Tratar de delimitar un campo de trabajo
dentro de la problemática de la Violencia
Familiar, no es tarea fácil y brinda posibilidades y
limitaciones, en tanto predomina un criterio Jurídico,
como el de Víctima de Delito. El trabajo
inter o multidisciplinario se encuentra favorecido cuando se
parte de los problemas, de
las prácticas y desde ese lugar se interroga a la teoría.
La heterogeneidad de problemas que
abarca este campo, implica una posibilidad descriptiva de trabajo
y reflexión, en la que se utilizan habitualmente niveles
de diagnóstico que atienden a situaciones de
crisis –
urgencia, lo que hace al Diagnóstico de Violencia
Familiar un concepto
operativo tendiente a tomar medidas de contención,
protección, en donde la información se articula con frecuencia con
ambas.
A estos fines ha sido suficiente recurrir a nociones
dinámicas – descriptivas, bastante singulares de algunas
versiones psicoanalíticas de la madre patria,
especialmente las que han mostrado interés
por los problemas socioculturales, como las que se pueden
considerar con Erik H. Erikson (1). Consideramos
así lo que podríamos llamar sus polaridades
conflictivas en el desarrollo,
poniendo el énfasis en: Autonomía versus
Vergüenza y Duda, Iniciativa versus Culpa, Industria
(productividad–
trabajo) versus Inferioridad, Identidad
versus Confusión de Rol, Intimidad versus Aislamiento,
Generatividad versus Estancamiento e Integridad del Yo versus
Desesperación. En este sentido la Clínica,
entendida en un sentido amplio, nos enseña la actualidad,
en las situaciones de Violencia
Familiar, de considerar los problemas de pérdida de
autonomía, sentimientos profundos de vergüenza en
tanto los "golpes" tocan por contacto todos los aspectos
más íntimos de la persona agredida,
las dudas, sustentadas fundamentalmente en la ambivalencia; el
sentimiento de culpa, las autoacusaciones que se espejan en
él "algo habrá o habré hecho" para que me
golpeen. Las personas pierden la iniciativa, pierden sus
trabajos, como parte de la estrategia de
aislamiento del agresor, con lo cual se refuerza notablemente su
sentimiento de inferioridad, la difícil pregunta sobre su
papel, puesto
en cuestión en la familia. En
la violencia si bien se puede pensar en un estancamiento, tenemos
que pensar que implica circuitos que
van en aumento. La tarea clínica nos muestra que
estamos frente a algo que se detiene o se incrementa.
Esta comprensión de la dramática
implicó una posibilidad de anclaje operacional y
continúa haciéndolo pero conlleva el paradigma
construido sobre la base del prejuicio de la creencia en las
series: hombre:
demonio / violento / perpetrador; mujer: sin culpa
/ pasiva /víctima. Paradigmas
prejuiciosos, maniqueos, que no se corresponden a la realidad, en
tanto se intenta particularizar las diversidades que presenta
cada caso en particular.
Si bien es cierto que vivimos en una sociedad
fundamentalmente machista, aunque patriarcalmente en franca
declinación hace ya muchos años, estos prejuicios
no nos permiten interrogarnos más allá de la
dramática, sobre dos temas centrales: el de la
Sexuación (diferencias de sexos) y el *de la
Filiación (diferencia de generaciones), conceptos pilares
para poder llegar a
construir teoría
desde la problemática de la violencia familiar como un
aporte Psicoanalítico posible y esperable.
Pero en la crisis y
urgencia presiona la prisa, cuestión que no debe quedar
sin ser interrogada, puesto que se contrapone, podemos afirmar
que de manera violenta, a la posibilidad de reflexión. La
prisa es un importante indicador de la presencia del Imaginario,
en tanto indicador de identificaciones secundarias alienantes, la
búsqueda de la buena forma o pregnancia guestáltica
en donde la comprensión se pretenda sólo fundada en
la empatía. Si esto es así nada nuevo podrá
surgir, ningún descubrimiento singular podrá
efectuarse y se tomará partido inevitablemente, pero no se
podrá eludir el conflicto
entre
la seducción (hechizo, encantamiento) y la
agresividad que caracteriza las relaciones violentas. Desde esta
perspectiva sólo queda como respuesta posible entrar en el
juego de
seducción-agresión ayudando a inclinar la balanza
en una dirección.
Existe, además, una vieja consideración
institucional, acerca de que las mismas suelen conformarse acorde
al problema que intentan resolver. El "acorde " puede ser
incorporar la violencia al trabajo y en este sentido hay que
prever el contagio que pueden implicar algunas modalidades
identificatorias que merecen analizarse. En la línea de
las identificaciones, recordemos por otra parte, que tanto en el
ámbito de la familia violenta
como de la "familia"
institucional las identificaciones tienden a llevarse a cabo con
las figuras más fuertes, hasta culminar con la
identificación con el agresor. Esto se conoce
comúnmente como "quemarse", es decir aparecen
manifestaciones típicas de Neurosis
Traumáticas en los terapeutas.
