchaban como hermanos al lado de los romanos en la guerra social de Italia.
El latín lengua oficial de los romanos, se impuso rápidamente como instrumento de comunicación en todo el Imperio Romano. Los toponímicos indican que también hubo mezcla de elementos romanos con celtas y vascos. Por ejemplo "Gracchurris" (Alfaro) se formó del nombre de sus fundador Tiberio Sempronio Graco y de la palabra vasca "urris". Elementos romanos y celtas se combinaron para formar: Caesarbriga (Talavera) y Juliobriga (cerca de Reinosa) y Augustobriga (Ciudad Rodrigo). El latín, idioma claro y preciso, enérgico, práctico y ordenador, adquirió gracia cuando tuvo contacto con la lengua griega, Hispania fue testigo del florecimiento de la literatura latina que imitó, haciéndolos suyos, los modelos de los grandes maestros griegos. De esta manera, muchas palabras de origen griego han pasado a nuestro idioma en este periodo por medio de la imposición del latín. Por ejemplo: "philosophia" : filosofía, "poesis" : poesía, "mathematica" : matemática, "chorus" : coro, etc.
El latín pertenece a las llamadas lenguas itálicas que se hablaron antes de Cristo en la península del mismo nombre. A su vez, dichas lenguas itálicas pertenecían al indoeuropeo, originario de casi todas las lenguas que se hablan en Europa. Además de latín son indoeuropeas: las lenguas célticas (que se hablaron en Hispania y hoy en Bretaña) y en la Gran Bretaña (irlandés, galés, escocés); las lenguas germánicas (el desaparecido gótico, los modernos alemán, inglés, holandés); las lenguas eslavas (ruso, polaco, checo, búlgaro y serbocroata), la lenguas escandinavas y también el griego y el albanés. Las lenguas que se hablan y hablaron en Europa que no pertenecen a la familia indoeuropea, son: el etrusco (desaparecido), el finlandés, el lapón, el estoniano, el húngaro y el vascuence, fuera de Europa, pertenecen al tronco indoeuropeo el grupo de lenguas indias y el persa. De lo que se concluye que gran parte del mundo actual tiene uno mismo antepasado lingüístico.
Existieron dos clases de latín: el culto y el vulgar. El primero era usado por los escritores y gente preparada; el vulgar era hablado por el pueblo de Roma. Este fue el que se impuso en todas las colonias. Dicho latín presentaba diversas modalidades según la época de conquista del territorio, la procedencia de distintas regiones de la península itálica, la cercanía o lejanía de comunicación con la metrópoli, etc. De este modo, en cada territorio conquistado -no se puede usar todavía el concepto de nación- la lengua impuesta adquirió diversos matices de expresión. Con el devenir del tiempo, la evolución del latín vulgar, al lado de la conformación de las naciones, vino a dar lo que hoy llamamos lenguas romances, románicas o neolatinas: español, francés, italiano, provenzal, catalán, gallego-portugués, retrorrománico, rumano y sardo. En la actualidad el latín convertido en lenguas romances, sobrevive con diversas modalidades en España, Francia, Portugal, Italia, Bélgica, Suiza, Rumania, Hispanoamérica, sur de Estado Unidos, Filipinas y en otros muchos lugares del orbe, a donde fue llevado por los conquistadores españoles, portugueses y franceses, así como por los judíos sefardíes que fueron arrojados de España.
10. Fin de la dominación romana
La dominación romana terminó en el siglo V d.C., cuando desmembró el imperio. En nuestros días lo que se conserva de las lenguas prerromanas son unos cuantos sufijos: -arro, -orro, -urro: nuharro, machorro, baturro, -asco: peñasco. Se presume que los sufijos -az, -ez, -oz, que abundan en la toponimia peninsular española, también pertenecen al período estudiado. En el mismo caso está la "-z" terminal de los apellidos.
