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La Obesidad: Indefensión ¿Aprendida o Innata? (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Usos…

La teoría
de la indefensión aprendida ha sido utilizada para
explicar el mecanismo de la depresión.
Cuando estamos deprimidos — dirían los defensores de
esta concordancia, percibimos que nuestra situación vital
es dolorosa, y no distinguimos ninguna solución ni ninguna
vía posible de escape a nuestro alcance para salir de
ello. Por la misma razón nos sentimos mal y no tratamos de
hacer nada para cambiarlo.

La psicología positiva, fundada en estas
observaciones, estudia las bases del bienestar psicológico
y de la felicidad así como también las fortalezas
humanas como panacea a nuestros conflictos.
Como podemos atestiguar, tradicionalmente la psicología ha
dedicado todo esfuerzo a estudiar los aspectos negativos y
patológicos del ser humano, dejando de lado el estudio de
aspectos más positivos como, por ejemplo, la
sabiduría, la felicidad, la capacidad de
recuperación, o los milagros.

El impulso definitivo — aunque por otros, fuera, mucho
antes, percibido — para la creación de la
psicología positiva, fue dado por el Prof. Martin Seligman
de la Universidad de
Pennsylvania.

A finales de los años 1990 este conocido
investigador, tras destacar la necesidad de investigar de forma
decidida los aspectos saludables del ser humano, propuso la
creación de la psicología positiva como
corriente específica dentro de la psicología. Como
dijéramos, se pueden encontrar antecedentes de la
psicología positiva en filósofos como Aristóteles, que dedicó parte de sus
escritos a la eudaimonia (término griego
habitualmente traducido como felicidad), pero también en
psicólogos como Abraham Maslow o Carl
Rogers, pertenecientes a la corriente llamada psicología
humanista.

Ofelia…

La psicología positiva estudia diversos aspectos
del ser humano: emociones
deseables como la felicidad, la alegría o el amor, y
fortalezas como el optimismo, la creatividad,
la gratitud, la sabiduría, o la resiliencia.

Estudios recientes han mostrado, por ejemplo, que la
influencia de los ingresos
económicos sobre la felicidad sólo es relevante
hasta cubrir las necesidades básicas. A partir de un
determinado nivel, mayores niveles de ingresos parecen no aportar
mayores niveles de felicidad. Por el contrario, la cantidad y
calidad de
relaciones
interpersonales aparece como el factor que más a
menudo emerge asociado a un mayor nivel de bienestar
psicológico percibido. Otros factores como el optimismo,
la autoestima y
la gratitud, o rasgos básicos de personalidad
como la extraversión y la estabilidad emocional,
también aparecen relacionados con mayores niveles de
felicidad y otros temas.

Lo antedicho, por supuesto, no explica el afán, a
veces destructivo, con que algunos billonarios sacrifican sus
vidas y su felicidad en aumentar sus fortunas sin detenerse en el
proceso. (Para
entenderlo mejor, en el caso de John D. Rockefeller, léase
mi artículo: Estrés y los Trastornos del
Comer
).

Todo lo aludido, por los seguidores de la
psicología positiva, es tan promisorio en su apariencia
que, a medida que se lee, uno se siente imbuido por un entusiasmo
contagioso, quizás debido al modo tan confidente con que
se describen los cambios que se prometen, por medio de este
método, a
quienes lo apliquen.

Es como si, de pronto, se encontrase uno, con la piedra
filosofal de nuestra felicidad, depositada en nuestras manos y
que todas las miserias que asedian a nuestros pacientes — de
pronto, restan dentro de la posibilidad de nuestros
esfuerzos.

¿Eudaimonia, quimera, o Utopía?
Veremos…

La tragedia de las disorexias ejemplifican la similitud
que estos "descubrimientos" poseen con las famosas historias que
tendiera en sus tramas el genio inmortal de Rudyard Kipling
(1865-1936 — Nobel literatura 1907), cuando nos
contara sus famosas "just-so stories", término muy
difícil de traducir, quizás que interpretado como:
demasiada fantasía para poder ser
verdad
, aproxima el significado, por el autor, deseado.
(Léase su Antología, especialmente,
Jungle Book).

Pero, desafortunadamente, todos, sabemos que los
caprichos de las emociones y de las maniobras adaptivas del ser
humano no son tan simples.

Lo que a muchos no importa, como más adelante
veremos…

Seligman no está sólo en su torre de
marfil epistemológica, también tenemos a Aaron
Beck, cuyos seguidores son tan entusiastas acerca de sus teorías
y métodos,
que nos insinúan (sotto voce) que está
siendo considerado para un premio Nobel…

Premio Nobel… ¿En qué rama de
la
ciencia?

