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Percepción de la muerte a lo largo de la vida (página 2)




Enviado por isla



Partes: 1, 2, 3

El desarrollo psicológico del niño lo
imposibilita para darse realmente cuenta del fenómeno de
la muerte y sus implicaciones. Su aparato psíquico se
encuentra en esta etapa centrado en su propia perspectiva y en la
realidad vivenciada desde sí mismo, por lo cual su
pensamiento
presenta las características de egocentrismo y animismo
entre otras, que distorsionan sus experiencias en la
formación de su realidad configurada particularmente.

La falta de introspección y la incompleta
cimentación de su individualidad, que aún
está en desarrollo hacen que la muerte para el niño
tenga un significado libre en gran medida de angustia y crueldad,
por lo cual difiere de la significación adulta de la
muerte. Sin embargo, el niño vivencia el fenecer como un
viaje o un abandono, por lo que puede experimentarlo con mucha
ansiedad y considerar esta dolorosa separación como un
acto de agresividad contra él, ej. "la persona se
murió por que no quiere estar conmigo".

Los niños asocian la muerte principalmente a la
pérdida de su objeto amoroso más preciado, su
madre, y con ella todas las garantías de cuidado y
amor
incondicional que solían protegerlo del mundo desconocido
y hostil. Todo esto, además de temor le produce ira, pues
como ya dijimos, el niño cree que la muerte es una afrenta
contra él, dado que el morir es para él dejarse
morir sin perder la vida, sino solamente alejándose como
en un viaje. A su vez desconocen la posibilidad de su propia
muerte dado que ésta constituye algo externo, ajeno,
situación en la cual no hay amenaza vital. En este sentido
los niños tienden a ver la muerte como algo remoto en
cuanto la aversión que les provoca los obliga a alejarla
hasta el punto que quede fuera de nuestra realidad. Ellos creen
que el que evita la muerte, engañándola, no muere.
Esta es una característica de su pensamiento
egocéntrico, el cual no le permite entender la muerte por
que va más allá de su experiencia personal, y
además es consecuencia de que los niños tienen en
parte la noción de la inevitabilidad de la muerte, sin
embargo, desarrollan defensas psicológicas tales como el
pensamiento mágico, para sobreponerse al sentimiento de
indefensión que le produce.

Los psicólogos abocados a la
investigación de la ontogénesis de las
distintas capacidades a lo largo del desarrollo humano, han
realizado diversos trabajos con niños. Ellos en sus
distintos estudios encontraron que a los 4 años la idea de
muerte es muy limitada, y el hecho de que ésta ocurra o se
mencione su concepto no supone una emoción intensa, ni
tanto positiva como negativa. Antes de esta edad el niño
tiene ciertas nociones ligadas a la muerte, pero éstas se
traducen en intuiciones
emocionales ligadas a la ausencia de la madre.

Entre los 5 y los 7 años, los niños comienzan a
entender que la muerte es irreversible, universal, o sea que
todas las cosas que están vivas inevitablemente tienen que
morir, también comprenden que todas las funciones de la
vida terminan con la muerte. Según Piaget estas
características se desarrollan cuando los niños
pasan del pensamiento preoperacional al operacional concreto.
Durante esta etapa el niño busca reafirmar su conocimiento
objetivo, y
vuelca sus esfuerzos al entendimiento de las pautas de su
cultura. En este sentido los códigos de
significación cultural constituyen una buena base para la
elaboración más acabada del concepto de muerte. Las
explicaciones fantasticas ya no le son funcionales, pasando de un
razonamiento mágico a un pensamiento materialista
positivo. Aún más, en esta etapa la muerte adquiere
una connotación emocional mucho más intensa para el
niño, que comienza a temer la muerte de sus seres
queridos. El hecho de morir se tiñe en su mente con las
ansiedades de su cultura, y pese a no tener conciencia de la
posibilidad objetiva de morir, si reconoce a la muerte como una
clara experiencia humana.

Ya a la edad de 8- 10 años acepta que todos moriremos,
asimila con todo realismo el
hecho de tener que morir más adelante.

No todos los autores concuerdan en cuanto al grado de
consciencia real que tienen los niños sobre las diferentes
dimensiones de éste acontecimiento, y prefieren hablar de
etapas no tan marcadas y otorgar un poco más de
flexibilidad en el desarrollo de la elaboración de un
concepto tan complejo como lo es la muerte. De esta manera hablar
de etapas sin referentes en el plano etario es útil para
captar la secuencia del desarrollo o formación del
concepto. Diversos autores reconocen ésta secuencia de
etapas como adecuadas :

1º etapa en que el niño es incapaz de comprender
el problema de la muerte.

2º etapa en que la muerte se relaciona con una ausencia
provisional.

3º etapa en que la muerte se integra en una imagen del mundo
mediante elementos culturales.

4º etapa en que el niño elabora la idea de su
irremediable destrucción.

El hecho de que la cultura otorgue un espacio dentro de su
dinámica donde el dolor y la muerte se
resuelvan, mantienen la armonía de su continuidad.

Una cultura debe estructurar este dolor por que su sentido se
configura a través de las historias personales que la
atraviesan. El orden y la continuidad de la misma depende de la
construcción simbólica de rituales
que orienten la identidad de
todos los individuos a la conformación de la unidad
estructural y funcional de la cultura.

