- Marino
- Método
- Interludio
- Historieta
- El Minnesota
Experiment - Pero,
¿Qué sucedió? - El
fin del Experimento - La
explicación - En
resumen - Bibliografía
Los misterios de ganar y de perder de peso, son
verdaderamente extraños.
Para reiterar lo, arriba expuesto, les presento a Marino
y describo para ustedes el famoso Minnesota
Experiment.
Marino
Marino, trabaja para el consorcio copartícipe del
lugar donde hacemos nuestra residencia. Sus labores son
sedentarias y su nivel socioeconómico es modesto.
Bachillerato. Cursos en computadoras.
Casado a la edad de diecinueve años, lo hizo porque su
novia "estaba esperando". Viudo, casado de nuevo, y padre de tres
niños.
Marino, recientemente, celebró escasamente, sus treinta
años.
De origen puramente africano (como lo fuera,
originalmente, el de todos los seres humanos), Marino, no
sólo no es atlético, sino que es muy
delgado. Parece ser que para Marino engordar sería un
esfuerzo increíble a la vez que un sacrificio
desagradable. Lo sería, porque Marino come… porque
hay que comer. El azúcar,
debilidad universal, no le interesa. Las frituras, le disgustan.
Y, la comida, en general, es algo que forma parte de la vida y
nada más. Cuando llega la hora del "almuerzo" eufemismo
caprichoso que quienes, aquí lo ingieren, llaman "comida",
Marino se excusa y no lo come. Marino va al comedor, porque es
parte de sus obligaciones
transportar a otros empleados. En lugar de consumir los
refrigerios tan ofensivos como indigestos que se ofrecen, Marino
juega billares. Después de la "hora del almuerzo", Marino
retorna a su trabajo,
contento, satisfecho, y sin ninguna impresión de haber
ejercido una misión
moral o
ética
por no haber comido.
Marino ni cree en dietas, ni tampoco las
necesita.
Marino es flaco. La mujer de
Marino, también lo es… Y, de modo, no muy
sorprendente, sus hijos, también lo son…
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