11. El origen, en otras palabras
Como dice Menéndez Pidal "la base del idioma es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III a.C., que se impuso a las lenguas ibéricas" y al vasco, caso de no ser una de ellas. De este substrato ibérico procede una serie de elementos léxicos autónomos conservados hasta nuestros días y que en algunos casos el latín asimiló, como: cervesia > cerveza, braca > braga, camisia > camisa, lancea > lanza.
Otros autores atribuyen a la entonación ibérica la peculiar manera de entonar y emitir el latín tardío en el norte peninsular, que sería el origen de una serie de cambios en las fronteras silábicas y en la evolución peculiar del sistema consonántico. Otro elemento conformador del léxico en el español es el griego, puesto que en las costas mediterráneas hubo una importante colonización griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el español en diferentes momentos históricos.
Por ejemplo, los términos huérfano, escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen del moderno golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue pórpola y polba) proceden de épocas muy antiguas, así como los topónimos Denia, Calpe. A partir del Renacimiento siempre que se ha necesitado producir términos nuevos en español se ha empleado el inventario de las raíces griegas para crear palabras, como, por ejemplo, telemática, de reciente creación, o helicóptero. Entre los siglos III y VI entraron los germanismos y su grueso lo hizo a través del latín por su contacto con los pueblos bárbaros muy romanizados entre los siglos III y V.
Forman parte de este cuerpo léxico guerra, heraldo, robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la raíz germánica de wais y way), guarecer y burgo, que significaba 'castillo' y después pasó a ser sinónimo de 'ciudad', tan presente en los topónimos europeos como en las tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía, términos que entraron en la lengua tardíamente. Hay además numerosos patronímicos y sus apellidos correspondientes de origen germánico: Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una declinación especial para los nombres de varón en -a, -anis, o -an, de donde surgen Favila, Froilán, Fernán, e incluso sacristán. Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta al vasco, idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al respecto.
Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas
particularidades gramaticales ejercieron poderosa influencia en
la conformación del castellano por
dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un
territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de
León; junto a eso, las tierras que los castellanos iban
ganando a los árabes se repoblaban con vascos, que,
lógicamente, llevaron sus hábitos
lingüísticos y, además, ocuparon puestos
preeminentes en la corte castellana hasta el siglo XIV. Del
substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos
que serán característicos del castellano.
La introducción del sufijo -rro, presente en los vocablos
carro, cerro, cazurro, guijarro, pizarra, llevaba consigo un
fonema extravagante y ajeno al latín y a todas las lenguas
románicas, que es, sin embargo, uno de los rasgos
definidores del sistema
fonético español; se trata del fonema
ápico-alveolar vibrante múltiple de la
(r).
La otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una aspiración, representada por una h en la escritura, que con el tiempo se perdió: así del latín farina > harina en castellano, pero farina en catalán, italiano y provenzal, fariña en gallego, farinha en portugués, farine en francés y faina en rumano; en vasco es irin. La lengua árabe fue decisiva en la configuración de las lenguas de España, y el español es una de ellas, pues en la península se asienta durante ocho siglos la dominación de este pueblo. Durante tan larga estancia hubo muchos momentos de convivencia y entendimiento. Los cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores no sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino también en cultura y refinamiento. De su organización social y política se aceptaron la función y la denominación de atalayas, alcaldes, robdas o rondas, alguaciles, almonedas, almacenes.
Aprendieron a contar y medir con ceros, quilates, quintales,
fanegas y arrobas; aprendieron de sus alfayates (hoy sastres),
alfareros, albañiles que construían zaguanes,
alcantarillas o azoteas y cultivaron albaricoques, acelgas o
algarrobas que cuidaban y regaban por medio de acequias, aljibes,
albuferas, norias y azadones. Influyeron en la
pronunciación de la s- inicial latina en j- como en
jabón del latín 'saponem'. Añadieron el
sufijo -í en la formación de los adjetivos y
nombres como jabalí, marroquí, magrebí,
alfonsí o carmesí. Se arabizaron numerosos
topónimos como por ejemplo Zaragoza de "Caesara(u)gusta",
o Baza de "Basti". No podría entenderse correctamente la
evolución de la lengua y la cultura de la península
sin conceder al árabe y su influencia el lugar que le
corresponde. Si consideras que esta información es insuficiente o estás
interesado en conocer más de la historia del idioma
español, por favor envíame un correo y con gusto
ampliaré el tema.
Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas; son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua, castellano entendido como 'lengua de Castilla'.
En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres (1943). Volver a llamar a este idioma castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como Andrés Bello, J. Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de Rossetti. Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha sido para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños de calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen controvertido. Sergio Zamora B. Guadalajara, Jalisco, México 1999
En la formación del español cabe distinguir tres grandes períodos: el medieval, también denominado del castellano antiguo, fechado entre los siglos X al XV; el español moderno, que evolucionó desde el sigloXVI a finales del XVII, y el contemporáneo, desde la fundación de la Real Academia Española hasta nuestros días.
El nombre de la lengua procede de la tierra de castillos que la configuró, Castilla, y antes del siglo X no puede hablarse de ella. Por entonces existían cuatro grandes dominios lingüísticos en la Península que pueden fijarse por el comportamiento de la vocal breve y tónica latina o en sílaba interior de palabra como la o de portam que diptongó en ué en el castellano, puerta, y vaciló entre ue, uo y ua en el leonés y aragonés (puorta) y mozárabe (puarta). En términos generales, se mantuvo la o del latín (porta) en la lengua del extremo occidental, el galaico-portugués -del que surgiría el gallego y el portugués-, y en el catalán del extremo oriental, que ejercería su influencia posterior por las tierras mediterráneas, fruto de la expansión política.
El castellano fue tan innovador en la evolución del latín como lo fueron los habitantes de Castilla en lo político. A esta época pertenecen las Glosas Silenses y las Emilianenses, del siglo X, que son anotaciones en romance a los textos en latín: contienen palabras y construcciones que no se entendían ya. Las primeras se escribieron en el monasterio benedictino de Silos, donde para aclarar el texto de un penitencial puede leerse "quod: por ke", "ignorante: non sapiendo"; las Glosas Emilianenses se escriben en el monasterio de San Millán de la Cogolla o de Suso.
En el sur, bajo dominio
árabe, hablaban mozárabe las comunidades hispanas
que vivían en este territorio y conservaron su lengua
heredada de épocas anteriores. La mantuvieron sin grandes
alteraciones, bien por afirmación cultural que marcara la
diferencia con las comunidades judía y árabe, bien
por falta de contacto con las evoluciones que se estaban
desarrollando en los territorios cristianos. En esta lengua se
escriben algunos de los primeros poemas
líricos romances: las jarchas, composiciones escritas en
alfabeto árabe o hebreo, pero que transcritas corresponden
a una lengua arábigo-andaluza.
De los cambios fonéticos que produjeron en esta época en el castellano, el más original consistió en convertir la f- inicial del latín en una aspiración en la lengua hablada, aunque conservada en la escritura. El primer paso para convertir el castellano en la lengua oficial del reino de Castilla y León lo dio en el sigloXIII AlfonsoX, que mandó componer en romance, y no en latín, las grandes obras históricas, astronómicas y legales.
El castellano medieval desarrolló una serie de fonemas que
hoy han desaparecido. Distinguía entre una -s- sonora
intervocálica, que en la escritura se representaba por s,
como en casa, y una s sorda, que podía estar en
posición inicial de palabra como silla, o en
posición interna en el grupo -ns-, como en pensar o en
posición intervocálica que se escribía -ss-
como en viniesse.