Ahora bien, basta dar una mirada hacia el interior de nuestra
cultura y nos encontramos con la sobreexaltación de la
vida, basada en su energía, en su dinámica y en su
desarrollo, una cultura que esconde a sus moribundos en
hospitales donde no logren infectarnos con la muerte y que
reducen las tumbas en los cementerios donde cada domingo cientos
de personas caminan sobre los cuerpos de nuestros ancestros que
simbólicamente yacen extendidos en el césped.
Nuestra cultura no acepta la muerte, la arroja lo más
lejos de sí para no entorpecer su funcionamiento. En esta
cultura la muerte debe ser un proceso
rápido, dado que se ha convertido en un tabú,
así como alguna vez lo fue el sexo. Esta
situación disminuye las posibilidades de que logremos un
duelo verdadero, dado que el duelo negado es el peor de los
duelos.

El niño quiere saber que ocurre cuando está
frente a la muerte, busca la respuesta en sus padres quienes no
confían en su capacidad de entender la situación, y
creyendo protegerlo lo envuelven en un manto de fantasía.
Nuestra cultura nos enseña a proteger a nuestros hijos de
algo que es tan natural como la vida misma y lo único que
logramos es condenarlos a una vida a medias, una vida orientada
al absurdo de la imposible eternidad, una ansiedad perpetua, una
vida irreal.

Entonces el niño calla al ver la cara de sus padres
timoratos ante la muerte y calla para protegerlos, el sabe que
odiamos a la muerte y lo que le espera como herencia es este
odio, quien odia la muerte odia a la vida y por lo tanto se odia
a sí mismo y vive temiendo.

Un niño solo requiere expresar sus emociones, sus
temores, sus inquietudes, solo requiere de un adulto capaz de
escucharlo y saber explicar con palabras simples y sensibles
qué es lo que ocurre, sin mentiras. En este sentido la
religión
puede ser muy beneficiosa, siempre y cuando su acción
esté dirigida a resolver los conflictos
humanos existenciales en la forma más honesta, evitando la
sobreexplotación de artificios y que pueda brindar un
soporte espiritual para el niño.

Desde el punto de vista del psicoanálisis, la muerte es tan poderosa
que nuestros impulsos dirigidos a ella constituyen parte de
nuestra personalidad.
Estos impulsos no son privativos del hombre, dado
que operan en todas las criaturas vivientes y tienden a reducir
la vida a su materia inerte
original, estos impulsos son los responsables de las tendencias
destructivas y agresivas. Esto se traduce en que parte de nuestra
naturaleza busca la muerte, se dirige a ésta como
también se dirige al amor. Esta dualidad posee al
niño en su corporalidad y en su psiquis, por eso a
temprana edad inician su exploración con la muerte de
pequeños seres vivos, buscando la forma para asegurarse a
sí mismo su individualidad y su potencia,
actuando con superioridad ante estos seres, pero a la vez
reteniendo sus impulsos agresivos e identificándose
proyectivamente con sus víctimas. Esta experiencia
condiciona de manera inevitable una buena parte de las respuestas
del niño y su desarrollo cognitivo respecto al concepto de
muerte.

En la medida en que el niño va desarrollando más
destrezas tanto en el área biológica, social,
cognitiva y emocional el concepto de muerte va evolucionando
hacia causas más abstractas, como "enfermedades", "hacerse
mayor", etc. el punto de cambio para esta parte del concepto de
algo concreto a algo abstracto parece situarse alrededor de los 7
años. A esta edad se produce en el niño un gran
temor en cuanto a su salud dado que la
relación que establece entre la enfermedad y la muerte lo
atormenta cuando él está enfermo, cualquier
síntoma; fiebre, catarro,
estornudos, etc. le hacen creer que se va a morir.

Los niños que se ven enfrentado al hecho de la muerte
presentan una serie de reacciones, que si bien pueden no darse en
un orden específico, ni aparecer todas ellas, si nos
sirven para comprender el cómo lo vivencian en
general:

1.  La negación: el niño niega que la
muerte haya ocurrido y parece que ésta no le ha afectado.
Normalmente esto significa que la pérdida ha sido
demasiado grande para él y que sigue pretendiendo que la
persona en cuestión está viva.

2.  Aflicción corporal: la muerte produce en
el niño un estado de
ansiedad que se expresa en síntomas físicos y/o
emocionales.

3.  Reacciones hostiles contra el difunto: el
niño toma la muerte de una persona o animal como una
afrenta personal por parte del difunto, que lo ha abandonado.

4.  Reacciones hostiles hacia otros: el niño,
generalmente, culpa a otros de la muerte acaecida.

5.  Sustitución: el niño
rápidamente comienza a buscar el afecto de otros con el
fin de sustituir la figura del difunto.

6.  El niño asume las maneras del difunto,
intentando conseguir sus mismas características.

7.  Idealización: el niño sobrevalora
las cosas buenas del difunto y elimina los recuerdos de sus
defectos, llegando incluso a falsear los recuerdos respecto al
carácter y la vida real del difunto.

