- Calificación de
"desastre" - Tipos de
afectaciones o daños - Enfoque
lógico y priorización de las
intervenciones - Articulación
institucional
Las siguientes apreciaciones incluyen algunos criterios
que pudieran permitir un mejor abordaje de las afectaciones
negativas generadas por eventos
climáticos (heladas, sequías) u orográficos
(terremotos)
agudos. Se nutren no solo de las maneras con las cuales se ha
estado
manejado el terremoto del 15 de Agosto, que envolvió a
varias provincias de Ica, parte de los bordes marítimos de
El Callao, determinadas zonas del sur de Lima y algunas
localidades de la sierra central (Yauyos, Apurimac). Se sustentan
también en las experiencias acumuladas a raíz del
Fenómeno de El Niño de 1997-1998, de los friajes
del 2002-2003 y del 2006-2007 en la Región Sur Andina, del
sismo de Moquegua del 2001 y de las sequías en Puno de los
años 50’ – 60’.
El mensaje más categórico de las visiones
recientes y de los testimonios pasados se traduce en dos puntos.
Primero: el Perú es reconocidamente un país
vulnerable a regulares o irregulares acontecimientos
telúricos o climáticos, que afectan negativamente
la vida doméstica de sus pobladores y de los aparatos
sociales o productivos que los rodean. Segundo: en
general, frente a este tipo de acontecimientos se ha carecido de
una estrategia y de
una red
institucional suficientemente aceitados como para prever los
riesgos y
minimizar los daños; aun cuando se cuente con un amplio
panel de normas legales y
estudios técnicos al respecto (incluyendo Mapas de Riesgo y Sistemas de
Alerta Temprana). Tercero: una vez amortiguadas las
emergencias más inmediatas o notorias, se ingresa a una
conducta
(pública y privada) relativamente conformista que no
atiende las causas fundamentales de los daños calificados
como "desastres". Así, entonces, el círculo vicioso
se mantiene a la espera del próximo zarpazo.
Calificación de "desastre".
Deben asumirse como "desastres" aquellas afectaciones
negativas que por la gravedad del daño o
por su amplia cobertura territorial perturban agudamente el
desenvolvimiento de un grupo
importante de comunidades. No todos los daños provocados
por eventos climáticos (agudos o no) tienen esa
categoría. Por lo tanto, las respuestas o movilizaciones
de apoyo para amortiguar situaciones realmente desastrosas deben
guardar las correspondientes escalas, para evitar su sub o sobre
saturación. En este tema, los medios masivos
de comunicación juegan un rol clave; y son
obviamente cruciales la solidez, la rapidez y la
calificación de los daños; que debieran provenir de
fuentes
confiables.
El terremoto de 1970 que tuvo su foco central en Ancash
fue un desastre porque aniquiló prácticamente las
infraestructuras de ciudades enteras (Yauyos, Huaraz) y
mató a unas 70,000 personas; además de inducir la
creación de un organismo especial, cuyo rango se acercaba
a la de un Ministerio Sectorial: "Comité de
Rehabilitación y Reconstrucción de las Zonas
Afectadas (por el sismo) – CRYRZA". Finalmente esta entidad
abrió su visión hacia el desarrollo y
se transformó, a inicios del 72, en el Organismo de
Desarrollo de la Zona Afectada por el Sismo –
ORDEZA.
Otro antecedente interesante por las lecciones que
dejó fue el Fenómeno de El Niño que
todavía mantiene varias cicatrices en el Norte y cuyo
manejo tuvo un enfoque fuertemente centralista, que se
expresó en la conformación de una Comisión
Intersectorial de Atención al Fenómeno de El
Niño – CEREN y que prácticamente
desplazó, en ese momento, a los Consejos Transitorios de
Administración Regional – CTAR que
debieron haber tenido un rol mucho más activo y decisorio
que el que tuvo.
El terremoto del 15 de Agosto es obviamente calificable
como desastroso porque trajo al piso elevados porcentajes de las
edificaciones de las ciudades de Chincha, Pisco, Ica, Tambo de
Mora, Grocio Prado y otros centros poblados de Ica, Lima,
Apurimac y Ayacucho, que afectaron rudamente a más de
35,000 familias "damnificadas" (que implica la destrucción
de sus viviendas), según el Instituto Nacional de Defensa Civil;
y determinaron la muerte de
alrededor de 600 personas. Frente a esta desgracia, no
sería justo eludir o diluir ahora las profundas secuelas
negativas del friaje que afectan a miles de cultivadores y
pastores pobres de varias zonas de Arequipa, Puno, Cusco,
Ayacucho, Apurimac, Huancavelica. Tendrían que
establecerse pautas equitativas para atender paralelamente las
secuelas de este friaje con las emergencias que concentran
nuestra atención desde el 15 de este mes.
Página siguiente |