Las intervenciones en relación con la modalidad
diagnóstica prevalente, que corresponden a la
dramática, tienen un corto alcance. Aunque no trabajamos
con seguimientos, resultan notables las consultas que se suceden
a través de los años, por la persistencia
(Repetición) de las relaciones violentas o su
reaparición y desarrollo en
nuevas relaciones (diversas modalidades de violencia entre los
adultos y de maltrato y/o abuso sexual
en los niños).
A pesar de la prisa y de los innumerables trabajos que
aportan información (papers), que resultan de
utilidad, es
conveniente recordar que la información es solo un aspecto
del proceso
cognitivo, pero es necesario tener en cuenta que es aún
más importante lo que se juega en su procesamiento y/o
posibilidades de conceptualización. Pensamos que solamente
una adecuada articulación Teórico,
Metodológica y Técnica permitirán
intervenciones con posibilidades de transformación de
estas situaciones violentas, en donde "el otro" es también
Sujeto de su propio recorrido y no nuevamente víctima,
incluso de alguien que "quiere su bien" y perpetúa el
mecanismo de sumisión.
Tenemos suficientes elementos para trabajar con la vieja
"sugestión" que renace siempre con un nuevo rostro. Con
nuevos nombres. A la sugestión la podemos procesar desde
las transferencias y el trabajo
inverso no da resultados. Se trataría de una
cuestión de sometimiento – poder,
jugándose en la relación
terapéutica.
Es desde estos diversos problemas, interrogantes y
puesta en cuestión de nosotros mismos que nos planteamos
el retorno a ciertos textos, que seguimos considerando
fundamentales como aporte a la comprensión de los
problemas que nos ocupan, para rescatar del "olvido" ciertos
Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, acerca de los cuales,
recordamos, principalmente: Inconsciente, Transferencia,
Pulsión y Repetición. Son considerados los Cuatro
Conceptos Fundamentales (2).
La cuestión de la Sexuación y
Filiación se articulan con modos de pensar lo que llamamos
Familia que hace al devenir de lo masculino, lo femenino, el
padre, la madre, los hijos, etc. En este caso desde una
perspectiva de procesos
Inconscientes. La sexuación en lo que hace a la diferencia
de los sexos y la filiación a la diferencia entre las
generaciones.
En un trabajo de 1919 (3) Freud formula
acerca de la familia
perspectivas a las que considera en una doble vertiente.
Intentaremos, en este breve trabajo, poner el énfasis en
una de ellas: acerca de "Lo Ominoso", "Lo Siniestro". Hasta ese
momento, en el pensamiento
freudiano, predominaron ciertos aspectos de La Familia con
relación a los deseos edípicos, elaborados
fundamentalmente en la línea del Complejo Paterno, es
decir en la constitución de la subjetividad masculina.
A grandes líneas esto constituye un trabajoso
descubrimiento en la construcción del concepto de
Padre, que toca el tema del Padre de la Horda (padre
hordálico) que prohibe a los hijos pero sin estar sometido
él mismo a la ley (él es
la Ley), hasta el
Padre Edípico, que parte de la problemática de la
prohibición del incesto pero que transmite una ley a la
que él mismo está subordinado. Hablar de Edipo es,
desde el Psicoanálisis, referirse a las
múltiples formas de organización que llamó Familia,
considerada como diversos modos de expresiones de Conflicto
entre Sistemas o
Instancias a partir de la cual se funda y transmite la secuencia
Pulsión, Deseo, Fantasma, Narcisismo, Elección de
Objeto. Si dejamos, para otra oportunidad el rico campo de "los
modos previos de la elección de objeto", caracterizados
por el devoramiento y apoderamiento del otro, la posibilidad de
Amor implica
acceso a lo simbólico mediado por las Identificaciones al
Ideal, lo que se adquiere como posibilidad de ser
humanos-hablantes, productores de vida y de creaciones
éticas y estéticas.