8.  Reacciones de ansiedad y de pánico,
preocupándose por quién le cuidará en el
futuro.

9. Reacciones de culpa: el niño puede pensar que la
muerte tiene que ver con que «es malo» o ha tenido
mal comportamiento, y elaborar a partir de aquí
fantasías de muerte.

El dato esencial es que toda muerte requiere un duelo, y esta
es una ley de la
naturaleza, dado que si bien la estructura
cultural de la vivencia varía, el sentido de la perdida es
universal, con distinto matiz connotativo emocional, pero que no
obstante revela su cualidad netamente humana.

El niño debe poder
desidentificarse de la causa de la muerte y estar desprovisto de
todo deseo de muerte inconsciente (los cuales llevan en sí
sentimientos de culpabilidad o
remordimiento) además debe elaborar y aceptar a
través de su experiencia la propia muerte futura en tanto
que destino.

3. Percepción de la muerte
del adolescente.

La adolescencia
se expresa en las siguientes necesidades: mayor autonomía,
necesidad de estabilidad y seguridad, reconocimiento del grupo de
amigos y necesidad de diferenciación. Estos podrían
considerarse un buen marcador de la etapa, sin embargo la falta
de un hito psicológico que determine el cambio de etapa
hace necesario un espacio social de soporte para el adolescente
en su lucha por integrar su identidad, este espacio
estaría constituido por la familia. La
falta de este soporte trae graves consecuencias al adolescente
quien ve como se ve absorbido por situaciones que escapan de su
control,
apareciendo sentimientos de incontrolabilidad ante factores
sociales, políticos y económicos para construir un
proyecto de
vida. Las características de esta etapa hacen del
adolescente un ser muy vulnerable a sentimientos ligados a la
autodestrucción. La muerte en estos casos puede
presentarse como una alternativa favorable en pos de darle fin al
dolor psicológico que abruma al adolescente. El
considerarse solos, alienados, que no son amados pueden
constituir motivos suficientemente fuertes como para elegir
extinguirse, para comprender esto es necesario pensar en que el
joven está esencialmente volcado hacia las relaciones con
otros y su aceptación, por lo que hasta los fracasos
académicos adquieren una fuerza
desconocida dado que en estas actividades sociales el joven va
configurando su autoconcepto. Otros puntos de vista versan sobre
el suicidio
adolescente no como una fuerza o tendencia a la
autodestrucción, sino más bien como una
súplica por llamar la atención y pedir ayuda, por lo que
prefieren hablar de prevención considerando el mejor modo
de hacerlo, el tomar conciencia del cuidado del adolescente y ser
sensible a sus peticiones.

En otro sentido, el adolescente vivencia la muerte como un
hecho romántico, entregando su vida por la lucha por
ideales, el ejercito, etc. a los jóvenes les importa mucho
más la calidad de la
vida que la cantidad, este es otro factor que acerca a los
jóvenes al suicidio. Dentro de su desarrollo mantienen una
idea egocéntrica llamada "fábula personal" la cual
les hace creer que pueden tomar cualquier clase de
riesgos dado
que a ellos jamás les ve a ocurrir nada, manejan
imprudentemente, toman decisiones descabelladas, experimentan
potentes drogas y
formas de placer.

Cuando los adolescentes
se encuentran cara a cara con la muerte reaccionan de maneras
sorprendentes y contradictorias, elevando algunos las cuotas de
misticismo o religiosidad. O bien otros jóvenes enfermos
optan por negar su condición y hablan como si se fuesen a
recuperar aunque tienen la certeza de que eso no será
así. Sin embargo pese a lo dramático de esta
situación y a los problemas que
acarrea la utilización de mecanismos de defensa en cuanto
a la elaboración e integración de los hechos sin
distorsión, la negación y la represión de
las emociones constituyen herramientas
útiles que ayudan a muchos jóvenes enfermos a
tratar y superar este golpe agobiante para sus expectativas de
vida. Los jóvenes enfermos por lo general están
más enfadados y disgustados que reprimidos. Ocupan mucho
menos tiempo en pensar en el suicidio en comparación a
adultos de la misma condición, y probablemente
están mucho más dispuestos en buscar a alguien a
quien culpar.

Las distintas maneras de reaccionar ante el hecho de la muerte
inminente está supeditada en gran medida al estilo de
personalidad.

4. Percepción de la muerte
en adultos jóvenes.

Los adultos jóvenes están abocados al
término de sus tareas sociales, y se encuentran ansiosos
por desarrollar sus planes de vida, para lo cual ya se encuentran
capacitados. Su gran tarea es lograr la intimidad para lo cual
destinan una no menospreciable cantidad de su tiempo y
energía. La muerte es algo lejano, asumido como algo
inevitable, sin embargo con una certeza inconsciente de que a uno
jamás le va a pasar, comienza la carrera por la
consecución de lo que uno pueda llegar a ser, y junto a
quienes ame, construir una vida plena de satisfacción.

Para un individuo que
se encuentra en esta etapa de la vida, la aparición de una
enfermedad catastrófica se vivencia como algo muy
frustrante y difícil de llevar debido a la imposibilidad
de conquistar las metas anheladas. Su trabajo no ha valido de
nada y esta injusticia lo enfurece, es el paciente más
conflictivo y el más lábil emocionalmente, a esto
se suma la dificultad del personal que por lo general tiene la
misma edad que el paciente para tratar asertivamente a un
desahuciado de su mismo grupo etáreo.