Las letras ç y z equivalían a los sonidos africados
(equivalente a ts, si era sordo, y a ds, si era sonoro), como en
plaça y facer. La letra x respondía a un sonido palatal
fricativo sordo, como la actual ch del francés o la s
final del portugués y también existía
correspondiente sonoro, que se escribía mediante j o g
ante e, i: así dixo, coger, o hijo. Distinguía
entre una bilabial oclusiva sonora -b-, que procedía de la
-p- intervocálica del latín o b de la inicial
sonora del latín (y que es la que hoy se conserva), y la
fricativa sonora, que procedía de la v del latín,
cuyo sonido se
mantiene hoy en Levante y algunos países
americanos.
Desde el punto de vista gramatical ya habían desaparecido
las declinaciones del latín y eran las preposiciones las
que señalaban la función de las palabras en la
oración. El verbo haber todavía tenía el
significado posesivo tener, como en había dos fijos y se
empleaba para tener y para formar las perífrasis verbales
de obligación que originarían a partir del siglo
XIV los tiempos compuestos; por eso, entre la forma del verbo
haber y el infinitivo siguiente era posible interponer otro
material léxico, hoy impensable, como en "Enrique vuestro
hermano había vos de matar por las sus manos".
Los adjetivos posesivos iban precedidos de artículo, como
aún hoy ocurre en portugués; así, se
decía los sus ojos alza. El español del siglo XII
ya era la lengua de los documentos
notariales y de la Biblia que mandó traducir Alfonso X;
uno de los manuscritos del siglo XIII se conserva en la biblioteca de El
Escorial. Gracias al Camino de Santiago entraron en la lengua los
primeros galicismos, escasos en número, y que se
propagaron por la acción de los trovadores, de la poesía
cortesana y la provenzal.
La publicación de la primera gramática castellana de Elio Antonio de Nebrija en 1492, fecha del descubrimiento de América y de la toma de Granada por los Reyes Católicos, establece la fecha inicial de la segunda gran etapa de conformación y consolidación del idioma. A esta época pertenecen el cambio de las consonantes que altera y consolida definitivamente el sistema fonológico del español.
Desaparece la aspiración de la h, cosa que testimonia la
versificación. Se funden en un único fonema la s
sonora y sorda, prevaleciendo el valor sordo.
Las consonantes ç y z pasan a ser el fonema fricativo (con
pronunciación equivalente a ts) que se escribirá
ç durante el siglo XVI y pasará a tener el valor de la z
(con su pronunciación actual) en el siglo siguiente, con
lo que de esta manera se resolvió la vacilación
ortográfica c, ç, z. Las variaciones
fonéticas que representaban x, g, j, se solucionaron
también en favor del sonido velar fricativo sordo que en
el XVII pasa a tener la pronunciación y grafía
actuales de g y de j.
Desapareció asimismo la distinción -b-, -v- que se
neutralizó en -b- durante el siglo XVI. En la
morfología aparecieron los tiempos compuestos de los
verbos, y se convierte en auxiliar el verbo haber. En la sintaxis
el orden de los elementos de la oración se hace más
rígido, y se anteponen los pronombres átonos a
infinitivos y gerundios.
Desde el punto de vista del léxico adquirió una
gran cantidad de neologismos, pues a estos momentos
correspondió la expansión de Castilla y, por lo
tanto, el contacto con otras culturas. Consiguió
consolidarse como lengua dominante frente a otros dialectos
peninsulares al llevarse a cabo la unidad política de
Castilla y Aragón y ser el castellano la lengua de los
documentos legales, de la política exterior y la que
llegó a América
de la mano de la gran empresa realizada
por la Corona de Castilla, ya fijada en la gramática normativa de Nebrija. A partir de
los primeros momentos del siglo XVI se prefirió la
denominación de española para la lengua del nuevo
imperio, y la preocupación de los intelectuales del
momento se refleja en la enorme tarea de sistematizarla,
analizarla y divulgarla.