Aaron T. Beck (192) inicia el desarrollo de
la que denominó "Terapia Cognitiva" a principio de la
década de los sesenta (1962) en la Universidad de
Pensilvania, como una psicoterapia
para la depresión, breve y orientada al presente.
El modelo
coincidía con el concepto de la
mediación cognitiva propuesto por Albert Ellis en 1956.
(Aquí recomendamos: Overcoming Destructive
Beliefs, Feelings, and Behaviors: New Directions for Rational
Emotive Behavior Therapy
por el mismo
autor).

Para un artículo detallado en este respecto,
recomendamos mi ponencia: De la Terapia Cognitiva de los
Trastornos Depresivos
, 1994.

El
modelo cognitivo

"La Terapia Cognitiva está basada en el modelo
epistémico que postula que las emociones y conductas de
las personas están influidas por su percepción
de los eventos.

"No es una situación en y por sí misma
la que determina lo que una persona siente,
sino más bien la forma en que ella interpreta la
situación (Ellis, 1962; Beck, 1964) — Por lo tanto la
forma en que se sienten las personas está asociada a la
forma en que interpretan y piensan sobre una
situación.

"La situación por sí misma no determina
directamente cómo se sienten — su respuesta emocional
está mediada por su percepción de la
situación".
(Adaptado de Wikipedia
Español).

Si pueden entender, claramente, lo que arriba
reprodujéramos, merecerán algún premio digno
de Lewis Carroll… (¿Recuerdan el jabberwocky
en Alicia en el País de las
Maravillas
?).

De estos conceptos derivan sus métodos y sus
pilares filosóficos. (Obras acerca de, y por, Beck, colman
la literatura; para ceder el espacio que su enumeración
aquí requeriría).

Basado en lo descrito, podríamos aquí
decir, sin temor alguno, que para el obeso, su trastorno, su
entendimiento y su cura; combinan en sí la esencia de la
indefensión adquirida y los elementos básicos de la
psicología de Beck.

Comenzaremos, entonces, por donde Beck nos
dejara.

Aunque no esté deprimido en el sentido diagnóstico/clínico, el obeso
comparte los elementos de vivir bajo las presiones de
distorsiones de orden mayor à la Beck:

  • Su propia visión es una de tonos negativos.
    Nunca ha logrado conformar a un programa
    –– que, aunque mucho lo deseara y lo siguiera — le
    haya aliviado, de modo permanente, el fardo penoso de su
    problema.
  • Su visión del mundo es asimismo negativa, ya
    que es víctima de las tantas crónicas
    publicitarias. Continentes de falsas esperanzas, que le mienten
    y que le engañan a creer que existen perspectivas —
    por siempre inexistentes o ilusorias.
  • Y, del futuro, ¿qué más puede
    anticipar? — si nunca lo ha visto con optimismo: ¿Otra
    dieta? ¿Una vacuna? ¿Una manipulación
    genética? ¿Un milagro?

Podemos usar las maniobras, por Beck recomendadas en su
terapia, para corregir las distorsiones, pero bien sabemos que
éstas no nos darán resultado.

Podemos tener consolación en el hecho de que a
Beck no se le ocurre pretender que su método es remedio
para la gordura — mientras otros lo hacen sin titubeos.
(Véase mi ponencia: Del Gen de la Obesidad: Of
Mice and Men
).

Habiendo concluido con Beck, veamos lo que Seligman nos
brinda.

Cuando tratamos de escapar una situación penosa,
y lo único que nos escapa es el éxito
en lograrlo, podemos conceder que nos tornamos "indefensos" y que
esa indefensión, ha sido resultado de un entrenamiento o
aprendizaje
negativo.

Voilà!: Indefensión
Aprendida.

Este tipo de aprendizaje y métodos para
comprenderlo, desde el punto de vista sociocultural se establecen
en mi ponencia La Sonrisa de Dios, donde hago una exegesis
de los factores adaptivos incongruentes que nos acompañan
de por vida y de cuáles pudieran ser sus
adaptaciones (si es que algunas existen) para el beneficio
nuestro y, por ende, para el de nuestra especie.

Ahora bien, la depresión, como la obesidad,
consiste en una plétora de problemas que
abarcan el horizonte de todas las posibilidades causales
conocidas.

Decir que una dieta, una píldora, un sistema
filosófico, una reconstrucción de nuestras
distorsiones — puestas en línea con una realidad de
origen externo — por otros improvisadas, nos va a curar — nos
impresiona como just-so stories…

Para muchos, la obesidad resulta ser una
indefensión aprendida. Así lo es porque es
inescapable, por virtud de que consiste en una
adaptación a una realidad innata a nuestra
especie.

Como sabemos, siguiendo los trabajos de Harry Jerison,
uno de los líderes en el campo de la evolución cerebral, aun nuestros genes
están sujetos a influencias y variables
imponderables cuyos orígenes pueden trazarse a nuestra
existencia intrauterina. (Recomendamos: Evolution of the Brain
and Intelligence
por H. Jerison).