Estos adultos piensan de manera evasiva, rehuyen de la muerte
pues es un tema que no les agrada.

5. Percepción
de la muerte de
un adulto intermedio

En esta edad se produce la defunción de los padres,
y este hecho constituye el motivo por el cual es en esta etapa
donde se instala la certeza de la muerte en
nuestros corazones, en esta etapa sabemos muy adentro que de
veras moriremos. Sin embargo este no es el único dato
sobre su condición que recibirá en esta
época; los obituarios comenzaran a llenarse con nombres
conocidos, los organismos e instituciones
enviaran información sobre nuestra condición
y se encargará además de hacernos saber que tan
aceptados seremos en el mundo en el que supuestamente nosotros
(los de esta etapa) tenemos el poder. Los
adultos intermedios cambian el referente de su cuenta de edad,
pues ahora los días que faltan son mucho menos que los que
ya han pasado. Esta sensación de limite impulsa al sujeto
a buscar sacarle provecho a lo que le resta de vida, y nace un
nuevo ímpetu por hacer mayores cambios en su vida. La
evaluación a la que se someten será
crucial en cuanto una vida satisfactoria propugna integridad y
autoestima, y
por el contrario la inconformidad genera desesperanza,
frustración y un sentimiento de vacuidad.

6. Percepción de la muerte
en ancianos.

La muerte puede sobrevenir en cualquier etapa de la vida, sin
embargo el orden natural supone que se produzca al final del
ciclo completo, cuando su cercanía forma ya parte de la
experiencia cotidiana. En esta edad casi la mayoría del
tiempo
está destinada a la solución de asuntos acerca de
la muerte y están significativamente menos ansiosos que
los adultos intermedios con respecto a la muerte.

Es necesario considerar que el mundo frente al cual se
enfrenta el anciano es un mundo distinto, irreconocible,
perturbador, obviamente que nuestra es la responsabilidad de que no le sea hostil. Antes su
mundo estaba poblado por determinadas personas que fueron muy
significativas en su vida. Con el correr de los años todo
eso de alguna manera, por no decir literalmente, ha desaparecido.
Es probable que los problemas
cotidianos de hoy le resulten algo abrumador e inexplicable. Ante
esta situación uno puede entender el por qué los
abuelos están cansados de la vida, y por qué es tan
natural que muchas veces los inunde la tristeza.

La gran tarea del anciano es reorganizar sus pensamientos y
sentimientos para aceptar su propia muerte. Los problemas
físicos impiden que el anciano vea las cosas de un modo
alentador y placentero, al contrario, esto se suma a la lista de
estímulos que lo abandonan a la muerte.

Cuando la persona ha
construido un autoconcepto estable y satisfactorio, y cuando ha
sido rodeada de amor logra
concebir de manera más tranquila su propia muerte,
aceptando este final natural.

7. Enfrentar la
muerte.

La forma en que nos dispongamos frente a la muerte
definirá nuestro proceso de
muerte, por que ¿qué es la muerte, sino un nacer a
otra cosa ? como plantea la doctora E.
Kübler-Ross ; quien dice que la muerte no es más
que un pasaje hacia otra forma de vida. Esta profesional de la
salud supo
comprender el real significado del término "salud" y lo
aplicó a sus moribundos, esos tantos que lejos de ser
sustancias en desecho, son verdaderos maestros de la vida, por
que allí donde ésta se extingue aflora todo su
esplendor, al acompañar la muerte se nos regala la belleza
de la vida, cuando el último aliento adorna nuestras caras
con expresiones de felicidad por que algo se ha descubierto, en
nosotros mismos.

Volviendo a lo nuestro, Kübler-Ross después de
realizar una cantidad de estudios de campo inimaginable sobre
enfermos
terminales , dio a conocer la existencia de 4 etapas de la
muerte y la agonía, las cuales serían :

1. negación : cuando una persona se entera de que
sufre una enfermedad mortal su primera reacción es la
negación, aquel mecanismo de defensa que ante la evidencia
nos hace decir "no, no puede ser", esto constituye una
autosugestión que implica la no aceptación de la
condición, la persona se convence de que ha habido errores
en los resultados de laboratorios o radiografías y
cambiando de médico para obtener otra respuesta. La
negación es un mecanismo normal que nos ha
acompañado a lo largo de toda nuestra vida en
relación al tema de la muerte, y la negación
parcial de ésta hasta se hace necesaria para asumir
algunos riesgos, pero
ante la noticia de una muerte inminente se hace total. La
negación permite una tregua entre la psiquis y la
realidad, le otorga el tiempo al individuo para
pensar su muerte de manera más distanciada, buscando la
adaptación del evento que ha asaltado su psiquismo de
manera muy abrupta. La negación constituye un mecanismo de
amortiguación del efecto.

Es importante destacar que la negación, a su vez, no es
un fenómeno absolutamente individual, dado que nuestra
cultura poco a
poco ha ido negando los eventos de la
muerte, no se habla de ella, los velatorios se trasladaron de la
cama de la propia casa donde se era acompañado por gran
cantidad de familiares y amigos, a una camilla de terapia
intensiva, con restricción de visitas y con la soledad que
un lugar tan descarnado como ese provoca.