Lo que encontramos como antecedentes, citados con
frecuencia, respecto de conductas violentas (golpes y otros modos
graves de manifestaciones de la violencia en la familia),
refieren en última instancia, siempre a situaciones de
abandono o graves dificultades en la constitución de la Subjetividad,
dificultades en la constitución narcisística del Yo
y de Identificaciones que otorguen una filiación,
pertenencia y sean marcas de
diferencias de las generaciones así como de la diferencia
de los sexos. La heterogeneidad descriptiva que encontramos como
referencias constantes parecen indicar vivencia de privaciones
que se vivieron con mucho dolor u horror y no pudieron tener
registro
psíquico "inscripciones", en escenas, huellas, etc. Esta
observación que nos proponemos hacer nos
permite, entre otras cosas, no adscribir el problema de la
violencia en la familia a una determinada estructura
psicopatológica. Pudiendo presentarse en organizaciones de
tipo neurótico, perverso o psicótico.
Puede ser conveniente, en este punto, poner el
énfasis en los que llamamos "Actos Psicopáticos",
como un paso a la acción, compartidas, hasta casi en un
50% por la violencia diádica en las parejas
(4), según trabajos de Meta – Análisis de Investigaciones
Psicológicas llevadas a cabo en E.E.U.U. de 1941 a 1994.
En nuestro medio, por razones culturales, es probable que esta
cifra sea menor. Esto si solamente tomamos golpes en sentido de
violencia simétrica. La Clínica muestra que no es
menor, si tomamos conductas agresivas en un sentido amplio de
parte de los dos miembros de la pareja.
Lo que importa, en este caso, acerca del paso a la
acción es que se trata de una expresión motora que
sustituye a las palabras. Frente a esta situación nos
planteamos el interrogante acerca de la posibilidad de trabajo
interpretativo. ¿Cómo podría ser
interpretado en relación con una acción
simbólica?. Este tipo de conductas es conocido en la
bibliografía Inglesa como "acting" y se relaciona
estrechamente con la transferencia, en el sentido freudiano del
"agieren", poner en acto "mostrar", "actuar", en lugar de
verbalizar algo. Es un hacer en lugar de un decir. Reproduce un
cliché o guión inconsciente. Pero acerca de este
hacer, que tiene algo de teatral, puede ser posible llegar a
hablar, hacer producir asociaciones que conduzcan a una
interpretación. Este paso a la acción deberá
ser diferenciado del Pasaje al Acto que indicaría una
falla en la simbolización. En este sentido la
Acción en lugar del Lenguaje, es
lo que le da a la descarga un carácter explosivo, la
impulsividad que resulta de la ausencia de elaboración
mental de la pulsión. Esto abriría una línea
de pensamientos e interrogantes acerca del aporte lacaniano en
relación con la satisfacción pulsional, el problema
del goce, más allá del principio de Placer. El
Pasaje al Acto implica una posición subjetiva que no opera
como transferencia, la avidez afectiva (urgencia) no constituye
una verdadera demanda, no
hay una identificación con el otro que padece. El
término pasaje al acto, en psiquiatría indica la
violencia o la brusquedad de diversas conductas que crean
cortocircuitos en la vida mental y precipitan al sujeto en una
acción: agresión, suicidio,
delito, etc.
Es de un empleo
peyorativo, sin especificidad Psicoanalítica. Lacan
(5) ha tratado de delimitarla mejor
identificándola con una salida de escena en la que, como
una defenestración o un salto al vacío, el sujeto
queda reducido a un objeto excluido o rechazado. Esto no excluye
entonces que haya puesta en acto del deseo del Otro. Pero
aquí el acto no sería "algo que quiere decir", y
correspondería a una ruptura del marco del fantasma y a
una expulsión del sujeto.
El pensar estos problemas, tomando en cuenta diversas
modalidades de organización posible de la Subjetividad y
de las ligazones Inter – Subjetivas, nos permite obviar las
clasificaciones rígidas, particularmente las que
guían hacia el camino sin salida de las clásicas
"Psicopatías". En esta dirección intentamos aportar con nuestro
trabajo y trataremos de concluir algo al respecto por un
recorrido que implica rescatar, como habíamos mencionado
anteriormente, textos fundantes de campos teóricos. Esto
es lo que llamamos método
específico de investigación: "trabajo de textos", que
incluye, entre otras cosas la consideración de los
con-textos y las implicaciones transferenciales en
relación con los mismos.
En el sentido en que estamos trabajando implica romper
una comprensión circular de Trauma: causa ⇒ efecto.
Toda situación vivencial humana, con posibilidades o
potencialidad traumática va a implicar, por lo menos dos
tiempos: 1) El momento del acontecimiento y 2) El momento de la
significación, que es siempre "a posteriori". Es decir, el
tiempo no
tiene un transcurrir lineal, secuencial o genético, sino
que impone las propias lógicas de Trabajo del
Inconsciente.