La dieta de la mujer encinta,
el uso de ciertas drogas o
medicamentos, sus hábitos de higiene, sus
reacciones afectivas, sus creencias religiosas, la
compañía de alguien que la soporte, la carencia de
electricidad,
etc. Todos son factores que influyen directamente la trayectoria
del coeficiente genético que determina la
organización del feto que
dentro su vientre se aloja. (Véase las ponencias El
Embarazo de
las Anoréxicas y Bulímicas
y El Embarazo de
las Mujeres que Dietan y de las que son Obesas
).

En otras palabras que es asunto muy arriesgado darle
toda la importancia de lo que nos importuna en la vida, o nos
hace infelices, a los efectos exclusivos de un sólo
aspecto
del binomio conocido como Nature vs.
Nurture
(Naturaleza vs. Nutrir) — el del eterno
debate
filosófico, de los efectos genéticos, frente a las
influencias del entrenamiento recibido.

Para juzgar mis contribuciones al campo del
entendimiento y cura del sobrepeso, ser redundante y persistente
es, a veces, un mal necesario.

Leyendo mis ponencias sabemos que la obesidad es una
adaptación fallida. Hemos asimismo aprendido que se
acompaña de una plétora de complicaciones probables
y también hemos aprendido, que su cura es
elusiva.

De ser algo innato, como posibilidad, no sería
algo nuevo. Muchos de nuestros lectores no estarán
familiarizados con los errores innatos del metabolismo, o
con una enfermedad rara que se conoce como la Enfermedad de
Tay-Sachs.

Veamos…

Tay-Sachs es una forma de retardación mental que
afecta selectivamente a los hijos de judíos
de origen europeo oriental. La condición consiste en una
degeneración progresiva de ciertas estructuras de
los tejidos nerviosos
de sus víctimas.

La tragedia es que el niño nace normal, los
síntomas que le costarán la vida, comienzan durante
el primer año de su vida y son resultado de una
deficiencia enzimática — como la que viéramos en
nuestra ponencia acerca de la fenilcetonuria. (Caso
Difícil Número 4
).

En el caso de la fenilcetonuria algo puede hacerse para
remediar la tragedia en ciernes — en el de Tay-Sachs, los
padres se limitan a ser testigos de la muerte de
su hijo, en desesperada indefensión
aprendida.

Prosigamos

Para mejor interpretarlo. Hoy conceptualizamos los
asuntos que llegan a la atención del psiquiatra como pudiendo ser
entendidos usando el Modelo Tripartita. En éste se postula
la existencia de tres categorías de factores:

  1. Biológicos o genéticos,
  2. Psicológicos, o reacciones individuales a las
    vicisitudes del vivir y
  3. Sociales, o influencias del entorno

Usaremos aquí la metáfora de las tres
muñecas como la describe Emanuel Cheraskin:

"Es como si tuviera delante de mi tres muñecas:
una está hecha de acero, otra de
celuloide, y la otra de cristal. Yo decido golpear las tres
muñecas con un martillo usando la misma fuerza.

"¿Por qué es que la muñeca de acero
emite una nota musical? ¿Por qué la de celuloide
simplemente se deforma y la de cristal se vuelve
añicos?

"Esta es una metáfora por la resistencia y la
susceptibilidad en salud y enfermedad. El hecho
inescapable es que algunas personas son hechas de acero (nunca
cayendo enfermas) y otras son como el cristal (para siempre
teniendo problemas)".

El caso
de Güendolina

Güendolina nació como la mayor de cuatro
hijas dentro de un matrimonio
fragmentado por problemas de armonía entre sus
padres.

La obesidad fue un rasgo tan común como
descomunal en su árbol genealógico.

A los 34 años de edad, Güen, pesaba 375 lb
(IMC de 61), siendo la segunda más corpulenta de las
hermanas. La menos voluminosa inclinaba el brazo de la
báscula a 289 lb.

Su historia pre-natal
consistiría en muchos problemas de salud para la
mamá, quien sufriera de pre-eclampsia y de placenta previa
a la vez.

Güen pesó 11 lb al nacer. Sufrió
ambas complicaciones, de ictericia y cianosis.

Desarrollo fue lento en todas sus dimensiones con
tendencia a ganar peso desde muy temprano.

Nos resumió su suplicio con brevedad muy triste:
"Siempre fui la más gorda de todas… No tanto como
mi hermana — pero nunca he podido ser delgada".

¿Qué hacemos, entonces?

La descripción del método del
tratamiento exitoso en el caso de esta paciente tomaría
muchas páginas. Sin embargo, forman parte de un libro que
está en preparación en estos momentos. Ya
hablaremos de ello.

En
resumen

Nos tomó mucho esfuerzo, pero hoy, Güen pesa
lo necesario para gozar de un IMC de 35…

Bibliografía

Se suministra por solicitud.

(Nota: Otra lección pertinente a ésta,
basada en los trabajos de Stanley Milgram, seguirá en
breve).

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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