2. ira : cuando el enfermo acepta por fin la realidad se
rebela contra ella, y nace la pregunta ¿por qué
yo ? la envidia comienza a corroer el alma, que
injusto es que me haya tocado a mi morir, deseos de tener la vida
de los demás, su ira inunda todo a su alrededor, nada le
parece bien, nada le conforma. Todo lo que ve le produce un agudo
dolor, recordar su condición le inunda de odio y rencor,
esta etapa se caracteriza por la negación de dios, los
insultos. Su autosestima está atropellada por no ser
él el elegido para permanecer con vida. Los enfermos en
esta etapa necesitan expresar su rabia para librarse de ella.

3. pacto o negociación : se asume la
condición, pero aparece una tentativa por negociar el
tiempo, se intenta hacer un trato, dado que en vida este recurso
más de alguna vez lo sacó de algún apuro,
aunque la realidad le indique que para eso es demasiado tarde,
ej. El eterno fumador que cuando se entera que tiene
cáncer promete no fumar nunca más. Los adultos en
estas circunstancias se vuelven regresivos, pidiendo tiempo a
cambio de
buena conducta. La gran
mayoría de estos pactos son secretos y sólo quienes
los hacen tienen consciencia de ello.

4. depresión : esta aparece cuando se
tiene conciencia de que
todos los pasos anteriores fracasan ante el desarrollo de
la enfermedad que provoca gran invalidez, dolores u
hospitalizaciones continuas. Las consecuencias psicosociales que
acarrea una enfermedad catastrófica, entre ellas ;
decadencia física, imposibilidad
de trabajar o desempeñarse en tareas habituales, problemas
económicos y familiares, sensación de inutilidad y
de constituir una carga innecesaria, provocan en el enfermo un
estado natural
de depresión. La depresión es producto de lo
ya perdido, pero también un proceso de preparación
ante la propia muerte. En esta etapa, es saludable para el
enfermo expresar la profundidad de su angustia en vez de esconder
su dolor.

5. aceptación : requiere que la persona haya
tenido el tiempo necesario para superar las fases anteriores. La
persona ha trabajado con la muerte a través de la ansiedad
y la cólera,
y ha resuelto sus asuntos incompletos. A esta etapa se llega muy
débil, cansado y en cierto sentido anestesiado
afectivamente. En su lucha por desprenderse del mundo y de las
personas prefiere estar solo, preparándose para morir,
durmiendo demasiado, a lo mejor en un proceso de
evaluación mnémica que es una experiencia privada y
personal. El
paciente ha comenzado a morir, a renunciar a su vida en paz y
armonía, en esta etapa no hay ni felicidad ni dolor, solo
paz, el dolor está en quienes rodean al enfermo,
éste solo desea el silencio para terminar sus días
con un sentimiento de paz con sigo mismo y con el mundo.

Estas etapas no se dan rigurosamente como una secuencia
invariable, alguien puede morir enojado con el mundo, o sin
jamás aceptar la muerte por que su amor a la vida es
más fuerte que su paz interior, por lo general quien no
desea morir llegando su hora ha dejado algo pendiente, resolver
sus asuntos de la mejor forma puede ser un incentivo para el buen
morir. Lo importante es que a través de estas etapas
Kübler-Ross supo plasmar una anatomía
psíquica de la muerte, acompañada de todo su
carácter emocional, ahora algo podemos
entender el proceso de la muerte, para poder aceptar su llegada
de mejor manera.

8. La pena de muerte
y el duelo.

Como ya he repetido antes toda muerte exige un duelo, o sea
una elaboración e integración del acontecimiento de la muerte
como parte de la vida de un sujeto, se debe asimilar hasta el
punto de reconstruir la vida sin el ser amado,
recordándole con amor y cariño, y comenzar el
desarrollo de una vida normal, cumpliendo con todas la exigencias
sociales.

La muerte es un hecho muy duro, tanto como para quien lo vive
como para los que lo rodean (sobrevivientes). Estos
últimos deben aceptar su aflicción, o sea el hecho
objetivo de la
perdida y el cambio de su condición social de vida en
cuanto a la desaparición de la persona muerta. Así
una esposa debe asumir su condición de viuda, por
ejemplo.

Una cultura debe estar dispuesta a resolver el problema del
dolor de sus miembros por medio de rituales y ceremonias, y en
resumen por medio de espacios para elaborar la pérdida con
un gran soporte social. Por ello sus condiciones de luto
serán primordiales para lo que a salud mental se
refiere. Esta acción
eminentemente cultural permite abordar la muerte desde una mirada
social de reconocimiento de sus miembros, como una pérdida
total de la cultura y no una difusión particular sin
importancia. Las culturas deben estructurar el dolor por medio de
tradiciones y ritos que ayuden a sobrellevar el dolor.