Lo demuestran la publicación del gran Diccionario de
Alcalá, obra de la Universidad
Complutense creada por Cisneros; la aparición de la
Minerva de Francisco de las Brozas, conocido por El Brocense, que
es una gramática normativa y descriptiva más
moderna que la realizada por el grupo francés de Port
Royal, y, a principios del
siglo XVII, la publicación del Tesoro de la lengua
castellana o española (1611) de Sebastián de
Covarrubias, primer diccionario de
la lengua, que contiene cuanta información
histórica y sincrónica había disponible en
el momento de su publicación.
En Francia, Italia e Inglaterra se
editaban gramáticas y diccionarios
para aprender español, que fue la lengua
diplomática hasta la primera mitad del sigloXVIII. En esta
etapa de la lengua se llegó al esplendor literario que
representan los autores del siglo de oro. El léxico
incorpora palabras originarias de tantas lenguas como contactos
políticos tenía el imperio. Del italiano entran en
el español desde el sigloXV al XVII los nombres de la
métrica y preceptiva literaria como soneto, asonante,
silva y lira, palabras relacionadas con las bellas artes como
fachada, escorzo, medalla, piano.
De otros campos léxicos son italianismos de la
época centinela, alerta, escopeta, aspaviento, charlar,
estropear y muchas más. Son galicismos paje,
jardín, jaula, sargento, forja o reproche. Los
americanismos, que comienzan a entrar en el sigloXVI, ofrecen una
lista referida a las realidades que en Europa no se
conocían y que son españolismos tomados por las
lenguas europeas como patata, cóndor, alpaca,
vicuña, pampa, puma, papa (denominación afincada en
Canarias para patata), que proceden del quechua y el
guaraní. Los términos más antiguos, como
canoa, ya citado en el diccionario de Nebrija, proceden de los
arawak. A este conjunto pertenecen huracán, sabana,
maíz, cacique, colibrí, caribe, enagua y
caníbal. De la familia de
lenguas náhuatl habladas por los nahuas, se incorporan
hule, chocolate, tomate, cacao, aguacate y petate.
En el año 1713 se fundó la Real Academia Española. Su primera tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios que de su idioma habían hecho los hablantes a lo largo de los siglos, siguiendo unos criterios de autoridad. En esta época se había terminado el cambio fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad del siglo XX.
Los pronombres átonos ya no se combinaban con las
formas de participio y, gracias a la variación
morfológica, los elementos de la oración se pueden
ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los
estilos literarios, desde la mayor violación
sintáctica que representan el barroco del
siglo XVII, los poetas de la generación del 27 y el lenguaje
publicitario, hasta la imitación de los cánones
clásicos, también violentadores del orden del
español, que incorporaron los neoclásicos o los
primeros renacentistas.
Coincidiendo con otro momento de esplendor literario, el primer
tercio del siglo XX, aparecieron las nuevas modificaciones
gramaticales que aún hoy están en proceso de
asentamiento.
De ellas cabe citar: la reducción del paradigma verbal en sus formas compuestas de indicativo y subjuntivo, la sustitución de los futuros por perífrasis verbales del tipo tengo que ir por iré, la práctica desaparición del subjuntivo, la reduplicación de los pronombres átonos en muchas estructuras oracionales y con verbos de significación pasiva, que están desarrollando una conjugación en voz media como en le debo dinero a María; la posposición casi sistemática de los calificativos, la reducción de los relativos, prácticamente limitados a que y quien en la lengua hablada. Junto a ello, la irrupción continua de neologismos, que nombran innovaciones técnicas y avances científicos, tiene dos momentos: los anteriores a la mitad del presente siglo, que contienen raíces clásicas como termómetro, televisión, átomo, neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los neologismos apenas castellanizados, siglas y calcos del inglés y fruto de la difusión que de ellos hacen las revistas especializadas, la publicidad o la prensa, como filmar, radar, módem, casete, anticongelante, compacto, PC, o spot.
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