Además de lo temporal en relación con el
Trauma, es necesario incluir lo Pulsional y la cuestión
del Deseo, particularmente en el sentido de deseo de muerte del
Otro. Esto lleva al deseo a límites difíciles de
pensar, aunque una manera posible de representarlo serían
las numerosas maneras de exclusión social sin
alternativas, en donde se denomina desde el otro como "marginal",
"de la calle", "vago", hasta formas más atenuadas de
discriminación y/o exclusión social.
Considerar la cuestión desde el Otro – otro, es
condición necesaria para incluir las ligazones afectivas o
las disparidades inter-subjetivas en los problemas de violencia,
agresión. Me refiero a una conceptualización social
del problema. El otro hace referencia especialmente a lo
especular e Imaginario en donde se juega esencialmente la
relación con el "semejante". El Otro introduce la
dimensión Simbólica del lenguaje, del
lugar del código, que sostiene al anterior y funda a su
vez el paso del "semejante" al "prójimo" como otro
radicalmente diferente.
Pienso que los "golpes", al menos las golpizas "reales",
son formas de lograr algún modo de inscripción de
la pulsión, en este caso en un registro muy
particular: el "real" del cuerpo del otro. Se trataría de
un registro diferente, en este caso en el "otro", como "marcas" o
"escritura"
visible, continuando con la idea de lo que se muestra, se pone en
acto, de aquello que resulta del retorno con relación a
una falla de ligaduras o investimiento de representaciones. Es lo
que retorna compulsivamente, que "no cesa de no escribirse". En
el ámbito de la Compulsión de Repetición,
más allá del Principio de Placer. Recordemos que el
principio de Placer tiene una función homeostática,
ligada a la repetición simbólica. Cuando no hay
inscripción, representación o huella se nos plantea
esto siniestro que lleva la marca de lo
"automático", de siempre lo mismo, de lo inevitable.
Incluso podemos decir que hay situaciones en donde se "provoca"
su desencadenamiento, porque la expectativa angustiada se hace
intolerable. Por otra parte en estos períodos de
intervalos puede primar la "indiferencia" como sentimiento
primario hostil de rechazo, que puede ser aún más
intolerable que los golpes. Podemos pensar que hay personas que
prefieren los golpes a la indiferencia. El decir popular: "porque
te quiero te aporreo" tiene algo de verdadero, aunque no
explicita nada sobre estos modos "previos" del amor de
características muy narcisísticas y
ambivalentes. Modos de "apropiación" y "consumo" del
otro.
Lo Siniestro, que es también lo familiar, es
entonces la marca de aquello
que debería haber permanecido en secreto, pero que se
devela abruptamente, que no puede ser cubierto por un velo. Algo
no velado. No representacional, no fantasmatizado. Esto se
muestra brutalmente y para atenuar lo siniestro se deberá
volver luego al secreto. En este sentido resulta clara la
insuficiencia conductual-cognitiva de explicar el problema del
secreto por el miedo. Si se nos permite una analogía
diríamos que si hay dictaduras hay miedo, pero
además "consenso" en el cual se sostienen.
El interrogante acerca de estas modalidades pulsionales
o deseantes, de lo simbólico o de lo automático de
la repetición se orienta en el sentido de diferenciar
conductas que puedan ser interpretables o no puedan serlo. Si se
trata de acciones
sintomales (actos sintomáticos), simbólicas, se
trata de algo de lo inconsciente que puede ponerse en palabras, a
partir del trabajo del recuerdo, de hacer consciente lo
inconsciente, aunque esto pueda presentar muchos
obstáculos. Si se trata de pasajes al acto, del
automatismo, será necesario recurrir a construcciones, a
llevar a cabo un entretejido de palabras y de intervenciones,
muchas veces de inclusión de terceros (policía,
justicia,
personajes con influencia en el ámbito familiar o laboral, etc.)
que puedan posibilitar algún anclaje representacional a la
conducta
violenta.
La Clínica tiende a confirmar estas suposiciones,
en tanto ya desde la Psiquiatría clásica se
señala al "golpeador psicópata", como alguien que
no puede poner en palabras o sentimientos la situación que
se relaciona con el momento de los golpes, relatando solamente
sensaciones corporales muy diversas. Las palabras se dan a
posteriori como justificativo o intento de explicación de
lo ocurrido. Al mismo tiempo considero
que puede ser significativo, para diferenciar la conducta de
golpes como síntoma o pasaje al acto, la
consideración posterior del daño al "otro" en el
discurso
justificativo o de inútil culpabilización
posterior. Cuando puede pensarse en el daño ocasionado hay
un pasaje del Otro al otro, la culpa implicaría solamente
un juego
Imaginario, necesario en pequeña medida, "lo suficiente
como para no ser un canalla" (J. Lacan).
Córdoba, 12 de Septiembre de 1998.
Autor:
Ruben Musicante
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