La forma en que sentimos la pérdida como algo muy
doloroso tiene gran importancia. La persona afligida debe aceptar
la dolorosa realidad, para ello debe dejar el vínculo con
la persona fallecida, organizar la vida sin esa persona y
desarrollar nuevos intereses y relaciones. Para poder describir
una pena normal debemos mencionar las etapas que subyacen en
ella:

  • Fase inicial: (varias semanas) la muerte se vive como algo
    impactante e increíble, los sobrevivientes se sienten
    muy abrumados, aturdidos y confundidos. Estas condiciones
    constituyen en algún aspecto una defensa de los
    dolientes para protegerse de sus reacciones intensas. Todo este
    periodo está acompañado de un fuerte correlato
    fisiológico, emocional y psicológico que
    vulnerabiliza en demasía al individuo. Tiene accesos de
    nauseas y un profundo sentimiento de vacuidad por la impotencia
    ante la vida.
  • 2º fase: (6 meses o más) persiste la
    preocupación por la persona fallecida. Realiza un gran
    esfuerzo por entender la muerte sin lograrlo debido a que no es
    capaz de aceptarla, en esta etapa hay mucho llanto, insomnio,
    fatiga, pérdida de apetito, etc. este periodo de
    crisis es
    necesario, pues en medio de este dolor se evalúa
    emocionalmente la relación que en vida tuvo con el
    fallecido. Para elaborar la muerte esto es esencial, dado que
    en este periodo se rescata la intensidad de las emociones
    compartidas y se tiñen los recuerdos para revivirlos
    hasta la eternidad.
  • Fase final: el tiempo es muy variable, esta es el periodo
    de la resolución, la persona reanuda el interés
    por sus actividades diarias, recordando al muerto con
    cariño y tristeza en vez de dolor y nostalgia. Se asume
    la idea de que la vida continúa y de que existen otros
    motivos por los cuales luchar.

Cuando deformamos el dolor que sentimos por el fallecido nos
arriesgamos a vivir una pena patológica, es muy probable
que a la base de ésta exista un desorden de la personalidad o
una relación altamente dependiente u hostil con el
fallecido. Muchas veces se vivencia la pena de esta manera debido
a las circunstancias traumáticas en que pudo ocurrir el
episodio de muerte y la prestancia social de apoyo deficiente que
pudo sufrirse. Esta forma distorsionada de elaborar la
pérdida puede traer con sigo la presencia de
hiperactividad conpulsiva, identificación
patológica con la persona muerta, deterioro físico,
depresión, culpa, ira, etc.

9. Terapia para el
dolor.

La Tanatologia, como disciplina de
ayuda profesional, concibe integralmente a la persona en su ser
bio-sico-social-espiritual, para vivir en plenitud. Proporciona
ayuda profesional al enfermo terminal y a sus familiares, a
personas con ideas suicidas y a todo individuo que haya tenido
una pérdida significativa.

El apoyo de la tanatología como alternativa para revalorar
la vida descansa en el principio de la condición mortal de
todo ser humano. ¿Cómo condiciona o determina la
vida de un individuo este principio del cual no existe la menor
duda? La respuesta es variable de acuerdo a las convicciones y
circunstancias personales, pero de una u otra forma tiene que
asimilarse este hecho. De ahí la importancia de aprender a
elaborar el propio duelo no como una carga lóbrega sino
como un acontecimiento necesario en la vida, y, en base a ello,
vivir plenamente el "mas acá" de la muerte. Se sugieren
dos caminos para aproximarse a ella: por la vía
teleológica en base a la propia imaginación y por
la reflexión de acontecimientos de muerte – como las
enfermedades
incurables -, la misma muerte de familiares o amigos muy queridos
o del dolor que se experimenta por separación del ser
amado, que es una forma de vivir la muerte.

El cómo ayudar a las personas a resolver la muerte
constituye una tarea ardua, y más aún en una
sociedad donde
la muerte se suele ocultar. Es primeramente necesario comenzar
por la
educación infantil, ayudando a los niños a
disminuir su ansiedad hacia la muerte, o sea se debe educar al
niño a nivel cognitivo impersonal por medio de la enseñanza cultural (escuela) y a un
nivel emocional personal (en el seno familiar).

La tanatología cumple un papel fundamental, su nombre
proviene de Thanatos: muerte; y Logos: que quiere decir tratado,
constituye una disciplina que proporciona ayuda profesional al
enfermo terminal y a sus familiares, a personas con ideas
suicidas y a todo individuo que haya tenido una pérdida
significativa.

La ideología de esta disciplina versa sobre
los siguientes puntos:

A) La muerte y el miedo a la muerte son fuente de muchos de
los problemas humanos. Eliminar estos miedos es dar vida: vida a
plenitud, vida llena de calidad.

B) El suicidio es un
mal que se puede prevenir. En la mayoría de los casos,
quienes tienen ideas suicidas prefieren recibir ayuda adecuada,
en lugar de fabricar su propia muerte.

C) Por último, de acuerdo con Kubler Ross, creo que
el amor
incondicional es un ideal asequible.

 En suma, la meta
última del tanatólogo es orientar al enfermo hacia
la aceptación de su realidad, aceptación que se
traduce en ESPERANZA REAL. En ella está contenida el
verdadero sentido de la vida. Esto incluye una mejor calidad de
vida, la muerte digna y en paz.

La educación para la muerte tiene ciertos
objetivos que
vale la pena revisar, entre ellos están; ayudar a crear en
las personas sistemas de
creencias propios sobre la vida y la muerte, pero no en un
sentido de fantasía enajenante, sino como una
revelación intima del sentido de la muerte que presupone
su aceptación como algo natural, también tiene por
uno de sus objetivos el preparar a la gente para asumir la muerte
propia y la de las personas cercanas al individuo, enseñar
a tratar humana e inteligentemente a quienes están
cercanos a la muerte. Entender la dinámica de la pena desde un punto de vista
muy humano, donde se acentúe la importancia de las
emociones más que cualquier otro aspecto de la psicología.

"Por último, la tanatología se propone con su
educación y trabajo, hacer
de la agonía una actitud lo
más positiva posible, destacando la importancia de
minimizar el dolor, ofreciendo cariño, cuidado personal,
involucrando a la familia y a
los amigos cercanos, en el cuidado de la persona agónica y
siendo susceptible a los deseos y necesidades del moribundo."

Una terapia para el dolor debe contemplar la expresión
de la pena y sus sentimientos de pérdida y culpa , apoyar
en el moribundo la revisión de sus relaciones, e integrar
la muerte dentro de la vida. A su vez debe brindar ayuda
práctica y emocional, por medio del encuentro de personas
que sufren un proceso parecido, y con la confianza de que al ser
un proceso natural las personas disponen de las herramientas
para superar esta situación.

Es muy importante para las personas explorar sus actitudes
hacia la muerte, involucrarse afectiva y cognitivamente con ella
ayuda a descubrir cuáles son nuestros temores frente a
ella y como podemos superarlos.

10. Significado de la
muerte.

El sentido de la muerte se encuentra en la vida misma, en
cuanto sabemos que vamos a morir, dirigimos nuestros esfuerzos
hacia la vida intensamente vivida, el morir nos enseña a
amar, querer, recordar. La muerte postergada hacia la eternidad
no puede sino constituir el mas absurdo de los absurdos. En
cuanto ésta dejaría de ser fuente de vida, vivir en
el más acá, requiere la certeza de la finitud. La
muerte es un espejo en el cual contemplamos nuestra vida entera,
la historia personal
se perfila hacia un proyecto
común de todos los hombres, de los que están y los
que vendrán, el dialogo del
espíritu con el corazón,
resuelven su acuerdo de vida en un instante, el corazón
ofrece energía para la acción, y el espíritu
ofrece un viaje hacia el crecimiento. Entender esto, significa
entender que la vida misma no es más que un periodo
pequeño de nuestra existencia.

La vida cobra sentido en cuanto se revela como un transito,
morir es cambiar de estado y el bien morir puede ser entendido en
términos de desprenderse finalmente de todo lo material
que nos confina a este mundo para facilitarnos el paso a la
eternidad. El bien morir es estar dispuesto con humildad a
despedirse de la vida, entregar la existencia que nos fue dada,
sin rencores ni arrepentimientos, sin culpa y sin dolor.

¿por que vivir si sabemos que vamos a morir ?

por que en la vida encontramos el significado de la existencia
y en la muerte encontramos el significado de la vida, el
convencimiento de nuestra muerte nos impulsa a trabajar, a hacer,
a producir, sin posponer inútilmente nuestro destino. La
presencia de la muerte nos pone frente a nuestra responsabilidad,
que es la de hacer de la vida el sentido mismo de la
existencia.

11. A modo de
conclusión

Quisiera, a partir de este pequeño análisis de la muerte abordar un tema muy
conflictivo, a modo de conclusión, en lo que se refiere a
la sociedad ante el problema de la muerte. Se trata de la
eutanasia
definida como una teoría
o práctica que defiende la licitud de acortar la vida de
un enfermo incurable, para poner fin a sus sufrimientos
físicos y psicológicos. A partir de las "ventajas"
entregadas por la tecnología podemos
alargar la vida aún en condiciones de extremo daño
físico, sin embargo muchas personas defienden la idea de
la eutanasia pues asumen que es necesario que prevalezcan los
criterios de calidad de
vida por sobre los de cantidad de vida.

El día 9 de noviembre de 1999 se realizó, en el
auditorio de la facultad de medicina de la
universidad de la
Frontera de
Temuco, una charla con respecto a este tema llamada "eutanasia:
el derecho de morir o asesinato" en esta sala se reunieron las
opiniones de un médico el doctor Arturo Pinto, un
asistente jurídico la sta. Claudia Turra, desde el plano
de la ética se
presentó la sra. Margarita Zeggy y como representante de
la religión
se presento el padre Luis Acuña.

La posición del doctor Pinto estaba sustentada en la
ética profesional del médico, y dado que el hombre
constituye una unidad, los valores
que como médico había jurado defender estaban a su
vez en el seno de los valores que
como ser humano lo definen. El doctor pregunta: ¿matar
tiene justificación? yo creo que no, y mucho menos como
profesional de la salud. Es necesario, comenta, que se tome en
cuanta la importancia de esta situación, dado que la
relación del médico con el paciente está
basada en la confianza del segundo que deposita su vida en las
manos del primero, a su vez el médico a jurado luchar por
la vida de las personas a toda costa, haciendo lo posible por
ayudarlo en su condición de enfermo. Si el médico
ofrece la muerte se quiebra el
vínculo entre paciente y médico.

El doctor finaliza con una reflexión, ¿es
lícito decidir ser esclavo ? no, no lo es estamos
condenados a nuestra libertad,
tampoco debe de sernos licito decidir morir, pues estamos
condenados a la vida.

La sta. Claudia Turra plantea el término de eutanasia
como una figura delictual que recibe una sanción penal por
parte del estado. El estado
modera la interacción de las personas y dirige su
actuar en forma bastante determinante, esto significa que el
estado con su pena, priva de libertad, por que existe un bien
jurídico afectado que el estado trata de proteger mediante
el castigo.

Sin embargo, al considerar la eutanasia como el derecho a bien
morir, asumimos el hecho de que nuestra vida nos pertenece en
nuestra corporalidad y el derecho penal
defiende nuestra vida de la acción de otros. La
decisión de morir pasa por el sujeto solamente evitando de
esta manera entrar en criterios utilitaristas de la
eutanasia.

El problema que se suscita en la legislación de la
eutanasia es el responder a su cuestión ética
¿puede un tercero intervenir en la muerte, aún
siendo consentida por el actor ?, jurídicamente la
respuesta es no . la muerte consentida se puede extrapolar
al asesinato consentido, o sea al aprobar mi propia muerte
cualquiera que yo desee puede matarme.

Por eso la eutanasia requiere un análisis contextual,
si la causa de la motivación a morir es una falta de cuidado,
o una carencia afectiva, la muerte no se puede permitir.

La sra Margarita Zeggy considera que la discusión sobre
este tema pasa por el bien morir y el bien vivir, en este sentido
el amor propio nos puede impulsar al deseo de muerte. Al hombre hay que
entregarle la libertad que posee como derecho propio, por que se
confía en él, pues es perfectamente capaz de
evaluar sus propias condiciones de vida como para asumir este
tipo de responsabilidad.

La eutanasia se enmarca en un plano multidimensional que toma
aspectos ; emocionales, de consciencia, costumbres, valores,
y además es un problema eminentemente social por lo que
debe resolverse en esta esfera. El cómo resolver estos
problemas asumiendo que engloba aspectos que van mucho más
allá del individuo, pasa por el otorgar la importancia que
le corresponde a la emoción en la toma de decisiones a
este respecto.

El ambito de los derechos humanos
apunta a los derechos a la vida, buscando
reafirmar la condición humana, en este sentido la
ética se plantea en dirección a la calidad de la vida, el
derecho a morir como se ha vivido. Aunque esto signifique el cese
de la vida, se reafirma el derecho a vivir y morir bajo nuestras
propias convicciones.

Desde la religión el padre Luis Acuña plantea
que el hombre está constituido a imagen y
semejanza de Dios, es más somos parte de dios. La muerte
es un evento natural, es la voluntad de Dios, tenemos acaso el
derecho supremo de contradecir los dictados del señor.

El valor de la
vida humana es el fundamento de la convivencia, no se puede
sujetar a consenso, por que no puede estar en manos de nadie,
sino sólo de Dios (lo que Dios creó, solo Dios
puede destruirlo).

El proferir la propia muerte niega el deber que tenemos para
con los demás, por que yo no solo vivo para mí. La
vida es un bien aquí en la tierra y es
útil en la relación entre nosotros los hermanos. El
suicidio, por que eutanasia yace en el limite entre el suicidio y
el asesinato, es el rechazo a la soberanía de dios, es la renuncia a lo
humano, es la ruptura del compromiso para con el otro y para con
la sociedad.

Desde mí punto de vista, las opiniones vertidas en el
foro tienen mucho de
razón, considerando que todas, aún siendo
contradictorias, se apoyan en el derecho y el deber a la vida.
Sin embargo, me inclino a la idea de libertad planteada en el
discurso de la
sra Margarita, dado que creo en el hombre, y aún cuando
muchos crean que detrás de una decisión como la
eutanasia existan intereses alternativos, es inevitable pensar en
el sufrimiento del que muere. Compartir su dolor es comprenderlo,
sí, es cierto su vida fue un regalo, pero es igual de
cierto que la vida sin libertad es una condena del alma. La
eutanasia se inscribe en la problemática social y en tanto
sea así, las opiniones siempre van a divergir, es
necesario considerar la vida particular de los individuos, para
tomar una decisión humana y razonable.

12. Bibliografía.

  • Silvia Di Segni De Obiols, "psicología: unos y los
    otros." Argentina. 1997. A. Z. Editores
  • Craig, Grace. "Desarrollo Psicológico". México.1997. E.d prentice- hall
  • Papalia, Diane. "Desarrollo Humano" . México.1988.
    editorial Mcgraw-hill
  • Laplanche, Jean. "Vida y muerte en psicoanálisis". Argentina.1973. Amorrotu
    Editores
  • Revista de la asociación española de
    neuropsiquiatría (A.E.N) Nº 65 Enero/Marzo
    1998
  • http//caramuto.com/tanatolo.htm
  • http//www.pangea.org.

Trabajo enviado y realizado por:
Boris Isla Molina

Estudiante de psicología de la universidad de la
Frontera,
Temuco Chile,
Asignatura Desarrollo psicológico

Partes: 1, 2, 3
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